━━━━chapter two.
Nailea Wolff.
Los mechones de mi cabello se movían de un lado para el otro y no dudaba de que mi melena estaría completamente hecho un desastre. El viento gélido inglés nunca había sido mi favorito, ¡y eso que estábamos en Julio!
En un vasto modo por arreglar mi ya enmarañado cabello, deje que mis dedos se envolvieran en algunos mechones, intentando desenredarlos y que lucieran meramente decentes. Iba tan concentrada en ello que estaba ignorando todo a mi alrededor y por consecuencia también el llamado de Lewis detrás mío.
—¡Lea! —exclamó mientras llegaba a mí con su fiel amigo: su monopatín. —Te estoy llamando a gritos desde hace rato, ¿por qué me ignoras? —preguntó mientras ambos seguíamos andando, cada quien a su manera obviamente.
Le brinde una sonrisa, algo agraciada. —No te ignoré, simplemente no escuché porque estaba perfeccionando mi belleza. —bromee, aunque en realidad era cierto.
Lewis negó con la cabeza entendiendo mi humor y de repente paró de andar en su monopatín, logrando que, como un resultado lógico, yo lo hiciera también. Me crucé de brazos, expectante a lo próximo que pudiera decir.
Parecía nervioso he incluso me atrevería a decir que estaba dudando en si decirme o no, martirizando a su mente completamente, lo podía percibir con claridad. Porque Lewis para mi era como un cristal, tanto tiempo juntos nos llevó a conocernos a profundidad.
—Vamos Lewis, habla que me estás poniendo nerviosa, ¿sucedió algo? —para este punto, después de tantos segundos, y me atrevería a decir minutos, de silencio puro, simplemente me encontraba ya muy nerviosa.
No me agradaba no saber algo y Lewis parecía que estaba tratando de evitar ciertos temas para no tener que tratarlos verbalmente conmigo, odiaba eso.
Seguí observándolo con insistencia hasta que el moreno enfrente mío simplemente suspiró mientras su miraba se instauraban en la mía, demostrando cierto miedo y descontento.
—Él ya sabe que estás aquí, Lea.
Seis palabras que realmente no esperé escuchar en lo absoluto: Él ya sabe que estás aquí.
Esas palabras resonaron en mi cabeza cual ecos, una y otra vez. Mi respiración se atascó en mi garganta y de repente todo empezaba a quemar, como si el simple hecho de estar ahí fuera un peligro total.
Mi mecanismo actuó por si solo, quizás percibiendo el miedo que sentía mi cuerpo, alertándolo de que posiblemente hubiera un peligro inminente muy cerca. Empecé a trotar lejos de Lewis, escuchando como volvía a aclamar mi nombre entre gritos, pero esta vez si lo estaba ignorando.
Mis pies dolieron para cuando llegué a mi remolque en el paddock, cerré la puerta con toda la seguridad que me era posible y me permití caer en mi locura un momento.
Miles de pensamientos chocaban continuamente.
“¿Cómo lo supo?” “¿Lewis le dijo?” “¿Cuál fue su reacción?”
—¡Dios! ¡Como odio a este hombre! —exclamé mientras miraba al cielo con los brazos en alto.
Ese hombre era exaspérante. Ni siquiera lo había visto todavía y ya estaba volviendo un desorden todo a mi alrededor. Lo odio.
—Sé que no está muy limpio pero tampoco sabía que llegarías aquí Nailea.
Un cierto acento raro me sorprendió totalmente, tenía una tonalidad en la voz que resultaba realmente seductora debido a la gracia y burla con la que era empleada.
Mis manos aún seguían en mi pecho debido al micro infarto que había sufrido cuando escuché su voz, pero ahora que lo reconocía, sinceramente no pude evitar darle un fuerte abrazo.
—¡Carlos! —mencioné, aún sorprendida—. ¿Qué estás haciendo aquí?
El español dejó de levantarme por los aires para poder observarnos cara a cara nuevamente.
“Carlos Sainz Jr el hombre que eres, dios mío.”
Yo no pensé eso, fue Martha.
—Yo corro aquí. —bromeó. Rodé los ojos con diversión y le pegue en su brazo derecho. —Auch. —sabía que no le había dolido en absoluto pero el hecho de que fingiera dolor sinceramente me sacó una pequeña risa.
—Sabes que no me refería a eso. —me crucé de brazos.
—Es mí remolque, preciosa. Creo que soy yo quién debería preguntarte, ¿qué haces aquí? —preguntó con diversión, imitando mi super e increíble pose intimidante.
Fue en aquel momento en el cual répare en la habitación que me encontraba, y créame cuando les digo que ese lugar tenía todo la imagen de no ser mi remolque.
Descrucé mis brazos y analicé la situación a mí alrededor. Número 1: No estaba en mi remolque. Número 2: Carlos necesita urgentemente una camisa. Núme-
Alto, ¿Carlos necesita una camisa?
Oh carajo, maldito ladrón de media tierra americana. ¿Cómo se te ocurre darme tremendas escenas visuales tan favoristicas?
“Que no se te vayan los ojos para abajo, Nailea Wolff.”
Sentí mis orejas arder mientras volvía a darle un golpe en su brazo, sabiendo que igual no le haría daño pero el españolito tenía una habilidad nata para hacerme sentir bien al pensar en que realmente pegaba cual boxeadora. —¡Carlos Sainz Vázquez de Castro, ponte una camisa! —le exclamé mientras él se agarraba el brazo como si realmente le doliera el dedito del pie.
Aunque no era mala idea pisarle...
Moví ligeramente mi cabeza para alejar esos pensamientos maquíavelicos y me dispuse a volver a cruzarme de brazos, esperando a que lo hiciera mientras yo seguía ignorando su pregunta de hace rato. Quería evitar la explicación de las razones del porqué me encontraba aquí, apesar de que haya sido un completo accidente.
Carlos se incorporó con una pequeña risa mientras buscaba su traje de Ferrari en aquel gran desorden suyo. Apenas un día de su instalación y ya la tenía vuelta un lío, que hombre por favor.
Seguí observándolo, pero esta vez me acomodé mejor en aquel lugar y decidí tomar asiento en el pequeño sofá. Solté un suspiro de frustración que ni siquiera sabía que estaba conteniendo y al parecer eso acaparó la nueva atención del españolito.
—¿Qué te está martirizando, pequeña furia? —preguntó con ese tono característico suyo: burlón, aunque ahora mismo preocupado.
No pude evitar soltar una pequeña risita por el estúpido apodo por el cual me había mencionado. Por un momento, pero solo un micro segundo insignificante, el estar en el paddock realmente no se sintió abrumador debido a los recuerdos.
Aunque la vida volvió a tomar su curso original y los buenos momentos en mi mente desaparecieron tan rápido como llegaron.
Inhalé con fuerza y sentí como la rabia regresaba a mí como un huracán.
Las palabras de Lewis se repetían constantemente dentro de mí subconsciente, como una burla que llegó a fastidiarme en grandes cantidades. Carlos seguía enfrente mío, observandome con la misma mirada de preocupación que en un principio.
—Leclerc sabe que estoy aquí.
Un sabor amargo se instauró en mi boca al mencionar esas palabras, el solo hecho de decirlo, de pensarlo tan solamente, me daba una gran repulsión. Porque así esas palabras tomaban fuerza y se volvían en una realidad para mí.
—¿Y el problema es...?
—¡Carlos!
—¡Perdóname! —se excuso, levantando las manos en son de paz— Pero es que no lo entiendo. ¿Qué tiene que Charles se enteré? Más de media comunidad automovilística ya lo sabe, Nailea. Los medios no se hacen esperar—lo hubiera perdonado por la primera burrada que dijo, pero lo siguiente que dijo fue peor y entonces no lo hice—. Y tampoco tu mayor fanático. —el movimiento de cejas de Carlos no me daba buena espina.
Por lo tanto volví a golpearlo.
Aunque ahora con un bello cojín carísimo de París (literalmente, esa cosa sí venía importada de París).
—¿Por mi mayor fanático te refieres a ti?
Mi respuesta tan a la defensiva ciertamente divirtió a Carlos de sobremanera, era más que obvio. Sonreía cual gato de Alicia en el país de las maravillas y no dudaba en que se le escaparía cualquier tontería como respuesta a la mía.
—Sé que jamás negué ser el mayor fanático de tu trasero, pero Charles me lleva la delantera, créeme.
¿Lo ven? Tremenda tontería.
—No me importa si es mi mayor fan o siente una especie de obsesión hacia mí, eso solo lo convierte en un acosador raro. —las palabras salieron con tanta molestia que hasta podría bufar igual que un toro—. Y, jamás, pero jamás, cambiará mi odio hacia él.
—¿Y ese odio por qué, Nailea? —preguntó mientras se acercaba mucho más a mí, con clara intención de ser un chismoso.
—Oh. —bufé con cierta ironía y sarcasmo—. Cree en mis palabras, Carlitos. Charles Leclerc genera una, diez y más de mil razones para odiarlo. —mencioné realmente molesta con esta situación.
Sentí la mirada de Carlos por un largo tiempo, hasta que por fin se animó y acercó su tacto a mí. Sus dedos bailaron vagamente por mi mejilla, hasta que enredaron un pequeño mechón entre ellos y lo llevaron detrás de mi oreja. El simple tacto hizo que mi molestia cambiara a un nerviosismo repentino.
Voltee mi mirada y siento que fue un grave error, pues sus ojos me observaron tan intensamente que me sentí desfallecer. Los vagos recuerdos de hace unos años regresaron a mi y creo que fueron lo suficientemente fuertes para impulsar a ambos a perder cierto control en la situación.
Carlos se acercó peligrosamente a mí mientras su miraba estaba plasmada en mis labios, y mentiría si dijera que los míos no lo estaban. Pero mi consciencia me decía que esto ya no era sano, mucho menos correcto, nosotros ahora seríamos compañeros. Y él seguía siendo el mejor amigo de mi enemigo, traidor.
—Carlos... —murmuré una vez que prácticamente él ya estaba sobre mí, y si yo no hacía nada esto podría pasar a mayores.
Él cerró sus ojos y se alejó visiblemente de mí, dejando un gran vacío entre nosotros. Suspiró con cierta locura y llevó una mano a su cabello, logrando que se convierta en un desastre gracias a sus nervios.
—Lamento eso, Nai. Realmente no sé qué me sucedió, perdí el control. —lo observé con comprensión mientras él se movía con rapidez en la habitación, volviendo a buscar sus cosas. Parecía tan nervioso que me resultaba gracioso de cierta manera.
—Tranquilo. —mencioné mientras me levantaba del sofá igual que él, su mirada se poso en mi durante un segundo y ahora sí que no me arrepentí de mirar abajo. Tenía un cuerpo divino, que te den Carlos. —No es como si yo no hubiera perdido el control en el pasado, tú me entiendes. —ante mis últimas palabras le guiñe un ojo.
Eso pareció aligerar el ambiente entre nosotros que haste causé una risa en Carlos. Yo por otra parte simplemente le sonreí con gracia.
El españolito se acercó a mí y sin que yo me lo esperara, él me atrajo contra su pecho en un abrazo. —Te adoro y te seguiré adorando infinitamente, pequeña. Sabes que cuentas conmigo para lo que sea y que le den a Charles si le da celos. —rodé los ojos por sus últimas palabras pero la risa no pudo faltar.
Carlos dejó un último beso en mi frente y yo me decidí por irme en aquel momento. Ya habían pasado demasiadas cosas en una hora que realmente me sentía con la libertad d enfrentarme al resto nuevamente, este era el bello efecto que Carlos Sainz seguía teniendo en mí.
Pero en medio de mi despedida, alguien tocó la puerta del remolque.
—Eh, Calos, nos están llamando para las pruebas.
No puede ser, esa horrible voz yo la conozco.
“Diosito, llévate mi cuerpo y no vuelvas a revivir mi alma en ninguna otra vida.”
Carlos se alejó de mi con cierto pánico y ni que decir de mí, que hasta podía sentir como los colores se habían ido de mi cara. Todo esa íntima felicidad con Carlos se había evaporado en el aire ante la maldita presencia de este ser realmente egocéntrico, repugnante y odioso.
¿Y ahora? ¿Qué se supone que haría? ¡No tengo la paila para pegarle en la cabeza al estilo de Rapunzel! Maldito Lewis que le convenció a papá de no dejarme traerlo.
Lo odio.
Los odio a todos, ¡pero en especial a ti Charles Marc Hervé Perceval Leclerc!
━━━━━━━━━━━━━━━━━━━━━━━━━━
alo, alo, alo. ¿qué? ¿acaso creían que está historia sería solamente de los tortolitos? ah no, queridas. a la cola de espera porque esa clase de historias aún no las sacó a la luz.
¿por qué? pues bueno, un gusto, soy sofia martinez, una mujer realmente fanática del amor dramático, espero ser su amiga (y no enemiga como con otras)
bromita, bromita.
excepto la parte del drama. les aviso que se sufre 😉.
pero no olviden que las quiero un montón, son seres de luz, no del mal 💋.
p.d: estoy sin Internet, por lo tanto las actualizaciones serán leeeeeentas, aunque como pueden ver en el próximo cap veremos cómo raios podrían salir de esta carlos y nailea. QUE INTERESANTE EH.
byeeeeee.
—sofi.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top