000|Pʀᴏʟᴏɢᴏ

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"Intento seguirte pero no doy más y sospecho que el tiempo se nos va a acabar.
Y aunque estás algo loca, sos tan clásica.
Que para mí ojos dibujas una eternidad."

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      Su madre una vez dijo: "Que si una persona está dispuesta a apostar dinero en algo, significa que tiene dinero extra. Y si esa persona apostaba lo último que le queda, entonces es un idiota."

      Él nunca fue de esos que apostaban a lo idiota. Sabía cuando jugar sus cartas y cuando era momento de marcharse.
      Era listo y no se dejaba llevar por el momento.

      Pero desde hace un par de meses las cosas parecían haber cambiado en su cabeza, a tal punto de desconocerse a sí mismo.

      A pesar de su carácter, forma de vestir, o su típico tono sarcástico que hacia enojar a muchas personas... Dee era un estudiante modelo con respecto a sus notas y comportamiento.

      Pero nunca pensó que este hecho terminaría involucrándolo con un caso de estudiante de intercambio.

      Ya que, aunque ni él se lo podía creer, había sido puesto como la primera opción para que ayudara al nuevo estudiante a amoldarse a la escuela y su nuevo país.

      Y grande fue su sorpresa al encontrarse con una estudiante.
      Un metro ochenta de altura, piel acaramelada, ojos violeta y cabello naturalmente blanco, con un peinado algo extravagante.

      En un comienzo ambos empezaron con el pie izquierdo. Ninguno quería ayudar o ser ayudado por el otro solamente porque los profesores lo decían. Y aunque ninguno podía decirlo frete a los adultos, sus miradas lo expresaban sin filtro alguno.

      Por lo que al finalizar todas las clases de aquel primer día, ambos terminaron poniendo sus propias cartas sobre el asunto a espaldas de los adultos.

      Dee no trabajaba gratis y la chica no quería deberle favores a nadie. Por lo que ambos acordaron utilizar el dinero como moneda de cambio.

─Bien señor Shvagenbagen, ustedes se encargara de asistir a la señoría hasta que puede acoplarse a la escuela.

      Boberías. Literalmente estaba siendo contratado por la albina para que hiciera sus tareas a cambio de dinero.
      Y todo en frente de sus narices sin que estos tarados se dieran cuenta.

─Señorita Blaze, por favor preséntese.

      De señorita no tenía nada... Y eso ambos lo sabían perfectamente.

─Zelcius Blaze, es un placer─ Saludo la más alta de manera cordial y educada.

─Dee Shvagenbagen─ Contesto de manera seca.

      Ambos sabían que de ahí no saldría nada bueno.
      Y solo hacía falta algo de tiempo para ver si ese nada bueno se convertiría en algo positivo, o negativo.

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