Botella | Human Leo

⭐ Leo humano x Fem T/N
⭐ Leo edad: 19 años
⭐ 🔞 NSFW | Smut

⚠️ Advertencia: lenguaje vulgar.

Te toca girar, Sophie.

Tu amiga asintió y giró la botella que se encontraba en el centro. Tus amigos –y tú– miraban emocionados la rotación del embase. Se encontraban sentados en el suelo, disfrutando del alcohol y buena música.

Llevaban toda la tarde divirtiéndose con juegos típicos de fiestas. Sin embargo, siempre que cae la noche, trae consigo ese picor que torna aún más divertidas las reuniones.

Nico, el anfitrión y dueño de la casa, propuso jugar a la botella. Al inicio se vieron reacios a jugar, pero terminó por convencerlos.

Y la botella señala a... ¡Damián!

La dinámica era la siguiente: alguien giraba el embase, y a quien señalara la boca de la botella, sería la persona con la que pasaría un «buen rato» encerrado en el baño. Nico era un calenturiento de primera y claramente él había designado el reto.

Casi caes, Leo —dijo Sophie al ver la posición de la botella.

Leonardo, tu mejor amigo, también se encontraba en la reunión. Este se limitó a sonreír aliviado, para después darle un trago a su cerveza.

Ya saben —dijo Nico—. Siete minutos en el baño.

Los mencionados, Sophie y Damián, se levantaron y obedecieron las reglas del juego. Era claro el objetivo y lo que debían hacer una vez cerraran la puerta, pero no estaban obligados a nada.

Mientras transcurrían los minutos, conversabas con Leonardo. Apreciabas que estuviera presente, aunque era innegable que siempre estaría allí si tú lo estabas; se podría decir que eran un dúo inseparable.

Al concluir el tiempo, Nico se encargó de traerlos de vuelta. Sin embargo, por la expresión en su rostro, dedujiste que no había ocurrido nada.

Qué aburridos son —se quejó el anfitrión.

¿Recuerdas que soy gay, cierto? —se justificó Damián.

Ah, es verdad.

Todos soltaron una carcajada y continuaron con el juego. Era turno de Leonardo, así que sin rodeos giró la botella.

Te toca estar con... T/N

Cruzaste mirada con tu mejor amigo y sonrieron con complicidad. No te molestaba el resultado, es más, agradecías que fuera Leonardo y no Nico.

¿Premio o premio? —dijo Leonardo entre risas.

Bien —dijo Nico—. Siete minutos encerrados.

¿Solo siete? —preguntaste con decepción—. Creo que nos faltará mucho tiempo.

Mínimo danos quince minutos —completó Leonardo.

Que sean veinte —propusiste pícaramente.

Creo que hasta podemos durar una hora —decía mientras fingía recordar.

No alardeen —dijo Nico—. Quince minutos, no queremos esperar tanto.

Te levantaste y tomaste la mano de Leonardo, llevándolo al cuarto de baño mientras los demás hacían bullicio. Te despediste coquetamente y cerraste la puerta tras de ti.

Hay condones en el cajón —gritó Nico desde afuera—. Aún no queremos sobrinitos.

Escuchaste las risas de tus amigos y a los pocos segundos dejaron de hablar sobre ustedes, comenzando a charlar sobre otra cosa.

El diminuto baño se veía aún más reducido con la presencia del lavamanos, apenas dejando espacio entre tu mejor amigo y tú. La diferencia de altura se hizo evidente cuando levantaste el rostro, encontrándote con la mirada de Leonardo. Ambos rieron por lo que habían dicho allá afuera; les encantaba bromear y seguir la corriente del otro.

¿Así que «premio o premio»? —repetiste y arqueaste la ceja.

De todos, eras la mejor opción.

Gracias —reíste.

Un pequeño silencio incómodo los invadió y la proximidad de sus cuerpos no ayudaba. Aunque conocías a Leonardo desde hace tiempo, nunca habían estado tan cerca. El reducido espacio te permitía apreciar detalladamente sus facciones, especialmente sus labios, que esbozaban una encantadora sonrisa nerviosa. Sus mejillas, ahora teñidas de un carmesí sutil, reflejaban la consecuencia del insistente contacto visual.

La estrechez del espacio no hizo más que aumentar la tensión entre ambos. Y no por la falta de confianza, sino por el propósito en el que estaban ahí encerrados. Leonardo se mantenía en silencio, lo cual era raro viniendo de él. Así como tú, parecía apreciar aquellos detalles –no solo visibles– con todos sus sentidos.

¿Siempre oliste tan bien? —preguntó con un ligero tono divertido.

—dijiste con orgullo—. Es perfume caro, por cierto.

Sí, claro —respondió con sarcasmo.

Compruébalo.

Tu mirada retadora y tu tono juguetón lo hizo inclinarse, escondiendo su rostro en tu cuello. No te tocaba, pero sentías como su respiración acariciaba tu piel. Después de unos segundos, se separó.

Tienes razón, huele a caro.

Por alguna razón, sus labios volvieron a robar tu atención. Lucían increíblemente suaves, y con cada movimiento, te incitaban a traspasar ese delicado límite que define la amistad. El calor de la bebida y el de su cuerpo te tentaban a ceder ante aquel pensamiento. Sin embargo, una ligera mirada suya sobre tu boca fue la gota que derramó el vaso.

Años de amistad no solo sirvieron para fluir en las bromas, también entendían cierta parte del lenguaje corporal del otro. Poco a poco, Leonardo reducía el espacio entre ambos, entrelazando sus respiraciones. Con seguridad, deslizaste tu mano hasta su nuca, atrayéndolo hacia ti, plántandole un beso que de inmediato correspondió.

No te habías equivocado, sus labios eran suaves y acariciaban exquisitamente los tuyos. Su brazo descansaba sobre la puerta, mientras se inclinaba entregándose a tu exigente boca; no dudaste en buscar su lengua, ansiosa por explorar aquella parte que tu mejor amigo se había estado reservando.

Su mano se apoderó de tu cintura, ajustando tu cuerpo al suyo y acentuando el beso con ligeras mordidas que apenas marcaron tu labio inferior, dejándolo levemente enrojecido. Devoraba tu boca como si hubiera ansiado este momento durante mucho tiempo.

Dejándote llevar, descendiste tu mano por su abdomen y bajaste un poco más topándote con un ligero bulto en sus pantalones. Sin haber probado suficiente de ti, se separó escasos centímetros de tu rostro.

¿De verdad vamos a hacer esto? —susurró.

¿No quieres?

Sí pero —desvió la mirada— no quiero que esto arruine nuestra amistad.

Tranquilo —sonreíste—. Quedará aquí, ¿de acuerdo?

Asintió y nuevamente unió sus labios con los tuyos.

Recordando el tiempo que tenían –y la indicación de Nico–, Leonardo sacó un preservativo del cajoncito debajo del lavabo. Tu mirada clavada sobre él provocaba cierto nerviosismo que entorpecía el abrir del pequeño empaque.

Déjame ayudarte —dijiste en una risita.

Mientras lo abrías sin dificultad, Leonardo desabotonaba y bajaba la cremallera de su pantalón, dejando ver sus boxers. Nuevamente capturaste su boca, y con intención de provocarlo todavía más, posaste tus dedos sobre su erección. Palpaste con ligereza y en un hábil movimiento, metiste tu mano por debajo de la tela, encontrándote con su endurecido miembro.

Mng~ —pronunció contra tus labios, disfrutando de tu tacto.

Tomaste con firmeza su tronco y lo liberaste de sus boxers. De forma intuitiva lograste colocarle el preservativo; todo mientras devorabas sus labios con deseo. Su mano se desplazó hacia tu muslo, apretándolo debajo de la falda. Alzó tu pierna, situándose en proximidad a tu zona íntima. Su polla ejercía presión contra la fina tela de tu ropa interior. Rompió el beso para mirarte, pidiéndote permiso para proseguir y asentiste.

Corrió tus bragas hacia un lado y guió su húmeda punta hasta tu entrada. Empujando lentamente sus caderas, se abrió paso entre tus estrechas paredes, provocándote que gimieras agudamente.

¿Te lastimé? —preguntó preocupado.

No, de hecho se siente bastante bien —mordiste tu labio.

Sonrió y con mayor seguridad, se introdujo por completo en tu coño. Comenzó a moverse en vaivén, buscando llegar profundo en cada estocada. Se inclinó y abrazaste su cuello, manteniendo sus rostros a una cercanía que permitía escuchar absolutamente todo, incluso si reprimían sus gemidos.

Nunca imaginaste que tu amigo cargara con un «gran» atributo. Cada centímetro exploraba tu interior, haciéndote sentir llena, como si no hubiera un espacio que la firmeza de su miembro no acariciara. Leonardo siseaba contra tus labios, enamorado de lo apretado y húmedo que se encontraba tu coño.

El espacio restringía sus movimientos, por lo que sus embestidas eran cortas pero profundas. Se deslizaba hacia atrás y adelante, conteniendo la fuerza con la que chocaba en tu interior, en parte limitado por la superficie en la que te recargabas. Si te embestía con ímpetu probablemente resonaría en la puerta; tampoco quería apoyarte sobre el lavabo y arriesgarse a dañarlo.

Mantenías tu boca entreabierta, convirtiendo lo que serían gemidos sonoros en jadeos bajos, otorgándole a Leonardo el privilegio de ser el único en poder escucharte.

Sus movimientos no eran constantes; alternaba la velocidad con la que movía sus caderas, haciéndote estremecer contra su cuerpo. Tus paredes apretaban de forma deliciosa toda su longitud; a pesar de la fina capa del condón, podía sentir cada uno de tus pequeños espasmos vaginales.

Este cúmulo de sensaciones lo hicieron ceder ante sus hormonas. Su mano libre pasó a aferrarse a tu pierna de apoyo, y sin mayor esfuerzo, te levantó, haciendo que abrazaras sus caderas.

N-ng Leo~

Sentiste cómo su polla se enterraba con mayor profundidad, rozando tu punto G en cada penetración. Apoyaste tu cabeza en la puerta, tratando de lidiar con la repentina estimulación interna. Te subía y bajaba sobre su verga, manipulando tu cuerpo con facilidad. Sus dedos se enterraban en tus glúteos, seguramente dejando una marca rojiza en ellos.

¡Oigan! —gritó Nico del otro lado de la puerta— ¡Ya salgan!

Leonardo se detuvo y ambos se miraron atónitos. El tiempo pasó volando; sentían que apenas unos instantes atrás habían comenzado ese juego de miradas que los llevó a estar en esa posición.

Sentiste la vibración de los pequeños golpecitos en la puerta viajar por toda tu espalda; Nico tocó unas cuantas veces más esperando a que respondieran. Leonardo te miró esperando alguna instrucción, pero solo negaste con la cabeza, indicando que continuara. Pudieron contestar algo gracioso que confundiera a Nico, pero estaban demasiado calientes como para pensar en algo ingenioso.

Leonardo continuó con el vaivén de sus caderas, retomando el ritmo rápido y frenético con el que te embestía – antes de ser interrumpidos–. Soltaste un pequeño chillido y te sujetaste con fuerza a su cuello.

Naturalmente, el pequeño baño se sumió en una atmósfera acalorada, producida por el roce de sus cuerpos. Ambos sudaban por la actividad física; mientras rodeabas su cuello buscando algún tipo de estabilidad, Leonardo se esforzaba por complacerte con una buena cogida.

Leonardo daba justo en el punto, una y otra vez sin detenerse. De forma repentina, el placer escaló con rapidez, provocándote el tan preciado orgasmo. Buscaste ansiosa sus labios ya que perdías el control de tus jadeos, y besarlo era la única forma de callarte. Las contracciones alrededor de su miembro le indicaron que te habías corrido. A causa del insistente balanceo sobre su polla, tus fluidos comenzaron a resbalar por tus muslos y el sonido húmedo de sus estocadas se hizo presente.

Sus embestidas eran cada vez más inconsistentes y rudas; sus graves gemidos se ahogaban en tu boca y su fuerza se concentraba en el agarre de tus piernas.

Chocó unas cuantas veces más en tu interior y dejando caer tu peso sobre su verga, se corrió violentamente dentro del preservativo, manchándolo con su blanquecina semilla. Se mantuvo dentro de ti por un pequeño lapso, dándote tiempo a recuperarte.

Te bajó con delicadeza y se adueñó de tus labios, aprovechando hasta el último instante antes de salir del baño. Mientras acomodaban sus ropas y secaban su sudor, se dedicaban pequeños besos que parecían no terminar.

Al salir tuvieron que lidiar con un Nico inquieto e intrigado por lo que había sucedido allá adentro, pero al menos fortalecieron su amistad de una forma muy «gratificante».

ʕ⁠´⁠•⁠ᴥ⁠•⁠'⁠ʔ Hola, soy la escritora, Mafer.

Un pajarito me dijo que querían libro sobre Rapha, pero a lo mejor se equivocó, o ustedes qué dicen? 🥱

Y como dos personas pidieron uno de Casey Jr 💋 amanecimos atrevidos

Eeeen fin, nos vemos en el siguiente oneshot 🏃‍♀️





Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top