USB | Rise Donnie

⭐ Donnie x Fem T/N
⭐ Donnie edad: 19 años
⭐ 🔞 NSFW | Smut

⚠️ Advertencia: bandos contrarios, felación, sexo sin protección, lenguaje vulgar.

En el gélido interior de una bodega que, desde el exterior, no parecía más que otro almacén ordinario, se escondía la base de operaciones de los Dragones Púrpura. Era un lugar de aspecto caótico, con escritorios desordenados, herramientas de soldadura dispersas y artilugios electrónicos a medio ensamblar que daban un aire de actividad clandestina. Aunque todo parecía improvisado, cada detalle estaba cuidadosamente calculado para que la verdadera importancia del lugar pasara desapercibida. 

La razón por la que estabas allí, vigilando en plena noche, no era ese aparente caos, sino un pequeño pero importante objeto: una memoria USB. El dispositivo descansaba dentro de una robusta caja fuerte, como si se tratara de un valioso tesoro. Y, en cierto modo, lo era. Aquella USB contenía un software que tú misma habías diseñado, una herramienta capaz de infiltrarse en sistemas bancarios y extraer información de sumo valor. Para ti y tu grupo, el pendrive no era solo un recurso tecnológico; representaba poder, influencia y peligro. Una sola copia de ese programa podría cambiarlo todo, para bien... o para mal. Por eso, mientras la noche avanzaba, te mantenías alerta, sabiendo que un mínimo descuido podría afectar significativamente a los Dragones Púrpura y eso era algo que, como líder, no podias permitir.

Tus ojos empezaban a pesar por el aburrimiento hasta que un suave crujido en el techo te trajo a la realidad. Tus sentidos se agudizaron, y tu mirada se dirigió hacia las ventanas opacas en lo alto de la bodega. Fue entonces cuando la viste: una sombra que cruzó velozmente, tan fugaz que cualquiera podría haberla atribuido a un juego de luces o a la imaginación. Pero tú sabías que no lo era. Sin perder tiempo, te sumergiste en las sombras, buscando un escondite estratégico desde donde pudieras observar sin ser descubierta. Tu atención se clavó en la puerta al oír el sonido del mecanismo siendo activado con una facilidad, seguido por el leve rechinar de las bisagras cuando la puerta se abrió lentamente, dejando entrar al intruso.

El extraño se movía como si conociera la bodega a la perfección, dirigiéndose sin dudar hacia el escritorio que escondía la caja fuerte. Se agachó, sacando un dispositivo de aspecto sofisticado que comenzó a operar y, en cuestión de segundos, ya había abierto la caja.

Aprovechando el momento, saliste de tu escondite con sigilo, acercándote rápidamente hasta quedar justo detrás de él. Antes de que pudiera reaccionar, te abalanzaste sobre su espalda, o mejor dicho, caparazón, y lo sorprendiste con un abrazo, apretándolo con fuerza.

El tipo, en lugar de forcejear, dejó escapar un suspiro exasperado.

¿En serio? ¿Un abrazo? —murmuró, girándose hacia ti.

¿Querías que te atacara? —preguntaste.

Pues... literalmente te estoy robando, así que...

Lo ignoraste olímpicamente, hundiendo tu rostro en su hoodie morada, idéntica en tono a la tuya, salvo por el detalle del símbolo de los Dragones Púrpura que adornaba tu chaqueta.

Sabía que vendrías a robar —dijiste en un tono juguetón, dejando salir una pequeña risa—. Eres taaan predecible.

Él chasqueó la lengua, pero su mano subió casi de manera instintiva para corresponder tu abrazo, acariciando tu cabeza con suavidad.

Pues yo sabía que te quedarías a vigilar —contestó, con una leve curva formándose en sus labios.

¿Por eso tu falta de cautela? —arqueaste tu ceja—. Para ser un ninja, fuiste muy ruidoso.

Fue a propósito —respondió girando los ojos.

Ambos se vieron por un instante y sonrieron. No pudiste resistirlo y volviste a abrazarlo con fuerza, provocando que él te levantara del suelo con facilidad. Tomaste su rostro entre tus manos y depositaste un dulce beso en sus labios.

Te extrañé mucho, Donnie.

Igual yo, amor.

Pero... ¿quién era realmente él? Donatello, o Donnie como preferías llamarlo, no era cualquier persona. Había irrumpido en tu vida durante un día cualquiera en la universidad. Se presentó en el club de los Dragones Púrpura con un aire de seguridad y arrogancia que, en aquel entonces, te resultó insoportable. Te apenaba recordar el cómo se conocieron pues empezaron con el pie izquierdo... con tu equipo queriendo robarle toda su tecnología, él respondiendo el ataque y frustrando tus planes. Luego te enteraste que era un chico-tortuga y que tenía otros tres hermanos-tortugas y su padre era una rata y bueno... te dolía la cabeza al hacer memoria.

Pero en esos encuentros, donde tú y Donnie competían por frustrar los planes del otro, comenzaste a notar algo diferente. Lo que antes era rivalidad se fue tornando en una curiosa atracción. Su personalidad, que inicialmente habías encontrado irritante por sus constantes comentarios intelectuales, empezó a parecerte encantadora. Había algo en su manera de ser, en su pasión por lo que hacía, que te resultaba sorprendentemente tierno. Al mismo tiempo, notaste un cambio en él. Donnie, que al principio era tan seguro de sí mismo, empezó a mostrar cierta torpeza cuando te tenía cerca. Sus palabras se enredaban a veces, y sus ojos esquivaban los tuyos con nerviosismo.

Las peleas se volvieron menos intensas; los insultos se transformaron en bromas ligeras y las discusiones dieron paso a conversaciones largas. Cada encuentro, lejos de ser un enfrentamiento, se convirtió en la excusa perfecta para compartir tiempo juntos y conocerse mejor. Finalmente, en una de esas noches de charla, ambos dejaron caer sus máscaras y confesaron lo que habían intentado negar durante tanto tiempo: se gustaban. Decidieron comenzar una relación en secreto pues los hermanos de Donatello aún te consideraban una rival, alguien de quien desconfiar. Y por otro lado, los Dragones Púrpura, tu propia gente, veían a Donatello como un enemigo al cual vencer.

Deberías pasar menos tiempo aquí y más conmigo —dijo Donatello, sentándote con suavidad sobre uno de los desordenados escritorios de la bodega. 

Negaste con una sonrisa mientras tus dedos jugueteaban con las cintas de su hoodie. 

Es como si yo te pidiera que pasaras menos tiempo en tu laboratorio para estar conmigo.

Él ladeó la cabeza, con una expresión traviesa. 

Bueno, si me lo pides, podría hacerlo. 

El rubor se apoderó de tus mejillas ante su respuesta directa, así que lo callaste con un suave beso en los labios, robándole una sonrisa.

Entonces... —murmuraste— ¿solo viniste a robar mi pendrive? 

Alzaste la mano frente a él con una ceja arqueada, y Donatello suspiró, sacando la pequeña memoria de su hoodie para depositarla en tu palma con fingida resignación. 

—admitió con una sonrisa—. Pero también quería verte. 

Aww, eso es muy dulce —bromeaste, colocando el pendrive sobre el escritorio—. Aunque, ¿sabes? también podrías haberme invitado a una cita. 

Donatello se encogió de hombros.

Con este tipo de cosas me obligas a aparecer aquí y detenerte. 

Soltaste una carcajada, negando con la cabeza. 

¿Detenerme? —preguntaste con un tono divertido—. Ay, amor, no sé de qué hablas...   

Uy, sí, claro —soltó una risa sarcástica—. No por nada tienes un pendrive con un software completamente ilegal escondido en una caja fuerte que, por cierto, tenía un mecanismo tan mediocre que ni siquiera tuve que esforzarme para abrirla. 

Te reíste, llevándote una mano al pecho fingiendo indignación antes de empujarlo ligeramente. 

¡Oye! Esa caja fuerte era nueva —protestaste, tratando de sonar seria, aunque la risa que asomaba en tu voz te delató. 

Donatello se inclinó hacia ti, apoyando las manos a ambos lados de tus piernas. 

Amor, esa caja fuerte no sobreviviría ni a un ladrón principiante —dijo, alzando una ceja—. Aunque, claro, no todos tienen mis habilidades de "hackeo físico".

"Hackeo físico" —repetiste sus palabras imitando el tono de su voz. Él sonrió ampliamente—. Así que te apareces, me robas un pendrive, me sermoneas y encima te burlas de mí...

Donatello te miró a los ojos antes de robarte un beso rápido. 

Exactamente. Soy multifacético.

Rodeaste los ojos, fingiendo fastidio ante su "modestia"; sujetaste su cuello y lo atrajiste hacia ti, estampando tus labios contra los suyos. Donatello captó la indirecta de inmediato y se calló. Envolvió tu cintura con sus brazos, acercándote aún más a él para que abrazaras sus caderas con sus piernas. Ambos se dejaron de bromas y se centraron en el contacto físico. Había pasado tiempo desde la última vez que se vieron, y ahora, con sus cuerpos tan cerca, te diste cuenta de cuánto lo habías extrañado. Tus manos comenzaron a explorar, acariciando suavemente su nuca, trazando líneas invisibles que bajaban hacia el borde de su sudadera y te escabulliste por debajo de la tela para acariciar su suave caparazón. Tu novio suspiró contra tus labios ante tu tacto; sabiendo lo sensible que era de esa parte de su cuerpo, continuaste acariciándolo en círculos. Él en respuesta, apretaba el abrazo con el que te rodeaba, posando su cabeza en tu hombro mientras lo mimabas.

¿Se siente bien? —preguntaste con dulzura y él asintió con un murmuro.

Levantó su rostro y volvió a besarte. Sus labios se movían con urgencia sobre los tuyos, y pronto sentiste cómo su lengua se deslizaba dentro de tu boca, buscando ese contacto íntimo que hacía días no compartían; le seguiste el ritmo, dejándote llevar por el calor del momento. Sus manos, grandes y verduzcas, comenzaron a explorar tu cuerpo. Al principio, se detuvieron en tu cintura, recorriendo tus curvas con movimientos lentos; sus dedos bajaron hacia tus muslos, apenas cubiertos por tus shorts. Allí se detuvieron, acariciando tu piel y apretándola suavemente.

Extrañaba esto... —murmuró contra tus labios.

¿Tocarme? —preguntaste en un susurro, aunque la sonrisa en tus labios delataba tu intento de bromear.

Estar contigo —corrigió él, con sus ojos encontrándose con los tuyos.

Soltaste una risita suave.

Entonces quédate un rato más.

Donatello asintió levemente, con un rubor apenas perceptible en sus mejillas. A pesar de su habitual aversión al contacto físico, contigo era diferente. Era algo que aún lo desconcertaba, pero había aprendido a aceptarlo. Ahora, ambos estaban en esa etapa de la relación donde el contacto íntimo se volvía una necesidad, algo que él no creía que llegaría a disfrutar, pero que contigo se sentía tan bien.

Tus manos, todavía debajo de su sudadera, empezaron a deslizarse hacia arriba, empujando la tela hasta quitársela por completo. Donatello, siguiendo tu iniciativa, deslizó tu chaqueta por tus hombros, dejándola caer de igual forma y después levantó tu blusa, quitándotela. Él se inclinó hacia ti, como si quisiera recuperar tus labios, pero tú lo detuviste, inclinándote hacia su cuello. Dejaste un rastro de pequeños besos que descendían lentamente hasta sus clavículas. Donatello suspiró suavemente, tratando de mantener la compostura, aunque no pudo evitar que un ligero escalofrío recorriera su cuerpo. Intentó mostrarse relajado, como si tus caricias no le afectaran tanto, pero el leve temblor en sus hombros y su sonrojo lo delataron. Era evidente y bien sabido por ti que su debilidad eran los besos en el cuello.

¿Qué haces? —preguntó en voz baja.

¿No te gusta? —replicaste con una sonrisa traviesa, dejando un beso más prolongado justo bajo su mandíbula.

Sabes que sí... —murmuró, cerrando los ojos por un momento mientras sus manos regresaban a tus caderas, sujetándote con firmeza.

Donatello, sintiendo que se dejaba llevar más de lo que acostumbraba, tomó tu mentón guiándote de vuelta a sus labios. Necesitaba recuperar al menos una pizca del control que sentía perder bajo tus caricias. No era común en él ceder completamente, pero contigo parecía que todas sus reglas se desmoronaban. Sin embargo, tú también disfrutabas de esos momentos en los que podías hacer que su fachada de seguridad se tambaleara, y te encantaba jugar con ese equilibrio de poder entre ambos.

Mientras te besaba, deslizaste tus dedos lentamente por su plastrón hasta el borde de sus pantaloncillos negros. Tus yemas se posaron sobre la tela, presionaste suavemente y su cuerpo respondió casi de inmediato. Su respiración se hacía más notoria así como la erección que empezaba a formarse bajo tus dedos. Donatello dejó escapar un gruñido bajo y profundo al sentir tu palma masajear su bulto; y la forma en que sus labios se movían más desesperadamente contra los tuyos delataban cuánto lo estaba disfrutando.

Rompiendo el beso, bajaste del escritorio, dejando que Donatello tomara tu lugar al apoyarse contra la orilla. Le dedicaste una dulce sonrisa antes de inclinarte ante él, poniéndote de rodillas sobre el frío suelo. El rubor en su rostro se intensificó y tragó saliva; tú, por otro lado, te tomabas tu tiempo, disfrutando del efecto que causabas en él. Tus manos subieron con calma hasta el inicio de sus shorts y los bajaste con delicadeza hasta dejar al descubierto su erección.

Mordiste tu labio al verlo; te inclinaste hacia él, posando un suave beso en la punta de su miembro, provocando que un gemido bajo escapara de sus labios. Sin dejar de mirarlo, abriste tu boca y comenzaste a deslizarte lentamente por toda su longitud, haciéndolo desaparecer entre tus labios hasta que lo tuviste por completo dentro de ti. Pasaste tu lengua con lentitud por su grosor, dibujando círculos alrededor. Te tomaste un momento para concentrarte en su punta, succionándola con suavidad antes de soltarlo de tus labios, dejando un hilo de saliva que conectaba tu boca con él.

Ah... a–amor... —gimió ronco.

Escucharlo gemir siempre era música para tus oídos; se escuchaba tan tierno luchando contra sus propios instintos, siempre avergonzado por esa parte primitiva en él. Te miraba con ojos entrecerrados y la boca entreabierta, siseando cada vez que su punta tocaba hondo en tu garganta. Tu mano abrazó su circunferencia, agarrándolo firme y lo volviste a meter en tu boca, ahora estimulándolo manualmente mientras tu cabeza bajaba y subía, chupándolo todo. Cuando su mano se posó sobre tu cabeza para marcar un ritmo más rápido, no opusiste resistencia.

¿Qué dirían sus hermanos si alguna vez se enteraran de este lado de Donatello? Siempre tan serio, tan racional, ahora completamente vulnerable ante ti. Y, al contrario, ¿qué pensarían los Dragones Púrpura si te vieran así? La imponente hacker de su grupo, la que siempre tenía un plan, arrodillada frente al genio de los Hamato, aparentemente bajo su control. Pero esas preguntas no importaban; los dos habían aprendido a mantener su relación en secreto, y hasta ahora, nadie había sospechado.

Donatello, perdido en el placer, dejó escapar un gemido más fuerte mientras sus dedos se aferraban con más fuerza a tu cabello. Echó la cabeza hacia atrás y alzó la vista hacia el techo, maldiciendo bajo por lo rico que se sentía la mamada. Pero sabía que si te dejaba continuar, se correría en poco tiempo y no quería eso, no en ese momento.

Ven acá, amor —murmuró Donatello con voz ronca, tomando tu mano para ayudarte a levantarte.

Sin soltarte, te llevó contra el escritorio y, antes de que pudieras decir algo, te acorraló contra la madera fría, girándote suavemente hasta quedar de espaldas a él. La presión de su cuerpo contra el tuyo te hizo soltar una risita juguetona mientras te inclinabas ligeramente sobre la superficie, apoyándote en tus manos. Sus manos recorrieron tus caderas, acariciando tu trasero para después moverse hacia el botón de tus shorts; los desabotonó y los deslizó hacia abajo, dejando al descubierto tus piernas y la curva de tu culo. Donatello se inclinó detrás de ti, dejando un rastro de besos suaves y húmedos desde tu espalda hasta tus nalgas. Mientras lo hacía, enganchó sus dedos en el borde de tus bragas, jugueteando con ellas por un momento antes de bajarlas de un solo tirón, dejando tu trasero completamente expuesto ante él.

Lo observaste de reojo mientras tomaba su polla por la base, alineándola cuidadosamente con tu entrada. Donatello rozó tu vulva con su punta, deslizándola con delicadeza y esparciendo tus propios fluidos para lubricarte aún más. Poco a poco comenzó a empujar, adentrándose en ti hasta que estuvo dentro por completo. Un gemido escapó de tus labios, y giraste tu rostro hacia él justo cuando Donatello se inclinó sobre ti, robándote un beso. Sus manos sujetaron tu cintura y empezó mover sus caderas. Las primeras embestidas eran lentas y pausadas, con la intención de que te adaptaras a su tamaño.

Tus piernas, todavía atrapadas por los shorts y las bragas que no alcanzaron a deslizarse por completo, se mantenían juntas, forzando tus paredes a cerrarse alrededor de él. Cada vez que Donatello empujaba dentro de ti, su grosor era abrazado por la estrechez. Rápidamente, apartó algunas herramientas y objetos del escritorio, despejando espacio para que pudieras apoyarte con más comodidad y colocó sus manos a los costados de las tuyas. La luz de la luna se filtraba a través de las ventanas de la bodega, haciendo que la sombra de su figura alta detrás de ti se proyectara sobre la superficie del escritorio y, a la vez, sobre ti. Donatello bajó ligeramente su rostro hasta tu cuello, dejando pequeños besos entrecortados por sus jadeos mientras mantenía el ritmo de sus estocadas.

Su polla se sentía como el paraíso, empujando una y otra vez dentro de ti, alcanzando tu punto más profundo. Su polla se sentía deliciosa y con cada penetración te hacía sentir sus venas palpitando y conteniéndose de derramar su cálido fluido en tu interior, aunque su punta emanaba un poco de líquido preseminal que terminaba por fundirse con tus propios fluidos.

Donatello aceleró el ritmo de sus embestidas, llenando la bodega con el sonido de sus cuerpos chocando. Tus brazos temblaron, obligándote a apoyarte completamente en el escritorio a la par que dejabas escapar un gemido fuerte, pronunciando su nombre. Él se inclinó sobre ti, pegando su plastrón a tu espalda y acercándose lo suficiente para murmurar en tu oído.

Amor... —jadeó, su voz ronca y cargada de deseo—. ¿Y si me das el pendrive?

Tus cejas se fruncieron, incrédula por lo que acababas de escuchar. Giraste un poco tu rostro, intentando mirarlo aunque tu visión estaba nublada por el placer.

¿D-de verdad... —dijiste entre gemidos, tratando de recuperar el aliento— ...me llevaste hasta este punto solo para pedirme la USB?

Él soltó una carcajada baja, que se convirtió rápidamente en un gemido grave cuando tus paredes se contrajeron alrededor de él.

Debía intentarlo.

Donatello dejó un beso en tu hombro desnudo. Echaste tu mano hacia atrás, atrayendo su rostro al tuyo para besarlo. Sus labios no se separaban de los tuyos, devorándote con pequeñas mordidas y lengüetazos. Entre cada beso, podías escuchar su respiración agitada, y tú respondías con incesantes gemidos, dejándote llevar por el compás que él marcaba. Rompían el beso solo para tomar un poco de aire. Sus respiraciones pesadas se mezclaban con los sonidos de sus cuerpos chocando, y los jadeos que escapaban de sus bocas no hacían más que elevar el calor del momento. Donatello trataba de contener sus gemidos, pero terminaban convirtiéndose en gruñidos graves o jadeos ruidosos.

Tus palabras se volvieron casi incoherentes, reducidas a súplicas desesperadas que se entremezclaban con gemidos agudos. "Más... más fuerte" repetías sin descanso con tu voz quebrándose con cada embestida. Donatello, sin contenerse, dejó que sus instintos tomaran el control. Sus movimientos se volvieron más bruscos, enterrándose con fuerza en ti. Su mano se deslizó desde tu cintura hasta tu brazo, agarrándolo con fuerza y de un movimiento, te levantó de la superficie del escritorio, obligándote a arquearte y apegándote a su plastrón.

La respiración de tu novio se volvió errática, al igual que sus movimientos. Se estaba perdiendo en la calidez y humedad de tu interior. Sus dedos se hundieron en tu piel, dejando pequeñas marcas en tus caderas. Tus muslos, resbaladizos por la mezcla de tus fluidos y su intensidad, temblaban al ritmo de sus estocadas.

¡D-Donnie...! —chillaste con tu voz quebrada, abrumada por el placer; tu cuerpo se arqueaba involuntariamente bajo la increíble presión que él ejercía sobre ti.

Al escuchar su nombre salir de tus labios de esa manera, algo pareció romperse en él. Donatello, dominado por sus instintos, te empujó hacia adelante, forzándote a sostenerte del escritorio mientras él continuaba follándote con esa violencia. Pronto, sus estocadas se volvieron irregulares, intercalando entre profundas penetraciones y rápidas estocadas que lo único que hacían era estimular tu punto G, y por ende, adelantar tu orgasmo. Donatello, en un último movimiento desesperado, se enterró profundamente dentro de ti. Ambos alcanzaron el clímax al mismo tiempo; tus piernas temblaban y sentiste cómo él descargaba su cálido semen, manchando tus paredes.

Donatello te abrazó con fuerza, buscando consuelo por todas las sensaciones que sufrió su cuerpo. Respirabas agitada, descansando sobre el escritorio mientras te aferrabas a los brazos de tu novio que te rodeaban por detrás. Al cabo de unos minutos, él salió de ti con delicadeza. Ambos comenzaron a vestirse en silencio, arreglando sus ropas mientras intercambiaban miradas y sonrisas tímidas.

¿Te quedarás un rato más? —preguntaste.

Donatello negó con un suspiro.

Tengo que volver, mis hermanos deben estar buscándome —dijo, mostrándote la llamada perdida en su teléfono.

Se acercó a ti y te dio un beso suave, seguido de un "Te amo" que susurró contra tus labios antes de dirigirse hacia la salida. Lo observaste marcharse, pero algo en tu interior te hizo voltear hacia el escritorio antes de moverte. Fue entonces cuando notaste que la memoria USB ya no estaba allí. Un suspiro de resignación escapó de tus labios mientras negabas con la cabeza.

Donatello se había llevado el pendrive, pero lo que él no sabía era que el verdadero, aquel que contenía el software, siempre había estado en el bolsillo interior de tu chaqueta. Sabías que pronto se daría cuenta del engaño, y estabas completamente segura de que cuando lo hiciera, regresaría a buscarte a ti... y a la USB real.

ʕ⁠´⁠•⁠ᴥ⁠•⁠'⁠ʔ hola, soy la escritora, Mafer.

Aquí un cap tranqui, creo yo 💕✨ espero les guste





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