Capítulo IX: Deberías arder.
PUTA MADRE, LAMENTO TANTO LA TARDANZA :c Pero como les dije, empecé las clases hace más o menos un mes, y me come la cabeza. O sea, tuve examen de mates apenas entré y siento que me fue de la mierda, no mamen.
Hasta ya tengo dos exámenes más fijados para fin de mes.
No esperen verme actualizar seguido ;-;
Pero aun así, seguiré escribiendo cada vez que tenga oportunidad. ESTE FIC NO SE ACABA HASTA QUE SE ACABA Y NO CAERÉ EN EL HIATUS.
En fin... ¿Listos? :v Este capítulo y el que sigue van a abarcar el pasado. Este el de Licorice, más que nada. En el siguiente veremos más a Ivlis. Luego regresamos al bardo de la boda.
Este fic, al igual que "Curse of Roses", está basado en un rol con mi diosa (COFCOFMISAKICOFCOF) por ello mismo están (Cómo dije) dedicados a ella y verán varios fragmentos que ella escribió tal cual... Excepto los prólogos e introducciones. Esos son 100% míos. (?)
Por ello mismo... ¡CRÉDITO A ELLA TAMBIÉN, POR AYUDARME! ¿Esto cuenta como fic hecho en equipo? Ni idea, solo sé que sin ella no lo hubiera desarrollado tanto (Mezclamos ideas de cada quien.) y se lo debo <3 Mil gracias y pásense por sus fics ¡Ella es mil veces mejor que yo!
¿Eh? ¿Que si haré el mismo anuncio en todos los capítulos? Claro que lo haré. No pararé de recordarle que esto es gracias a ella >:v
Aclaraciones: *Tal vez quieran escuchar "Impossible" en la versión de Shontelle y Burn :D Queda chido.
*LAMENTO SI ME QUEDÓ CULERO, SÍ?! NO QUISE DESAPROVECHAR LA SEMANA SANTA.
*Me inspiré para hacer la portadita, muac. Les dejo una imagen de regalo en el final.
-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-
-¡Viejo, espera! ¡Espera!
Emalf Gritaba a todo pulmón tratando de seguirle el paso al diablo, sin entender nada de lo que ocurría al igual que con todos los presentes ¿Qué había sido todo aquello?
Licorice e Ivlis habían deslumbrado tanto en la pista de baile que fue imposible no ver el aura romántica que desprendían ¿Por qué de pronto todo se terminó de una manera tan extraña?
Mors dirigió su mirada hacia el par que huía del salón. Esto ya se estaba poniendo demasiado extraño para su gusto, por no decir incómodo y alarmante para su mejor amiga, quien se quedó observando con preocupación.
No entendía que pasaba, solo había alcanzado a ver a Licorice alejarse como si el mal lo persiguiera y todos comenzaban a murmurar a su alrededor ¿Y ahora que rayos pasaba?
-Revlis... Espérame aquí... ¿Está bien? –Tenía un muy mal presentimiento que no podía ignorar. Si nadie sabía lo que pasaba, él mismo iría a averiguarlo. Tal vez con ello... Lograría calmarse a él mismo y a su pobre amiga.
-Mors... –Ella miró al mayor con profunda pena, asintiendo a su petición y tratando de alejarse del escándalo por un rato.
No estaba de ánimos para responder a las preguntas de su madre o invitados. Solo quería... Pensar un rato mientras pudiese mantener los pies sobre la tierra.
Esto... No es como lo imaginé...
Ya no sabía bien que pensar, por lo que se limitaría a esperar al hijo de Reficul. Seguro él si sabría que hacer. Deseaba ser feliz eternamente con su soñado príncipe azul pero... ¿Por qué comenzaba a sentir que estaba tomando un rumbo erróneo? A estas alturas el amor parecía ser mucho más complicado en la realidad que como en su niñez se lo imaginaba.
¿Qué es lo que le pasa a este tonto ahora?
Era lo único que se preguntaba mientras seguía el paso de Emalf y Licorice solo para al final encontrase con que habían ido hasta uno de los jardines del castillo. Gruñó por lo bajo, sabiendo que sería visto si entraba, por lo cual prefirió quedarse cerca de la puerta a escuchar.
No era mala opción, cabe a decir. Era uno de los pocos lugares en el que el joven diablo podría esperarse toparse con alguien y donde pudo dejar salir cada miligramo de dolor que carcomía su alma lentamente.
¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué? ¡¿POR QUÉ?!
No lo entendía ¿Cómo fue que de un segundo a otro había pasado de sentirse el ser más feliz de los mundos al más miserable posible? No era justo... No era justo que la vida lo ilusionara de esta forma solo para verlo caer de nuevo.
Tan cruel...
Apretó los labios y golpeó la pared hasta casi abollarla mientras un lamento escapaba de su garganta, iniciando su más desconsolado llanto.
Fue tan iluso... Por un momento de verdad creyó que podía hacerlo, que obtendría el final feliz junto a Ivlis y todo ese dolor y decepción solo se volverían recuerdos llenos de burda inseguridad que olvidaría. Por una vez en años, se había dejado encantar por la magia de una hermosa danza, con un corazón palpitante de aquel cálido e inocente sentimiento que llevaba tantos años cultivando; aun cuando lucho por ocultarlo alguna vez. De verdad creyó que podría ser correspondido pero... La realidad era otra, y no la soportaba.
El dolor era tal que apenas había oído a Emalf entrar, antes de abrazarlo con desesperante deseo de consuelo en lo que el torrente de lágrimas solo aumentaba.
-¿E-Emalf?... ¡EMALF!
-¡¿E-eh?! –El pobre demonio apenas tuvo tiempo de reaccionar al hoyo que había en la pared, causado por su amigo, cuando este se lanzó a su encuentro en un asfixiante abrazo y empezó a chillar entre hipos y llanto todo lo ocurrido, dejándolo paralizado en el lugar, pero con la suficiente consciencia como para corresponder y palmearle la espalda suavemente con el esfuerzo de calmarlo. Al segundo en que pudo dejarlo hacer ese gesto, sintió que su amigo empezaba a dejarse caer, por lo que lo acompañó arrodillado en el suelo junto a él. Su mente divagaba entre las teorías, posibilidades e ideas, pero no llegaba a nada. –Déjalo salir, amigo... Ya está... Aquí estoy...
-¡I-iba a decirlo...! ¡Si está con él! ¡Bwahhhh! ¡Está con él...! –Apenas y era capaz de hablar, sin embargo no paraba de repetir aquella fatídica oración mientras lo poco que le quedaba de corazón terminara de resquebrajarse. –Bwah... L-Lo perdí... P-Perdí a mamá para siempre... N-Nunca podré estar con quien amo, Emalf... M-Madre... Ivlis... Ya tiene a alguien más... Que no soy yo... ¡Bwaahhhh! –Siguió sollozando sin consuelo alguno, importándole poco si estaba mojando el hombro de su confiable amigo o si estaba actuando tal y como el niño que solía.
Ya nada le importaba. Solo quería dejar salir toda la agonía de su desolado corazón, de cualquier modo... Ya no le quedaba nada. Solo un corazón totalmente destrozado.
El amor no era tan dulce como habían dicho, a su parecer solo era amargo y repleto de espinas que iban acabando con lo poco que quedaba de él. Oficialmente, todo se había ido al carajo.
En medio de eso, el demonio se quemaba las neuronas con tal de llegar a una solución, una explicación, una excusa para que Licorice siguiera creyendo, algo que frenara su incontrolable llanto, lo que sea... Cualquier cosa que aliviara su pesar... Pero no tenía nada, solo un par de brazos dispuestos a contenerlo todo lo que necesitara, ahora mismo era un amigo que no podía hacer mucho, este era su límite.
-Puedes decirme qué ocurrió si quieres... Aquí estoy para escucharte aunque solo sea para eso. –Se sentía un fracaso. Su deber de ser niñero o cuidador de Licorice aparentemente nunca había terminado, incluso con él ya crecido cumplía ese papel voluntariamente.
Él era como su hermanito, le dolía profundamente verlo así y no poder hacer nada. Pero daría lo último que quedara de sí si era necesario. Fuera de aquello no dejaba de dar vueltas al asunto ¿Cómo era posible? ¿Su jefe y Satanick? Hubiese sido más posible a sus ojos que Rieta y él acabaran juntos ¿Cómo pasó esto...?
¿Q-Qué es lo que acaba de...?
Mors aguardó silencio entrelazando sus propios dedos con un gesto de seriedad mientras se apoyaba completamente en la pared y se dedicaba a escucharlos a ambos sin dejar escapar un solo detalle.
Todo esto lo estaba confundiendo de sobre manera y que Licorice lloriqueara por algo relacionado a Ivlis no lo ayudaba bastante.
Aguantó un suspiro de sorpresa con tantas oraciones y palabras que podrían tener otro sentido ¿Acaso...? No, eso sería una locura ¿Cierto? Tenía que dejar de teorizar estupideces, no podía llegar a donde Revlis y decirle una confirmación errónea que podría causar un malentendido innecesario. Se mantendría al margen y dejaría la mente limpia y fría, esta situación ameritaba a alguien cuerdo y calmado que pensara con la cabeza y no actuara por impulso.
Aunque... Para qué negarlo... Todo lo que oía llevaba al mismo destino, a la misma respuesta.
-Emalf... Emalf... No s-soporto eso... –Sollozaba, incapaz de soltarlo porque estaba seguro que de hacerlo, solo se derrumbaría más rápido. Oficialmente era el ser más infeliz que nunca pudo existir, aun cuando su supuesta boda estaba a días de ocurrir. No podía ser más patético. –M-Me lo iba a decir... I-Incluso ya lo habían hablado... Fui un idiota por ilusionarme p-pero... Realmente creí que tenías razón... De verdad me iba a dejar llevar por todo... Y decirle... pero... N-No podría... No luego de saber que si era verdad... Está con esa basura ahora... Y yo... Yo... –Apretó la mandíbula, temblando de la frustración y dolor que lo invadían de solo imaginarlo. Nunca creyó que su peor pesadilla realmente ocurriría y de esta forma.
-Viejo, y-yo... No sé qué decir, esto está fuera de mi control... -No podía ir con su jefe a cuestionarle como se atrevía a elegir a Satanick cuando ya estaba Licorice en la lista aunque ganas no le faltaran, eso solo empeoraría todo, sería incómodo y es posible que el diablo de Pitch Black lo apaleara como nunca antes. No le temía a eso en realidad, solo a humillar a Licorice por revelar su secreto. Como el único que tuvo el honor de ser quien se enterara... Debía guardarlo.
-No te preocupes... Yo debí suponerlo... Madre ya dejó en claro que... Solo soy patético y débil... O-Obviamente yo no iba a ser correspondido... ¡Era obvio que él nunca me amará como yo lo hago! ¡Soy un idiota! ¡Idiota! ¡Idiota! Tan patético... Que ni puedo confesarme sin fallar... Que ni puedo parar una boda que ya no deseo... Y-Ya no importa lo que haga, Emalf... Seré el diablo más imbécil e infeliz posible el resto de mi vida... Patético ¿No? –Ya no había nada por hacer. Estaba resquebrajado por dentro y se había rendido por completo. El destino no lo quería con Ivlis y... Ya entendió que luchar contra ello no serviría de nada. –Estoy...condenado...
Tras decir aquello no habló más, solo se dedicó a dejar salir todo el dolor con el que había cargado por tantos años y, que finalmente terminó por estallar hoy. Ya no le importaba nada, ni su vida, ni la boda, ni su corazón hecho añicos. No le quedaba nada a lo que aferrarse, ni las fuerzas para seguir con esto o detenerlo. Estaba atrapado y sin salida en este destino en el que él mismo se enredó. Ya ni tratar de culpar a alguien valía la pena; era culpa suya por amar a quien no debía y no haberlo dicho cuando pudo
-¡No digas esas cosas! ¡Ivlis jamás diría algo como eso y lo sabes! Quizás no corresponda tus sentimientos, pero te adora, eres su hijo, su todo... Y-Yo no puedo creerte... -Sin embargo... Después de todo lo que había ocurrido últimamente, nada podría ser imposible. Ivlis con Satanick... Ivlis despreciando a Licorice... ¿Qué estaba pasando? Todo iba tan rápido que no tenía tiempo de procesarlo sin que le explotara la cabeza. –No eres patético, solo estás triste... Todos se sienten patéticos cuando están tristes. Que las cosas no salgan como quieres ya es otra cosa, es el destino mismo, no tú fallando...
Ya no había manera de convencer a Licorice de que siguiera, ni tampoco que cancelara la bendita boda y la verdad es que tampoco quería hacerlo. Ya lo habían destrozado completamente ¿Había que agregar también a estas desgracias a la diosa molesta para que además de hacerlo quedar como un hijo de puta lo mate? No... No, ya no quería ver más a su amigo siendo humillado, insultado... Ya no quería verlo sufrir más. Cancelar la boda solo traería más odio.
-Licorice... Sé que quizás no quieres contármelo pero... ¿Qué es lo que ocurrió con Ivlis? ¿De verdad te dijo eso? Quizás entendiste mal... Hablo en serio cuando te digo que él te adora. No puede ser verdad...
Licorice suspiró separándose un poco de Emalf para tratar de secarse algunas lágrimas y controlar su voz. Ciertamente, aquel acontecimiento aún formaba parte del desconocimiento de Emalf, quizás ya era hora de decírselo. Total, ya no tenía nada que perder.
-E-Es verdad... Eso... Nunca te lo conté...-Sonrió fuertemente apenado por ello. Se había sentido tan miserable en aquel entonces, que fue incapaz de tocar el tema. Pero considerando lo miserable que se sentía ahora, ya ni le afectaba comentarlo. –Pues... Eso pasó hace mucho... Cuando...Aún era niño y podía cambiar mi forma. –Aquellos días donde al menos era el héroe de mamá, y nada de esto aún sucedía y creía infantilmente que crecería para casarse con su adorada madre y obtendría su "felices por siempre". Una época llena de ilusión, pero también de la felicidad que en su presente, la sentía tan desconocida. –Uhn... Lamento no habértelo contado, ahora que lo recuerdo.
-No te preocupes, supongo que en ese entonces no éramos tan cercanos... -Empezó a ser útil en la casa para el menor solo desde el momento en que lo de Envi se resolvió, puesto que había sido el primero en enterarse y animarlo a contarle a su jefe.
Lo recordaba... Él moría de ganas por ir a delatarlo con todo el castillo, pero Licorice se mostraba humillado por lo ocurrido como si hubiese sido su culpa... Así que había prometido guardar el secreto el tiempo necesario. Afortunadamente eso los había vuelto cercanos y he aquí la demostración de que era el nuevo psicólogo del diablo.
-Tú no te preocupes por eso, cuéntaselo al buen Emalf.
-Eres el mejor amigo que podría pedir ¿Sabes? –Murmuró en lo que trataba de ordenar sus recuerdos. No se guardaría nada ni se saltaría detalles. Emalf ya le había demostrado en más de una ocasión que era confiable para lo que fuera. Guardar secretos ya no era necesario y... Quizás esto ayudaría a dejar salir algo de su dolor. Lo necesitaba
-Fue... Tiempo después de lo que pasó con Envi.
El demonio de gafas silenció completamente escuchando su relato. Era hora de la verdad, era el momento de saber por qué se había rendido, por qué Revlis apareció en sus vidas, el inicio de todo este infierno para Licorice.
...
..
.
Era un bello mediodía, incluso para un mundo tan oscuro como aquel donde era poco común ver la luz del sol.
Sí... Definitivamente era un buen día, incluso para aquellos que la habían pasado mal últimamente, tal cual cierto diablo de corta edad acercándose a la sala con algo preparado entre manos para alguien especial. No era la gran cosa, solo una artesanía, un anillo que logró hacer en el jardín arreglándoselas con tréboles y tallos.
Como todo niño, nada fuera de lo común.
Su madre por otro lado, charlaba tranquilamente con su conocida albina. La última estaba más callada que de lo usual, pero no lo volvía una visita incómoda.
Solo charlaban como todo adulto, nada raro.
-¡Mamá! ¡Hice algo para ti! –Exclamó apenas llegó al encuentro del adulto de mechones rojizos, cual le sonrió palmeando su cabeza un par de veces.
-Aww, cielo. No debiste molestarte, pero... ¿Puedo saber qué es? –Fingió curiosidad, aunque ya había alcanzado a ver qué era el regalo antes de que su hijo lo escondiera torpemente tras su espalda.
-¡Cierra los ojos! –Ivlis enarcó una ceja antes de obedecer. Apenas lo hizo, sintió cómo cuidadosamente se le era colocado. –Y... ¡Listo, ya puedes abrirlos!
Un anillo, eh...
Le gustaría no malinterpretar ese gesto.
No dudó en estrechar amorosamente al niño entre sus brazos desde el instante en que pudo observar el regalo en su dedo. Sí, se marchitaría y no sería muy útil en algún momento ¿Y qué? Incluso sabiéndolo, ese tipo de detalles siempre significarían algo valioso para Ivlis, así como para Licorice era demasiado que los aceptaran tan cariñosamente.
-¡Te quedó tan lindo, tesoro! Tienes mucha habilidad.
La vida... Había cambiado gratamente desde hace unos meses en los que el tema relacionado a Envi dio fin y con él, el inocente brillo en los ojos miel del niño por fin había regresado a la normalidad.
Licorice era más feliz, se lo notaba más tranquilo y radiante cada día, y eso le llenaba de dicha... Después de todo lo horrible que había pasado... Pudo seguir con su vida siendo el mismo niño adorable que crio. Adoraba a su madre incluso más que antes, y sus demostraciones de afecto solo se multiplicaban cada día.
Nunca se cansaba de estar a su lado o entregarle obsequios pequeños. Ya no le asustaba ser tan obvio con sus sentimientos; estaba más seguro que nunca que amaba al diablo de las llamas, y ese sentir crecía con cada palpitar.
Ivlis... A él aun le costaba olvidarlo. Le había dolido profundamente enterarse de aquello, su hijo había dejado de ser puro y él no había hecho nada por impedirlo, hasta sentía que en parte era su culpa por no notarlo antes.
Había tantas cosas por las cuales se culpó luego de eso... Había tanto que quería compensarle a su hijo, pero sentía que aún no era suficiente.
-Me alegro que te guste, mamá.
Sí... Lo pensaba constantemente, incluso siendo testigo de aquella sonrisa puramente alegre de su niño antes de besar su mejilla y volver con rapidez hacia al jardín.
Él no podía ver el lado malo ahora. Las cosas iban mejorando dulcemente desde que fue libre de aquel malnacido, su madre se encargó de mimarlo y cuidarlo para recuperar su sonrisa al igual que todos en el castillo. El sentimiento de vergüenza lentamente fue reemplazado por el afecto y apoyo que realmente había recibido. Se sentía más cercano a sus hermanos, Rieta y Emalf
¿Para qué detenerse en más detalles que lo harían sufrir? Al fin y al cabo, todo fue regresando a la normalidad y la llegada de aquel torpe pero agradable subordinado nuevo también había ayudado
¿Quién diría que Sullivan terminaría integrándose como un buen amigo en tan poco tiempo? Era un buen tipo... Desastrosamente torpe como para oírlo hasta allí romper algo, pero buen sujeto.
Ahora comprendía por qué su madre y Glasses habían insistido tanto en hacer que él reemplazara el puesto de Envi.
Y hablando del cuervo... Lo estaba viendo ahora mismo, echado en el suelo después de que una avalancha de libros de un estante le cayera encima... De nuevo.
-¡S-Sullivan, resiste! ¡Ahí voy! –Gritó desde el otro extremo de la sala, la gorgna antes de correr hacia el adolorido de su colega con intenciones de ayudarlo.
-C-Creo que veo pajaritos con la cara de Olivia... Ay...
El más joven soltó una risa antes de volver a lo suyo. Esperaba que el pobre estuviera bien. Sullivan merecía crédito, quien le dio el libro para intentar llevar a cabo esta idea fue él después de todo.
¿Qué idea? Dirán... Bueno...
Roja... Roja... ¿Dónde habrá otra flor roja?
Canturreaba infantilmente, dando mil vueltas por el jardín. Había pasado toda la mañana llenando de corona de flores a su madre, pero ahora se enfocaba particularmente a buscar todas las flores rojas para intentar hacer algo que vio en el libro: Un corazón de flores
¿Motivo? No había nada más que el inocente y dulce amor que guardaba para él adulto, que cada día solo crecía más y más
-Uh... Tallo por aquí... Ojalá a mamá le guste. –Balbuceaba por lo bajo en un tono alegre e infantil, como el niño que aún era.
La ilusión de su primer amor bañaba cada una de sus acciones y el buen humor en su sonrisa se expandía a todo a su alrededor. Estaba poniendo todo de sí para lograr recuperar la sonrisa alegre que poseía desde antes de aquel fatídico acontecimiento en su vida, aferrándose a su profundo y cálido sentimiento hacia el de mechas rojas para terminar de sanar cada herida en su alma.
-Uhn... -Pausando su labor por un instante, revisó en su bolsillo hasta dar con un papel doblado cuidadosamente, cual se quedó mirando un rato.
Me pregunto si debería dársela...
Con solo su amor Ivlis había logrado hacerlo olvidar todo ese dolor... Por ello, no merecía menos que todo gesto que pudiera ofrecer.
Ivlis se merecía todo eso...
Aunque él no pensara igual.
-Quién lo diría. –Murmuró risueñamente la femenina voz de la diablesa albina, sin despegar su mirada de su revista, pero sí percatándose de que sus palabras robaron la atención de su acompañante.
-¿Qué? –Estaba un poco confundido por lo repentino del comentario, y el contexto que no conocía. De por sí le pareció raro que Reficul no le sacara la mirada de encima desde que llegó su hijo y ahora esto.
Ella bajó la revista y le regresó la mirada sin disimulo alguno. –Él realmente te ama. –Sonrió victoriosa de que sus palabras causaran efecto coloreando de rojo las mejillas del contrario. Era tan obvio, aun si quisiera negarlo ella era Reficul, nada se le escapaba. –Heh, luce como si lo supieras. –Rio dando vuelta la revista, observando desde la ventana al niño para después levantarse de su asiento y sentarse al lado del diablo, que ahora prefería observar el suelo.
-U-Uh... Claro que sí. Es mi hijo después de todo. –Trató de ignorar los nervios que le causaban la tranquilidad de su amiga para hablar con tanta naturalidad y el hecho de que escuchaba sus palabras de otro modo.
Aunque... Ella nunca lo dijo de otra forma. –Ni trates de disimularlo. Sé lo que es un corazón flechado cuando lo veo.
-T-Tú... ¿Cómo...?
-No te preocupes. No eres obvio, él tampoco lo es. Simplemente mi percepción es más aguda que la del resto. –Alzó los hombros con una sonrisa orgullosa.
-Muy natural tu reacción, eh...
-No esperes menos de una moral entre seres como nosotros, Ivlis. –Una ligera risa salió de sus labios volviendo la vista un momento hacia la ventana. –Tienes mucha suerte. Él es valiente, te adora... Creo que no ha habido una sola vez en que se echara hacia atrás para defenderte. Si fuera mayor yo diría que es un buen hombre para ti.
-Lo sé. –Suspiró con pesar, como si las palabras ajenas más que animarlo solo le recordaran algo. –Emalf habla dormido a veces, y... No es tan difícil darte cuenta. –No había por qué reclamar nada, él había estado en la misma situación desde hace tiempo. Quizás ya no, pero alguna vez lo estuvo.
Ahora era algo... Similar...
Así tal cual Reficul había dicho ¿No se distingue fácilmente un corazón flechado? El suyo ya lo estaba, pero las cosas no eran como él lo hubiese querido ahora que entró en razón.
Vamos, fue lindo ilusionarse cuando lo aceptó, pero no podía ignorar la realidad.
-Y... ¿Qué te desanima en ello? No finjas demencia conmigo, sé que sientes lo mismo y no solo eso, sé que te trae loco. –Podía ser poco presente, pero era observadora en ciertas cosas. Y ser amiga del diablo de flamas le daba cierta ventaja. –¿Cuál es el problema? Él te ama, lo amas, se aman... Es mutuo, podrían... Ya sabes, estar juntos...
Ella más que nadie sabía que el amor a veces era difícil, que no sería bien visto o traería sacrificios ¿Pero eso la detuvo cuando Sin la hizo caer de rodillas a sus pies? Nunca. Y siendo consciente de lo feliz que se puede ser alcanzando el amor, no dudaría en animar a otro que lo veía imposible.
Después de todo... ¿Por qué no? Ivlis lo merecía.
-Eso es exactamente lo que me preocupa. –La diablesa levantó una ceja sin entender el punto al cual trataba de llegar. –Él es un niño. No sabe lo que piensa, no sabe lo que dice... Me preocupa que se la pase protegiéndome, que se exponga así... Tú sabes lo que pasó.
-Oh, eso... -Bajó la mirada apenada. Ni ella ni nadie olvidarían ese día. El pequeño diablo era uno de los pocos presentes en el castillo que se había ganado el afecto de muchos, enterarse de aquello fue horrible. Incluso para ella, que entendía el sentimiento materno.
Sin embargo, aun con ello, seguía sin comprender del todo qué trataba de decirle Ivlis.
-Es solo un niño, no mide el peligro. Hay ciertas cosas que él no entiende y una de ellas es su "enamoramiento".
-No digas tonterías... -Frunció el ceño sin comprenderle. –Él TE AMA, de verdad lo hace. Es puro, es sincero, es honesto, es palpable ¡Y tú igual lo amas! ¿Entonces por qué dices eso? ¿Por qué no aprovechas tu oportunidad? ¿No quieres estar con él? Yo creía que querías ser feliz junto a alguien algún día...
Sin haberlo esperado, sus palabras lograron crispar al diablo de flamas haciéndole reaccionar bruscamente.
-¡Por supuesto que lo amo! ¡Por supuesto que quiero estar con él!... Es solo que... Míralo, sólo míralo.
La diablesa alzó una ceja aun confundida y obedeció mirando por la ventana. Entrecerró los ojos, no veía el problema aun. –¿Qué tiene? No me vengas con tu moralidad incestuosa ahora, eso no te detuvo antes y siendo lo que somos no debería importar.
-No es eso... Él es... Es todo lo que dijiste ¿Sí? Es valiente, gentil, noble... Hizo tantas cosas por mí... Pero yo no merezco nada de eso. Él tendría que buscar a alguien que no sea tan... Tan yo.
-¿Qué quieres decir con eso? ¡Ivlis, no me vengas de nuevo con tus estupideces! –Se levantó indignada, dejando su revista a un lado.
No llegaba a entender por qué el diablo se despreciaba tanto a sí mismo ¿Eran las cicatrices del abuso? ¿Era algo que tenía que ver con el dios del sol? ¿Qué era esta tontería de impedirse ser feliz cuando tenía la oportunidad a su alcance?
Se mordió los labios de la frustración contenida, le hubiese dado una tremenda bofetada para que reaccionara, pero no era su estilo en estas situaciones. Era estúpido seguir con eso, Ivlis tenía suerte de haberse enamorado otra vez y de alguien que merecía su amor y aparte lo amaba de la misma manera ¿Por qué no hacía algo para estar junto a él? Su nivel de comprensión no alcanzaría sus razones.
-No eres tan ridículo como dices que eres excepto cuando te pones en ese estado ¿Sabes?
Él no pareció sorprenderse ante esa reacción, solo siguió mirándola desde su lugar al tiempo en el que fruncía el ceño. –¿Qué? Tú misma lo dijiste antes, hasta compararme con cucarachas son insultos para ellas. –Reficul desvió la mirada apenadamente, recordaba esos tiempos en los que su rencor a Ivlis la hacían actuar de esa forma tan vil. No estaba orgullosa de ello, razón por la cual se quedó callada al mencionarlo. –Tú lo has dicho... Valiente, leal, puro... Él es todo eso y más ¡¿Y yo qué?! ¡Soy un fracaso para casi todo! ¡No fui capaz de protegerlo a él, no sé protegerme a mí mismo!
Ella no encontró palabras para contrariarlo, quería dejarlo hablar antes de oponerse.
Sabía que podría hacer que Ivlis lo confesara en algún momento, el único problema es que ninguno de los dos notaba que desde poca distancia alguien más podría oírlos.
-Oh... Creo que ya está...-Ignorante de lo que se desarrollaba en la sala, Licorice terminaba de acomodar el corazón de flores rojas. Tal vez estaba algo deforme y parecía al borde de desarmarse, pero cargaba con todo su esfuerzo y amor. Era lo que contaba ¿No? No dudaba en que su madre podría verle lo lindo de todos modos.
Sin dudarlo más, fue hacia donde los adultos conversaban, apenas logrando escuchar parte de su charla.
No había alcanzado a oír del todo bien hasta que creyó escuchar su nombre, por lo que se acercó sigilosamente hasta poder hacerlo. No había malas intenciones en ello, solo la inocente curiosidad de saber que decía su adorada madre de él cuando no estaba cerca.
Apenas creyó entender lo que hablaban, deseó de todo corazón no haberse acercado.
-Lo de Licorice y yo no podría ser... Lo sabes... ¿Quién podría amar a alguien tan débil, patético e inservible? Alguien que no sabe ni salvarse a sí mismo, que ya está completamente ensuciado... Ya no lo vale más.
Por más que deseara con todas sus fuerzas permanecer junto a su hijo, lo sentía como un sentimiento muy egoísta. Licorice había hecho tantas cosas por él... ¿Y él que hizo por su hijo? Nada... No le era útil a nadie, sus hijos podrían estar sin él y sabrían cuidarse solos. Aun no se perdonaba esos días en los que el pequeño llegó a su vida y no hizo más que tacharlo de engendro ¿Era justo para él dejarse encantar por estos nuevos sentimientos? Quizás, para sufrirlos, porque disfrutar un trato amoroso de su hijo no era algo que se ganaba.
No podría... No podría aprovecharse de aquellos sentimientos tan inocentes ¡Licorice era un niño, por Vicers! ¿Qué le aseguraba que sus sentimientos seguirían ahí cuando creciera? ¿Qué le aseguraba que lo seguiría amando cuando se diera cuenta de cómo era él realmente?
Licorice creía conocer todo de él, pero ciertamente, quizá solo estaba centrado en su faceta más decente y amorosa. Una de sus muchas caras, una que perdería relevo apenas las demás fueran vistas.
No... Un ser como él tan lleno de defectos no tendría por qué estar junto a uno como lo era su hijo.
Dolía... Pero era la verdad, y así tal cual era tenía que aceptarla.
-Crecerá... Se dará cuenta de ello y verás cómo lo va a olvidar.
-Ivlis...
-Ya no me hables más del tema ¿De acuerdo? No me hagas sentir peor de lo que ya me siento, no es tan fácil para mí tampoco, pero es lo mejor. –Para su hijo también sería lo mejor... ¿No es así?
No, no lo sería.
¿Patético? ¿Débil? ¿Inservible? Incapaz de salvarse a sí mismo... Ensuciado...
Trató de contener un sonido de llanto mientras esas filosas palabras destrozaban su corazón.
¿Todo eso... Era lo que el diablo de flamas pensaba de él? Sus labios temblaron mientras todo a su alrededor comenzaba a visualizarse húmedamente y sus pies suplicaban por alejarse lo más rápido posible, sin rumbo fijo.
No quería seguir escuchando, no deseaba terminar de romper en llanto precisamente cerca del adulto, no quería darle mayores motivos para acrecentar la verdad en sus ofensas.
Si tan solo se hubiera quedado... Tal vez las cosas podrían haber salido mejor.
-Supongo que entonces no se lo dirás... -Suspiró, la albina, tomando su revista.
Insistir en esto ya no valía la pena, lo había intentado muchas veces pero esta era la primera vez que Ivlis dejaba claro su punto y no podía contra eso.
De no ser por sus principios y la confianza que el diablo tenía en ella ya hubiese dicho todo a Licorice y entonces Ivlis no tendría escape... Pero conociéndolo trataría de negarlo, lastimando en el proceso al joven. A su perspectiva todo esto era sumamente ridículo
¿Y qué si Licorice era un niño? Seguía siendo más maduro de lo que aparentaba, lo suficiente para aceptar sus sentimientos como algo que traspasaba lo fraternal y sobre llevarlo de una forma decente y noble. Tampoco pensaba que en algún momento podría llegar a creer todas esas barbaridades de Ivlis ¡Lo adoraba profundamente! ¡Si no había sido afectado por Satanick cuando era un niño nada podría cambiar ahora!
Pero, bueno... No podría decidir por él...
-Tal vez no...
... Pero sí podría convencerlo por completo algún día.
Ivlis no dijo más que eso antes de hundirse en su asiento y dejar a diablesa volverse a sentar en su lugar, riendo con la incógnita de ese "Tal vez" que no era ni un No ni un Sí.
No pudo evitar sonreír por lo bajo de todos modos, ya encontraría otro momento para convencer a Ivlis, otro momento más liviano.
(...)
-D-Duele... Y-Yo... L-Lo siento...
No paraba de balbucear esas palabras entre lamentos una vez que se alejó lo suficiente, como si realmente todo fuese su culpa.
Fue tan iluso...
Por un momento de verdad creyó que su sueño aún estaba a solo pasos de ser una realidad, que Ivlis quizás si lo amaría tanto como él lo ansiaba, que todo lo que había pasado no importaría y al final, su desenlace digno de un cuento se haría realidad... Pero todo fue una vergonzosa ilusión que no pasaría de ser solo ello.
Y-Yo no quise esto... De verdad ¡No! ¡Y-Yo no quise...!
La frustración y el dolor escapaban de sí entre sollozos contenidos. No quería que nadie lo escuchara o viera, ya se había humillado lo suficiente al vivir estúpidamente bajo la creencia de que todo estaba bien.
Patético...
Cada una de aquellas horribles palabras no dejaban de repetirse dentro de su cabeza, haciendo el mismo eco junto a las burlas de su difunto verdugo. Nunca quiso aceptarlo, luchó por no creerlo, por nunca darle la razón pero... Él tuvo razón al final. Su madre nunca lo amaría después de lo que sucedió.
No podría culparle, ni él mismo era capaz de amarse sabiéndose tan indigno y herido como para siquiera seguir alimentando aquella semilla de amor en su corazón que finalmente iba mostrando sus verdaderas espinas
¡Por eso no había querido decírselo a nadie! Sabía que esto pasaría, y ahora que lo vivía, dolía mil veces que cualquiera de las torturas que soportó en aquella sucia y oscura habitación.
Su madre lo veía con lástima, lo veía indigno de ser amado, lo veía como un ser sucio, patético, débil e inservible... ¿Qué más podría hacer ahora para cambiar? Incluso si trataba de mejorar, el pasado seguiría intacto, así como el destrozo sentimental que le provocó tan horrendo rechazo.
Inútil... S-Soy tan inútil...
Ni siquiera había podido cuidarse ¿Y pretendía un final feliz donde salvaba a Ivlis? Se notaba que no dejó de ser mocoso llorón de meses atrás. No había querido aceptar la verdad hasta que se vio forzado a oírlo de la misma boca de su madre.
Estaba condenado a amar a quién no lo amaba y no podría hacer nada más que recoger los grises pedazos de su corazón tristemente.
...Patético y débil... ¿No?
Forzó una sonrisa amarga, observando por un último instante el deforme arreglo floral que casi regalaba a su progenitor. Sin duda debía ser menos que una ameba para intentar expresar su afecto de una forma tan humillante... No era sorpresa que fuese rechazado. Estaba casi seguro que esto apenas y daría algo de lástima... Como su existencia misma.
Mamá... Merece algo mejor... Algo... Que no pude ser yo...
Concluyó con pesar, abandonando entre la hierba aquel obsequio.
Quizás ya era hora de aceptarlo... Alguien como él... Nunca sería digno de Ivlis. Fue iluso creerlo.
-¿Uh?
Creyó oír pasos acercándose, por lo que no dudó en secar su rostro tan rápido como pudo, disimulando su reciente llanto. Nadie lo había notado, pero se había vuelto muy bueno en ello desde lo sucedido con el demonio cabra.
Trató de disimular su bajo ánimo al reconocer de quién se trataba.
Tal vez una charla de lo que sea ayudaría a mermar tantas emociones negativas en su alma. En ese momento estaba tan dolido, que sentía que si hablaba del asunto con Emalf o quien sea, solo terminaría estallando aún más en dolor ¿Quién diría que usaría tan rápido de nuevo su máscara de "Estoy bien. No tiene importancia"? Al parecer, nunca avanzaba en nada, solo retrocedía tristemente, como era de esperarse de alguien que ni era digno del amor de su madre ahora. No... Tal vez nunca lo fue, pero no quiso aceptarlo.
Afortunadamente para él, no era ningún familiar suyo que pudiera escandalizarse si lo veía así, solo era Mors, quien hasta hace rato había estado en Gray Garden y regresaba de hacerle un encargo a su madre Sin, cual en ese momento se encontraba en la cocina con la pequeña Crea.
El demonio no planeaba quedarse más pues quería regresar cuanto antes, pero justo en el camino pudo visualizar al sollozo diablo menor.
-Uh... ¿Licorice? –Se acercó con intenciones de saludar y verificar su estado. Es cierto que tenía apuro, pero no demasiado, podía tomarse unos segundos antes de retomar su camino. –Licorice, qué suerte encontrarte, eh... ¿Estás bien? –A diferencia de muchos, era bueno para notar detalles como ojos sollozos y lágrimas secas, demasiado bueno. No quería presionar de todos modos, así que esperó su respuesta mientras pensaba algo.
-¡M-Mors! N-No sabía que estabas por aquí. –Saludó con un débil ánimo. De verdad no ansiaba preocupar a nadie con sus absurdos problemas sentimentales. Nunca solía hablar de ello con alguien que no fuera Emalf. –Estoy bien...No te preocupes. M-Me entró algo de polen en los ojos... No importa mucho. –Desvió la mirada, luchando por no rememorar el fatídico instante que rompió su corazón minutos atrás o estaba seguro que comenzaría a llorar de nuevo.
El oji rojo no le creyó del todo, pero aun así se mantuvo neutral. –¿Seguro?
-S-Sí, en serio... De todos modos... Es raro verte por aquí. –Trató de desviar el tema para disimular, lo cual por lo visto funcionó al ver que la tensión en el mayor disminuía.
-Oh... Solo vine a traerle a mamá unas frutas que me pidió. Ya iba a volver a ver a una amiga.
-¿Amiga? –No mostró falso interés, era genuino. Sabía que Mors no era un joven muy sociable y escuchar que tenía alguna amiga lo alegraba y hasta le picaba la curiosidad.
-Uh, sí... Puedes venir si quieres.
-¿De verdad... Puedo ir contigo? –Levantó la mirada con genuina ilusión, opacando por cortos segundos la tristeza pasada. Aceptar era demasiado tentador como para siquiera considerar decir "no". Tal vez era eso lo que realmente necesitaba. Un corto y pequeño cambio de aire, nuevos amigos, entretenerse... Hacer todo lo posible por no pensar más en Ivlis. Ya no tenía caso ¿Cierto?
Y quien sabe... Quizás su madre estaría feliz de librarse por unas horas de cuidar de alguien tan patético y débil.
Mors se sintió bastante satisfecho de verlo interesado en su propuesta, quizás hasta sorprendido. Él no era de hablar mucho, de hecho no se lo veía andar con nadie casi nunca y solo hablaba con Licorice o Glasses de vez en cuando. Que tuviese una "amiga" era un tema novedoso, pues él no andaba contándolo por ahí, no lo creía necesario. Aunque por esta vez...
-¡Seguro! A ella también le encantaría conocerte, le he contado un poco de cosas sobre ti y tiene curiosidad. –Lo creía como una idea genial, ambos tenían casi la misma edad, se llevarían bastante bien y él no se sentiría tan incómodo sabiendo que su amiga era muchas veces más joven que él.
Por su parte no le importaba, de hecho hasta tenía buen recibimiento por los padres de la joven y nunca se mostraban incómodos o molestos al verlo con ella a pesar de su avanzada edad, cosa que le aliviaba bastante. Pero a ella le convendría tener amigos de su edad.
-Entonces... Le diré a Rieta y nos vamos ¿Si? –Sugirió al ver a su niñera limpiando algo en el siguiente pasillo. Lo ideal hubiese sido decírselo directamente a su madre pero... No tenía agallas suficientes para verla a la cara ahora. Necesitaba tiempo.
-Perfecto, ante cualquier cosa dile que tienes a varios mayores confiables para cuidarlos. –Sonrió señalándose a sí mismo al tiempo que recordaba a los demás adultos que se encargaban de cuidar a la semi diosa de ojos grises.
No había considerado antes la opción de presentarla con Licorice pues ella no se veía tan interesada en tener otros amigos aparte de él y no quería presionarla, además de que el menor solo pasaba la mayoría del tiempo con su madre. Pero ahora que lo veía desocupado y hasta ilusionado con ello, lo creía conveniente.
Esperó pacientemente en lo que él avisaba a su niñera, y una vez llegó lo cargó en sus hombros cruzando el portal después de que este se despidiera de Rieta. Mo era un problema, él era bastante fuerte y Licorice no pesaba tanto como para decir que estaba rozando la pre adolescencia.
-¡Ella dijo que sí mientras volvamos a la tarde! Ahora... ¿Quién es esa amiga que dijiste? –Sabía que estaba por conocer a la "fantasiosa ilusión" o "escape" de su vida. Siempre había sido un burdo cobarde que huía de todo... De su amor por su madre... Y aquella, fue la primera vez que Revlis lo ayudó a olvidarlo momentáneamente, aún sin conocerse.
-Se llama Revlis, es como de tu edad ¿Te acuerdas del Jardín Gris? Etihw y Kcalb son sus padres. Te agradará, aunque es un poco tímida... -Seguía contando, en lo que el camino de grava los llevaba hasta el castillo de tonalidades grises.
En esos instantes nunca supo que había sellado no solo el destino de Licorice, sino también el suyo.
(...)
-Bien... Aquí es... Por cierto. Ya has venido antes ¿No?
-No en realidad... Sé que hubo una boda y eso, pero solo mamá fue invitada. Yo estaba enfermo y no asistí. –Esta era su primera vez visitando Gray Garden, aunque ya conocía a uno que otro ser de ahí, como la demonio de cabellos verdes y actitud eufórica que había venido de visita una vez.
Le gustaba... Todo era tan colorido, lleno de flores, con un cielo azul despejado y mariposas y abejas desplazándose en el aire. Los habitantes tampoco perdían relevo, eran igual de peculiares, todos con rostros pacíficos y aparente actitud agradable.
Sin dudas algo completamente diferente a la tanda de dementes que vivían en Pitch Black World.
-Me gusta este lugar.
-Sabía que lo haría. –Aseguró el demonio, avanzando entre los muchos ángeles y demonios que charlaban en la entrada del castillo.
Licorice no dejó pasar ni un solo detalle, estuvo atento desde que entraron, curioso ante la peculiar decoración de piedras negras y blancas y el entorno gris.
Esto sí tiene crédito para llamarlo "Castillo gris."
Nada mal... El nombre de aquel mundo tenía su mérito en colores y variedad de habitantes, quién lo diría.
Guardó silencio, incluso cuando Mors lo bajó de sus hombros y se detuvieron frente a una puerta enorme luego de haber subido tantas escaleras. No requirieron tocar, solo pasaron.
-Señor diablo, Dios... He vuelto. –Avisó, a lo cual la diosa blanca volteó desde su asiento.
-¡Mors! Te tardaste menos de lo esperado. Mi pequeña ya te extrañaba.
Licorice se quedó observando, no por timidez, sino por curiosidad. Había visto a Kcalb y Etihw en varias ocasiones que visitaban su casa, pero no hablaba con ellos, solo los veía socializar cada tanto con su madre.
Eran tal cuales los recordaba, y a su lado se encontraban un par de ángeles y un par de gatitas. Ambos ángeles de cabello y ojos grises, una de un tono más oscuro que el otro, parches en ojos contrarios, alas blancas y halos sobre sus cabezas. La chica era mucho más baja que su compañero y lucía más informal en todos los sentidos de la palabra, y el chico era alto, de traje formal y rostro serio.
El par de gatitas se complementaban, ambas tenían las mismas orejas, colas, dos pares de alas, traje de colegialas y mismo tono carmesí en los ojos. Una de ellas tenía mirada traviesa e inocente, alas, colas y orejas negras contrastando sobre su cabellera larga y blanca. La otra tenía una mirada igual de juguetona, pero más pícara, tenía cabello corto y negro, ideal para sus orejas blancas al igual que el resto de demoníacas características.
Pero quien más le llamó la atención fue la niña que la diosa cargaba, cual suponía debía ser Revlis.
Como la viva imagen de sus padres... Ojos grises, cabello blanco, tierna estatura y sonrisa dulce. No tenía cuernos o cola, por lo que debía suponer que tiraba más hacia su madre.
-¡Mors! ¡Volviste! –Exclamó la pequeña semidiosa antes de saltar de los brazos de su madre hasta los de su preciado amigo demonio, cual soltó una risa animada al recibirla, risa nunca antes escuchada por ningún otro.
-¿Creías que no lo haría? –Preguntó juguetonamente antes de bajarla de nuevo.
-¡Claro que sí lo creí! ¡Me subestimas! –Se quejó falsamente, hasta que notó la presencia de alguien más.
-¡Oh, Mors! ¡Trajiste a Licorice! –Exclamó Etihw, llamando la atención del par de ángeles. –Les hablé de él ¿Recuerdan? Es el hijo de Ivlis.
-¡Es el joven diablo! –Dijo la gatita de cabello blanco, acercándose sin recato.
-¡El joven diablo es! –Repitió su compañera.
-Oh, no lo inventaban. –Comentó Wodahs por lo bajo.
-¡¿Y por qué lo íbamos a inventar?! –Saltó de repente Kcalb, notoriamente ofendido.
-No lo sé, nos sonaba poco creíble. –Concluyó Grora alzándose de hombros sin dar mucha lata con eso. –No sería raro que quisieran engañarnos para vernos la cara de tontos.
-Por favor, no discutamos cuando tenemos un nuevo invitado. –Trató de silenciar, la diosa, bajando de su asiento para saludar al menor, quien se había quedado en silencio escuchando el corto debate. –Licorice, es bueno verte por aquí. No hemos hablado mucho. Tampoco nos hemos presentado correctamente ¿Verdad? –Él le sonrió y negó con la cabeza. –En ese caso, soy Etihw. Él es mi esposo Kcalb, su hermano Wodahs y nuestro ángel jefe, ella es Grora, esas dos que ves allá son Ater y Arbus...
-¡Ater y Arbus presentándose, Licorice! –Dijo la gata negra.
-¡Presentándose, Arbus y Ater!
-Y supongo que no conoces tampoco a mi pequeña Revlis... Eh... ¿Revlis? –Justo ahora que lo notaba, su hija se había escondido detrás suya, aferrándose a su falda con una tímida mirada clavada en el suelo. –Mi niña, no tengas vergüenza. Él es de quien Mors te ha hablado ¿Recuerdas?
-No te preocupes, Revlis. Es un amigo mío. –Animó también del demonio, logrando que con ello, la semidiosa se asomara de las faldas de su madre y se acercara cautelosamente.
Licorice no entendía del todo aquel ataque de timidez, quizá porque no acostumbraba a hacer amigos, pero sabía por experiencias con Ivlis cómo hacer que el ambiente fuera menos tenso para su nueva amiga.
-Revlis ¿Verdad? Soy Licorice, es un placer. –Ella no dijo palabra, solo asintió un par de veces. –Mors me dijo que querías conocerme ¿No? Pensé que podríamos jugar afuera si quieres.
-M-Me... Me encantaría. –Dijo finalmente, esbozando una dulce sonrisa.
-¡No vayan muy lejos a menos que Mors los acompañe, queridos! –Advirtió Etihw antes de dejar partir al demonio con el par de niños agarrados de sus manos.
Revlis respiró tranquila con su querido amigo de por medio. No acostumbraba a conocer gente nueva, puesto que la mayoría de sus amigos los conocía desde que era una bebé, así que esto la tenía un poco nerviosa, sin embargo no permitiría que por ello no pudiera hacer un nuevo amigo.
-Mors ¿Qué tal si vamos de paseo con las chicas? Quiero mostrarle a Licorice cómo es el pueblo. –Pidió la pequeña, a lo cual el aludido mostró interés.
-Uh... Creo que Yosafire me dijo que no tenía nada que hacer, así que... ¿Tú que dice, Licorice?
-No veo por qué no.
-¡Qué bien! ¡Muero por mostrarte el lindo jardín de Yosaf!
(...)
La tarde había caído sobre el cielo, anaranjada y rojiza, apenas brillando algunas estrellas impacientes por la llegada del anochecer.
La pequeña reunión de juegos entre el par de niños y el demonio mayor había acabado, básicamente porque Mors tenía deberes que atender con su madre, y Licorice se iba con él como llegó. Antes de irse, la semi diosa los despidió con un beso en la mejilla y Etihw con una invitación a regresar cualquier otro día que lo desearan, que eran bienvenidos.
La había pasado de maravilla. Cada lugar que visitaba era más bello que el anterior, y eso que Rawberry había insistido en hacer un juego de las escondidas en una cueva llena de murciélagos.
Revlis siempre fue amable, dándole datos e información acerca de cualquier cosa sobre su mundo, incluso contándole unas inocentes teorías sobre la espada en el árbol y una guerra.
Froze... Bueno, ella y su sensato silencio lograron ganárselo, al igual que el miedoso pero razonable actuar de Macarona.
En medio del regreso, tomado de la mano de Mors, trataba de no parecer muy afligido. La había pasado muy bien despejándose por un rato, pero la realidad era... Que no podría olvidar tan fácilmente lo de ese medio día, no importaba cuánto se distrajera jugando, porque apenas bajara la guardia, el recuerdo volvería a su mente, resonando como eco.
"¿Quién podría amar a alguien tan débil, patético e inservible?"
Podría haberse hundido en la miseria y en silencio por más tiempo, pero la voz de Mors lo sacó de su mente repentinamente, a lo cual trató de parecer que estaba prestando atención al recorrido desde el principio.
Ni siquiera había notado que habían llegado a su hogar tan pronto, pero fingiría que no estaba sorprendido. Lo que menos deseaba era que le preguntaran sobre su estado de ánimo.
-Oye... Suelo ir muy seguido a visitar a Revlis ¿Sabes? Cada vez que quieras unirte sólo llámame y vendré a buscarte ¿Te parece bien? –El peli verde hizo una pequeña sonrisa, gesto inusual en él.
El joven diablo no contestó al instante, primero se soltó de su mano acercándose a la puerta y desviando la mirada, como si en algún punto fijo encontrara respuesta.
Había gastado toda la tarde en aquella visita, todo ese tiempo podría usarlo siempre en estar con su madre... Y siendo sinceros, le gustaba más estar con ella pero...
Débil... Patético... Inservible...
Tal vez Ivlis no disfrutaba tanto tenerlo cerca como él lo hacía, probablemente solo sentía lástima y pena hacia él. Y aun sabiendo esto, no quería apartarse, no soportaría perder la cercanía que ya tenían, sumando el miedo de que por su ausencia algo malo le ocurriese.
Oh Vicers... Su amor lo volvía terco, tanto así que no se podría decir que tenía recuerdos dulces de esa tarde con una persona que realmente disfrutaba tenerlo cerca, solo por recordar la razón de haber ido en primer lugar.
-Uhn... No lo sé. Me agrada Revlis, pero suelo hacer otras cosas y... -Ojo, no se estaba negando, solo quería pensar mejor al respecto. Tampoco es como si fuera a ir todos los días ¿No? De vez en cuando no era mala idea.
-Bueno... Yo iré mañana. Si quieres ir y estás desocupado algún día dímelo e iremos tan pronto como pueda. –Mors se alzó de hombros. No estaba muy interesado en saber qué tenía tan ocupado, al fin y al cabo... Era un crío, seguro que jugaba con sus hermanos también. –En fin... Nos vemos otro día.
-Nos vemos, Mors.
No dijo más que eso y entró al castillo sin siquiera voltear a verle. Ahora mismo no deseaba hablar con nadie, ni con su madre, ni con Emalf, Rieta, Poemi o Glasses... Solo ir a su cuarto y pensar mejor las cosas antes de tomar alguna decisión.
No, no es que fuese la gran cosa ir algunas veces a ver a una amiga, lo que pasaba es que no estaba seguro si le diría a Ivlis sobre eso... Y ni hablar de lo de hoy.
Cierto... Hoy se fue sin avisar ¿Su madre se habrá preocupado por él? No le gustaría haberlo angustiado. No se sentía nada agradable que gritara tan alteradamente sobre las miles de cosas que pensó que le ocurrieron.
Ay... Su madre a veces exageraba mucho... Aunque ahora se preguntaba si aquello era pura actuación suya para convencerlo de su cariño o algo genuino. Fuese como fuese aun no quería hablarle, iría a verla mínimamente para decirle que estaba entero y no había que hacer ningún funeral.
Recordaba que él estaba en la sala, hablando con Reficul para ser exactos, pero ella se había ido seguramente hace mucho. No por nada llamó a Mors ¿Dónde estaría ahora? No tuvo que pensar tanto en ello, ya que al doblar por la entrada al patio, la puerta se abrió repentinamente y lo sobresaltó, escondiéndose en uno de los pasillos por reacción.
Se sintió estúpido por haberse asustado por nada ¿Qué daño le haría una boba puerta?
Escuchó pasos casi arrastrándose por el suelo, y al asomarse lo vio. Era Ivlis.
Cargaba con una expresión de pocos amigos y unas flores marchitas en sus manos, cuales terminó identificando rápidamente como las del corazón de flores que trató de hacer para él hoy, pero abandonó en el patio ¿Lo habría reconocido? Estuvo por soltar palabra para saludarle, pero aquella visión ante él lo dejó helado.
Ivlis las tiró a la basura... Sin siquiera mirarlas demasiado, solo hizo un gesto de asco como si repudiara lo que sostenía y al dueño antes de dejarlo caer al bote más cercano.
Casi pareció que escupía veneno en sus palabras, mirando una última vez con desdén hacia donde lanzó las flores. –Tsk... Él y sus intentos bobos de regalos. Se está quedando sin ideas para fastidiarme más. Me pregunto cuándo entenderá.
¿Q-Qué...?
Entonces sí había reconocido su obsequio... Y no solo eso, lo había despreciado totalmente... Lo había llamado "intento bobo de regalo" y lo había catalogado como fastidio.
Si antes se le había roto el corazón, ahora se había terminado de hacer pedazos insignificantes, recordándole aquel dolor amargo de hoy que cerraba su garganta. Tal como había creído... Haberle dado esas flores hubiese sido una completa humillación ¿Cómo no serlo? Si aparte de ser de parte suya, las había armado con tanto esfuerzo solo para que quedaran terriblemente deformadas y marchitas como lo estaba ahora su corazón.
Quería llorar, pero ningún sonido salió de su boca, a excepción de un suspiro ahogado cuando el diablo de flamas volteó y logró verlo asomado por el pasillo.
-¿Uh...? ¡Licorice! ¡Ahí estás! –Ivlis no se percató de que había estado ahí desde hace rato e hizo lo que usualmente hacía al verlo, acercarse para abrazarlo. Solo que esta vez, lo que se sintió como una muestra cálida de afecto, se sentía como una muestra de lástima. –Tesoro ¿Dónde estuviste? Me preocupé cuando no te vi... Rieta me dijo que te habías ido con Mors.
-O-Oh, eso... -Titubeó, buscando entre su lista de excusas. No quería ser brutalmente honesto y decirle "Me fui sin tu permiso", pero tampoco le sabía bien mentirle. Estaba casi seguro de que el malhumor de Ivlis no pudo irse de la nada con solo verlo, pero de todos modos se sentía como si así fuera. –F-Fuimos a pasear... Estaba buscando flores pero... No encontré nada en el camino.
-Qué susto. Bueno... Menos mal que le contaste a Rieta para que me dijera que estabas con un adulto confiable o hubiera quemado la ciudad buscándote. –Si algo sabía de su madre, es que era capaz de eso, pero dudaba que llegara tan lejos por él en este momento. –Cielo... Te ves desanimado ¿Ocurre algo?
El mejor momento para maldecir el instinto de Ivlis era este. Aunque, no podría culparlo, era demasiado obvio.
-N-No es nada. Solo estoy cansado. Caminé mucho y... T-Tengo algo de sueño. –Era la peor mentira que se le pudo haber ocurrido, pero al menos Ivlis pareció tragársela como si nada apretando afectuosamente su abrazo.
-Mamá lo puede resolver. No tengo mucho que hacer ahora antes de ir a una reunión en la noche y no te vi mucho hoy, así que... ¿Te parece si te mimo un rato antes?
Tentadora, muy tentadora propuesta, pero esta vez quería declinar por más extraño que sonara. Normalmente se sentía reconfortado estando entre los brazos de su madre, sin embargo no evitaba sentir que esto era forzado de su parte. Ivlis había dicho que no lo podría amar nunca, y no sabía si hablaba en los dos sentidos, lo cual le hacía dudar sobre qué tan falso era su actuar.
Sonaba mejor la idea de llorar silenciosamente entre las cuatro paredes de su cuarto y aun así no se atrevía a decir que no para no despertar sospechas, fabuloso.
-Sí... Me gustaría. –Su voz sonó sin emoción alguna más que cansancio, confundiéndose sencillamente con somnolencia, y para cuando Ivlis se sentó en el sofá acurrucándolo contra sí, no volvió a emitir palabra.
Se supone que estaba dormido, de todos modos ¿No? Y actuar como tal no le costaba nada, con solo perderse en un mar de pensamientos ya era suficiente para no ser más que un ente.
No pasó mucho tiempo, o al menos así lo vio desde su perspectiva. Estuvo muy ausente de todo, incapaz de notar los constantes mimos que hacía el diablo de flamas entre su cabello o la melodía que había tarareado un rato para adormecerlo rápidamente. Daba vueltas y vueltas al mismo asunto que lo atormentaba desde hoy, sin poder llegar pronto a alguna respuesta que se lo solucionara o un pensamiento que lo consolara.
Fue un milagro que de tanto dilema interno no le doliera la cabeza o que se aburriera al punto de dormirse. Lo que era para él un arrullo perfecto solo se sentía como obra de caridad, en parte, humillante.
Para su suerte, no duró mucho más. La noche había llegado, Ivlis miró el reloj de la sala, bufando con resignación. La hora estaba cerca y llegar tarde a la reunión no era opción a menos que quisiera terminar como Satanick cada vez que llegaba tarde y recibía por ello un regaño y una putiza de Reficul. Era mejor ir ya.
Rieta estaba avisada con anticipación, así que ella podría decirle a Poemi y Emalf dónde se encontraba una vez que volvieran de su paseo para cenar. Esos dos salían mucho juntos últimamente y había que avisarles de todo.
Licorice notó el movimiento, pausando sus reflexiones pero sin decir palabra alguna en lo que su madre se encaminaba a su cuarto, probablemente para dejarlo ahí ahora que debía marcharse. Fingió lo mejor que pudo su estado adormecido, y sintió cómo Ivlis lo arropaba cuidadosamente antes de besarlo en la frente y susurrarle buenas noches, a pesar de que se supone que no lo escuchaba.
La falta de luz molestándolo en los ojos y el sonido de la puerta cerrarse le indicó que finalmente él se había ido.
Se sintió mínimamente aliviado, aunque no lo suficiente como para sentirse del todo bien.
"Me pregunto cuándo entenderá."
Hubiera sido tan feliz si tan solo no hubiese escuchado eso.
Podría haber seguido una larga infancia y pre adolescencia sin más problemas si tan solo se mantenía ignorante, pero no, esas palabras tuvieron que llegar a sus oídos y destrozar todo lo que había creído construir por años para recordarle una horrenda realidad; A los ojos de su madre, él ya no podía ser amado, no después de lo que pasó.
O tal vez ni eso, Ivlis podría haberlo engañado toda su vida y esto solo era una probadita de lo que en realidad le esperaba descubrir algún día, cuando creciera y el diablo de flamas no tuviese más obligación de ser "piadoso" con él por ser un niño.
Yo también me pregunto si algún día lo entenderé...
Fuera de su cuarto, Ivlis iba tomando algunas cosas de la cocina que pudiera comer mientras estuviese en la reunión. Ya estaba de mucho mejor humor que hace rato, y solo se debió a mimar un rato a su hijo.
Suspiró con desánimo antes de salir de ahí. Había pensado toda la tarde en las palabras de Reficul, pero no tenía una respuesta aun y no creía tenerla pronto. Sabía que ella solo trataba de ayudar, sin embargo las cosas nunca serían tan simples como decir "Te amo".
Aún seguía dudoso sobre qué hacer. No quería ser repentino y tomar ventaja porque era un niño, así como no quería romperle el corazón y perderlo.
Estúpido amor, estúpido incesto, estúpida ilegalidad, estúpidos todos.
Lo único que podía calmarlo en un momento como este era recordar que de cualquier manera era correspondido.
Solo... Tengo que esperar un poco más.
La madurez mental completa de su hijo llegaría algún día, y si esos sentimientos seguían a flote, entonces no dudaría más en actuar. Era lo mejor.
Ojalá no cambie de parecer.
Interrumpiendo su ida a la puerta, Satanick se aproximó velozmente por la sala, deteniéndose justo al lado de él. Ivlis se dignó en tan solo bufar por lo bajo controlando su lengua para no decir nada vulgar. Aún estaba encabronado con él por haberle molestado y amargado la tarde con su parloteo y ese feo regalo de flores.
Y como siempre, el diablo de Pitch Black era ignorante de todo pensamiento ajeno y cara amargada, iniciando su monólogo. –¡Cucaracha! ¡Qué bien que te veo! Necesito que le digas a Justim y Vicers que me tardaré unos cinco minutos de improvisto por unos papeles. Nada importante. –Eran importantes, o al menos eso le hizo saber Sullivan, y conociéndose los olvidaría. Así que mejor hacerlos hoy y evitar desastres.
-Sí, cómo sea. No te pienso salvar si Reficul decide hacerte papilla. –Advirtió con tono fastidiado, pero en el fondo deseando ver eso con urgencia.
-H-Hahaha... E-Espero que no sea tan dura hoy. –La albina no parecía tenerle mucha piedad o consideración desde que se amigó con la cucaracha, pero no podía reclamar nada porque aquella diablesa era la única mujer existente en todos los mundos que le causaba tanto pavor. Más valía que esos bobos papeles valieran la pena.
-Sí... Y una cosa más, Satanick. –Volvió a decir, frunciendo el entrecejo con notable enojo. –Me estoy hartando de tus intentos inútiles y pendejos de cortejo. No sé cuántas veces tengo que decirte lo mismo para que entiendas.
¿Ven eso? Es a Satanick alejándose un paso de la cucaracha, sintiendo cada partícula de odio en cada letra. Ok, sí... Se declaraba culpable por hacer uno que otro regalo extremadamente sugerente a Ivlis y obligarlo a que se los quedara, pero esta vez no había hecho nada y por ende tampoco hizo un chiquero.
Le daba algo de miedo preguntar, ciertamente Ivlis había aprendido como invertir los papeles entre "aterrado" y "aterrador" y lo hacía a su manera... Una muy... Muy inquietante manera. Solo le faltaba tener ojos azules para que su mirada lo congelara.
-E-Eh, cucaracha... N-No sé de qué me hablas. Yo no hice nada hoy.
-No me creas idiota. Sé que fuiste tú. Y si vas a abandonar flores marchitas así... Recógelas tú. No soy tu estúpida mucama para andar limpiando el desastre que dejas con tus obsequios sin terminar ¿Entiendes? No hice que te lo tragaras solo porque no te encontré en ese momento.
-A-Ay, qué humor tienes hoy... Si no estuviese tan ocupado diría que me es tentador lo de la mucama. –No, no lo decía con ningún tono sugerente o pervertido esta vez, solo lo estaba comentando para dejar en claro que no se le acercaría por hoy.
-Eres asqueroso. –Fue lo último que murmuró Ivlis antes de abandonar el castillo e ir hacia los portales. No quería hacer esperar más a Justim y Vicers.
-Q-Qué cucaracha más venenosa.
No entendía por qué últimamente el diablo de flamas actuaba así. Le recordaba a Glasses cuando estaba en sus épocas de exámenes y se estresaba por cualquier cosa. Pero, bueno, eran asuntos privados de la cucaracha, y como había aprendido estos años; Mejor no meterse en la boca del lobo.
Mejor solo iba a su oficina y terminaba rápido con los papeles, porque si más se tardaba más feo estaría su castigo.
Una vez allí, se acomodó en la silla en frente del escritorio y suspiró empezando de mala gana. Antes este trabajo solía hacerlo Envi, pero él ya no estaba para eso, y no se arrepentía, por lo cual no estaba del todo molesto de que ese deber le pasara a él. Solo era firmar papeles ¿No? Nada importante.
Pero ni siquiera fue capaz de terminar la primera hoja antes de que la puerta se abriera de repente, haciéndolo respingarse por el sonido del golpe ¿Y ahora qué? Si era Reficul que venía a buscarlo arrastrado de los cuernos trataría de escapar. No le apetecía maltratos que no fueran de Lil. Aunque al final, solo tuvo que bajar la mirada para toparse con la alivianadora imagen de su hijo menor. No se le veía para nada feliz, pero aun así era mil veces mejor que la diablesa albina.
No había hecho nada que ameritara que lo embrochetaran, así que estaba a salvo. No había de qué preocuparse, a pesar de que al aire pesado y enfurecido en el joven diablo dijera lo contrario.
-¡Hijo! Qué raro verte aquí ¿Necesitas algo? Estoy un poco ocupado ahora, pero siempre tengo tiempo para mis retoños~
Licorice solo soltó un gruñido antes de azotar de nuevo la puerta y dirigirse a paso pesado hasta el escritorio. No estaba en sus planes hablar demasiado, de hecho, ni siquiera había pensado en salir de su cuarto hasta el día de mañana, pero algo lo impulsó, y eso fue el deseo de sincerarse completamente.
Al fin y al cabo... Él era un buen perdedor.
-Eh... ¿Es algo malo, hijo? Soy todo oídos. –Insistió el adulto, sintiéndose extrañamente incómodo e inquieto por el silencio ajeno y esa mirada vacía clavándose sobre él.
No se veía con ganas de hacerlo alfiletero, pero algo le advertía que se cuidara, porque el niño la tenía contra él por alguna razón hoy.
No obtuvo rápida respuesta, él bajó la mirada y lo dejó esperando por unos segundos.
-Yo perdí.
Fue lo único que escuchó de sus labios y lo que lo hizo paralizarse en su asiento, sin saber qué significaba aquello o por qué lo pronunciaba con tanta rabia y frustración.
Tal vez Satanick aún no lo entendía, pero ya lo haría en su momento, cuando Licorice terminara de digerir toda la situación por la cual estaba pasando.
¿A qué se refería? Simple.
Satanick y él siempre habían sido, si bien el mayor no lo veía así, rivales con el mismo objetivo, nada más y nada menos que el corazón del mismo diablo.
Él siempre fue el más aventajado a vista de los demás. Hacía feliz a su madre, la cuidaba en cada ocasión, su presencia siempre era bienvenida y bien recibida... Y su padre, bueno, él ya estaba prácticamente fuera de la competencia desde antes que él naciera, sin embargo nunca lo aceptó y eso lo volvía una molestia en su camino.
Siempre creyó que algún día podría ganar en buena ley. Las cosas iban tan bien desde que Envi murió que pensó por un instante que la posibilidad de que su madre lo amara no era improbable o imposible. Solo algo que debía lograr dando lo mejor de sí.
Lo hizo... Cada segundo de su vida, cada instante... Se esforzó arduamente por ser mejor y que Ivlis viera en él cosas que le agradaran y aceptara. Había hecho todo lo posible para ser el completo opuesto de su desagradable padre que tanto fastidiaba a su madre y le alegaba amor, cuando ni era capaz de cambiar un solo aspecto de su actuar para no repelerlo tanto.
Era humillante aceptarlo, pero...
-Y-Yo jamás tuve oportunidad ¿Bien? Tú ganas.
No le estaba dando permiso para hacerle daño a su madre u obligarla a hacer cosas que no quería. Pero esta era la verdad, él ya había pedido toda la determinación que tenía, y su padre, si lo intentaba casi igual de arduamente que él... Tal vez...
Si tan solo él nunca hubiera hecho esas cosas...
Quizás...
-E-Eh... ¿De qué hablas? –Satanick enarcó una ceja, sin disimular lo mucho que esto lo confundía y desconcertaba.
-¡TÚ GANAS! ¡¿DE ACUERDO?! ¡Yo pierdo, tú ganas! ¡Tú ganas! ¡Es tuyo! ¡PUEDES QUEDARTE CON ÉL! –Vociferó sin contenerse a mandarle varios de sus papeles al carajo una vez que terminó tomando su forma adulta, queriendo dar una imagen menos penosa de la que de por sí daría. Aunque, estaba seguro de que de todos modos la estaba dando ahora que las lágrimas salieron sin contención y borronearon parte de los escritos –T-Tú... Tú ya tienes el camino libre con madre.
Lejos de haber reaccionado eufórico o feliz, el diablo de Pitch Black se quedó callado e indiferente a sus papeles arruinados, solo concentrando la mirada en su sollozo hijo a la vez que se perdía en sus pensamientos para tratar de comprender.
¿Estaba en una clase de sueño o algo así? Porque ni en un millón de años Licorice podría decirle algo como eso. Muy claro lo había dejado una vez como para que se creyera que esto era real.
"En tus sueños te lo dejaré libre. Aun si no logro que madre me ame no te lo cedería nunca, basura ¿Me escuchas? ¡Nunca! En todo momento me quedaré a su lado para cuidarlo de ti. Siempre lo amaré solo a él, nadie cambiará eso."
Oh...
Así que no era ninguna broma.
No lo malentiendan. Amaba a su hijo y a pesar de cuánto lo odiara, no dudaría en tratar de ayudarlo en lo que fuera posible aunque no se le fuese aceptado nada. Escucharlo era lo menos que podría hacer, al fin y al cabo que no hablaban mucho normalmente, pero...
Sería sincero, no creyó en sus palabras cuando le "declaró la guerra" y le afirmó que por su amor por Ivlis traspasaba todo lo fraternal. En lo que a él respectaba, solo se trataba de una confusión que a cualquier niño podría darle y sus celos infantiles junto al odio arraigado que le tenía.
Pero no, ahí estaba frente a sus ojos. Y los sucesos de los últimos meses solo servían para confirmarlo y hacerle sentir de lo peor.
Es que... Vamos, estaba claro que quería ganarse a Ivlis también, pero no sería capaz de causarle dolor a uno de sus hijos por ello. Licorice podría odiarlo todo lo que quisiera, pero él no lo haría ni iba a disfrutar cómo entre llantos y gritos le cedía al diablo de flamas.
Esto lo sorprendía un poco, aunque no demasiado como para decir que nunca lo mencionó, porque más de una vez se lo recalcó y más de una vez no se lo tomó en serio.
-E-Erh... Oye... N-No digas eso así como así ¡Vamos! Si yo soy buen partido para esa cucaracha tú lo eres mucho más ¡Somos parientes! Tenemos el encanto en las venas. No eres excepción a la regla. –No eran sus mejores porras, pero al menos estaba logrando algo, ya no lloraba tanto, aunque sí volvía a mirarlo de esa forma homicida que le hacía querer hundirse en su asiento.
-No te burles de mí y de madre, basura indeseable. –Siseó reincorporándose sobre sí. No podía creer que se había rebajado tanto como para llorar en frente suyo, pero ya estaba hecho ¿No? Ya había caído muy bajo desde que Ivlis lo despreció, de cualquier forma. –Te lo dije ¿No...? Sé aceptar cuando pierdo, y eso no ha cambiado. Así tenga que ser contra un ser despreciable como tú.
Bien... Si lo insultaba de nuevo significaba que seguía siendo el mismo, nada de qué preocuparse. De lo que sí debería alarmarse ahora mismo era de lo que trataba de comunicarle.
Esto no tenía sentido alguno ¿Por qué Licorice querría renunciar así de fácil a Ivlis? Él más que nadie era prueba, y testigo también, de que la posibilidad era inferior al 1%. Había arriesgado muchas cosas por él como para dejarlo todo tan fácilmente.
Hasta hace unas horas él y la cucaracha estaban de lo más felices juntos ¿Qué pasó en su ausencia?
-Uhn... ¿El cucarachín te dijo algo, hijo? Sé que él a veces pierde la paciencia y todo, pero son momentos cortos de odio al mundo. –Y él lo sabía más que nadie por ser víctima de eso cada tanto. Por ende, no se le haría tan raro que alguna cosa lo haya enfurecido tanto como para decir algo feo a Licorice sin notarlo. –Tal vez si hablas con él todo se resuelva ¡La cucaracha te adora!
-No es de tu incumbencia lo que pase en mi vida, basura. Pero no, m-madre... No me dijo nada. –No quería exponer a su progenitor. Por más que le haya dolido, Satanick era capaz de ir a fastidiar a su madre para entender el "por qué" y querer resolverlo por su cuenta. No necesitaba nada de eso ni tampoco lo quería, solo sería una escena hiriente y humillante que querría olvidar. –Simplemente... Yo me di cuenta de que él no me mirará nunca con los mismos ojos. Por mi bien... Es mejor que me limite a lo que ya soy.
-E-Esto es... Uhn... Inesperado, creo. –Seguía sin saber cómo sentirse al respecto, pero le quedaba claro que no llegaría muy a fondo del tema, al menos no él.
-Y que conste... No te doy permiso a que le obligues a nada, que lo fastidies o lo hieras. Si lo quieres gánatelo como es debido, el amor no se fuerza con nada. –Tampoco pensaba irse al extremo. –Dudo que lo logres... Y si lo haces, no interferiré, aunque no por eso lo voy a aceptar.
No diría más que solo eso y se iría con lo que le quedaba de dignidad. No estaba para seguir recibiendo sus consejos inútiles o que sintiera lástima, de hecho ni siquiera buscaba eso en primer lugar, solo hacerle saber que las cosas a partir de ahora serían un poco diferentes, pero no del todo.
Satanick no dijo ni media palabra, sin salir del shock aun, hasta que él estuvo a punto de irse sujetando el pomo de la puerta.
-Debiste tener cuidado con él. –Murmuró, sin esperar ser escuchado, soltando un suspiro de aflicción que si bien fue ignorado, junto a sus palabras lograron hacer que el joven diablo volteara apenas hacia él.
Estaba intrigado al igual que creía que se estaba burlando de su dolor. Consideró callarlo a la manera que conocía, pero antes de poder hacer algo, Satanick había notado que no pasó desapercibido y terminó lo que empezó.
-Debiste ser más precavido... Él hace lo que sea para negarse a los demás. Tú lo conoces mejor que yo... Y eres más listo que yo. Creí que sabrías cuándo parar. –Continuaba, sin una pizca de sarcasmo en sus palabras. Nada más que sinceridad y la misma frustración. –Esta es la verdad, te enamoraste de un ciego que siempre está mirando hacia el sol.
Un tenso silencio los rodeó por unos instantes, en los cuales ninguno de los dos abandonó su posición.
-No importa lo que hagas por él, jamás lo verá. Lo sé desde hace bastante, aunque... Supongo que no sé cuándo dejar de insistir porque no pierdo nada. –Ivlis de por sí ya lo odiaba, no iba a cambiar si paraba o seguía. –O tal vez es porque soy un tonto, quién sabe.
-No lo sé... Y ya no me importa. Lo que él decida hacer nunca estuvo en mí de todos modos.
Satanick podría entenderlo, cumplir con sus exigencias o simplemente ignorarlo, a este punto no le interesaba cuál era su elección, porque aunque odiara admitirlo... En algo tuvo razón.
Sin más que decir, cerró la puerta detrás de sí, deseando internamente que en un tiempo esta charla acabara en el olvido. Confiaba en que así sería, su padre era un cabeza hueca al fin y al cabo y en unas semanas ni recordaría lo que le dijo.
Era lo mejor. Recibir lástima de ese gigoló... Sería molesto.
Al igual que lo sería recibirla de otros si se enteraban.
-¡Licorice! Te estuve buscando. –Y hablando de los otros... Justo en el momento más inoportuno, Rieta se acercó con una sonrisa entusiasta y un par de canastas en sus manos, acompañada de Poemi y Emalf. Por lo visto tenían buenas noticias, y ya se hacía una idea con solo ver lo que cargaba y la ropa casual que llevaban puesta. –Cómo el señor Ivlis estará ocupado hoy... Ideamos hacer un picnic ¿Qué te parece? –Mostraba orgullo, quizá porque fue su idea y esperaba ver emoción de su parte.
-Crea, Medouco y Sullivan nos van a acompañar. –Añadió Poemi, quizá hasta más emocionada que el resto. Lo normal en ella, ya que podría molestar a Emalf en frente de todos y sin que la limitaran demasiado. No se debía mucho a la presencia de los últimos tres, aunque no la culparía si le llamaba la idea de socializar más con una chica de su edad. –¡Será divertido y podremos pedirle a Emalfsh que nos lleve en su espalda de paseo!
-¡¿Q-Qué?! ¡Oye, no puedo con dos!
Ignorando el debate entre su hermana y Emalf sobre por qué debería ser él el transporte de ambos o no, su atención se concentró más en Rieta, quien seguía observando sonriente esperando que le diera una respuesta afirmativa.
Simplemente maravilloso. Justo cuando a él se le ocurría odiar a la vida todos mágicamente estaban de buen humor y hasta hacían planes para salir a divertirse. No es que creyera que cuando él estaba mal todos debían estarlo, pero de cierto modo resultaba fastidioso que lo ahogaran tanto con su alegría cuando él solo quería ir a su cuarto y no ver a nadie.
Suspiró, no podría ser grosero con ellos así su estado de ánimo le suplicara mandar a la mierda a todos para sentirse mejor, a la larga se arrepentiría y sus familiares no merecían eso cuando solo le estaban ofreciendo una cena afuera.
Sí, muchos dirán "Las distracciones y el cambio de aire te harán bien", pero no tenía a nadie que se lo comentara y ya había comprobado hoy que eso no era del todo cierto.
-Suena divertido, Rieta, pero... Yo prefiero quedarme. –Maldijo como nunca que justo por decir eso, Emalf y Poemi pausaran su disputa y lo miraran como si fuera sapo salido de otro pozo.
-¿Uh? ¡Pero nunca salimos! Creí que te gustaría salir para variar. –Rieta enarcó una ceja, fijándose en que Licorice tenía los ojos medianamente rojos y su expresión no daba buena espina. Era extraño... ¿Algo malo había pasado? –¿Es por algo? ¿Te sientes mal?
¡No puedo ser tan obvio! ¡¿Verdad?!
-N-No, solo... Estoy cansado. –Se excusó de la misma forma que con su madre, llevándose una mano cerca de la boca por un bostezo bien fingido. Por lo visto, Rieta y Poemi se lo creyeron, pero Emalf seguía dudoso y no dejaba de observarlo detenidamente. –Me levanté temprano hoy y anduve en muchos sitios... Me gustaría dormir temprano.
-¡No te preocupes, Licorish! ¡Te contaré cómo domar a Emalfsh! –Añadió su hermana, con una expresión maliciosa, por no decir sádica y aterradora. Rieta ante ello solo pudo reír, no prestando atención al miedo ajeno.
-Está bien. Si necesitas cualquier cosa dinos, no estaremos lejos. –Avisó antes de que Licorice asintiera y ella se alejara junto a la pequeña demonio, cual no dejaba de hablar sin parar sobre cada travesura que tenía planeada hacer afuera.
El único que se quedó ahí fue el demonio de lentes. Aún seguía mirándolo como si esperara notar algo extraño en él, cosa que lo ponía nervioso. Emalf no por nada tenía su título de mejor amigo y casi hermano, sería capaz de descubrir lo que ocurría con solo suponer que algo estaba mal, y no ansiaba que eso pasara, porque por más confianza que le tuviese y por más buenos que fueran sus consejos... No quería escuchar opiniones sobre esto nunca, no quería pensarlo, deseaba poder olvidarlo lo más pronto posible.
Que lo perdone su amigo, pero... Esto sería un secreto de uno.
-¿Estás seguro de que estás bien, viejo? –Habló con desconfianza, agudizando la mirada tras sus lentes.
-¿Uhn...? Claro que sí, Emalf. No te preocupes. De verdad, solo estoy agotado. –Fingió la sonrisa más sincera que pudo junto al tono más inocente que aquella forma le permitía dar, cantando victoria por dentro al ver que el demonio volvía a sonreír y le hacía un gesto de despedida.
-¡Nos vemos mañana, entonces!
Sin más, lo vio alejarse y regresó a su forma normal.
Se sentía solo, y lo estaba, puesto que Satanick ni contaba por estar ocupado y además en unos minutos más se iría a la reunión de diablos.
Pero... ¿Saben? Realmente no le molestaba.
(...)
Estúpida luz, estúpida tormenta, estúpida basura.
No dejaba de quejarse en voz baja, maldiciendo a su progenitor con todas sus fuerzas mientras forzaba el lápiz contra el papel, apenas iluminado por la luz de las velas y uno que cada otro relámpago que daba cortos haces de luz repentinos.
No tenía ni idea de qué pudo pasar en ese lapso de tiempo para que Satanick se deprimiera y se le diera por hacer llover, pero suponía que se debía a que Reficul lo estaba pateando por haber llegado tarde, o en el caso menos probable, a algún tarado se le dio por llevar una película triste para perder el tiempo y eso lo afectó.
Rieta había llamado, según dijo, la lluvia los sorprendió cuando decidieron bajar la comida con un paseo cerca de la ciudad, y terminaron retenidos en la casa de Lil por el tiempo que durara la tormenta. Por ende, estaba solo.
Por las ventiscas y los constantes rayos la luz eléctrica del castillo se había ido, y como todo niño, odiaba estar solo en medio de la oscuridad. No le asustaba tanto como solía hacerlo antes, pero el sentimiento de inquietud no se iba, tal vez por eso decidió distraerse dibujando algo y ahora estaba rodeado de dibujos tachados, lápices cada vez más cortos y virutas.
No era lo más divertido que podría hacer, pero era su única alternativa al no tener compañía.
Tal vez sí debí ir con ellos...
Gruñó por lo bajo, conteniéndose para no mandar su lápiz a la mierda por el coraje que le provocaba ¿Hoy había roto un espejo o pasado debajo de una escalera? Aparentemente sí, porque la suerte no estaba de su lado en nada. Ni en el amor, ni para pasar la noche... Ni siquiera para dignarse en hacer un estúpido dibujo decente y que dejaran de salirle puras deformidades.
Ah, y para colmo, ahora resultaba que su estúpido lápiz se quedaba sin punta debido a la fuerza aplicada y tenía que tantear por toda la maldita mesa hasta dar con el afilalápices, el cual se le terminó cayendo de la mesa por estar al borde.
-Qué... ¡Agh! ¡Me estás jodiendo!
No, no... No se alteraría todavía... Esto le podría pasar a cualquiera. Solo bajaría de la silla y tomaría el afilalápices como una persona normal, aunque al hacerlo, se ve que la mala suerte no quería dejar de joderle la noche, y cuando quiso levantarse su cabeza se golpeó contra la mesa arrancándole un quejido ¡¿Acaso el universo entero se había confabulado para hacer de este el peor día de su vida o qué?!
-¡AGH! ¡ESTÚPIDA MESA, ESTÚPIDA LUZ, ESTÚPIDOS TODOS! –La rabia fue tal, que por puro desquite le dio una patada al mueble, solo para recordar con el dolor segundos después que golpear ese tipo de objetos con tanta fuerza no era recomendable, en especial para un niño como él.
Normalmente podría haberse enfurecido tanto que hubiese destrozado la silla con un par de lanzas, pero en vez de eso solo se quedó sentado en el suelo tratando de aliviar el dolor entre leves quejas.
No tenía mucho más que hacer por ello. De estar su madre ahí podría consolarlo con palabras cariñosas, un abrazo y adiós dolor.
Pero...
Me creería tan patético por esto...
Si él lo viera... Sentiría tanta pena. Y no lo podría culpar, estaba golpeando muebles por frustración como todo un idiota, haciendo berrinche por una tontería... Llorando por un simple golpe.
Típico de él, recaía en lo inaceptable sin que lo notara ¿Y así esperó alguna vez ser digno? Qué ingenuo.
-U-Ugh... -No soltó mucho más que un bajo sonido de dolor, tratando de despejar su vista nublada de lágrimas para levantarse como podía. Mentiría si dijera que solo estaba lagrimeando por el dolor en su pie, pero prefería hacerse creer que se debía a eso. Una vez que se reincorporó, alcanzó de la mesa el dibujo que había estado haciendo hasta hace algunos segundos.
Frunció el ceño, arrugando entre sus dedos el papel. Los trazos habían quedado temblorosos y forzados, se veía como si lo hubiera dibujado sin ganas, al igual que el resto. Cualquiera que los viera diría sin pensarlo que eran una completa basura, hasta su madre, a la cual pensaba regalarle el supuesto garabato solo para darle algo decente y no verse tan inferior a su lado.
No se rendiría aun...
El problema, solo tomó unas pocas hojas que encontró por ahí. Ya no le quedaban más y el resto las guardaba su madre en uno de los estantes.
Tomando una de las velas, se dirigió hacia el cuarto a paso lento, no por miedo o paranoia, sino por simple falta de apuro o motivación. Una vez allí pudo tomar libremente su forma adulta estando seguro de que nada le volvería a golpear la cabeza. La falta de luz no le permitiría alcanzar nada con una silla y terminaría estampado en el piso en un dos por tres, quemándose con la vela de paso.
Dio con las hojas y soltó un suspiro aliviado. Al fin una victoria este día...
Poco le duró aquel pensamiento, puesto que al tomarlas y dar unos pasos, una de ellas se deslizó entre las demás y cayó como pluma ante sus pies. Ese no fue el problema, sino que le llamó la curiosidad y dejó las demás hojas a un lado para recoger el papel caído.
No mostró interés alguno, hasta que la luz del fuego le reveló lo que la oscuridad escondía de la hoja.
Su dibujo. Uno de los primeros que hizo hace años.
Gastado y empolvado por el paso de los años, pero aun así imposible de olvidar, al igual que la frase "Te quiero, mamá" escrita con crayón rosa a un lado del personaje principal en el dibujo, que no resultaba ser nadie más y nadie menos que su amada madre.
Por esos segundos en los que se perdió en sus memorias, se había olvidado de la existencia de las demás hojas, incluso de la tormenta azotando Pitch Black Underworld y el resto del mundo.
"-¡¿P-Por qué yo?! ¡Si la basura está ahí! ¡Hasta su nombre lo dice! ¡Cucaracha! –Sería un delito no recordar cómo su padre trataba en vano de señalar que Ivlis era el que merecía el segundo dibujo y cómo este le ignoraba olímpicamente para acercarse a él y pasar del gritón.
-Qué molestia eres... –Su mirada se había vuelto hacia el adulto de cabellera gris y roja, que se había puesto de rodillas a su lado acercando con una mano el dibujo hacia él para verlo mejor. –¡Es para ti, mamá! ¿T-Te gusta?
Aun recordaba... Cómo Ivlis sonrió con dulzura y lo abrazó efusivamente besando su mejilla. En pocos momentos como aquel, había podido presencia el brillo de alegría genuino en sus ojos.
-¡Me encanta, tesoro! Eres todo un artista. Hasta tu padre te quedó igualito ¿Qué dices tú, Satanick? –Comentó maliciosamente, haciendo que el aludido chillara ofendido y se limitara a resguardar el resto de su dignidad retirándose.
-¡Qué malos que son! ¡Usa-Chan no es tan mala!
-Llorón... -Murmuró con fastidio rápidamente olvidado al sentir un nuevo beso en su cabeza.
-Solo tiene celos de que yo sí tenga dibujos tan lindos como este. –Licorice sonrió de nuevo en respuesta y se acurrucó en el abrazo ajeno. Realmente no había planeado hacer sentir mal a Satanick, pero no se quejaba, al menos con eso había dado a su madre una mini venganza. Se lo merecía, y él estaba más que feliz por los halagos recibidos.
-Mamá se merece lo mejor ¡Trataré de hacerlos más seguidos para ti! –No obtuvo respuesta rápida, pero no dijo nada acerca de ello aun dejándose mimar por el adulto, que había perdido la mirada sobre los trazos del papel unos segundos. No fue su silencio lo que había inquietado al más joven, sino que Ivlis haya parecido tan concentrado en el papel. –¿Pasa algo, mamá?
-Uh... No, no pasa nada. Solo leía lo que escribiste ahí. –Reaccionó al instante que escuchó su voz y soltó un suspiro extrañamente tembloroso mientras apretaba un poco más su abrazo. –Yo también te amo, cielo."
No supo bien cuánto tiempo se detuvo en memorizar aquel momento, pero fue suficiente para que un sentimiento amargo le oprimiera el pecho y lágrimas traicioneras abandonaran sus ojos, diluyendo parte del color que aún se aferraba tras tanto tiempo al papel.
Hasta hace un día, pensar en aquel momento vivido le causaba alegría, pero ahora...
"Te amo, cielo."
"¿Quién podría amar a alguien así...?"
Madre... ¿Qué hice mal?
¿Por qué tuvo que descubrirlo así? ¿Por qué la realidad era tan cruel? Y si siempre fue así ¿Por qué Ivlis tuvo que ilusionarlo tanto para que después cayera así?
No estaba seguro de nada, solo del dolor quemando su interior hasta rebalsar de sus ojos.
Arde...
Y no, no se comparaba en nada a aquel dulce sentimiento de murciélagos de fuego revoloteando en su estómago, no era como cuando Ivlis lo abrazaba tan cariñosamente y sus mejillas se sentían acaloradas.
No era el tipo de fuego encendiendo su corazón.
Era destructivo, cual incendio despiadado, quemando y haciendo cenizas todo a su paso. Haciendo que la estructura más fuerte decayera en pedazos hasta quedar reducida a escombros.
Era el ardor insoportable de las mismísimas flamas reales. Dañino y vil.
Sabía que me amabas...
¿No es lo que se supone que una madre debería hacer? Amar a sus hijos a pesar de todo, al igual que hacía él con Adauchi y Poemi.
Dijiste que me amabas...
¿No fue lo que tantas veces le dijo? Ahora se veía claro, fueron mentiras.
Pensé que me amabas...
Fue lo que había demostrado en cada gesto, pero solo era su actuación de todos los días para hacérselo creer.
Arde...
Él más que nadie debería haberlo sabido ¿No se supone que conocía bien a su madre? ¿No se supone que siempre podría contar con que él le diría sus inquietudes cuando lo creyera necesario? ¿No le prometió ser siempre sincero?
"Debiste tener cuidado con él."
Las palabras de Satanick hicieron un eco contundente en su cabeza, haciéndolo creer algo que nunca imaginó, que él tal vez tenía razón.
Jamás debió bajar tanto la guardia, jamás debió ser tan cercano a Ivlis, jamás debió dejar que su amor terminara por dejarlo tan indefenso que algo tan simple como esto lo hiciera pedazos.
"Tal vez es solo una etapa. Seguro que se te pasará rápido."
Fueron las nerviosas palabras de su buen amigo cuando arrastró hacia él sus miles de dudas acerca de su extraño sentir. En aquellos días, realmente no sabía dónde se estaba metiendo como para siquiera permitirse considerar la idea de enamorarse de quien le dio la vida y apodaba "madre". Inocencia, tal vez... La densa cortina que le impidió ver hasta ahora lo real.
Inocencia tan grande que ignoró por completo los miles de obstáculos y "pero's" que le ponía la vida para volver aquel amor algo inalcanzable.
Pero... Probablemente es así como debía ser, no podría culpar a su madre por haber intentado amarlo y no querer herir sus sentimientos, al fin y al cabo que él no fue un niño que desearon en primer lugar. Era más que una muestra de piedad que lo hicieran sentir amado.
Sí... Tal vez es así como el destino quería que fuesen las cosas.
Arde...
De cualquier forma no era justo. No importaba el ángulo desde donde lo viera ¡Simplemente no era justo! Él nunca pidió nacer, nunca pidió tener problemas así en su familia, nunca pidió que fuese Ivlis quien le tocara como madre y nunca pidió enamorarse de él.
A veces deseaba nunca haberlo hecho. De haber sabido lo mucho que lo lastimaría en el futuro, hubiera tratado de fijar la vista en alguien más, alguien que no lo hiciera sentir como un ser tan desagradable.
Cómo... No lo sé, Crea, Emalf... Hasta Poemi o Rieta ¡Pero no! ¡Tuvo que ser exactamente Ivlis!
No creía que su madre fuese indigno de ser amado, no lo llegaba ni a considerar. A sus ojos, siempre había sido libre de defectos, aunque más adelante se dio cuenta de que sí los tenía, y en vez de ignorarlos prefería amarlos. Sin ellos Ivlis no sería quien era ¿No?
Creía conocerlo bien... Había visto muchas facetas suyas, conocía su pasado al derecho y al revés, sabía con antelación sus posibles reacciones a cualquier situación, se sabía de memoria sus cuentos, canciones y hasta el aroma que desprendía su bufanda cuando lo abrazaba.
Podía encontrar mil y un palabras para describir toda su imagen, desde su cabello gris ceniza y sus mechones rojos, sus ojos como el amanecer, su postura al hablar y esa forma peculiar con la cual balanceaba su cola de un lado a otro cuando parecía estar concentrado hasta su apariencia desarreglada cuando se levantaba, su impaciencia malhumorada, falta de tacto al dar noticias y la manera en la que golpeaba el objeto más cercano cuando estallaba a risas.
Gastaría horas detallando su sonrisa sincera, sus muecas de enojo y sus ojos acuosos llenos de lágrimas.
"Incapaz de protegerse a sí mismo. Alguien que fue ensuciado y ya no lo vale."
Podía hacer eso y más, pero nunca escuchar sus pensamientos o entender del todo su lógica y sentir.
¿Podían culparlo? No del todo. Ivlis había tenido formas poco convencionales de ver el amor ajeno, y en ello estaba incluyendo claramente a Siralos. No encontraba lógica al por qué lo amó tanto a pesar del daño que le hizo mientras que a aquellos que estaban a su lado los pasaba de largo.
Sí, lo había hecho entrar en razón hace tiempo, pero eso no le aseguraba nada... Después de todo, él estaba siendo despreciado ¿No?
Apartó la mirada del dibujo y se decidió a salir del cuarto de su progenitor sin llevar consigo las hojas blancas que tanto había buscado. No las necesitaría.
"No importa lo que hagas por él, jamás lo verá."
Quizás... Su esfuerzo fue en vano desde siempre, y las palabras de su padre o su situación no eran lo único que se lo confirmaban, sino todo lo que pudo observar a medida que crecía y era más consciente del pesar que abrumaba a su madre.
Siempre dio lo mejor de sí para agradarle a Ivlis, hizo todo lo posible y más allá de eso para que al mirarlo, viera mucho más que un hijo de un verdugo.
¿Para qué seguir intentando? Ivlis jamás lo miraría con otra cosa que no fuese desdén o desinterés y desecharía cada gesto al igual que hizo con sus flores.
Nunca lo apreciaría... Ni el porte caballeroso que desarrolló para hacerle sentir cómodo, ni sus palabras dulces de ánimo, ni sus regalos... Jamás sería aceptado.
¿Por qué continuar humillándose?
No lo vale...
Él mismo lo dijo alguna vez, refiriéndose a Siralos ¿Por qué arrastrarse tanto por alguien que nunca verá lo bueno que tienes para ofrecer?
"Te enamoraste de un ciego que siempre está mirando hacia el sol."
-Tú...
Había cambiado por él... Pasó de ser un niño completamente normal a uno obligado a madurar y ver la realidad tal cual era. Observó con cuidado la conducta de su padre solo para saber cómo contrarrestarla y no cometer los mismos errores que él.
-¡Tú...!
Siempre estuvo a su lado cuando necesitó ayuda y jamás lo dejó solo. No importaba si necesitaba un héroe, un amigo o un hijo, para cualquier situación se empeñaba en decir y hacer lo indicado para alejar malos pensamientos.
Fue por él que cada día se esforzó en ser mejor de lo que ya era, fue por él que se hizo aquella imagen superficial de héroe de cuentos, fue por él...
Fue por protegerlo a él... Que fue ensuciado ¡¿Y ni aun sabiendo lo mucho que se arriesgó solo para tenerlo a salvo podía ser apreciado?!
Sufrió, lloró, atormentado día a día con la idea de que Ivlis lo odiaría por ello, creyendo que no sería digno de su amor luego de haber terminado así...
Arruinó su vida solo por él.
Pero... Ahora se daba cuenta de algo... Ni dando la vida por él... Ivlis sería capaz de tomarlo en cuenta.
-¡TÚ...!
"Si tu madre se enterara de esto te repugnaría tanto... Te creería tan indigno y asqueroso."
Y todo simplemente cayó... Todo lo que construyó por años... Había sido destrozado por su madre.
Al igual que su corazón, y el viejo dibujo entre sus manos que ahora estaba por la mitad.
-¡¿POR QUÉ NUNCA ES SUFICIENTE PARA TI?! ¡¿Por qué yo no basto?!
Por años... Desde que tenía memoria... Siempre le dio todo. Le entregó cada parte de él; confianza, sinceridad, ayuda, protección, su corazón... ¿Todo para qué? ¿Para ser desechado como si nada e ignorado como si no hubiese sido de mucha ayuda?
¡Ahora lo entendía! Él nunca fue el problema, él nunca fue indigno y mucho menos inferior.
Él sí cumplió con su parte.
¿Quién fue el que estuvo noche y día a su lado? ¡Él! ¿Quién lo defendió a capa y espada? ¡Él! ¿Quién lo consoló cada vez que la oscura depresión venía a hundirlo? ¡Él! ¿Quién fue el que recibió el peor de los daños? ¡Él!
¿Quién...? ¿Quién fue el idiota que le entregó su corazón a cambio de nada?
Soy un imbécil...
Él fue el idiota que hizo todo por él y aun así fue humillado frente a una persona que no tenía nada que ver con el tema ¿Era necesario llegar a eso? Reficul ni siquiera era tan cercana a Ivlis como lo podrían ser Rieta, Poemi o Emalf... Bueno, tenía sentido... Reficul no diría nada.
¡¿No pudo simplemente tragarse sus palabras?! Lo único que le faltaba es que otra persona más lo mirara con burla.
Le contaste todo a ella, me humillaste frente a esa mujer...
Era imposible describir con exactitud qué tipo de emociones rasgaban su interior entre la ira, el dolor y la tristeza.
Arde...
¿Cómo pudo ser tan ingenuo para creer que su mayor anhelo se volvería realidad? Había tantos argumentos para contradecirlo, y entre los muchos que había solo pensaba en los lazos sanguíneos que lo unían con el diablo de Flame World, con Satanick, su poca edad... Y ahora, lo que más temió; El rechazo sin siquiera haber dicho palabra.
Me hiciste palacios con tus mentiras... Hiciste catedrales.
¿Cómo saber lo que sentía hacia Ivlis ahora? Lo amaba tanto y aun así, lo que ahogaba su corazón en ese instante no se catalogaba como afecto o algo cercano ¿Podría ser? Ese sentimiento tenía sabor a odio y rencor.
Miró hacia el dibujo roto. Tal como lo supuso, no le dolió en lo absoluto verlo hecho pedazos.
Dudaba que a su madre le importara también.
Esto ya no le servirá.
Pensó, mientras en su distracción dejaba la vela mal posicionada sobre la mesa, haciendo que cayera en un ruido sordo sobre los muchos papeles desperdigados, que al mínimo contacto ardieron en llamas. No lo notó hasta que por fin el fuego consumió por completo el papel, iluminando gran espacio de la sala que hasta ahora había estado sumido en oscuridad.
Un grito de pánico se ahogó en su garganta, observando horrorizado como las flamas ahora consumían la mesa, cual todavía se mantenía estable.
Perfecto ¡¿Ahora esto?! ¡¿Qué más quería hacer la vida para joderlo?!
Que conste, solo le preocupaba por el mueble, los dibujos sobre él podían irse muy al carajo y no le importaría, al fin y al cabo que no servían más.
V-Van a matarme...
No tendría una excusa lo suficiente buena para que le perdonaran esto, y lo peor de todo es que no tenía nada para apagar el fuego. Lo único que podía agradecer en un momento así era que el suelo bajo la mesa no fuera alfombra, madera o algún objeto inflamable, porque de ser así hubiera creado un incendio en medio castillo.
Suspiró resignado, no había razones para asustarse por algo más grave que la pérdida de aquel mueble y un buen regaño y lo único que lamentaba era ser tan torpe.
Lejos de eso... No mentiría al decir que ver cómo aquellas hojas se volvían cenizas era sumamente satisfactorio. La idea principal era tirarlas a la basura como toda persona normal, pero este accidente ya no tenía marcha atrás. Además... Ni haciendo pedazos los dibujos podría sentirse del todo satisfecho. Su orgullo herido demandaba algo más drástico.
El escenario ante él era simplemente perfecto...
Ver cómo trazos mal hechos, amor incondicional y esfuerzo se quemaban hasta no ser nada... Era irónico, pero le hacía sentir bien, como si fuera un desquite.
Miró los trozos de papel en su mano y frunció el ceño no tardando en dejarlos caer sobre el fuego.
-Ni notará que se fueron.
Al fin y al cabo... Sus regalos no eran más que basura para su madre ¿No? Todos... Incluso los que aún seguían resguardados en algún sitio del cuarto de su progenitor.
-No se dará cuenta... Si me deshago de todo.
A este punto ya no le importaba absolutamente nada. Solo quería deshacerse de todo ¿Por qué no hacerlo? No eran cosas útiles, nunca causaron efecto en Ivlis más allá de desagrado, él no debía ni recordarlos ¿Qué importaba si se volvían cenizas? Ya no quería verlos, no quería ser consciente de que existían, no deseaba recordar nada relacionado a ellos.
No quería esas memorias atormentándolo.
Caminó rápida e impacientemente hasta el cuarto de su madre, rebuscó entre los cajones sin descanso hasta que finalmente dio con el correcto. Estaba lleno de hojas, todas dibujadas por la misma persona, todas siempre con la misma dedicatoria.
Qué bien le haría al espacio del cajón deshacerse de esas porquerías. Ivlis debería agradecérselo, pero sabía que no lo haría porque ni se percataría de esto.
En su brusca y descuidada búsqueda, llegó a encontrar una que otra foto de ambos juntos. Creería haberlas visto en los álbumes, así que supuso que eran copias o algo así.
Bah, tampoco las necesitaría.
Nada que pudiera guardarse en la habitación de Ivlis se salvó, Licorice ya había encontrado cada cosa relacionada a su persona y su afecto y no dudó en llevarlas a la sala, dispuesto a quemarlas.
Tienen que arder...
Los dibujos, las fotos, las cartas de días especiales, una que otra flor marchita que encontró... Todo se estaba reduciendo a simples cenizas insignificantes sobre la mesa para alimentar el fuego y la frustración del joven diablo.
Se sentía... Bien. No era una venganza, ya que sabía que esto no afectaría a nadie, sin embargo aliviaba su furia.
Pero no era suficiente.
Arder...
Faltaba algo más.
Arder... Arder... ¡TODO TIENE QUE ARDER!
Y entonces lo recordó.
Su carta...
Revisó en su bolsillo, y efectivamente ahí estaba... Tal cual la había dejado esa misma mañana. Letra elegante, bolígrafo púrpura, palabras dulces... En ella había derramado todo el amor que resguardaba su corazón, había descrito detalladamente su sentir y lo perfecto que Ivlis era a sus ojos.
Su corazón mismo estaba en ese pedazo de papel y ahora se quemaba junto al resto de regalos.
Se sentía bien.
Y de todos modos estaba ahogándose del llanto como todo un histérico, lanzando con fuerza y enojo cada objeto que iba a parar a las flamas.
-¡Bien! ¡Si no te importo entonces esto tampoco lo hará! ¡¿Por qué tuviste que ser tú?! ¡¿Por qué tienes que ser tan ciego?! ¡¿POR QUÉ NUNCA VISTE QUE YO LO DI TODO POR TI, MALDITO DESGRACIADO?!
No había quien lo detuviese a él o a su ira ciega, solo el baile violento del fuego, su luz y su calor abrasador devorando todo lo que tocaba.
Tú... Destrozaste todo... ¡Y AHORA...!
-¡Yo cambié por ti! ¡Me preocupé por ti! ¡Te protegí, te cuidé, te di todo el amor que pude e hice lo posible para hacerte feliz! ¡YO ME ARRUINÉ LA VIDA POR TI! ¡¿ENTONCES POR QUÉ?!
Las lágrimas jamás podrían ser suficientes, ni para su dolor... Ni para el fuego.
No serían suficientes para Ivlis ¿Verdad?
Pues bien, fantástico, porque para Licorice aún no eran suficientes las cosas quemándose. Faltaba algo, y lo necesitaba con desesperación o sentiría que podría gritar de la rabia.
Hasta que... Su mirada se desvió hasta su cabello, desprolijo y cayendo sobre sus hombros.
La cinta...
Tan solo tuvo que recordarla para actuar abruptamente y tratar de arrancársela de una sola vez. No fue difícil, se desató y solo tuvo que tirar rápido para separarla completamente de su cabello.
Estaba descolorida a comparación de cómo solía ser. Aun recordaba el rojo carmesí que tenía cuando su madre se la dio, recordaba todo el cariño con la cual la cuidaba... Creyendo que hasta su estilo tonto de cabello sería capaz de unirlo más a su madre, solo por darle más parecido a ella.
Qué estúpido.
Con o sin la coletilla, bastaba con verse al espejo y observar sus rasgos para relacionarlo con el idiota de Satanick. Lo único rescatable era el dorado de sus ojos.
Pero... Ya no debería importar... Porque juraba que vería arder cada maldita cosa que lo relacionara a Ivlis.
¡Ya perdiste derecho a mi amor, perdiste derecho a mi corazón...!
Incluyendo su adorada cinta.
Arder...
-Nadie podría amarme, uh... Me pregunto si sabrás alguna vez cómo reaccionó tu hijo cuando lo destrozaste... -Sus dedos rozaron una última vez el viejo listón y una risa amarga se coló entre sus labios.
"Es lo menos que puedo hacer por mi pequeño héroe."
-Jamás podré entenderte ¿Verdad...?
"El sucio es él, el enfermo asqueroso es él... Tú solo eres un pobre niño, tesoro... Mi niño, el que más amo en todo el mundo."
-No sé qué ibas a lograr ilusionándome así... Pero... Ya no importa.
"Te amo."
No deseaba más mentiras, aun si eran dulces... Solo estaban envenenadas y agravaban el malestar.
Él tampoco se mentiría a sí mismo. Sabía bien lo que deseaba.
-Tú... Deberías arder.
Y ya no quedó nada...
La dichosa cinta se unió al resto de esperanzas rotas, lista para convertirse en nada más que polvo.
Era lo mejor... ¿Verdad? No estaba tan seguro ahora que se había desquitado con todo lo que encontró y sintió por fin que recuperaba el aire.
Las lágrimas no dejaban de caer, pero ya las estaba ignorando fijando la mirada en el fuego hambriento y su atención a la opresión que sentía en el pecho. Era... ¿Culpa? ¿Por qué? No tenía razón ¿Cierto?
Él no tenía la culpa de nada, solo estaba obteniendo su muy merecido desquite... Y de todos modos nada importaba ahora. Ya había hecho lo que debía, dejar todo atrás...
Dejar el camino libre...
Fue lo correcto ¿No?
"Si lo quieres gánatelo como es debido, el amor no se fuerza con nada."
El amor no se fuerza con nada...
Sus propias y filosas palabras pudieron apuñalarlo en lo profundo de su corazón, en aquel instante en que su ira se apagaba junto a las flamas, notando que... Estaba siendo un tonto egoísta.
Siempre lo recalcaba, incluso se lo había dicho a Satanick, y ahora mismo podría recordar aquella filosofía. El amor es inesperado, llega cuando menos lo esperas y no se guía con cumplidos o favores. Lo mismo pasaba con sus padres, sin importar lo mucho que el diablo de Pitch Black hiciera por Ivlis... No lograría ganar su amor.
En otras palabras, él tuvo razón en algo, pero ninguno de los dos supo interpretarlo correctamente.
Su madre no podría amarlo ¿Pero era su culpa realmente? ¿Qué le aseguraba a él que ofreciendo todo su esfuerzo sería visto como lo deseaba?
No podía obligarlo... Así como tampoco podía culparlo por no sentir nada hacia su persona. El que no supo darse cuenta de ello y cometió mil errores... No fue nadie más que él.
¿Con qué derecho podía afirmar que su amor hacia Ivlis fue incondicional? ¿Con qué excusa diría que nunca buscó nada a cambio más que su felicidad? ¿Cómo debería sentirse ahora que lo despreció solo por no corresponderle?
Y-Yo...
De nuevo... Lo estaba haciendo todo mal ¿No es así?
El sonido de la mesa cayendo a pedazos lo despertó de sus cavilaciones y lo hizo sobresaltarse. Todo seguía ahí, pero las flamas se estaban extinguiendo, señal de que todo ya estaba cerca de volverse cenizas.
¿Q-Qué es lo que hice...?
No pudo preguntarse otra cosa, cayendo en el arrepentimiento al observar que no quedaba nada, excepto el lazo rojo. Sin pensarlo dos veces, trató de extinguir el fuego sobre aquel objeto con un par de pisadas, y lo consiguió. La luz cálida murió, dejando a la luna blanca extender su tenue luz por las ventanas a medida que los nubarrones desaparecían junto a la lluvia.
-N-No... No, no, no ¡No!
Lo único que pudo rescatar de la cinta fue un mísero pedazo de ella, un cuarto o menos tal vez, porque el resto se desprendió gracias a las quemaduras y las pisadas. El fuego la había vuelto quebradiza e incapaz de doblarse, la había dejado inservible.
"-¿E-Estás seguro de esto? Realmente no quiero dejarte sin la tuya o... -Balbuceaba nerviosamente, sentado en una silla mientras el contrario aún se dedicaba a arreglar y juntar cuidadosamente su largo cabello azabache para atarlo con su larga cinta color carmesí.
Ivlis tenía mucha delicadeza y habilidad para manejar su cabello, aparentemente porque ya estaba acostumbrado al suyo. Debía decirlo, era mejor que cuando lo cepillaba luego de bañarse, la forma en la que sus dedos se deslizaban entre sus hebras le relajaba.
No había dolor o incomodidad, en ningún momento el diablo de flamas se permitió causarlo.
-Puedo conseguir otra. Tengo muchas guardadas. Suelo perderlas o romperlas yo también. –Contestó el adulto, evidentemente más concentrado en terminar de hacer el nudo en la coletilla que cualquier otra cosa. –¡Perfecto! Ya he terminado.
Licorice no emitió palabra, solo llevó su mano hasta el nudo con cierta pena. No habría necesitado ayuda de su madre de no ser por haber roto su propia cinta persiguiendo a la basura con tanta torpeza y no saber atarse solo.
Su madre ya se había posicionado frente a él, tenía una sonrisa marcada en los labios y su cabello rojo y gris caía desprolijamente sobre sus hombros y espalda, consecuencia de haberse desatado para ofrecer su lazo.
-¡Qué guapo que te ves ahora, cielo! Casi tanto o más como tu madre. –Halagó maternalmente en lo que el aludido se levantaba, tenuemente sonrojado por las palabras del mayor.
-No sería así gracias a ti, madre. Pero, uh... –No hizo más que un gesto para indicarle que ahora él necesitaría ayuda con su cabello, pero por lo visto no era así, porque apenas lo captó, Ivlis revisó entre sus bolsillos hasta dar con una cinta igual a la anterior.
Ni siquiera se tomó tanto tiempo como para atarse el cabello, lo hice descuidadamente y sin darle importancia. En el proceso, Licorice tuvo que contenerse para no desviar la mirada con vergüenza. No evitaba pensar que el estilo prolijo no iba con su madre, sino ese más natural y vago.
-Problema resuelto ¡Ahora vamos a desayunar! Me muero de hambre y ese idiota no me dio tiempo a preparar nada. –Para sorpresa ajena, se había agarrado del más alto para llevarlo a rastras consigo ¿Era idea suya, o Ivlis se denotaba un poco más eufórico y alegre hoy? –...¿Pasa algo, cielo? –No tardó en notar su mirada sorprendida sobre sí.
-N-No es nada, solo... Es poco usual ver a madre tan feliz. –No le molestaba, al contrario, y al parecer al diablo de flamas tampoco lo hizo el comentario.
-Bueno... No es que me guste ser atacado ni nada pero... -Divagó entre sus posibles respuestas, apoyando su cabeza suavemente sobre su brazo a la vez que lo sujetaba con un poco más de fuerza, pero sin hacerle daño. –Me hace muy feliz cuando vienes a salvarme.
El joven diablo tuvo que hacer un esfuerzo sobre humano para no desmayarse ahí mismo. Cada halago de Ivlis lo recibía con cariño, en ciertas ocasiones vergüenza, esta no era excepción, salvo que... Sentía algo diferente en el tono de voz para decirlo, melancolía... De aquella que llega con buenos recuerdos.
Sonrió dulcemente dejándose seguir abrazando y dando su obvia respuesta. –Siempre estaré para cuando lo necesites, madre. Así que... Espero que con ello pueda hacerte muy feliz.
Ivlis no dio respuesta más que un balbuceo en lo que se acurrucaba más.
-Te amo tanto, tesoro..."
-¡No, no, no, no! ¡Y-Yo no quería...! –Intentaba desesperadamente anudar los otros extremos de la cinta para mínimamente arreglarla de una forma que la salvara, pero cada vez que la anudaba terminaba rompiéndose y solo lo empeoraba.
Finalmente no tuvo más que aceptarlo, todo se había ido.
No quedaban dibujos, ni fotos, ni cartas, ni un lazo especial... Así como tampoco le quedaba confianza en su madre.
Cada recuerdo dulce era intoxicado con esa horrible y venenosa realidad, haciéndole imposible saber qué pasaría con él a partir de ahora.
Porque... No importaría lo que Ivlis pensara de él, no importaba si no le correspondía o si ni siquiera lo quería como hijo.
Licorice aun lo amaba... Y dolía saber que por su bien, aquello debía parar.
(...)
T-Tal vez si me escabullo no lo notarán.
Se convenció de ello desde que despertó, consciente de que la mayoría ya estaban levantados, en la sala y enterados desde anoche del mini incendio provocado sobre la mesa.
No tenía que ser un genio para entender que sabían que él fue el responsable, no había otro en el castillo de todos modos.
La idea no era escapar por siempre, solo en la mañana, porque no quería ver a su madre en el desayuno hoy. Aun le hacía falta un descanso de él para procesar todo y encontrar la manera de actuar como siempre sin parecer sospechoso.
Era más seguro quedarse en su cuarto, pero... Se estaba muriendo de hambre. Tenía que comer algo o no sobreviviría el tiempo suficiente ahí.
Emalf no era opción como encubridor, nadie lo era. Tenía que ser extremadamente sigiloso solo como él sabía serlo. Salió de su cuarto con cuidado de no hacer ruido con la puerta, y antes de que lo notara, Crea le gritó desde una parte del pasillo.
-¡Licorice! ¡Ahí estás! ¡Buenos días!
... Si nunca antes consideró matar a Crea, ahora lo estaba haciendo ¡Maldita delatora! No, no era culpa suya, después de todo era la inocente Crea ¡¿Pero por qué ahora?!
Bueno, si tenía suerte nadie los habría escuchado.
-¿Licorice ya se despertó? Qué bien, tenemos tanto que preguntarle. –Habló Rieta desde las escaleras, haciéndole una seña de "Te tengo vigilado" solo para volver a desaparecer por donde vino.
No... No te tires del cabello, Licorice, el estrés no tiene por qué dejarte calvo a tan temprana edad ¡Puedes manejarlo! ¿No? Lo que no podría es saludar a Crea con la misma sonrisa inocente que ella tenía, la suya más bien parecía una sonrisa forzada que escondía deseos homicidas.
-¡Es una pena que no hayas venido al picnic de anoche! Fue muy divertido. –Seguía contando ella, incapaz de notar que Licorice no la escuchaba y se centraba en cómo excusarse con su familia sin salir tan castigado o tan interrogado.
Le sería difícil guardar la calma si se encontraba con ellos sentados en la mesa y mirándolo así.
¡Oh, por Vicers! ¡Solo fue una mesa! ¡Al idiota de su padre nunca lo miraban cuando hacía sus monstruosidades!
-B-Buenos días. –Saludó rápidamente tratando de no ver a la cara a nadie mientras se sentaba en su lugar e ignoraba la mirada curiosa de su madre sobre sí.
Inocente... Debes verte inocente, relajado y no levantarás sospechas...
Pero Rieta se adelantó sirviéndole su desayuno al tiempo que le dirigía una mirada expectante y acusatoria. –Me alegra ver que dormiste bien ¿Podrías explicarnos entonces qué le hiciste a la mesa de la sala anoche?
MIERDA, LA TÁCTICA FALLÓ.
-Rieta, quizá solo fue un accidente. –Trató de intervenir Ivlis, haciendo un gesto de restar importancia. De por sí se sentía mal de que la lluvia lo haya retenido en la reunión la noche anterior y no haya podido acompañar al pobre niño.
-La tormenta de anoche cortó la luz, así que busqué velas y eso... S-Solo que no pude ver bien y una de ellas se me cayó en la mesa. Es todo. No pude encontrar nada para apagar el fuego. –Explicó, tratando de no parecer muy preocupado por ello. Sonaba creíble al menos ¿No? Y no era del todo una mentira si lo recordaba.
-¡Licorish torpe! ¡Si supieras crear fuego como nosotros eso no te pasaría! –Regañó Poemi sin mucha seriedad, ganándose una mirada fastidiada por ello.
-Claro, culpa a los genes. Mejor culpa a la estúpida basura por hacer llover anoche. –Masculló por lo bajo, a lo cual el aludido simplemente se hizo el ofendido señalando a Ivlis.
-¡No fue mi culpa! ¡La cucaracha me bulleó! ¡Ella, Reficul y Etihw! ¡Son tan malos! –¡Enseñar videos con accidentes de conejos no era parte de la reunión! Y de todos modos le hicieron creer que era algo inocente.
Ivlis rodó los ojos con molestia. No fue la gran cosa, pero Satanick siempre lo exageraba. Igual, no se arrepentía de nada. –Eres un marica. Nunca aguantas nada. –Con ello dejó pasar el tema e ignoró el resto de chillidos del diablo de Pitch Black, este sería consolado por su esposa en unos segundos cuando dejara de reírse. Se enfocó más en su hijo, lo notaba un poco decaído. –¿Dormiste bien anoche, tesoro? La falta de luz no te provocó tantos problemas ¿No?
Licorice negó con la cabeza, con la mirada aun fija sobre su taza. –No... Algunos truenos me despertaron, pero nada más.
-Tal vez quieras dormir una siesta en la tarde, entonces. –Propuso Emalf, alzando los hombros. –A-Aunque me gustaría que no sea tan larga. No quiero que me dejes tanto tiempo solo con Poemi. –Que conste, tenía mucho que ver con la noche anterior y la idea de la loli con usarlo de caballito.
En serio... Llevar a una niña es algo, llevar a dos es no tener piedad. Normalmente eso no es nada, pero si una de ellas te golpea en el trasero para que vayas más de prisa y la otra se cuelga de tus cuernos... No lo es.
-¡No seas llorón, Emalfsh! ¡Poemi te adiestró bien! ¡Siéntete orgulloso de ser un caballo decente!
-¡N-NO ME DIGAS ESO COMO SI FUERA UNA ANIMAL!
Uhn... Se ve que la pasaron bien.
Sonrió para sus adentros. Esperaba un desayuno más incómodo y lleno de preguntas, pero su confiable amigo y su hermana sabrían volverlo ameno hablando sobre el picnic, los juegos, los chistes y alguna que otra torpeza de Sullivan. También hablaron de la reunión, aunque la mayoría de acontecimientos eran narrados con quejas de su padre y refutaciones de Ivlis para dejarlo en ridículo.
Sí, un desayuno bastante normal. No cambiaba en nada lo que ocurría con él ahora... Pero lo distraería por un rato. Ahora que ya se había desquitado, se sentía un poco más despejado que el día anterior.
La idea era seguir adelante como si nada de todos modos... ¿No? Aunque tuviese que fingir ignorancia.
Cuando Rieta y Medouco empezaron a levantar la mesa para encargarse de los trastes, el resto también se retiraron a sus cosas, como Ivlis y Crea a ayudar a Medouco y Rieta, Poemi a fastidiar un rato a Emalf, Lil a ayudar a Maekami con algunos asuntos referentes al bar... En fin.
Él no tenía planes, no aun. Pero estaba considerando llamar a Mors y confirmar para ir con él hoy a ver a Revlis. Posiblemente esta vez podría concentrarse más en ellos y dejar atrás todo lo que pasó.
No, no lo olvidaría... Lo deseaba, pero no podría hacerlo. Mínimamente, quería fingir que nada pasó... Y la compañía de otras personas ayudaría.
Su madre no tenía por qué sospechar que algo pasaba ¿Verdad? Es normal en niños de su edad salir de vez en cuando a ver a amigos y jugar. Sí, él no lo notaría... Y tendría tiempo para sí mismo y no soportarlo tan seguido.
Eso sería lo mejor... Ya no quería ese sentimiento amargo cada vez que miraba a Ivlis hablándole como si nada. Gritarle, enojarse con él... No quería empeorar la situación haciendo un drama. Se conocía muy bien, si se apartaba y evitaba verlo tan seguido hasta que las cosas se calmaran todo volvería a la normalidad.
Convencido, se levantó de su asiento y se dirigió al teléfono, sin percatarse de que alguien lo había seguido.
-Erh... Licorice ¿Puedo hablarte un segundo?
-Tú de nuevo... ¿Qué quieres? –No se molestó en disimular su molestia cuando identificó esa voz como la de Satanick. Lo notaba algo incómodo, pero no podía importarle menos.
-Es sobre lo de ayer. –El joven diablo contuvo los nervios. Él deseando dejar eso en el olvido y ese tonto recordándoselo. –Mira, sé que tú dijiste que no me incumben tus asuntos. Lo entiendo, pero... De verdad ¿No es algo que quieras hablar con tu madre?
Satanick no era de meterse en temas relacionados a su hijo, no porque no le preocupara o le interesaba ¡Claro que lo hacía, era su hijo! Pero este siempre le hacía esquivo o lo mandaba al carajo. Bien, perfecto... Sabía cuánto odio le tenía... Sin embargo, aun sabiendo eso, lo de ayer no dejó de darle vueltas en la cabeza.
Era muy raro que Licorice fuese a reclamarle algo o expresarle algo que le pasaba, aun si solo era para dejar cosas en claro. Más que nada, lo que en sí le preocupaba era eso sobre "dejar libre el camino".
Vamos, conocía a su hijo en ese aspecto ¿Qué rayos era eso de dejar a Ivlis? ¡Ni siendo su supuesto rival aceptaría tan tranquilamente esto!
Licorice se masajeó las sienes con rabia antes de adoptar su forma adulta. No para lastimar al adulto o algo similar, simplemente para imponer un poco más de seriedad. Sabía que no lo tomaría en serio desde su aspecto infantil.
-Creí habértelo dejado todo en claro. No quiero hablar de nada con madre ¿Sí? Ni siquiera sé por qué te preocupa tanto el asunto si es claro que tendrás más facilidad para lo que planeas. –No, no le daba esperanzas ni pensaba hacer tal cosa. Solo quería que el tonto dejara de insistir, pero por lo visto sus palabras no lo calmaron.
Quién lo diría, sí había cosas más importantes para él que el porno.
-E-Es solo que...
-Escucha, lo volveré a decir a ver si me dejas de joder. Madre no hizo nada ni dijo nada malo para que yo tome esa decisión ¿De acuerdo? Soy bastante maduro para entender cómo son las cosas y seguir adelante. Él no tiene por qué enterarse de esto, no quiero que se entere, no quiero afectar nuestra relación ¿Sí? No te creas muy importante por ser uno de los que lo sabe. No te considero alguien cercano y tampoco una amenaza, solo me molestas. Además, lo dije, sé admitir cuando me rindo con algo. –Alzó los hombros sin cambiar su semblante tranquilo y desinteresado.
-S-Supongo que es un poco raro que pase tan de repente. –No se la creía del todo aun, pero el progreso tal vez lo haría cambiar de opinión más adelante.
-Preferiría que finjas que esto jamás pasó. Las cosas tienen que seguir como siempre lo han sido. Ahora, si ya te cansaste de fastidiarme, largo. Tengo cosas que hacer. –Hizo un ademán de que se fuera, a lo cual Satanick no tuvo de otra que cumplir. Ya veía que no obtendría más que lo que ya sabía, así que... Mejor sería hacerle caso al niño y hacer como si nada hubiera pasado.
No se cansa de molestar...
Esperaba que nada más lo interrumpiera ahora.
Tras haber marcado un par de números, esperó a ser atendido. No era Mors, pero reconocería aquella voz muy fácilmente.
-¿Hola? ¿Quién habla?
-¿Sin?
-Sí, ella habla ¿Y tú quién eres?
-Uh... Licorice. Lamento llamar a estas horas. –La lamia no se escuchaba adormilada por el otro lado, así que tal vez llamaba en buen momento.
-¡Licorice! Casi no te reconocí ¿Necesitas algo, caramelo?
-Uh, sí... ¿Está Mors? Necesito hablar con él. –Sonrió ligeramente sin notarlo. Casi se había olvidado de aquel apodo que le daba Sin.
-¡Por supuesto! Dame un segundo, por favor... ¡Mors! ¡Tienes una llamada!
-Si es Rane dile que ni llegue a pensar que la ayudaré en su recolección de bichos raros.
-En realidad es Licorice, cariño. Quiere hablar contigo.
-¿Licorice...? Está bien, ya voy... ¿Hola?
-¿Tienes miedo de las larvas, Mors? –No contuvo una risa baja cuando al otro lado de la línea escuchó un chillido de parte del demonio. No sabía bien de qué iba ese asunto, pero que le recordaba a su amiga de cabello rosado y sonrisa espeluznante era innegable.
-¡T-Tú cállate! Mejor dime para qué llamas.
-Es sobre lo que me propusiste ayer... No es tarde para decir que sí ¿Verdad?
-Oh, eso... Claro que no. Iré a ver a Revlis en la tarde ¿Quieres que pase por ti? Creí que tenías cosas que hacer y eso.
Su mirada se perdió brevemente en la sala al divisar a su madre salir de la cocina, pero la regresó hacia abajo rápidamente. –No... No tendré nada que hacer después de todo.
-De acuerdo, estaré ahí cerca de las dos y media. Nos vemos.
-Nos vemos, Mors.
Ya estaba hecho, solo tuvo que colgar el teléfono para sentirse por fin en paz. Por el resto de la tarde ya no pensaría en nada.
Al menos... Hasta que llegara Mors, pero no por ahora.
-¿Uh...? ¿Cielo?
Genial, lo que le faltaba...
Trató de poner la sonrisa más natural que podía volteando hacia su madre. Iba muy enserio con que las cosas siguiesen su curso como lo hacían normalmente, no quería contestar preguntas así como tampoco quería hablar demasiado.
Ivlis tenía una mirada un tanto curiosa, incluso algo preocupada. Eso ya era una clara señal de que vendría hacia él con alguna pregunta.
Por Vicers, esperaba que no fuese nada malo.
-¿Sí, madre? ¿Pasa algo?
Por un segundo consideró un sinfín de excusas, pero la calma llegó de nuevo cuando con el gesto de su madre señalando su cabello, pudo averiguar lo que quería decirle.
Maldijo por lo bajo. Con todo ese tema suyo se había olvidado por completo que había quemado la cinta y no tenía con qué atarse ¡Bien hecho, Licorice! ¡Es que tú eres idiota!
-Tu... Cabello...
-Rompí accidentalmente mi cinta anoche. No es nada que deba preocuparte. –Desvió la mirada, tratando de no demostrar lo mucho que le había afectado ese hecho. Fue su culpa al fin y al cabo, no tenía de qué quejarse. –Encontraré algo para atarme más tarde, seguramente encontraré algo en... ¿M-Madre?
Ni se había dado cuenta que entre todo su parloteo su madre se desató el cabello sin expresar más que esa sonrisa dulce y tranquila que lograba calmarlo cada vez que se sentía en un problema muy grave.
É-Él realmente quiere... ¿De nuevo...?
-H-Hey, no hace falta. De verdad, no tienes que...
-Pero quiero ayudarte, tesoro. –Fue todo lo necesario para acallarlo instantáneamente y permitir que él se acomodara detrás. –Me sorprende que la hayas roto, normalmente yo soy el torpe entre nosotros dos. –Rió por lo bajo concentrándose en juntar el desordenado cabello oscuro. A diferencia de lo que podría parecer, él no tenía ningún problema con andar por ahí con el cabello suelto, no le molestaba y no es que su imagen le preocupara demasiado, pero sabía que su hijo no compartía esa comodidad. Cederle su cinta una segunda vez no era la gran cosa.
-N-No digas, eso... Fue algo realmente estúpido, creo que entré en pánico por un segundo. –Suspiró. No podía creer que incluso después de todo, Ivlis aun estuviera dispuesto a ayudarlo. No tenía la cara para verlo luego de todo lo que pensó o dijo de él la noche anterior.
-No debiste. Tu madre siempre tiene la solución a todo ¿No? –Una vez terminado, regresó al frente. Como siempre, había hecho un buen trabajo. –¡Perfecto! Mis cintas sí son de tu estilo ¿Estás mejor ahora, tesoro?
Licorice guardó silencio rozando como antes el nudo. Su madre no había cambiado su método para ello.
Odiaba esto... ¿Por qué ahora que no quería verlo y estaba en tantas dudas con respecto a él, tenía que ser tan dulce? ¿Por qué tenía que recordarle que a pesar de todo, seguía siendo indefenso ante su amor? ¿Por qué cada vez que lo miraba tenía que doler así?
Sí... Las cosas van a seguir siendo como siempre.
-Sí... Muchas gracias, madre. Yo... Uh... Tengo que preguntarte algo, por cierto.
-¿Eh? Claro, dime.
-Quedé en salir con Mors a eso de las dos y media... No te importa ¿Verdad?
Las cosas seguirán como siempre...
¿ V e r d a d ?
...
..
.
-W-Waw... -Titubeó Emalf. –Y-yo... No sé qué decirte... Tú... Oh, eso explica lo de la mesa.
Se mostraba bastante sorprendido por el relato y la forma en la que concluyó todo. Aun con todo aquello explicado, la comprensión y entendimiento hacia el dolor de su amigo y el que se hubiera rendido con Ivlis...
No le cuadraba del todo una cosa ¿Por qué Ivlis diría algo tan cruel a espaldas de su hijo? ¿Él de verdad era capaz de pensar esas cosas sobre él? ¡No! ¡Imposible! ¡Puede que su amo fuese gruñón, impaciente, algo torpe para ciertas cosas y le gustara golpearlo! Pero nunca odiaría o despreciaría a sus hijos, no importaba qué, él siempre juró no ser como Siralos... Él se llenaba de dicha y orgullo hablando con los demás sobre el diablo de orbes dorados.
Su adoración y cariño era algo tan palpable y obvio que nadie dudaba de ello, hasta a sus ojos parecía que Ivlis correspondía los sentimientos del menor, solo que no se atrevía a decirlo.
-Descuida... No queda mucho por decir del igual modo... –Murmuró con tristeza marcada en su voz. Aún luego de tantos años, el recordar aquel momento seguía causándole un profundo dolor. Incluso para sí aún resultaba irreal el creer que su madre podría soltar tales palabras tan crueles sobre él pero... Sus recuerdos no mentían. Fue real.
-Es tan... Patético ¿No? -Suspiró ya con la voz ronca de tantos lamentos y restos de lágrimas secas adornando su rostro. Se sentía tan destrozado y humillado... Ya nada le importaba. Se había rendido a todo, que pasara lo que tuviera que pasar y ya. –Tal vez... Debí decírtelo... Así hubieras entendido mejor...
-Bueno... Quizás, pero es algo doloroso y hubiese entendido que no me lo quisieras decir. –No lo culpaba, era brutal imaginarse al diablo de Flame World pronunciar esas palabras claras y obvias como si nada.
-Lo siento... N-Ni como amigo sirvo ¿Eh? S-Soy tan patético... Madre tenía razón... Envi tenía razón... Nadie puede amarme, Emalf... Hasta estoy seguro que Revlis solo ama la idea del amor o el espejismo de "novio ideal" que cree ver en mí... Si me conociera de verdad... O siquiera, supiera la verdad, seguro también me despreciaría... No la culparía. Yo mismo lo hago desde hace tanto... –Abrazó a sus piernas, ocultando su rostro entre ellas. Tan vergonzoso y humillante el darse cuenta que no avanzó en lo absoluto. -Soy un fracaso en todo.
-¡E-Eso no es verdad! ¡Viejo, eres un adulto ahora! ¡Tienes que entender que lo que ocurrió no fue culpa tuya y no es un motivo para que los demás te crean repugnante! No pudiste evitarlo... -No quería imaginar cuan horrible era para un niño tener que pasar por algo así de terrible por tanto tiempo, sabía que esas marcas perduraban siempre, pero no esperaba que se manifestaran así. –Y no, viejo... Ella no lo haría... Nadie lo hace... Eso es lo que tú piensas.
Lo abrazó por el hombro tratando de reconfortarlo como pudiese, se veía tan destrozado y frágil... Como cuando era un niño.
-Todos te amamos por quien eres. Un percance como el de Envi no significa nada, no has cambiado... Tan adulto y sigues siendo igual que cuando eras un niño. Los demás no lo notan demasiado, pero es verdad... Sigues siendo tan sensible, sentimental y puro como siempre, eso no cambiará... ¿Y sabes algo? ¡Si Ivlis no puede verlo entonces bah, él se lo pierde! ¡Solo no dejes que esto te destruya!... Solo porque alguien que amas piensa que no vales la pena no significa que sea cierto... Por favor, no sigas el mismo ejemplo que tu madre... Él jamás me escuchó cuando le dije lo mismo.
Licorice desvió la mirada, incapaz de encontrar respuesta o excusas.
Sabía que Emalf tenía toda la razón, luego de todo este tiempo había aprendido a sobrellevarlo y enfrentar aquella situación, aunque en ocasiones donde su lado más depresivo salía a la luz, su mente no podía evitar traicionarlo al revivir aquella ingenua y errónea culpabilidad que lo aquejaba.
En momentos como aquel, de verdad sentía que regresaba al pasado y volvía a ser ese niño que aún vivía en él. Algunas cosas aún debía madurar aparentemente.
-Puede que... Tengas razón... –Forzó una débil sonrisa sin detenerlo en su intento de consuelo. Le recordaba mucho a aquella época en la cual solo el de lentes de sol sabía de su martirio con el ex subordinado del diablo de Pitch Black World, y el como lo había animado y convencido para decir la verdad.
Sin duda desde ese día apreció su amistad y consejo como nunca, tal vez ya era momento de dejar atrás su pesimismo y dolor para hacer caso a sus palabras. Estaba muy desolado y herido, solo por ello veía todo de aquella forma tan deprimente.
Si lo pensaba, nunca recibió desprecio de Revlis o los demás, siempre fueron cálidos y amables. Debía dejar de permitir que momentos amargos de su vida arruinaran los demás.
-Supongo que ahora me parezco a como era madre antes... ¿N-No? Ay... No deseo eso. Pero... Madre tampoco es como Siralos... –Suspiró. No quería seguir comparando una situación con la otra. Sentía que no le llevaría a ningún lado, pero había captado el mensaje, aunque dolía un poco.
-No te pases. Ivlis es amargado, topo y pierde la paciencia muy seguido, pero no es como Siralos... Al menos él sí nos quería a pesar de todo. –No deseaba comparar a Ivlis con ese insoportable y engreído Dios, eso sería un grave insulto. Lo único que comparaba era la situación de ambos. –Y... Siento que te ofenderá, pero sí... Me recuerdas a él cuando empezamos a servirlo y lo conocimos mejor.
Recordaba perfectamente esos días, era solo un niño en ese entonces, pero lograba entender bastante sobre lo que lo rodeaba, entre ello... El pesar de su amo y sus lamentos sobre Siralos cuando nadie estaba cerca.
Se había esforzado mucho en ese entonces por hacerlo sentir mejor, no creía que fuese tan inútil e inservible como el dios alegaba. Él, Poemi y Adauchi sentían admiración por el diablo que les dio la vida, nunca podrían pensar aquello, pero a pesar de sus palabras de ánimo... Ivlis nunca las escuchaba o daba importancia, cosa que por mucho tiempo había dolido. No quería dejar que ahora Licorice hiciera lo mismo, no podía permitirlo.
-No me ofendes... Solo dices la verdad... –Murmuró, tratando de hacerse la idea de lo terriblemente angustiante que debió ser para Emalf, Rieta y sus hermanos el convivir con aquella versión de su madre, aún dolida y esperanzada por recibir cariño y perdón de alguien que simplemente no valía la pena.
Le hubiera gustado estar allí para darle apoyo, aunque sabía que era imposible, pues ni había nacido. De igual modo, le aliviaba saber que desde antes de existir, el diablo de flamas había contado con quienes le daban su mano, lástima que el dolor no le permitió verlo. Él no cometería ese mismo error
-¿Sabes? Eres bueno en esto de animarme. Ojalá... Te valoraran más. Gracias... Por esto y... Por todo... –Murmuró ya con un tono más calmado y menos sollozante. No quería seguir así por más tiempo, no era bueno ni justo para sí.
-Uh... No te preocupes, se supone que soy el payaso en esta familia y el gobernado de una loli adulta, es normal que no me tomen en serio o crean que no soy bueno aconsejando. –Le hería un poco la autoestima, pero estaba acostumbrado a su papel de bufón, por lo que no dolía tanto como podrían creer. Que Licorice lo valorara en ese aspecto lograba subirle el ánimo, al menos alguien sí lo tomaba en serio.
-Eres un gran amigo... Nunca he terminado de agradecerte por todo lo que has hecho por mí. Lamento seguir causando problemas...-Aspiró hondo; tratando de reacomodar sus pensamientos. No podía seguir auto compadeciéndose en aquella esquina del castillo, si tardaba más, solo conseguiría preocupar a todos.
-Bah, sabes que no necesito agradecimientos, los veo innecesarios. Además no eres tan problemático, lo único que salió mal hoy es que Poemi se molestó por el teléfono y... Perdí mis juguitos de naranja... Pero solo eso. Me compensó bastante verte feliz allá, aunque haya sido un rato... -Se alzó de hombros restándole importancia. Desde su punto de vista esta experiencia no había sido tan mala como aparentaba.
-Aun así... Gracias... Prometo compensarte lo del teléfono y el jugo. –Colaborar para evitar que su hermana asesinase al de gafas de sol eran lo mínimo que podía hacer luego de su incondicional apoyo. –Y... Emalf... Tengo un par de favores que pedirte.
-¿Mh? Seguro, viejo ¿Qué necesitas?
-Pues... Verás...
Esperaba que Emalf no se negara a pesar de su absurda y cobarde petición, de verdad no creía poder continuar con esto sin su ayuda.
Por ahora, la necesitaría.
Más de lo que imaginaba, ahora que alguien más estaba al tanto de todo esto.
Revlis... Tú... Tú le mentiste a Revlis.
Tú...
Deberías arder.
-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-
No sé qué decir más que no me arrepiento de nada. Imaginé esto tantas veces que fue maravilloso poder plasmarlo finalmente.
¡Y el siguiente cap también! Me muero de ganas por empezar a escribirlo.
No esperaba que quedara tan largo. Ustedes sabrán perdonar. Ah.
Perdónenos a mí y a mi esposa que nos pasamos de verga con esto, ah.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top