VII | La Asesina
TRES SEMANAS DESPUÉS Y LYANN EVANS HA CREADO UN MURO DE HIELO A SU ALREDEDOR CON TAL DE EVITAR A LOS AGENTES DE SHIELD. Tres semanas después y Lyann Evans ha creado un muro de hielo a su alrededor con tal de evitar a los agentes de SHIELD. Tampoco se esforzó en usar su voz, ni lo intentó, por lo que los susurros en su cabeza y los deseos de muerte de su alma no la dejaban dormir, la volvían loca... Loca a tal punto de querer gritar, y gritar, y gritar hasta que sus pulmones no lo soporten más, hasta que se desgarren sus cuerdas vocales, que las almas en pena del infierno y las en gloria del paraíso la escuchen.
Hasta que la tormenta rugiera con ella.
Hasta que su amiga La Muerte estuviera satisfecha.
Así que, para despejarse, más en sus momentos de insomnio, entrenaba. Luchaba, luchaba y luchaba, usando las paredes a su favor para dar piruetas y bloqueos, patadas por acá, puños por allí y uñas y dientes por allá. Comía el desayuno, luego entrenaba y entrenaba, descansaba y leía algunos libros que Steve Rogers le traía, almorzaba, descansaba y entrenaba otra vez, leía a modo de receso y entrenaba hasta que la cena llegara, y cuando no podía dormir, también entrenaba.
De vez en cuando, Steve Rogers ordenaba que sacaran a Lyann a tomar aire, para hacerle saber que no era una "prisionera" en las instalaciones. Lyann no se quejaba, pero a la vez se aguantaba las ganas de reírse en la cara del Capitán América.
Básicamente le estaba dando un tour por todo el lugar. Y era una ventaja.
Para escapar.
El camino de regreso a la celda se interrumpía con la habitación de armas. Otro grave error de Steve Rogers, llevarla por ése lugar. Poco a poco, con cada "paseo", Lyann tomaba piezas y piezas, municiones y armas blancas, y las escondía en su abrigo, que le permitía meter lo que tomaba bajo las mangas bastante bien. Después, luego del toque de queda, Lyann esperaba dos horas, que era cuando la cámara se apagaba por quince minutos, y Lyann hacía un chequeo de todo lo que había tomado "prestado".
Tras tres semanas, Lyann se las ha manejado para conseguir lo necesario para armar una pistola y se aseguró de tomar un bloqueador de sonido para que cuando lo usara, nadie la escuchara. La pistola era por si acaso, se repetía una y otra vez Lyann mentalmente, porque su mejor arma era el grito desgarradoramente letal que ella producía. Solo necesitaba usar la potencia necesaria para causar el daño necesario.
Durante esos días, Natasha Romanoff iba a su celda para hacerle más preguntas sobre otros proyectos de HYDRA. Lyann le contaba todo entre mentiras y verdades, enredándolo todo, nudo tras nudo en la red, para asegurarse de que nada saliera de su lugar. Y durante todo ese tiempo Lyann mantuvo el ritmo: entrenando y leyendo, paseando y "tomando prestado" hasta que ideó un plan, y aquel día, tormentoso y gris, Lyann supo que ése era su momento.
Esta vez, nada ni nadie la detendría.
Entre el silencio de su celda, entre los susurros de su mente, de su desbocado corazón, en el toque de queda, dos horas después, el punto rojo de la cámara de su celda se apagó lentamente. Y Lyann se puso en marcha.
Rápidamente tomó la pistola que armó y el silenciador y los escondió tras la espalda, cogió el destornillador y el alicate eléctrico y con pasos sigilosos se aproximó a su puerta. Usó la herramienta para abrir la caja que mantenía su puerta cerrada eléctricamente y buscó rápidamente el cable rojo, lo cortó con cuidado y luego procedió a cortar el cable verde.
El seguro de su puerta hizo clic, abriéndose.
Una sonrisa felina se curvó en sus labios.
Cuando salió, lo hizo rápido, rodeando sus brazos alrededor del cuello del oficial a su derecha y al otro a su izquierda enrolló sus piernas ágilmente en el mismo lugar, y los tres cayeron mientras Lyann los dejaba lentamente inconsciente al ejercer fuerza con sus extremidades. Cuando dejaron de moverse, Lyann los soltó y los metió en su celda, poniendo una nueva combinación y se alejó de ahí.
Paso uno, completado.
El camino a la Sala de Control era sencillo. A veces algunos agentes pasaban por ahí cuando era necesario, y sin embargo, mayormente se comunicaban con la Sala de Control mediante los radio-comunicadores. Además, las cámaras siempre estaban colocadas en las esquinas y los cables que las conectaban entre sí estaban a la vista, propensas al alicate eléctrico de Lyann.
Para cuando Lyann llegó a la Sala de Control, un simple silbido sobrenatural y los agentes de aquella habitación sufrían una agonía cerebral intensa, como si sus cerebros se calentaran tanto que estaban por freírse. Al final, cayeron inconscientes en el suelo. Y Lyann se puso a maquinar otra vez.
Hizo una repetición del momento en que se "dormía" una vez que toque de queda sonó, repitió las escenas donde aparecían agentes caminando por los pasillo que ella caminó y borró las partes en las que ella se veía antes de cortar los cables. Una vez todo limpio y bien borrado, Lyann acomodó a los agentes en las sillas nuevamente y salió.
Paso dos, completado.
Ahora, el camino al garaje era otra cosa. Complicado, sí, pero nada que Lyann no pudiese controlar. Su corazón latía como loco, ansioso, la adrenalina corriendo por sus venas, aumentando sus ganas de salir a la libertad y sentir el viento en su rostro, la lluvia en su piel y el sol en su cabello. Si nunca le había importado ni un poco SHIELD, ahora los odiaba.
Todo aquel que la amenazaba de ésa forma como lo hicieron ellos, se volvía el enemigo de Lyann.
Así que canalizó su furia, la sed de venganza, la rabia, la malicia, la oscuridad de su alma y creó una fuente de poder con todo eso, que iba creciendo y creciendo como la llama que le ponen leña, ardiendo, quemando, y alzándose arriba, arriba, arriba, cubriéndola y envolviéndola en su burbuja.
La calma en la tormenta.
Y la lluvia empezó a caer cuando Lyann se topó con los diez agentes del garaje, estruendosa, poderosa.
Como ella.
Los agentes, que se pasaron años entrenando para poder tener el trabajo que tenían, caían uno a uno, sometidos ante el poder de Lyann, ante el grito, sus pulmones, sus puños, su fuerza. Ella, con diecisiete años, pudo con nueve hombres y acabó sin ni un rasguño, solo con el cabello revuelto.
Entonces, Lyann sacó el arma y apuntó al último agente que quedaba en pie.
El hombre, asustando y temblando, dejó que su arma se deslizara de sus manos hasta caer ante sus pies. Al verlo alzar las manos, Lyann sonrió, victoriosa.
—¿Sabes conducir? —le preguntó, y al ver que no respondía, quitó el seguro de la pistola—. Te he hecho una pregunta.
—Yo... Sí, sí sé conducir, se-señorita.
Lyann desvió los ojos por una fracción de segundos.
—Tú me sacarás de aquí —dijo dulcemente—, y yo no te mataré. ¿Trato hecho?
El agente asintió frenéticamente y ella lo siguió cuando fue a tomar las llaves del todoterreno negro bien pulido, dejó que se subiera él primer y luego se montó ella en los asientos traseros. No hablaron, el agente temeroso de sufrir el mismo destino que sus compañeros: acabar tan aturdidos que le sangraban los oídos... o muertos.
Lyann simplemente absorbió su miedo como si de un bocadillo se tratase y no le hizo caso, disfrutando de lo cerca que estaba de ser libre.
—¿Se va temprano, Señor? —le preguntó uno de los oficiales de guardia en la puerta de entrada.
El agente que conducía sonrió como si nada pasara y asintió.
—Sí, mi esposa me espera con una sorpresa —el agente le guiñó un ojo—.Ya sabes de lo que hablo.
El guardia carcajeó fuertemente y lo dejó salir.
—No te detengas hasta que yo te diga —ordenó fuertemente Lyann, sin siquiera mirarlo por el retrovisor, mirando el cielo nocturno nublado, contemplando los relámpagos que alumbraban el cielo por segundos.
Y así estuvieron, callados durante una media hora, y hasta que Lyann no pensó que estaban lo bastante lejos de las instalaciones de SHIELD, ella no le ordenó al agente que se parara en medio de la nada.
Como una pantera que observa a su presa desde lo alto de un árbol, Lyann observó al agente en el piloto por el retrovisor. Él evitaba mirarla a toda costa, pero cuando trataba de asegurarse si ella había dejado de mirarlo, el agente juró ver sus ojos completamente negros.
Eso casi lo hace chillar, asustado, y simplemente olvidó todo y salió del auto, en medio de la nada.
Sin embargo, él no se esperaba tener a Lyann postrada junto a su puerta, quien la cerró de un golpe, casi majando sus dedos. El agente chilló esta vez, haciendo sonreír a Lyann. Oscura, sin corazón, ésa era Lyann, la Lyann que HYDRA creó. La Asesina, La Tormenta, El Monstruo, La Diabla.
La Banshee.
—¿Ibas algún lado?
El agente negó rápidamente, totalmente capaz de escucharla a pesar de estar encerrado en el auto.
—Eres un mentiroso, ¿lo sabías? —siguió hablando Lyann, y, sin dejar de mirarlo, todavía con su sonrisa, sacó el silenciador y calmadamente lo colocó en la pistola.
El agente tragó duro y se atrevió hablar.
—¿Por qué lo-lo dices?
Lyann se echó a reír, psicópata y maliciosa. Una hiena.
—Porque tú no tienes esposa. Tampoco tienes hijos —Lyann ladeó la cabeza—. ¿Quieres saber cómo lo sé?
El agente no respondió, pero lentamente salió del todoterreno cuando Lyann le pidió que saliera. Intentó ocultar el temblor de sus manos, sus rodillas, pero era inútil, ella lo veía todo. Sabía lo que hacía.
—¿Todavía quieres saber cómo sé que eres un mentiroso? —preguntó nuevamente Lyann, y como el agente vio que no tenía opción, asintió.
Lyann dio un paso hacia él, y el agente instintivamente dio uno hacia atrás, chocando con el carro. Lyann lo oyó gemir de miedo. Lyann sonrió.
La Diabla.
Entonces, rugió:
—¡Salve HYDRA!
Y el agente, de forma inconsciente, de forma leal, repitió:
—¡Salve HYDRA!
El disparo dio justo entre sus cejas, la sangre manchó la ventana del auto y Lyann dio un paso al lado para dejar que el cuerpo cayera. Lo observó por un rato, fría y oscura, vengativa y vacía, sintiendo el arma caliente contra su mano, el cosquilleo del poder del disparo.
La Asesina.
Paso tres, completado.
Hace un mes y veintinueve días que fue mi última actualización, y lamento muchísimo la tardanza. Tenía muchas cosas que editar aquí en Wattpad, seguir con mis otras historias, editar aquellas de borradores, terminar de leer libros. Y para colmo, empecé las clases a mitad de Agosto y es mi último año, así que todo viene fuerte y tengo que estar concentrada si quiero acabar bien mi último año en bachiller.
Pero lo importante aquí es que no me he olvidado de esta historia como algunas que están en mi perfil, que me avergüenza mucho, pero simplemente la inspiración y las ganas de seguir con esas historias simplemente ya no las tengo.
¡Volví, gente!, y eso es lo que importa.
Espero que les haya gustado éste capítulo (me ha tomado mucho hacerlo). PEQUEÑA ACLARACIÓN: la única persona que Lyann mató en este capítulo fue al agente del final, a los otros los aturdió. Sé que quería que los matara a todos, pequeños diablillos, pero no, toda esa maldad tengo que reservala para lo mejor ;)
Pd: gracias a todos esos lectores que han sido tan lindos y han apreciado lo que escribo, les agradezco los cumplidos, que para mí son más que eso. Me alientan a seguir y me enorgullecen, me hacen sentir bien conmigo misma, sabiendo que a la gente le gusta lo que escribo. Muchísimas gracias, no tienen idea de lo mucho que lo aprecio <3
Mucho love desde RD,
Wolf Queen
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