XXIV | Libertad

        UNA SEMANA DESPUÉS, LYANN DESPERTÓ EN UNA CAMILLA DE HOSPITAL. Era vagamente consciente de los sucesos que ocurrieron después de la batalla en Siberia, como a Tony Stark arrastrándola por la nieve hasta un helicóptero y la suave voz de Natasha Romanoff hablándole de cosas sin mucha importancia. Sin embargo, eso no quita el hecho de que todo haya sido borroso y cada tanto que Lyann recuperaba la lucidez, se dio cuenta que nunca estaba en el mismo lugar. Sí, siempre se encontraba atada a una camilla de hospital con un montón de máquinas a su lado, pero los centros de enfermería nunca eran los mismos.

Hasta que por fin la consciencia se ajustó bien en ella, aclarándole los sentidos una vez que por fin se libró de la anestesia.

Era una sala de enfermería demasiado clara para su gusto, con mucha luz tanto de las luces de la habitación como la que entraba por la enorme ventana, que cubría toda la altura de una pared. Gruñendo por la incómoda posición en la camilla, Lyann se movió un poco... solo para darse cuenta que ya no tenía las pulseras de velcro atándola a las barandillas. Pudo mover libremente la mano hasta presionar el botón y hacer que el espaldar de la camilla se levante, poniéndola en una posición semi-sentada.

Un zumbido suave sonó a su izquierda y Lyann vio a una mujer entrando en la inmensa habitación, y las puertas corredizas se cerraron en un silencio increíble. Pero fue la persona que entró que sorprendió a Lyann.

Pepper Potts, la novia de Tony Stark desde hace un par de años.

—¡Mírate! Dios, qué bueno que despertaste —Pepper se la acercó con una enorme sonrisa, sincera—. Ya me estaba comenzando a fastidiar cuantos sedantes Tony te puso... Déjame ver ese estómago.

Antes de poder incluso permitirle remover las sabanas que cubrían el cuerpo de Lyann, Pepper ya le estaba subiendo la camisa de algodón para quitar el vendaje sobre su estómago y darle un vistazo... a la herida de bala que el Hombre de Hierro le hizo.

Entonces recordó a Steve, gritando su nombre, malherido y ensangrentado. La imagen de Bucky sin su brazo de metal le golpeó la mente. El Barón Zemo, los soldados muertos, la pelea en el aeropuerto de Berlín. Ella, convertida en el Oscurus...

Lyann tragó duro.

—¿Dónde estoy? —la voz le salió ronca, sus cuerdas vocales pasaron tun tiempo sin ser usadas y necesitaban recuperarse.

Pepper la miró unos segundos antes de regresar la mirada hacia la herida que ya era tan solo una cicatriz más entre el montón que había alrededor de su cuerpo.

—Haré que Friday te haga unos estudios más y si todo está normal, te sacaré de esta horrible cosa —Pepper le dirigió una mueca a la camilla de hospital.

Pero Lyann insistió.

—Quiero que me diga dónde demonios estoy. 

El silencio reinó y lentamente, muy lentamente, Pepper la miró, y esta vez sus ojos chocaron. El de Lyann era un azul frío como el hielo más duro que existe y el de Pepper un cálido color azul igual al de una bella playa.

—Estás en Nueva York, Manhattan —le respondió la señora Potts, y por primera vez desde que llegó Lyann la notó nerviosa—. Estás en la Torre Stark. Tony trajo luego de un acuerdo que hizo con el gobierno para no mandarte a una de sus prisiones.

De repente, Lyann se sintió mareada. Fue vagamente consciente de la señora Potts tratando de cambiar de tema, preguntándole si tenía un plato en específico que quisiera desayunar, pero todo lo que pudo hacer Lyann fue mirar por el enorme cristal, al fin notando los rascacielos junto a la Torre Stark, el Empire State no muy lejos de allí e incluso las enormes pantallas del Time Square...

—Espere un momento —jadeó Lyann, cerrando los ojos para concentrarse ante la inmensidad de pensamientos que estaba teniendo—. Dijiste... Usted dijo que Stark hizo un acuerdo con el gobierno —Lyann se relamió los labios resecos—. ¿Qué tipo de acuerdo fue ese?

Pepper simplemente la miró. Lyann notó la indecisión en sus ojos y también fue consciente de la mirada compasiva que la mujer le daba, probablemente pensando que Lyann Evans era tan solo una niña que estaba desorientada... Un momento después, Pepper Potts soltó un largo suspiro.

—Haré que Friday te haga los estudios y después te llevo con Tony.

Y sin más, la señora Potts salió y la dejó sola.




Pepper cumplió con su palabra. El asistente tecnológico que cubría la torre completa y ayudaba al señor Stark en la mayoría de las cosas, llamada Friday, le hizo un repaso completo, desde el estado cerebral de su mente hasta la función total de sus pies, hablando en voz alta para que la misma Lyann pudiera escuchar el estado de su cuerpo después de aquella ardua pelea.

Aunque apenas y pudo seguirle el hilo al monitor parlante, una vez que Friday terminó Pepper Potts buscó a la enfermera que estaba a cargo de Lyann mientras ella estaba inconsciente y la señora Potts no podía cuidarla, quien le quitó todas las jeringas que estabas unidas a su cuerpo, desconectó las máquinas y la sacó, finalmente, de aquella horrible camilla de hospital. Lyann suspiró ruidosamente cuando sus pies tocaron suelo sólido.

—Ten, ponte esto —Pepper le tendió unas ropas perfectamente dobladas. Cautelosamente, Lyann tomó las prendas y la señora Potts volvió a sonreírle suavemente—. No has comido nada en días, así que en cuanto termines de alistarte quiero que te sientes y comas el desayuno —señaló a la mesa cerca de la gran ventana, la cual, efectivamente, tenía una bandeja de desayuno listo para ser devorado.

Lyann asintió con los dientes apretados, con cero ganas de decir algo más de notificarle a la novia del multimillonario que quería reunirse con él lo antes posible y aclarar todas sus dudas. Obviando, claro está, las inmensas ganas de borrarle aquella sonrisa narcisista de la cara. Suspirando, Lyann caminó hasta el baño que la señora Potts le mostró y se encerró para darse una merecida ducha.

El silencio total del pequeño cuarto de baño fue como una especie de premio. Lyann se sintió cómoda en él a medida que iba desvistiéndose, preparaba el agua caliente y se apoyaba del lavamanos, observándose en el espejo. El reflejo de una joven de dieciocho años le devolvió la mirada, los brazos estaban marcados con finas líneas blancas y alguna de esas cicatrices eran más gruesas y largas en la parte del pecho y del estómago, y ahí, entre otras más, estaba la cicatriz más reciente de todas, una herida de bala rodeada de algunos moretones.

El vapor del agua caliente comenzaba a empañar el espejo, pero Lyann se quedó observando su cuerpo marcado con años de sufrimiento y dolor y su mente viajó a la seguridad que sentía con sus amigos, añorando cada momento que pasaba junto a Wanda, cuando Steve se quedaba con ella cuando tenía una pesadilla e incluso las tardes horneando galletas junto a Visión.

Lyann se metió en la ducha y se sentó debajo de la regadera, pegándose las piernas al cuerpo para apoyar la barbilla en las rodillas, y deseó con todas sus fuerzas quitarse la sensación de soledad de encima.





Cuando Tony Stark vio a Lyann Evans entrar en su laboratorio, fue como sentir un huracán, arrasador y terrible. Tenía las emociones encerradas, Tony pudo notar eso enseguida, pero era claro que la chica no estaba con los ánimos para verle la cara, y, honestamente, el sentimiento era mutuo. Sin embargo, Tony Stark se las arregló para poner una sonrisa forzada en su rostro y dejar los arreglos que le estaba haciendo a su traje después del desastre que Steve Rogers le hizo para rodear la mesa de trabajo y acercarse a la joven asesina.

Lyann se quedó justo donde estaba, de espaldas a la puerta de entrada y salida. No quería estar cerca del Hombre de Hierro no porque le tuviese miedo, sino porque más cerca estaba de Tony Stark, más Lyann recordaba que ella se encontraba ahí y no donde sea que Steve haya ido con Bucky, a pesar de haber sido idea suya de que se fueran sin ella. Suspiró, Lyann se cruzó de brazos y alzó una ceja.

—Hola para ti también, demonio —Tony Stark se desvió el camino y se acercó  a una mesa con vasos y una jarra de agua—. ¿Quieres un poco? Es malo estar deshidratado.

Lyann simplemente se quedó callada y lo vio beberse dos buenos vasos de agua.

—Ah, refrescante —Tony se llenó otro vaso y caminó hasta ella—. Como no pretendes decirme nada, entonces sígueme, tengo que hacerte el tour.

—Yo no quiero un tour —dijo Lyann con demasiada fuerza, pero simplemente no pudo contener parte de la rabia que le cegaba los sentidos—. Quiero que me digas qué diablos hago aquí y qué trato hiciste con el gobierno.

—Era esto o meterte en cuatro paredes quince metros bajo tierra.

Lyann no dijo nada, ella simplemente siguió al Hombre de Hierro mientras él le mostraba las estancias de la Torre Stark, a pesar de que Lyann no quería un bendito tour. Escuchó a Tony Stark pavonearse sin parar y cuando pasó cerca de una mesa decorativa con un florero encima ella sopesó la idea de romperle el objeto en la cabeza. Sin embargo, no hizo tal cosa —aunque en serio quería hacerlo— y prestó atención cuando el multimillonario le pidió que memorizara el siguiente camino hasta que llegaron a una puerta al final de un largo pasillo, después de girar tres veces a la derecha en tres pasillos más.

Tony se paró frente a ella, de espaldas a la puerta, sonriéndole de esa forma suya que hizo que la sangre de Lyann hirviera.

—Por fin, nuestro destino —Tony Stark tomó el picaporte y abrió la puerta, mostrando una simple habitación con una cama, armario, un baño, un alto gabinete con una televisión encima, un escritorio a la derecha de la cama y una mesa de noche a la izquierda. Tony aplaudió dos veces—. Tu nuevo cuarto con todas tus pertenencias.

Y efectivamente ahí estaban las cosas que Lyann había dejado en las instalaciones de SHIELD en Washington DC, como sus libros colocados uno sobre el otro en el escritorio, sus ropas colgadas en el armario, la lámpara que Wanda le había comprado estaba en la mesa de noche y el oso de peluche marrón que Rhoedy le consiguió para su cumpleaños estaba en el medio de las almohadas sobre la cama.

Sin decir nada, Lyann dio un paso y entró en la habitación, sintiendo un peso caer sobre sus hombros. Se sentía mal. Ella no pertenecía ahí, a aquel lugar, ni tampoco quería formar parte de lo que sea que el multimillonario Tony Stark estaba planeando.

—¿Qué es todo esto? —Lyann encaró al Hombre de Hierro.

Tony hizo una mueca.

—Deberías mostrarte un poco más amable, ¿no crees? Te estoy dando todos los lujos en vez de dejar que te pudras en una celda...

—Prefiero cuatro paredes de puro cemento que estar en el mismo lugar que tú —gruñó Lyann, su mirada ardiendo como el fuego más salvaje—. ¿Por qué siquiera te tomaste las molestias si sabes que voy a escaparme en algún momento?

—Oh, eso no pasará, cariño —Tony se rió—. Estamos en Nueva York, niña. Esta es mi cuidad y tengo ojos hasta en el más remoto rincón de Bronx.

Lyann lo miró por unos segundos. Luego, una sonrisa ladeada apareció.

—Has puesto un rastreador en mí.

El Hombre de Hierro no dijo ni hizo nada para confirmar aquella observación.

—Muy bien, entonces —Lyann asintió, pasando la yema de sus dedos por la suave tela de la cama—. Si crees que permitiré que me tengas ubicada como si fuera un maldito animal, está muy equivocado, Stark.

—Oh, cuento con que trates de quitarte el rastreador. Pero no lo harás —añadió Tony, sonriendo, y le dio un sutil golpecito al reloj que llevaba en la muñeca izquierda—. No lo harás porque Friday tendrá todos tus movimientos monitoreados y ella solo necesitará una simple palabra mía para dejarte inconsciente. Luego, yo te pondré esto.

Tony lanzó algo a la cama, y el endemoniado collar neutralizador rodó sobre el colchón.

Lyann se quedó observando el objeto un largo rato... incluso pudo jurar sentar la sensación fantasmal de él alrededor su cuello. En contra de su voluntad, su cuerpo sufrió un escalofrío y sus sentidos se pusieron más alertas que nunca, claramente sintiendo la presión de una amenaza. Lyann quiso atacar por igual, quiso ponerse a la defensiva y darle rienda suelta al poder dentro de ella que permanecía dormido, pero se negó a precipitarse y se obligó a mantener sus emociones a raya. Y en vez de mostrarse molesta, dejó que su cuerpo se relajara soltando una fuerte risa.

—Usted no hará tal cosa —carcajeó Lyann, apoyándose del escritorio.

Tony Stark se cruzó de brazos.

—¿Por qué no crees que puedo hacerlo? A ver, ilumíname.

—No es capaz de hacerlo. Listo —Lyann le regaló una lenta, vil sonrisa—. Usted, Tony Stark, no es como yo. No tiene esos... instintos malvados, digamos, que lo impulsen a hacerme tal cosa porque sabe que sería una tortura. Incluso si no me hace daño con el collar, sabe que tener esa cosa en mi cuello es una tortura, y usted, con su corazón de noble héroe, no tiene las agallas para lastimar a inocentes...

De repente Tony se movió y, entonces, él estuvo cara a cara con Lyann.

—Tú no eres ninguna inocente —le siseó a la cara, apuntándole el corazón con un dedo.

—¿Y no crees que tratar de escapar de un hombre que trata de convertirme en su prisionera no es un acto de inocencia?

—Yo no he dicho que eres mi prisionera. Es más, puedes hacer lo que quieras...

Lyann se alejó y se sentó en la silla de su escritorio, cruzando las piernas con clase.

—Pones un rastreador en mí, me amenazas por querer largarme de aquí y, para colmo, escondes una cámara en mi peluche para mantenerme más vigilada de lo que ya me tienes —Lyann ladeó la cabeza—. A mí me parece que sí me tienes como tu prisionera, no sé tú...

Tony no dijo nada.

—¿Es tan malo querer libertad, señor Stark? —Lyann se levantó y volvió a caminar hasta él—. He pasado toda mi vida siendo controlada por hombres que han obtenido poder a través de mí. Me han usado como un títere y me han hecho hacer cosas... cosas de las no me siento orgullosa... Pero lo volvería hacer otra vez... si eso pone al Capitán América en mi camino una vez más —Lyann lo miró a los ojos y Tony, por primera vez, vio honestidad en la frialdad de esos ojos azules, las lágrimas que se le amontonaban. Y cuando Lyann volvió hablar, la voz se le quebró—. Fue Steve quien me dio esa libertad. Él quiso darle esa misma libertad a su mejor amigo, pero en vez de eso tuvo que huir y esconderse. ¡Por tu culpa la gente piensa que es un fugitivo!

—¡ÉL TOMÓ SU DECISIÓN!

—¡PORQUE TÚ LO OBLIGASTE HACERLO!

Ambos tenían la respiración acelerada, cara a cara, la rabia vibrando a través de sus cuerpos. Y Lyann lo sintió, ese poder suyo susurrándole, despertando ante las fuertes emociones que estaba sintiendo. Pudo sentir a la cosa oscura acariciándole la mente, la sutil caricia de una garra, incitándola a que le diera más, más, más para poder crecer hasta volverse tedioso no darle rienda suelta a aquella bestia de la oscuridad, a la cosa que promete caos y muerte.

Tony Stark respiró hondo.

—Su mejor amigo mató a mis padres, Lyann.

Ella solo lo miró.

—¿Crees que la situación habría sido diferente si en vez de Bucky hubiese sido Rhoedy? ¿Lo habrías perdonado porque es tu mejor amigo y ha estado ahí siempre...?

—Basta —Tony cerró los ojos.

—¿O lo habrías cazado a muerte como hiciste con Barnes? ¿Le hubieras destripado como lo hiciste con él? ¿LO MATARÍAS?

—¡ESO ES DIFERENTE!

—¡NO LO ES Y LO SABES!

Una vez más, el Hombre de Hierro y la Banshee se miraron a los ojos, furiosos, al borde del abismo. Y entre la furia de Lyann, Tony Stark se dio cuenta de que ella tenía razón, que, como Steve Rogers, él hubiera perdonado a su mejor amigo porque nada de lo que sufrió fue su culpa. Pero el multimillonario se encerró en su orgullo y no lo dijo en voz alta, y Lyann Evans se dio cuenta de ello, por lo que soltó un pesado suspiro y se alejó con los puños apretados.

De cara a la cama, Lyann cerró los ojos y trató de calmarse. Se obligó a dejar de temblar, de clavarse las uñas, de apretar la mandíbula, pero todo seguía ahí; aquella furia oscura seguía allí. Su poder le susurraba como un demonio en el hombro, suave y sutil, y lentamente, muy lentamente, Lyann se inclinó sobre el colchón y tomó entre sus manos el collar neutralizador.

El corazón le latía demasiado rápido, los sentidos estaban demasiado alerta, el cuerpo demasiado tenso; Lyann no podía respirar. Dentro de su cabeza pudo escuchar el eco del grito de Bucky cuando Zemo le estaba lavando el cerebro, las palabras de odio que Steve le lanzaba a Tony, la mirada enloquecida cuando el multimillonario le disparó... Los dedos de Lyann se cerraron alrededor del collar y giró sobre sus pies, caminando hasta el Hombre de Hierro.

Prácticamente chocó con él cuando le aventó el collar neutralizador el pecho, justo sobre el reactor que brillaba libremente bajo la camisa azul marino. La mano de Tony estuvo ahí un instante después, sobre la suya, mientras Lyann empujaba el collar como quisiera metérselo en el pecho.

Y entonces abrió la puerta que mantiene a su poder encerrado.

La abrió solo unos centímetros, el tamaño suficiente para dejar que los susurros que habitaban en su mente, en su alma, ahora Tony Stark pudiera escucharlos. Dejó que esas garras invisible, viles, le acariciaran la mente, el alma, y Lyann casi sonrió cuando sintió que el Hombre de Hierro temblaba un poco a su lado. Y cuando habló, su voz era encantadoramente letal como la rosa más bonita, que escondía sus filosas espinas bajo la belleza resplandeciente.

—Si vuelves amenazarme con ponerme esta cosa otra vez, voy a liberar a la bestia que llevo dentro. Al Oscurus —Lyann se alzó de puntillas para llegar al oído del multimillonario—. Tu sabes de lo que soy capaz con él, tú mismo lo has visto.... Lo has sentido —Lyann volvió a empujarlo—. Y no me importa si el mundo entero termina odiándome si mato al Hombre de Hierro..., pero no creas que no lo haré si eso me dará mi libertad.

Lyann se alejó solo lo suficiente para mirarlo a los ojos.

—Con tal de regresar con Steve Rogers, lo mataré.

Finalmente, Lyann Evans se apartó de él y Tony Stark se sintió escalofriadamente aliviado cuando aquellos horribles susurros cesaron y su cuerpo pudo entrar en calor por sí solo. Y una vez más en aquella mañana, tomó el riesgo de mirar a la Banshee a los ojos y lo que vio no fue una simple niña con un poder terrible.

Tony Stark vio La Muerte.

Y en ese momento de silencio, cuando Lyann Evans levantó el mentón y se mostró poderosa sin siquiera usar sus poderes, el Hombre de Hierro verdaderamente creyó que la Banshee lo destruiría con tal de ser libre. Y le dio miedo.

Lyann, sin decir absolutamente nada, tomó la puerta con una mano.

—No me esperen para el almuerzo.

Y con eso, le cerró la puerta en la cara.

Honestamente no sé si en su país todavía sigue siendo sábado, pero ya aquí en el mío es domingo y estaba decidida a publicar este capítulo el sábado siguiente, pero como sabrán mi twin me obligó a hacerlo y lo que ella diga, se hace. Mi twin sabe quién es ❤️❤️

ANYWAAAAAAAAYS,
QUE CAPÍTULO MÁS INTENSOOOOOOOOOOOOOOO!!!!

Yo simplemente me dejé llevar, saben?? Pensé en lo que ambos sentirían, esa rabia, y simplemente me concentré en eso y bueno, esto salió. Y creo que me quedó malditamente bien 🤷🏻‍♀️😍. Qué creen ustedes 🧐🧐🧐??

🔈 AVISO IMPORTANTE 🔈
QUEDA UN CAPÍTULO MÁS ANTES DE QUE SE ACABE BANSHEE!!!! Después de eso, tendrán un epílogo.

Yo honestamente no me puedo creer que esto se esté acabando, siento que la empecé ayer, ay 😍💔

BUEEEEEENOOOOOOOOOOOOO, qué creen que pasará ahora?? Déjenmelo saber en los comentarios ❤️

Love,

Wolf Queen

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