21 | Halloween III

XXI. HALLOWEEN III

El día de Halloween llegó, y todos los alumnos de tercero —menos Harry y Allison— se encaminaron a Hogsmeade, ilusionados y con muchas ganas de investigar el pueblo y comprar en las tiendas.

Remus se sentía un poco mal por los mellizos, él recordaba su primera escapada al pueblo y lo bien que lo había pasado. Así que decidió que les haría algo de compañía, y les invitó a pasar a su despacho. Acababa de recibir un grindylow, y con mucho entusiasmo se lo mostró.

La pelirroja miraba con el ceño fruncido aquella criatura verde y con cuernos que nadaba dentro del depósito de agua. Era más fea que Crabbe y Goyle, o al menos estaba muy cerca de serlo.

—Remus —empezó a hablar Allison—, si de verdad piensas que ver un bicho feo es más emocionante que ir a Hogsmeade y comprar en Zonko... Siento decirte que te equivocas.

—Es un demonio de agua, Allison. Lo voy a enseñar en nuestra próxima clase. Y es mucho más que un bicho feo. ¿Habéis visto la longitud de sus dedos?

El demonio de agua desapareció entre el espesor del agua.

—¿Queréis té?

—Sí —respondieron a la vez.

Harry fue a sentarse en la silla que parecía más cómoda, así que Allison decidió que le quitaría el sitio. Pero después de empujar a su hermano, y que este no se dejara tirar, suspiró frustrada.

Se sentó en la silla de madera al lado de Harry y apoyo los codos en la mesa. Cuando Remus tomó asiento enfrente de ellos, pudo ver que el chico tenía mala cara.

—¿Estás preocupado por algo, Harry?

—Bueno... Es que... ¿Por qué no me dejaste enfrentarme a mi boggart en la primera clase?

Su hermana, a su lado, se tensó. No se esperaba tener que volver a hablar sobre ello tan pronto, y no quería hacerlo. Harry, al igual que la mayoría de sus compañeros —por no decir todos—, no habían comprendido el significado del boggart de Allison.

—Pensaba que estaba claro —dijo Remus, algo sorprendido e incómodo.

—¿Por qué? —preguntó atónito Harry.

—No sabía si dejar que os enfrentarais a él, porque pensaba que se convertiría en Voldemort. —Allison se estremeció al escuchar el nombre, pero Harry permaneció impasible—. Allison se me escapó y... bueno, siento no haberte frenado, no deberías haberte enfrentado a eso. Así que, por si acaso, te detuve a ti, Harry.

El azabache miró con confusión a su hermana.

—Pero el boggart de Allison solo era un hombre, no era nada que diera miedo. ¿Por qué?

Allison se cruzó de brazos y se encogió en su asiento, dejando deslizar su espalda por el respaldo de madera.

—Si no entendiste lo que significaba no te lo voy a explicar.

—¿Por qué no? No puede ser tan malo...

Ella soltó un bufido. No quería hablar sobre eso.

—Creo que Harry debería saber lo que ocurrió para que pueda entenderte, Allison —opinó Remus.

Solo Maddy y él conocían la historia, Remus porque había estado presente para evitarlo, y Maddy porque debía estar al corriente de lo sucedido.

Así que, con un suspiro, se colocó bien en la silla para enfrentar la situación.

—Fue hace cinco años, yo tenía ocho. Iba por la calle con Remus, simplemente caminando, cuando me enfadé por algo. Ni siquiera recuerdo el qué, pero eché a correr todo lo rápido que pude. Para aquel entonces no controlaba mi magia, ya sabes, y Remus no me alcanzó aunque trató de seguirme... Así que giré por un callejón. —Allison miró a su hermano pero apartó la vista enseguida—. Ahí, de pie, estaba el... el hombre del boggart. Me quedé sin saber qué hacer, era un extraño y yo estaba sola. Me di la vuelta para marcharme, pero entonces me habló. Me preguntó si me había perdido, con un tono de voz áspero que me puso los pelos de punta, y quise salir corriendo. Pero me agarró del brazo.

Harry miraba a su hermana con el ceño fruncido, desconfiando de las intenciones del hombre, y confundido porque no había escuchado esa historia antes.

—Solo fueron unos segundos hasta que Remus llegó y le inmovilizó para después borrarle la memoria. Pero aquel hombre... no hizo nada. Tan solo se me quedó mirando, con esa siniestra sonrisa que recreó el boggart. Y, cuando lo hizo, fue como si... —Harry posó suavemente una mano sobre su hombro. Se había levantado de su silla, pero Allison no lo había notado hasta ese momento—. Fue como si pudiera ver absolutamente todo de mí. Me sentí tan impotente y frágil por unos segundos...

—No tenía ni idea —murmuró Harry, mirándola de una forma algo intensa.

—Lo que me da miedo no es aquel hombre —repuso Allison—. Ahora sé hacer magia, y podría con él, lo sé. Lo que me asusta es la forma en que me sentí, Harry, y el boggart calcó al pelo esa sensación. Me sentía desnuda y vulnerable —concluyó, mirando hacia el suelo. Se le habían acumulado las lágrimas en los ojos, pero no quería llorar de nuevo, así que se las guardó.

Remus salió de detrás del escritorio, y Allison se levantó para volver a abrazarle, a lo que Harry se unió.

Tres unos segundos, Allison se aclaró la garganta.

—Vale, vale, que parece que estemos en un funeral. No... no fue para tanto, no ocurrió nada realmente. No creí que ese fuera a ser mi boggart, pensaba que sería un payaso...

—El mío habría sido un dementor —comentó Harry, observando que su hermana quería cambiar de tema.

Allison volvió a sentarse en su silla, con las piernas cruzadas.

—¿Tan mal lo pasaste? —preguntó ella, con una mueca. Él asintió, aunque fue apenas visible.

—Bueno, Harry, me impresionas. Eso sugiere que lo que más miedo te da es... el miedo. Muy sensato, Harry.

—Nuestros boggarts son profundos comparados con la araña de Ron —opinó Allison, intentando darle alegría al asunto.

Antes de que nadie pudiera decir nada más, alguien llamó a la puerta. Snape entró con una copa humeante, deteniéndose al ver a los mellizos.

—¡Ah, Severus! Muchas gracias. ¿Podrías dejarlo aquí, en el escritorio? Estábamos teniendo una conversación familiar mientras les enseñaba mi grindylow —dijo, señalando el depósito.

—Fascinante —comentó sin emoción alguna—. Deberías tomártelo ya, Lupin.

—Sí, sí, enseguida.

—He hecho un caldero entero. Si necesitas más...

—Seguramente mañana tomaré otro poco. Muchas gracias, Severus.

—De nada.

Snape salió del despacho con cara de malas pulgas. Menos mal que no había entrado hacía unos minutos.

—¿Es para...?

—Sí —respondió él—, el profesor Snape es muy amable al prepararla para mí. Una pena que no admita azúcar.

Tomó un sorbito y puso mala cara.

—Si Snape lo ha envenenado, tomaré venganza —aseguró Allison, mirando con algo de temor a Remus.

—Snape no va a envenenarme, Allison.

—Bueno, él quiere el puesto de Defensa Contra las Artes Oscuras desde hace mucho tiempo —añadió Harry, al verle beber otro sorbo.

—Y le caes mal —terminó Allison, cuando Remus se acabó la copa.

—Sabe fatal —dijo él, sin hacerles caso.

Ya por la noche, Allison estaba dormida encima del hombro de Harry. Se despertó cuando escuchó voces, que eran Hermione y Ron, que ya habían vuelto de Hogsmeade. Habían echado un montón de caramelos y dulces sobre ambos hermanos.

—Gracias —dijo Harry, sonriendo.

Cada uno cogió una chuche para comérsela.

—¿Qué tal por Hogsmeade? ¿Es tan genial como parece? —les preguntó Allison.

Mientras charlaban, iban andando hacia el Gran Comedor para el banquete de Halloween.

Toda la cena fue genial. El comedor decorado, la actuación de los fantasmas... Aunque estaban tristes por no haber ido a Hogsmeade, pudieron disfrutar de aquel banquete.

Los problemas llegaron después, cuando los alumnos de Gryffindor subieron a la torre y se encontraron todos en la entrada, apretujados, y nadie avanzaba.

—¿Por qué no entran? —preguntó Ron, intentando asomarse por encima.

El retrato estaba cerrado.

—Dejadme pasar, por favor —pidió Percy—. ¿Qué es lo que ocurre? No es posible que nadie se acuerde de la contraseña. Dejadme pasar, soy el Premio Anual.

Todos se quedaron en silencio, hasta que Percy volvió a hablar. Solo que esta vez, su voz sonaba más como cuando Ron veía una araña y se quedaba muerto de miedo. No había rastro de la superioridad que intentaba aparentar.

—Que alguien vaya a buscar al profesor Dumbledore, rápido.

Apenas habían pasado unos instantes cuando el director apareció, abriéndose paso hacia el retrato. Harry, Ron, Hermione y Allison se intentaron acercar para ver qué sucedía.

—¡Por Godric! —exclamó Allison, llevándose una mano a la boca.

La Señora Gorda ya no estaba en el lienzo, en su lugar había unos enormes tajos. Algo, o alguien, había rajado el cuadro, al que hasta le faltaban trozos.

McGonagall, Remus y Snape se acercaban deprisa.

—Hay que encontrarla —dijo Dumbledore—. Por favor, profesora McGonagall, dígale enseguida al señor Filch que busque a la Señora Gorda por todos los cuadros del castillo.

—¡Apañados vais! —se escuchó una voz.

Peeves volaba por encima de todas las cabezas, contento de ver a todo el mundo preocupado.

—¿Qué quieres decir, Peeves?

Por una vez en su vida —o no-vida— Peeves no se burló de alguien. Tampoco es como si se atreviera a reírse del director.

—Le da vergüenza, señor director. No quiere que la vean. Es un desastre de mujer. La vi correr por el paisaje, hacia el cuarto piso, señor; esquivando los árboles y gritando algo terrible —dijo con alegría—. Pobrecita —añadió sin convicción.

—¿Dijo quién lo ha hecho? —preguntó Dumbledore en voz baja.

—Sí, señor director. Se enfadó con ella porque no le permitió entrar, ¿sabe? Ese Sirius Black tiene un genio insoportable.

A Allison casi se le salió el corazón del pecho.

No podía creerse que Black hubiera conseguido burlar la seguridad del castillo e irrumpir en él. Había estado en el retrato, poco antes de que ellos acudieran ahí. Podría haberles matado, incluso todavía podría hacerlo.

Se encontraban todos en el Gran Comedor, las cuatro casas. Dumbledore les acababa de comentarles que debían quedarse ahí a dormir, mientras los prefectos montaban guardia. Con un hechizo, todo el suelo se llenó de sacos de dormir rojos.

Mientras todos hablaban de lo que acababa de ocurrir, Allison solo podía pensar en encontrar a Liz y ver cómo estaba. Se dirigió en dirección a los de Ravenclaw, pero Percy la frenó.

—Todos a sus sacos, voy a apagar las luces ya, Allison —le repitió, con su voz irritante, porque al parecer no le había oído antes.

—Voy a ver a Eliza, me da igual lo que digas —refunfuñó Allison, zafándose de su agarre.

Vio a Liz a lo lejos, sentada sobre su saco, al lado de un chico —que debía de tener su edad— de pelo marrón que le sonaba de algo.

—Lizzy, ¿te encuentras bien? —le preguntó en cuanto llegó a su lado.

Ella asintió, no muy convencida.

No mucha gente sabía que Sirius Black tenía una hija, y mucho menos que era Eliza Lupin. A principios de curso, los alumnos le preguntaban si era la hija del profesor, y ella les confesaba que era su sobrina. Empezó a relajarse cuando se dio cuenta que nadie la miraba raro, que no sabían quién era su padre.

Obviamente los profesores sí lo sabían, y algunos alumnos también. Draco Malfoy, quien también era su primo segundo, la miraba con una sonrisa de malicia cada vez que se cruzaban por los pasillos. Solo esperaba que no se lo contara a nadie.

Tampoco había hecho una gran cantidad de amigos. Pasaba mucho tiempo pensando en Black y en todo lo que pasaría si les encontraba. Con la persona que mejor se había llevado era Cameron Nott, un chico alto y delgaducho, con el pelo marrón oscuro y los ojos azules verdosos. Ninguno de los dos tenía muchas más amistades, así que solían pasar tiempo en la compañía del otro.

—Está un poco asustada por lo de Black —dijo él—. ¿Eres Allison Potter, verdad?

—Sí, ¿tú cómo te llamas? —preguntó en tono amable, agradeciendo internamente que no le dijera la hermana de Harry.

—Cameron Nott.

Allison se acordó entonces del día de la selección. Él era el niño que parecía asustado, el Nott Ravenclaw.

—¿Eres familia de...? ¿Cómo se llamaba ese chico? Ah, Ted, ¿no?

—Theo -corrigió el, con una mueca—. Es mi hermano.

—Oh, bueno. No he hablado nunca con él, siempre está solo. Pero tú pareces simpático —apuntó Allison, asintiendo con la cabeza.

—Gracias, supongo —respondió, no muy seguro de qué decir.

—No te preocupes por mí, Ally —dijo Liz, fijándose que Cam estaba algo incómodo—. Solo estoy nerviosa, pero se me pasará. Gracias por preocuparte.

—Si necesitas algo, dímelo —se despidió.

* * *

Los días pasaban, y estaban siendo bastante caóticos para Harry, Allison y Eliza. La gente hablaba de Sirius Black sin parar, y así no podían estar tranquilos, porque su cabeza solo recordaba una y otra vez lo que Sirius había hecho.

Aunque tampoco es que lo supieran con exactitud. Los chicos se dieron cuenta, que a pesar de que les habían contado lo esencial, no tenían apenas detalles de lo sucedido. Maddy y Remus tan solo habían confesado que Sirius había provocado que El Que No Debe Ser Nombrado asesinara a Lily y James, y que además mató a doce muggles y un viejo amigo en su intento de huida.

Habían escuchado esa última historia, pues todo el mundo mágico la conocía, aunque unos entendían mejor su significado que otros. Peter había sido uno de los mejores amigos de Remus, James y Sirius, y había muerto a manos de Sirius cuando trató de impedir que se esfumara. Después de eso, Sirius fue encarcelado en Azkaban, y llevaba doce años ahí.

Hasta que escapó en verano. Lo que a Allison más le preocupaba era que descubriera que tenía una hija. ¿Qué pasaría entonces? ¿Querría matarla como a ellos? Tampoco estaba segura de que quisiera matarla a ella misma, o a su hermano, pero probablemente fuera así, Black querría acabar lo que su señor empezó.

Allison sabía todo lo que eso había afectado a Maddy y a Remus. Ellos no solían hablarles de los años en los que participaron en la guerra, una vez que acabaron Hogwarts. Sabía que era un tema muy delicado que no les gustaba tratar más de lo necesario, por lo que la mayoría de las anécdotas que les relataban eran de sus tiempos en Hogwarts, historias divertidas y no tristes y trágicas. Pero como siempre, había que enfrentarse a situaciones difíciles como en la que estaban en esos momentos.

Maddy y Remus habían pasado el mes de agosto poniéndose de acuerdo en un montón de temas con relación a Sirius Black. Se notaba lo agotados que estaban siempre, y habían dejado de tener un brillo de felicidad en los ojos.

Y ahora todos comentaban sobre su entrada al castillo. Allison solo quería hacer cualquier otra cosa que no fuera pensar en eso, así que decidió que hablaría con Ernie Macmillan. Con todo aquel revuelo, no habían podido tener la cita, o lo que fuera que fuesen a tener.

Así que, mientras daba esquinazo a Remus -que llevaba un rato siguiéndola pensando que no lo había notado-, le vio salir de la biblioteca, y no dudó dos segundos en acercarse a él.

—Ernie —saludó la chica—. Siento que se hayan fastidiado de nuevo las cosas —dijo, con una sonrisa de disculpa.

—No te preocupes por eso. Estos últimos días no han sido precisamente agradables, menos para ti.

Ella hizo un gesto con la mano, restándole importancia.

—Me habría gustado pasear, pero no consigo estar sola ni un segundo. Remus me estaba siguiendo, pero le he conseguido... Oh no. —Allison miró por detrás de la espalda de Ernie—. Viene hacia aquí.

Agarró su brazo, para llevarle hasta un aula vacía que abrió con un Alohomora.

—Si me ve no me dejará en paz en todo el día. Le quiero, pero es un poco sobreprotector.

—¿Sois familia? —preguntó extrañado Ernie.

Claro, él no sabe, estúpida, pensó Allison. A veces se le olvidaba qué era lo que sabía ella y qué era lo que conocían los demás.

—Sí, es como mi tío. No de sangre, pero eso no importa. Vivo con él y su hermana. Ha debido de sonar raro lo de que le quería si no tenías ni idea, la verdad. Suelo soltar cosas sin pensar.

Él sonrió, dejando a la vista un hoyuelo en su mejilla izquierda. Diablos, eso es adorable, reconoció para sí misma la chica.

—Al fin disponemos de tiempo a solas —señaló Ernie, mirando la pequeña aula.

Allison asintió antes de darse cuenta de lo que eso significaba. ¿Debería besarle, cierto? Se suponía que eso hacía la gente que tenía citas, aunque ellos no hubieran tenido una. ¿Quería besarle?

Cuando Ernie recostó un hombro contra la puerta y se quedó mirando a Allison con ojos brillantes, ella supo que sí quería.

Besar nunca ha hecho daño a nadie, ¿no? Algún día debería dar su primer beso, y aquel Hufflepuff parecía estar dispuesto a ser esa persona.

Sin pensarlo mucho, reuniendo su valentía de Gryffindor, se acercó a él y se puso de puntillas, mirando fijamente sus labios. Ernie era bastante alto, por lo que tuvo que encoger el cuello para poder llegar más fácilmente a los labios de la pelirroja.

Allison cerró los ojos, y en menos tiempo del esperado sus bocas estaban juntas. No tenía claro qué debía hacer, y Ernie no parecía entenderlo mejor que ella. Apenas fueron unos segundos, algo confusos, y se separaron.

—¿Lo he hecho bien? —preguntó ella, arrepintiéndose al instante. ¿Por qué no aprendía a cerrar la boca?

—Sí... creo. Ha sido mi primer beso —reconoció Ernie, rascándose la nuca con una sonrisa incómoda.

—El mío también —dijo ella, algo aliviada. Si la había fastidiado, al menos ninguno de los dos lo sabría.









Allison ha contado la historia y ya os dije que no os pusierais en lo peor pero es que mi niña jo. espero haberlo explicado bien (?) idk todo este tema me rayó mucho pero igual, solo quería que supierais que como ya dije tendrá cierta relevancia con el desarrollo de Allison :)

yyy sé de algunas que me quieren linchar por el beso pero I'M SORRY tenía que pasar y pasó, pero ey ya dio su primer beso :D de los momentos más incómodos de la galaxia sí son pero ✨experiencias de la vida✨ suerte que solo hay un primer beso porque nO

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