15. Iglesia del querer

"El tiempo desaparece. Lo único que queda es lo que ve tu imaginación."

-Marie Delphine LaLaurie.

El frío invernal de diciembre seguía envolviendo Asinis incluso un mes y medio después. Los pueblerinos contaban con sentir un poco de la calidez reconfortante del sol primaveral, pero sus ilusiones se fueron consumiendo cual leños al fuego en sus chimeneas.

Boblín despertó con el molesto cacareo del gallo de la posada. Había pensado un centenar de veces en bajar de madrugada y hacerlo desaparecer. Lo había despertado todas las mañanas a las cinco y cuarto y no se callaba hasta pasadas las seis.

Hastiado, se levantó de la cama y tomó la jarra con agua para llenar el recipiente de aseo. Lavó sus manos y luego su rostro, no pudo evitar temblar por las corrientes de aire helado que se filtraban por las rendijas de las desvencijadas ventanas. Boblín estaba seguro de que le habían dado la peor habitación de toda la posada; había manchas de humedad en todas las paredes, las telarañas reinaban los rincones mientras sus creadoras danzaban con parsimonia entre las vigas del techo, las partículas de polvo caían con pereza sobre las superficies donde yacían viejas capas de polvo.

Se colocó su camisa y luego el pantalón, antes de continuar se percató de los papeles que se hallaban frente a la puerta en el suelo de madera. Procedió a tomar los tres sobres. El primero era de Tracker, le pedía que pasara a buscarlo por su casa al amanecer.

Bufó pensando en el maldito caso. Comenzaba a sentirse un poco afectado por la cantidad de víctimas y sus rangos de edad. No estaba aterrado porque el miedo no era una reacción a la que estuviera acostumbrado, pero sí sentía un poco de preocupación por no tener conocimientos de hacia dónde se dirigía el asesino, le inquietaba la naturalidad para matar con la que se desenvolvía.

La segunda carta era de Laima, su prometida. No sabía que recibiría respuesta, solo le había escrito para decirle que su estadía probablemente se alargaría un poco más y que ella podría ir eligiendo cosas para la boda si así lo deseaba, que respondería todas sus dudas por correo. Le había comunicado dónde se encontraría y también había aprovechado la ocasión para quejarse un poco del trato que había estado recibiendo porque sentía que era la única persona con la que podría hacerlo y lo comprendería de verdad. Al abrir la carta percibió el aroma floral que caracterizaba a su prometida y reprimió una sonrisa al recordar cuán fácilmente se fascinaba con las plantas, gran razón por la que le había regalado varias de ellas durante el cortejo. Al abrir la carta no pudo retener la sonrisa mucho más:


Prometido atareado:

¿Debería sentir lástima porque se encuentra solo en un pueblo que lo odia investigando un gran caso sobre un posible asesino serial? ¡Por favor! Quisiera verlo en mi lugar escuchando las patéticas sugerencias de mis padres para la boda. Podríamos cambiar de lugar, no me molestaría resolver el caso y que pasen a llamarlo "el esposo de la detective Laima Boblín".

De todas formas, es bueno saber que se encuentra vivo y que aún sigo estando comprometida con usted. He recibido su presente y estoy segura de que se deslumbraría al verme, es por esa razón que iba a sugerirle, si a usted no lo incomoda, que me traslade a Asinis. Creo que el caso parece ser muy importante y difícil como para que lo resuelva en la brevedad y debe añorar mi presencia.


Boblín estalló en carcajadas ante tan llana declaración. Laima era egocéntrica y sabía muy bien lo que provocaba en los demás, por eso Boblín no se sorprendió al leer esa suposición. Sí, no lo admitiría abiertamente, pero extrañaba un poco sentirse a gusto entre las personas de Robania, quizás más con ella que con los demás. Había conseguido acostumbrarse a su compañía. Siguió leyendo:


Como la cobardía lo acompaña cuando se trata de mí, le anuncio que no es necesaria una respuesta, hoy mismo he salido camino a Asinis; llegaré al amanecer aproximadamente. Lo estaré esperando en su posada para desayunar.


Algo le decía que su prometida ni siquiera había consultado la idea con sus padres y la verdad que no la dejaba muy bien parada ante los ojos de la sociedad, pero si alguien se atrevía a hablar mal de ella, lo mataría.


No tema por mí, no creo que a mis padres les moleste que vaya a Asinis y tampoco creo posible que los niños me molesten como lo hacen con usted. Seguro me amarán como usted lo hace.


Boblín leyó la última oración tres veces para cerciorarse de lo que su prometida decía. ¿Amarla? Jamás había hecho tal declaración; sí era cierto que ella le parecía muy atractiva, pero no estaba enamorado de ella, al menos no por el momento, y tampoco se lo había expresado o dado a entender en alguna ocasión. Aunque no era algo de lo que debiera preocuparse, Laima tenía muy asumido que todos la amaban y seguramente también esperaba eso de su futuro esposo.


Tenga cuidado con esas aves que tanto lo atemorizan y mantenga la compostura cuando me vea. Pórtese bien, prometido.

Futura señora Boblín.


¿Qué haría con esa mujer? Era muy prepotente, pero le encantaba que lo fuera. Al menos tenía la certeza de que no se sentiría tan marginado con su compañía. Guardó la carta en el sobre y observó la tercera con curiosidad; era un papel doblado en cuatro partes y de un color amarillento. Lo desdobló con la ansiedad picando en sus manos y frunció el ceño al descifrar el contenido de la carta.

La muerte caerá sobre sus hombros.

Un escalofrío recorrió su columna vertebral al reconocer que estaba siendo amenazado por primera vez en su vida. Observó la prolija, inclinada y fina caligrafía de la carta, parecía haberse escrito con naturalidad, como si aludir a asesinar no fuera la gran cosa para el emisor, como si lo estuviera invitando a una fiesta. Boblín decidió no darle mucha importancia y dobló la hoja nuevamente en cuatro para luego guardarla en el bolsillo de su pantalón. Le preguntaría a Tracker si reconocía la letra y si había recibido alguna nota igual de amenazante. Dudaba un poco que se tratara de alguien del pueblo, así que estaba bastante seguro de que era del asesino de los cuervos.

Suspiró con cierto cansancio y luego se colocó el chaleco gris. Buscó los gemelos en su maleta, la que no había desarmado porque no esperaba quedarse mucho tiempo en ese lugar. Luego le siguieron los zapatos y la levita gris. Laima solía decir que el negro le quedaba mejor porque resaltaba su cabello colorido, pero ella no comprendía que esa era una de las razones por las que no le gustaba mucho el frac negro. Odiaba su cabello.

Boblín se colocó el sombrero de copa y su abrigo antes de guardar las notas en su saco. Nada le aseguraba que en ese lugar iban a respetar su privacidad. Observó por las rendijas de las cortinas la claridad del alba, ya había amanecido y seguramente Tracker lo estaría esperando en la taberna desde la madrugada, ese hombre parecía no necesitar descanso, tenía horarios muy exigentes.

Salió de la habitación en un paso sigiloso y silencioso para no despertar a los demás huéspedes. Sin embargo, le pareció escuchar una acalorada discusión proveniente del primer piso. Si tenía suerte, conseguiría irse sin recibir miradas hostiles. Bajó las escaleras y miró disimuladamente a la dueña del lugar discutir con otra mujer elegante y más joven. Caminó un par de pasos hacia la salida, pero se detuvo al percibir un perfume de rosas muy conocido para él. Giró sobre sí mismo y detalló la figura de la joven con más atención, efectivamente conocía ese vestido celeste con detalles color crema. Sonrió de lado y negó con su cabeza antes de aproximarse a ambas mujeres y aclarar su garganta para hacerse notar.

La joven volteó a verlo con el entrecejo fruncido, Boblín la había visto muchas veces con esa expresión y siempre le había resultado divertido; Laima tenía poca paciencia y discutía bastante seguido con las personas, hasta podía jurar que le gustaba incitar las discusiones para presumir perspicacia. Cuando lo reconoció, una sonrisa se deslizó por sus labios y lo abrazó tomándolo por sorpresa. Ella era bastante impulsiva e impredecible. Viktor correspondió lentamente y luego ella se apartó un poco solo para besar sus labios. No se habían besado antes, no correspondía, pero el detective prefirió disfrutar de los dulces y suaves labios de su prometida e ignorar el hecho de que en ese momento lo estaba utilizando para ganar su discusión.

Cuando se alejó, sus ojos brillaban y no sabía exactamente qué se proponía, pero sí estaba seguro de que no debía contradecirla. La joven giró para enfrentarse a la dueña nuevamente.

—Como podrá notar, mi marido se halla ansioso por mi llegada. Así que le pido que por favor traslade sus cosas a la mejor habitación de la posada, ya que nos hospedaremos allí —ordenó con desdén.

Ivonne Madara, la dueña de la posada, la observó con los ojos entrecerrados y su aspecto desarreglado daba a entender que la joven la había despertado en mitad de su sueño.

—Como ya le he explicado, no hay más habitaciones disponibles.

—Oh, ¿de verdad? —Inquirió Laima con diversión y luego dio un largo vistazo al lugar con fingida indiferencia—. El hostal tiene veinte habitaciones y, por lo que he visto, solo hay quince ocupadas, incluyendo la de mi marido. —Viktor no supo cómo ella sabía eso cuando ni siquiera se lo había mencionado, pero sí sabía que era verdad porque la expresión furiosa de la dueña la delataba—. Sería una pena que de tener quince habitaciones ocupadas pase a no tener ninguna.

—¿Me está amenazando? —Cuestionó acercándose peligrosamente a la joven—. No se lo recomiendo, a menos que tenga deseos de complicarse la vida.

El pelirrojo frunció el ceño y estaba a punto de replicar, pero sintió un apretón en su mano por parte de Laima; eso significaba que se encargaba ella. Definitivamente su futura mujer era alguien de quien debía cuidarse.

—Viktor, ¿me das un momento, por favor? —Preguntó sin quitar sus ojos de Ivonne.

El pelirrojo asintió y caminó hasta una mesa junto a la entrada. No sabía exactamente qué haría con su prometida allí, pero no podía dejar de pensar en aquella nota. En ese momento todo estaba peor, antes contaba con cuidarse de sí mismo y resolver el caso, pero ya no era así; acababa de ser amenazado y su prometida estaba en la ciudad con él. Ya no solo corría peligro su vida, sino la de Laima también. Se odió por no haber pensado las cosas con más frialdad y odió la impulsividad de la joven de aparecerse de la nada, sin haberle dado tiempo para advertirle.

Observó la solitaria y silenciosa calle por la ventana. La nieve comenzaba a desaparecer y las nubes grises creaban una falsa ilusión de diluvio, pero sabía que la época de lluvias ya había acabado. Y odiaba pensar que los niños aún caían muertos con la misma facilidad que las lágrimas por los ojos de sus padres. No desearía nunca estar en el lugar de esos padres. Necesitaba resolver ese caso lo más pronto posible o se volvería loco. Pasó las manos por sus ojos en busca de un poco de consuelo y se sobresaltó al sentir una mano en su hombro, pero se calmó al percibir a su prometida tras él.

Laima era una mujer muy bella, de tez pálida y cabello castaño largo y liso con reflejos rojizos. Sus ojos eran lo más fascinante en ella; casi tendían a ser dorados, pero uno de ellos tenía una marca de azul marino en el iris. Su rostro era delgado igual que sus cejas y sus labios. Tenía pómulos marcados y la forma ovalada de su rostro formaba una perfecta simetría con su nariz delgada y recta. Su cuello era delgado y grácil. El gran escote del vestido estilo imperial lograba que se apreciara su voluptuoso busto y resaltara su delgada cintura; poseía una altura considerable que demostraba su estilizada silueta, aunque Boblín le llevaba una cabeza. Sin duda, su prometida era una mujer muy bella, más allá de que muchos le restaran hermosura por sus exóticos ojos y su figura curvilínea.

Sin embargo, su actitud altanera y soberbia conseguía hacerla mucho más hermosa ante sus ojos. Esa mujer destilaba seguridad y elegancia en cada movimiento.

—No pretendía asustarte —se disculpó con voz suave.

—Olvídalo —pidió observando detrás de ella donde Ivonne refunfuñaba limpiando el mostrador—. ¿Cómo te ha ido?

La sonrisa que se deslizó por sus labios le dio la anticipación del resultado de la discusión y le nacieron unas incontrolables ganas de tomar su rostro y besarla allí mismo.

—Nos he conseguido la mejor habitación del lugar y la tenemos por un precio más bajo —presumió cruzándose de brazos sin borrar su sonrisa triunfal—. Así que estarán mudando tus cosas y las mías a nuestra nueva habitación. Ya podemos ir a desayunar, muero de hambre.

Honestidad. Apreciaba mucho el hecho de que su prometida la tuviera y dejara caer sus pensamientos con tanta facilidad.

—Sí, claro —afirmó tendiéndole el brazo para que se sujetara a él y salieran fuera al invernal frío que aún azotaba en febrero—. ¿Sabes que no puedes estar aquí a solas y mucho menos compartir habitación conmigo? —Inquirió con indiferencia, pero en el fondo se sintió un poco agradecido de contar con lo de mejor de Robania en Asinis.

—Estaba aburriéndome de toda la organización de la boda —respondió rodando sus ojos sin importarle la falta de educación que aquella acción implicaba—. No era justo que estuvieras divirtiéndote mientras yo me agobiaba con opiniones respecto a nuestra boda.

—No estoy divirtiéndome, estoy en algo serio que podría dañarte si no actúo a tiempo.

—Eso suena emocionante —declaró con voz cantarina.

Las calles estaban casi vacías de no ser por algunos comerciantes que acomodaban y limpiaban sus negocios para comenzar las ventas temprano. Las vestimentas grises y marrones abundaban en los hombres mientras que las mujeres utilizaban colores más llamativos en sus vestidos de falda larga y corte imperial acompañados por un abrigo que solía ser de un color oscuro para generar un contraste en la vestimenta. La primavera comenzaba a hacerse presente en los vestidos de las mujeres. Laima observaba sus alrededores sin emitir palabra, era la primera vez que pisaba Asinis y no le encontraba mucha diversión al lugar.

—No es emocionante que tu vida corra peligro —replicó el detective con el ceño fruncido—. Ha sido una completa imprudencia tu aparición en la ciudad sin ponerme sobre aviso antes.

—Te envié una carta cuando salí —se escudó con rapidez— y no creo que haya mucho problema porque me quede aquí. De todas formas, estaré contigo y...

—Laima estoy tras un asesino que viola y mata a niños pequeños, ¿qué te hace pensar que no podría tomársela contigo para sacarme del medio?

—No tengo miedo —afirmó sin titubear y Boblín bufó hastiado, a veces podía ser muy insistente—. Además, estaré contigo, no tienes por qué preocuparte por el amor de tu vida.

—Yo no he dicho que...

—¿A dónde vamos? —Interrumpió frotando sus manos cubiertas por los guantes finos y elegantes que le había obsequiado su padre hacía unas semanas.

—El detective con el que estoy trabajando me pidió que me reuniera con él en su casa esta mañana, así que...

—¿El que es un presumido y engreído? —Interrogó ella con curiosidad

Viktor río por lo bajo ante tal declaración. Sí, iba perfecta con Tracker, su prometida era muy ocurrente a veces.

—Precisamente ese, así que desayunaremos con él y probablemente con su mujer.

—¿Cómo van con el caso?

Rodó los ojos. Laima nunca cambiaría. A ella siempre le atraería el peligro y las cosas misteriosas.

—No ha surgido nada nuevo desde lo último que te he dicho. Aunque estoy considerando no decirte nada más, no creo que sea conveniente.

—¿Por qué no? —Cuestionó con molestia y Viktor reprimió una sonrisa al ver cuán temperamental era—. Sabes que no diré nada y...

—Te estoy poniendo en peligro y no me perdonaría jamás el hecho de que salieras lastimada por mi culpa.

Laima rio antes de besar su mejilla.

—Te vuelves muy sentimental cuando hablas de la mujer que amas.

—Yo no...

Pero no pudo acabar porque vio que la puerta de la que parecía ser la casa de Tracker se abría con violencia y al suelo caía un hombre alto de cabello castaño y ojos grises. Poseía sangre en su nariz y boca y miraba con furia hacia el interior de la vivienda, por donde asomó Gustavs con una expresión totalmente salvaje. No había dudas de que se habían enfrentado dentro de la casa y no estaban del todo satisfechos.

Boblín se apartó de la joven y se aproximó hacia Tracker con rapidez para intervenir de ser necesario.

—Maldito bastardo —masculló Pavel escupiendo sangre en el suelo y Tracker casi se precipita ante él, pero Boblín lo detuvo—. Juro que esta me la pagas.

—¡Te mataré si vuelves a acercarte, hijo de perra! —Vociferó en la silenciosa calle mientras intentaba soltarse del pelirrojo—. ¡Haré que maldigas el día en que decidiste meterte conmigo! —Amenazó soltándose un poco y arrojándose al castaño antes de que el detective lo sujetara y el otro escapara corriendo—. ¡Suéltame, Boblín! ¡Tengo que...!

—¡No! ¡Cálmate! —Exigió con dureza estrellándolo contra la pared y consiguiendo que se queje. El pelirrojo pudo percibir un pequeño corte en la ceja rubia del detective—. ¿Qué te ha pasado? ¿Por qué has llegado a eso?

—Entró en mi casa e intentaba lastimar a Daina, incluso quería robarse parte de la evidencia del caso.

—¿Qué? ¿Se llevó algo? ¿Logró entrar? ¿No lo escuchaste? ¿Ella está bien?

—Lo intentó cuando salí para entregarte la carta... —Respiró con fuerza y se deshizo del agarre del pelirrojo para pasar las manos por su rostro con preocupación—. Creo que ha estado vigilándome.

—¿Le has dicho a Tared? Será un inútil, pero él sigue siendo la ley aquí.

Tracker suspiró con cansancio y asintió sintiéndose derrotado.

—Se lo diré hoy, no le dejaré a Pavel pasar esto. —Boblín asintió de acuerdo y el rubio observó las calles asegurándose de que no todo el mundo había presenciado el altercado, pero sus ojos chocaron con una joven mujer que lo observaba con curiosidad y no se hallaba muy apartada de ellos. No la conocía y él conocía a todos en Asinis, pero sabía perfectamente de quién se trataba—. ¿Acaso has venido con tu prometida? —Cuestionó con sorna.

—Ella simplemente se apareció.

Tracker rio con burla.

—¿No era que no estabas enamorado de ella?

—Y no lo estoy.

—Pero ella está aquí contigo —refutó sin perder su sonrisa burlona antes de dirigirse a la señorita, quien se acercó unos pasos a ellos—. Usted debe ser la encantadora prometida de mi colega.

Laima sonrió y se acercó tendiéndole la mano para que el detective la besara.

—Laima Romanoff, detective Tracker —saludó con educación—. Veo que no ha tenido una buena mañana.

—Lamento que haya tenido que presenciar el altercado, señorita —se disculpó con expresión apenada—. Pueden pasar, aún no hemos desayunado —ofreció con una gran sonrisa y ambos asintieron siguiéndolo al interior, pero Boblín se detuvo un momento al percibir las huellas que Pavel había dejado en el lodo.

Podría jurar que eran del mismo tamaño que las que había encontrado en la iglesia. Suspiró, la lista de sospechosos cada vez se volvía más larga y la posibilidad de acabar con todo aquello se volvía una lejana realidad. Sintió el peso de las cartas en su abrigo como un cadáver guardado en el armario, esperando por el momento indicado para causar revuelo, y el significado de aquellas cartas latía con desesperación en su mente.

Necesitaba hallar al asesino de los cuervos.

¡Hola, cuervitos!

Tengo un par de anuncios sobre esta novela que seguro los volverá locos:

1) Tendremos maratón estos días porque planeo postular la historia para los Wattys y me queda poquito para acabar de corregir.

2) Quedan 6 capítulos para llegar al final.

3) Les daré una pista sobre el asesino solo porque me encanta que hagan especulaciones: ya ha hecho acto de presencia.

Estoy segura de que extrañan leer a Tracker narrando, pero el próximo capítulo seguro lo narrará él.

¿Les ha parecido muy largo? Probablemente los siguientes sean de esta misma extensión.

♥Nos leeremos pronto, cuervitos♥

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top