20. El rostro se revela
Boblín desenfundó su sable con expectativa. Observó cada rincón de la habitación, pero luego de ver que no había un mueble lo suficientemente grande como para esconder a una persona, procedió a bajar, siguiendo el pequeño rastro de sangre en el suelo de madera, pero sin bajar la guardia. El peligro estaba cerca, podía sentirlo, saborearlo como a un buen filete.
Una vez acabó de bajar las escaleras, siguió la sangre hasta que el rastro se detuvo en medio de la sala. Buscó alguna sombra amenazadora entre los muebles y los rincones oscuros mientras el viento silbaba una carcajada anticipadora. Los cuervos estaban atentos a los sordos ruidos que provocaba el robaniano, mientras este escuchaba tenuemente los sonidos de pasos alejándose con sigilo, como si un gato caminara entre las sombras.
El corazón de Boblín latía desbocado, podía sentir que el asesino estaba cerca, pero que también estaba lejos, escabulléndose en sus propias narices. La adrenalina corría por sus venas como un torrente impulsivo, energizante, motivador; sentía que sus piernas temblaban de la emoción por tenerlo tan cerca después de seguirle las pisadas por tanto tiempo, mientras sus brazos tensos le advertían que se preparara para anticipar un posible ataque.
La madera crujía como anciana adolorida y las ventanas observaban con infantil curiosidad. El ruido de pasos se volvía cada vez más lejano y Boblín estaba impaciente por descubrir su origen.
El molino olía a muerte, a sangre y a maldad. En aquella penuria, Boblín percibió un cambio en el crujido de la madera que pisaba, un sonido hueco volvía desde el suelo. El detective no tardó más que unos segundos en encontrar la puerta trampilla marcada por el relieve. Sin dudarlo, abrió la puerta. La luz de unas antorchas le permitía ver un suelo de tierra y unas vigas de madera, pero nada más que ello y un túnel.
Sabía que el tiempo corría irreversiblemente, así que bajó y tropezó en la mitad de la escalerilla. Su hombro resintió la caída y gimió adolorido antes de buscar a algún enemigo del cual defenderse. Se incorporó tomando su sable nuevamente y notó que se le habían caído los dibujos del niño Acis, el único testigo que había tenido el caso.
Los dibujos estaban desparramados en el suelo y los tomó uno a uno para acercarlos a las antorchas y limpiarlos a contraluz. Pronto descubrió que las hojas parecían tener trazos ocultos que comenzaban a revelarse ante la luz y la declaración de Marek cobró visión y se exhibió ante el desconcierto de Boblín como la llave de un enigma, como la respuesta a una interrogante que parecía infinita.
El pelirrojo pasó saliva asimilando aquel nombre que tanto había significado en esos meses para él, aquel esquema que le había armado se derrumbó tan rápido que lo consternó un par de segundos. Su respiración se aceleró y se sintió un poco perdido sobre cómo continuar.
Antes de que continuara meditándolo, unos pasos alejándose lo devolvieron a la realidad. Debía centrarse. Estaba en su trabajo y era importante atrapar al asesino. Debía acabar con todo aquello y obtener un poco de justicia para las víctimas. Guardó los dibujos en su chaleco y tomó el sable con firmeza. Lo que sea que fuera a suceder, él iba a estar preparado.
Siguió el extraño túnel de tierra, oyendo unos pasos que lo guiaban hacia la lejanía. El aire se volvía cada vez más pesado a medida que se iba acercando hacia la verdad, mientras que el peso de la realidad caía sobre sus hombros como un cadáver sin vida.
En aquel momento, Víktor Boblín se sintió indefenso e inseguro. Estaba determinado a encontrar al asesino de los cuervos, pero nunca había imaginado que lo enfrentaría solo, de aquella manera. Mientras un par de ratas corrían por el pasillo, huyendo de la luz, sus pensamientos divagaron en la triste posibilidad de no salir con vida de allí. Las personas siempre habían despreciado sus esfuerzos, lo consideraban extraño y no confiaban en él y en sus capacidades. Se encargaron de repetir sus críticas tantas veces que acabaron por hacerle creer que él era todo eso que ellos pensaban.
Al llegar al final del túnel se encontró con la puerta trampilla abierta de par en par, invitándolo a subir las escaleras y entrar. Boblín pasó saliva con nerviosismo. Sabía lo que le esperaba, sabía quién estaría allí arriba para darle muerte. Tomó un respiro profundo y cobrando coraje subió la escalera con tranquilidad.
Laima cruzó sus pensamientos por unos segundos mientras asomaba la cabeza en la habitación y el asesino de los cuervos lo observaba con una sonrisa ladeada. Le hubiera gustado intentar tener el futuro que Laima le había dibujado, pero en ese momento lo vio tan borroso, tan confuso, tan... imposible. No podía ver más allá de ese presente, estaba encadenado a aquel enfrentamiento que se había pactado sin que él lo supiera.
Y ahí estaba, frente a sus ojos tenía al famoso asesino de los cuervos, ese hombre de mirada impía, de gestos duros e indescifrable inteligencia. Aquel hombre que lo había engañado en incontables ocasiones y que se había encargado de llevarlo hasta ese lugar. Los cuervos graznaban con impaciencia mientras el asesino de los cuervos observaba al detective sentado en el cuarto de la iglesia.
Una vez estuvo firmemente parado sobre el suelo del cuarto, cerró la puerta trampilla y observó al hombre que estuvo buscando por mucho tiempo. La habitación se sentía asfixiante, era como si lo estrangulara lentamente. Se sentía aislado, no tenía noción de lo que lo rodeaba, solo podía ver los ojos del asesino y buscar una respuesta que sabía no obtendría. El asesino no dijo nada, lo evaluó con una mirada calculadora, tenía al detective justo donde lo quería. Ambos parecían muy centrados en el otro como para notar algún ruido o persona fuera.
Boblín sentía que las piernas le temblaban ligeramente y tenía náuseas, estaba nervioso y no se sentía preparado para afrontar ese momento. No creyó que podría ver la muerte en los ojos de un hombre, no creyó poder ver su muerte en los ojos de aquel hombre. Tampoco había creído que él sería quien descubriera al asesino de los cuervos.
—Boris Kuznetsov —afirmó el pelirrojo con seguridad.
El asesino de los cuervos suspiró antes de sonreír por completo.
—No, ese no soy yo —desmintió inspeccionando el traje del detective—. Nunca me he mudado de este pueblo asqueroso.
—¿Siquiera existe Boris Kuznetsov? —Inquirió Boblín aflojando el agarre en su sable. Conocía lo que pasaría, primero daría una larga charla y luego irían a las armas, o lo que fuera que representaría esa pelea final—. Ese nombre no dejó de rondar mi cabeza y creí que...
—Acabas de ver su cadáver —interrumpió el asesino con voz fría y sonrió ante el desconcierto del detective—. Siéntate —ordenó señalándole con la cabeza una silla que se encontraba unos pasos por detrás del pelirrojo—. No tengo intenciones de lastimarte.
—Aún —aseguró el robaniano y el asesino sonrió al saberse descubierto.
—Cierto —admitió sin pena, tomó un trago de la copa de vino que sostenía en su mano—. Boris fue un chiquillo asinisiano maltratado por su propio pueblo, todos lo odiaban sin ninguna razón. Pero lo odiaron aún más cuando escapó de aquí. Comenzó una nueva vida en Paslepa, tuvo una supuesta revelación con Dios y decidió hacerse un hombre santo de su devoción.
»Jamás olvidó ni perdonó la mierda que le hizo Asinis. Planeó una manera de vengarse durante años, pero no tenía el valor suficiente y creía que lo reconocerían al volver. Nadie lo tomó en cuenta, lo cual fue bueno porque nadie creyó conocerlo. Y tampoco fue desagradable, todo el que venga a predicar la palabra, es hombre digno de respeto en este asqueroso pueblo.
»Así que cambió su nombre, su historia, sus documentos y su vida. Dejó todo en el molino abandonado, el que pertenecía a su familia. Cuando lo encontré, estaba envenenado por el rencor, así que aproveché el momento y lo convencí de hacer algo más que quedarse en palabras y pensamientos crueles.
»Con su nueva identidad, Slepkava tenía un perfil perfecto para persuadir a los asinisianos, nadie sospechaba de él, así que podía escuchar los temores y secretos del pueblo bajo la falsa promesa de redención con Dios.
»Desafortunadamente, tuvimos un par de diferencias estos días y tuve que solucionarlas.
Boblín sonrió irónicamente.
—Supongo que no estaba muy de acuerdo con tu solución.
—Estaba asustado por las represalias —respondió el asesino dando un último trago a su copa—. Lo noté cuando me amenazó. No amenazas a tu socio a menos que te asuste y quieras demostrar lo contrario para que no te controle. Una jugada común de poder.
—Y tú sabes perfectamente lo que es ser controlado por tus miedos.
—Así es, la ira es un sentimiento muy peculiar —reconoció con cinismo.
—Es por eso que lo buscaste, no querías perder el control —afirmó Boblín con determinación en sus ojos, enfrentando aquella revelación—. ¿Verdad, Tracker?
Nota de autor vieja:
BUM
JAJAJAJAJA
Ahre me río de los nervios
Creo que nadie pensaba en Tracker, pero ahora que ya está confirmado, los invito a repasar las pistas que he dejado y notarán que realmente siempre se trató de él.
Esperé dos semanas para poder escribir este capítulo porque quería concentrarme en el parcial jajaja cuando finalmente me acomodo para escribir, la computadora no me cargaba jajaja me resigné y traté de escribir desde la otra compu y desde el celular, lo odié y lo dejé jajajja pude conectar la compu y me puse a escribir este capítulo tremendo ;)
HAY GRUPO DE WHATSAPP
El link está en el enlace de mi perfil por si gustan entrar. Son lectores de todas mis novelas, no solo de EADLC.
El capítulo es cortísimo, lo sé, pero el siguiente que es EL ÚLTIMO será bastante extenso.
¡Quiero muchos comentarios eh! Bueno, si quieren jajjaja
Hoy definí un par de detalles sobre el final que uffff estoy segura que van a amar.
♥Nos leemos pronto, Poupées♥
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