Amore | Yandere Donnie
⭐ Donnie yandere x Fem T/N
⭐ Donnie edad: 23 años
⭐ 🔞 NSFW | Smut
⚠️ Advertencia: relación nociva, conducta posesiva, celos enfermizos, dependencia y chantaje emocional, mención al suicidio, manipulación, lenguaje vulgar.
¿Era tu culpa estar en aquella situación? Solo necesitabas un poco de amor y cariño y te aferraste al único ser que mostró una genuina preocupación y devoción hacia ti: Donatello.
Tu vida antes de conocerlo podías definirla como «patética», tanto que ni siquiera te llegaba a importar si la perdías o no.
Hace exactamente un año, tenías la peligrosa costumbre de deambular por las noches, sin preocuparte por tu seguridad ni por lo que pudiera suceder. Tu vida te importaba poco. Durante varias de esas noches, sentiste una presencia observándote, pero atribuías esa sensación a la respuesta natural de tu cuerpo ante el peligro inminente, ya que aquellas calles estaban lejos de ser seguras.
Al exponerte de esa manera, inevitablemente te convertiste en un blanco vulnerable. Varias personas intentaron atacarte con navajas en mano, y tú, con resignación, aceptaste tu destino. Sin embargo, de los techos descendió una figura misteriosa. No sabías qué era, pero su apariencia te recordó a los kappa, esas criaturas místicas japonesas con forma de tortuga que solías ver en tus libros cuando eras una niña. Este misterioso «salvador» aniquiló a tus atacantes con una rapidez aterradora, todo mientras yacías en el suelo, temblando y atónita. Una vez que no quedó nadie con vida, se acercó a ti con una mirada que sugería que podías ser su próxima víctima. Sin embargo, hizo todo lo contrario: se agachó a tu nivel y comenzó a hacerte preguntas, evaluando tu estado y asegurándose de que estuvieras bien
Tu mente era un torbellino de confusión, tanto por el caos recién vivido como por la adrenalina que aún corría por tus venas. La repentina y oportuna aparición de este extraño no hacía más que aumentar tu desconcierto. No solo su apariencia era inusual y fuera de lo común, sino también su comportamiento hacia ti, tan gentil y mostrando un interés genuino por tu bienestar. En estado de shock, permitiste que este individuo, que se había presentado como «Donatello», te llevara de regreso a tu apartamento.
Te sentías en un sueño bastante extraño, siendo cuidada y atendida por una tortuga humanoide que daba la impresión de conocer hasta el mínimo detalle de tu vida y de ti misma, pero a tus ojos era imposible, pues era la primera vez que lo veías. No tenías ni idea cómo, pero Donatello sabía tu nombre, y no solo eso, conocía alguno de tus apodos, el dónde vivías y dónde se encontraba exactamente cada cosa en tu hogar, pero seguías tan desconcertada que lo pasaste por alto.
A partir de esa ocasión –hasta ahora– no hubo día en el que no se presentara en tu apartamento. Entraba y salía como si fuera su propio hogar, aunque siempre lo hacía por la ventana. La razón de sus visitas siempre fue la misma: estar cerca de ti, cuidarte y asegurarse de que nada ni nadie te hiciera daño. ¿Por qué, de repente, alguien se interesaba tanto en ti? Un ser completamente desconocido y ni siquiera humano. ¿Era este tu ángel guardián? ¿Dios finalmente se había compadecido de tu desdichada vida?
Al principio, sus visitas se limitaban a breves chequeos para monitorear tu salud y asegurarse de que te alimentaras adecuadamente, trayéndote comida y vitaminas. Con el tiempo, empezó a prolongar sus estancias, apareciendo habitualmente al anochecer. Te preparaba un té y se sentaba a tu lado, dispuesto a escucharte. Pero te quedabas en silencio, sin energías ni ganas de hablar; entonces, Donatello tomaba la iniciativa, hablándote sobre sus numerosos inventos con términos técnicos y científicos que no comprendías del todo, pero que de alguna manera reconfortaban tu corazón, llenando el vacío de tu soledad. Poco a poco, Donatello se ganó tu absoluta confianza y cariño. Hacía tanto tiempo que no te sentías querida, y él desbordaba amor por ti. Cada gesto y cada detalle tenían un único propósito: enamorarte profundamente y hacer que correspondieras a sus sentimientos. Y lo logró. Desde el primer beso, te entregaste a él por completo, convirtiéndote en suya.
Llevabas mucho tiempo sin reír ni esbozar una sonrisa, pero con él en tu vida, comenzaste a ver el mundo de una manera completamente nueva. Naturalmente, recuperaste energías y tus ganas de vivir regresaron. Quisiste retomar tu vida, incluyendo el trabajo, la escuela y tu vida social, además de volver a convivir con tus amigos y regresar a tu familia. Pero nada de esto le parecía bien a Donatello, y cuando se lo contaste, le sentó fatal. El mutante, tu ahora pareja, se puso sumamente nervioso y se alteró al punto de amenazar con quitarse la vida si es que te ibas a de su lado, algo que en verdad te asustó y aunque era una medida extrema, a ti no te lo pareció en su momento y le prometiste que bajo ninguna circunstancia te apartarías de él. Eso lo calmó... momentáneamente.
Comenzó a tomar decisiones que rozaban lo irracional para asegurarse de que nunca te alejaras de su lado: se apropió de las llaves de tu departamento, y salir se convirtió en un lujo inalcanzable. Cualquier cosa que necesitaras del exterior, desde lo más trivial hasta comida, él mismo se encargaba de traértelo, pues solo la idea de que pudieras interactuar con un repartidor hacía que los celos lo consumieran por dentro. Tus redes sociales fueron restringidas hasta desaparecer por completo, pero lo compensabas perdiéndote en el mundo de los servicios de streaming. Prácticamente, estabas prisionera en tu propio hogar; y aunque la soledad se volvía insoportable en su ausencia, cuando él regresaba, tu existencia recobraba todo su sentido.
Tus pasatiempos se centraban en Donatello: besarlo, acariciarlo, y sentir su piel bajo tus dedos. Pasar cada momento a su lado se había convertido en tu mayor anhelo, sin importar lo que estuvieran haciendo. Lo único que te importaba era su constante presencia, su voz suave susurrándote al oído lo locamente enamorado que estaba de ti, mimándote sin cesar. Mientras él te tuviera en sus brazos, el resto del mundo dejaba de existir.
♡
Aquella noche, te hallabas recostada en el sofá, con la vista perdida en la pantalla mientras una serie corría sin que realmente la siguieras. Tu mente, sin embargo, no estaba allí; estaba con Donatello, quien debería haber llegado hace horas, pero aún no daba señales de vida. Cada minuto que pasaba aumentaba tu ansiedad, y una maraña de pensamientos invadía tu mente, imaginando posibles razones para su retraso.
El miedo al abandono se apoderaba de tu cabeza cuando el sonido de las llaves girando en el cerrojo hizo que tu corazón latiera con fuerza. Te incorporaste rápidamente, con la mirada fija en la puerta. Para tu alivio, era tu novio, con su inconfundible hoodie morada, shorts negros y una caja de pizza en las manos. Avanzó unos pasos, dejó la caja sobre la encimera, y sin pensarlo, te acercaste para rodearlo con tus brazos, aferrándote a él.
—Estaba preocupada —murmuraste, hundiendo tu rostro en la suavidad de su sudadera—. ¿Por qué tardaste tanto?
—Había mucha gente esperando sus pedidos en la pizzería —respondió con un tono distante, restándole importancia a haberte dejado sola—. Además, tuve que atender otro «asunto» —añadió mientras sacaba una gorra verde de su sudadera y la dejaba caer sobre la caja de pizza—. ¿Te resulta familiar?
Abriste los ojos con asombro, sintiendo cómo un nudo se formaba en tu garganta, obligándote a tragar saliva con nerviosismo.
—D-Donnie... yo...
Reconociste de inmediato esa gorra, la habías visto apenas ayer...
—¿Vas a explicarme qué hacía aquí ese sujeto ayer?
Esa gorra pertenecía a un repartidor que te había traído comida la tarde anterior, a pesar de que tenías prohibido ordenar a domicilio. Sin embargo, Donatello te había empujado a desobedecer esa norma; había estado tan absorto lidiando con los «Dragones Púrpura» que te dejó sin comer por un buen rato.
—E-es que tenía hambre y... tú n-no aparecías —balbuceaste nerviosa, intentando justificar lo injustificable—. No pensé que...
—¿Que me daría cuenta? —te interrumpió, completando tu boba explicación—. Amore, me duele que me tomes por un idiota.
Su mirada, aunque aparentemente serena, era un reflejo de la tormenta interna que lo consumía. Sabías que estaba ardiendo de celos. Bajaste la vista, enfocándote en la gorra, tratando de imaginar qué demonios le había hecho Donatello al pobre repartidor que solo intentaba hacer su trabajo.
—Por cierto —Donatello rompió el silencio y levantaste la vista, atrapada por la intensidad de sus ojos—. ¿Era realmente necesario puntuarlo con cinco estrellas?
El pánico te inundó al instante. No sabías cómo había obtenido esa información, pero había dado en el clavo. Sin embargo, lo que verdaderamente te aterrorizó fue la forma en que negó con la cabeza, decepcionado, antes de dirigirse hacia la puerta.
—¿A d-dónde vas? —preguntaste con voz temblorosa.
—¿De verdad preguntas? —respondió con un tono cargado de desprecio, haciéndote sentir pequeña y vulnerable—. Parece que no me necesitas. Supongo que prefieres estar sola...
—No, no, no... —corriste hacia él, desesperada, aferrándote a su brazo con urgencia—. Te necesito, por favor, perdóname. —Donatello se mantuvo en silencio, pero la rigidez de su cuerpo te decía que te escuchaba. Insististe con la voz quebrada—. No lo volveré a hacer, por favor, no te vayas. Te necesito...
—¿Cuánto me necesitas?
—Me moriría sin ti —tu mirada cristalina y cargada de desesperación confirmaba tus palabras.
Una sonrisa oscura se formó en los labios de Donatello, complacido por tu adorable actitud.
—Yo también me moriría sin ti, amore —susurró. Su voz se volvía dulce mientras apartaba con cuidado los mechones de cabello que caían sobre tu rostro—. Pero no tienes idea de lo desagradable que fue... deshacerme de ese tipo.
Asentiste rápidamente, con una mezcla de miedo y alivio. Donatello finalizó tu «regaño» con un beso suave –pero corto– en tus labios. Sin poder contenerte, te lanzaste nuevamente a él, hambrienta de su afecto. Tus manos subieron hasta su cuello, mientras él respondía rodeando tu cintura, atrayéndote con una intensidad que dejaba claro que le pertenecías por completo. Mientras lo besabas, lograste alejarlo de la puerta, y en pocos pasos, lo atrajiste nuevamente hacia la cocina. Tu novio te levantó y te colocó con cuidado sobre la encimera, dejándote a su altura. Tus labios danzaban sobre los de él, y te dabas la libertad de morderlos con suavidad, pues cuando estaban dándose mimos, Donatello era más dócil y te permitía muchas cosas.
—Te extrañé, amore —dijo entre besos y solo sonreíste.
Sus dedos recorrían lentamente el contorno de tu cintura, mientras su boca descendía con delicadeza hacia tu cuello. A pesar de tu conducta desobediente, que en los ojos de tu novio rozaba la infidelidad, Donatello no se portaba agresivo, al contrario, te besaba con ternura; él odiaba ser brusco contigo, aunque a veces no tenía más opción. Sus labios húmedos viajaron con precisión hasta tus muslos, apenas cubiertos por esos diminutos shorts. Donatello se perdía en la suavidad de tus piernas, deslizando su lengua con devoción sobre tu piel. Tú lo mirabas, acariciando su cabeza mientras disfrutabas de cada segundo de su atención.
Sus manos se engancharon en el borde de tus shorts y los bajó sin más. Hundió su rostro en tu entrepierna y besó con detenimiento tu intimidad sobre la tela de tus bragas. Podías sentir la calidez de su aliento, y cómo su lengua juguetona intentaba deslizarse dentro, ansiosa. Con un movimiento impaciente, apartó tus bragas a un lado con su dedo, permitiendo que su boca finalmente se posara sobre tu vulva, devorándola con un beso francés. Suspiraste profundo y echaste tus manos hacia atrás, apoyándote sobre la superficie.
—Mmh~ —murmuraste con dulzura.
Su lengua descendió hasta tu entrada, deslizándose arriba y abajo, insinuando una penetración que nunca llegaba del todo. Con cada movimiento, Donatello estaba atento a cada una de tus reacciones, y las sutiles contracciones de tu cuerpo le indicaban dónde concentrar su atención. Sus labios se aferraron a tu clítoris, succionándolo y presionándolo con insistencia, arrancándote gemidos entrecortados mientras el placer recorría tu cuerpo. Tras unos instantes, tus fluidos se fundían con su saliva, mientras tus jadeos se entrelazaban con los sonidos húmedos y provocativos que emitía su boca.
Rápidamente, sustituyó su boca por su dedo y empezó a estimularte manualmente. Se incorporó, quedando frente a tu rostro, lo suficientemente cerca como para sentir el calor de tu respiración agitada y escuchar cada uno de tus gemidos que lo enloquecían. Su dedo se sumergían en ti, explorando cada rincón, pero él sabía que solo había una manera de llegar a lo más profundo de ti.
Sin dudarlo un segundo, bajó sus shorts, liberando la pulsante erección que tu cuerpo había despertado; simultáneamente, deslizaste tus bragas hasta dejarlas caer al suelo. Donatello dejó escapar un gemido involuntario al verte lista para entregarte a él una vez más. Tomaste su rostro y lo atrajiste hacia ti, devorando sus labios. Tu novio se posicionó entre tus muslos, y sin romper el ardiente beso, tomó su duro miembro, deslizándolo provocativamente por la entrada antes de adentrarse en ti. Rodeaste su cintura con tus piernas y abrazaste su cuello; tu lengua jugueteaba con la suya y sus caderas comenzaron a moverse lentamente, asegurándose de lubricarse con tus fluidos para no hacerte daño con su –muy generosa– longitud.
—¿Te gusta? —murmuró, sin detener el ritmo—. Lo sientes, ¿verdad, amore? Se siente tan bien... —tus labios apenas se separaron de los suyos cuando respondieron con un suave gemido de aprobación.
Tus pies se movían al compás de sus embestidas, sincronizándose con el vaivén de su cuerpo. Su grosor rozaba tus paredes internas, llenándote completamente, mientras su punta golpeaba una y otra vez en lo más profundo de ti, con un ritmo constante pero no acelerado. Donatello, ahora con su rostro enterrado en tu cuello, exhalaba con fuerza cada vez que se hundía dentro de ti, su respiración era pesada y se mezclaba con tus gemidos. Por un breve instante, tu mirada se desvió hacia la gorra abandonada en la encimera, pero rápidamente la ignoraste... lo que fuera que tu novio hubiera hecho al repartidor, solo podía haber sido por amor, y en este momento, eso era lo único que importaba.
Sus embestidas pronto se transformaron en embates más intensos y rápidos. Una vez más, te apoyaste sobre la superficie, arqueando tu cuerpo hacia atrás; Donatello tomó tus piernas, se aferró a tus muslos y continuó bombeando en tu interior, dedicándote una mirada cargada de lujuria y que dejaba entrever la necesidad de poseerte.
Aunque literalmente estaban follando, el hecho de no estar a escasos centímetros del rostro del otro se volvía una tortura. Incapaz de resistirlo más, se inclinó hacia ti en busca de esos labios carnosos que lo volvían loco, y tú correspondiste deseosa; gemías en su cara y suspirabas sin reservarte nada, justo como a él le gustaba.
—No hay nadie más que te pueda amar como yo lo hago —murmuró con voz grave, provocando un escalofrío que recorrió tu piel—. Nadie más merece tenerte...
Asentiste perdida en el placer. Todo tenía un sentido absoluto; Donatello te conocía a un nivel enfermizo, sabía exactamente lo que necesitabas y lo que era mejor para ti... no había razón para alejarte de su lado.
Su falo se abría paso entre tu canal vaginal con rapidez, estrellándose con fuerza dentro de ti repetidas veces, al punto de hacerte deslizar por la encimera con cada impacto. Sus manos se aferraron a tus glúteos con firmeza y te levantó. Te apoyaste en sus hombros mientras él te alzaba y descendía sobre su polla, penetrándote profundamente mientras estaba de pie. Sentías cómo te llenaba por completo, estimulando cada rincón de tu interior; podías notar sus venas palpitantes rozando contra tus paredes internas y su punta goteando preseminal que se mezclaba con tus propios fluidos, escurriéndose lentamente por tus muslos.
Donatello te follaba con facilidad, cargando y manejando tu cuerpo de manera placentera, no solo para él, sino también para ti. Cada movimiento estaba cargado de intención; se detenía solo para admirar tus gestos, escuchar tus gemidos, y entre jadeos, te robaba besos cortos y desesperados, susurrándote palabras entrecortadas.
—Dime que me amas... —su voz era suave, casi suplicante, mientras te balanceaba sobre su miembro. Sus ojos, brillando con una mezcla de pasión y ternura, reflejaban un amor tan intenso que contrastaba con lo oscuro de sus palabras—. Dime que no podrías vivir sin mí... porque yo no podría sin ti, amore.
—T-te amo tanto~ ngh~ —gemiste, tus labios rozando los suyos mientras el éxtasis te consumía. Tus ojos, entrecerrados por el placer que te provocaba, permanecían fijos en los de él—. M~me moriría sin ti~ por f-favor no me dejes.
—Nunca te dejaría, amore —murmuró, mientras sus embestidas se volvían aún más profundas y posesivas—. Ni permitiría que te alejes de mí...
Con voz ronca, Donatello seguía susurrando un mantra cargado de posesión y amor obsesivo. Entre sus jadeos, te aseguraba que nadie podría hacerte tan feliz como él lo hacía. No cesaba de decir cuánto te deseaba, cuánto te amaba y te rogaba que mostraras la misma devoción que él hacia ti.
Cuando sentías que tu interior se contraía, señal de un orgasmo próximo, Donatello se detenía, quedando profundamente enterrado en ti; después, continuaba subiéndote y bajándote por toda su húmeda longitud. Gimoteabas, casi lloriqueando lo bien que se sentía tenerlo dentro y lo único que anhelabas era correrte sobre su polla. Él sabía que necesitabas correrte y te daría ese tan esperado orgasmo, pues consideró que ya habías aprendido la lección.
—Donnie~ mgh ahh~
—Me encanta verte así... —su respiración se mezclaba con la tuya—. Tan vulnerable, tan mía...
Sus dedos se hundieron en tus nalgas, acelerando el ritmo con una fuerza más ruda, chocando duramente contra tu límite vaginal; chillaste agudo ante cada arremetida, ahogando el sonido húmedo y salvaje de su verga entrando y saliendo de ti sin tregua. Su nombre se apoderó de tus labios, anunciando cuán cerca estabas de explotar. Él también dejó de contenerse, entregándose a las sensaciones que provocabas en su cuerpo. Te enloquecía sentir su polla ensanchándose dentro de ti, pues sabías que estaba a punto de descargar una intensa y pesada carga de esperma dentro de ti. Después de minutos de interminables y brutales penetraciones, Donatello se hundió en tu coño y liberó un buen chorro de fluido espeso y caliente, mientras un agudo gemido escapaba de tus labios al correrte.
—Mierda... —gimió alto, aún poseído por el orgasmo—. ¿Te gusta sentir cómo te llenas de mí? Yo sé que te encanta, amore... me vuelve loco hacerte sentir así...
Exhalaste agitada y sonreíste complacida, te encontrabas en un trance orgasmíco que te impedía prestarle atención con claridad, y te limitabas a solo asentir a todo lo que él decía.
Con un movimiento fluido, te levantó y te colocó de nuevo sobre la encimera, pero no abandonó tu interior. Donatello adoraba permanecer dentro de ti mientras lo mimabas con besos y caricias que recorrían suavemente su caparazón; su actitud, que había sido dominante y posesiva, se transformó en la de un ser vulnerable y necesitado de amor. Tus manos exploraban cada centímetro de su piel, provocando en él un sonido que, aunque animal, se asemejaba al ronroneo. Al pasar un rato, sus respiraciones se calmaron y tu mente se clarificó parcialmente, pero dejaste que él indicara cuando terminar esta intensa sesión.
—Te ayudo a limpiarte y luego cenamos, ¿de acuerdo? —murmuró, tomando tu rostro entre sus manos con una ternura que te desarmó.
Le regalaste una cálida sonrisa y te entregaste a su cuidado, permitiéndole quererte, porque en el fondo, eso era lo que siempre habías deseado... alguien que te amara.
ʕ´•ᴥ•'ʔ Hola, soy la escritora, Mafer.
Tanto tiempo sin verlos por aquí, ¿cómo están?
Aquí el oneshot de Donnie yandere para quienes lo solicitaron ✨
Espero muy pronto estrenar el libro de oneshots de Mikey 👀 así que atentos
Y pues nada, les agradezco sus comentarios y sus votos, nos vemos en el siguiente oneshot 💕✨
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top