12 | poción multijugos
XII. POLYJUICE POTION
La situación de Harry no mejoró para nada. Justin Finch-Fletchley había aparecido petrificado, junto al fantasma Nick Casi Decapitado. Todos pensaban que él era el Heredero de Slytherin, y todos los rumores de Hogwarts iban sobre él.
Fred y George hacían bromas constantemente sobre el tema. Andaban por delante de él, gritando:
—Abran paso al heredero de Slytherin, aquí llega el brujo malvado de veras...
Por supuesto, Percy desaprobaba tajantemente este comportamiento.
—No es asunto de risa —replicaba con frialdad.
—Quítate del camino, Percy —decía Fred—. Harry tiene prisa.
—Sí, va a la Cámara de los Secretos a tomar el té con su colmilludo sirviente —aseguraba George, riéndose.
Eso solía aliviar la tensión a veces, y a Harry no parecía importarle. George a veces fingía protegerse de Harry con un diente de ajo.
—Uno solo no basta —señaló Allison—. Tienes que meterlos en un turbante y ponértelo en la cabeza.
Harry miró de forma rara a su hermana por su referencia a Quirrell, pero a los gemelos les hizo mucha gracia.
Cuando Navidad llegó, Allison estaba algo saturada. Estaba todo el día escuchando cosas sobre que si su hermano esto, su hermano lo otro. Algunas personas incluso se alejaban de ella, tal vez pensando que ella era una especie de sub-heredera.
Despertó por los zarandeos constantes de Hermione. Se puso contenta al recordar que era 25 de diciembre, pero su amiga casi no le dejó tiempo para abrir regalos.
La señora Weasley le había mandado un jersey que estrenó ese mismo día. Maddy y Remus le habían comprado juntos —con Lizzy también— un conjunto de gorro, bufanda y guantes. Hagrid le había dado un tarro con caramelos.
Ron había decidido regalarle unos cuantos pines de los Montrose Magpies. Allison agradeció que no fueran de los Chudley Cannons, porque sabía que eran el equipo favorito de Ron, pero a ella no le gustaban mucho y no llevaría un pin suyo nunca. Había tenido muchas discusiones con Ron sobre equipos de quidditch. Hermione, por su parte, le había regalado un libro que según ella le iba a encantar, pero que ahora no tenía tiempo de ver bien.
Bajaron al baño de chicas para añadir los últimos pasos de la poción. Definitivamente, estar una hora en el baño, que olía que apestaba, no era el mejor plan de Navidad.
Después de la comida, se pusieron a planearlo todo.
—Aún nos falta conseguir algo de las personas en que os vais a convertir —dijo Hermione sin darle importancia—. Y, desde luego, lo mejor será que vosotros dos podáis conseguir algo de Crabbe y de Goyle; como son los mejores amigos de Malfoy, él les contaría cualquier cosa. Y también tenemos que asegurarnos de que los verdaderos Crabbe y Goyle no aparecen mientras lo interrogamos.
Los tres asintieron, escuchando atónitos.
—Lo tengo todo solucionado —siguió ella tranquilamente. Les enseñó dos pasteles redondos de chocolate—. Los he rellenado con una simple pócima para dormir. Todo lo que tenéis que hacer es aseguraros de que Crabbe y Goyle los encuentran. Ya sabéis lo glotones que son; seguro que se los tragan. Cuando estén dormidos, los esconderemos en uno de los armarios de la limpieza y les arrancaremos unos pelos.
Harry y Ron se miraron incrédulos. Allison simplemente estaba asombrada, aunque Hermione le hubiera contado algo de todo aquello antes, en el baño.
—Hermione, no creo...
—Podría salir muy mal...
Pero Hermione miró a los chicos con expresión severa.
—La poción no nos servirá de nada si no tenemos unos pelos de Crabbe y Goyle. Queréis interrogar a Malfoy, ¿no?
—De acuerdo, de acuerdo —accedió Harry—. Pero ¿y vosotras?
—Yo ya tengo el mío —dijo Hermione alegre, sacando una botellita diminuta de un bolsillo, que contenía un pelo—. ¿Os acordáis de que me batí con Millicent Bulstrode en el club de duelo? ¡Al estrangularme se dejó esto en mi túnica!
—Pero Bulstrode está en su casa, Herms —le recordó Allison.
—Sí. Así que lo único que tengo que decirles a los de Slytherin es que he decidido volver. Tú, Ally, tienes que conseguir que Pansy Parkinson se coma este pastelito —indicó, sacando un pastel más pequeño que los de Crabbe y Goyle—. Lleva lo mismo que los otros. Ah, y recuerda coger un pelo.
Al marcharse Hermione, corriendo para ver cómo iba la poción multijugos, Ron se volvió hacia los mellizos con una expresión fatídica.
—¿Habíais oído alguna vez un plan en el que pudieran salir mal tantas cosas?
* * *
Allison tenía algo que esperaba que funcionara.
Estaba caminando por las mazmorras, esperando que Pansy pasara por ahí, con la capa de invisibilidad. Había dejado el pastel en una bandeja con una nota que decía: «Para Pansy Parkinson, un regalo de Navidad de un admirador secreto». Sabía que la chica tenía que bajar en algún momento, solo tenía que esperar.
Al cabo de unos minutos, escuchó unos pasos y dejó de caminar para no hacer ruido. Observó cómo Pansy se acercaba al pastel y lo miraba con recelo. Leyó la nota, y una sonrisa arrogante se asomó en su rostro. Pellizcó un trozo de la parte superior del pastel y se lo metió en la boca. Al parecer, decidió que le gustaba, pues enseguida le dio un gran mordisco.
No hicieron falta más de un par de bocados y en unos segundos, Pansy cayó al suelo con la misma expresión de triunfo en la cara.
Allison sonrió, feliz de haber logrado que su plan funcionara. Se acercó a la chica y la arrastró dentro de un armario, cogiendo un par de pelos para la poción.
Llegó al baño, y los otros tres ya se encontraban ahí. Hermione le dio una túnica de Slytherin que había sacado de la lavandería, pues además de que Hermione, Harry y Ron necesitarían tallas más grandes, no podían llevar las de Gryffindor.
—Estoy segura de que lo he hecho todo bien —garantizó Hermione, revisando la página de Moste Potente Potions—. Parece que es tal y como lo dice el libro... En cuanto la hayamos bebido, dispondremos de una hora antes de volver a convertirnos en nosotros mismos.
—¿Qué se hace ahora? —murmuró Ron.
—La separamos en los tres vasos y echamos los pelos.
Hermione sirvió algo de poción en cada uno de los cuatro vasos y echó el pelo de Millicent Bulstrode en uno de ellos. Emitió un silbido y empezó a salir espuma, volviéndose amarilla en un segundo.
—Eso tiene pinta de saber al infierno —soltó asqueada Allison—. Si no fuera por mi orgullo Gryffindor, saldría corriendo de aquí.
—Echad los vuestros, venga —les apuró Hermione.
Allison metió el de Parkinson en el vaso siguiente, después Harry el de Goyle y por último Ron el de Crabbe. Pasó lo mismo que con la de Hermione, solo que los colores eran distinto. La de Parkinson se había vuelto de un color gris oscuro polvoriento.
—Esperad —les frenó Allison, antes de que bebieran—. Lo mejor es que entremos a retretes separados y nos cambiemos antes de beberla. A vosotros os reventarán las túnicas si no, y tampoco creo que sea bueno que nos cambiemos después.
Harry, Ron y Hermione estaban de acuerdo, así que cada uno se adentró en un cubículo distinto.
—¿Listos? —preguntó Harry después de que todos se hubieran cambiado.
—Listos —le contestaron las voces de Ron, Allison y Hermione.
—A la una, a las dos, a las tres...
Allison se bebió la poción todo lo rápido que pudo, intentando no respirar el aroma. No sabía tan horrible como había pensado, pero seguía siendo extremadamente desagradable.
Sintió cómo se le retorcían las tripas, y un ardor que salió de su estómago se extendió por todo su cuerpo. Tuvo que apoyar las manos en el suelo, desequilibrada y adolorida, sintiendo cómo le ardía la piel. Notó cómo sus ojos se achinaban y sus labios se agrandaban. Supo que crecía unos centímetros y sus pies y manos se alargaban al igual. Ya no percibía el tacto de su pelo sobre sus hombros, y al instante todas las sensaciones desaparecieron.
El suelo estaba frío y sucio, y Allison se levantó apresuradamente. Se miró las manos y advirtió que su tono de piel ahora era mucho más claro, de un tono oliváceo. Abrió la puerta y salió, comprobando que era la primera en hacerlo, y aprovechó para acercarse al espejo.
—¿Estáis bien? —se escuchó la voz de Goyle.
—Sí —contestó un gruñido de Crabbe.
—No. Odio este plan. Soy Parkinson de verdad.
Allison se peinó el flequillo con los dedos, pues Pansy lo tenía más largo que el suyo y se le metía un poco por los ojos. Se sentía muy rara con el pelo tan corto, además, y que era de un color negro apagado. Sus ojos eran rasgados y de un marrón tan oscuro que casi era negro. Las pocas pecas que decoraban la nariz de Allison habían desaparecido, y se fijó en que su nariz ahora era ligeramente más ancha.
Nunca lo admitiría en voz alta, pero Pansy Parkinson era guapa. Nunca se había fijado.
Harry y Ron —más bien Goyle y Crabbe— salieron casi a la vez.
—Es increíble —exclamó Ron, acercándose al espejo y pinchando con el dedo la nariz de Crabbe—. Increíble.
—Mejor que nos vayamos —sugirió Harry, aflojando su reloj—. Aún tenemos que averiguar dónde se encuentra la sala común de Slytherin. Espero que demos con alguien a quien podamos seguir hasta allí.
—No sabes lo raro que se me hace ver a Goyle pensando —repuso Ron. Después golpeó en la puerta de Hermione—. Vamos, tenemos que irnos...
Una voz aguda le contestó:
—Me... me temo que no voy a poder ir. Id vosotros sin mí.
—Sabemos que Bulstrode no es precisamente hermosa, Herms, pero nadie sabrá que eres tú. Sal, venga.
—No, de verdad... no puedo ir. Daos prisa vosotros, no perdáis tiempo.
Los tres se miraron desconcertados.
—Pareces Goyle —dijo Ron a Harry—. Siempre pone esta cara cuando un profesor pregunta.
—Hermione, ¿estás bien? —preguntó Harry a través de la puerta.
—Sí, estoy bien... Marchaos.
Ya habían pasado cinco minutos. Tenían que darse prisa.
—Espera aquí hasta que volvamos, ¿vale? —dijo Allison.
Salieron, caminando por el pasillos. Estaban en el segundo piso, y debían llegar a la mazmorra.
—No muevas así los brazos —susurró Harry a Ron.
—¿Eh?
—Crabbe los mantiene rígidos...
—¿Así?
—Sí, mucho mejor. Y Allison, tienes que poner cara de asco.
—No te preocupes, nadie hace caso a nada de lo que Parkinson hace —respondió ella, a modo de burla. Aunque era bastante cierto, incluso Draco la ignoraba la mayor parte del tiempo.
Después de llegar al vestíbulo, bajaron al sótano y de ahí a las mazmorras. Allison les guió por los pasillos donde había encontrado a Pansy. Supuso que estaría cerca la sala común, o al menos de camino.
Pensaban encontrar a alguien de Slytherin y obligarle a llevarles.
—¡Eh! —exclamó Ron, emocionado cuando oyó un ruido—. ¡Uno de ellos!
Solo que no se trataba de un Slytherin. Era Percy Weasley.
—¿Qué haces aquí? —preguntó Ron, con sorpresa. Percy lo miró ofendido.
—Eso —contestó fríamente— no es asunto de tu incumbencia. Tú eres Crabbe, ¿no?
—Eh... sí —respondió Ron.
—Bueno, id a vuestros dormitorios —dijo Percy con severidad—. En estos días no es muy prudente merodear por los corredores.
—Pues tú lo haces —señaló Ron.
—Yo —dijo Percy, dándose importancia— soy un prefecto. Nadie va a atacarme.
—Menuda estupidez —susurró Allison.
Escucharon la voz de Draco detrás suyo. Por una vez, Allison se alegró por ello.
—Estáis ahí —dijo él, mirando a los dos chicos—. ¿Os habéis pasado todo el tiempo en el Gran Comedor, poniéndoos como cerdos? Os estaba buscando a los dos, quería enseñaros algo realmente divertido.
Entonces reparó en la presencia de Parkinson.
—Ah, tú también estás aquí, Pansy.
Malfoy echó una mirada fulminante a Percy.
—¿Y qué haces tú aquí, Weasley? —le preguntó, con desprecio.
Percy se ofendió aún más.
—¡Tendrías que mostrar un poco más de respeto a un prefecto! ¡No me gusta ese tono!
Malfoy lo miró despectivamente e indicó a los otros que lo siguieran.
—Ese Peter Weasley...
—Percy —le corrigió automáticamente Ron.
—Como sea. He notado que últimamente entra y sale mucho por aquí, a hurtadillas. Y apuesto a que sé qué es lo que pasa. Cree que va a pillar al heredero de Slytherin él solito.
Lanzó una risotada breve y burlona. ¡Por fin sacaba el tema! Malfoy se detuvo ante un trecho de muro descubierto y lleno de humedad.
—¿Cuál es la nueva contraseña?
—Bueno...
—¡Ah, ya! «¡Sangre limpia!» —interrumpió Malfoy, afortunadamente, y se abrió una puerta de piedra disimulada en la pared. Malfoy la cruzó y los tres lo siguieron.
La sala común de Slytherin era muy diferente a la de Gryffindor. Resaltaba el verde, color representativo de la casa. Las paredes eran muros de piedra, y había lámparas que colgaban del techo mediante cadenas. Había una chimenea enfrente suyo, y unos pocos estudiantes se encontraban en la sala. Incluso la luz parecía de un tono verdoso, y Allison se dio cuenta por qué: las ventanas daban al Lago Negro.
—Esperad aquí —indicó Malfoy, señalando unas sillas vacías separadas del fuego—. Voy a traerlo. Mi padre me lo acaba de enviar.
Los tres tomaron asiento, y Malfoy volvió al cabo de un minuto, con lo que parecía un recorte de periódico.
—Te vas a reír con esto —le dijo a Ron.
Ron abrió los ojos, asustado. Era El Profeta.
INVESTIGACIÓN EN EL MINISTERIO DE MAGIA
Arthur Weasley, director del Departamento Contra el Uso Indebido de la Magia, ha sido multado hoy con cincuenta galeones por embrujar un automóvil muggle.
El señor Lucius Malfoy, miembro del Consejo Escolar del Colegio Hogwarts de Magia, en donde el citado coche embrujado se estrelló a comienzos del presente curso, ha pedido hoy la dimisión del señor Weasley.
«Weasley ha manchado la reputación del Ministerio», declaró el señor Malfoy a nuestro enviado. «Es evidente que no es la persona adecuada para redactar nuestras leyes, y su ridícula Ley de defensa de los muggles debería ser retirada inmediatamente.»
El señor Weasley no ha querido hacer declaraciones, si bien su esposa amenazó a los periodistas diciéndoles que si no se marchaban, les arrojaría el fantasma de la familia.
—¿Y bien? —dijo Malfoy impaciente, cuando Harry le devolvió el recorte—. ¿No os parece divertido?
—Es desternillante. —Allison fingió una risa y Malfoy le sonrió de forma prepotente.
—Arthur Weasley tiene tanto cariño a los muggles que debería romper su varita mágica e irse con ellos —opinó Malfoy desdeñosamente—. Por la manera en que se comportan, nadie diría que los Weasley son de sangre limpia.
Ron estaba que echaba chispas.
—¿Qué te pasa, Crabbe? —preguntó Malfoy bruscamente.
—Me duele el estómago —gruñó Ron.
—Bueno, pues id a la enfermería y dadles a todos esos sangre sucia una patada de mi parte —dijo Malfoy, riéndose—. ¿Sabéis qué? Me sorprende que El Profeta aún no haya dicho nada de todos esos ataques —continuó diciendo pensativamente—. Supongo que Dumbledore está tapándolo todo. Si no para la cosa pronto, tendrá que dimitir. Mi padre dice siempre que la dirección de Dumbledore es lo peor que le ha ocurrido nunca a este colegio. Le gustan los que vienen de familia muggle. Un director decente no habría admitido nunca una basura como el Creevey ese.
Malfoy imitó a Colin, fingiendo sacar fotos y burlándose.
—Potter, ¿puedo sacarte una foto, Potter? ¿Me concedes un autógrafo? ¿Puedo lamerte los zapatos, Potter, por favor?
Allison se rio, porque aunque pretendía burlarse de Colin, Allison pensó que también hacía alusión a cómo se comportaba Draco. No porque fuera su fan, pero él también buscaba la continua atención de Harry. Además, debía reírse o sospecharía.
—¿Qué os pasa a vosotros dos?
Los dos lentos se pusieron a reír falsamente, pero a Draco pareció bastarle.
—San Potter, el amigo de los sangre sucia —dijo Malfoy lentamente—. Ese es otro de los que no tienen verdadero sentimiento de mago, de lo contrario no iría por ahí con esa sangre sucia presuntuosa que es Granger. ¡Y se creen que él es el heredero de Slytherin!
Allison tragó saliva, intentando ocultar su odio y su enfado por lo que había dicho de Hermione.
—Me gustaría saber quién es —dijo Malfoy, petulante—. Podría ayudarle.
Oh, tal vez estuvieran equivocados. Parecía que no era el heredero...
—Tienes que tener una idea de quién hay detrás de todo esto —intervino la chica.
—Ya sabes que no, Pansy, ¿cuántas veces tengo que decírtelo? —dijo Malfoy bruscamente—. Y mi padre tampoco quiere contarme nada sobre la última vez que se abrió la Cámara de los Secretos. Aunque sucedió hace cincuenta años, y por tanto antes de su época, él lo sabe todo sobre aquello, pero dice que la cosa se mantuvo en secreto y asegura que resultaría sospechoso si yo supiera demasiado. Pero sé algo: la última vez que se abrió la Cámara de los Secretos, murió un sangre sucia. Así que supongo que solo es cuestión de tiempo que muera otro esta vez... Espero que sea Granger.
Ron apretaba los grandes puños de Crabbe. Allison nunca había tenido tantas ganas de soltarle un puñetazo, suerte que Harry habló antes.
—¿Sabes si cogieron al que abrió la cámara la última vez?
—Sí... Quienquiera que fuera, lo expulsaron —dijo Malfoy—. Aún debe de estar en Azkaban.
—Oh, vaya —susurró Allison, que no soportaba estar tanto tiempo callada escuchando a Malfoy. Si permanecía en silencio, solo recordaría las ganas que tenía de golpearle.
—Mi padre dice que tengo que mantenerme al margen y dejar que el heredero de Slytherin haga su trabajo. Dice que el colegio tiene que librarse de toda esa infecta sangre sucia, pero que yo no debo mezclarme. Naturalmente, él ya tiene bastantes problemas por el momento. ¿Sabéis que el Ministerio de Magia registró nuestra casa la semana pasada?
—Oh, ¿en serio? Espero que todo fuera bien —trató de mentir Allison, aunque acabó saliéndole un tono algo sarcástico. Por suerte, Malfoy no lo notó.
—Sí... Por suerte, no encontraron gran cosa. Mi padre posee algunos objetos de Artes Oscuras muy valiosos. Pero afortunadamente nosotros también tenemos nuestra propia cámara secreta debajo del suelo del salón.
—¡Ah! —exclamó Ron.
Malfoy lo miró. Ron se puso colorado, incluso el pelo se le volvió un poco rojo. También se le alargó la nariz.
Se estaba transformando de nuevo en él.
—Necesito algo para el estómago —gruñó Ron, y Harry y él echaron a correr a lo largo de la sala común de Slytherin, lanzándose contra el muro de piedra y metiéndose por el corredor.
Allison se puso de pie, con miedo a transformarse ahí en medio.
—Fantástico el haber hablado, Draco, pero tengo que irme. Acaba de... esto... bajarme el periodo.
Antes de que Malfoy replicara, se largó a paso ligero de ahí.
—Bueno, no ha sido completamente inútil —escuchó a Ron decir en el baño—. Ya sé que todavía no hemos averiguado quién ha cometido las agresiones, pero mañana voy a escribir a mi padre para decirle que miren debajo del salón de Malfoy.
Allison pasó rápido hacia el espejo. Su pelo había recuperado su antigua longitud y tono rojizo. Sus ojos volvían a ser verde claro, y su piel volvía a ser casi tan morena como la de su hermano.
—Uf, vuelvo a ser guapa —susurró, tocándose la cara—. No me miréis así, Parkinson es horrible —mintió, queriendo mantener su odio hacia ella. No quería que supieran que le parecía guapa.
—Hermione, sal, tenemos muchas cosas que contarte —llamó Ron.
—¡Marchaos! —chilló ella.
—¿Qué pasa? —preguntó Ron—. Tienes que estar a punto de volver a la normalidad, nosotros ya...
Pero Myrtle la Llorona salió de repente, atravesando la puerta del retrete. Allison nunca la había visto tan contenta.
—¡Aaaaaaaah, ya la veréis! ¡Es horrible!
Oyeron descorrerse el cerrojo, y Hermione salió, sollozando, tapándose la cara con la túnica.
—¿Qué pasa? —preguntó Ron, vacilante—. ¿Todavía te queda la nariz de Millicent o algo así?
Hermione se descubrió la cara, y Ron retrocedió hasta darse en los riñones con un lavabo.
Tenía la cara cubierta de pelo negro. Los ojos se le habían puesto amarillos y unas orejas puntiagudas le sobresalían de la cabeza.
—¡Era un pelo de gato! —maulló—. ¡Mi-Millicent Bulstrode debe de tener un gato! ¡Y la poción no está pensada para transformarse en animal!
—¡Eh, vaya! —exclamó Ron.
—Todos se van a reír de ti —dijo Myrtle, muy contenta.
—Herms, no te preocupes. La señora Pomfrey lo arreglará. Seguro que no hará muchas preguntas si le dices que te da vergüenza. Dile que estabas provando un hechizo para quitar granos. Todos suelen salir mal, lo creerá.
Cuando la convencieron de salir, Myrtle los siguió riéndose con ganas.
—¡Pues ya verás cuando todos se enteren de que tienes cola!
maratón 3/4
feliz cumpleaños a Harry James Potter, nuestro bebé que ya no es tan bebé porque cumple 40 años. también es el día de Allison, just saying jejeje
muchas gracias por votar y comentar, nos vemos el domingo con el último capítulo del maratón <3
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