XXV | Silencio para mantenerse bajo control
LOS DÍAS PASARON Y SE CONVIRTIERON EN SEMANAS, Y LYANN SE SENTÍA COMO UNA EXTRAÑA DONDEQUIERA QUE FUESE. No tuvo más remedio que aceptar las incontables súplicas de la señora Potts de sacarla de la habitación, pidiendo que la ayudara con los trabajos en la Torre Stark, a veces saliendo junto al señor Happy, un asistente que lleva años trabajando para Tony Stark, mientras Pepper Potts tenía algunas reuniones de trabajo que hacer.
Lyann no pasó por alto las miradas. Si salía de la torre, eso significaba las incontables personas que se daban cuenta de su presencia, de quién era y quién había sido en el pasado. Criminal, la llamaban algunos que le pasaban por el lado en la calle, otros le ponían sobrenombres no muy diferentes a los títulos oscuros que Lyann se terminó ganando en su época como agente de HYDRA. Sin embargo, ella jamás hizo caso.
Y Pepper Potts se dio cuenta de ello.
La primera vez que lo notó habían salido a comprarle ropa porque la mayoría de sus pertenencias el gobierno las había confiscado cuando la declararon una fugitiva cómplice del Capitán América. Aunque Tony Stark había conseguido algunas de sus cosas, no fue suficiente y la señora Potts se vio obligada a conseguirle algunas prendas a la joven Lyann.
Era un sábado por la mañana, un inicio calmado y sin problemas. Como siempre desde que Tony trajo a la ex agente de HYDRA, Lyann apareció en la cocina sin especular nada y se sentó en la isla de la cocina, comenzando a comer su desayuno sin molestarse en mirar a nadie. Era algo que se convirtió en un hábito, se dio cuenta Pepper, que ella no los mirara a la cara y siempre se mantenía callada, algunas veces frunciendo el ceño cuando pensaba.
—Quiero llevarme a Lyann de compras —dijo Pepper Potts antes de darle un sorbo al zumo de naranja de su vaso, y cuando notó que Tony la miraba con una ceja alzada, ella bufó—: La niña se viste con el mismo par de pantalones tres veces a la semana, Tony. Necesita más ropa.
—¡Buenos días, familia! —exclamó un Happy muy emocionado mientras entraba en la cocina y dejaba el periódico en manos de Tony—. Uh, ¿huevos revueltos? Yo quiero.
Pepper simplemente la pasó el plato de huevos mientras Happy tomaba asiento junto a Lyann.
—¿Tony?
—No tengo problemas con eso —el multimillonario se encogió de hombros–. Si la demonio no causa ningún problema, incluso puede que la deje salir sin Happy la próxima vez.
Esa mañana, Lyann sí miró a Tony Stark.
Entrecerró los ojos, preguntándose si valía la pena responder a su burla y quitarle aquella arrogante sonrisa ladeada del rostro. Lyann se encontró pensando lo satisfactorio que aquello sería, y sin embargo, no le hizo caso a sus deseos y simplemente parpadeó un par de veces, como si en un instante estuviera viendo al Hombre de Hierro a la cara y al instante siguiente, no, pasando su presencia por alto.
Lentamente, ella desplazó los ojos de él a la señora Potts. Pepper entendió la pregunta en sus ojos azules.
—Todavía es temprano —le dijo—. Nos iremos a las diez y media. Happy nos llevará.
Happy miraba todo como si todo fuera de película y él estaba disfrutando la escena... hasta que escuchó su nombre. Se enderezó bruscamente, tragó la comida que masticaba y asintió repetidas veces.
Más tarde, cuando Happy las había dejado en Macy's, Pepper se dio cuenta de las miradas que cayeron sobre la joven Lyann en el momento en que ella desmontó. Madres que pasaban junto a sus hijos aceleraban la caminata, algunos evitaban el contacto visual y otros simplemente se quedaban completamente paralizados, el miedo puro brillando sus ojos.
Lyann simplemente bufó y caminó hacia la entrada del centro comercial.
No se molestó en pensar si la señora Potts tenía algún presupuesto exacto para gastar ropa en ella, simplemente tomó lo que le llamó la atención. Entre ellos estaban algunos pantalones oscuros, tanto rasgados como no, blusas con frases que Lyann sintió que combinaban con su personalidad, botas de cuero y varios converse, y al menos unas cinco chaquetas, tres de cuero negro y dos de tela de pantalón. Para cuando sintió que tenía lo que necesitaba, Lyann se dio cuenta de la expresión satisfecha de la señora Potts, una mirada divertida con una sonrisa a punto de hacer presencia.
Lyann también sintió el impulso de sonreírle, pero se contuvo y simplemente dejó que Pepper pagara.
—¿Tienes hambre? —le preguntó la señora Potts mientras hacían su camino de regreso a la salida—. Tony quiere unos cheeseburgers y le encantan las hamburguesas de Burger King.
Lyann solo se encogió de hombros y no protestó.
El camino fue silencioso, como todos los que Pepper hacía con Lyann. Aunque la silenciosa del grupo era Lyann, pues la señora Potts hablaba de lo que sea con Happy y simplemente la dejaba tranquila la mayoría del tiempo, exactamente como a Lyann le gustaba. Y cuando la señora Potts y Happy salieron del Burger King con las manos repletas, Lyann salió del auto y sin decir nada se les acercó para ayudarles. No obstante, cuando Pepper le estaba pidiendo que le pasara los refrescos que había comprado, la típica corona de Burger King cayéndosele de la cabeza, Lyann no la escuchó... tenía los ojos fijos al otro lado de la calle.
Y los policías del departamento de Nueva York le devolvían la mirada.
Al parecer estaban descansando y a la vez patrullando la Gran Manzana, pensó Lyann, notando las dos patrullas y los cuatro oficiales apoyados en los autos, dos en cada uno. Pero lo que sus ojos notaron, más por instinto que cualquier otra cosa, fueron las manos sobre sus armas de fuego y sus pistolas eléctricas.
Una suave y delicada mano le tocó el hombro.
—Vamos, Lyann —le dijo la señora Potts con delicadeza, sabiendo que en aquella situación no podía precipitarse, no si tenía una bomba de tiempo junto a ella—. Esos oficiales no pueden hacerte nada, tienen órdenes del gobierno, ¿recuerdas?
Lyann no la miró.
—Suponiendo que yo no haga nada, señora Potts.
—Pero tú no intentaras hacer algo, ¿o sí, Lyann?
Sin embargo, Pepper la vio entrecerrando los ojos, pensándolo y su corazón brinco ante la posible la amenaza. Alzó la mirada hacia los oficiales y vio a uno medio sonriendo, retándola, y ella sintió el impulso de accionar su reloj y lanzarle un dardo tranquilizante —cortesía de Tony, por cierto—. Pero no hubo que recurrir a tales decisiones pues la mismísima Lyann le dio la espalda a los policías y se montó en el auto como si nada hubiera pasado, y en ese momento Pepper Potts entendió por fin el silencio de la señorita Evans.
No se trataba de algún silencio rencoroso o los simples instintos de una adolescente rebelde queriendo poner la ley del hielo, sino un silencio contenido para retener a la bestia que lleva dentro.
Silencio para mantenerse bajo control.
Lyann estaba en su habitación leyendo un libro cuando escuchó que tocaban a su puerta y la abrían sin haberse molestado en esperar a que ella diera el permiso de pasar. Molesta, Lyann giró en su silla giratoria y puso el libro sobre el escritorio, notando como Happy llegaba cargando una caja y Tony Stark le seguía cargando con una mochila al hombro y una caja un poco más pequeña con una funda adentro. Ambos colocaron todo sobre su cama.
Lyann, en silencio, se levantó de su silla y se acercó, notando que las cajas estaban llenas de libros y cuadernos para anotar, la funda contenía varios bolígrafos, papeles desplegables, felpas y más.
—¿Qué es todo esto?
Su voz era apagada y Lyann era consciente que aquello se debía a la falta de uso que le hace a su boca. Aunque tampoco es como si le importara mucho porque mientras menos hablaba, mejor.
—Útiles escolares, ¿qué más? —Tony se puso las manos sobre la cadera y suspiró con dramatismo.
Lyann frunció el ceño, regresando la vista a las cosas esparcidas por su cama.
—¿Por qué?
—Porque irás a la escuela.
Lyann lo miró, luego miró a Happy que estaba junto a la puerta esperando a Tony y regresó la mirada al hombre Stark.
—¿Por qué? —repitió, su voz esta vez más firme—. No necesito la hipotenusa de un cateto porque eso no me sirve para disparar un arma o asegurarme de que mi golpe será lo suficientemente fuerte como para noquear a alguien.
—En teoría la trigonometría no sirve para nada además de dar dolores de cabeza —asintió Happy.
—Tienes razón —Tony se sentó la cama de Lyann—. Pero estoy harto de tener a la demonio caminando como un bendito fantasma sin tener nada que hacer...
—Mientes.
Ambos, Tony y Happy, miraron a Lyann.
—No me quieres enviar a la escuela porque quieres mantenerme ocupada, no. Me quieres para algo más —Lyann se paró enfrente de él—. No me gusta que me mientan, Stark, así mejor dime qué estás tramado y por qué me incluyes en tu macabro plan cuando se supone que yo debo mantener un bajo perfil.
Tony fue consciente del tono de su voz, fuerte y demandante, y a la vez, oscuro. Y no pudo evitar pensar que aquello ha sido culpa suya; por él, Lyann Evans se había convertido en aquel fantasma andante. Pero aun así, sin importar que podría correr el riesgo de otra discusión con ella, Tony Stark se mantuvo callado y dijo otra cosa en vez de responder a sus preguntas.
—El lunes comienzan las clases. Happy estará aquí a las siete en punto, así que será mejor que estés lista y no seas una mala mañanera.
Y sin más, Lyann vio como Tony salía de su habitación y cerraba la puerta en silencio.
Aquella mañana del lunes llegó más rápido de lo que Lyann le hubiera gustado.
El despertador –Friday– sonó específicamente a las seis en punto, especulando una y mil veces que Lyann debía levantarse para tener tiempo de alistarse para la escuela. Ella, sin muchas fuerzas de voluntad, le hizo caso al monitor parlante y se levantó luego de diez minutos observando el techo sin ningún sentido, caminando directamente al baño para asearse. La señora Potts acudió a ella la noche anterior para ayudarla a empacar sus útiles escolares. Según ella, Tony ya le había conseguido su horario y la casilla de su casillero, por lo tanto, ya sabían qué clases iba a tener el lunes así que guardaron todo en la mochila. Ahora Lyann solo tenía que preocuparse por desayunar y ponerse ropa.
Ya eran las seis con cincuenta y cinco minutos cuando Happy apareció en la cocina mientras Lyann comía un simple cereal con leche. Murmuró un barato buenos días, caminando directamente a la cafetera y pasando a la señora Potts por alto, quien terminaba de preparar algo para que Lyann comiese durante el receso. Lyann estuvo inclinada a tomar un poco del café que Happy se servía.
Ahora, estacionados en el estacionamiento de la escuela preparatoria Midtown, Lyann observó el reloj y el celular que Tony le dio antes de irse de la torre.
—Friday está programada en ambos aparatos —le explicó antes de irse, Pepper fingiendo que estaba preparando el desayuno de los demás—. Hay un botón a los lados del reloj que solo usarás en caso de emergencias, ¿entiendes? Y el celular es más porque una niña como tú no puede andar por ahí sin un celular estos días...
Lyann asintió, dándose la vuelta para irse.
–Evans.
Ella se detuvo de repente, y con lentitud miró al Hombre de Hierro sobre su hombro.
—Los niños de preparatoria son unos completos degenerados sin cerebro —le dijo—. Tratarán de provocarte y de humillarte, más aún porque el mundo entero conoce tu nombre y quién eres. No les hagas caso. Haz lo que haces cuando estás aquí, que nos ignoras a todos. Bueno, a Pepper no, pero, dime, ¿quién podría? —Tony agitó una mano, restándole importancia—. El punto es que no puedes, bajo ninguna circunstancia, volverte violenta porque entonces...
—Entonces el gobierno viene a por mí y me encierra trece metros bajo tierra por el resto de mi vida —completó Lyann con voz neutra, asintiendo—. Entendido.
—Y el botón...
—Solo para emergencias —Lyann le dio la espalda y camino hacia el pasillo que la llevaría al ascensor—. Orden comprendida, señor.
Suspirando con pesadez, Lyann alzó la mirada y se dio cuenta de que Happy la miraba por el retrovisor.
—No me mires así —refunfuñó ella, colocándose la mochila al hombro y poniéndose un audífono al oído—. Ya vamos.
Las miradas no tardaron en aparecer en cuanto los dos desmontaron, algunos incluso tomaron sus celulares y le sacaron fotos, pero Lyann mantuvo los ojos al frente y siguió caminando, al final siguiendo a Happy en cuanto entraron y él le dijo que debían buscar la secretaria de la escuela que los guiaría a su primera aula. A pesar de que la mujer parecía nerviosa de simplemente estar cerca suyo, Lyann se mantuvo callada mientras ella le señalaba todas las aulas que debía conocer.
Sin embargo, todo se volvió completamente loco en cuanto el timbre sonó y los estudiantes comenzaron a llenar los pasillos.
Eran demasiados ojos sobre ella, demasiadas personas murmurando su nombre, cosas que ha hecho, rumores que han escuchado. Lyann se encontró colocándose el audífono que faltaba y subiéndole el volumen a la música Fall Out Boy, queriendo, por primera vez en mucho tiempo, que la tierra se la tragase ahí mismo...
Y entonces pasó.
La razón del por qué Tony envió a Lyann a la escuela, a ese escuela en específico, estaba parado justo al final del pasillo. Y su nombre era Peter Parker.
O como Lyann descubrió que la gente lo llamaba, el Hombre Araña.
—Maldita sea.
FIN DEL ÚLTIMO ACTO
Y por fin hemos llegado al ÚLTIMO CAPÍTULO de Banshee.
Pero no se preocupen, todavía falta el epílogo que estaré publicando en unos minutos, después los agradecimientos. Y ahí sí pondremos fin a este inicio de una maravillosa aventura ❤️
Love,
Wolf Queen
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