1. ¿Quién eres, la princesa de Genovia?

Emily

Era viernes 12 de octubre y las clases ya habían terminado por el resto del día, y con mi grupo de amigas: Sara mi compinche, Iris y Eliza, y nuestro fantasma personal, Manuel —aparece cuando se le da la gana— teníamos el fin de semana entero para nosotras, porque no había tarea por hacer ni nada importante acercándose, además aún faltaba tiempo para los parciales de tercer corte, los finales y definitivos.

Ya habíamos hecho planes para esos dos días de descanso que tanto nos merecíamos, porque el viernes era de relajación y paz mental individual —todo el mundo se iba a su casa a dormir— y el lunes es, gracias a Dios, festivo, el cual usaremos para asegurarnos no haber olvidado nada académico, solo por si acaso.

Nuestros planes eran: el sábado iríamos a playa temprano, nadaríamos un buen rato, jugaríamos vóleibol. En la tarde iríamos a casa de Iris —porque es la más grande—, pasaríamos el resto del día viendo películas en Netflix, dormiríamos por fin hasta que nos despertemos por voluntad propia, y no porque "Psychosocial" de Slipknot en mi alarma nos obligue. La canción es muy buena, pero cuando te interrumpe continuamente el sueño terminas odiando todo.

Para el domingo teníamos planeado ir a explorar algún lugar con bastante vegetación y tomar registros ecológicos, quizás encontremos algo de utilidad o una zona con algún detalle que podamos estudiar a futuro, tal vez a modo de proyecto. Solo queríamos sacar un poco de esas futuras Biólogas que llevamos dentro.

Al salir del campus, nos despedimos como de costumbre y cada uno se embarcó en su transporte, el bus como todo simple mortal de estrato bajo. Cuando llegué a casa a las 3 de la tarde, esperaba encontrar algo que comer y luego tirarme a dormir, pero no. Mis planes se derrumbaron cuando me fijé que teníamos visita.

—Buenas tardes —saludé cortésmente a una señora de más o menos la edad de mi mamá, pero bien vestida a modo ejecutivo.

Esto era extraño, mamá jamás tenía visitas de este estilo. Al darme cuenta de la tensión del ambiente, traté de encontrar alguna respuesta razonable en el rostro de mamá, pero ella permanecía inmutable con la mirada en un punto fijo del suelo, noté que estaba llorando por lo que mi inquietud aumentó.

—Ma, ¿qué pasa? —pregunté algo temerosa.

Levanto por fin el rostro crispado en lágrimas, fijando una mirada llena de miedo y dolor en mí.

—Emily... —fue lo único que dijo entre sollozos.

En ese momento, la extraña señora se levantó de un salto del sofá en el que estaba sentada.

— ¿Es ella? —me miro sorprendida y con los ojos llenos de lágrimas. Definitivamente no estaba entendiendo nada.

— ¿Alguien me quiere explicar por favor que está pasando aquí? —dije mientras alternaba la mirada entre mamá y la señora, aún más asustada y nerviosa. Mamá movía la boca, pero sin emitir una sola palabra.

—Yo le digo, no te preocupes —dijo la señora mientras miraba a mamá de forma comprensiva, se alisó su costoso traje recuperando la compostura, y con una sonrisa me dijo —Hola Emily mucho gusto, mi nombre es Solveig Montiel, espero tomes con calma lo que estoy a punto de contarte, así que será mejor que te sientes por favor.

— ¿Montiel? —Exclamé sin poder ocultar la sorpresa en el tono de voz— ¿cómo la cadena de restaurantes Montiel? —esto sí que no lo esperaba, aunque si explicaba la elegancia y el porte de la señora.

—Exactamente, pero eso es lo de menos ahora —se sentó en su lugar y señalo el sofá donde estaba mi mamá— toma asiento.

Hice lo que dijo, me senté en el sofá al lado de mamá tomándola de la mano, para darle ánimos y consolarla de sea lo que sea tenga que decir esta señora. Respiro profundo y empezó a hablar.

—Hace 18 años di a luz a un bebe hermoso, un niño a quién llamé James. Ya era nuestro segundo hijo, pero estábamos igual de emocionados que la primera vez. Mi esposo y yo habíamos esperado tanto para poder tener hijos y ahora teníamos dos niños, así como él quería. Aunque durante el embarazo no lo sabíamos, siempre quise que fuese una sorpresa el género del bebé, sea lo que fuese igual lo iba a amar con todo mi corazón. —Hizo una pausa para limpiar una lagrima que se le escapó— nunca tuvimos problemas con él, era un buen niño, fuerte, saludable. Hace un año mi esposo falleció de un problema cardiaco. A los dos les dolió tanto que por un mes estuvieron muy deprimidos, pero los obligue a que continuaran con sus vidas, a su padre no le hubiese gustado verlos así, tan grises y cabizbajos.

"A los 6 meses de fallecido mi esposo, mi James... —pausó nuevamente para evitar dejar escapar un sollozo que amenazaba con estallar en llanto— mi James enfermó, estaba jugando baloncesto con sus amigos y de un momento a otro se desmayó. Lo llevaron al hospital, lo internaron, hicieron los estudios necesarios y a los dos días nos dieron la noticia. Estaba padeciendo una enfermedad hereditaria que implicaba mal funcionamiento del corazón, creíamos que era lo mismo que le había pasado a su padre, pero... revisaron los expedientes médicos de él, de su padre y hermanos y no encontraron nada. Revisaron los míos, de mi familia y tampoco. No se explicaban como era posible que la padeciera si era congénita y nadie de la familia la había sufrido."

"En ese momento el medico ordenó pruebas de ADN, solo para comprobar. Cosas de rutina había dicho el, solo que esa rutina rompió mi corazón. Los resultados arrojaron que James no era nuestro hijo. No sabía cómo era eso posible, así que contactaron a la enfermera que estuvo presente en el parto, pero lastimosamente ya había fallecido, aunque había dejado una carta donde confesaba que había cometido un error al cambiar a dos bebes, no habló inmediatamente por miedo a perder su trabajo. No recordaba de quien era el otro niño así que estábamos en el limbo. Aun sabiendo eso, no deje de amarlo, yo lo crie y me dolía tanto verlo así. A los dos.

Jonathan, mi hijo mayor también estaba sufriendo, amaba a su hermano, eran inseparables y no dejó de serlo aun sabiendo la verdad. No pudieron hacer más por él, al mes de llegar al hospital murió. Esta vez fue peor. Recién habíamos perdido a mi esposo, y ahora a mi hijo. Jonathan ni siquiera salía de su habitación, no comía, no dormía. Estaba tan preocupada que me había olvidado del tema."

"Tres días después, fue el mismo quien me dio el contacto del detective, me dijo que no iba a reemplazar a James, pero que tampoco iba a dejar a su verdadero hermano por ahí, sin saber la verdad. Lo llame y le encargue que lo buscara, estaba dispuesta a pagar lo que sea. Hace dos meses me contacto, me dijo que ya sabía quién era mi hijo y donde vivía así que nos reunimos con él y nos dio la información. No teníamos el valor de ir inmediatamente, aún nos dolía la partida de James, y aunque Jonathan ya estaba saliendo del estupor del luto, ya comía y por lo menos iba a clases, sentía que estaba traicionando la memoria de su querido hermano, así que esperamos. Y al fin ayer nos decidimos, es por eso por lo que estoy aquí —Me miró fijamente tratando de leer mis ojos de pronto queriendo saber que estaba pensando.

Estaba tan confundida, tenía la cabeza vuelta nada pensando en todo, pero sin aceptar que lo había entendido. Había comprendido porque estaba aquí en mi casa. Había entendido porque lloraba mamá. Sabía perfectamente a qué enfermedad se refería, pero no quería aceptarlo, era tan ilógico, tan repentino y tan de película que esperaba equivocarme rotundamente, y deseaba que solo fuese un desliz de mi mente demasiado creativa. Pero no. Mi deseo no se cumplió. Antes de que empezara a hablar nuevamente, la interrumpí.

— ¡No! espere —me levanté de un salto y tome una gran bocanada de aire porque ya estaba sintiendo que me asfixiaba— Esto debe ser un error.

Mi voz sonó demasiado temblorosa, y me di cuenta de que estaba llorando, no recordaba cuando empecé.

— ¿Solo viene a preguntar si conocemos a alguien cierto? ¿Buscar una dirección? —balbuceé.

—Lo siento Emily —suspiro con resignación— la información que el detective Jones encontró en totalmente veraz, no hay error —hizo una pausa mirándome mientras yo solo podía negar con la cabeza— Tu eres la bebé que cambiaron con James, eres mi hija.

****

Jonathan

Había sido demasiado duro para nosotros, tanto para mamá como para mí. En tan solo siete meses habíamos perdido a dos personas de la familia, dos seres queridos, mi padre y hermano. Y aunque digan que no es hermano de sangre, en mi corazón siempre lo será, mi pequeño hermanito.

Después de su muerte, me sumergí en mis recuerdos: el pequeño James de 5 años me miraba desde lo alto de las escaleras. Siempre tuvo un rostro tierno y aunque los años pasaban, mantenía esa expresión que lo hacía ver adorable. A esa edad, ya era capaz de hacer las más locas ocurrencias, esta vez era bajar las escaleras deslizándose en un improvisado trineo usando la parte superior de una mesita portátil. Termino en desastre, con las rodillas raspadas y un muy molesto John, nuestro padre. Nos regañó a ambos, a él por hacerlo y a mí por no evitarlo.

A los 10 años jugando en el parque con varios amigos, salió corriendo tan rápido que no logro esquivar a un chico un poco mayor que nosotros. Salieron ilesos, pero al parecer ese niño era un brabucón, agarro a mi hermano por el cuello de la camisa y lo amenazaba con golpearlo por haberlo tirado al suelo. Otro desastre, solo que esta vez el herido fui yo.

Intervine y terminé golpeado y golpeando al pequeño brabucón. Nos regañaron a ambos, sobre todo porque no teníamos permiso para salir, pero esta vez papá me felicito por defender a mi hermano. "Eso es lo que un verdadero hombre y hermano mayor debe hacer, proteger" había dicho él.

A los 16 años aún con su cara de bebé, ya era todo un don juan, algo mujeriego desgraciadamente. De la niñez solo conservaba algunos rasgos, era alto, pero no delgado como yo, él si hacia ejercicio y habían dado frutos: brazos fuertes, abdomen marcado, todo músculo.

Jamás no había tenido una novia por más de dos meses, siempre terminaban porque lo descubrían hablando con más chicas, era lo único que me molestaba de él, por lo demás era un buen chico. Era aplicado en la escuela, le gustaba la natación y el baloncesto, aunque en este último si le ganaba. Era comprensivo, un buen amigo, sabia escuchar, era divertido, ocurrente y cariñoso.

Recordaba su radiante sonrisa cada vez que conseguía lo que quería. Recordaba las veces que intentaba esconder un regalo antes de ser entregado al dueño. Recordaba las veces que nos escapábamos en las noches solo para ver las estrellas a orilla del lago. Y mientras más recordaba más me dolía, más sentía el peso de su ausencia. Y lo que me parecía peor, esta vez no tenía con quien nivelar este dolor.

Cuando murió papá nos teníamos los tres, pero mamá se tenía que encargar del negocio, sino todo se iría a pique y no permitiría que todo el trabajo y esfuerzo de papá se derrumbara así como así. Ella tenía en que mantenerse ocupada nosotros no, solo nos teníamos el uno al otro.

Para cuando murió James me sentía solo, aunque aún estaba mamá, pero no era lo mismo. Necesitaba a mi hermano, mi compañero, mi mejor amigo y más me dolía porque sabía que jamás lo volvería a ver.

Ya no era una sorpresa saber que aún tenía un hermano por ahí en el mundo, ignorante de la situación. Y aunque al principio no quise saber nada de él porque creía que estaría traicionando a James, recordé la última conversación que tuve con él unas horas antes que falleciera.

—Vas a envejecer más rápido si sigues con esa cara —me había dicho como si de una broma se tratase, siempre sonriendo como si nada— ¿vas a dejar que esa cara bonita que tanto les gusta a las chicas se pierda? ¿O es que prefieres a los chicos? Porque jamás te he conocido novia, eso es raro.

Ambos nos miramos fijamente, yo entrecerrando los ojos con gesto acusador, y el moviendo divertido y frenéticamente de arriba abajo las cejas. No pudimos aguantar más y estallamos en carcajadas. Se lo agradecía, porque libero un poco del estrés y tención que estaba guardando. Hace unos minutos mamá me había dicho lo resultados de los dichosos exámenes de ADN, y eso me tenía demasiado preocupado. Recuperando el control de nuestras respiraciones, y bajando la voz antes de que la enfermera nos regañara por décima vez, me dijo:

—Sé que te preocupas por mí, y tanto tu como mamá no quieren contarme la verdad por miedo a que tenga una recaída —hizo una pausa mirándome fijamente— pero no es necesario porque escuche todo, ya sé que en realidad no somos hermanos, que el verdadero esta por ahí en no sé dónde. Y quien sabe, de pronto necesite de un hermano mayor que lo proteja, puede estar necesitándote en este preciso momento mucho más que yo.

—Pero que cosas dices —mi voz sonó temblorosa, por más que traté evitarlo no lo contuve.

—Solo la verdad. Hiciste un buen trabajo como hermano, en serio te lo agradezco con toda el alma, pero de esta no puedes protegerme, nadie puede. Solo prométeme una cosa, que vas a tratar de encontrarlo ¿sí? Búscalo, de pronto así puedas tener compañía cunado yo no esté.

Y me dio otra de sus sonrisas. No pude resistirme a ella, se lo prometí y lloré a la vez como todo un bebé. Lloré y reí, porque se burlaba de mi forma de llorar.

Al recordar eso me enfrasque en buscarlo, pero no tenía nada de información y tenía que regresar a clases, ya había faltado casi un mes. Tendría que hacer magia para recuperar el tiempo perdido, así que decidí buscar un detective. Cuando lo encontré le dije a mamá que lo contratara, y que el buscara a mi hermano porque, aunque me doliera, iba a cumplir mi promesa.

A los dos meses mamá me aviso que lo habían encontrado, cuando nos reunimos con el detective nos llevamos una sorpresa: tenía una hermana. James se hubiese partido de la risa y salido con alguna de sus ocurrencias, "¿Qué? ¿En serio? ¿Tengo cara de mujer acaso? No mames wey, soy lindo, pero no como niña por favor".

Cuando vi su foto, noté que se parecía un poco a mamá. Es trigueña, con cabello negro, y tenían el mismo color de ojos, café oscuro. La diferencia es que ella es bajita al parecer, su cabello es rizado, un poco cachetona, pero es linda. En la foto se veía sonriente con un niño unos años menor que ella, parecían divertirse. Con esto me di cuenta de algo: había sido demasiado egoísta pensando solo en mí, en mi sufrimiento, en mis penas y problemas. Ella también tiene una familia. La que cree que es su familia y obviamente esta noticia le dolerá demasiado, lo sé por experiencia propia.

****

Emily

¡NO, NO, NO, NO Y NO!

Suena poco original, pero ¿con una noticia así quien puede pensar con claridad? 18 años, toda mi vida viviendo con los que creía que eran mis padres, mi familia. Y ahora resulta que no es así. No sé qué más estuvo diciendo la señora Montiel, solo veía que movía la boca, pero no la escuchaba. Sentía los oídos tapados, me dolía la cabeza y el pecho, no podía respirar, estaba entrando en pánico.

—Tranquila, respira despacio —escuché la voz alarmada de mamá.

No me di cuenta cuando se levantó mi mamá y había dejado de llorar, acuno mi rostro en sus manos y me hablo suavemente, como hacia cada vez que me asustaba, cada vez que estaba deprimida, que el estrés me superaba.

—Todo estará bien, no te preocupes —regule mi respiración y trate de relajarme, pero no pude, empecé a llorar. Mamá me abrazo y lloró conmigo.

Cuando nos separamos, ya estaba un poco más calmada y podía pensar con más claridad, pero aún no dejaba de atenazarme ese dolor en el pecho, una presión que no me dejaba respirar con normalidad. Necesitaba salir de ahí, hablar con Sara y no se me ocurrió otra cosa que hacer.

—Voy a preparar café, necesito una taza, ¿alguien quiere? —como nadie dijo nada, salí casi corriendo directo a la cocina.

Esperaba que por lo menos mi hermano Andrés estuviera aquí, de pronto su compañía me daría algo más de fuerza, pero seguramente estaba en su práctica de baloncesto y papá debe estar trabajando, así que estábamos solas mamá y yo.

En realidad, no tenía ganas de tomar nada, solo quería alejarme de la situación por un minuto, aunque sé que de esta no puedo escapar así sin más. Solo tomé un trago de agua y volví a la sala a enfrentar mi realidad.

Al volver estaban nuevamente sentadas ya más serenas, especialmente mamá. Tenía el rostro serio, como nunca antes la había visto, se notaba su preocupación como un aura densa que la rodeaba, eso me indicaba que las cosas solo iban a empeorar.

—Emily, estaba hablando con... —empezó a hablar la señora Montiel, pero mamá levanto una mano firmemente para detenerla.

—Yo le digo —respiro profundo y me miro decidida a algo, ya había tomado una decisión— la señora Montiel quiere que vayas a vivir con ella y su hijo, dice que puede pagarte una mejor universidad, la que quieras, que no te faltara nada de aquí en adelante y ... —esta vez fui yo quien la interrumpió.

— ¿Que? No, ya soy mayor de edad y puedo decidir por mí misma —hablé algo apresurada.

Sentía el corazón a mil por hora, casi a punto de salirse de mi pecho. Miré fijamente a la señora Montiel, que no se había inmutado, pero en los ojos se veía que estaba dolida por mi respuesta.

—No lo tome a mal ¿sí? Solo que esto es demasiado para procesar, es tan repentino y no sé qué pensar. Crecí y me crie aquí, no puedo simplemente irme con usted y dejar a mi mamá como si nada —las miré a las dos, y como no hubo respuesta salí corriendo a mi habitación y cerré de un portazo.

Empecé a llorar nuevamente, si seguía así a este paso iba a deshidratarme. Llame a Sara, esperando que aún este despierta, necesitaba urgente hablar con mi mejor amiga, ella podía darme algún consejo y consolarme. Marque su número y solo bastaron dos tonos para que contestara.

—Hola baby, ¿ya me extrañas tan rápido? —la voz de Sara me dio un poco de fuerzas, su tono burlón me hacía reír aún en mis peores días, y este era el rey de los peores, el dios supremo de mis pesadillas hechas realidad.

Solté una pequeña risa mezclada con sollozo por su extraño saludo.

— ¿Qué pasa? ¿Estas llorando? —su tono burlón se esfumo remplazado por uno de preocupación y confusión.

—No quiero molestar, pero... ¿podrías venir a mi casa? necesito hablar contigo urgente.

—Si claro, voy volando —y colgó.

No pude más que sonreírle al teléfono, amo a esta chica. En las buenas, las malas y las peores estamos una para la otra, es como mi hermana.

Me recosté en mi cama, y cerré los ojos. No sé cuándo me dormí, solo sentí cundo abrieron la puerta, era mamá. Entro, se sentó en la cama a mi lado y me miró tratando de infundirme serenidad.

—Hola cariño —miré el reloj ya eran casi las 4:30, Sara no tardará en llegar y mamá ya estaba más tranquila— la señora Montiel se acaba de ir, dejo su tarjeta para que tú misma la llamaras y le dieras una respuesta.

—Pero no quiero, no importa que sea mi madre yo quiero quedarme contigo.

—Lo se mi amor, pero sería injusto que ahora que se sabe la verdad ella no conozca a su hija.

— ¿Injusto? —Repliqué con ironía— ¿Y qué hay de ti? ¿No es injusto que a ti te quiten a tu hija, a quién criaste con tanto esmero por 18 años? ¿Y a cambio que? No podrás conocer a tu verdadero hijo. Eso no es justo.

—No todo en esta vida es justo cariño, pero siempre se pueden evitar algunas injusticias.

— ¿En serio quieres que me vaya? —pregunte con miedo a saber la verdad.

—Claro que no, es solo que... aunque me duela ella tiene razón, puede darte una mejor vida de la que nosotros te podríamos haber dado. Y aunque no conozcamos a nuestro hijo, podemos tener la certeza de que nunca le falto nada, vivió bien y con eso me basta.

—Pero... —me interrumpió, limpiando con su pulgar una lágrima furtiva que rodaba por mi mejilla.

—No te preocupes por nosotros, estaremos bien y siempre puedes venir a visitarnos. Nosotros jamás dejaremos de verte como una Mendoza, eres y siempre seguirás siendo nuestra bebé.

En ese momento tocaron la puerta.

—Esa debe ser Sara, ¿puedes decirle que venga a mi habitación?

—Claro cariño, pero piénsalo —coloco en mi mano la tarjeta de la señora Montiel— si quieres pídele consejo a Sara, sé que lo hará muy bien —me dio un beso en la frente y salió de la habitación.

Solo por curiosidad miré la tarjeta, estaba su nombre y debajo un número de teléfono, el personal supongo. Estaba tan absorta en la tarjeta que no note cuando se abrió y cerró la puerta.

— ¿Que pasó aquí? ¿Murió alguien? —se sentó inmediatamente donde antes había estado mi mamá.

Su rostro estaba tenso de la preocupación, al parecer al ver a mi mamá en ese estado pensó lo peor.

— ¿Que? No, claro que no —hice una pausa meditando— bueno si, pero nunca lo conocimos.

— ¿y entonces? ¿Porque esas caras? ¿Y porque estabas llorando?

Respiré profundo tres veces, y empecé a relatarle lo que había ocurrido momentos atrás. Se notaba su sorpresa, hasta se le había escapado una lágrima, pero igual que yo se quedó muda.

Hice un gesto de resignación con los hombros y me hice a un lado para que se recostara junto a mí. A pesar de que aún no me había dicho nada, me sentía más ligera, no me había dado cuenta del peso que estaba cargando hasta que se aligeró al hablar con Sara. Después de lo que parecieron 5 minutos habló.

— ¡Sucristo! —su palabra predilecta para decir que estaba impresionada. Sí, tenemos un montón de palabras raras, así somos— en serio, ni en mis peores pesadillas me hubiese imaginado algo así, es demasiado —soltó un silbido— creo que necesitamos a la recua completa, ¿no crees?

— Sí, tal vez —en realidad si, en estos momentos necesitaba todo el apoyo que pudiera obtener— pero deben de estar durmiendo, sabes cómo son, y solo se me ocurrió llamarte a ti.

—No problem, antes de salir de mi casa las llame, vienen en camino —se levantó de la cama para salir del cuarto, en el umbral de la puerta se detuvo y me miró— ¿sabes que necesitamos? ¡Helado! Traje uno y Eliza traerá el otro, enseguida vuelvo.

Salió de la habitación dejándome sorprendida. Si, otra sorpresa, solo que esta es mucho más grata que las anteriores. Adoro a mis amigas, las únicas que tengo en la vida y las escogí bien. Lo sé porque el estrés de la universidad con las salidas de campo, los trabajos grupales, los finales y todo eso, ha sacado lo peor de nosotras. Hemos salido de pelea, nos hemos dicho nuestras verdades en la cara, y aun así estamos unidas, porque nos tenemos tanta confianza que nos decimos las cosas como son, somos sinceras mutuamente.

A los cinco minutos regreso con un tarro de helado Popsy de medio litro con sabor brownie —mi favorito— y dos cucharas. Y detrás de ella las chicas, Iris y Eliza, con otro tarro de helado Popsy de medio litro, este era de arequipe.

Nos sentamos en círculo en mi cama y empezamos a atacar los helados, hablando primero de cosas triviales, discusiones con hermanos, los primos vagos de Iris, algunos hipócritas de la universidad, cosas así. Cuando se terminaron los helados —ni se cómo se tragaron todo eso y yo apenas lo toque— Eliza fue la primera en hablar.

—Ahora sí, ¿qué fue lo que pasó? Fue muy grave, tu mamá está demasiado preocupada.

— ¿Estas embarazada? —soltó Iris, y todas estallamos en risas, solo a ella se le ocurría algo así, jamás había tenido novio por lo tanto era imposible que sucediera.

— ¿Estás demente? Como se te ocurre —respiramos profundo y retomé mi tono serio— ni siquiera tengo novio, pero ojalá fuese solo eso.

Volví a explicar lo que había pasado desde que nos separamos después de clases, y como era de esperarse se quedaron de piedra. No podía culparlas, yo casi entro en pánico. Pasaron más o menos unos 5 minutos mientras ellas asimilaban todo esto.

— ¿Quién eres, la princesa de Genovia? —Iris fue la que rompió el silencio, tratando de hacer una broma para aligerar la tensión, pero no lo logro.

Solo pude sonreír, una sonrisa que sé que no se reflejó en mis ojos.

—Ojalá fuese así, por lo menos la protagonista de la película no había cambiado de padres —todas asintieron a la vez— solo quiero hacer lo correcto ¿sí? No quiero dejar a un lado a mi mamá por más dinero que tenga la señora Montiel, me sentiría que la estoy traicionando yéndome a vivir con ella solo porque me promete una vida mejor, llena de comodidades y eso.

—Pero tu mamá está de acuerdo, ¿no? —Sara intervino, preguntando no solo a mí sino a todas— tu misma lo dijiste.

—Exacto —esta vez fue Eliza— quizá sea mejor, obviamente que te vayas a vivir con la señora Montiel no quiere decir que te olvides permanentemente de tu mamá... —hizo una pausa— de la señora Martha. ¡Demonios! esto es confuso.

—Tranquila mija —el tono tranquilizador de Iris nos sorprendió a todas, normalmente ella es la que trata de hacer las bromas para mejorar el ambiente— tu mamá te quiere, tú la quieres, ella sabe perfectamente que seguirás viniendo, vivas aquí o allá tú nunca dejaras de quererla, ya lo has demostrado con solo negarte inmediatamente a irte con esa señora.

—Tiene razón —Sara se veía esperanzada no sé porque— además, tienes que ver que tu mamá solo quiere lo mejor para ti, quiere que vivas mejor eso es todo, y estando allá podrá ser posible. Tómalo de esta manera: es como si estuvieses alojada en la U literalmente, durante todo el día no los podrás ver por estar en clases y eso, pero los fines de semana los podrás estar con ellos todo lo que quieras. Y... —bajo la voz notoriamente— podrás ayudar a tu mamá económicamente sin que se den cuenta. Digo yo. —se encogió de hombros diciendo esto último.

—Es una analogía inapropiada, pero entendí el punto... —bajé también la voz para que no escucharan por fuera de la habitación— y con respecto a lo otro, ¿Cómo se te ocurre? ¿Crees que me van a soltar dinero, así como así? Y peor ¿crees que me dejare comprar con eso? Estás loca.

—No estoy hablando de algo inmediato, tal vez más adelante. Además, no creo que dejen a una Montiel que ande por ahí sin un peso en el bolsillo.

—Pero ni siquiera me conocen ni yo los conozco tampoco —repliqué.

—Si bueno, la cosa esta complicada —la voz de Eliza se hizo notar por sobre nuestra discusión— por ahora lo que menos debes pensar es en el dinero sin importar que te den o no. Lo primero que debes considerar es si vas o no a aceptar ir a vivir con ellos.

Por primera vez desde que llegaron la cruda verdad se tornó aún más oscura, la idea de dejar atrás todo lo que conocía, y lo que había vivido con las personas que amaba me aterraba.

—Sé que nos llamaste por consejos —hablo Sara, apretando fuerte mi mano para darme ánimos— pero esta decisión es algo que debes hablar con toda tu familia, no con nosotras. Solo podemos decirte que le hagas caso a tu mamá, por algo lo dice ¿no crees? Además, sea cual sea tu decisión ellos no van a dejar de quererte, y nosotras tampoco. A menos, que te conviertas en otra de esas niñas ricachonas que se creen la gran cosa solo por tener unos cuantos billetes de más.

No pudimos evitarlo, nos carcajeamos de la risa.

****

Jonathan

Habían pasado aproximadamente tres horas desde que mamá se fue, y así como lo hizo regreso: sola. Creo que no salió muy bien, se nota que estuvo llorando. Esto será más complicado de lo que había imaginado.

— ¿No creo que deba preguntar o sí? —Sabía que no debía insistir, pero al verla de esa manera me preocupe y solo aumento mi curiosidad— ¿Estas bien? —se sentó a mi lado en el sofá de la sala.

—No te preocupes por mi cariño, yo estoy bien, ya me lo esperaba —suspiro con resignación mientras acariciaba mi mejilla con ternura.

— ¿Y ella? ¿No lo tomo muy bien verdad?

Negó con la cabeza, no pudo decir más nada. Vi cómo estaba haciendo un gran esfuerzo para no llorar. Se levantó y se fue a su habitación. Esperé a que saliera de mi campo de visión y salí a buscar a Albert, nuestro chofer.

Él debe saber algo, tal vez vio o escucho lo que paso, al fin y al cabo debe estar enterado de todo esto. El no solo es un empleado, es parte de la familia. Tanto James como yo lo queremos como un padre, y varias veces interpreto ese papel cuando ni papá ni mamá podían por el trabajo. Si alguien podía estar al tanto de la visita de mamá y contarme lo ocurrido era él.

Al salir a la terraza, sentí el frescor de la brisa de fin de año, ya empezaba a hacer frio. Aún no se había marchado, ni siquiera para guardar el coche. Al parecer Albert me estaba esperando y de la misma forma no lo hice esperar más y entre al asiento del copiloto.

— ¿Damos un paseo? —la pregunta de Albert me reveló dos cosas; la primera, que la situación está peor de lo que me imaginaba, hasta él estaba preocupado; y dos, que al parecer tenía una idea.

—Claro, ¿porque no?

Y nos marchamos antes del atardecer.

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