Sobrevivir | Squid Game Human Hamato Brothers
⭐ Raph & Leo & Donnie & Mikey soldados enmascarados humanos x Fem T/N
⭐ Hamato edad: ???
⭐ 🔞 NSFW | Smut
⭐ Nota: ambientado en el universo del Juego del Calamar.
⚠️ Advertencias: dub-con (dudoso consentimiento), T/N sumisa, mención de violencia y muertes, abuso de poder, vulnerabilidad y humillación, felación, sexo rudo, anal, sexo sin protección, lenguaje vulgar.
Recostada en la cama, trataste de calmar tu respiración, pero el temblor en tus manos no cedía. A tu alrededor, otros participantes dormían profundamente, como si el horror que habían vivido no los afectara. Te preguntabas cómo podían hacerlo, cómo podían desconectarse de lo que acababan de presenciar. Tú, en cambio, seguías sintiendo el hormigueo en tus extremidades, y un pitido persistente en tus oídos te recordaba los múltiples disparos que resonaron durante el juego. Cerraste los ojos con fuerza, pero fue un error. La imagen de los cuerpos desangrándose, tendidos en el suelo, regresó de inmediato. La gran muñeca Young-hee seguía fija en tu mente, con su mirada vacía que supervisaba cada movimiento. Recordaste cómo tu instinto de supervivencia te obligó a ignorar a los caídos y a seguir avanzando, sin detenerte, obedeciendo sus instrucciones... y por suerte, lograste salir viva de ahí.
Te giraste en la cama, pero el recuerdo del pentatlón de seis piernas no te dejaba en paz. En particular, pensar en los equipos que no pudieron llegar a la meta te llenaba de angustia. Sus gritos de desesperación, el terror en sus rostros y el sonido seco de los disparos se repetían en tu mente. Tu equipo había ganado. Tú habías sobrevivido. Pero a qué costo, te preguntabas.
Te tapaste con la manta, como si esta pudiera protegerte de los recuerdos que se agolpaban en tu mente. Pero era inútil. La canción del Mingle seguía resonando en tus oídos, el mismo tono repetitivo e infantil que ahora te parecía escalofriante. Cada vez que cerrabas los ojos, volvías a sentir la presión de los cuerpos que te rodeaban, las puertas diminutas y el caos absoluto mientras intentabas empujar a otros para asegurarte un lugar. Tus piernas todavía dolían por la carrera desesperada hacia las puertas, y tus brazos estaban débiles por la fuerza que habías usado para defender tu espacio... Pero estabas viva.
Habías superado todas las rondas, cada una más cruel que la anterior. ¿Había sido suerte? ¿Tenías algún talento oculto para estos juegos? La respuesta era un rotundo no.
Desde el primer juego, tu instinto de supervivencia se había activado. Tu mente había dejado atrás cualquier distracción o moralidad. Tus sentidos estaban agudizados, absorbiendo cada detalle, cada movimiento, cada palabra que los demás decían. Habías aprendido rápido que la clave no era ser la más fuerte ni la más rápida, sino la más astuta. Optaste por un perfil bajo. No llamabas la atención, no buscabas conflictos, pero observabas todo. Esos pequeños detalles que otros pasaban por alto te daban ventaja.
Aprendiste a leer a los demás, y no solo a los jugadores, sino también a los soldados enmascarados. Su presencia constante e inquietante te obligó a prestarles atención; al fin y al cabo, ellos eran los que controlaban el juego.
Vestidos con un mono rosa con capucha, guantes y botas negros, su apariencia era uniforme y aterradora. Sus máscaras, que ocultaban completamente su identidad, los deshumanizaban, pero no del todo. Detrás de esas máscaras había patrones de comportamiento, gestos y jerarquías que comenzaste a descifrar poco a poco. Primero, notaste que las máscaras marcaban un rango claro. Los que llevaban un círculo en sus máscaras parecían ser los más bajos en la jerarquía. Sus tareas eran manuales y operativas: deshacerse de los cadáveres, limpiar las áreas de los juegos, preparar las instalaciones y repartir la comida. Los del triángulo eran los ejecutores. Portaban armas y su misión era mantener el orden entre los jugadores. Si alguien rompía una regla o perdía en algún juego, ellos eran los encargados de impartir castigo. Los del cuadrado, por otro lado, parecían estar al mando. Eran los encargados de organizar a los guardias, transmitir instrucciones y comunicarse con los jugadores. Nunca participaban directamente en las ejecuciones o tareas físicas, pero su autoridad era innegable.
Pero entonces, ¿cómo habías sobrevivido tanto? Era evidente que todo esto se trataba de ganar juegos infantiles, y cada uno requería de una estrategia. Sin embargo, para poder formularla, era indispensable saber de qué se trataría el siguiente reto antes de que fuera anunciado. Fue entonces que se te ocurrió recurrir a los soldados enmascarados, quienes parecían ser los únicos con conocimiento previo.
Claramente, obtener información no sería tarea fácil. Esos soldados enmascarados no soltarían nada gratuitamente, pero estabas dispuesta a jugar cualquier carta que te diera ventaja.
Una noche, cuando las luces se apagaron en el dormitorio y el silencio comenzaba a instalarse, tomaste tu oportunidad. Aprovechaste el pretexto de "ir al baño" para acercarte a los guardias que vigilaban la puerta de los sanitarios. Ahí, sin rodeos —pues tu vida estaba en constante riesgo—, les propusiste que te dieran información a cambio de "favores" con tu cuerpo. Ellos no lo pensaron mucho y aceptaron, total, un poco de distracción con una mujer hermosa a cambio de información inofensiva no le hacía daño a nadie, era un ganar-ganar.
Así, lograste salir victoriosa en los siguientes juegos... pero esto todavía no terminaba y seguías necesitando información.
♡
Las luces del dormitorio llevaban apagadas un buen rato, y habías esperado pacientemente a que el murmullo de los demás jugadores se transformara en una calma total. Cuando todo estuvo en silencio, supiste que era tu momento. Con cuidado, deslizaste tus pies al suelo, intentando no hacer ruido, y te dirigiste hacia la puerta. Frente a esta, diste tres golpecitos. Pasaron unos segundos antes de que la ventanilla circular se deslizara, dejando ver a uno de los enmascarados. Al ver que se trataba de ti, abrió la puerta y te acompañó por el pasillo hasta llevarte a los baños de las mujeres.
El interior del baño estaba iluminado, y ahí estaban ellos: los otros tres soldados que habías esperado encontrar. Aunque todos vestían el mismo uniforme rosa, sus cuerpos contaban una historia diferente. Dos de ellos, idénticos en altura y musculatura, tenían las máscaras marcadas con un triángulo. Era difícil distinguirlos incluso cuando estaban juntos, pero había una pequeña diferencia en su manera de moverse. El tercero, más alto y robusto, llevaba el cuadrado. Sus hombros eran anchos y su postura dominante. El último, más bajo y delgado, portaba el círculo.
Te detuviste en el centro de la habitación. Los cuatro te miraban en silencio, como depredadores evaluando a su presa. Sus máscaras no mostraban emociones, pero sus posturas lo decían todo: sabían perfectamente por qué estabas allí, y tú también.
—¿Cuál será el próximo juego? —preguntaste en voz baja.
—Primero nuestro trato —comentó uno de los triángulos, su voz distorsionada por el modulador de la máscara.
Tu instinto fue protestar, tal vez exigir que primero hablaran, pero tragaste las palabras. Ya habías pasado por esto antes, noches anteriores en las que el procedimiento era el mismo. Respiraste hondo. Tus dedos subieron hasta el cierre de tu sudadera verde, marcada con el número 214. Lo bajaste lentamente, sintiendo cómo las miradas de los cuatro soldados seguían cada movimiento. Te quitaste la prenda y la dejaste caer al suelo. Tu camiseta blanca también llevaba tu número. La agarraste por el dobladillo, tirando de ella hacia arriba y exponiendo tu piel poco a poco. Cuando finalmente quedó al lado de la sudadera, te abrazaste brevemente, sintiendo la humillación arder en tus mejillas. Te descalzaste y luego te deshiciste del pantalón verde. Cada capa de ropa que caía al suelo hacía que te sintieras más vulnerable. A pesar de que no podías ver sus rostros, podías sentir sus ojos evaluándote, recorriendo cada centímetro de tu cuerpo.
Estabas de pie, en ropa interior, con las mejillas encendidas por la vergüenza. Tu dignidad ya no importaba; lo único que importaba era sobrevivir a ese infierno.
El otro triángulo dió un paso adelante.
—De rodillas —ordenó sin rodeos.
No protestaste. Sabías cómo funcionaba esto. Con un suspiro tembloroso, te dejaste caer al suelo, sintiendo el frío bajo tus rodillas. El sonido de los cinturones desabrochándose y los cierres bajándose llenó el aire, y al levantar la mirada, los viste frente a ti, alineados y listos, con su miembro en la mano. El círculo fue el primero en acercarse. Su polla rozó tus labios entreabiertos; dió un pequeño empujón, y tú, tragándote la incomodidad, abriste más la boca para recibirlo. La dureza de su erección se deslizó por el interior de tus mejillas, humedeciéndose con tu saliva a medida que comenzaba a moverse. Retrocedió con sus caderas antes de volver a empujar. Su mano se posó sobre tu cabeza, guiando sus movimientos con más fuerza. El impulso inesperado provocó que su punta llegara al fondo de tu garganta, sacándote una arcada que te hizo separarte rápidamente. Bajo la máscara, escuchaste una pequeña risa, disfrutando de tu reacción.
El guardia dió oportunidad a su compañero cuadrado para poseer tu boca. Este, posó su mano sobre tu cabeza y te guió hacia él para que lo complacieras. Sus caderas se movieron ligeramente al sentir cómo tu lengua humedecía la punta de su gruesa polla, descendiendo con lentitud hasta la base. Podías sentir las venas palpitar bajo tu lengua, revelando lo excitado que estaba. Bajaste un poco más, prestando atención a sus bolas. Con delicadeza, las lamiste, dejando pequeños besos húmedos que arrancaron un suspiro grave de sus labios.
Los dos triángulos no tardaron en acercarse. Uno de ellos tomó tu rostro con firmeza, guiando su erección hacia tu boca. Su grosor te obligó a ajustarte lentamente, mientras tus labios se deslizaban con dificultad alrededor de él. El otro triángulo, impaciente, tomó tu mano y la colocó sobre su polla. Tus dedos se cerraron alrededor de su circunferencia, moviéndose de arriba hacia abajo en un ritmo constante, mientras tu lengua trabajaba con dedicación en el otro. Sentías cómo ambos te observaban fijamente y escuchabas sus respiraciones agitadas.
Los cuatro se turnaban sin piedad, como si tu boca fuera un simple juguete para su disfrute. Sentías cómo tu mandíbula dolía de tanto mantenerla abierta, y cada vez que uno empujaba hasta el fondo, tus ojos se llenaban de lágrimas mientras luchabas por no atragantarte. La saliva chorreaba de tus labios, mezclándose con el preseminal que goteaba de ellos. Tu lengua recorría sus erecciones una y otra vez y tus labios succionaban sus glandes y testículos. Tus manos no paraban de trabajar, apretándolos y deslizándose por sus venas hinchadas y húmedas. Ellos gemían grave y siseaban de placer, moviendo sus caderas para follarte la boca sin compasión. Cada vez que sentías que podrías tomar un respiro, otro tomaba el lugar del anterior. Te jalaban del cabello, guiando tus movimientos, profundizando tanto que te hacían toser y babear aún más. Tus labios y lengua ardían, tus muñecas temblaban de cansancio, pero ellos no parecían tener intención de parar, disfrutando de cada arcada, de cada sonido húmedo que escapaba de tu boca, mientras te usaban como querían.
—Es encantadora —dijo el círculo con un jadeo satisfecho, mientras ajustaba su postura—. Pero no creo que pase de esta noche... Es una lástima, me gusta cómo la chupa.
Tus ojos cristalinos se alzaron hacia él. Su comentario te atravesó como una daga.
—¿Q...qué? —lograste preguntar, la incredulidad y el miedo comenzando a mezclarse en tu voz.
Uno de los triángulos se rió, una carcajada oscura y burlona que te heló la sangre.
—Escuchamos que en un rato allá afuera se hará una matanza —comentó con palabras cargadas de indiferencia—. Y, siendo sincero, no creo que dures mucho una vez salgas de aquí.
Tus rodillas se debilitaron, dejándote caer al suelo. Miraste al piso, con el pecho subiendo y bajando rápidamente, tratando de procesar lo que acababas de escuchar. Un nudo se formó en tu garganta al imaginar lo que te esperaba tras esa puerta. La carnicería, el caos, el peligro. Los guardias comenzaron a alejarse de ti, ocupándose en subir los cierres de sus trajes y acomodar sus uniformes. Sentiste una desesperación creciente al verlos volverse indiferentes tras lo que acababas de escuchar. Alzaste la mirada hacia ellos, tus ojos inundados de lágrimas.
—A... ayúdenme —imploraste con un hilo de voz, casi inaudible—. P-por favor... dejen que me quede aquí.
El cuadrado se giró lentamente hacia ti, observándote como si fueras una pieza rota.
—¿Y por qué haríamos eso? —preguntó con frialdad, cruzando los brazos.
Tragaste saliva, luchando contra el temblor en tu cuerpo.
—Haré lo que sea —susurraste, tus ojos buscando un atisbo de compasión detrás de las máscaras.
El círculo inclinó ligeramente la cabeza como si estuviera evaluando tus palabras. Los otros tres guardias se miraron entre sí, considerando tu oferta.
—¿Lo que sea, eh? —dijo uno de los triángulos, con una voz burlona.
Asentiste rápidamente, las lágrimas cayendo por tus mejillas. No podías morir allí, no después de todo lo que habías pasado para llegar tan lejos. Además, necesitabas demasiado ese premio, tenías que ser tú quien ganara el dinero; sin él, afuera sería un tormento, tanto como el que estabas viviendo en ese momento.
—Puedo... puedo seguir complaciéndolos. Seré suya mientras dure esto. Pero por favor... n-no me hagan salir.
—Es un trato tentador —murmuró el círculo, girándose hacia sus compañeros guardias—. ¿Qué opinan?
Te quedaste en silencio un momento, deseando que aceptaran. Ellos se tomaron su tiempo, prolongando tu ansiedad, sabiendo que, muy probablemente, de ellos dependía tu vida. Finalmente, uno de los triángulos se encogió de hombros.
—Está bien, pero si quieres nuestra protección... más vale que te lo ganes.
El miedo y la humillación se mezclaron en tu pecho, pero asentiste sin vacilar, dispuesta a pagar cualquier precio por sobrevivir una noche más.
Ellos volvieron a acercarse a ti. El cuadrado no perdió tiempo y te jaló del brazo con brusquedad, haciéndote poner de pie. Al mismo tiempo, los demás guardias volvían a abrir sus monos, dejando sus erecciones completamente expuestas.
—Quítate todo —ordenó con voz seca y firme.
Tus manos temblorosas subieron hasta el broche de tu sostén, desabrochándolo lentamente antes de dejarlo caer al suelo. Luego, enganchaste tus dedos en la tela de tus bragas, deslizándolas por tus piernas y dejándolas caer junto a tus pies.
Instintivamente te quisiste abrazar a ti misma para cubrirte, pero él enmascarado robusto no te dió oportunidad. Te empujó y, en cuanto te tuvo contra la pared, te levantó con facilidad, ajustándote en su agarre para que envolvieras tus piernas alrededor de sus caderas. Su máscara inclinada hacia ti no mostraba nada, pero el deseo en su respiración pesada lo decía todo. Intentaste decir algo, cualquier cosa, pero el aliento se quedó atrapado en tu garganta cuando sentiste la calidez y dureza de su punta rozando tu entrada. Tu cuerpo se tensó por completo, pero no le importó. Sin dudar, empujó dentro de ti de una sola vez. El dolor te arrancó un chillido agudo que resonó en todo el baño. Era demasiado largo y grueso, llenándote más de lo que podías manejar. Te aferraste a sus hombros; tus uñas clavándose a través de su uniforme. Su cuerpo se movió contra el tuyo con fuerza, haciéndote sentir cada centímetro dentro de ti.
Los gemidos se escapaban de tus labios sin control, cada estocada arrancándote uno más alto que el anterior. Tu cuerpo, a pesar de tu mente, respondía a él; tus paredes se apretaban involuntariamente alrededor de su gruesa verga, arrancándole gruñidos graves de placer.
—Eso es... —murmuró bajo su máscara, moviendo tus caderas contra las suyas como si fueras un juguete en sus manos.
Era imposible ignorar lo mucho que te superaba en tamaño y fuerza. Podía alzarte y maniobrarte como quisiera, cambiando el ritmo con una facilidad que te hacía perder la cabeza. Lento y profundo, rápido y frenético... su dominio era absoluto. Tu cuerpo temblaba mientras él aprovechaba cada segundo para hundirse más en ti, disfrutando de lo estrecha que eras. Sus dedos se clavaban en tus muslos, asegurándote en su agarre. No solo sentías su mojada punta chocar una y otra vez contra tu límite, el cual provocaba un sonido húmedo y ruidoso. Si no que, además, sentías el roce de sus testículos en tu piel. Todo lo que podías hacer era gemir para él, dejar que tus ojos se nublaran de lágrimas y tus gestos traicionaran el placer que sentías a pesar de todo.
Mientras te embestía, uno de sus compañeros triángulo tocó su hombro y el guardia de inmediato te bajó. Apenas tus pies tocaron el suelo, sentiste que tus piernas temblaban por el agotamiento y el impacto de todo lo que estaba sucediendo. Pero no tuviste oportunidad de caer, ya que el guardia con la máscara de triángulo te cargó casi de inmediato.
—No hemos terminado contigo —murmuró con un tono cargado de lujuria mientras ajustaba tus piernas alrededor de su cintura.
Sentiste la presencia del otro triángulo acercándose por detrás. Su miembro duro y caliente rozó la curva de tus nalgas mientras sus manos las separaban. Tu respiración se aceleró al sentir cómo ambos se posicionaban, listos para reclamarte desde ambos lados. El que te cargaba comenzó a empujar dentro de ti lentamente, al mismo tiempo, el otro alineaba su punta con tu orificio anal. Luego, entró en ti en una estocada, haciéndote gemir agudo.
—Relájate, lo disfrutarás más —dijo el guardia tras de ti con una sonrisa burlona bajo su máscara.
Pero para ti era imposible relajarte. Tu cuerpo estaba atrapado entre ambos. Te esforzabas por no dejarte llevar, y tus intentos de contenerte eran en vano; cada movimiento sincronizado de sus caderas arrancaba un gemido involuntario de tus labios. Ellos parecían deleitarse con tus reacciones, como si cada jadeo y suspiro fueran una confirmación de su control sobre ti. Podías sentir la fricción de sus pieles contra la tuya, el calor de sus cuerpos a través del uniforme que todavía llevaban parcialmente puesto. Sus manos se aferraban con fuerza a tus caderas, manteniéndote en su lugar mientras te movían a su ritmo. Cerraste los ojos nuevamente, tratando de bloquear el momento, pero el placer mezclado con la humillación era abrumador.
—Qué apretada estás, preciosa —uno de ellos murmuró con un tono gutural, apretando tus caderas.
En su turno, ambos follaron tus pequeños orificios sin considerar que la fuerza que ejercían sobre tu cuerpo era demasiado. Ambos soldados ignoraron por completo tus súplicas, como si tu voz no fuera más que ruido de fondo. Sus embestidas continuaron con la misma brutalidad, indiferentes al temblor que recorría tu cuerpo tras alcanzar un orgasmo abrumador que te dejó al borde del colapso. De hecho, también ignoraron a su compañero círculo y cuadrado, quienes se quejaban porque no estaban respetando el tiempo establecido para cada uno. Fue hasta que, el círculo, amenazó con contarle a su líder sobre lo que estaban haciendo.
Los triángulos detuvieron sus movimientos al escuchar la amenaza. Aunque parecía que no les importaba mucho lo que dijera, sabían que el castigo por romper las reglas internas del lugar no sería nada agradable. A regañadientes, se retiraron, dejando que el círculo tomara su turno.
—Ya era hora —murmuró el círculo, acercándose a ti mientras te ayudaban a mantenerte en pie.
El más bajito de los guardias te empujó hacia uno de los lavabos, haciendo que te inclinaras sobre él. Tus manos se aferraron al borde con fuerza. Él se posicionó detrás de ti, rozando su glande contra tu entrada, lubricándose de los fluidos que chorreaban de tu coño. Cerraste los ojos con fuerza mientras él se abría paso dentro de tu canal vaginal. A tus espaldas, los demás observaban en silencio. Por un breve momento, tu mirada se alzó hacia el espejo frente a ti, y ahí estaba él, con esa máscara que parecía mirarte con superioridad. El reflejo de tus propios ojos llenos de lágrimas y tu rostro ruborizado te hizo apartar la mirada de inmediato, bajando el rostro con vergüenza. No querías que viera cómo te afectaba, cómo tu cuerpo reaccionaba a pesar de tu resistencia.
Sentías sus manos aferrarse con fuerza a tus caderas mientras sus embestidas se volvían más rápidas y salvajes. Te mordiste el labio, intentando no darle el placer de verte ceder, pero tu cuerpo, a pesar de ti misma, no podía evitar tensarse y estremecerse con cada estocada. El guardia deslizó una de sus manos hasta tu pecho, agarrándolo con fuerza mientras sus dedos lo amasaban con descaro. No se detenía, y el ritmo de sus caderas se volvía más frenético, golpeándote con tal intensidad que sentías cómo sus bolas chocaban repetidamente contra tu trasero. El sonido húmedo y crudo de su cuerpo contra el tuyo lo excitaba aún más y se mezclaba con tus chillidos y sus gemidos graves.
—Eres perfecta para esto, ¿sabes? —murmuró con tono juguetón, inclinándose un poco más para enterrarse profundo en ti, buscando arrancarte ese grito que tanto disfrutaba escuchar.
La situación se sentía interminable, cada segundo se arrastraba con lentitud, y tu única esperanza era que terminara pronto.
Te encontrabas sumamente sensible por el orgasmo y, aunque su polla era más delgada, la forma en la que se movía te estimulaba tan bien que sentías que pronto alcanzarías nuevamente el climax. El enmascarado notó las señales en tu cuerpo: la manera en la que tus muslos temblaban, tus gimoteos incontrolables, la forma en la que tu coño se apretaba irregularmente alrededor de él, todo indicaba que estabas a nada de tener otro orgasmo. Él quiso prolongar el acto, quería disfrutar aún más de ti, pero te quebraste humedamente. Al verte sin fuerzas, chasqueó la lengua frustrado y salió de ti, dejándote caer al suelo.
Todo tu cuerpo temblaba, respirabas con dificultad y tu vista estaba nublada. Jadeos seguían escapando de tus labios, así como fluidos por tu entrada. La sombra de los cuatro se extendió sobre ti, cubriéndote. Con esfuerzo, levantaste la vista, tus ojos adaptándose a su presencia. Uno de los triángulos lanzó tu ropa hacia ti, mientras que el cuadrado se agachó a tu altura.
—Vas a quedarte encerrada en uno de los cubículos —dijo seriamente—. Si llegamos a verte salir, te lanzaremos de vuelta afuera, ¿me entendiste?
Asentiste rápidamente con la cabeza.
—Bien. Ahora, sobre el siguiente juego, escucha muy bien porque no te repetiré dos veces...
ʕ´•ᴥ•'ʔ hola, soy la escritora, Mafer.
Disculpen la tardanza, pero aquí está el oneshot de hoy, espero les guste ✨
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