27 | Hermione rebelde
XXVII. REBEL HERMIONE
Allison dormía mejor que desde hacía mucho tiempo. Se había quedado pensando en el beso con George, y no había tardado más de dos minutos en quedarse completamente frita.
Su calma se vio interrumpida por todos los gritos y el alboroto que se escuchaba afuera.
—¿Qué demonios? —mustió Allison con voz somnolienta.
—¿Habéis gritado vosotras? —cuestionó Lavender.
—No ha sonado tan cerca —repuso Hermione—. Debe de haber sido en el lado de los chicos.
—Pero si sonaba como una chica —murmuró Parvati, levantándose de la cama y frotándose los ojos. Al parecer, Allison había sido la última en despertar, porque su lámpara era la única apagada.
Lavender y Parvati fueron las primeras en abrir la puerta y salir, seguidas de Allison y Hermione. Por el pasillo, muchas cabezas asomaban por las puertas, y la gente acudía a la Sala Común.
Allison también se dio cuenta de que se había dejado la bata en el cuarto, cuando se percató de que sus compañeras estaban atándosela. Le quitó importancia cuando escuchó las voces de Harry, Ron y los demás chicos de su habitación. Pasó entre toda la gente que había al final de la escalera y se colocó en primera fila, viendo cómo los cinco chicos estaban en medio de la sala.
—¿Por qué armáis tanto jaleo? —preguntó alguien.
—¡La profesora McGonagall nos ha mandado acostarnos!
—Estupendo, ¿continuamos? —preguntó Fred, demasiado animado para acabar de despertarse.
—¡Todo el mundo a la cama! —ordenó Percy, entrando con prisa en la sala y colocándose su insignia de Premio Anual en el pijama.
Allison se apresuró a acercarse con los chicos.
—Percy... ¡Sirius Black! —dijo Ron, con voz débil—. ¡En nuestro dormitorio! ¡Con un cuchillo! ¡Me despertó!
Todos contuvieron la respiración.
—¿Te golpeaste la cabeza? —cuestionó Allison con miedo.
—¡Absurdo! —dijo Percy con cara de susto—. Has comido demasiado, Ron. Has tenido una pesadilla.
—Te digo que...
—¡Venga, ya basta!
McGonagall acababa de llegar, y los miraba a todos furiosa.
—¡Me encanta que Gryffindor haya ganado el partido, pero esto es ridículo! ¡Percy, no esperaba esto de ti!
—¡Le aseguro que no he dado permiso, profesora! —dijo Percy, indignado—. ¡Precisamente les estaba diciendo a todos que regresaran a la cama! ¡Mi hermano Ron tuvo una pesadilla...!
—¡NO FUE UNA PESADILLA! —gritó Ron, dándole un susto a Allison, a quien le había chillado al lado del oído—. PROFESORA, ME DESPERTÉ Y SIRIUS BLACK ESTABA DELANTE DE MÍ, CON UN CUCHILLO EN LA MANO!
La profesora McGonagall lo miró fijamente.
¿Hablaba Ron enserio? Allison miró a su hermano, en busca de una respuesta. Harry se encogió de hombros, él no había visto nada. Aún así, Allison creía a Ron. Sabía de lo que era capaz Sirius Black. Tan solo era cuestión de tiempo que entrara al castillo de nuevo.
—No digas tonterías, Weasley. ¿Cómo iba a pasar por el retrato?
—¡Hay que preguntarle! —exclamó Ron, señalando con el dedo la parte trasera del cuadro de sir Cadogan—. Hay que preguntarle si ha visto...
La profesora McGonagall abrió el retrato y salió.
—Sir Cadogan, ¿ha dejado entrar a un hombre en la torre de Gryffindor?
—¡Sí, gentil señora! —gritó sir Cadogan.
Definitivamente había entrado.
No se escuchaba una simple respiración dentro de la Sala Común. Las caras de sorpresa, angustia y pánico eran notables entre todos los presentes.
—¿De... de verdad? —preguntó la profesora McGonagall, con voz temblorosa—. Pero ¿y la contraseña?
—¡Me la dijo! —respondió con arrogancia sir Cadogan—. Se sabía las de toda la semana, señora. ¡Las traía escritas en un papel!
El rostro de la profesora cuando volvió a cruzar el retrato podría aparecer en las pesadillas de cualquiera. Parecía totalmente enfadada y confundida al mismo tiempo.
—¿Quién ha sido? —preguntó con la misma voz temblorosa—. ¿Quién ha sido el tonto que ha escrito las contraseñas de la semana y las ha perdido?
Neville levantó su mano lo más lento que pudo.
Oh, pobre chico.
* * *
Los días siguientes a aquel fueron un caos. Allison se sentía perdida, y su cabeza daba vueltas y vueltas a dos temas: Sirius Black y George Weasley.
Por un lado, su padrino había logrado entrar a la mismísima habitación de Harry, y había estado a punto de acuchillar a Ron. Cosa que él no dejaba de contar, y las chicas de segundo curso estaban encantadas de escucharle una y otra vez. Allison estaba harta de oírle exagerar sobre lo sucedido, pero entendía a Ron. Porque juraba por Godric Gryffindor que ella hubiera hecho lo mismo si por una vez obtuviera más atención que el grandioso Harry Potter.
Así que, mientras Ron estaba en su nube de popularidad, Allison se debatía cómo demonios había conseguido Sirius Black entrar en el castillo. Más específicamente, en la habitación de Harry. Y se imaginaba lo que hubiera pasado si Sirius no se hubiera confundido de cama, porque si en lugar de Ron hubiese desgarrado las cortinas de Harry, ya podían darlo por muerto.
La otra parte de su cerebro le daba vueltas a lo que había sucedido tan solo horas antes, en el patio. George no salía de su cabeza, a pesar de que debería tener que preocuparse más por el asesino suelto, ella seguía recordando cada detalle de lo sucedido.
Tampoco tenía claro si George quería que hablaran sobre ello. Siempre que se veían por los pasillos o en la Sala Común, se saludaban y charlaban como si nada con los demás. No tenían oportunidad de estar solos, de todas formas, porque habían instalado todo tipo de nuevas protecciones en el castillo. Hasta habían colocado a unos trolls en la entrada de la Sala Común de Gryffindor.
Y Allison decidió que lo más sensato en esos momentos, era preocuparse por Lizzy. Porque la pobre niña se había quedado muy asustada tras recibir las noticias de que su padre había estado dentro del colegio, de nuevo. Allison desayunaba, comía y cenaba en la mesa de Ravenclaw, en algunas ocasiones acompañada de Harry.
—Tienes que comer más, Lizzy —le avisó la pelirroja—. No puedes quedarte desnutrida.
—No tengo hambre. —Eliza simplemente daba vueltas a la sopa con la cuchara.
—Come, vamos —ordenó Cameron, sentado al lado derecho de la pelinegra.
Los últimos días, Allison y Cameron habían hablado entre ellos, mientras Liz fingía que se encontraba perfectamente. Al principio Cameron estaba muy incómodo con la presencia de la pelirroja —Eliza le había dicho que era muy tímido con la gente que no conocía—, pero poco a poco fue mostrando más su fuerte carácter.
—He dicho que no —farfulló Liz en respuesta.
—Y nosotros decimos que sí. Te has comido cuatro cucharadas.
—Tu padre no está dentro del plato, puedes comértelo segura —le susurró Cameron al oído, aunque lo suficientemente alto como para que Allison escuchara.
—No andes diciendo esas cosas por ahí, Nott —rechistó.
—No me ordenes qué hacer, Potter.
—Callaos —chistó Eliza, molesta con ambos—. No me calma que discutáis.
—Solo intentaba ayudar —replicó el chico, cruzándose de brazos.
—Y yo.
—Bien, pues quedaos en silencio —repuso ella, llevándose al fin una cucharada a la boca.
—Vale —accedió Allison, encogiéndose de hombros.
—Sí, está bien, Eli.
La mañana siguiente fue la primera vez que Allison no desayunó con Liz. Harry y ella recibieron una carta de Maddy, que trajo su lechuza.
Queridos Allison, Harry y Eliza:
Quería deciros que, aunque supongo que no ibais a hacerlo, no será posible que vengáis a casa ninguno de los tres para Pascuas. No puedo deciros por qué todavía, cuando pasen esas fechas lo sabréis.
Dumbledore me contó lo que sucedió, y espero que todos os encontréis bien. ¿Ron no sufrió nada, verdad? Sé que debería haberos escrito antes, espero que entendáis que últimamente no he tenido tiempo de nada.
Necesitaba hablar de algo muy urgente con mi jefa, la señora Strout, sobre un tema de alta importancia del trabajo. Supongo que comprenderéis.
De todas formas, ¿cómo os encontráis los tres? Espero que Liz no lo lleve muy mal, sé que cuando empieza a pensar y pensar en las cosas se pone muy paranoica. Liz, cielo, estarás bien, me estoy encargando de eso.
Y vosotros dos, espero que os vaya fenomenal el partido contra Slytherin y ganéis la Copa de Quidditch. ¡Necesitamos una victoria!
Os quiero mucho.
Maddison
—¿Qué crees que quiere decir que se está encargando de ello? —inquirió Harry.
—No lo sé... Se le nota agobiada. Casi tanto como Herms.
—¿Y qué será lo que pasa para que no podamos ir en Pascuas? No es como si pudiéramos, pero es raro...
—Bastante extraño. Será trabajo.
—Si lo fuera nos lo diría —argumentó el pelinegro.
—Ya nos lo contará...
—Allison, ¿te ocurre algo?
Harry notaba muy rara a su hermana. Ella siempre hacía miles de preguntas sobre temas sin importancia, y ahora que tocaba algo realmente interesante, no mencionaba nada.
—No —mintió.
Lo cierto es que no se conseguía sacar a George de la cabeza. Había tratado de hablar con él por la mañana, pero Lee prácticamente había secuestrado a George antes de que ella pudiera decirle nada. Así que se sentía frustrada, porque quería aclarar lo que fuera que había sucedido entre los dos.
—Sé que sí.
—¿Y por qué preguntas?
—Para darte la oportunidad de ser sincera.
Allison resopló. ¿Debería contarle? Ya se lo había explicado todo a Hermione, incluso les había comentado lo del beso a Lavender y Parvati... No perdía nada.
—El día del partido George y yo nos besamos, y no hemos hablado de ello todavía. No sé si me evita o solo es que no tenemos tiempo a solas...
—Ah... —Harry se había colorado un poco—. No te preocupes, seguro que dentro de nada podréis hablar tranquilamente.
—¿No te parece mal que haya besado a George?
—No, ¿por qué iba a hacerlo?
Allison se encogió de hombros, realmente no sabía por qué.
—Eres mi hermano. Se supone que son sobreprotectores y toda esa basura.
—No me malinterpretes. Si George te hace daño, no me quedaré de brazos cruzados. —Harry le sonrió.
—Qué bonito —suspiro ella, de una forma exagerada pero divertida—. Harriet piensa que puede ganar golpeando a George.
—No he dicho que fuera a golpear a nadie.
—¿Harriet quiere golpear a mi hermano? ¿Quién es Harriet? —cuestionó Ron, llegando al lado de los mellizos.
—Yo no... No quería decir golpearle. Pero yo...
—¿Harry es Harriet?
Ally asintió con la cabeza, divertida de la situación.
—¿Por qué?
—Tengo que darle esto a Lizzy —informó Allison, cogiendo la carta e ignorando la pregunta de Ron—. Solucionadlo vosotros solitos.
Y se marchó, dejando a Ron muy confundido y a Harry totalmente avergonzado.
Durante esos días, Allison había estado yendo algunas veces a la cabaña de Hagrid con Hermione. Sacaron tiempo de debajo de las piedras para ayudar como pudieron al caso de Buckbeak.
A menudo, Hermione lloraba con Allison cuando nadie más, a parte de Hagrid, le veía. Estaba tan estresada y agobiada con todo lo que tenía que hacer, que sumándole el estúpido enfado de Ron y Harry, simplemente no daba a basto.
Sin embargo, tener a Allison le sirvió de mucha ayuda. Era la única a la que le había confesado lo que le costaba llevar todas las materias. La pelirroja le había aconsejado mil veces que dejara alguna, Estudios Muggles o Adivinación, pero ella se negaba.
Así que, cuando esa noche Ron volvió a pasarse con Hermione, las dos durmieron abrazadas en la cama de Hermione.
Después de la reciente discusión, en la que la morena había asegurado que avisaría a McGonagall si Harry iba a Hogsmeade con la capa y el mapa, Allison decidió que al menos ella no iría. Tendría tiempo de ir los siguientes cursos, y Hermione le había hecho ver que no podía exponerse de esa manera a Sirius Black. Intentó convencer a su hermano, pero se vio que no había dado resultado.
—¿Vas a ir de verdad?
—Si tú no quieres ir, no es cosa mía.
Harry abrió el Mapa del Merodeador, y descubrió que Neville venía directo hacia ahí. Metió la mochila rápidamente en la estatua.
—¡Chicos! Había olvidado que vosotros tampoco ibais a Hogsmeade.
—Hola, Neville —saludó Harry, tratando de no verse nervioso—. ¿Qué haces?
—Nada —contestó Neville, encogiéndose de hombros—. ¿Os apetece una partida de snap explosivo?
—Ahora no... Íbamos a la biblioteca a hacer el trabajo sobre los vampiros, para Lupin —mintió Harry.
—¡Voy con vosotros! —dijo Neville con entusiasmo—. ¡Yo tampoco lo he hecho!
—Eh... ¡Pero si lo terminé anoche! ¡Se me había olvidado!
Harry miraba a Allison rogándole ayuda, pero ella estaba con la espalda apoyada en la pared y no soltaba palabra.
—¡Estupendo, entonces podrás ayudarnos! —dijo Neville—. No me entra todo eso del ajo. ¿Se lo tienen que comer o...?
Antes de que acabara de hablar, una figura apareció en el pasillo.
—¿Qué hacéis aquí los tres? —inquirió Snape, deteniéndose y mirándoles—. Un extraño lugar para reunirse...
—No nos hemos reunido aquí —explicó Harry, ya que Allison seguía sin abrir la boca—. Mi hermana y yo nos hemos encontrado por casualidad con Neville.
—¿De veras? —cuestionó Snape—. Tenéis la costumbre de aparecer en lugares inesperados —advirtió, refiriéndose a los mellizos—; y raramente os encontráis en ellos sin motivo. Os sugiero que volváis a la torre de Gryffindor, que es donde debéis estar.
Allison ni siquiera miró a Snape, simplemente empezó a andar hacia la Sala Común. No diría nada si Harry pensaba fugarse, pero tampoco pretendía ayudarle a hacerlo.
Harry montó una excusa terrible para irse, pero Neville no se dio cuenta de la mentira y entró a la sala con Allison. Así que pasaron el rato haciendo el trabajo de los vampiros. Al menos, Allison ya tenía una cosa menos de la que preocuparse.
De lo que sí que tuvo que preocuparse, y bastante, fue de todo lo que ocurrió después. Hermione y Allison avanzaron hacia Harry y Ron. Tenían pésimas noticias que darles.
—¿Has venido a darte el gusto? —preguntó Ron a Hermione, a malas—. ¿O acabas de delatarnos?
—No —respondió Hermione, temblorosa por lo que acababan de leer—. Solo creí que debíais saberlo. Hagrid ha perdido el caso. Van a ejecutar a Buckbeak.
—Nos ha enviado esto —dijo Allison, dándoles la carta.
Queridas Hermione y Allison:
Hemos perdido. Me permitirán traerlo a Hogwarts, pero van a fijar la fecha del sacrificio.
A Buckbeak le ha gustado Londres.
Nunca olvidaré toda la ayuda que nos habéis proporcionado.
Hagrid
—No pueden hacerlo —dijo Harry—. No pueden. Buckbeak no es peligroso.
—El padre de Malfoy consiguió atemorizar a la Comisión para que tomaran esta determinación —informó Hermione secándose los ojos—. Ya sabéis cómo es. Son unos viejos imbéciles y los asustó. Pero podremos recurrir. Siempre se puede. Aunque no veo ninguna esperanza... Nada cambiará.
—Hemos trabajado e investigado mucho, Hermione. Esto no puede acabar así —se negó Allison—. Buckbeak no puede morir, es injusto.
—Sí, y además algo cambiará —dijo Ron, decidido—. En esta ocasión no tendréis que hacer solas todo el trabajo. Yo os ayudaré.
—¡Ron!
Hermione agarró a Ron y le dio un desesperado abrazo, en el que rompió a llorar. El chico, que no sabía dónde meterse, tan solo acertó a dale unas palmaditas en la espalda.
Allison sonrió llena de alegría. ¡Por fin!
—Ron, de verdad, siento muchísimo lo de Scabbers —sollozó Hermione.
—Bueno, ya era muy viejo —dijo Ron, aliviado cuando se soltó—. Y era algo inútil. Quién sabe, a lo mejor ahora mis padres me compran una lechuza.
* * *
El único tiempo que tenían para poder hablar con Hagrid era en las clases de Cuidado de las Criaturas Mágicas.
—Todo fue culpa mía. Me quedé petrificado. Estaban todos allí con sus togas negras, y a mí se me caían continuamente las notas y se me olvidaron todas las fechas que me habíais buscado, chicas. Y entonces se levantó Lucius Malfoy, soltó su discurso y la Comisión hizo exactamente lo que él dijo...
—¡Todavía podemos apelar! —dijo Ron con entusiasmo—. ¡No tires la toalla! ¡Estamos trabajando en ello!
Malfoy y sus dos gorilas iban por delante, volviéndose de vez en cuando y soltando risas.
—No servirá de mucho, Ron —le dijo Hagrid con tristeza—. Lucius Malfoy tiene a la Comisión en el bolsillo. Solo me aseguraré de que el tiempo que le queda a Buckbeak sea el más feliz de su vida. Se lo debo...
Hagrid se dirigió a la cabaña, sollozando un poco.
—¡Miradlo cómo llora!
Maldito y estúpido Malfoy. ¿Puede alguien darle un puñetazo en la cara?
—¿Habíais visto alguna vez algo tan patético? —se mofó Malfoy—. ¡Y pensar que es profesor nuestro!
Ni siquiera pudo reaccionar cuando vio una mano estrellarse contra la cara de Malfoy. Allison bajó la vista a sus puños, pero ella no había sido.
Hermione le había leído la mente a la pelirroja, porque acababa de soltarle una bofetada a Draco. Allison nunca pensó que ese momento fuera a llegar, pero disfrutó como nunca al verlo.
—¡No te atrevas a llamar «patético» a Hagrid, so puerco... so malvado...!
—¡Hermione! —dijo Ron con voz débil, intentando sujetarle la mano.
—Suéltame, Ron.
Hermione sacó la varita y Malfoy se echó hacia atrás. Crabbe y Goyle lo miraron atónitos, sin saber qué hacer.
—Vámonos —musitó Malfoy.
Los tres desaparecieron.
—¡Ha sido lo más espectacular que he visto en toda mi maldita vida, Hermione! —felicitó Allison.
—¡Harry, Ally, espero que le ganéis en la final de quidditch! —chilló Hermione—. ¡Espero que ganéis, porque si gana Slytherin no podré soportarlo!
—Hay que ir a Encantamientos —murmuró Ron, mirando todavía a Hermione con los ojos como platos.
Subieron deprisa hacia la clase del profesor Flitwick.
—¡Llegáis tarde, muchachos! —regañó el profesor Flitwick—. ¡Vamos, rápido, sacad las varitas! Vamos a trabajar con encantamientos estimulantes. Ya se han colocado todos por parejas.
Se dirigieron hacia el fondo.
—Hermione —llamó Allison a su amiga. Pero cuando se giró, no había nadie tras ella—. ¿Dónde está Herms?
Los tres miraron por el aula, pero ella no estaba ahí.
—Quizás... quizás haya ido a los lavabos...
La preocupación de sus amigos por saber dónde estaba Hermione —había faltado a toda la clase de Encantamientos y a la comida— se apaciguó al verla durmiendo en la Sala Común. Tras una breve explicación en la que no les explicó nada realmente, la volvieron a ver en clase de Adivinación.
—Creía que no veríamos las bolas de cristal hasta el próximo trimestre —susurró Ron, viendo las bolas encima de las mesas.
—No te quejes, esto quiere decir que ya hemos terminado con la quiromancia. Me ponía enfermo verla dar respingos cada vez que me miraba la mano.
—¡Buenos días a todos! —se escuchó la voz de la profesora Trelawney—. He decidido que empecemos con la bola de cristal algo antes de lo planeado. Los hados me han informado de que en vuestro examen de junio saldrá la bola, y quiero que recibáis suficientes clases prácticas.
Hermione dio un bufido.
—Bueno, de verdad... los hados le han informado... ¿Quién pone el examen? ¡Ella! ¡Qué predicción tan asombrosa! —soltó, sin preocuparse de bajar la voz.
—La verdad es que tienes razón —concordó Allison, mirando seriamente la bola de cristal.
—Mirar la bola de cristal es un arte muy sutil —explicó en tono soñador—. No espero que ninguno vea nada en la bola la primera vez que mire en sus infinitas profundidades. Comenzaremos practicando la relajación de la conciencia y de los ojos externos —Ron y Allison no pudieron evitar reírse, Harry le dio un codazo a su hermana para que parara—, con el fin de liberar el ojo interior y la superconciencia. Tal vez, si tenéis suerte, algunos lleguéis a ver algo antes de que acabe la clase.
Allison trató de ver algo, pero era inútil. Cada vez que escuchaba a Ron reírse, ella soltaba una carcajada, y acababan por hartar a Harry y Hermione.
—¿Habéis visto ya algo? —les preguntó Harry después de un cuarto de hora.
—Creo que me he quedado dormida con los ojos abiertos. ¿Eso es posible? —Allison puso los ojos vizcos y luego los devolvió a la normalidad—. Olvidadlo, ya me he despertado.
—Sí, aquí hay una quemadura —dijo Ron, señalando la mesa con el dedo—. A alguien se le ha caído la cera de la vela.
—O igual lo hizo aposta, para escapar de esta clase tan aburrida —susurró Allison.
—Esto es una horrible pérdida de tiempo —dijo Hermione entre dientes—. En estos momentos podría estar practicando algo útil. Podría ponerme al día en encantamientos estimulantes.
—¿Alguien quiere que le ayude a interpretar los oscuros augurios de la bola mágica? —susurró una voz a las espaldas de Allison, sobresaltándola. Era la profesora Trelawney.
—Yo no necesito ayuda —susurró Ron—. Es obvio lo que esto quiere decir: que esta noche habrá mucha niebla.
Los tres empezaron a reír, y Allison tuvo que agarrarse la tripa para que dejara de dolerle.
—¡Venga! —les llamó la atención la profesora Trelawney—. Estáis perjudicando nuestras vibraciones clarividentes. —Se acercó a la mesa y comenzó a observar la bola de Harry—: ¡Aquí hay algo! Algo que se mueve... pero ¿qué es?
—La niebla —balbuceó Allison, que seguía partiéndose con lo que había dicho Ron.
—Muchacho... Está aquí, más claro que el agua. Sí, querido muchacho... está aquí acechándote, aproximándose... el Gr...
—¡Por Dios santo! —exclamó Hermione—. ¿Otra vez ese ridículo Grim?
Allison no sabía desde cuándo Hermione era así de contestona, pero definitivamente le encantaba.
—Siento decirte que desde el momento en que llegaste a esta clase ha resultado evidente que careces de lo que requiere el noble arte de la adivinación. En realidad, no recuerdo haber tenido nunca un alumno cuya mente fuera tan incorregiblemente vulgar.
Hubo un momento de silencio.
Esa mala bruja.
—Bien —dijo de repente Hermione, levantándose y metiendo en la mochila su libro—. Bien —repitió, echándose la mochila al hombro y casi derribando a Ron de la silla, que le acabó dando un codazo a Allison—, abandono. ¡Me voy!
—Ron, puedes irte a la... Espera, ¿qué?
Toda la clase miraba con asombro cómo Hermione se iba con paso firme del aula. Allison cada vez se sorprendía más con la Hermione de aquel día.
—¡Aaaaah! -exclamó de repente Lavender; sobresaltando a todo el mundo—. ¡Aaaah, profesora Trelawney, acabo de acordarme! Usted la ha visto salir; ¿no es así, profesora? «En torno a Semana Santa, uno de vosotros nos dejará para siempre». Lo dijo usted hace milenios, profesora.
La profesora le dirigió una amable sonrisa.
—Sí, querida. Ya sabía que nos dejaría la señorita Granger. Una siempre tiene la esperanza, sin embargo, de haber confundido los signos... El ojo interior puede ser una cruz, ¿sabéis?
—Hermione se la está buscando, ¿verdad? —susurró Ron.
—Lo que está buscando son mis felicitaciones. Mira que después de la bofetada que le dio a Malfoy pensé que no podría superarlo y... A quién pretendo engañar, el golpe ha sido mucho mejor. ¿Visteis la cara de Malfoy?
Allison y George todavía no han hablado vaya, pero Hermione ya le ha pegado a Draco y la verdad uno de los mejores momentos del libro
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