IX | Sesión de castigos
[CAPÍTULO DEDICADO A LA LEYENDA QUE NOS ACABA DE DEJAR:
STAN "THE MAN" LEE]
Lo primero en lo que Lyann se fijó cuando regresó de la inconsciencia, fue el hecho de que estaba atrapada, grilletes se cerraban alrededor de sus muñecas. Lo segundo que sintió fue la sensación de estar suspendida, gracias a que las cadenas que la alzaban desde el techo, manteniéndola con los pies apenas y rozando el suelo. Lo tercero que notó fue la celda y el hedor que cubría el aire.
Suspendida y sintiendo una dolorosa tensión en los hombros, brazos y muñecas, Lyann suspiró, sabiendo que había personas observándola a través del espejo que cubría gran parte de la pared frente a ella. Y mientras vio a dos soldados entrar por la pesada y fuerte puerta de hierro, no esperó más y enredó las piernas alrededor del cuello del soldado que más cerca tuvo, lo torció y se escuchó un crac. Al siguiente le dio una patada en el rostro y aprovechando los segundos de distracción, Lyann tomó impulso con sus piernas, las elevó y las dejó caer. El golpe las recibió sus cadenas, y con eso, una de ellas se desprendió del techo, dejando a Lyann casi libre.
Ella no esperó más, tomó una bocanada de aire y gritó hacia el soldado con la nariz rota. Este voló hacia atrás, chocando y rompiendo el cristal de la pared. Gruñendo, Lyann tomó la pistola de su primer oponente caído y disparó hacia el grillete en su muñeca izquierda. La bala le rozó apenas, y una vez libre, Lyann se enrolló la cadena que aún le colgaba de la mano derecha y se dispuso a usarla como una especie de látigo. No conocía el lugar en el que estaba, pero eso no importaba, se dijo, se haría con la salida de una forma u otra.
Y tenía que darse prisa si no quería que él apareciera.
Así que Lyann atacó y mató sin parar, decidida a escapar una vez más de otro confinamiento. Supuso que los soldados y sargentos con los que se cruzó tenían algún tiempo sin tener un combate, pues estaban desgastados y despistados, lo cual, a estas alturas, era una ventaja maravillosa para Lyann. No podía darse el lujo de perder tiempo. Por lo tanto, no dudó y no vaciló al momento de usar sus dotes para matar y descuartizar, demasiado enfocada en encontrar una estúpida salida.
Sin embargo, se encontró con él.
Gerard L'Dubbo le sonrió de una forma tan cínica que los vellos se te erizaron.
No obstante, Lyann estaba muy inquieta, había demasiada adrenalina corriendo por sus venas como para encontrar alguna forma de pensar con claridad. Solo estaba actuando porque sí, pues estaba tan estúpidamente cansada. Analizar, pensar, crear un plan de huida para liberarse de SHIELD no fue tarea fácil, y no se esforzó para terminar atrapada otra vez.
Pero Gerard, mejor conocido como el Anciano Loco, hombre que trabajó mano a mano con Tamlin Evans para crearla, tenía otros planes.
De alguna manera, incluso antes de que Lyann lo anticipara, una pistola salió de dentro de su chaqueta y lo siguiente que Lyann supo fue que un dardo se clavó en su hombro izquierdo. Con un jadeo, cayó de rodillas y terminó boca arriba, totalmente incapaz de mover algún miembro de su cuerpo, atrapada en un estado de parálisis. Ahí, tirada en el piso, vio a Gerard alzarse sobre ella con una sonrisa de lado.
Fue la idea del Anciano Loco de convertir a Lyann en lo que ella era hoy. Fue su idea de torturarla cuando le diera la gana, de ser tan cínicamente cruel con todo respecto al Experimento 31-A del Proyecto Oscurus.
Lo siguiente que Lyann supo fue el pie que viajó en su dirección y la noqueó.
Cuando tenía cinco años, Lyann recibió su primer castigo. Incluso ahora, doce años después, lo recordaba como si fuese ayer. El cómo sus gritos y pedidos de ayuda desgarraban su garganta, el ardor que sintió en las zonas heridas, las increíbles punzadas de dolor que recorrían el pequeño cuerpecito que tenía. Sin embargo, lo que poco a poco terminó marcando a la pequeña de por vida fueron los electrochoques cerebrales.
Con cinco años, Lyann recibió tal tortura cerebral que poco a poco se olvidó de las estupideces en las que soñaba, las cosas que imaginaba, los juegos infantiles que jugaba. Se olvidó de ser una niña, porque ellos le quitaron el lujo de tener algo de niñez. Se olvidó de reír, se olvidó llorar, y solo quedó esa furia que llevaba dentro, aquella forja que nunca se apagaba.
Esos susurros que nunca se callan.
Por eso, cuando despertó sintiendo los conocidos electrochoques recorriendo su cuerpo entero, paralizándola, obligándola a apretar tanto la mandíbula mientras gritaba de dolor, Lyann supo que regresó a la realidad que solo ella conocía.
Pasó unos treinta segundos —demasiado lentos— cuando la tortura cerebral llegó a una pausa y Lyann se quedó ahí, toda sudorosa, semidesnuda de la cintura para arriba, atada de las muñecas y tobillos a la Camilla de Torturas mientras Gerard L'Dubbo se posaba a su lado con un portapapeles en las manos y una bata blanca.
—Debo decir que su resistencia ha mejorado bastante, Oscurus.
Oscurus. Ése era el nombre que le había puesto por ser la prueba viva de que el Proyecto Oscurus haya funcionado tan exitosamente. Y siendo sincera, Lyann lo detestaba.
—Y sus trabajos han sido deliciosamente exitosos —Gerard le sonrió.
Hablaba de sus misiones, Lyann estaba segura. Sin embargo, sabía que Gerard estaba furioso porque Tamlin Evans —padre de Lyann— estaba obligado a mantener al Anciano Loco bien informado respecto a las misiones y trabajos que le asignaban a Lyann. Y él no cumplió con su promesa en los últimos años.
—No obstante, han habido algunos percances en estos últimos días —Gerard se pegó el portapapeles al pecho y le dio una extraña sonrisa a Lyann—. ¿O me equivoco, Experimento 31-A?
Lyann tragó saliva. No podía hacer nada más que responder a las preguntas de su superior, porque defenderse ya no era una opción. En primera, no había forma de librarse, pues de intentarlo, sufriría un segmento de torturas interminables, de esos que Lyann conocía tan bien. Y en segunda, Gerard siempre ha sido más precavido que su padre, por lo que Lyann sabía que él había neutralizado sus poderes porque apenas y sentía los susurros en su cabeza, en su alma.
—Sí, señor. Hubo percances —respondió Lyann lo más claro que pudo. Le dolía la garganta.
—¿Y qué clase de percances hubo, Oscurus?
Lyann tragó saliva otra vez, apretando la mandíbula y evitando el contacto visual. Porque sí, Lyann temía de Gerard L'Dubbo.
—Experimento 31-A, ¿qué problemas hubo?
—SHIELD —Lyann cerró los ojos—. SHIELD pasó.
Los gritos de Lyann llenaron la habitación completa e incluso los pasillos, en conjunto con el zumbido de los electrochoques que recibía su cuerpo. Lyann incluso olió el hedor a piel quemada, ahí donde le dieron el electrochoque en su cadera izquierda.
Gerard se le pegó al oído y Lyann pegó un sobresalto.
—¿Y qué fue lo que te pedí, Oscurus?
Que jamás, jamás se metería en problemas con SHIELD.
Después, Lyann fue sometida a su acostumbrada sesión de castigos.
No tienen idea de lo mucho que me duele la pérdida de Stan, este hombre marcó muchísimo lo que fue mi etapa de pubertad, donde más necesité de un héroe en el que apoyarme. Él no solo me dio uno, sino varios héroes en los que puedo apoyarme y sentirme, de alguna manera, segura.
Sin Stan, Marvel nunca será el mismo. De verdad que me intriga qué será de MCU ahora, y me gustaría ver qué seguirá después de esto.
Lo más importante aquí es que Stan nos dejó su magnífico legado de increíbles personajes para que nosotros hagamos las historias que siempre hemos querido, así como él lo hizo.
Stan jamás será olvidado. Jamás.
Excelsior, señoras y señores. Excelsior.
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