18. Pánico
Lucas
—No, no ¡no! —mi madre gritó escandalizada en cuanto Chris y yo entramos a la cocina dónde ella se encuentra—. ¡¿Por qué no se quitaron las botas?! Miren cómo están llenando todo de lodo, ¡los voy a matar!
Solté a reír cuando elevó el cucharón de sopa y se acercó a nosotros con intenciones de golpearnos.
—¡Cálmate! —grité de regreso y retrocedí con Chris—. Ya nos cambiaremos, ¡cálmate, mamá!
Ella comenzó a regañarme en mandarín.
Quizás estaba diciéndome las maneras en las que mataría por dejar su cocina enlodada, pero como nunca me enseñó el idioma de nuestros ancestros simplemente le lancé un beso y me apresuré a salir corriendo con Chris hasta mi habitación.
Estando allí nos quitamos las botas y las capuchas dejándolas en una esquina.
—¿Crees que de verdad se enojó? —preguntó mi amigo con una media sonrisa—. Porque esa sopa olía deliciosa y tengo mucha hambre.
—Aún si lo estuviera podemos bajar a robar un poco antes de que venga mi padrastro y se coma todo —respondí al caminar hasta mis gavetas para sacar ropa seca.
Le arrojé a Chris lo que seleccioné para él y señalé a la puerta.
—Usa el baño primero, recuerda que las toallas limpias están bajo el lavabo.
—Gracias —dijo y salió de mi habitación porque no, yo no tengo baño personal.
Estando solo llevé las manos a mi rostro y solté un sonoro suspiro.
Wen apareció en mi mente de inmediato.
¡Basta! No pienses en ella, no pienses en ella ¡no pienses en ella!
No podía evitarlo, verla tan frustrada por la situación me había afectado más de lo que imaginé. Me sentía tan culpable.
—¿Por qué tuve que seguir indagando? ¿Por qué no dejé las cosas en paz?
"Porque eres un curioso por naturaleza..." respondió mi subconsciente.
Mientras Chris se bañaba decidí aprovechar esos minutos. Levanté mi laptop y me recosté del escritorio para acceder nuevamente a su nube.
Escribí su correo electrónico y su contraseña. Cuando obtuve el acceso me fui a la galería con fotos de cuando Chris era muy pequeño y en casi todas sale con Wen y un pequeño bebé Wael. Se veía que tuvieron una infancia muy alegre y feliz.
Me cuesta creer que estos dos tengan tanta historia, pero en los pasillos de la universidad y en el salón de clases actúan como completos desconocidos.
Bajé la tapa de la laptop al cabo de un rato ya que Chris se adentra a la habitación ahora seco y vestido. Le pasé de largo tomando conmigo la ropa que usaré y tomé una ducha donde nuevamente Wen aprovecha y se adentra a mis pensamientos.
El recuerdo de sus labios a pocos centímetros de los míos y el contacto de mis manos contra sus mejillas mientras la lluvia nos caía encima parece tan vívido que tengo que abrir los ojos y concentrarme en quitar de mi cuerpo cualquier rastro de lodo.
Termino de ducharme minutos más tarde y me visto allí mismo.
Sacudí mi cabello mientras salgo del baño y camino a poca distancia por el pasillo a mi habitación.
—No te mentiré —dijo Chris desde la silla del escritorio. Al verlo me doy cuenta de que me ha atrapado porque levantó la pantalla de la laptop y está viendo una foto suya con Wen—. Intento olvidar tanto que ella y yo fuimos amigos y eso ha hecho que también lentamente saqué de mi memoria los recuerdos buenos.
—No tenemos que hablar de eso ahora —tomé asiento en el borde de la cama viéndolo con atención.
—¿Entonces de qué quieres hablar? —preguntó bajando la pantalla—. ¿De como pronto estaremos en un aprieto gigante?
—Aún me parece todo tan confuso, ¿no se supone que estoy dentro de tus tres límites? —señalé la marca en mi brazo—. ¿Eso no me hace imposible de matar? o ¿Es que acaso entendí mal?
—Los tres límites son un resguardo, cualquier bruja o hechicero que te vea eso sabrá que no puede matarte y en la corte no te sentenciarán a muerte, pero eso no significa que no haya castigos tanto para ti como para mí. Tú sigues siendo un humano y no debí, ni revelarte el secreto o marcarte, Lucas, las brujas no son precisamente los seres más piadosos, encontrarán la manera de castigarnos y entonces allí sí que preferiremos la muerte.
—¿Por qué lo hiciste, Christian? —susurré—. No era necesario. Yo siempre te voy a defender, así sea de idiotas como Darren, o de cualquiera. No tenías que ''devolverme el favor'' ¿por qué te arriesgaste?
—Quizás no seamos hijos de la misma madre o tengamos algún lazo sanguíneo, pero eres mi hermano. Lucas, yo jamás podría dejar que algo que te pase cuando tú fuiste literalmente la única persona que quiso estar conmigo al llegar a ese colegio. Por mucho tiempo para todos fui el extraño niño lleno de problemas, pero tú, tú me viste como un amigo.
—Si tan solo hubiese sabido lo que sé ahora habría intentando hacerte sentir mejor cuando te ponías paranoico o te asustabas con cualquier cosa. De seguro el trauma que estar dentro de ese espejo te dejó es uno que nunca podrás superar.
—Fue horrible. Mi madre tiene la teoría de que uno de esos espíritus me lanzó alguna especie de hechizo.
—¿Qué? —dije, asustado.
—Sí —Chris se puso de pie y caminó a la ventana para ver la lluvia caer—. Πανικός...
Un nudo se formó en mi garganta.
—¿Qué significa eso?
—Pánico. Estando allí, los gritos desesperados de aquellos espíritus me gritaban cosas y me aterrorizaron durante los cinco minutos más largos de mi existencia y una voz... Una voz sobresalía más que las demás, era un hombre y él decía: ¡Πανικός! ¡Πανικός! ¡Πανικός! y cuando salí, el pánico ha sido una constante en mi vida, Lucas.
Chris se restregó el rostro y volteó a verme.
—¿No puedes quitarte esa maldición?
—Mis padres y familiares han tratado por años, pero es como si estuviera atado a mí y puede que sí, los espíritus que se hallan en el Reino de los Muertos son muy poderosos y por algo fueron exiliados —subió los hombros—. Cuando te marqué no pensaba en las consecuencias, solo en que si te pierdo una parte de mi moriría contigo.
—Once largos años de amistad y jamás dijiste nada sobre tus miedos —lo miré con cautela—. Debió ser difícil para ti.
—El tiempo puede sanar casi todo. Internamente sigo siendo ese niño de diez años lleno de temor, pero por fuera sé que soy un adulto y si quiero vivir debo dejar de lado esos miedos.
—Parece que ahora gracias a mí eso es algo imposible.
—Hey, aquí todos somos culpables. Fue una cadena de eventos desafortunados que los cuatro forjamos.
Me dejé caer de espaldas al colchón viendo el techo.
—No puedo dejar que los castiguen —susurré.
—Hermano, esa decisión no depende de ti —escuché que dijo aún desde su lugar.
Mordí el interior de mi mejilla izquierda meditando la posibilidad de que la decisión quizás si me puede pertenecer a mí sólo si sé jugar bien la única carta que tengo en este complicado juego.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top