VIII | El torbellino asesino

NO ERA LA PRIMERA VEZ QUE LYANN ANDABA DE FUGITIVA. Solían llegar veces en el que su equipo no lograba sobrevivir alguna misión y tenía que arreglárselas ella sola hasta que a sus superiores se les diera la gana de mandar algún equipo cualquiera a por ella y a por el objetivo de su misión. Por lo tanto, condujo todo el camino que restaba hasta llegar a la carretera y conducir directamente hacia Washington DC para ir a una de las casas protegidas de su padre, cuya ubicación solo la conocía Lyann y las trabajadoras de servicio de su padre.

Claro, todo esto sucede una vez Lyann se deshaga del auto de SHIELD. Todavía era de madrugada cuando Lyann llegó a Washington, casi alzándose el alba, pero no se dirigió directamente hacia la casa protegida, sino a una calle cualquiera donde pudiese hacer el intercambio de autos con los guardias de la casa de su padre.

—Lleven el cuerpo al carro y desháganse de éste —ordenó al salir mientras los demás guardias esperaban qué hacer, tomando una pistola y unos nuevos sables que uno de los guardias le extendía.

Una sonrisa cínica se formó en sus labios cuando sintió sus queridos sables otra vez en sus manos. Luego, se puso nuevamente en marcha y se dirigió a la casa protegida de su padre, mientras los guardias acataban las órdenes de Lyann y se llevaban el coche de SHIELD para eliminarlo y evitar que los Vengadores u otros agentes de SHIELD la rastrearan.

De todas formas, ella iba a desaparecer.

Cuando las puertas de la casa protegida se abrieron, la gran mansión blanca se alzó ante ella, coloreado de un suave naranja pastel mientras el alba se alzaba a sus espaldas. Sin fijarse en aquellos detalles, Lyann se dirigió a la parte trasera y llamó a otro de los guardias que se postraban en la parte trasera de la mansión.

—Llévense el cuerpo, incinérenlo y limpien bien el carro –ordenó sin mirarlos, colocó las llaves en el llavero y entró en la casa, siendo llevada directamente a la cocina donde las trabajadoras ya casi tenían el desayuno servido.

Alguien se ha olvidado de decirles que mi padre ha muerto, pensó Lyann, y sin embargo, no se molestó en darles la noticia tampoco. No estaba cansada, sino que no tenía los ánimos y ya que ni su padre ni ninguno de sus superiores de HYDRA estaban presentes en vida como para decirle qué hacer, Lyann podía hacer lo que le viniera en gana.

Como darse un buen merecido baño de más de una hora.

No obstante, el agua caliente y jabones humectantes no pudieron alejarla de todo su embrollo con los Vengadores. Especialmente con Steve Rogers, quien estaba tan desesperado por encontrar al Soldado del Invierno, también conocido por ser el mejor amigo del Capitán América en sus tiempos.

Probablemente haya un caos en la instalación completa desde que se fue, quizás sea solo Steve y Romanoff que estén cabreados y los demás estén aliviados de haberse librado de alguien como Lyann. Tal vez lo anticipaban. Quizás esperaban que Lyann escapara de una vez por todas para analizar su verdadero potencial, sin saber que todo lo que hizo Lyann ni siquiera era el comienzo de lo que verdaderamente podía hacer.

En un principio, Lyann iba a matar a todo aquel que se le cruzaba en su camino. Era su plan, su idea de hacerles ver a los Vengadores y todo aquel que trabajaba para SHIELD qué clase de monstruo era ella, sin embargo, no hizo nada. Tal vez pensó que el número de muertos sería demasiado, pero las muertes no son algo que le importe en lo más mínimo; o quizás supuso que la sangre sería tanta que las personas no soportarían verlo, pero, nuevamente, sangre tanto de inocentes como de pecadores cubría el cuerpo de Lyann, y decir que eso le importaba sería mentir. Y aún así después de haber escapado, Lyann se dio cuenta de por qué no hizo nada.

Ellos no se lo merecían.

Claro, estaba tremendamente furiosa por lo que Clint Barton le hizo —y se aseguraría de que lo pagara—, pero Lyann... por primera vez en su vida entera no quiso matar. Tuvo sus deseos de ver sangre correr, sí, pero... con el tiempo... simplemente... desaparecieron. Y ahora en la casa protegida de su padre, metida en su "habitación" de cuatro paredes grises y sin ni una ventana, no podía parar de darle vueltas al asunto. Pero cuando el hambre le picó, Lyann salió de su habitación tras dejar salir un suspiro y caminó sin hacerles caso a los guardias que iban de aquí allí como si nada hacia la cocina, tomó su plato y regresó a su habitación a comer en silencio.

Siempre era así, todo el mundo hacía como si Lyann no existiera, solo la notaban cuando le encargaban una misión o cuando ella daba las órdenes. Como en aquel momento. Sin su padre, los guardias no tenían mucho que hacer, por lo que caminaban por la mansión y hacían lo que les venía en gana, lo que implicaba usar las habitaciones de visitantes, bañarse y viceversa. En pocas palabras, hacían como si ellos vivieran ahí, por lo que las trabajadoras nunca dejaban de hacer sus quehaceres de siempre.

Sin embargo, Lyann sí que no tenía nada más que hacer. Ya no había alguien que aclamara a La Banshee para alguna misión, que le ordenara a entrenar o que experimentaba con ella. Sus superiores estaban muertos, su padre —el mayor culpable de todo esto— también lo estaba y sin él ningún otro miembro de HYDRA u otra persona podían clamarla para hacer trabajo sucio.

La puerta de su habitación salió volando.

Lyann pegó un brinco, desprevenida, pero eso fue todo. Ella no les preguntó allá guardas que la miraban en el umbral qué querían con ella, sino que los miró a los ojos y no le hizo falta sumar dos más dos para deducir que ellos estaban ahí en su contra. Por lo que, lentamente, tomó el cuchillo que estaba utilizando para comer y colocó la bandeja a un lado con toda la delicadeza del mundo, y se paró de la cama.

Y sonrió.

—¿Empezamos?

El primero que se lanzó a su ataque envió su puño aferrando una daga que Lyann esquivó agachándose, aprovechando la desventaja de su oponente para clavar y arrancar rápidamente el cuchillo en la parte trasera de su muslo derecho. Cuando el hombre chilló de dolor, Lyann ya se estaba ocupando de dos guardias más.

Esquivó, atacó, esquivó y pataleó todo lo que el espacio entre los guardias le permitía, y cuando uno de ellos rodeó su cuello para asfixiarla y golpear su cabeza contra la pared, Lyann se movió con rapidez para caminar en ella y pasar por encima de su oponente, pateando en el proceso al otro guardia en el rostro. Y aprovechando aquellos deliciosos segundos, tomó una daga que se encontró en el piso, golpeó al guardia que quiso asfixiarla con su rodilla y cortó el cuello del otro guardia con la daga, girándose rápidamente como un torbellino hacia el otro guardia que empezaba a incorporarse para seguir peleando y clavar la daga justamente en su corazón.

Jadeante, Lyann se giró para ver si más guardias iban a por ella, pero al ver que solo tres guardias fueron los únicos que estaban ahí, parte de ella se relajó. Sin embargo, eso no decía que el peligro se estaba controlado, pues cuando Lyann salió sigilosa como un gato de su habitación y caminó por el pasillo que la llevaba a la sala de estar y a la cocina, que vio a las trabajadoras apiñadas unas a otras, temblando de miedo, supo que algo andaba mal.

Que la querían a ella.

—¡Cuidado!

Lyann esquivó por los pelos el balazo que iba hacia su cabeza inclinándose a un lado y cuando vio que otro de los guardias iba a golpearla con el arma, Lyann sin pensarlo tomó la jarra de la repisa a su derecha y se la estampó en la cabeza, aturdiéndolo. Le arrebató la pistola y sin parpadear disparó dos veces a su cabeza.

—¡Lárguense de aquí! —les gritó a las trabajadoras, quienes no dudaron en huir como alma que lleva al diablo.

Pronto, Lyann se vio rodeaba por siete guardias, todos armados. Y así de pronto como ella se vio acorralada, Lyann se metió en su perfil de Asesina, respirando hondo y cerrando los ojos para dejarse llevar por el arte de matar, para dejarse llevar por las manos de su amiga La Muerte para regalarle un par de almas que pudiera atormentar. Y cuando el primer oponente dio la primera movida, el torbellino asesino empezó.

No había nadie que la parara. Lyann era imparable de por sí, un alma del diablo obedeciendo los siniestros deseos de su amo oscuro, complacida de sentir la calidez de la sangre de sus oponentes a medida que ellos iban cayendo uno a uno a los pies de La Muerte Encarnada. El piso estaba resbaloso de tanta sangre derramada, pero eso no detuvo a Lyann de seguir matando, descuartizando, destrozando todo aquel que se interponía en su camino. Ella no dudaba, no pensaba siquiera a la hora de mandar un puñetazo, de hacer que la tierra misma tiemble ante su grito de pena y dolor, ese que dejaba a sus oponentes con el cerebro frito y las oídos sangrando.

Lo que empezó con siete cadáveres, terminó con quince cuerpos a su alrededor, y aquel que terminó en la línea que separaba a la vida y la muerte no duraba ni dos respiros vivo, pues Lyann no aceptaba ver a cualquiera de ellos con el placer de tener su corazón latiendo, simplemente. Los quería ardiendo en el infierno, no importa si hicieron algo o no para que La Banshee se pusiera en su contra.

Lyann se quedó ahí parada en medio del silencio, en medio de la muerte, observando las vidas que acababa de arrebatar sin piedad alguna, sintiendo las voces en su cabeza gritar y gritar y gritar con tal furia, con tal sed que Lyann estuvo cerca de taparse los oídos y oprimirse las sienes.

De repente, del silencio de muerte surgieron aplausos.

Lyann se giró como un rayo ante el sonido, quedándose totalmente rígida ante la persona frente a ella.

—Debo admitir que pensé que mis chicos iban a durar más.

Gerard L'Dubbo le dio a Lyann tal sonrisa que hizo que los truenos rugieran en el cielo entero, acompañando a la furia de Lyann.

—Creo que te subestimé, Experimento 31-A.

Lyann estaba tan distraída en el señor L'Dubbo, uno de los inversionistas que apoyó a su padre para convertirla en el arma más oscura que HYDRA ha tenido jamás, que no reparó en el soldado que se le acercaba por detrás hasta que la jeringa con el sedante fue clavado en su cuello, enviándola rápidamente a la profundidad del sueño.

Bueno, bueno, han pasado semanas desde la última vez que publiqué aquí, pero me estaba asegurando de que esté capítulo esté perfectamente escrito. Y a decir verdad, amé como quedó el capítulo.

¿Y a ustedes?

Lamento la tardanza, pero sepan que me tardo para que tengan lo mejor de lo mejor aquí.

Love,

Wolf Queen

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