16 | la Madriguera
XVI. THE BURROW
La última semana de agosto, Harry y Allison llegaron a la casa de la familia Weasley, tal y como lo habían prometido. Molly les recibió, pidiendo ayuda a los gemelos para que llevaran sus baúles a las habitaciones. Harry dormiría con Ron, y Allison con Ginny.
Habían pasado un rato hablando sobre el viaje que habían hecho a Egipto con Ron, pero la conversación derivó a una discusión por el quidditch.
—Los Chudley Cannons no ganarían a los Montrose Magpies ni aunque ellos jugaran con los ojos vendados —defendió firmemente Allison—. Supéralo, Ronald. Son el equipo con más éxito.
—Los Chudley Cannons han ganado la Copa de la Liga veintiún veces —repuso Ron.
—¡Hace literalmente un siglo de eso!
—Eh, chicos. Estáis pasando por alto al verdadero mejor equipo —intervino Harry—. Los Wigtown Wanderers. ¡Sobre todo tú, Allison! Vivimos en Wigtown, debemos defender a nuestro equipo.
—Los Wanderers son mil veces mejores que los Cannons —aseguró la chica—. Pero los Magpies les harían papilla. Es un hecho. Han ganado treinta y dos veces la Copa de la Liga, y dos veces la Copa de Europa.
—No los defendías tanto cuando hablabas con Skye Parkin y su padre.
—¡Porque son miembros de los Wigtown Wanderers, y también me gustan!
La discusión siguió, hasta que Allison se hartó y decidió ir al cuarto de Ginny. Aunque había un problema, no tenía idea de dónde se encontraba.
Dos segundos más tarde de cerrar la puerta, la volvió a abrir para asomar la cabeza por ella.
—¿Cuál es el cuarto de Ginny?
—El único del primer piso —refunfuñó Ron.
Allison bajó deprisa las escaleras hasta el primer piso y llamó a la puerta. Ginny le abrió, muy sonriente y llena de energía, nada comparado a cómo se había encontrado el curso anterior. Se veía que el viaje le había sentado muy bien para olvidar un poco el tema del diario de Ryddle.
—¡Allison! —saludó alegremente—. Pasa, pasa.
Ella le hizo caso y se adentró en la habitación. Las paredes estaban pintadas de rosa, y sobre ellas había varios posters. Había uno de Gwenog Jones, la reciente nombrada capitana de las Holyhead Harpies, y otro de las Weird Sisters, un grupo musical mágico muy conocido.
—Me alegro de que haya alguien con buen gusto por aquí —declaró Allison, señalando el póster de Gwenog Jones—. Ron me ha cansado hablando de los Chudley Cannons. Pero definitivamente las Holyhead Harpies son mejores que ellos. Aunque será mejor que no vuelva a hablar de quidditch, porque tengo el cerebro frito.
Ginny soltó una risa y asintió, de acuerdo con ello. Sabía lo pesado que se ponía su hermano cuando de su equipo de quidditch favorito de trataba. Allison tomó asiento en la otra cama, supuso que sería la suya, pues tenía su baúl a los pies.
—No discutiremos sobre equipos, pero ¿tú sabes jugar? A George y Fred se les da muy bien hacer de golpeadores.
—Suelo entrenar a escondidas —reconoció Ginny—. Desde que tengo seis años. Mis hermanos nunca lo han notado, porque cojo una escoba diferente cada vez.
—Oh, ¿pero por qué no deberían darse cuenta?
—Ya sabes cómo son, demasiado sobreprotectores. Pero, en realidad, los gemelos no quieren que les rompa sus escobas.
—Entonces, ¿se te da bien?
Ella se encogió de hombros.
—No soy mala jugando. Pero todavía necesito práctica.
—Sería genial que te unieras al equipo, ¿no crees? Este es el último año de Oliver, así que pronto habrá una plaza libre. Así les demostrarías a los tontos de tus hermanos lo bien que se te da.
—Sería genial —concordó ella, con una sonrisa sincera—. Iríamos juntas.
—Seríamos dos Potter y tres Weasley, una locura total —se rio Allison—. Llenamos el equipo entero. Pero lo llenamos de talento.
Siguieron conversando un rato, hasta que llegó la hora de la comida. Allison colocó los cubiertos, mientras Ginny ponía los platos que su madre iba sirviendo. Como Ally había terminado antes, la mandó a llamar a todos los demás.
Subió primero al cuarto de Ron, ya que no sabía cuáles eran los de los gemelos o el de Percy. Ron le indicó que los dos cuartos se encontraban en el segundo piso, y todos fueron hacia abajo. Mientras los dos chicos se dirigían a la cocina, Allison llamó a una de las puertas.
—Señorita Potter —saludó Fred, fingiendo una reverencia—. Espero que nuestros servicios hayan sido adecuados y su baúl haya sido correctamente colocado.
Allison soltó una carcajada al escucharle hablar así. Asomó la cabeza y vio a George guardando un papel con algo escrito debajo de su almohada.
—Un placer volver a verle, señorita Potter. —George le seguía la gracia a su hermano—. ¿A qué se debe su visita?
—Vuestra madre me ha mandado a buscaros a todos para bajar a comer. ¿El cuarto de Percy es el de enfrente?
Fred asintió, y Allison se movió de la puerta para que ambos salieran. Aunque pensó que bajarían, Fred se adelantó y llamó a la puerta de Percy con los nudillos. Tan solo se escuchó un gruñido proveniente de adentro, por lo que volvió a llamar y Percy se vio obligado a abrir la puerta.
—¿Qué queréis? —preguntó, de mal humor.
—Mamá dice que hay que bajar a comer.
Percy asintió, pero volvió a meterse a su cuarto. Los gemelos se encogieron de hombros y fueron a bajar las escaleras. Allison les siguió.
Al regresar a la cocina, ya estaban todos ahí. El señor Weasley había llegado del trabajo en el Ministerio, y estaba sentado al lado de su mujer. Allison se sentó en uno de los dos huecos libres, junto a George y Harry. Percy no tardó mucho en bajar, colocándose al lado de su padre y Ginny.
La señora Weasley había preparado salchichas con puré de patatas, y Allison tenía que reconocer que era una cocinera estupenda.
—La comida está deliciosa, señora Weasley —dijo sinceramente, después de probar unos bocados.
—Muchas gracias, cielo. Podéis llamarme Molly.
—Por supuesto, Molly.
Allison sonrió mientras seguía comiendo y charlando con George. Su hermano estaba demasiado enfrascado en una conversación con Ron sobre el equipo de mantenimiento de escobas voladoras que Hermione les había regalado a los mellizos por su cumpleaños.
A la chica le empezó a doler la tripa y se llevó la mano al estómago, apretando mientras soltaba un quejido por lo bajo.
—¿Te encuentras bien? —preguntó Molly, con algo de preocupación por si su comida le había sentado mal.
—Sí, no se preocupe, de verdad. Me lleva molestando un poco la tripa desde hace unos días. Se me pasará.
Molly asintió, y le dijo que si se encontraba mal o necesitaba algo se lo podía pedir sin problemas.
La verdad es que desde hacía unos días la tripa le daban punzadas de vez en cuando, pero Allison no le dio mucha importancia. A todo el mundo le pasaba a veces, y si le llegaba a doler más se tomaría una poción.
Por la tarde, Allison y Harry volaron en sus escobas con los gemelos Weasley. Fred y George obligaron a Allison a tratar de jugar como golpeadora, pero cuando le dio a la bludger, acabó estampándose contra Harry.
—¡Lo siento, Harriet! ¡No fue a posta!
El día fue bastante bien, hacía mucho que Allison no se divertía tanto, no desde lo de Black. Se le revolvió el estómago cuando pensó en eso mientras se lavaba los dientes antes de irse a dormir, no había caído en todo el día.
La semana fue pasando, bastante parecida al primer día, pero eso no quería decir que no fuera genial.
Allison pasaba tiempo con los gemelos hablando de todo lo que comprarían en Zonko's, ya que era la mejor tienda de artículos de broma que había. Ella les daría galeones para que le compraran algunos artículos de broma mientras no pudiera ir al pueblo.
Con Ginny se acabó llevando de maravilla, pues las dos chicas tenían gustos y opiniones muy parecidos. Cuando Ginny estaba cerca de Harry, siempre era mucho más tímida, pero con Allison podía ser ella misma, y Ginny Weasley era una gran chica.
Además, se alegraba de encontrar a otra amiga con la que poder hablar de lo que Harry y Ron llamaban «cosas de chicas». En realidad, lo único que hacían era contarse cosas de la una a la otra.
—¿Qué chico te parece el más mono de tu curso? —le preguntó Ginny, abrazando su almohada y sentada sobre su cama.
Allison estaba haciéndole una trenza, pues le encantaba trenzarse el cabello y había pensado que Ginny se vería hermosa así. Se lo pensó unos segundos antes de responder.
—Puede que Dean Thomas... No, no, ya sé: Ernie Macmillan.
Ginny frunció el ceño y volvió un poco la cara. Allison se la giró de nuevo, porque estaba deshaciendo la trenza.
—No sé quién es —reconoció la más pequeña.
—Oh, es de Hufflepuff. No es como si le conociera mucho, pero es uno de los amigos de un chico que... —Allison se apresuró a cambiar lo que iba a decir— que se sentaba con nosotros en Herbología.
No creía que fuera buena idea decir «uno de los chicos que fueron petrificados». No quería meter el dedo en la llaga.
—Es rubio, bastante alto y tiene los ojos marrones —describió Allison-. Es bastante guapo.
—¿Y el otro que has dicho?
—¿Dean? —Ginny asintió—. Es uno de los compañeros de cuarto de Harry y Ron.
—Ya sé quién es... Dean es guapo —coincidió Ginny, asintiendo con la cabeza.
—Pero mi hermano es mucho más guapo, ¿verdad que sí? —le picó la más mayor.
Ella volvió a moverse y Allison se quejó de nuevo de que estaba deshaciendo la trenza.
—Calla, que podrían estar escuchando —susurró Ginny, con las mejillas un poco coloradas.
—Lo dudo —contestó Allison, sosteniendo el peinado con una goma al acabar—. Nuestros hermanos son demasiado idiotas. Sin ofender, claro. Pero según ellos «no quieren meterse en cosas de chicas». ¡Oh, ya los verás en uno o dos años!
—Seguro que son iguales que Fred y George. Sé que han salido con más de una chica, pero no sé si ha sido nada serio. Percy no ha sido el único hermano que he pillado besándose con una chica —se rio ella.
Allison sintió una molestia en la tripa, pero la atribuyó a lo que fuera que estuviera causándole los dolores toda la semana.
Era el penúltimo día de vacaciones cuando Allison sí que se levantó con mucho más dolor del habitual ya. Si hubiera sido por ella, no se hubiera despertado todavía y se habría quedado en la cama. Pero Harry y Ron tenían otros planes, ya que no paraban de zarandearla para que bajara con ellos.
—Voy. Ya voy —se quejó la chica—. Pesados.
Se puso de pie y buscó sus zapatillas por el suelo, mientras los chicos miraban entre sorprendidos y con miedo a la cama de Ally y a la chica.
—¿Qué os pasa? Parece que hayáis visto un muerto. ¿He muerto? No me siento muy bien que digamos, eso explicaría algunas cosas.
Ron negó lentamente con la cabeza y señaló la cama, y acto seguido preguntó:
—¿Te has cortado con algo por la noche?
—¿Qué demon...?
Allison se calló cuando se dio cuenta de lo que había pasado y del porqué le había estado doliendo la tripa toda la semana. En un desesperado intento por que los chicos no se hubieran percatado de ello, Allison los echó.
—¡Fuera! ¡Y decidle a Ginny y a tu madre que vengan! ¡Fuera, ya, deprisa!
La chica les cerró la puerta en las narices a los dos chicos, y se volvió corriendo a la cama, donde un gran manchurrón rojo cubría el centro.
—Mierda, mierda, mierda.
En menos de un minuto, Ginny y su madre llamaron a la puerta, entrando cuando Allison les indicó.
—Cielo, ¿qué ha ocurrido? —preguntó preocupada la señora Weasley, ya que su hijo solo le había dicho que Allison estaba muy alterada y que se había cortado.
—Yo... me acaba de bajar el periodo, y es la primera vez. Siento haber estropeado la sábana... —Allison se sentía avergonzada, pero Ginny y la señora Weasley parecían lejos de estar enfadadas.
—Allison, por favor, no te disculpes por eso. Coge algo de ropa limpia y ahora te prepararé un té. ¡Y no te preocupes por la sábana, eso se va enseguida! —Sacó su varita del delantal y murmuró un hechizo—. Tergeo.
La mancha desapareció al instante y Allison se sintió aliviada. La señora Weasley preguntó si necesitaba algo, pero Allison le dijo que Maddy ya le había metido en el baúl todo lo que necesitaba.
Corrió al baño, junto con Ginny, procurando que nadie las viera pasar. A Allison no le hacía mucha gracia que ninguno de los hermanos Weasley la vieran corriendo con el pantalón manchado.
Ese día, la señora Weasley trató a Allison con mucha más delicadeza, y los demás lo notaron. Sobre todo cuando les hizo a todos ayudar con los trastes de la cocina menos a ella después de la cena. Ginny se acabó escaqueando más pronto, con la excusa de hacerle compañía.
—¿Te encuentras bien? Harry y Ron no han parado de preguntarme por qué no te ha mandado limpiar a ti también.
Allison rio por lo bajo y asintió.
—Estoy mejor, gracias, Gin.
Después de jugar una partida de Snap Explosivo, todos se fueron a dormir.
* * *
El día siguiente, todos se despertaron muy contentos. La tripa de Allison no iba mucho mejor, pero se aguantaba porque por fin podría ver a Hermione.
Habían quedado en pasar el día en el Callejón Diagon, los Weasley no habían tenido tiempo de comprar, y Hermione tampoco, ya que había pasado sus vacaciones en Francia. Además, esa noche la pasarían en el Caldero Chorreante, ya que sería más fácil ir hasta King's Cross desde ahí.
Se encontraron con Hermione enseguida, y los cuatro amigos se abrazaron felices de volver a verse.
—¡Herms, te eché de menos! Tengo que contarte algo, ya verás —avisó a su amiga, mientras los dos chicos las miraban con curiosidad—. A vosotros no os importa, son cosas de chicas.
Después de estar toda la mañana de tienda en tienda, estaban bastante cansados. Allison todavía recordaba la cara de terror que el librero de Flourish y Blotts puso cuando Ron y Hermione pidieron El monstruoso libro de los monstruos.
Para descansar un rato, decidieron ir a la heladería de Florean Fortescue. Ron, que se había ido a comprar una varita, regresó cuando los chicos ya se habían acabado su helado.
—Mirad esto —dijo Ron, sacando de su mochila una caja delgada y alargada, y abriéndola—: una varita mágica nueva. Treinta y cinco centímetros, madera de sauce, con un pelo de cola de unicornio.
—Es súper chula —comentó Allison, acercándose a verla—. La madera de sauce es muy bonita, ¿no creéis? Cuando compramos nuestras varitas, Ollivander dijo que la de mamá era así. Tienen poder curativo.
—¿Cómo sabes eso? —preguntó Hermione, curiosa por los conocimientos de Allison sobre varitas.
—Remus tenía un libro muy viejo sobre las varitas que descubrí este verano. Todavía me acordaba de cómo eran las de mis padres y quería saber qué decía sobre ellas. La de papá era de caoba, y es buena para transformaciones -respondió ella, orgullosa y sonriente de saber aquello.
—¿Crees que podrías pedirle a Remus que me lo prestara? —pidió Hermione, interesada en aprender más sobre cualquier cosa.
—Se lo puedo pedir mañana. Pero ¿no tienes ya un montón de libros?
Allison señalaba las tres mochilas que Hermione tenía en el suelo, cargadas de libros de las asignaturas que había elegido.
—Ah, no te preocupes. Tal vez tengas razón.
—De todas formas, no sé si podría dártelo hasta Navidad.
—¿Por qué no? —inquirió Hermione.
—Porque va a ser el nuevo profesor de Defensa Contra las Artes Oscuras este curso —informó Harry, como si fuera obvio.
Los mellizos se dieron cuenta entonces que se les había pasado mencionarle a Hermione las noticias.
—Perdón —se disculpó la pelirroja—. Se nos olvidó contarte...
—Hermione, ¿no decías que querías comprarte una lechuza? —intervino Harry, rápidamente.
Hermione pareció olvidarse del despiste de los mellizos, y se emocionó notablemente.
—Ahí hay una tienda de animales mágicos —informó Harry—. Podemos ir.
—Sí, yo tengo que mirar algo para Scabbers. Está muy débil desde el viaje a Egipto, creo que no le sentó nada bien.
La tienda de por sí no era muy grande, y además la mayor parte de ella estaba llena de jaulas. Había un fuerte olor que se metía por las fosas nasales de Allison, y un ruido que apenas le dejaba escuchar a sus amigos. Bueno, eso último tal vez había sido un poco exagerado.
Los tres amigos esperaron mientras la bruja de detrás del mostrador atendía a un cliente, hablando de tritones. Cuando acabó, Ron se acercó al mostrador.
—Se trata de mi rata —le explicó a la bruja—. Desde que hemos vuelto de Egipto está descolorida.
—Ponla en el mostrador —le indicó la bruja, sacando unas gruesas gafas negras del bolsillo.
Ron obedeció. Scabbers realmente estaba en muy mal estado, sobre todo en comparación con las demás raras. Allison todavía recordaba la vez que Scabbers mordió el dedo a Crabbe —¿o fue a Goyle? Allison no había aprendido a distinguirlos del todo en tres años. ¡Pero siempre iban detrás de Malfoy como perritos falderos y no había manera de saber quién era quién!— en el tren antes de empezar su primer curso. Fue divertido.
—Hum —dijo la bruja, cogiendo y levantando a Scabbers—, ¿cuántos años tiene?
—No lo sé —respondió Ron—. Es muy vieja. Era de mi hermano.
—¿Qué poderes tiene? —preguntó la bruja examinando a Scabbers de cerca.
—Bueenoooo...
Ninguno, pensó Allison, salvo la destreza de morder a los gorilas.
—Ha pasado lo suyo —comentó la bruja.
—Ya estaba así cuando me la pasó Percy —se defendió Ron.
—No se puede esperar que una rata ordinaria, común o de jardín como esta viva mucho más de tres años. Ahora bien, si buscas algo un poco más resistente, quizá te guste una de estas...
Señaló las ratas negras, que daban saltitos. Ron murmuró:
—Presumidas.
—Bueno, si no quieres reemplazarla, puedes probar a darle este tónico para ratas —dijo la bruja, sacando una pequeña botella roja de debajo del mostrador.
—Vale. ¿Cuánto...? ¡Ay!
Algo grande y canela había saltado a la cabeza de Ron, para después lanzarse contra Scabbers.
—¡No, Crookshanks, no! —gritó la bruja, pero Scabbers salió disparada y huyó de la tienda.
—¡Scabbers! —gritó Ron, saliendo a toda velocidad. Harry y Allison le siguieron.
Diez minutos después, encontraron a la rata debajo de una papelera cerca de la tienda de Artículos de Calidad para el Juego del Quidditch.
—¿Qué ha sido?
—O un gato muy grande o un tigre muy pequeño —respondió Harry.
—Ojalá haya sido un tigre, nunca he visto uno.
—Allison, ¿dónde está Hermione? —preguntó Ron. Ella se encogió de hombros.
—Comprando la lechuza, digo yo.
Cuando volvieron a la tienda, Hermione salía con la bola de canela —o el gato, porque para la mala suerte de Allison aquello no era un tigre— que había tratado de atacar a Scabbers.
—¿Has comprado ese monstruo? —preguntó Ron pasmado.
—Es precioso, ¿verdad? —preguntó Hermione, rebosante de alegría.
Ally miró de reojo a Ron antes de contestar.
—Parece enfadado, pero también parece suave y achuchable, así que sí.
—¡Hermione, ese ser casi me deja sin pelo!
—No lo hizo a propósito, ¿verdad, Crookshanks?
—¿Y qué pasa con Scabbers? —preguntó Ron, señalando el bolsillo que tenía a la altura del pecho—. ¡Necesita descanso y tranquilidad! ¿Cómo va a tenerlos con ese ser cerca?
—Eso me recuerda que te olvidaste el tónico para ratas —dijo Hermione, entregándole a Ron la botellita roja—. Y deja de preocuparte. Crookshanks dormirá en mi dormitorio y Scabbers en el tuyo, ¿qué problema hay? El pobre Crookshanks... La bruja me dijo que llevaba una eternidad en la tienda. Nadie lo quería.
Allison sintió pena por el animal, al contrario que Ron.
—Me pregunto por qué —soltó Ron sarcásticamente, mientras iban hacia el Caldero Chorreante.
—Que tenga mal genio no significa que no sea bueno. Mírate a ti, que siempre estás enfurruñado —se burló Ally. Ron rodó los ojos.
Encontraron al señor Weasley sentado en el
bar, leyendo El Profeta.
¿Por qué Sirius Black tendría que salir en todos los periódicos?, se preguntaba Allison, harta de ver a su padrino por todas partes.
—¿Todavía no lo han cogido? —preguntó Harry, después de tragar saliva.
—No —dijo el señor Weasley, con el semblante preocupado—. En el Ministerio nos han puesto a todos a trabajar en su busca, pero hasta ahora no se ha conseguido nada.
—¿Tendríamos una recompensa si lo atrapáramos? —preguntó Ron-. Estaría bien conseguir algo más de dinero...
—No seas tonto. No puedes atrapar a Black.
Ron volvió a mirar mal a Allison, quien al parecer había encontrado muy estúpido su comentario. Ron no entendía que el tema de Sirius no podían tomárselo tan a la ligera.
La señora Weasley entró seguida de sus hijos, todos cargados con libros. Ginny había hecho avances respecto a sentirse tímida frente a Harry durante la última semana, pero aun así seguía algo cohibida cuando le veía.
A la hora de cenar, Tom, el tabernero, tuvo que juntar tres mesas para las diez personas que estaban.
—¿Cómo iremos a King's Cross mañana, papá? —preguntó Fred mientras tomaban el postre.
—El Ministerio pone a nuestra disposición un par de coches —respondió el señor Weasley.
Todos lo miraron.
—¿Por qué? —preguntó Percy con curiosidad.
—Por ti, Percy —dijo George muy serio—. Y pondrán banderitas en el capó, con las iniciales «P. A.» en ellas...
—Por «Presumido del Año» —aclaró Fred.
Todos, salvo Percy y la señora Weasley, soltaron una carcajada. Allison se rio tan fuerte que casi se le sale el agua por la nariz.
—¿Por qué nos proporciona coches el Ministerio, padre? —preguntó Percy con voz de circunstancias.
—Bueno, como ya no tenemos coche, me hacen ese favor; dado que soy funcionario.
—Menos mal —dijo la señora Weasley con voz firme—. ¿Os dais cuenta de la cantidad de equipaje que lleváis entre unos y otros? Qué buena estampa haríais en el metro muggle... Lo tenéis ya todo listo, ¿verdad?
—Ron no ha metido aún las cosas nuevas en el baúl —dijo Percy con tono de resignación. Qué chivato—. Las ha dejado todas encima de mi cama.
—Lo mejor es que vayas a preparar el equipaje, Ron, porque mañana por la mañana no tendremos mucho tiempo —le reprendió la señora Weasley.
A Allison le tocó compartir habitación con su hermano, mientras Ginny y Hermione compartían otra.
Estaban cerrando sus baúles cuando se escucharon gritos. Salieron a ver qué era, y vieron al causante del ruido, Percy, cuya puerta estaba abierta.
—Estaba aquí, en la mesita. Me la quité para sacarle brillo.
—No la he tocado, ¿te enteras? —gritaba Ron a su vez.
—¿Qué ocurre? —preguntó Harry.
—Mi insignia de Premio Anual ha desaparecido —dijo Percy, volviéndose a los mellizos.
—Lo mismo ha ocurrido con el tónico para ratas de Scabbers —añadió Ron, sacando las cosas de su baúl para comprobarlas—. Puede que me lo haya olvidado en el bar...
—¡Tú no te mueves de aquí hasta que aparezca mi insignia! —gritó Percy.
—Nosotros iremos por lo de Scabbers, ya hemos terminado de preparar el equipaje —dijo Harry a Ron. Allison se quejó, pero tuvo que acompañarle.
Sin embargo, al llegar a mitad de las escaleras, escucharon las voces de los señores Weasley. Parecía que estaban discutiendo, y los mellizos no querían meterse donde no les llamaban. Pero entonces, oyeron sus nombres, y no pudieron evitar detenerse a espiar la conversación.
—No creo que sea bueno que Harry y Allison estén tan al corriente, Arthur —opinó la señora Weasley—. Son demasiado pequeños para saber.
—Harry y Allison ya no son niños, Molly —terció el señor Weasley—. Y si Maddison ha decidido contarles, es cosa suya. Ella es su madrina, al fin y al cabo.
—Lo sé, lo sé. Pero deben de estar aterrorizados. Esta semana los he notado decaídos en más de una ocasión. Estarían mucho más tranquilos sin saber nada...
—Es mejor así —aclaró el señor Weasley—. Ya sabes cómo son los mellizos y Ron, que se escapan por ahí. Incluso se han internado en el bosque prohibido. ¡Así Harry y Allison sabrán que no deben hacer lo mismo este curso! Por algo no les dejan ir a Hogsmeade...
—Bueno, quizás ahora que lo saben intenten ir tras él. Tú lo has dicho, ya sabes cómo son.
—No van a ir tras él. Molly: dicen que Sirius Black está loco, y quizá lo esté, pero fue lo bastante inteligente para escapar de Azkaban, y se supone que eso es imposible. Han pasado tres semanas y no le han visto el pelo. Y me da igual todo lo que declara Fudge a El Profeta: no estamos más cerca de pillarlo que de inventar varitas mágicas que hagan los hechizos solas. Lo único que sabemos con seguridad es que Black va detrás...
—Pero Harry estará a salvo en Hogwarts.
—Pensábamos que Azkaban era una prisión completamente segura. Si Black es capaz de escapar de Azkaban, será capaz de entrar en Hogwarts.
—Pero nadie está realmente seguro de que Black vaya en pos de Harry...
Se oyó un golpe y los mellizos supusieron que el señor Weasley había dado un puñetazo en la mesa.
—Molly, ¿cuántas veces te tengo que decir que... que no lo han dicho en la prensa porque Fudge quería mantenerlo en secreto? Pero Fudge fue a Azkaban la noche que Black se escapó. Los guardias le dijeron a Fudge que hacía tiempo que Black hablaba en sueños. Siempre decía las mismas palabras: «Está en Hogwarts, está en Hogwarts». Black está loco, Molly, y quiere matar a Harry, y puede que a Allison. Si me preguntas por qué, creo que Black piensa que con la muerte de Harry, Quien Tú Sabes volvería al poder. Black lo perdió todo la noche en que Harry detuvo a Quien Tú Sabes. Y se ha pasado diez años solo en Azkaban, rumiando todo eso... Seguramente se habrá enterado de que tiene una hija, y a saber si planea matarla también.
Se hizo el silencio. A Allison se le revolvió el estómago. Por supuesto, ya sabía todo aquello, pero escucharlo nunca le resultaba agradable.
—Bien, Arthur. Maddison ha hecho lo que ella pensaba que era mejor para todos. Pero te olvidas de Albus Dumbledore. Creo que nada les podría hacer daño en Hogwarts mientras él sea el director. Supongo que estará al corriente de todo esto.
—Por supuesto que sí. Tuvimos que pedirle permiso para que los guardias de Azkaban se apostaran en los accesos al colegio. No le hizo mucha gracia, pero accedió.
—¿No le hizo gracia? ¿Por qué no, si están ahí para atrapar a Black?
—Dumbledore no les tiene mucha simpatía a los guardias de Azkaban —respondió el señor Weasley con disgusto—. Tampoco yo se la tengo, si nos ponemos así... Pero cuando se trata con alguien como Black, hay que unir fuerzas con los que uno preferiría evitar.
—Si salvan a los chicos...
—En ese caso, no volveré a decir nada contra ellos —dijo el señor Weasley con cansancio—. Es tarde, Molly. Será mejor que subamos...
Los dos se alejaron un poco para que no les vieran, y esperaron hasta que se marcharan para coger el tónico de Ron, que estaba bajo la mesa.
Harry estaba de malhumor, y Allison lo notó. Tenía el ceño fruncido y una expresión parecida a la que ponía Lizzy cuando leía algo que no le gustaba en un libro. A ella tampoco le hacía gracia que todo el mundo pensara que eran unos niños que debían proteger, pero sabía que lo hacían con buena intención.
Fred y George estaban agachados en el rellano, escondidos y partiéndose de risa mientras escuchaban la discusión de Ron y Percy, que buscaban la insignia.
—La tenemos nosotros —susurró George—. La hemos mejorado.
En la insignia se leía ahora: Premio Asnal.
Ambos soltaron una carcajada, pero la de Harry se sintió algo forzada. Se despidieron de los gemelos y se adentraron en la habitación.
Se cambiaron en silencio, y al terminar de ponerse el pijama, Allison se sentó en la cama de su hermano.
—Deberíamos contarles a Ron y Hermione sobre Sirius —dijo ella.
—Sería lo mejor.
—¿De verdad piensan que somos tan tontos como para perseguir a Sirius? —preguntó con ironía—. Todos tienen muy mala imagen de nosotros.
—Sí, y es una estupidez que no nos dejen ir a Hogsmeade. Si tanto piensan que es capaz de entrar en Hogwarts, no sé qué diferencia hay con dejarnos ir al pueblo.
Allison asintió, de acuerdo.
—Espero que le atrapen pronto. No solo por Hogsmeade... Lizzy está asustada. Que pase esto en su primer curso...
Harry parecía haberse quedado pensando, como si acabara de darse cuenta de algo.
—¿Te acuerdas de aquel libro que vimos en Flourish y Botts? Augurios de muerte: qué hacer cuando sabes que se acerca lo peor.
—Sí, el que tenía al Grim.
—Creo que vi a ese perro antes. Una noche, en casa, me asomé por la ventana. A lo lejos había un perro negro muy grande. Pero cuando volví a mirar ya no estaba.
—¿Has... visto al Grim? —Allison observaba con preocupación a su hermano. Harry rápidamente negó con la cabeza.
—Sería solo un perro.
Se quitó las gafas, dejándolas en la mesilla.
—Da igual, buenas noches —añadió, dándose la vuelta en la cama.
—Buenas noches... —Allison se levantó de la cama de su hermano y fue a tumbarse a la suya, pensando en lo que había dicho.
Si realmente Harry había visto al Grim estaba en problemas, ¿no?
el próximo capítulo es el viernes, y ya estarán todos en Hogwarts yyy mi pregunta es: en qué casa creéis que va a quedar Eliza?? dejen sus apuestas aquí (valeya perdón JAJAJA pero quiero ver si acertáis)
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