08. Caja de pandora

Wen

Hace diez años

—¡Wen! —gritó Chris desesperadamente—. ¡No puedo salir! —golpeó el cristal—. ¡Ayuda!

Estaba entrando en pánico. Había demasiadas llaves y no recuerdo cuál es la que abría el espejo.

¡Ya voy! —dije en medio del llanto y me arrodillé con lágrimas en los ojos para buscar la llave que se había perdido junto al montón—. Ya voy, te sacaré de allí, Chris. Lo prometo.

Wen, está muy oscuro, escucho sus voces —dijo llorando—. ¡WEN! ¡AH! ESTÁN AQUÍ, VIENEN POR MI ¡WEN!

❁❁❁

Bajé del autobús y quedé frente al instituto de mi hermano. Como era de esperarse Chris y Lucas llegaron mucho antes que yo.

Saqué mi celular y le envié un mensaje a Wael mientras me iba acercando a la entrada del lugar ignorando completamente a los mejores amigos recostados afuera del auto. Estaban discutiendo, los escuchaba murmurar cosas a lo lejos, pero no les presté atención.

Vi a a mi hermano salir del recinto con el ceño fruncido y su maleta colgando sobre sus hombros.

—Tienes una suerte del carajo, Wen. Mi profesor de química no vino hoy y estoy en hora libre.

—No considero suerte a esto —señaló a los dos chicos a lo lejos.

—¿Qué mierda hiciste ahora? ¡¿Se te olvidó que tienes prohibido estar muy cerca de Chris?! —murmuré eso último con molestia.

—Dónde vaya Cosa 1, va a ir Cosa 2. Yo no tengo control sobre eso. Son como chicles.

Wael chasqueó la lengua y comenzó a caminar en dirección a ellos conmigo siguiéndole de cerca. A veces mi hermano de quince años parece ser el mayor de nosotros dos.

Al irnos acercando su discusión es más audible.

—...¡Lucas, eres un idiota!

—Bueno, si yo soy un idiota, tú eres el amigo de un idiota —lo señalé y de inmediato vi como se arrepintió de haber dicho eso.

—Sí —Chris aplaudió—. ¡Exacto!

Lucas rodó los ojos y yo tenía ganas de darles un golpe en la cara ambos con una silla.

—Muy bien, par de idiotas —dijo Wael—. ¿Qué sucede?

—¡Voy a perder mi mano! —Lucas subió su mano derecha—. ¡Voy a morir!

—No vas a morir —le aseguró Chris.

—Todavía —susurré.

—¡CHRIS! —Lucas me señaló—. ¡¿La escuchaste?!

Wen —dijeron Wael y Chris mirándome serios.

Bufé y me crucé de brazos.

—Ven conmigo, Lucas, revisemos esa mano —Wael señaló con su cabeza las bancas que hay cerca de los estacionamientos.

—¿Acaso es una broma? —le dijo con sarcasmo, pero lo siguió de forma preocupada—. ¡Yo debería ir al hospital!

—Sí, ajá —murmuró Wael mientras más se alejan—. ¿Has oído de la botánica? Hoy conocerás la mejor receta de hojas curativas que existe en el mundo. Ya verás, estarás como nuevo en un pestañeo.

Sentí los ojos del moreno sobre mí, así que lo observé. Chris me estaba viendo acusadoramente.

—¡No fue a propósito! —subí mis manos, alterada, ya que debe estar pensado que lo que le hice a su preciado mejor amigo fue intencional.

—No te creo —susurró.

—¿Crees que ando por la vida envenenando a la gente? Primero me mata mi mamá antes de que yo sea capaz de exponer mis poderes o de hacerle un daño a alguien inocente.

—Wen, eres una maldita caja de pandora, pero que digo caja, ¡una enorme maleta! Así que discúlpame si dudo por un segundo que tus intenciones no fueron malas al enterrar tus espinas en Lucas.

—Christian Douglas —susurré dando un par de pasos hasta él—, debes aprender a superar el pasado. Usa los pantalones de niño grande, ¿quieres?. Ya pasó mucho tiempo.

—Casi me matan por tu culpa en el Reino de los Muertos, Wen. Créeme, quizás para ti sea fácil seguir adelante, pero tú no estabas allí. Nunca sabrás las cosas que vi y oí, ¡todavía tengo pesadillas!

—¿Qué está pasando? —escuchamos la voz de Lucas y giramos para verlo parado a nuestro costado con la mano vendada en hierba curativa y poción—. ¿De qué pesadillas hablan?

Chris y yo nos quedamos en total silencio y marcamos una distancia entre nosotros.

¿Por qué debe traer nuestro pasado a relucir ahora?

—Los espíritus de las desgracias pasadas no dejan de torturar a estas pobres almas, ¿quién lo diría? —murmuró Wael, burlón—. En fin. Ya está, no perderá su mano, en dos horas los efectos curativos se verán. Ahora si me disculpan, debo volver al instituto, ya saben... El lugar donde debería estar.

Me miró de reojo y asentí.

—Gracias, Wael. Te debo una.

—Lo agregaré a la lista, me debes muchas —respondió y se giró para irse.

Yo miré la hora en mi celular y me maldije por lo bajo al notar que ya debería estar camino a casa para atender el mostrador en el taller.

—Debo irme —miré a Lucas—. Wael es genial con la medicina botánica y sus recetas curativas siempre sanan hasta las heridas más profundas. Estarás bien.

—¿Acaso creen que nací ayer? —Lucas nos señaló—. ¿Qué pasa entre ustedes dos? ¿Por qué tengo el presentimiento de que me ocultan algo grande?

—Yo no tengo nada que ocultar, ni siquiera somos conocidos, ya bájale dos rayitas a tus acusaciones sin sentido y déjame tranquila, Lucas Zhing, lo pido en serio.

Me alejé de ambos con velocidad para no darle tiempo de decir algo.

Lo bueno es que Lucas no va a perder su mano y mi madre no me va a castigar por ello. Lo malo es que en lo poco que llevo de conocerlo, demostró ser un chico que no se queda tranquilo ni aunque le pagaran por ello, así que la idea de quitármelo de encima ya no la veía muy venidera.

❁❁❁

Lucas

Ley del hielo, eso es lo que estoy haciendo. Si Chris no quiere hablar entonces yo tampoco.

El camino a mi casa es silencioso, él parece muy sumido en sus propios pensamientos y yo estaba demasiado molesto como para hablar y manifestarlo.

Se supone que somos mejores amigos, que no hay secretos entre nosotros, pero ahora no estoy seguro de eso.

Al llegar a mi casa me quité el cinturón y bajé del auto estrellado la puerta.

Chris debía estar demasiado ocupado en sus pensamientos ya que no me dijo algo al hacer tal acto que tanto odia.

Entré en mi casa y arrojé mi maleta al suelo en mitad del pasillo. Mi madre está trabajando y mi padrastro también, así que me voy directo a la cocina y abrí la nevera para beber directamente del cartón de jugo.

Me limpié la boca con el dorso de la mano y cerré la nevera.

—Voy a llegar al fondo de esta situación —murmuré y salí de allí con el cartón de jugo para ir a mi habitación y sumergirme en la red oscura.

No quería llegar a esto, pero lastimosamente soy asiático y también un nerd muy escurridizo con la tecnología, si nadie me quiere dar respuestas, entonces yo mismo las voy a buscar.

Solo espero que no sea nada aterrador, odio buscar cosas que no debería y terminar encontrándome con demasiada información que en definitiva no debía mirar.

—Meh, da igual, soy un adulto de 21 años, puedo tolerar cosas aterradoras —subí los hombros.

Levanté la tapa de mi laptop para teclear dentro de la red oscura mi primera incógnita: ¿Qué es una Telaraña de Brujas?

Pues no, no pude tolerar cosas aterradoras, terminé vomitando en el retrete.

Dos horas y media en la red oscura fueron suficientes para hacerme entrar a Amazon después de vomitar y comprar un par de biblias, rosarios y galones de agua bendita.

Tomé mi celular con las manos temblorosas y le marqué a Chris.

Al primer timbrazo contestó.

—Lo sé todo —le informé.

—¿Qué?

—Entré a la red oscura, Chris.

—Lucas, sabes muy bien que ese lugar está lleno de tonterías.

—Tonterías o no todo lo llegué a confirmar cuando entré a tu iCloud.

—¡Lucas!

—Ajá y vi las fotos.

—¡LUCAS!

—Deja de decir mi nombre, carajo —tapé la bocina del celular y miré a mi espaldas.

Mi habitación ahora lucía más aterradora que de costumbre.

Quizás debería limpiarla y recoger mi ropa sucia del suelo.

—Muy bien, idiota, voy para allá no te vayas a ningún lado.

—¿A dónde voy a ir, Chris? ¿Acaso crees que saldré? —pregunté con pánico y fui a la ventana para mirar a través de las cortinas la carretera vacía y ningún vecino fuera de sus casas.

—Imbécil, ¿no podías dejar las cosas pasar e ignorar por una sola vez tu impulso de querer saberlo todo? —susurró y escuché como sus llaves sonaban a lo lejos.

—¡Soy asiático! ¡Tengo que saberlo todo! —exclamé, molesto.

—¿Y cómo te está resultando saberlo todo ahora?

—Por favor, no demores —pedí y cerré las cortinas.

Al estar en silencio noté que mi mano herida ya no dolía. Con el corazón latiendo frenéticamente removí el poco de hojas extrañas que el hermano de Wen me puso y la sorpresa fue gigante.

No había nada: ni puntos heridos, ni infección, solo la palma de mi mano derecha totalmente normal y sana. ¿Qué clase de brujería era esa? ¿Medicina botánica? ¡Cómo no! Ninguna es tan buena como para obtener ese resultado en pocas horas.

—Muy bien, ahora si estoy asustado —susurré con un nudo en mi garganta.

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