𝑀𝑜𝓂𝑒𝓃𝓉𝑜 𝒹𝑜𝒸𝑒

Por supuesto, para el último día en el que iban a estar en el castillo, el día no acompañaba. Se dieron cuenta cuando amaneció, el día empezó a teñirse de naranja, iluminando las nubes, y los ocho salieron al balcón de la torre de Astronomía para ver como el sol salía en Hogwarts con ellos allí por última vez.

—No quiero irme —susurra Peter, que tiene que alejarse rápidamente del balcón, incapaz de seguir viéndolo.

Remus no tarda en acompañarle. Son demasiadas emociones, demasiados momentos en el castillo. Desde la torre de Astronomía puede ver perfectamente todos los terrenos del colegio y las memorias de los últimos siete años pasan rápidamente ante sus ojos. Entiende perfectamente por qué Peter necesita dejar de mirar, porque a él le pasa lo mismo.

Las siguientes en unirse son tanto Lily como Marlene, cuyos brazos se entrelazan y ni siquiera son capaces de pasar más rato en la torre de Astronomía.

—Nos vamos a dormir un rato antes de que empiece la graduación —murmura Lily a Remus antes de salir de allí.

Dorcas y Mary tampoco tardan en seguirlas, dejando a solas a los cuatro merodeadores. Ni James ni Sirius son capaces de apartar la mirada del cielo, no pueden dejar de ver como el sol empieza a iluminar las nubes que amenazan con joderles la graduación y, si dijeran que no lloraron en ese momento, estarían mintiendo, porque no tardaron en ir a buscar tanto a Peter como a Remus y los cuatro se fundieron en un abrazo, uno que presencia el sol, pero también lo hace una profesora McGonagall que está escondida pisos más abajo.

Los va a echar de menos, ha visto crecer a esos chicos, a las chicas que estaban con ellos tan solo unos minutos antes. No lo va a admitir delante de ellos, pero sabe que Hogwarts será mucho más aburrido sin ellos cerca, sin esas bromas que vuelven locos a todos los profesores, sin las discusiones entre los dos grupos que han disminuido tanto en los últimos meses. Sin pillar a las tres parejas en cualquier rincón.

Minerva McGonagall los observa una vez más, a los cuatro jóvenes, como han dejado el abrazo y ahora miran al amanecer y decide que unas nubes no van a fastidiar la graduación de sus chicos. Así que deja de observar para actuar.

Las nubes desaparecen, se alejan rápidamente dejando que el naranja del cielo predomine y los cuatro merodeadores se quedan completamente asombrados viendo como desaparecen, como el día que se presentaba oscuro ahora brilla ante sus ojos.

Es Sirius quien ve a la profesora McGonagall, con la varita en alto y le da un suave codazo a James. Los dos se giran para mirarla, y sonríen, cuando le dan un pequeño empujón tanto a Remus como a Peter para que miren a Minnie. Y la saludan, los cuatro a la vez, sonriendo, tal y como hicieron cuando el sombrero seleccionador los mandó a Gryffindor.

Ella les devuelve la sonrisa y vuelve dentro del castillo, dejándolos solos para que sigan despidiéndose. Lo hacen paseando por todo el castillo, recorriendo los rincones donde han hecho las mejores bromas, donde los mejores besos se han dado y donde más han reído. No quieren dejar el castillo, no con todo lo que hay fuera.

Cuando vuelven a la habitación, con tan solo media hora por delante antes de que empiece su graduación, se encuentran a las chicas en la habitación, tumbadas en los colchones que han arrastrado hasta el centro de la habitación. Las túnicas de los chicos están encantadas y flotan, esperándolos, listas para ese último paso.

Pero no se las ponen, al menos no de inmediato. Peter es quien coge la cámara y las fotografía a las cuatro, abrazadas en los colchones. No sabe si se verán los rastros de las lágrimas en las mejillas, pero ahí están y, cuando termina de hacer la foto, el único que queda en la habitación es James, que se mueve hasta Lily.

Peter aprovecha y hace otra foto. James se ha puesto mientras tanto la túnica y despierta a Lily suavemente. Es un día en el que ninguno puede aguantar las ganas de llorar, por lo que pronto están los dos tumbados en el colchón, mirando mirándose. Peter siente que molesta, así que deja la cámara al lado de Mary y va a cambiarse.

En la habitación solo hay silencio mientras que las chicas van despertando. Lily no quiere hacerlo, no quiere despertarlas porque sabe lo que viene luego, despedirse. Y no quiere despedirse, quiere quedarse siempre en ese momento, quiere quedarse en ese colchón, con sus amigos en la habitación y no quiere salir a lo que espera fuera.

—No quiero salir de aquí.

Lily juega con los dedos de James y él sonríe. Tampoco quiere, por lo que hace lo único que puede pensar, la acerca hasta él. Lo ha hablado con Remus y Sirius. Ellos van a coger un apartamento. Hay un hueco más y Peter no lo quiere porque no quiere dejar sola a su madre con todo lo que hay. Todos saben que va a vivir en el piso prácticamente, pero lo dejan estar porque entienden perfectamente que no quiera ir con ellos, al menos no en esos momentos.

—Tenemos un hueco en el piso —le susurra y Lily solo puede mirarle.

No da tiempo a una respuesta, todo va muy rápido. Sirius y Remus llegan, de la mano, las túnicas bastante revueltas y Peter detrás, que dice que quedan cinco minutos. Es inmediato el efecto que causa en todos porque se levantan y salen corriendo. Muchos de los alumnos de su casa se ríen al ver a los ocho corriendo por la sala común, con los gorros que los muggles utilizan para las graduaciones siendo sujetados por sus manos mientras que ellos corren.

Llegan a tiempo, pero no lo suficiente como para colocarse en el orden correcto, así que la profesora McGonagall les lanza una de esas miradas que pueden matar, pero esa vez, no mata, solo les mira con cariño. Todos están allí, en el castillo, viendo como sus hijos se gradúan. Los señores Potter lloran, el señor Lupin sonríe, la señora Pettigrew se limpia con un pañuelo de tela y le pasa otro a la señora Potter. La familia McKinnon animan a todas las chicas y los señores Meadowes acompañan el ruido. Mary y Lily se miran entre sí y sonríen como pueden. Sus padres no están allí, ellos no tienen la suerte de poder ver ese mundo al que pertenecen, pero las familias de sus amigas las animan igual, gritan cuando mencionan los nombres de ambas, lloran con ellas cuando recogen los diplomas.

No hay ni una sola nube en el cielo cuando el último alumno recoge el diploma y los ocho chicos lanzan sus birretes al cielo, gritando y riendo. Se abrazan, vuelven a gritar, sonríen y se despiden de los profesores.

Slughorn no puede evitar llorar cuando Lily le da un abrazo y McGonagall abraza fuertemente a los cuatro chicos que más dolores de cabeza le han dado nunca, para luego enviarlos a las barcas, las mismas que les llevaron hasta ella para la selección.

La emoción no es la misma que cuando se montaron aquella vez. Ahora van al revés, viendo el castillo. Los grupos de cuatro se pegan entre ellos, abrazándose, viendo como el castillo se aleja cada vez más hasta que, finalmente, se pierde de vista y las lágrimas vuelven a salir.

Es un viaje en tren duro, el último. Comienzan una nueva vida, una que no saben qué esperar de ella porque, cuando están en el tren, Mary decide mirar su diploma y de él cae una nota con una fecha, una hora y un lugar. Todos la imitan y la misma nota aparece, con la misma fecha. Por detrás, todos tienen una letra, una que, cuando la consiguen ordenar, forma una palabra.

Gominola.

—Dumbledore —dicen todos a la vez.

Definitivamente no saben qué les espera ni por qué Dumbledores les cita en una día y una hora concretas con una contraseña que solo podría pensar él, pero irán y harán lo que sea, porque lo organiza Dumbledore y ninguno quiere hablar de ello, pero todos tienen una idea de por qué puede ser.

King's Cross acaba apareciendo y, con ella, la despedida. No quieren dejar el tren, no quieren despedirse entre ellos, pero acaban consiguiendo salir del tren y bajar al andén. Lily sabe que sus padres la esperan fuera, con una Petunia que no debe de estar muy contenta de que la hayan obligado a ir a la estación, pero en esos momentos no le importa que la estén esperando.

Abraza a sus amigas una y otra vez, se lanza a los brazos de Peter y llora en su hombro, abraza a Remus como nunca e intenta imitar a Sirius, que se está haciendo el duro mientras que la señora Potter está a su lado, completamente orgullosa de él.

—Eh, Lily —James le susurra al oído y ella no dice nada, solo tira de él hasta que están lo suficientemente lejos como para que su familia no los vea.

—¿Qué pasa, James?

—¿Lo has pensado?

—¿El qué?

—Lo de vivir conmigo. Bueno, con nosotros —el chico está nervioso y Lily no puede evitar sonreír. Claro que está nervioso, es normal. Ella también lo está.

Porque le va a decir que sí. Claro que le va a decir que sí.

—Entendería que dijeras que no, porque somos un poco animales y en realidad llevamos poco tiempo juntos y...

—Sí.

—¿Sí?

—Sí, James.

No le importa nada, no le importa que le digan que es muy joven para irse a vivir con su novio —también va con sus amigos, gracias— y no le importa que les estén mirando en la estación cuando besa a James como si no fuera a verle nunca más.

—¿Quieres que te presente a mis padres? —le pregunta cuando se separan, rozando todavía sus labios y James asiente, nervioso.

—Mi madre me va a matar porque todavía no te he presentado.

—Eso se arregla rápido.

Lily le roba un último beso antes de salir de detrás de las columnas hacia la familia Potter, que sonríen cuando les ven llegar de la mano. Son encantadores y Lily ya adora a los señores Potter, por lo que no duda en llevárselos para que también conozcan a sus padres.

Ellos no son el problema, no, el problema es Petunia, que arruga la nariz cuando la ve llegar, seguida de un montón de los suyos y luego la arruga aún más cuando ve que va de la mano con un chico.

—Tuney, te presento a mi novio, James, ¿te parece bien invitar a Vernon este fin de semana? Ya va siendo hora de que conozca a toda la familia, ¿no?

La boca de Petunia se convierte en una fina línea mientras que toda la familia Evans habla con la familia Potter y Lily le da la mano a James, de forma disimulada al principio.

—Sí que estás enamorada de mi, Evans —le susurra al oído.

—La verdad es que tengo muy poco gusto, Potter.

Ambos se sonríen y sus familias también lo hacen al ver como los dos jóvenes se abrazan en la estación. Empiezan una nueva vida y todos estarán allí para verlo.

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No me creo que este sea el momento doce, de verdad. No quiero que sea el momento doce os lo juro no sé cuándo ha pasado que hemos llegado aquí y queda solo el epílogo, el te quiero.

Mil gracias por estar aquí, no tengo nada más que decir esta semana.

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