━━ 𝟓𝟓
【𝙲𝙰𝙿Í𝚃𝚄𝙻𝙾 𝟻𝟻】
𝐬á𝐛𝐚𝐝𝐨, 𝟑 𝐝𝐞 𝐟𝐞𝐛𝐫𝐞𝐫𝐨 𝐝𝐞 𝟐𝟎𝟐𝟒
𝓓afne
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─ 𝐒𝐎𝐒 𝐔𝐍𝐀 𝐆𝐑𝐎𝐒𝐀 ─soltó Melanie con una voz ligeramente temblorosa por la influencia del alcohol. Su mirada reflejaba una mezcla de admiración y complicidad─. No puedo creer cómo te bancás todo lo que te pasó. ¡Sos re fuerte!
Sonreí con sinceridad, agradecida por las palabras reconfortantes de mi mejor amiga, aunque una ola de emociones encontradas me invadía. Cada recuerdo difícil parecía emerger a la superficie, recordándome las batallas internas que había liberado.
─ Es verdad, pasaste por mucho ─asintió Emilia, apoyando las palabras de Melanie─. No sé si cualquiera podría bancársela como vos lo hiciste.
Las palabras de mis amigas me impactaron profundamente, pero también avivaron una serie de emociones que prefería mantener sepultadas en lo más profundo de mi ser. ¿Me habían dicho que era una persona fuerte? ¿Cómo podían verme así cuando, en realidad, me sentía tan frágil? La pérdida de mi padre pesaba sobre mí como una losa, y cada día era una lucha constante por mantener la compostura, para no dejar que el dolor me consumiera por completo.
─ Gracias por sus palabras, pero no creo haber manejado nada ─susurré con esfuerzo, luchando por mantener la voz firme mientras los recuerdos se agolpaban en mi mente─. Solo... trato de no sentir, supongo.
El brillo de mi sonrisa se desvaneció de mis labios mientras luchaba por mantener la mirada en alto, esforzándome por contener las lágrimas que amenazaban con escapar. El dolor seguía latente en lo más profundo de mi ser, como una herida que se negaba a cicatrizar, recordándome constantemente las pérdidas y los desafíos que había enfrentado.
─ Estás enfrentando algo muy difícil, Dafne ─dijo Melanie con sinceridad, su tono reflejando admiración─. Si estuviera en tu lugar, la verdad es que no sé si sería capaz de levantarme cada día y seguir adelante. Imaginar mi vida sin mi viejo a mi lado es simplemente desgarrador ─confesó con un dejo de temblor en la voz, mostrando la fragilidad que se escondía detrás de su habitual seguridad.
─ Mel tiene razón, Dafne ─intervino Emilia, respaldando las palabras de Melanie─. Hacés un esfuerzo increíble cada día para no dejarte vencer. Eso es más que admirable. Quiero que sepas que no estás sola en esto, estamos acá para vos... siempre.
La verdad es que el tema siempre había sido un territorio delicado entre nosotras, algo que prefería mantener bajo llave. Por eso, no me sorprendió que lo sacaran a relucir ahora, especialmente estando un poco pasadas de copas. Nuestras noches de fiesta solían desembocar en charlas profundas y reflexivas.
La conversación con mis amigas me hizo sentir vulnerable, pero también comprendida. Sin necesidad de articular más palabras, seguí mi instinto y extendí mis brazos hacia ellas, abrazándolas con sinceridad y afecto. En ese gesto compartido de apoyo mutuo, encontré consuelo y fortaleza, recordándome que no estaba sola en mis batallas internas.
Una lágrima furtiva escapó por mi mejilla, pero rápidamente la sequé, tratando de mantener la compostura delante de mis amigas.
Con delicadeza, me separé del cálido abrazo y, con un susurro, me disculpé, mencionando que necesitaba ir al baño.
Navegué hábilmente entre la multitud que llenaba el lugar, abriéndome paso entre las personas con determinación. El pulso acelerado de la música me seguía, latiendo en sincronía con los latidos de mi corazón, mientras me dirigía con paso firme hacia mi destino.
Al cerrar la puerta tras de mí, el estruendo de la fiesta se desvaneció, dejándome a solas con mis pensamientos. El eco de la conversación con mis amigas resonaba en mi mente, recordándome lo vulnerables que podíamos ser las personas, incluso en medio de la diversión desenfrenada. Un nudo se formó en mi garganta mientras reflexionaba sobre las palabras y las emociones compartidas.
Mientras me enfrentaba al reflejo en el espejo, mi mano instintivamente buscó una mecha de cabello rebelde para arreglar. Mis ojos reflejaban una mezcla de emociones: vulnerabilidad, fuerza y determinación.
En ese instante, una chispa de fortaleza se incendió en mi interior, recordándome que, a pesar de las luchas internas, siempre encontraba consuelo y apoyo en la complicidad de la amistad.
Con un suspiro profundo, me reorganicé y me enderecé, dejando atrás la fragilidad momentánea para abrazar a la determinación. Ajusté mi apariencia con un toque rápido y decidido, lista para volver a la acción. Con paso firme, decidí regresar a la fiesta, sabiendo que, a pesar de los desafíos, siempre encontraría apoyo y consuelo en aquellos que me rodeaban.
Con habilidad y gracia, me desplacé entre la maraña de cuerpos, sintiendo la energía contagiosa de la música que inundaba la pista de baile. En ese torbellino de luces y sonidos, un chico se aproximó a mí, y sin mediar palabra, nuestros cuerpos comenzaron a moverse al compás de la música.
Al principio, el encuentro me pareció divertido y me dejé llevar por el ritmo envolvente. Disfruté del momento sin prestar mucha atención a las posibles implicaciones de aquel momento.
A medida que continuábamos bailando, me di cuenta de cómo el chico iba cerrando la distancia entre nosotros, sus movimientos se volvieron cada vez más atrevidos y provocativos. Aunque al principio había disfrutado del momento, ahora esa sensación placentera se desvanecía, sustituida por una incómoda inquietud.
Con cada paso y cada movimiento, su cercanía se volvía más evidente, como un eco constante que resonaba en mi mente. Me sentía cada vez más inquieta, consciente de que sus gestos comenzaban a traspasar los límites que consideraba adecuados.
─ Estoy re copado con el baile, pero pienso que estaríamos mejor si encontramos un lugarcito más tranqui para charlar ─dijo el chico con confianza, sus palabras resonaron en el aire de manera inesperada─. ¿Qué te parece?
Una sensación de alerta se apoderó de mí y un ligero escalofrío recorrió mi espalda mientras consideraba su sugerencia.
─ Mirá, gracias, pero no. Mejor me quedo acá ─respondí con cortesía, pero con firmeza, dejando claro que no estaba interesada en seguirlo a un lugar más apartado.
Sin embargo, el chico persistió, sus palabras cargadas de insistencia y una expresión ansiosa en su rostro.
─ Dale, anímate, no te vas a arrepentir. Podemos charlar tranqui y conocernos mejor, ¿qué decís? ─presionó, acercándose aún más a mí con una sonrisa coqueta.
Justo cuando sentía que la tensión se estaba volviendo abrumadora, alguien apareció a mi lado, una figura conocida que disipó mi inquietud con su sola presencia.
─ Te dijo que no, ¿sos sordo? ─intervino Matías, con su tono característicamente directo, poniendo fin a la incómoda situación.
El chico se volteó hacia Matías con sorpresa, confundido por la inesperada aparición.
─ ¿Y vos quién sos? ─inquirió el chico, reflejando cierto desconcierto ante la situación─. Estaba a punto de intentar mi mejor chamuyo con la piba.
La respuesta del chico no hizo más que aumentar mi incomodidad, pero antes de que pudiera decir algo, Matías tomó la delantera.
─ Soy el novio de la piba ─declaró Matías con una sonrisa desafiante en su rostro.
El eco de esas tres simples palabras, "soy su novio", resonó en mi interior como un tambor. Nunca antes había escuchado a Matías referirse a mí de esa manera, y aunque nuestra relación nunca había sido etiquetada oficialmente, esas palabras llenaron mi corazón de una mezcla de emoción y nerviosismo. Era un paso adelante, un reconocimiento público de lo que éramos el uno para el otro, y la idea de ser su novia me hizo sentir una oleada de felicidad.
Su afirmación de nuestra relación me hizo sentir querida y protegida, como si, de alguna manera, todo estuviera en su lugar. Tras la intervención de Matías, la tensión se disipó como si nunca hubiera estado allí. El chico desconocido, un tanto confundido, se retiró discretamente, dejándonos a nosotros dos solos.
Regresamos junto a los demás, sumergiéndonos una vez más en la bulliciosa atmósfera de la fiesta. Bailamos al compás de la música, nuestras risas se mezclaban con la vibración del ambiente y nuestras miradas se encontraban y se perdían en un mar de complicidad y conexión compartida.
A medida que la noche avanzaba, la conexión entre Matías y yo se intensificaba con cada movimiento en la pista de baile. Sentía como la distancia se desvanecía entre nosotros, cediendo ante una atracción palpable y electrizante. Nos entregamos al fluir de la música, dejando que el ritmo nos guiara hacia un momento esperado, donde nuestros cuerpos y almas se encontraran en perfecta sincronía.
Entonces, en un instante cargado de emoción y deseo, nuestros cuerpos se fundieron en un abrazo cercano y nuestros labios se encontraron en un beso apasionado. Era como si el universo entero se detuviera para presenciar ese momento de intensa conexión entre nosotros, envolviéndonos en una esfera íntima donde solo existíamos él y yo.
─ Che, esto tengo que subirlo ─murmuró Juani, quién se encontraba capturando algunas fotografías con su móvil para inmortalizar el momento.
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