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—Papá ¿es necesario irnos? toda nuestra vida está aquí.

—Estoy de acuerdo con el idiota, es muy repentino.

—Chicos entiendan por favor las cosas con su padre son...complicadas, el divorcio no es algo fácil. —les dijo aquel pelinaranja mayor con una mirada de compasión.

—Lo sentimos... —se disculparon el par de gemelos.

—Escuchen... —soltó un suspiro para luego posar sus manos en las mejillas de los menores—. En Japón podrán jugar vóley sin problema alguno, además la educación allí es mucho mejor que la de Brasil. Denle una oportunidad ¿está bien?

—Está bien...lo haremos por ti papá. —dijo el mayor de ellos.

—Gracias hijos —los tres se fundieron en un abrazo estando así por varios minutos—. Bien ya debemos irnos, será un largo viaje por delante.

El trío de pelinaranjas salió del que por muchos años había sido su hogar, su refugio y su felicidad. Un cambio así sería difícil pero agradecía tener el apoyo de sus hijos y familia en Japón, sobraba decir que tanto su madre como hermana estaban más que felices de tenerlos cerca y Shoyo podría cumplir su sueño de tener una florería en el centro de la ciudad.

Luego de graduarse de la preparatoria, Hinata tomó la decisión de irse a Brasil para obtener mayor capacidad en el vóley pero, inesperadamente para él, se enamoró y nunca más volvió a su país excepto para algunas vacaciones cortas con su familia. Al igual que a la temprana edad de 20 años tuvo a sus amados gemelos, unos jóvenes amables y educados que heredaron el amor por el vóley al igual que su papá.
El amor entre Shoyo y Paulo acabó luego de 15 años de matrimonio, a pesar del esfuerzo del japonés por mantener su familia unida, simplemente el la relación ya estaba rota. Ambos decidieron que lo mejor para ellos era divorciarse y que Shoyo volviera a su país natal con sus hijos ya que allí tendrían más oportunidades que en Basil.

El vuelo 198 con destino a Tokyo está a punto de salir, llamamos a los pasajeros que se acerquen por favor.

—Ya es la hora. —habló entre nervioso y emocionado el mayor.

La familia caminó hacía el que pronto sería su nuevo país, hogar y vida, sobraba decir que el par de hermanos estaban nerviosos, a pesar de tener un japonés fluido y perfecto su vida cotidiana estaba acomodada a Brasil y cambiar tan repentinamente sería difícil pero harían lo que fuera para que su papá esté bien.
El destino es caprichoso, tal vez en un comienzo creas que lo hayas cambiado pero tarde o temprano el llega a ti y cambia tu vida en un giro de 180°.

—Había olvidado lo agotador que es viajar a Japón. —se quejó el menor de la familia.

—Su abuela nos espera afuera, nos llevará a la nueva casa así que apuremosnos.

—¿Mañana comenzaremos la escuela? —preguntó el mayor.

—Así es, irán al Karasuno al igual que yo en mis años de preparatoria.

—¡Si! —festejaron los hermanos, amaban las historias de su papá en los años que fue estudiante del Karasuno.

Lamentablemente ellos nunca conocieron a ningún miembro, el mayor no mantenía contacto con ninguno de ellos por alguna razón y nunca pensaron en preguntar el porque. Aún así la emoción de Shoyo al contar sobre esos años era más que visible para sus hijos y ellos querían experimentar algo igual, sentir el vóley en cada hueso de su cuerpo.

El ambiente era totalmente diferente, ellos lo sabían bien, las vacaciones allí eran las mejores y más aún con su enérgica tía Natsu. Siempre era diversión con ella. Sólo esperaban ser bien recibidos en su nueva escuela.

—¡Abuela! —gritaron ambos.

—¡¿Cómo están los nietos más lindos del mundo?!

—Bien.

—Cansados. —resopló el más grande.

—Ya podrás dormir un poco, su nuevo hogar es hermoso. —dijo emocionada.

—Gracias por encargarte de eso mamá, te debo una.

—No hay nada que agradecer hijo, estoy feliz de que estén aquí.

La familia se subió al automóvil camino al nuevo hogar de los Hinata, el camino se sintió un poco largo debido al cansancio del avión pero todo valió la pena al ver la acogedora casa que los esperaba. Algo sencillo pero lindo, con un hermoso jardín en el frente y pintada de un tenue color naranja pastel, era lo suficientemente grande para ellos tres y el sol del atardecer la hacía ver aún más mágica.

—Te luciste abuela. —le felicitó su nieto mayor.

—El buen gusto sólo mejora con el tiempo querido. —presumió orgullosa.

—Ya hay que entrar e instalarnos, mañana comienza la nueva rutina. —habló Shoyo.

—Está bien~ —respondieron a la vez el par de hermanos.

El resto de la tarde y parte de la noche se la pasaron ordenando un poco la casa, la cena fue algo rápida y luego todos se dedicaron a descansar.

Shoyo observaba pensante su teléfono, dudoso si debía marcar ese número o no; habían pasado muchos años sin hablar ¿qué le confirmaba que no lo odiaria por ignorarlo por tanto tiempo?, sin pensarlo mucho más marcó y esperó escuchando el irritante tono de llamada.

Aquí Koushi ¿quién habla?

—Su-Suga-senpai...habla Shoyo.

—¡¿Hinata?!

—¿Cómo ha estado Suga-senpai?

Estoy bien pero...¿y tú? no sabíamos de ti, desapareciste totalmente.

—Yo...lo siento, pasaron muchas cosas pero ya estoy en Japón así que...

¿Quieres que nos veamos mañana?, tenemos mucho de que hablar. —dijo amablemente, notando lo nervioso que estaba el menor.

—Eso me gustaría mucho, dígame dónde e iré.

Te mandaré la dirección y hora por mensaje.

—Grandioso. —sonrió feliz.

Oh y Hinata...estoy feliz de que hayas vuelto.

—También lo estoy, adiós senpai.

Nos vemos.

La conversación fue corta pero había salido mejor de lo esperado, agradecía al universo que su superior no haya cambiado el número de teléfono. Esa reunión lo ponía nervioso, era más que segura la curiosidad de Suga y no sabía si estaba listo mentalmente para responder pero haría lo posible.
Sin más se fue a descansar, el día siguiente sería ajetreado.

—¡Arriba ambos o llegarán tarde a su primer día! —gritó el mayor desde la cocina.

—Papá deja de gritar es muy temprano... —murmuró el menor de sus hijos mientras se acercaba aún adormilado.

—Sus uniformes están en el sofá, tomen un baño y a desayunar.

—Ya no somos unos niños papá.

—Comportense como tal entonces. —sonrió amenazante.

—Deja de hacerlo enojar idiota. —le murmuró el mayor, arrastrando a su hermano al baño.

A los pocos minutos el trío de pelinaranjas se encontraba en la mesa disfrutando su desayuno. El silencio era algo cómodo y al cual estaban acostumbrados, su padre no era una persona de muchas palabras a diferencia de su papá que era muy enérgico y risueño.

—Papá ¿qué tal tu florería?, ¿cuándo irás a verla? —preguntó su hijo mayor.

—Tal vez hoy, tengo algo más que hacer.

—¿Algo más?

—Veré a uno de mis senpais de preparatoria. _sonrió suavemente.

—¡¿Qué?! —exclamaron a la vez.

—Creí que no hablabas con nadie de tu preparatoria.

—Así es pero...ya que estoy de regreso definitivamente creo que es hora de volver a verlos.

—Me alegro por ti papá.

—Gracias hijo —les sonrió—. Bien ya debemos irnos, tomen sus cosas.

Shoyo se dirigió al auto que había llegado esa mañana de Brasil, subiendo todos y tomando camino al Karasuno.
De nuevo en su país natal, en aquel que lo vio crecer, y ahora estaba allí con sus dos personas más importantes en la vida. Esperaba sus hijos amarán tanto Japón y, aún más, ser parte del equipo Karasuno como él lo fue en sus años.

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Holaaa~ estoy por aquí otra vez con un fanfic que me emociona como no tienen idea.

Habrá muchos personajes inventados por mi y si algún shipp no es de su agrado les pido no dejar comentarios desagradables. Sin más espero disfruten la nueva historia ♡

Nos leemos luego bye~

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