03 | ¡tres cabezas!
III. THREE HEADS!
Ese día más tarde los tres chicos estaban en la cabaña de Hagrid. El guardabosques les hacía visitas prácticamente todos los meses a los mellizos en su casa, y esta vez él les había invitado a su cabaña. Se notaba su entusiasmo por tenerles ahí, al igual que el de Fang, el perro de Hagrid. Era negro y enorme, e impresionaba de primeras. Pero cuando lo conocías, te dabas cuenta que era un cacho de pan, como Hagrid.
Lo dicho, nada más abrir Hagrid la puerta, Fang se lanzó sobre Allison para lamerle la cara.
—¡Fang, cuánto te he echado de menos! A ti también, Hagrid, pero te vi ayer —añadió, dándole un corto abrazo cuando el perro se bajó de encima suyo.
No tardó más de unos segundos en sentarse en el suelo, y Fang corrió a apoyar su cabeza sobre su rodilla y dejarla llena de babas. Aquello no le importó, quería demasiado al animal, y le rascó detrás de las orejas de manera juguetona.
—Este es Ron —presentó Harry, mientras Hagrid preparaba el té y servía pasteles.
—Otro Weasley, ¿verdad? Me he pasado la mitad de mi vida ahuyentando a tus hermanos gemelos del bosque.
—¿A que yo también podría ser una Weasley, Hagrid? Soy pelirroja, y aunque no se vean mucho tengo pecas. Ron se rio de mí cuando se lo dije, pero es cierto —comentó Allison, poniéndose de pie para lavarse las manos y sentarse a la mesa.
—Solo digo que tienes el pelo y la piel más oscuros que cualquier Weasley —intervino Ron—. Pero si no...
—¡Eso no es importante, Ronald! —interrumpió Allison—. Harry, defiéndeme.
Harry se rio por lo bajo, y Hagrid les dedicó una enorme sonrisa.
—Siempre tan alegre, Allison.
Estuvieron un rato hablando de lo mucho que odiaban a Filch y a la Señora Norris, su gata. Mientras, intentaban no romperse los dientes con los pasteles de Hagrid. Harry y Allison ya tenían práctica en eso, pero Ron no.
—Filch no es el único que nos odia —apuntó Allison de mal humor—. Snape me ha quitado tres puntos hoy. Y a Harry uno. Nos detesta, por alguna razón. ¿Tienes idea de lo que es el asfalfo, Hagrid?
—Creo que era asfálfolo —intervino Ron.
—Estoy muy segura de que es asfóledo, Ronald.
—Eso ni siquiera es lo que has dicho la primera vez —se burló Harry.
Hagrid, que ni sabía a lo que se referían, prefirió fingir no haber escuchado la conversación.
—¡Tonterías! —dijo el hombre—. ¿Por qué iba a odiaros? ¿Cómo está tu hermano Charlie? —preguntó a Ron, cambiando bruscamente de tema—. Me gustaba mucho, era muy bueno con los animales.
Ron comenzó a hablar sobre su hermano y los dragones con los que trabajaba. Allison le escuchaba más atenta que en cualquier clase, muy interesada en aquellos animales mágicos.
—¿Crees que algún día te invitará a ver los dragones? Si lo hace, tienes que llevarme, Ron. Ver un dragón es como mi sueño. Tienen que ser realmente geniales, y aterradores, y gigantes. ¿Le han lanzado fuego a tu hermano? Hagrid, ¿alguna vez has visto un dragón? —se apresuró a preguntar, sin darle tiempo a Ron a responder—. Siempre has dicho que te gustaría tener uno.
Él la miró con los ojos muy abiertos, como sorprendido, pero antes de que pudiera decir nada, Harry —con El Profeta en una mano— exclamó:
—¡Asaltaron Gringotts el día de nuestro cumpleaños! Allison, ¿no te acuerdas que fuimos al Callejón Diagon ese día a comprar? ¡Podría haber sucedido mientras estábamos al lado!
Ella le quitó el periódico para leer la noticia:
RECIENTE ASALTO EN GRINGOTTS
Continúan las investigaciones del asalto que tuvo lugar en Gringotts el 31 de julio. Se cree que se debe al trabajo de oscuros magos y brujas desconocidos.
Los duendes de Gringotts insisten en que no se han llevado nada. La cámara que se registró había sido vaciada aquel mismo día.
«Pero no vamos a decirles qué había allí, así que mantengan las narices fuera de esto, si saben lo que les conviene», declaró esta tarde un duende portavoz de Gringotts.
—Por Godric, fue el día que vimos a Malfoy en el Callejón Diagon. ¿Te acuerdas cuando se le cayó el helado al suelo? Creo que me reí más fuerte de lo que pretendía y me escuchó.
* * *
Las clases que Allison más esperaba eran las de vuelo. Quería enseñarles a todos que sabía volar más que bien. Harry y ella llevaban subiéndose a sus escobas desde que eran pequeños, prácticamente volaban antes de lo que empezaron a andar.
Sin embargo, se desilusionó bastante cuando se enteró que tendrían que compartir clases con Slytherin. No soportaba a Draco Malfoy, desde que habían llegado a Hogwarts no paraba de burlarse de ellos sin motivo.
También había que decir que Allison nunca se quedaba callada, y por eso Malfoy seguía y seguía discutiendo y metiéndose con ellos. Pero, oye, no iba a quedarse en silencio y sin hacer nada viendo cómo les insultaba. Ella tenía un orgullo.
De todas formas, todos los estudiantes estaban muy emocionados cuando la profesora Hooch llegó a dar la clase. Era una mujer más bien baja, con el pelo corto y casi completamente blanco, y tenía los ojos amarillos. A Allison eso le fascinó, pues había visto gente con ojos ámbar —como Maddy y Remus—, pero nunca amarillo.
—Extended la mano derecha sobre la escoba -les indicó la profesora— y decid «arriba».
—¡ARRIBA! —gritaron todos.
Harry, Allison y Malfoy fueron de los pocos que lo consiguieron a la primera. La pelirroja sonrió con autosuficiencia.
La señora Hooch les enseñó cómo debían subirse, y les corrigió para que estuvieran bien. Ally se rio mucho cuando le dijo a Malfoy que lo había estado haciendo mal toda su vida.
—Ya no es tan profesional —se burló Harry, en voz baja. Su hermana y Ron rieron por el comentario.
—Ahora, cuando haga sonar mi silbato, dais una fuerte patada —indicó la señora Hooch—. Mantened las escobas firmes, elevaos un metro o dos y luego bajad inclinándoos suavemente. Preparados... tres... dos...
Pero parecía que Neville estaba tan nervioso que dio la patada antes de tiempo, y empezó a volar. Su escoba ascendía en dirección al sol.
—¡Vuelve, muchacho! —gritó la señora Hooch, pero Neville subía en línea recta.
—Parece que va de cabeza al sol —murmuró Allison.
BUM. Neville estaba tirado en la hierba. Su escoba seguía subiendo, cada vez más alto, hasta que comenzó a torcer hacia el bosque prohibido, y desapareció de la vista de todos.
La señora Hooch se inclinó sobre Neville, con el rostro tan blanco como el del chico.
—La muñeca fracturada —la escuchó murmurar Allison—. Vamos, muchacho... Está bien... A levantarse.
Se volvió hacia el resto de la clase.
—No debéis moveros mientras llevo a este chico a la enfermería. Dejad las escobas donde están o estaréis fuera de Hogwarts más rápido de lo que tardéis en decir quidditch. Vamos, hijo.
La profesora le ayudó a caminar, mientras Neville soltaba quejidos todo lo bajo que podía, por el dolor de su muñeca. Cuando entraron en el castillo, Malfoy ya estaba riéndose a carcajadas.
—¿Habéis visto la cara de ese gran zoquete?
—¡Cierra la boca, Malfoy! —dijo Parvati Patil, en tono cortante.
—Oh, ¿estás enamorada de Longbottom? —se burló Pansy Parkinson, una de las lagartijas de Malfoy—. Nunca pensé que te podían gustar los gorditos llorones, Parvati.
—¡Mirad! —gritó Malfoy, pasando por completo de Parkinson—. Es esa cosa estúpida que le mandó la abuela a Longbottom.
Era la Recordadora de Neville, una lechuza de parte de su abuela la había traído aquella misma mañana.
—Trae eso aquí, Malfoy —dijo Harry con calma. Todos se callaron, observando los movimientos de ambos.
—Creo que voy a dejarla en algún sitio para que Longbottom la busque... ¿Qué os parece... en la copa de un árbol?
—¡Tráela aquí! —rugió Harry, pero Malfoy había subido a su escoba y se alejaba.
—¡Ven a buscarla, Potter!
Ambos Potter fueron a coger su escoba, dispuestos a ir tras él. Allison estaba harta de que se creyera el mejor alumno.
—¡No! —gritó Hermione Granger, con miedo a que descubrieran lo que estaban haciendo. Había apoyado una mano sobre el hombro de Allison—. La señora Hooch dijo que no nos moviéramos. Nos vais a meter en un lío.
A Allison no le dio tiempo a decidir si volar o no, porque su hermano ya estaba en el aire, persiguiendo a Malfoy.
—¡Dale con la escoba, Harry! —gritó Allison, desde el suelo. Sabía que eso era imposible, pero si se pudiera, lo haría.
En un momento dado, Malfoy lanzó la Recordadora, con la intención de que cayera al suelo. Aunque pareció ser que Harry tenía reflejos de un puma ninja, porque la logró atrapar antes de que tocara siquiera el césped.
Bajó a tierra sonriendo, con la Recordadora en la mano y una cara triunfante. Allison le aplaudió gritando «¡Ese es mi hermano!». Sin embargo, la celebración duró poco, ya que McGonagall acababa de llegar.
—¡HARRY POTTER!
—No es mi hermano —rectificó Allison, sabiendo que no iba a servir, porque obviamente McGonagall le había visto volando con la escoba.
La profesora venía corriendo, y Allison temió por la seguridad de su hermano. McGonagall parecía tan histérica que parecía que iba a desmayarse ahí mismo. O hacer que Harry se desmayara antes, porque el chico lucía totalmente asustado.
—Nunca... en todos mis años en Hogwarts... ¿Cómo te has atrevido...? Has podido romperte el cuello...
—No fue culpa de él, profesora...
—Silencio, Parvati.
—Pero Malfoy...
—Ya es suficiente, Allison. Harry Potter, ven conmigo.
Ally no pudo hacer nada más que desearle a Harry mucha suerte en silencio.
No podían expulsarlo, ¿verdad? De verdad esperaba que no. Acababan de llegar al colegio, por las barbas de Merlín.
* * *
Resultó que no, que a Harry no le expulsaron. En lugar de eso, le cogieron como buscador para el equipo de quidditch de su casa. Allison estaba feliz por él, pero celosa porque también quería ser parte del equipo. ¡Se suponía que entrarían los dos a la vez! Harry era el buscador de quidditch más joven desde hacía muchísimo tiempo. Un siglo, para ser exactos.
Pero eso no había sido lo más sorprendente de aquel día. Eso llegaría por la noche, cuando Malfoy había retado a Allison a un duelo esa noche, y Harry y Ron iban a acompañarla.
Cosa que a Hermione Granger no le hizo mucha gracia. Tuvieron que aguantar cómo se quejaba, diciéndoles que iban a perder un montón de puntos. Allison solo quería quitarle el sentimiento de superioridad a Malfoy.
Sin hacer caso a lo que Hermione decía, salieron por el agujero del retrato. Encontraron a Neville ahí, en el suelo, pues el chico se había olvidado la contraseña. Al final, ambos tuvieron que ir con los otros tres, ya que la Señora Gorda se había ido a saber dónde y no podían regresar dentro.
Resultó que Hermione no andaba muy mal encaminada, porque el cobarde de Malfoy no apareció. Les había engañado para que Filch les castigara, ya que le había dado el chivatazo de que iban a estar fuera de la cama, en la sala de trofeos.
Gracias a Peeves, el poltergeist que desveló dónde se encontraban, tuvieron que salir por patas y entrar en una habitación para huir del celador.
—Filch no tiene ni idea de que estamos aquí, pensará que la puerta está cerrada —susurró Allison, con la oreja pegada a ella para escuchar la conversación que estaban teniendo—. Creo que nos vamos a escapar, es fantástico. Neville, te estás poniendo pesado, eh. —El chico no había parado de sacudir su brazo desde que había empezado a hablar. Se dio la vuelta para mirar a sus amigos.
Oh, diantres. ¿Estaba soñando? Porque si era así, se acercaría. Si no, saldría corriendo.
¿Tenía de verdad a un monstruoso perro con tres cabezas delante suyo? ¡Con razón el maldito piso estaba prohibido!
Los seis ojos que el perro tenía estaban fijos en los chicos, y parecía incluso sorprendido de que ellos estuvieran ahí.
Ja, al menos no somos los únicos, pensó Allison.
Muy pronto lo había dicho, el perro ya estaba gruñendo de enfado.
Harry, al lado de su hermana, le hizo a un lado y abrió la puerta.
Allison ni siquiera sabía en qué pensar mientras corrían despavoridos hacia la torre de Gryffindor.
—¿Dónde os habíais metido? —les preguntó la Señora Gorda.
—Nosotros podríamos preguntarte lo mismo —rebatió Allison, pero nadie la oyó, debido a que su voz sonaba débil y casi no se escuchaba, al estar tan cansada de la carrera.
—No importa... Hocico de cerdo, hocico de cerdo —jadeó Harry.
Todos entraron entonces a la sala común. Estaban cansados, sudorosos y, al menos Allison, con ganas de darse un baño.
—¿Qué pretenden, teniendo una cosa así encerrada en el colegio? —dijo Ron, rompiendo el silencio que había quedado en la sala—. Si algún perro necesita ejercicio, es ese.
Hermione había recuperado el aliento, así que pudo seguir echándoles la bronca.
—¿Es que no tenéis ojos en la cara? —dijo enfadada—. ¿No visteis lo que había debajo de él?
—¿El suelo? —sugirió Harry, sarcásticamente—. No miré sus patas, estaba demasiado ocupado observando sus cabezas.
—Tenía tres. Tres —añadió Allison, levantando tres dedos, como si nadie se hubiera cerciorado de ese pequeño detalle.
—No me refiero al suelo. ¡Y ya sé que tenía tres cabezas! Estaba encima de una trampilla. Es evidente que está vigilando algo.
Se puso de pie, mirándolos indignada.
—Espero que estéis satisfechos. Nos podía haber matado. O peor, expulsado. Ahora, si no os importa, me voy a la cama.
Ron la contempló boquiabierto.
—No, no nos importa. Nosotros no la hemos arrastrado, ¿no?
Ally estaba demasiado cansada para discutir sobre Hermione, así que tan solo la siguió a su cuarto. Maldecía para sí misma que su habitación estuviera arriba del todo, la última, porque debían subir muchas escaleras.
Al llegar, se tumbó boca abajo en el colchón, y levantó solo un poco la cabeza para ver a Hermione, tumbándose en su cama y dándole la espalda. Volvió a hundir su cabeza en la almohada y se quedó dormida casi al instante.
Ya habían descubierto el peligro del tercer piso. Pero ahora Allison sentía unas ganas inmensas de investigarlo todo.
A la mañana siguiente, Allison escribió junto a Harry otra carta para informarles a Maddy, Remus y Lizzy de que el chico había entrado en el equipo. Les contaron algunas cosas más, como que Snape les odiaba y que la Señora Norris les daba mala espina. Obviamente, se callaron todo sobre la aventura de la pasada noche.
* * *
El 31 de octubre se acercaba, y Halloween no era una fecha precisamente feliz para los mellizos Potter, nunca lo había sido del todo.
Estaba claro que Maddy y Remus se esforzaban mucho para que los tres niños pudieran disfrutar de la fiesta como todos los demás. Pero no podían simplemente ignorar aquella fecha tan triste para ellos.
Allison, cuando era más pequeña, no entendía por qué Maddy lloraba por la mañana, cuando pensaba que ella aún estaba durmiendo. Desde fuera de la puerta de su habitación, sus sollozos eran audibles para la pelirroja.
Cuando fueron más mayores, les explicaron el porqué. Sus padres habían muerto ese día, Halloween. Desde entonces, a Allison ya no le apetecía disfrazarse e ir a pedir caramelos por el pueblo.
Ya se olía que algo iba mal antes de que le confirmaran sus sospechas, porque Maddy y Remus no eran los únicos que parecían apenados ese día.
Ellos vivían a las afueras de Wigtown, uno de los pueblos donde las familias mágicas se habían asentado después de que se firmara la ley del Estatuto Internacional del Secreto Mágico. Por lo que, en aquel pueblo, no eran los únicos magos. Muchas familias conocían la historia de los Potter.
Solían disfrazarse para Halloween y hacer el truco o trato por las calles del pueblo. A Allison le hacía mucha gracia disfrazarse de bruja, pues le parecía una ironía, y todos los años que había celebrado la fiesta se había disfrazado así.
Cada vez que llamaban a una casa de magos a pedir chucherías, les miraban con pena y les daban un puñado más grande de lo normal. En ocasiones, los Haywood les ofrecían a Maddy y Remus entrar a tomar algo, y los chicos jugaban un rato con Beatrice, la hija menor del matrimonio, antes de que esta entrara a Hogwarts.
Halloween había dejado de gustarles, porque todo el mundo insistía en mostrarse infeliz, y los chicos se sentían mal por ello. No les gustaba que les recordaran durante todo el día que sus padres estaban muertos.
Esperaban que aquel año, en Hogwarts, fuera diferente.
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