35- La familia Russo

~1979~

Remus Lupin:

No saben cómo me gustaría decir que soy el hombre más feliz del mundo.

Tengo a unos grandiosos amigos, y una mujer sumamente hermosa que amo con todo el alma.

Quizás mi historia con Natalie no fue perfecta, pero si estamos juntos, fue porque valió la pena tantos sacrificios.

Amaba todo de ella: Su forma de pensar y actuar ante un mundo donde somos tachados de malos y peligrosos, era lo que más admiraba de ella.

Siempre decía que yo debía actuar igual, que debía demostrar que también valía la pena.

Pero no podía.

Por más que tuviera mi lucha interna, algo no me permitía avanzar.

—¿Mal día?

—Otra vez me han rechazado.

Al ser un sábado, Natalie pasaba todo el día en casa, por lo que me recibe con aquella sonrisa que deseo que jamás se apague.

—Ellos se lo pierden.

—Sí, eso.

Ella me da un beso, y quita mi abrigo para que entre en calor.

—Será la próxima, o sino, la próxima.

—Estoy empezando a creer que jamás conseguiré empleo, y que tendrás que mantenerme —Suelto, con burla.

—Quien lo hubiera dicho, Remus Lupin siendo un mantenido.

Ambos soltamos carcajadas, y me permito envolverla en mis brazos.

—¿Qué tal todo por aquí?

—Hoy no hice explotar la cocina, así que estoy bien.

Le dedico una mirada de preocupación, pero esta se convierte en risa.

—¿Qué?

—Oh, nada. No pasa nada.

—¿Traes algo para mí?

—Chocolates.

—¡Te amo!

Ella empieza a saltar de alegría tal cual una niña mimada, y esos son los gestos que me hacen amarla más.

También hemos tenidos problemas, por supuesto, pero de eso se trata el matrimonio ¿No? De aprender a nadar juntos hacia la orilla.

De mis bolsillos saco algunas barras de chocolate, las cuales ella toma y empieza a comer.

—¿Qué has preparado?

—Hice un intento de Lasaña.

—¿Intento?

—No tendré la sazón de Sebastian, pero creo que está rico.

—Todo lo que haces es rico.

—¡Remus! —Exclama, con las mejillas sonrojadas.

—¿Qué? Si me refería a la comida... ¡Qué mente tan sucia!

Ella deposita un fugaz beso antes de ir a la cocina y ver el horno.

—¿Ya quieres almorzar? ¿O esperamos a más tarde?

—Lo segundo —Me acerco lentamente a ella, quitándole la barra de chocolate—. Me has dado una mejor idea.


Me han llamado de la Academia Scamander, acción que me obliga a salir corriendo hacia el hospital Muggle que me han indicado.

El corazón me latía fuertemente, como si en algún momento quisiera explotar del miedo.

Cada paso que daba era un nuevo temor, el miedo de perderla.

Thomas Scamander me había enviado una carta, diciendo que mi esposa había caído al suelo en medio de una clase.

No sabía si eso era malo, o pésimo.

En estos dos meses pude notar que su salud parecía decaer de a poco, pero ella luchaba en insistir que estaba bien.

Me contó sobre el consejo que Celeste le había dado, y yo le insistí en que debía ir al doctor, pero ella no quería.

"Estoy bien, solo es... De seguro me ha caído mal la comida".

Ella siempre repetía eso, y hoy me lamentaba no haberla obligado a ir al hospital.

Debí insistir más.

—¿Remus? ¿Te has enterado?

En la entrada al lugar me encuentro con Amos, quien también se veía asustado.

—¿De dónde vienes? Te ves cansado.

—He salido del ministerio apenas me ha llegado una carta —Dice, tratando de recuperar el aire—. Una de sus salidas no está muy lejos de aquí, pero mis piernas no dan para más.

—Has venido corriendo.

El asiente, pero su mirada se va hacia mi espalda, gesto que me obliga a mirar también.

Varios automóviles negros parecen estar en el edificio de al frente, y por el banderín de uno de ellos deduzco que se trata de alguien importante.

Sin embargo, eso ahora no nos importa ahora.

Ambos subimos las escaleras con una velocidad increíble, oyendo el lamento de cada paciente y familiar.

Temí por un segundo que el llanto de una familia fuera el mío, pero ella no podía dejarme.

Ella estaba bien, ¿verdad?

—Necesito ver a mi nieta.

—Señor —Una secretaria trata de hablar, pacientemente—. La persona que usted busca no está en nuestra lista.

—Tengo informantes aquí, y me han dicho que la han visto entrar.

—¿Puedo ayudarle en algo? —Se dirige a nosotros, tratando de evadir al hombre que está de espaldas.

—Si... Buscamos la habitación de Calliope Lupin.

Thomas había sido inteligente a la hora de ingresarla.

Casi nadie sabía su segundo nombre, mucho menos que estaba casada, por lo que sería una gran estrategia a la hora de ocultarla.

—Un momento... —La mujer busca en el monitor—. Sí, la paciente está en la habitación 306.

De pronto, el hombre levanta la cabeza de golpe y gira su cuerpo hacia nosotros, mirando nuestro sitio.

—Esa es la habitación que me han dado sobre mi nieta.

Y todo cobró sentido.

Los autos, los guardias, los banderines, todo.

Patrick Russo estaba aquí.

Sin embargo, Amos Diggory le dio la espalda y caminó.

—Vámonos, Remus.

Era la primera vez que veía al hombre de frente, y no a través de una fotografía de campaña.

La edad parecía estarle pegando fuertemente. En sus ojos había rastros de llantos y sacrificios, al igual que espesas ojeras.

Tenían el mismo color de ojos.

—¿Amos, cierto?

El hombre le gritó a mi cuñado con voz fuerte y clara, haciendo que pare bruscamente.

Vi como las manos de Amos se cerraron en un puño, y luego las soltó.

—¿Remus, qué esperas?

Yo caminé hacia él, ignorando la confusión del hombre, quien al parecer nos siguió por el resto del camino.

—¿Cómo se atreve a estar aquí? —Exclama, por lo bajo—. Juro que sí empieza a decir algo voy a...

—Créeme, no eres el único que quiere golpearlo —Admito—. Pero dudo mucho que a ella le guste la idea.

Amos parece meditar aquello durante el poco tiempo que dura nuestro recorrido.

—¿Cómo está? —Le pregunto con mucho miedo a Thomas.

—Le están dando... ¿Cómo dijeron que se llamaba esa cosa? Da igual —Suspira—, ella está bien, solo que está cansada, y no permiten visitas en este momento.

Asiento, tomando el aire que a mis pulmones le faltaban.

—¿Han dicho qué tiene?

Thomas mira al hombre a mi espalda, sorprendido de su llegada.

—Lo siento, no puedo brindarle esa información.

—¿Por qué? —Suelta, con cansancio—. Nadie en este lugar quiere decirme nada... ¡Soy el alcalde! ¡Soy su abuelo!

—¡Usted dejó de serlo desde el día en que dejó que su esposa la echará de casa como a un animal! —Grité, cansado de sus palabrerías.

—No me hables de ese modo, jovencito —Me amenaza—. No hables sin saber lo que en verdad ocurrió.

—¡Le hablo como me da la gana y punto! —No le hago caso—. Y sí, hablo por ambos, porque sé que ella jamás va a encararlos.

—No tienes el derecho de hacerlo... Además, ¿Qué es ese nombre? ¿Por qué le han cambiado el apellido? A ella jamás le ha gustado...

—¡Lo supiera si hubiera asistido a la boda!

Su rostro molesto cambió, dejando a su paso una mirada confundida.

—No me venga ahora a decir que no sabía que su nieta se ha casado —Le vuelvo a incriminar—. Porque fui personalmente a dejar la carta de invitación a su mansión.

—¿Boda? De qué habla...

—Nos casamos hace tres meses —Levanto mi mano, mostrándole el anillo—. Lo sabría si hubiera asistido.

El hombre no gesticuló palabra , por primera vez en la tarde.

—¿Se... Se han casado?

Mi mente no tardó en atar cabos, y supe que Amos también.

—¿Su esposa no le ha dicho nada? —Amos interviene—. O mejor dicho, ¿qué sabe usted realmente sobre Natalie?

—Kate me dijo que mi pequeña se fue de casa...

—¡Vamos, por favor! —Bufé, soltando mis manos al aire—. ¿Irse de casa?

—Su nieta pasó la mayor humillación de su vida —Amos habló, con la voz quebrada—. Su abuela la tiró a la calle tal cual un animal... ¡Es más, ni siquiera a un animal se le puede tratar así!

—¡No insultes a mi esposa!

—Al menos se dio la tarea de ver las cámaras ¿cierto?

Bingo.

—No...

—Hágalo, y venga aquí cuando se dé cuenta de lo que ha hecho su... Amada y perfecta esposa.

El hombre llamó a uno de sus guardias, y usé mis oídos aumentados para lograr escuchar la conversación.

Le estaba dando órdenes de buscar la cinta.

—¿Sabe usted cuándo fue eso?

—15 de agosto de 1976 —Dije—. Lo sé.

Aquel guardia abandonó el lugar con rapidez, a la vez que él se sentó a esperar noticias.

—Hemos venido lo más pronto que pudimos.

Reconocí los pasos de los chicos, quienes también estaban asustados.

—¿Cómo está Natt? —Pregunta Sirius.

—Aun no tengo noticias.

—¿Pero está bien? —James es el segundo en preguntar.

—Eso creo, no tengo nada... Yo estaba en una entrevista... Tal vez si...

—Ey, Lunático —Peter fue el siguiente en hablar—. Esto no es tu culpa. Por más que estuvieras a su lado, igualmente habría sucedido.

—Familiares de Calliope Russo.

La mirada de todos se posó en el médico, y todos corrimos hacia él.

—Somos sus amigos —Dijeron en coro.

—Soy su esposo.

—Soy su casi hermano —Escuché a Amos.

—Yo solo soy un compañero... Pero igual cuenta —Thomas también se unió.

—Soy su abuelo.

Como era de esperarse, los chicos giraron sus rostros hacia el mayor, notando el gran parecido en sus ojos.

Y al igual que yo, le dieron la espalda.

—¿Cómo está ella? —Pregunto.

—Por el momento, está estable —Respiro, aliviado—. Pero me temo que debo hacer algunos exámenes.

—¿Sabe usted la razón de su desmayo?

—Un embarazo queda descartado, es lo único que podemos saber por el momento, pero voy a necesitar la autorización de...

—¿Dónde debo firmar? —Interviene el señor Russo.

—Recuerdo que mencionaron que está casada, ¿cierto?

—Así es.

—La autorización debe darla entonces el esposo.

—Haga todos los exámenes que tenga que hacer —Le pido.

—Perfecto, vendré en unos minutos con las autorizaciones.

—¿Podemos verla? —Pregunta Peter.

—Aun no. Por eso quiero hacer los estudios primero.

—Está bien —Decimos, mientras él se va.

El alcalde empieza a caminar hacia otro lado, y es la oportunidad perfecta de los chicos para preguntar:

—¿Qué hace él aquí?

—¿Cómo se han enterado?

—¿Lo has llamado?

—Debemos hacer que se vaya.

—Remus, di algo.

Pero mi mente estaba lo suficientemente inquieta como para responder cada una de sus dudas.

—Hay algo que no termina de cuadrar, ¿tú qué opinas, Amos?

—¿Qué te contó Natt?

—Lo mismo que a ti. Su abuela fue quien la echó, y su hermana estaba allí, pero no mencionó haber visto a su abuelo...

—¿Crees en verdad que no lo sabe?

—Creo que su esposa le oculta muchas cosas.

Por fin me han dejado verla.

Ver a mi esposa sobre una cama de hospital hace que quiera llorar. Mi cuerpo se siente débil, y mi corazón quiere estallar.

Por más que no quisiera hablar de ello, tuve que contarle sobre la llegada de su abuelo.

Sé que ella lo detestaba por no hacer nada, más bien, a toda su familia, pero no quería que tuviéramos una discusión por su causa.

—James, por favor. Estoy bien...

—Natalie —Mi mejor amigo mira a mi esposa con preocupación—, esto no es normal...

—Ya verás que sí, además...

—¡No te levantes!

Tarde.

Peter, quien estaba ahora más cerca de ella, volvió a recostarla, ganándose su sonrisa.

—Chicos...

—Te dejaré hacer lo que quieras cuando nos digan los resultados —Peter la desafía—, mientras tanto, espera acostada.

—¡Qué mandón! —Se burla—. Pero bueno, ya.

Ella suelta un bufido, gesto que provoca nuestra risa.

—Lo tengo.

Sirius Black entra a la habitación, luego de estar varios minutos en quién sabe dónde.

—¿Qué cosa? —Pregunto.

Y para mi sorpresa, saca varios chocolates de su abrigo.

—¡Sirius!

—¿Qué? —Se dirige a James—. Si no lo hacía, quien sabe lo que Natt me habría hecho.

—Me haces sonar tan mala...

Ella volvió a reír, y por segunda vez en el día, tosió.

—¿Estás bien?

—Por... Por supuesto que estoy bien —Estira sus manos hacia la servilleta brindada por Peter—. Solo es tos...

Pero ella sabía, en su interior, que no era solo eso.
Le asustaba admitirlo.

—¿Por qué tarda tanto?

—Muggles... Ya sabes —James razona—. Sin magia es imposible que no tarden.

Tuvimos que esperar unos minutos hasta que varios doctores entraron al lugar, y sus caras no me gustaban para nada.

—Suéltelo, doc.

Sabía que sus acciones chistosas no eran más que un escudo para ocultar su miedo, pero temía en que se hiciera daño cuando aquella coraza que quebrara.

No sabía si sería capaz de unir todos los pedazos.

—Creo que debemos hablarlo en privado.

—Ellos están bien, pueden quedarse...

—Señorita Lupin, por favor.

Ella suspira, esperando para mirar a los chicos.

—No quiero que espíen —Les advierte—. Voy a saberlo.

—¿Bromeas? No vamos a hacerlo.

Deberías mentir mejor, Canuto.

—Pero si necesitas algo, no dudes en gritar —James le da un beso en la coronilla—. Usaremos nuestras varitas si es necesario —Le susurra.

Ella asiente, y yo tomo su mano.

—¿Qué ocurre?

—Lo que vamos a decir es muy delicado.

—Lo sé, por algo mandó a mis amigos afuera —Le señala la puerta por la cual todos han salido—, solo dígalo.

Los tres doctores se miraron entre sí, y fue una mujer pelirroja quien dio el primer paso.

—Cuando usted llegó, tratamos aquella hemorragia interna con algunos medicamentos que al parecer le han funcionado bien.

Mi esposa asiente.

—Pero debíamos encontrar el por qué real de aquella sangre.

—Y me hicieron varios análisis.

—Exacto. Debo admitir que los resultados se encuentran normales, aunque encuentro algo que no me cuadra en los niveles de sangre...

Olvidamos por completo aquel detalle.

¿Pero qué podíamos hacer? No podíamos decirle simplemente: "Lo siento, es que somos hombres lobos, y por eso nuestros niveles de sangre son diferentes a los de ustedes".

Es obvio que no lo haríamos, pero...

—Y descubrimos la posible causa.

—¿Y...?

—Descubrimos que tiene cáncer de mama, nivel 4.

—¿Qué...?

Su mirada aterrada buscó la mía, pero yo tampoco sabía cómo reaccionar.

Mi mundo cayó al suelo y se rompió en pedazos al oír aquello.

Los ojos de mi chica se cristalizaron, y el agarre de nuestras manos se hizo más fuerte.

—Existen tratamientos que pueden ayudarla a combatir el cáncer, pero...

—Son muy letales —Completo—. Sé a qué se refiere.

—Con los últimos avances de la tecnología hemos realizado varios estudios, y descubrimos que el tratamiento con rayos x ayuda a combatir esto.

—Lo voy a pensar —Fue lo único que ella dijo.

Todos los doctores se volvieron a mirar entre sí.

—Nos gustaría estudiar más a fondo su sangre —Habla un tercero—. Es decir, descubrir la anomalía con respecto al alarmante nivel de glóbulos rojos que...

—No es necesario —Respondo por ella—. Es algo... Genético.

—Por la misma razón, insisto...

—¡He dicho que no!

La acumulación del mal sueño y preocupación hizo que les gritara, aun sabiendo que ese era su trabajo.

—Lo... Lo siento, yo...

—No se disculpe, entendemos su situación.

—¿De verdad? —Mi esposa pregunta, con sarcasmo en su voz—. Por favor...

—Les daremos un tiempo para que hablen a solas —El tercer doctor se acerca a la puerta—, cualquier cosa, avisen a la recepción, que allí nos llamarán enseguida.

Estaba tan absorto en mis pensamientos, que nunca le presté atención a la puerta, para descubrir si los chicos habían oído algo o no.

Pero conociéndolos, de seguro lo han oído todo.

—Natt...

—¿Qué haremos ahora? —Pregunta, con sus ojos llenos de lágrimas—. Esto no puede estarme pasando...

—Vamos a superar esto, ¿sí?

—No, no lo creo...

Intento abrazarla, pero me detiene.

—¡No! ¡No quiero un abrazo!

Y si ella no lo quería, no lo haría.

—Quiero... Quiero... ¡Ni siquiera sé lo que quiero!

Sus lágrimas rodaban por sus mejillas tal cual una catarata en la naturaleza.
Su piel, blanca como una porcelana, ahora estaba roja, y su frente se encontraba arrugada.

Luchó con sus piernas, como si eso la ayudase a calmarse. A la vez que sus manos golpearon el incómodo colchón.

Gritó con mucha fuerza, y temí por si sus cuerdas vocales fallarían en algún momento.

Su frente se arrugó nuevamente, y ella se acurrucó con sus piernas, llorando en medio de ellas.

—Odio estar aquí —Dice, por lo bajo—. Llévame a casa.

—Te llevaré a casa, si es lo que quieres —Ignoro su pedido inicial y acaricio su cabello—. Pero creo que primero debes hablar con ellos.

Su cabeza se elevó inmediatamente hacia mi dirección.

—¿Es... Estás seguro?

—¿Tú no lo estás?

—Tengo miedo...

Parece que lo meditó por unos escasos segundos, y supe sus respuestas sin necesidad de leer su mente.

—Voy a hacerlo —Seca sus lágrimas, ferozmente—. Y si eso es lo último que voy a hacer, que así sea.

Quería decirle que esto no había acabado, que podíamos usar aquel tratamiento.

Pero solo eran mentiras. Más y más mentiras.

—¿Ahora? ¿Quieres que vaya por ellos?

Ella asiente.

—Ya vuelvo.

Deposito un beso en su coronilla, ahogando las ganas de llorar con ella.

—Remus...

—¿Si?

—Si voy a querer el abrazo.

Sin siquiera dudarlo, envuelvo su delicado cuerpo en mis brazos, sintiendo cada lágrima en el suelo.

Me alejé de ella lentamente, volviendo a secar sus lágrimas, para luego emprender el camino.

Cada paso que daba se sentía más pesado, como si llevara ladrillos en vez de zapatos.

Giré la cerradura de la puerta, y al salir, mis preguntas iniciales fueron resueltas.

Los chicos esperaron a que dijera algo, quizás que todo era una mala broma, pero seguí adelante.

Jamás olvidaríamos este día.

El rostro de miedo de todos era algo que acabaría con mi mente si esta situación seguía así.

Lo último que escuché de ellos fue el golpe que Canuto dio en una pared, al saber que no podíamos salvarla.

...

No hizo falta una caminata, pues la familia de mi esposa estaba en la recepción.

Para mi no grata sorpresa, el señor Patrick estaba furioso.

—Me han llamado de urgencia de mi reunión con las señoras de la alta sociedad —Una mujer peleaba con él—. ¿Y para qué? Ella se fue...

—¡Ella nunca se fue de casa! —Le gritó, haciendo que retrocediera—. Tú... Tú la has humillado.

—¿De qué hablas? —La mujer estaba nerviosa—. De seguro te lo ha dicho... Oh, claro que sí. Sabes que ella me detesta...

—Nadie me permite verla —Admite—. Lo he visto por mis propios ojos.

—¿Qué dices?

—He visto las cámaras, Kate.

El rostro de la mujer palideció por completo.

—Yo... No sé de qué hablas...

—¿Quién es él?

Había olvidado por completo la presencia de su hermana, y cuando lo hizo, me atreví a caminar hacia ellos.

—Ella quiere hablar con usted —Me dirijo únicamente al señor Russo—. Pero si va a decir algo que llegue a alterarla, no dudaré un segundo en sacarlo de la habitación.

—¿Y tú quién eres? —La mujer me reprocha con la mirada—. ¿Su enfermero?

—Soy su esposo.

Giré mi rostro hacia la mujer, desafiándola con la mirada.

—¿Su esposo? —Dijo la otra rubia, a la que claramente no quería recordar su nombre—. ¿Ella...?

—Me temo que, si no va a venir —Vuelvo a ignorarlas—, puedo dejarle el paso a su verdadera familia.

—Natalie va a escucharme...

Tomé del brazo a la mujer, sin importarme que todos nos estuvieran mirando.

—No se atreva a hacerle más daño —Le digo, con amenaza—. Porque si lo hace... Juro que usaré mi magia para coserle la boca.

Ella se enderezó rápidamente, y su miedo provocó que soltara una sonrisa.

—Por favor, síganme.

—¿No está en la misma habitación?

—Tenemos que movernos constantemente.

—¿Por qué?

—No lo entenderían.

—Esta conversación quedará pendiente —Patrick la amenaza.

El camino de regreso fue silencioso, y pude ver que los chicos no se movieron ni un solo milímetro.

—¿Qué hacen ellos aquí? —Sirius habló, molesto—. Ni siquiera deberían estar enterados...

—Ella quiere verlos —Suelto—. Sabes que, si fuera por mí, ni siquiera estarían pisando el hospital.

—Los Diggory llegarán pronto —James me informa—. ¿Qué les digo?

—La verdad, James —Respondo—. Solo eso.

Giro el pomo de la puerta, logrando sentir el remolino de sentimientos en el pecho de mi esposa.

N/A: Nuevo capítulo!!!!
Pero no es muy bonito que digamos :(

¿Se esperaban esto?

¿Cómo creen que resulte este encuentro?
¿Aceptarán la propuesta para tratar la enfermedad de Natt?

Son tantas dudas que ni siquiera se que pensar aaaaaahhhhh

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También he hecho un edit sobre el Fancast de la familia Russo, y es así como me he imaginado a esta familia:

Espero les guste <3

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