━━ 𝟑𝟑
【𝙲𝙰𝙿Í𝚃𝚄𝙻𝙾 𝟹𝟹】
𝐣𝐮𝐞𝐯𝐞𝐬, 𝟏 𝐝𝐞 𝐟𝐞𝐛𝐫𝐞𝐫𝐨 𝐝𝐞 𝟐𝟎𝟐𝟒
𝓓afne
𝐄𝐍 𝐋𝐀 𝐒𝐀𝐋𝐀 𝐃𝐄 𝐄𝐒𝐓𝐀𝐑, los trece nos reunimos, cada uno expectante por las presentaciones que estaban a punto de comenzar.
Los chicos tomaron la delantera, cada uno mostrando su propia personalidad a través de unas presentaciones llenas de humor y anécdotas. Desde chistes ingeniosos hasta revelaciones sorprendentes sobre sus pasatiempos más peculiares o momentos vergonzosos, cada intervención arrancaba risas y gestos de complicidad entre todos. Cada presentación era única y divertida, creando un ambiente distendido y acogedor.
Finalmente llegó el turno de Isadora y Emilia, quienes se prepararon para presentarse ante el grupo. Isadora, con su habitual confianza y encanto, tomó la palabra primero, compartiendo algunos detalles sobre ella con una sonrisa en el rostro. A su lado, Emilia irradiaba una calidez reconfortante, complementando la presentación de Isadora con su propia dosis de humor y simpatía.
Después de unos minutos de charla animada, Juani, rebosante de energía y emoción, propuso con entusiasmo que comenzáramos a preparar los últimos detalles para la fiesta al aire libre.
─ Dale, Juani ─respondí con una sonrisa entusiasta, lista para sumarme a la acción─. Estamos re listas para dar una mano en lo que sea.
─ ¡Copado! ─exclamó Juani con emoción─. Con los pibes tiramos la idea de jugar al beer pong, ¿qué onda?
Melanie y yo asentimos emocionadas, compartiendo la emoción por la idea de divertirnos juntas.
─ ¡Qué buena idea! Aunque confieso que soy un desastre apuntando. Pero le meto onda y prometo pasarla bien igual. ¿No, Mel?
Con una sonrisa en el rostro, rememoré aquella primera fiesta universitaria a la que asistimos Melanie y yo. Nos aventuramos a jugar al beer pong con unos chicos que resultaron ser unos verdaderos expertos en el juego. Como era de esperar, terminamos siendo derrotadas, pero la diversión que tuvimos en el proceso sigue siendo un recuerdo entrañable para nosotras. La noche transcurrió entre risas y aunque podríamos decir que terminamos bastante alegres, la verdad es que fue una velada memorable en todos los sentidos.
Juani, con su habitual destreza organizativa, se aseguró de distribuir las labores entre todos nosotros de manera eficiente para así poder garantizar que todo saliera perfecto.
Blas, Agus y Santi se apresuraban a mover una mesa de tamaño considerable hacia el área designada para el juego, asegurándose de que el espacio fuera óptimo para una partida emocionante.
Enzo y Melanie se sumergieron en la cocina con determinación, armados con vasos y bebidas, y se dedicaron meticulosamente a preparar cada trago con esmero; antes de llevarlos afuera con la colaboración de Fran y Esteban, quienes se aseguraron de que ningún detalle se pasara por alto en el traslado.
Emilia y Felipe trabajaban en equipo para trasladar unas cuantas sillas más al exterior, pues éramos muchos, asegurándose de garantizar un espacio cómodo y acogedor para todos los asistentes.
Con el bullicio de la preparación de la fiesta disminuyendo gradualmente, la atmósfera en la sala de estar adquirió una calma tensa. A medida que el resto del grupo se dispersaba hacia sus respectivas tareas, me encontré incapaz de apartar mi atención de Matías.
Cada gesto suyo parecía resonar en mi mente, cada palabra pronunciada con suavidad me hacía sentir como si el mundo girara un poco más lento a nuestro alrededor. Sentía una mezcla de emoción y nerviosismo, apenas disimulados bajo una máscara de tranquilidad. Cada interacción con él parecía teñida de una intensidad palpable, como si el universo conspirara para ralentizar el tiempo a nuestro alrededor, permitiéndonos saborear cada momento juntos.
Sin embargo, la presencia de Isadora a nuestro lado agregaba una capa de incomodidad a la situación. Sus ojos, agudos como dagas, parecían escrutar cada interacción entre Matías y yo, como si intentara descifrar los secretos que compartíamos. Esta sensación de ser observados aumentaba mi nerviosismo, haciendo que mi corazón latiera con fuerza mientras luchaba por mantener la compostura frente a su mirada penetrante.
Mientras tanto, Emilia, siempre atenta y dispuesta a calmar las aguas, intervino con su habitual gentileza. Dirigiéndose a Isadora con un tono amable y sereno, buscó desviar la atención de la atmósfera cargada que se había formado en la sala.
─ Isa, ¿te prendés para llevar unas sillas afuera? Nos faltan un par nada más ─dijo Emilia, su voz tranquila y amigable, como una brisa fresca que intenta disipar el calor del momento. Agradecí su intervención oportuna mientras observaba cómo trataba de alejar a Isadora de nosotros, dándonos un momento de privacidad.
Isadora dejó escapar un suspiro notablemente audible, como si el simple acto de ayudar fuera una molestia para ella. Con gestos un tanto bruscos, agarró las sillas y las llevó hacia afuera, revelando su incomodidad y desaprobación a través de una mueca que no pasó desapercibida.
El desdén en su rostro solo aumentó la ansiedad que ya sentía, dejando que me preguntara qué pensaba realmente sobre la situación entre Matías y yo.
Cuando nos encontramos a solas, el ambiente se cargó de una tensión eléctrica apenas disimulada. Sentí un cosquilleo en la piel cuando Matías tomó mi mandíbula con suavidad entre sus dedos, sus ojos irradiando una ternura que casi se podía tocar.
El suave roce de sus labios sobre los míos envió un escalofrío de emoción a través de todo mi ser, como si el tiempo se detuviera por un instante para permitirnos saborear ese momento. Instintivamente, correspondí al beso con la misma intensidad, dejándome llevar por la oleada de sentimientos que me invadían.
Sin embargo, la conciencia de que aún estábamos en medio de una reunión con amigos me devolvió a la realidad, y me separé de él rápidamente, sintiendo el peso de la presencia de los demás en la casa. Aunque mi corazón anhelaba más, la prudencia me recordó que debíamos ser discretos y guardar nuestra intimidad para otro momento.
─ Matías, nos pueden ver ─susurré nerviosa, con la preocupación creciendo en mí ante la idea de que alguno de nuestros amigos pudiera aparecer en cualquier momento y sorprendernos en ese momento íntimo.
Pero Matías, con su persistencia traviesa, se acercó a mi oído para susurrarme con un tono juguetón.
─ Dame un besito más, dale, no seas gila ─sus palabras resonaron en mi mente, cargadas de complicidad y deseo, haciendo que mi corazón latiera con más fuerza. Luchaba contra la sensación abrumadora de querer ceder ante su solicitud, aunque al mismo tiempo mantenía una preocupación por la posibilidad de ser descubiertos.
Sin detenerme a reflexionar demasiado, me dejé llevar por el impulso del momento y me acerqué a él una vez más. Mis manos, ligeramente temblorosas por la emoción, acariciaron su cuello antes de aferrarse a él con suavidad, atrayéndolo hacia mí mientras nuestros labios se encontraban en un beso cargado de intensidad y deseo.
El suave roce de nuestras lenguas jugando entre sí encendió una llama aún más ardiente, intensificando la pasión que ardía entre nosotros. Aunque nos separamos apenas unos segundos después, el eco de esa conexión persistió en el aire entre nosotros, creando una atmósfera cargada de complicidad que parecía envolvernos por completo.
─ Espero que estés contento ─dije con un brillo juguetón en los ojos, mientras deslizaba un guiño cómplice hacia Matías. Nuestro intercambio reflejaba una complicidad compartida, una forma divertida de expresar el disfrute del momento mientras manteníamos ese aire de coquetería que nos caracterizaba.
─ ¿Cómo no voy a estarlo? Con vos a mi lado, siempre me pongo contento ─respondió Matías, con una sonrisa que iluminaba su rostro, y en sus ojos brillaba una calidez que reflejaba el afecto que sentía por mí.
Sus palabras resonaron en lo más profundo de mi corazón, provocando una oleada de emoción que me llenó de felicidad. En ese instante, sentí como si nuestros corazones estuvieran sintonizados en perfecta armonía, fortaleciendo aún más la conexión especial que compartíamos. Era evidente que nuestra complicidad iba más allá de lo superficial, creando un lazo que se profundizaba con cada interacción.
Después de ese momento, Matías y yo nos unimos al grupo, saliendo juntos al patio donde ya se escuchaba la música y las risas de nuestros amigos. El sol del atardecer teñía el cielo con tonos cálidos y dorados, creando un ambiente perfecto para la celebración que nos aguardaba.
Era como si el universo estuviera conspirando para hacer de esa noche un momento inolvidable para todos.
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