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Sonrió solo para ocultar el temor que poco a poco se apoderaba de su cuerpo y sus sentidos, era realmente algo tonto, muchas eran las veces en las que se había enfrentado a ella, pero aún así podía llegar a temerle.
El choque de armas resonaba en aquel salón, tal y como el primer día, pilares destruidos, charcos de sangre, ambos deseos continuaban con su conflicto, matar para proteger y matar para seguir matando.
Cada gota de sudor que caía al suelo era una cuenta atrás, siempre marcaba su inevitable muerte.
Maldijo en voz alta y luego gruño. Después de vivir pacíficamente por tantos años su cuerpo había olvidado como era vivir en el subsuelo, era débil en comparación a esa "cosa" la cual mantenía su inmensa sed de sangre y su capacidad para adaptarse.
Ver su cuchillo acercarse en dirección a su pecho, sentir una punzada en su alma, su cuerpo siendo invadido rápidamente por el frío y el rostro de aquella pequeña observándolo de cerca, todo era como antes, incluso sacrificar su cuerpo solo para poder asesinarla, se estaba acostumbrando a ello...
Una vez más sus alma quebrándose y quebrándose en pedazos, sus alrededores oscureciendo y la sonrisa de su hermano frente a él.
Deseaba tirar la toalla y descansar, pero solo fueron unos segundos los que se le otorgaron.
Perdió la cuenta pero como siempre allí estaba otra vez aquella luz segadora en la entrada del castillo y al lado aquella pequeña que poco a poco se acercaba para dar inicio una vez más.
Toda la felicidad se había ido a causa de aquella anomalía, sus ganas de vivir tampoco existían, entonces... ¿Que importaba romper las reglas?, ¿Que importaba matar y morir un par de veces más?.– Después de todo, dos pueden jugar de la misma forma.–
Ya estaba corriendo hacia él antes de darse cuenta, empuñando aquel cuchillo con el que había matado cientos de veces, más rápida que antes, ataques normales ya no servirían y sus métodos de huir eran inútiles, pensar en que debía hacer tomo mucho tiempo y el ruido del impacto se escuchó por todo el lugar, no de huesos siendo quebrados, sino un choque de aceros.
– ¿Que tal si probamos una vez más?.– la "sombra" miraba lo ocurrido con incredulidad.– Es un día hermoso... aves cantan... flores florecen...– frente a él, un gran tridente fue lo que corto el camino de la joven.– en días así niños como tu...– y a su alrededor doce fueron las almas que se alzaron hacia él.– deberían arder en el infierno...– ambos ojos brillantes de los mismos colores que el arcoiris amenazaban la existencia de la asesina la cual solo trago saliva ante inmensa presencia que ahora emitía el comediante.
– Despierta...–
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