XXIII | Para ganar, algunos tenemos que perder

LYANN POCO A POCO SE ALEJÓ DEL ORDENADOR, lentamente acercándose a Bucky en silencio mientras mantenía un ojo en Tony Stark por si se daba cuenta de sus movimientos. Era consciente de los ojos de Steve Rogers sobre ella una vez que estuvo junto al Soldado del Invierno, manteniendo su cuerpo frente a él para ser su escudo en el momento en que todo estalle. Y a juzgar por la mirada del Capitán, Lyann supuso que Steve no quería que eso pasara, pero una vez que Tony Stark se entere de quién lleva la sangre de sus padres en sus manos y vea que está justo entre ellos, nada bueno saldrá de ahí.

Lyann le echó un vistazo a Zemo, aun detrás de la ventanilla, protegido de lo que sea que vaya a explotar en un par de segundos. Lo encontró observándola, una sonrisa pequeña en sus labios que provocó que se le calentara la sangre a Lyann. Comprendió que era exactamente eso lo que el Barón Zemo quería, que se enojara tanto para poder así ayudar a destruir el imperio que el ex soldado tanto quería ver caer y convertirse en nada.

Se prometió que, si lograban salir de esta, no descansaría hasta atrapar al Barón Zemo y enseñarle por qué la gente común tiende a no meterse con Lyann Evans.

De repente, su corazón se detuvo en cuanto escuchó una voz quebrada, femenina y agonizante. Con temor se dio cuenta de que se trataba del video, de la madre de Tony Stark llamando a su esposo como las últimas palabras que había dicho, sus últimos suspiros. Vio al Hombre de Hierro lanzando miradas iracundas y Lyann lentamente levantó sus sables, preparándose.

Steve Rogers lo agarró antes de que Tony pudiese tocarlos.

–¡NO, ESPERA!

Lentamente, el hombre desplazó la vista hacia Steve, ojos llenos de lágrimas. Lyann no podía respirar bien, sus sentidos estaban demasiado alerta.

–¿Lo sabías? –escuchó que Tony le susurraba a Steve.

–No sabía que se trataba de él...

–¡No me mientas, Rogers! ¡¿Lo sabías?! –Tony alzó un brazo, y Bucky se movió para quitar a Lyann del camino cuando vio que Tony la apuntaba con un dedo–. No se lo pregunto a tu nueva amiga porque sé que lo sabía. ¡Ella es HYDRA! ¡Una asesina como él y ninguno de los dos cambiará! Así que permíteme preguntarte otra vez, Capitán –Tony tomó a Steve del cuello–. ¿Lo sabías?

Steve Rogers le sostuvo la mirada.

–Sí.

Lyann vio al Hombre de Hierro alejarse de él como si la presencia del Capitán Rogers le quemara, y en el silencio que cayó después ella lo escuchó. El pitido ensordecedor de la adrenalina corriendo por sus venas, el tictac de una bomba a solo segundos de estallar...

Steve Rogers salió volando y Tony Stark ya estaba con el casco puesto y apunto a Bucky con una mano, pero Lyann fue rápida y le dio un golpe para desviar el disparo, creando un sonido metálico en cuanto sus sables chocaron contra la armadura de acero. Sin embargo, en esa posición Lyann estaba segura de que podía sentir la mirada furiosa del millonario sobre ella, enloquecido, vengativo, y pronto descubrió que Tony Stark llegaría hasta matar con tal de llegar hasta el Soldado del Invierno.

Ella no lo iba a permitir.

Desde que se unió al equipo del Capitán América, Bucky Barnes ha sido su misión desde el principio. Encontrarlo y ayudarlo, ese había sido el plan desde el inicio de todo. Sin embargo, ahora, entre el caos, su objetivo era sacar al Soldado del Invierno de aquí, sin importar cuántas veces le pelee por querer ayudar a su mejor amigo que se peleaba a muerte con el Hombre de Acero. Steve Rogers quiere exactamente lo mismo que Lyann: mantener a Bucky con vida.

Esta era su misión, su propósito, y Lyann no fallaría.

La patada que le dio no fue tan fuerte como para hacer daño, pero fue suficiente como para alejar a Tony solo unos pasos para poder clavar sus sables en la armadura usando los imanes y darle máxima potencia, enviando una poderosa descarga eléctrica que aturdió al Hombre de Hierro el tiempo perfecto para que Bucky atacara con su puño de metal. Luego, Lyann actuó rápido, moviéndose al compás del Soldado para crear el más daño posible para sacarse al Hombre de Hierro de encima, pero, como Lyann notó antes, Tony Stark estaba furioso y le dio créditos a su suposición cuando el millonario la tomó del cuello y la lanzó por los aires.

No hubo ninguna gracia en su caída, pero al menos Lyann no se rompió algún hueso. Sin embargo, le sorprendió lo rápido que esta pelea estaba comenzando a volverse desastrosa, porque algo explotó a su derecha y se movió por simple instinto antes de ser aplastada por una cabina de incubación donde mantenían a uno de los soldados dormido. Ella jadeó y tomó sus sables, descubriendo que Tony Stark quedó atrapado y que Bucky acabó a su lado.

–¡SÁCALO DE AQUÍ!

Steve no tuvo que repetírselo dos veces. Lyann y Bucky corriendo como alma que lleva al diablo.

Permitió que Bucky la guiara sabiendo que él conocía más el lugar que ella, así que Lyann se enfocó en protegerle la espalda, aunque Steve ya se estaba encargando de aquel detalle mientras intentaba trabajosamente de evitar que Tony les siguiera. Lyann continuó corriendo. Vio que Bucky presionó un botón y sus ojos se elevaron en cuanto escuchó que la escotilla del techo se abría, pero lo difícil era lograr llegar hasta allá arriba sin escaleras, solo con unas rampas que iban en espiral hasta el tope.

Con fuerzo, Lyann y Bucky comenzaron a subirlas. Ella brincaba de rampa en rampa mientras Bucky trataba de cubrir terreno usando su fuerza bruta, y aunque Lyann no quiso usar sus sables, se vio obligada a guardarlos en cuanto no logró sostenerse bien de la rampa siguiente y casi cae a una altura de tres pisos.

–¡CUIDADO! –gritó de repente, jalando a Bucky por el brazo de metal para evitar un misil del Hombre de Hierro y cayeron sobre la rampa de atrás, Lyann sobre él para protegerlo con su cuerpo–. ¡VAMOS, VAMOS!

No perdieron tiempo, estaban casi en el tope. Lyann se las arregló para tomar delantera, el cuerpo tembloroso por el esfuerzo que ha estado haciendo y sudor corriéndole por el cuello y mojándole la nuca. Una vez en el tope, ella se paró en el borde y localizó el jet no muy lejos, miró hacia abajo y rezó para que el montón de nieve les amortiguara la caída... Algo explotó a su lado y cuando alzó la mirada vio el techo de la escotilla apunto de aplastarla...

Bucky la tomó del tobillo y jaló de ella, haciéndola caer, pero el golpe de la escotilla al chocar creó tal temblor que la rampa donde estaban se tambaleó y los dedos de Bucky, los humanos, soltaron a Lyann sin querer y ella cayó al vacío.

–¡NO!


El grito fue instantáneo; el terror la invadió. Todo parecía ir en cámara lenta repentinamente y Lyann caía y caía, girando, sin poder estabilizarse para utilizar su poder a modo de amortiguador para el golpe... Un objeto la golpeó con fuerzas, empujándola, y Lyann chocó fuertemente contra la pared de acero y se desplomó boca arriba sobre una de las rampas, la última que llegaba al suelo, mientras el escudo del Capitán América yacía a su lado.

El dolor no le permitió pensar, era demasiado agudo como para ignorarlo. Lo único que hizo fue quedarse ahí, tratando de encontrar la forma de respirar y de contener las lágrimas. Sintió la brisa gélida de Siberia congelarle el cuerpo mojado por el sudor, pero nada de eso le importó cuando algo cayó estruendosamente a su lado y luego oyó un quejido.

Bucky, al igual que ella, trataba de respirar y ahuyentar el dolor mientras que, un piso más abajo, Steve Rogers se incorporaba tras la monstruosa caída y encara al Hombre de Hierro.

–Esto no va cambiar nada –jadeó el Capitán América, quizás para hacer que Tony Stark entrara en razón, tal vez solo porque sentía las ganas de decirlo; Lyann no tenía idea.

Tampoco importó porque entonces lo sintió, la ira oscura crecer por dentro, despertando. Lyann casi se echó a reír de alivio, sintiendo su poder volver a despertar luego de acabar tan noqueado después de la batalla en Berlín. Y ella abrazó ese poder oscuro, se sumergió en él, respirando tan hondo como si fuera la primera vez que respirara aire puro. Los susurros le cantaron una canción caótica, animándola, regalándole fuerzas, y Lyann se sintió vibrar cuando logró incorporarse y convertir sus manos en puños.

–¿Acaso importa? –exclamó Tony Stark–. ¡Él mató a mi madre!

Y solo cuando el Hombre de Hierro atacó una vez más al Capitán Rogers, Lyann tomó el escudo del Capitán y se lo lanzó, dándole justo en la cabeza, y cuando Tony Stark se giró para verla, Lyann supo que ya lo tenía comiendo de su mano.

Gritó.

El señor Stark se lo esperaba, y por eso se preparó con unos tapones protectores que él y Friday diseñaron juntos, pero aun así el Hombre de Hierro pudo sentir la ola de poder cuando el llanto lo golpeó y lo mandó al suelo, cayendo de rodillas. Lo mantuvo ahí, presionado contra el suelo mientras el Capitán América y el Soldado del Invierno lanzaban golpe tras golpe a diestra y siniestra. Trató de levantarse, pero no pudo.

Lyann se colocó enfrente de él, queriendo ver su mueca de dolor mientras ella gritaba, gritaba y gritaba, la base completa temblando en consecuencia. Le sorprendió la resistencia del multimillonario, logrando asestar algunos golpes a Bucky o Steve aún bajo el poder de la Banshee, pero eso solo le dio a Lyann más ganas de más, cediendo ante su sed de venganza. Dio un paso más, empujando con más fuerza su grito, viendo como las luces de la armadura del Hombre de Hierro parpadeaban, perdiendo fuerzas.

Ver que ni el Soldado del Invierno ni el Capitán Rogers se detenían aumentó la canción de oscuridad que sonaba con suavidad y horror dentro de su mente, alrededor de su alma, y la sonrisa que poco a poco comenzó a aparecer en el rostro de Lyann pronto adquirió el mismo salvajismo de su poder, enseñándole a Tony Stark el tipo de monstruo que ella era, hermoso y mortal, oscuro y encantador, mostrando la cara de una verdadera asesina que le gustaba lo que hacía...

Le gustaba verlo sufrir.

–Friday –masculló Tony Stark dentro de la armadura, sangre le corría por la nariz–, activa arma 106.

El disparo fue inmediato. Steve y Bucky no dejaron de pelear hasta que Lyann salió volando hacia atrás, chillando de dolor.

Las corrientes eléctricas la destruían, la mataban, la convertían en nada. Lyann trató de arrancarse el poderoso collar del cuello, clavándose las uñas mientras se retorcía como un gusano sobre el suelo, pero el aparato jamás cedió, paralizándola. El camino de sangre se le escurrían por la nariz, por las orejas y lo podía sentir en el gusto dentro de su boca, ahí donde se mordió la lengua. Pronto, Lyann dejó de forcejear en cuando su cuerpo comenzó a sufrir espasmos y los ojos se le viraron.

Hubo un grito de guerra, horroroso y mortal, y enseguida el Capitán América y el Soldado del Invierno reanudaron la batalla, peleando por su amiga caída. Ambos se movieron en sincronía, golpeando a matar de ser posible, furiosos, queriendo que esto termine ya.

Tony Stark así lo quería también, así que disparó hacia Steve, que salió volando y se golpeó contra una pared, y lanzó un rayo contra Bucky, pero el Soldado del Invierno lo desvió y logró empujarlo contra la pared a puñetazos, manteniéndolo ahí, aprisionado mientras su mano humana empujaba su cabeza y la metálica se cerraba alrededor de su reactor, queriendo arrancárselo. Peleó con todo lo que pudo para evitarlo, pero Bucky Barnes lo tenía completamente inmovilizado, y como se estaba quedando sin ideas de contraataque, el Hombre de Hierro dejó que la armadura trabajara por sí sola.

El reactor lanzó un rayo y Bucky se apartó con un grito, viendo con puro terror lo que queda ahora de su brazo, nada más que la parte del hombro con algunos cables chisporroteando.

El brazo de metal no se encontraba por ninguna parte.

Tony disparó y Bucky se desplomó junto a Lyann, que poco a poco recuperaba la consciencia.

Steve Rogers los observó a los dos, tumbados en el suelo, incapaces de poder levantarse otra vez, y verlos así... El Capitán América no pudo pensar con claridad, no cuando se lanzó contra Tony Stark, el hombre que le ha dado todo y ha sido su amigo, aliado y compadre, y simplemente...

Simplemente luchó para ver sangre.

Así como Tony Stark no pudo contra la ola masiva de Lyann Evans, él tampoco pudo contra la bestia en la que Steve Rogers se había convertido, furioso golpeándolo sin pensar, sin respirar. Le fue imposible lograr darle un golpe de regreso, volviendo a quedar acorralado contra la pared, sin ningún sitio al que huir. Comprendió que así, tan lleno de ira, venganza e instintos asesinos el Hombre de Hierro no podría derrotar al Capitán América, no como había hecho con los otros dos...

Entones tuvo una idea. Y cuando Steve estaba a punto de rebanarle el casco usando el escucho, Tony detuvo el golpe, tomando por sorpresa al Capitán. No perdió el tiempo y, como él, atacó a diestra y siniestra, dejándolo a horcadas junto a la Banshee y el Soldado del Invierno.

Steve jadeó, poniéndose sobre sus rodillas para mirarlo.

–Son mis amigos, Tony.

Lo apuntó con una mano.

–Yo también lo era.

Volvió atacarlo, un puñetazo por allí, otro golpe por allá y lo lanzó contra una columna. Nuevamente Tony lo apuntó con una mano.

–Quédate ahí. Última advertencia.

Jadeante, los pulmones quemándole por aire, el cuerpo completo agonizando de dolor, Steve se apoyó del suelo y con esfuerzo se levantó otra vez, como lo había hecho incontables veces en numerosas batallas.

–Puedo hacer esto todo el día...

Pero alguien más atacó.

Lyann estampó sus sables en la espalda de Tony Stark y los accionó, sabiendo que el mando principal de la armadura estaba en su espalda. El Hombre de Hierro trastabilló y trató de quitarse los sables, pero entonces Lyann comenzó a dispararle con la pistola que olvidó que tenía guardada en su traje de combate. Era consciente de lo inútil que era, pero sabía que con simples puñetazos ella no lograría hacerle daño al Hombre de Hierro sin su poder...

Tony Stark esquivó una bala, cubrió la boca con una mano y le arrebató el arma con la otra, disparando sin siquiera pensarlo. El alarido de Steve Rogers partió el mundo en dos.

–¡LYANN!

Tambaleándose, Lyann bajó la mirada hacia su estómago y vio la sangre correr, manchando el suelo. Lentamente alzó la vista hacia Tony Stark, a quien le temblaron las manos y el arma se le cayó, y la sorpresa en sus ojos fue irreconocible. Lyann jadeó después y sus piernas le cedieron, cayendo.

Hubo un rugido. Tony no fue consciente de ello, sus ojos estaban fijos en la adolescente que se desangraba junto al Soldado del Invierno, quien se esforzaba por sentarse y llegar hasta ella. No encontró las fuerzas para defenderse del Capitán América, sabiendo que no habría nada ni nadie que pudiese detenerlo ahora, completamente fuera de sí después de lo que él le ha hecho a sus amigos, destruirlos de esa manera...

Steve Rogers lo tumbó al suelo y lo golpeó con ambos puños. Estaba gritando y no podía parar, no después de ver lo que el Hombre de Hierro le hizo a Lyann. A su Lyann. Quería que sintiera su dolor, su rabia, su impotencia; quería que lo sintiera todo.

El Capitán América tomó el escudo y lo clavó justo en el reactor de Tony Stark, lo único que puede mantenerlo con vida.





Lyann ha tenido heridas de bala antes. Millones de veces. Pero había algo diferente en esta herida que ponía una división del pasado y el presente, de cuando trabajaba para HYDRA y era manipulada por sus superiores. Mientras tanto, esta herida de bala fuera hecha en una batalla real, peleando en el bando correcto, tratando de salvar no una vida, sino dos.

La de Steve y Bucky.

Casi se lanzó a reír, la euforia controlando sus sentidos, pero en vez de eso soltó un chillido en cuanto sintió la presión de una mano sobre su estómago, tratando de detener el sangrado. El collar neutralizador le envió una leve descarga, haciendo que Lyann arqueara la espalda...

–¡Deja de moverte! ¡Te desangras más rápido! –Bucky la mantuvo en su sitio, oprimiendo su estómago con la única mano que le quedaba, manchándose los dedos con su sangre–. Eres una estúpida, ¿cómo te atreves hacer semejante idiotez?

Lyann tosió cuando intentó reírse.

–Irónico –jadeó, arrugando el rostro en una mueca de dolor después–. Tú también hiciste... algo estúpido y... terminaste sin brazo...

Bucky bufó.

–Cállate y reserva las energías.

Steve se tumbó a su lado, jadeando, igual de magullado que ellos.

–Vamos, tenemos que irnos –empezó a decir, pero Lyann lo detuvo cuando le puso una mano sobre el pecho, justo encima del corazón, manchando su traje.

Sus ojos brillaban con algo que Steve no pudo comprender cuando ella murmuró:

Llévatelo –Lyann tragó saliva con dificultad–. Llévate a Bucky lejos... de aquí –tosió–. Desaparezcan...

–No. No puedo –Steve negaba con la cabeza, pidiéndole a su mejor amigo con la mirada que lo ayudara–. No dejamos a nadie, ¿recuerdas? Eres una de nosotros, no puedo dejarte...

Lyann le sonrió con suavidad.

–Para ganar –dijo–, algunos tenemos que perder.

Era exactamente las mismas palabras que había dicho Clint antes de que Lyann, Steve y Bucky pudieran escapar del aeropuerto. Y Steve se encontró sonriendo, lágrimas acumuladas en sus ojos...

–Lyann –susurró, pasando acariciando su cabello antes de bajar la mano hasta su mejilla–. No hemos ganado nada...

–Encontramos a Bucky, ¿no? Claro que ganamos.

Steve no hizo más que observarla, pensando todo esto era algún tipo de actuación para que él pudiese largarse de ahí y esconder a Bucky de todo y de todos. Sin embargo, lo vio en los ojos azules de Lyann, más brillantes que cualquier luz, que cualquier estrella, fue determinación completa, la decisión del sacrificio ya tomada. Y aunque no quiso aceptarlo, el orgullo explotó dentro de él.

Ahí estaba el cambio que Steve tanto quería de ella, el de aprender a valorar las cosas y saber lo que está bien, y verla sacrificándose aunque quería ser él en su lugar en vez de verla así, herida, magullada, saber que hacer esto le traía paz era algo que Steve no podría arrebatarle ni en un millón de años.

Mi pequeña Lyann –murmuró con la sonrisa más grande en su rostro, luego Steve se inclinó sobre ella y dejó un beso en su frente, apartándose solo un poco para acariciar su mejilla con el pulgar–. Quédate con vida. Volveré.

Lyann asintió, sus ojos también llenos de lágrimas. Permitió que Steve la arrastrara hacia la pared para sentarla ahí y luego lo vio regresar con Bucky, ayudándolo a levantarse con un brazo para ayudarlo a caminar sin tener que apoyarse en su pie torcido.

–Ese escudo no te pertenece.

Lyann observó al Hombre de Hierro, sabiendo perfectamente que él no se atrevería a pelearle. Ya no.

–No te lo mereces –siguió diciendo Tony Stark–. ¡Mi padre creó ese escudo!

El corazón le latía demasiado fuerte, demasiado rápido mientras Lyann analizaba a Steve, pensando en todas las cosas que podría hacerle, que podría decirle, pero en vez de eso él...

El Capitán América dejó caer su escudo, renunciando a él.

–Volveré por ti. Lo prometo –le aseguró antes de irse, lanzándole una fugaz sonrisa antes de desaparecer entre la tempestad de nieve.

Y Lyann Evans le creyó.



Debo admitir que se me aguaron los ojos escribiendo esa última parte. Y oh men qué intenso ha estado todo, no había escrito un capítulo tan intenso desde Deep End, wow 😍

Honestamente me encantó el resultado de este capítulo porque tenía muchas ideas de lo que pasaría, pero ninguna parecía encajar bien hasta consulté el cuaderno que uso para anotar todas las ideas para mis historias y vi lo que puse para esta escena y de eso me guié. Háganme caso, chicos, y anoten sus cosas en algo sólido, ayuda muchísimo ❤️

Si mis cálculos no me fallan, a Banshee le quedan dos capítulos para terminar, sin contar el epílogo. Y aunque no quiero que se termine, estoy muy emocionada por embelesar la secuela de Banshee porque hay tanto que tengo planeado para ella que quiero que vean... Oh men, no están listos para lo que se viene, se lOS ASEGURO HAHAHHAHAHA

¿Les ha gustado el Capítulo? ¿Cuál ha sido su parte favorita? Nos vemos el próximo sábado, o cuando la universidad no me esté friendo el cerebro ❤️

PD:
Casi se me olvida que hoy es sábado, amigos, y casi lo publico. Estoy enferma y posiblemente me internen, pero esperemos que no y pueda darles los últimos capítulos de Banshee ❤️

Love,

Wolf Queen

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