21. Asesino de verdades

"Cuando ya estás muerto, eres libre."

-Tía Polly, Peaky Blinders.

Tracker sonrió con soberbia. Sabía que Boblín estaba nervioso y desconcertado, sabía que era una presa fácil y que no sería problema para él, tenía todo planeado con detalle y Boblín estaba justo donde lo quería; aterrado, perdido, conmocionado.

Se levantó de su asiento y se sirvió vino en una copa para deleitarse de la sensación de saberse descubierto, de tener el poder sobre aquel momento, sobre aquel robaniano, sobre aquella víctima. Los cuervos observaban expectantes los movimientos de ambos hombres, esperando el momento adecuado para hacer un nuevo anuncio mortal. Los llamados de los asinisianos hacia la hija de Tared se filtraban de vez en cuando en la iglesia, recordándoles los motivos por los que ambos se encontraban allí.

—¿Dónde está Liena? —Inquirió Boblín sin perderle la pista al rubio. Temía que si se distraía un segundo, podría sorprenderlo y no podría escaparse del destino que le había planeado: matarlo.

—Aún no he comenzado con ella —murmuró Tracker con cinismo y regocijo—. Está en el confesionario —indicó sin importancia. Después de todo, no saldría vivo de allí—. No te preocupes por ella.

Boblín observaba su andar confiado y despreocupado, conocía sus intenciones y, pese a su desconcierto inicial, estaba decidido a hacer lo correcto, no importaba si Tracker era su amigo, en ese momento solo sabía que el asesino de los cuervos era Tracker y que debía cumplir con el castigo que le tocase. Si debía perder al único amigo que había hecho en su adultez para detenerlo, entonces lo haría. No le importaba todo el odio que le había demostrado el pueblo, no le importaba renunciar a sus sueños de niño de tener un amigo que lo escuchara, lo acompañara y lo aconsejara. En ese momento solo le importaba la verdad, la memoria y la justicia.

—¿Y de qué se trata tu venganza? —Cuestionó el pelirrojo—. Porque estoy seguro de que esto se trata de tu venganza más que la de Slepkava —aseguró con arrogancia, haciendo sonreír a Tracker, quien lucía realmente divertido con aquella situación.

—Siempre tan seguro de tus hipótesis —comentó recorriendo el cuarto en un andar desinteresado—. Bien, ya conoces la historia de Slepkava, así que comenzaré a relatar la mía —dijo inspeccionando el lugar con aburrimiento—. No soy extranjero, no he salido de este maldito pueblo más que unos días por algunos asuntos en otra ciudad.

»Este pueblo es una condena a la mediocridad. No hay nada más asqueroso que vivir aquí —murmuró con un notable disgusto en su voz mientras caminaba por detrás del detective—, excepto sus propios habitantes —alegó—. Te observan con ojos críticos y te destruyen con comentarios censuradores, incluso te golpean con su hipocresía como si hubieras olvidado lo que hicieron igual que ellos lo hicieron —comentó con rencor en su voz—. Nací en Asinis y he vivido toda mi maldita vida aquí, pero siempre me han tratado como a un maldito forastero y me han despreciado sin perder oportunidad.

»De niño me golpeaban como si fuera un saco de papas, se burlaban de mí como si no tuviera sentimientos, e incluso si los ignoraba, me golpeaban el doble. Nunca recibí disculpas por parte de ninguno de ellos y sé que décadas después de su comportamiento abusivo siguen haciéndolo como si realmente no hubieran hecho nada, como si me hubieran saludado mientras yo cargo con esa colección de recuerdos de mierda que deciden atacarme cuando se les place y me hacen guardarlos, enterrarlos como si fueran mi más asqueroso y sucio secreto.

»Amaba los acertijos y los problemas, me gustaba la lógica, y decidí convertirme en detective. Principalmente, también fue porque sabía que de esa forma sus apestosas existencias dependerían de que resolviera sus problemas con los conocimientos que siempre despreciaron. Creí que me ganaría un poco de respeto haciéndolo, o al menos unas disculpas, pero solo me ignoraban y me trataban como a un maldito forastero —gruñó golpeando un mueble de madera con su puño y haciendo que Boblín se sobresaltara—. Luego conocí a Daina, la única asinisiana que me mostró respeto desde un principio, incluyendo a su familia. Daina apaciguó el odio y el rencor que sentía hacia este pueblo y por unos años me olvidé un poco de la repugnancia que me generaba vivir aquí, estuve a punto de mudarme con ella cuando supe que estaba embarazada de Jonas.

—Pero no lo hiciste —dijo Boblín.

Tracker sonrió con odio e impotencia. Recordando la mezcla de emociones que sintió cuando su mujer le dio aquella noticia.

—No podía hacerlo. Si me iba, significaba que ellos habían ganado —afirmó deteniéndose frente al espejo y observando su reflejo, perdido en dolores del pasado—. Las risas volvieron en mitad de la noche y me costaba dormir cuando Jonas aún era un bebé. Así que me ocupaba de él y comenzaba a planear una venganza, una forma de obtener justicia, los golpearía en donde más les dolía.

»Quería que sufrieran, que pasaran los años y ellos recordaran con dolor aquello que hicieron, que recordaran mi nombre con angustia y que jamás lo olvidaran, que pesaran en sus recuerdos como ellos pesaban en los míos. Jonas era un bebé, así que debía apresurarme porque no quería que los hijos de ellos le hicieran lo mismo —comentó acomodándose el pañuelo rojo en el cuello—. La manzana no cae lejos del árbol —aseguró.

—Y decidiste que matarlos no era suficiente, debías ultrajarlos también.

Tracker sonrió antes de volver a caminar frente al robaniano.

—Por un tiempo busqué a quienes habían sido blancos de su violencia en el pasado como yo, pero todos habían desaparecido del pueblo. Buscaba a alguien que fuera capaz de todo, que no se asustara fácilmente y que quisiera cavar hondo en sus mentes, en sus miedos —dijo tomando su copa de nuevo—. Busqué en todos lados hasta que encontré que uno de ellos había regresado a Asinis hacía unos años.

—Slepkava.

—Boris había intentado comprender y perdonar a los asquerosos asinisianos, quería dejar el pasado atrás y seguir adelante, pero era tal el daño que le causaron que su corazón estaba enfermo de venganza, sus ojos me lo pedían a gritos —afirmó Tracker observando una pintura cristiana mientras bebía un poco de vino con elegancia—. Solo me bastó decir las palabras indicadas para que saliera la bestia que había guardada dentro de él. Violento, sangriento e inhumano.

»Me guio al molino y me mostró el lugar, me contó su patética historia, y me enseñó el túnel que conectaba el molino con la iglesia. La forma rápida de dejar el cuerpo y escapar. Pero eso no fue suficiente, sonaba demasiado fácil y matar sin ser descubierto no es tan sencillo.

»Así que estuvimos meses planeando el orden de las víctimas, decidiendo con quién deberíamos empezar, cuándo y cómo —relató con media sonrisa—. Debíamos planear todos los detalles a la perfección para no ser descubiertos.

—No contabas con que fuera yo quien te descubriera —advirtió Boblín haciendo que el rubio sonriera en grande.

—Finalmente, decidimos iniciar en Navidad, tomar una vieja tradición y cambiarla, darle un nuevo significado a la fecha. En Navidad nació Jesucristo, pero también murió Marion —explicó con naturalidad, ignorando el comentario del pelirrojo—. Fue la decadencia de la paz y el nacimiento de una venganza.

»Por supuesto que debimos hallar una forma original de crear el terror entre los asinisianos. Es por eso que utilicé mis conocimientos en cuervos para domesticar a una parvada y hacer que me obedezcan. Momentos antes de que el cuerpo fuera anunciado les daba las indicaciones y las aves hacían lo que les decía. Tenía completo control sobre ella.

—Pero no sobre Slepkava, y es por eso que tuviste que matarlo —aseguró Víktor marcándole un gran error de novato.

Tracker gruñó acabando el contenido de su copa.

—El infeliz se asustó. Sintió que estábamos muy cerca de ser descubiertos y quería que nos detengamos, pero no podíamos hacerlo cuando todo el pueblo estaba tan aterrado como esperábamos, como habíamos planeado. Tenía a Asinis en la palma de mi mano —masculló con odio—. Me enviaba notas amenazantes diciendo que mataría a Jonas si no acabábamos con esto. Es por eso que el cuerpo de aquella niña me sorprendió. Hacía unas semanas que me amenazaba con matar a mi hijo y no podía permitirlo.

»Había planeado secuestrar a Liena para obtener la atención y la credibilidad de Tared, y hacer que Slepkava me buscara en el molino para eliminarlo. Descubrí días antes que él planeaba delatarme y huir de nuevo. No iba a permitir que arruinara mi venganza.

—¿Qué hay de Gastavs? —Inquirió Boblín sin expresión en su rostro. Si mostraba sus sentires, estaba perdido. No podía verse vulnerable ante el asesino. Los sentimientos solo lo entorpecerían, debía ser lógico y de mente fría.

—Gastavs traducía todos los mensajes que Slepkava dejaba en latín, el libro que encontramos en el molino contenía varios nombres que incriminaban a Boris. Tuve que eliminarlo cuando estaba completamente ebrio.

—¿Por qué lo golpeaste con aquel anillo? —Cuestionó resaltando otros de sus descuidos.

Tracker sonrió con travesura.

—Eso fue una amenaza implícita hacia Tared y hacia ti —respondió—. Tengo una vestimenta especial para el momento del homicidio. Me visto de blanco, con un pañuelo rojo, mi daga y el anillo de rubí de mi padre. Solo es un detalle, una identificación que quise agregar por mi cuenta.

—¿Y por qué dejar que lo descubriera? ¿Por qué permitirme investigar y no matarme antes de ser un problema más temperamental? —Inquirió nuevamente, sabía que él no había dado con aquel lugar tan fácil, Tracker lo había ayudado a llegar hasta allí todo ese tiempo.

—Tenía el odio, tenía un cómplice, tenía un buen plan, tenía víctimas —aseguró contando con cada uno de sus dedos—, pero no tenía a quién desafiar, no había un oponente digno de enfrentarme —aseguró con voz solemne.

Boblín frunció ligeramente el ceño ante su declaración.

—Mi plan era perfecto: secuestraría y mataría niños, Slepkava dejaría mensajes amenazantes con sangre, los cuervos anunciaban el cuerpo, investigaría un caso resuelto mientras Tared me desestimaba como siempre —dijo observando el techo con desinterés—. Tenía múltiples planes de escape y todos me odiarían por no poder evitar que el asesino siguiera matando. Pero si bien se trataba de una venganza personal, no solo se trataba de Asinis —afirmó bajando la mirada hacia el pelirrojo—. Necesitaba un detective que no se resignara como Tared, que estuviera cerca, pero no me descubriera. Alguien con quien jugar al gato y al ratón. Y tú eras el hombre perfecto para eso.

»Eras perfecto porque jamás tuviste ni una mínima idea de cómo actúa un detective, solo tenías el capricho de querer serlo —afirmó su superioridad intelectual—. Tu soberbia me hizo odiarte, así que sabía que debías ser tú porque estarías fascinado de tener un caso tan grande como el de un asesino serial de niños que anuncia con cuervos los cuerpos. Jamás descubrirías que estaba escondiendo pistas de ti y Tared jamás me delataría porque tampoco querría compartir la información contigo.

»Sabía perfectamente qué ideas y accionares tendrías. Sabía que te asustarías ante la primera nota amenazante y que considerarías importante cada una de las pistas que encontraras, incluso las falsas. Y que tu entusiasmo nunca dejaría que abandonaras el caso, incluso si te llevaba años encontrar una miserable pista.

—¿Así que has predicho todos mis movimientos? —Cuestionó con sorpresa.

—La mayoría —concedió regocijándose en su expresión—. Aunque no tuve en cuenta que Laima se aparecería por aquí.

Boblín sonrió compartiendo un poco de ese sentimiento.

—Créeme que yo tampoco —reconoció.

—No te preocupes, no es mi intención lastimarla —aseguró en un último gesto de generosidad que Boblín no se creyó ni por un segundo—, mientras no interfiera en mis planes.

—¿Y cuál es tu plan ahora? —Increpó con prepotencia—. ¿Quedarte sin contrincante? ¿Ahogarte en una venganza que no te aportará jamás felicidad, sino que te drenará hasta acabar contigo? —Cuestionó poniéndose en pie y sujetando su sable con determinación—. ¿Qué harás ahora que tu objetivo llegó a su fin? ¿Fingir normalidad y vivir como si jamás hubieras hecho esto? ¿Como si jamás hubieras ultrajado y asesinado a esos niños? ¿Cómo podrás seguir viendo a Daina y a Jonas a los ojos luego de todo lo que has hecho?

Tracker rio con sorna antes de desviar su mano hacia la puerta de un mueble.

—El asesino de los cuervos no pudo ser atrapado y el detective robaniano desapareció de Asinis como un cobarde, abandonando a su prometida en un pueblo desconocido —dijo sacando una pistola y apuntando hacia el pelirrojo—. Como evidencia de su cobardía, dejó una carta de despedida y disculpas hacia su prometida.

Boblín no vio su vida pasar frente a sus ojos en un segundo, no vio la sonrisa de Laima cuando la dejó aquella mañana en la cama, no sintió el graznar de los cuervos anunciando una nueva muerte, su muerte, pero lo más importante, Boblín no se sintió como un detective mediocre acorralado por un brillante opositor que fingió ser su amigo.

No vio su fin, sino una oportunidad.

En su tiempo viviendo en Asinis, Boblín había aprendido muchas cosas; las apariencias engañaban, el odio envenenaba, un caso sobre un homicida podía ser difícil de resolver, pero no imposible; pero lo más importante: siempre dar el primer paso antes de morir.

Y en ese momento Boblín se sintió diferente, no era aquel niño asustado y cansado de que lo subestimen y lo desprecien, ni aquel jovenzuelo que no tenía idea de qué hacer con su vida. No, en ese momento se sintió como un hombre valiente, como un detective astuto e inteligente y su instinto le dijo exactamente lo que debía hacer.

Boblín alzó su sable un instante antes de que Tracker jalara el gatillo, consiguiendo cortar su mano y que la bala se desviara ocho centímetros a la izquierda, hacia su brazo. Tracker volvió a disparar al mismo tiempo que Boblín tomó su mano herida para quitarle el arma mientras apuntaba el sable a su cuello. Tracker volvió a disparar mientras empujaba el sable lejos de él.

Otro disparo le dio la oportunidad a Tracker de golpear a Boblín en el rostro y hacer que retrocediera, pero no por mucho, ya que el robaniano se abalanzó sobre Tracker hasta tumbarlo en el suelo, donde comenzó la lucha por el dominio de la pistola.

—¿Realmente creíste que iba a dejarte salir con la tuya tan fácil? —Inquirió Viktor con los dientes apretados sobre el asinisiano.

—Me decepcionarías si lo hicieras —comentó el rubio con una sonrisa burlona.

El arma volvió a dispararse antes de que Boblín golpeara su quijada y pudiera quitarle la pistola para apuntarla sobre su cuello junto al filo de su sable. Tracker no dijo nada, solo esbozó una siniestra sonrisa.

—Llévame hacia la niña —demandó.

***

Boblín se encargó de cubrir el túnel que conectaba hacia el molino con ayuda de la hija de Tared antes de llevar esposado a Tracker hacia el departamento de policía. Curiosamente, muchos asinisianos se encontraban protestando con onzas, sables y tridentes frente a la comisaría. Los cuervos sobrevolaban los cielos graznando sus propios reclamos y esperando instrucciones de su amo, quien exhibía con la frente en alto su derrota.

Cuando la multitud notó a Tracker siendo llevado hacia la comisaría esposado por Boblín y en compañía de la hija de Tared, fueron silenciándose uno a uno. Gustavs Tracker esbozó una sonrisa libre de culpa y caminó con la barbilla en alto apreciando el impacto de su obra de arte en ese mediocre pueblo.

La noticia fue tomando fuerza en las mentes de los asinisianos a medida que Tracker se acercaba a la comisaría. Una vez dentro, volvieron los reclamos con más fuerza. El pueblo estaba furioso con el asesino, necesitaban explicaciones e impartir un gran castigo.

Tared abrazó a su hija con gran alivio y no la soltó hasta que notó que Boblín llevaba apresado a Tracker y cuando lo cuestionó y supo la razón, se abalanzó sobre el rubio propinándole un buen golpe en la nariz que lo hizo sangrar y lanzar una maldición, pero no le quito la victoriosa sonrisa de su rostro.

Luego de que comenzaran a hacer los informes y tomaran declaración oficialmente a Tracker, los asinisianos se volvieron más violentos y comenzaron a arrojar rocas hacia la comisaría. Tracker no quitaba la sonrisa de su rostro al escucharlos, su venganza había sido un éxito.

—¿No te importa lo que esto le ocasionará a Daina o a Jonas? —Inquirió Boblín obteniendo su atención de nuevo.

—Solo hice lo mejor para ellos.

—No, hiciste lo que querías convenciéndote de que sería lo mejor para ellos —corrigió una vez más.

Gustavs sonrió y desvió la mirada un momento antes de devolverla al robaniano.

—En mis planes no contaba con que tú quedaras con vida y me entregaras —confesó tomándolo por sorpresa—. Sí, he jugado contigo y con todo el pueblo, pero tú has sido quien me ha dado una buena partida y has actuado mejor de lo que pensaba. —Sus miradas verdes penetrantes se encontraron en una lucha de orgullo, en la que Tracker acabó cediendo—. Te he subestimado, Boblín. Es posible que haya algo de detective en ti después de todo —admitió con honestidad.

Viktor sonrió levemente.

—No necesitaba resolver este caso para saberlo. Siempre supe quién soy.

Tracker rodó los ojos con fastidio.

—Un chiquillo engreído, no hay dudas.

Viktor sonrió nuevamente antes de volver a escribir los últimos detalles del informe del caso. Sin embargo, todo sucedió muy deprisa. Un fuerte golpe se escuchó en la entrada antes de que los asinisianos irrumpieran como una furiosa tropa y rodearan al asesino de los cuervos mientras alejaban a Boblín. Tan rápido como la multitud entró, se fue.

El robaniano se sorprendió de que se llevaran a Tracker con ellos, pero rápidamente temió lo peor y salió corriendo hacia la multitud que perseguía al rubio, la cual era seguida de los policías que no hacían nada por ayudarlo. Boblín los siguió, pero logró alcanzarlos solamente cuando Tracker logró entrar y encerrarse en la iglesia en busca de refugio.

—¡Asesino!

—¡Desgraciado!

—¡Esto lo pagarás, maldito!

El pueblo clamaba por justicia frente a la edificación que en varias ocasiones veces había servido de carnada, de cómplice. Tracker intentó librarse de las esposas, pero estaban muy ajustadas y no sabía cómo quitárselas. Era su oportunidad de escapar, buscó desesperadamente la puerta trampilla que conectaba la iglesia con el molino, pero la halló destruida e inútil. Sintió la desesperación en su respiración agitada mientras los graznidos de los cuervos se mezclaban con los gritos del pueblo.

Boblín intentaba llegar a la edificación para sacar a Tracker y llevarlo de nuevo a la comisaría, pero Tared lo había tomado del brazo y no lo dejaba intervenir. Sus alarmas se encendieron cuando vio que los asinisianos no solo reclamaban por sus hijos frente a la iglesia, sino que habían pasado a llevar botellas de alcohol y a rociar el edificio con ellas. Boblín intentó impedirlo, pero Tared lo esposó con él mientras admiraba el trabajo que llevaba a cabo el pueblo con satisfacción igual que los otros oficiales.

Tracker comenzó a escuchar risas y veía que muchos se aproximaban con antorchas. Respiró hondo antes de volver a buscar una ventana o salida que no hubiera sido cubierta por asinisianos.

Pavel fue quien dejó caer su antorcha sobre la edificación dando inicio a la llamarada de fuego que en cuestión de segundos comenzó a expandirse por todas sus paredes de madera.

Boblín gritaba que se detuvieran, pero nadie lo escuchaba, estaban enceguecidos por la verdad, por la venganza y por el dolor de la pérdida. El fuego invadía la propiedad convirtiéndola en humo mientras Tracker comenzaba a toser y a pedir que se detuvieran, suplicando por un poco de piedad.

El fuego acogió aquella edificación que había predicado esperanza y fe cubriendo a almas despiadadas del castigo divino. El fuego purgaba aquel veneno que había recorrido el pueblo durante el duro invierno y los asinisianos veían la iglesia iluminando de la única forma en que debía hacerlo: incendiándose.

Entre gritos, calor y humo, Tracker fue deshaciéndose de sus capas hasta llegar a ser el niño lastimado que había sido despreciado en incontables veces. Cayó al suelo asumiendo su incipiente muerte mientras en su mente ardía el recuerdo de Daina embarazada en el sillón con Jonas sobre su regazo y cantando frente a la chimenea. En un último aullido de dolor se despidió de la única mujer que lo amó y lo hizo feliz, y de aquel futuro que se había prometido proteger.

La iglesia se redujo a cenizas frente a los ojos de los asinisianos, desarraigándolos de la culpa y sintiendo que la justicia favorecía a sus víctimas, que ya descansaban en paz, que ya podían comenzar a sanar.

Los cuervos observaron el incendio hasta su fin. Y con majestuosa belleza y perversidad lanzaron un último anuncio de despedida antes de hallar su libertad en el cielo gris de aquella mañana de marzo de 1808.

Fin

Nota de autor vieja:


Oh Dear God

Se me fueron mis bebés, acabó.

Se me escaparon un par de lágrimas con este final, espero que les haya gustado y sino, bueno, imaginen otro ajajjaja

Aún falta el epílogo que espero escribirlo para el fin de semana que viene.

Agradezco mucho todo el apoyo que me han dado con esta novela, en ocasiones han sido mis musas.

❤Nos leemos, poupées❤

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