-Oᴄᴜᴘᴀᴅᴏs

A partir del momento que Molly supo de los horrocruxes que buscaría el cuarteto, mantuvo a Harry, Ron, Ginny y Hermione tan ocupados con los preparativos de la boda que los chicos casi no tuvieron tiempo ni para pensar. La explicación más benévola de ese comportamiento habría sido que quería distraerlos para que no pensaran en Ojoloco ni en los terrores de su reciente aventura. Sin embargo, cuando ya llevaban dos días limpiando cuberterías, agrupando por colores un montón de adornos, lazos y flores, desgnomizando el jardín y ayudándola a preparar grandes bandejas de canapés, Ginny sospechó que su madre tenía otras motivaciones, ya que todas las tareas que les asignaba los mantenían separados.

Tanto fue así que Harry no tuvo ocasión de volver a hablar con sus tres amigos a solas desde la primera noche, después de contarles que había visto cómo Voldemort torturaba a Ollivander.

—Me parece que mi madre confía en que si consigue impedir que estemos juntos y hagamos planes, podrá retrasar nuestra partida.—comentó Ginny en voz baja mientras preparaban la mesa para cenar la tercera noche después de su llegada.

—¿Y qué cree que va a pasar entonces?—murmuró Harry—. ¿Que alguien matará a Voldemort mientras ella nos tiene aquí preparando volovanes?

Sus miradas se cruzaron y Harry detectó algo más que sorpresa en el rostro de Ginny. De pronto él cayó en la cuenta de que era la primera vez que estaba a solas con ella desde aquellos momentos robados en rincones apartados de los jardines de Hogwarts, y tuvo la certeza de que Ginny también lo estaba pensando, se iban a besar cuando ambos dieron un respingo al sentir abrirse la puerta y entraron el señor Weasley, Kingsley y Bill.

Esa noche había tanta gente en la cocina que resultaba difícil manipular los tenedores y cuchillos. Harry se encontraba apretujado al lado de Ginny, y todo aquello que no habían llegado a decirse mientras preparaban la mesa le hizo desear que hubiera varios comensales entre ambos. Tenía que esforzarse tanto para no rozarle el brazo, que apenas podía cortar el pollo.

—A ver, Ron, ¿ya has limpiado a fondo tu habitación?

—¿Por qué?—exclamó éste y, dejando bruscamente la cuchara en el plato, miró a su madre—. ¿Por qué tengo que limpiar a fondo mi habitación? ¡A Harry y a mí nos gusta como está!

—Dentro de unos días, jovencito, tu hermano va a casarse en esta cas...

—¡Por el pellejo de Merlín! ¿Acaso va a casarse en mi habitación?—se soliviantó el chico—. ¡Pues no! Entonces ¿por qué...?

—No le hables así a tu madre.—zanjó el señor Weasley con firmeza—. Y haz lo que te ordenan.

Ron miró ceñudo a sus padres y luego atacó el resto de su tarta de manzana.

—Ya te ayudaré. Yo también la he ensuciado.—le comentó Harry, pero la señora Weasley lo oyó y dijo:

—No, Harry, querido. Prefiero que ayudes a Arthur a limpiar el gallinero. Ginny, haz un cuadro para la boda, por favor. Y a ti, Hermione, te estaría muy agradecida si cambiaras las sábanas para monsieur y madame Delacour; ya sabes que llegan por la mañana, a las once.

Ginny se sentó frente al lienzo, con la paleta de pintura en la mano izquierda, con un pincel en la derecha, con el ceño fruncido y mordiéndose el labio. Brookshanks trataba de descifrar la mirada de su dueña

Estaba hace cinco minutos pensando en que pintar, se estaba rindiendo, pero pensó que podría ser un buen regalo de bodas, un cuadro pintado por ella misma, lo más perfecto posible. Sin estar segura, con varios colores hizo un montón de manchas, eran colores pasteles, y cuando secaron, con un lápiz empezó a trazar dos manos entrelazadas al centro, con un hilo que sería rojo bordeándolas, el significado era precioso.

La leyenda afirma que aquellos que estén unidos por el hilo rojo están destinados a convertirse en almas gemelas, y vivirán una historia importante, y no importa cuánto tiempo pase o las circunstancias que se encuentren en la vida. El hilo rojo puede enredarse, estirarse, tensarse o desgastarse...pero nunca romperse

Decidió no pintar nada del centro aún, y tuvo la amarga necesidad de molestar a uno de sus hermanos. Y quién mejor que Ronald. Abrió la puerta de su cuarto sin previo aviso, y sintió a su hermano levantarse rápidamente.

—¡Lo estaba por hacer! ¡Lo estaba por hacer!...oh, eres tú.—resopló Ron, aliviado al ver que era su hermana con su gato en los pies, y volvió a tumbarse en la cama de la que acababa de levantarse.

—Sí, se nota que lo estabas por hacer.—se burló y se tumbó al lado de su hermano.

Después Hermione tocó la puerta, entró junto con Crookshanks, ambos gatos empezaron a jugar entre sí.

—¡Estoy en ello! ¡Estoy en ello!...—Ronald se volvió a levantar de su suave cama, —Ah, tan solo eres tú.—suspiró aliviado al ver que era su amiga, nada lo detuvo de volver a tumbarse al lado de su hermana.

El cuarto continuaba tan desordenado como lo había estado toda la semana; el único cambio era que Ginny se encontraba en la cama con su hermano, y Hermione se hallaba sentada en un rincón, los suaves y sedosos gatos de pelaje blanco y anaranjado, Brookshanks y Crookshanks, jugando por el lugar.

—¡Hola, Harry!—lo saludó Hermione, y él se sentó en su cama plegable.

—¿Cómo has conseguido escapar?

—Es que la madre de Ron no se ha acordado de que ayer nos pidió a Ginn y a mí que cambiáramos las sábanas.—explicó Hermione, y puso Numerología y gramática en un montón y Auge y caída de las artes oscuras en el otro.

—Estábamos hablando de Ojoloco.—dijo Ron—. Yo opino que podría haber sobrevivido.

—Pero si Bill vio cómo lo alcanzaba una maldición asesina.—repuso Harry.

—Sí, pero a Bill también lo estaban atacando. ¿Cómo puede estar tan seguro de lo que vio?

—Aunque esa maldición asesina no diera en el blanco, Ojoloco cayó desde una altura de unos trescientos metros.—razonó Ginny mientras se levantaba de la cama y se sentaba en el regazo de Harry, quien la recibió a gusto.

—A lo mejor utilizó un encantamiento escudo.

—Fleur afirma que la varita se le cayó de la mano.—comentó Harry.

—Está bien, si prefieren que esté muerto...—gruñó Ron, y palmeó su almohada para darle forma.

—¡Claro que no preferimos que esté muerto!—saltó Hermione con súbita consternación—. ¡Es terrible que haya muerto! Pero hemos de ser realistas.

Por primera vez, Harry imaginó el cuerpo sin vida de Ojoloco, inerte como el de Dumbledore, aunque con el ojo mágico todavía girando velozmente en su cuenca. Sintió una punzada de repugnancia mezclada con unas extrañas ganas de reír.

—Seguramente los mortífagos lo recogieron antes de irse, y por eso no lo han encontrado.—conjeturóRon.

—Sí.—coincidió Harry—. Como hicieron con Barty Crouch, a quien convirtieron en hueso y enterraron en el jardín de la cabaña de Hagrid. Lo más probable es que a Ojoloco lo hayan transfigurado, disecado y luego...

—¡Basta!—chilló Hermione y rompió a llorar sobre un ejemplar del Silabario del hechicero. Harry dio un pequeño respingo.

—¡Oh, no!—exclamó, haciendo a un lado delicadamente a Ginny y levantándose con esfuerzo de la vieja cama plegable—. Hermione, no quería disgustarte.

Con un sonoro chirrido de muelles oxidados, Ron bajó de un salto de la cama y llegó antes que Harry. Rodeó con un brazo a Hermione, rebuscó en el bolsillo de sus vaqueros y sacó un asqueroso pañuelo que había utilizado para limpiar el horno. Pero cogió rápidamente su varita, apuntó al pañuelo y dijo: «¡Tergeo!»

La varita absorbió casi toda la grasa. Satisfecho, Ron le ofreció el humeante pañuelo a su amiga.

—¡Ay, gracias, Ron! Lo siento...—se sonó la nariz e hipó un poco—. Es que es te...terrible, ¿no? Ju...justo después de lo de Dumbledore. Ja...jamás imaginé que Ojoloco llegara a morir. ¡Parecía tan fuerte!

—Sí, lo sé.—replicó Ron, y le dio un achuchón—. Pero ¿sabes qué nos diría si estuviera aquí?

—«¡A...alerta permanente!»—balbuceó Hermione mientras se enjugaba las lágrimas.

—Exacto.—asintió Ron—. Nos diría que aprendiéramos de su propia experiencia. Y lo que yo he aprendido es que no tenemos que confiar en ese cobarde asqueroso de Mundungus.

Hermione soltó una débil risita y se inclinó para coger dos libros más. Un segundo después, El monstruoso libro de los monstruos cayó sobre un pie de Ron. Al libro se le soltó la cinta que lo mantenía cerrado y le dio un fuerte mordisco en el tobillo.

—¡Ay, cuánto lo siento! ¡Perdóname!—exclamó Hermione mientras Harry lo arrancaba de un tirón de la pierna de Ron y volvía a cerrarlo.

—Por cierto, ¿qué estás haciendo con todos esos libros?—preguntó Ron, y volvió cojeando a su cama.

—Intento decidir cuáles nos llevaremos cuando vayamos a buscar los Horrocruxes.

—Ah, claro.—replicó Ron, y se dio una palmada en la frente—. Olvidaba que iremos a dar caza a Voldemort en una biblioteca móvil.

—Muy gracioso.—refunfuñó Hermione contemplando la portada del Silabario del hechicero—. No sé si...¿Creen que necesitaremos traducir runas? Es posible. Creo que será mejor que nos lo llevemos, por si acaso.

Puso el silabario en el montón más grande y cogió Historia de Hogwarts.

—Escuchen...—dijo Harry, que se había enderezado. Ron, Ginny y Hermione lo miraron con una mezcla de resignación y desafío—. Ya sé que después del funeral de Dumbledore dijeron que querían acompañarme, pero...

—Ya empezamos.—le dijo Ron a Hermione, y puso los ojos en blanco.

—Tal como temíamos.—suspiró ella, y siguió con los libros—. Miren, creo que sí me llevaré Historia de Hogwarts. Aunque no vayamos al colegio, me sentiría muy rara si no lo...

—¡Escuchen!—insistió Harry.

—No, Harry, escucha tú.—replicó Ginny interviniendo por primera vez mientras se levantaba—. Vamos a ir contigo. Eso lo decidimos hace meses. Bueno, en realidad hace años.

—Pero es que...

—Cierra el pico, Harry.—le aconsejó Ron.

—¿Están seguros de que lo han pensado bien?—perseveró Harry.

—Mira.—replicó Hermione, y lanzó Recorridos con los trols al montón de libros descartados al tiempo que le echaba una mirada furibunda—, llevo días preparando el equipaje, así que estamos listos para marcharnos en cuanto nos lo digas. Pero has de saber que, para conseguirlo, Ginny ha tenido que hacer magia muy difícil, por no mencionar que ha robado todas las existencias de poción multijugos pertenecientes a Ojoloco delante de las narices de la señora Weasley.

» También les he modificado la memoria a mis padres, para convencerlos de que se llaman Wendell y Mónica Wilkins y que su mayor sueño era irse a vivir a Australia, lo cual ya han hecho. Así Voldemort lo tendrá más difícil para encontrarlos e interrogarlos sobre mí...o sobre ti, ya que, desgraciadamente, les he hablado mucho de ti.

»Si salgo con vida de nuestra caza de los Horrocruxes, iré a buscarlos y anularé el sortilegio. De lo contrario...bueno, creo que el encantamiento que les he hecho los mantendrá seguros y felices. Porque Wendell y Monica Wilkins no saben que tienen una hija.

Las lágrimas volvieron a los ojos de la chica. Ron se levantó, la abrazó de nuevo y miró a Harry con ceño, como reprochándole su falta de tacto, y éste no supo qué decir, en parte porque era muy inusual que su amigo le diera lecciones de diplomacia.

—Yo...Hermione...Lo siento...No sabía que...

—¿No sabías que Ron, Ginny y yo somos perfectamente conscientes de lo que puede pasarnos si te acompañamos? Bueno, pues lo sabemos. Enséñale a Harry lo que has hecho, Ron.

—No...acaba de comer.

—Enséñaselo, tiene que saberlo.—accedió su hermana.

—Está bien. Ven, Harry.

Ron retiró el brazo de los hombros de Hermione por segunda vez y fue hacia la puerta pisando fuerte.

—¡Vamos!

—¿Qué pasa? —preguntó Harry, y siguió a su amigo hasta el diminuto rellano.

—¡Descendo!—murmuró Ron apuntando al bajo techo con la varita mágica, donde de inmediato se abrió una trampilla por la que se deslizó una pequeña escalera que descendió hasta los pies de los chicos. Por el hueco rectangular de la trampilla salió un tremebundo ruido, entre gemido y sorbetón, junto con un desagradable olor a cloaca.

En medio de ese silencio, oyeron los gritos amortiguados de la señora Weasley, cuatro pisos más abajo.

—Seguro que Ginny se ha dejado una mota de polvo en algún maldito servilletero.—dijo Ron—. No entiendo por qué los Delacour tienen que venir dos días antes de la boda.

—La hermana de Fleur será dama de honor, de modo que tiene que estar aquí para el ensayo general, y es demasiado joven para venir sola —explicó Hermione mientras examinaba, indecisa, Recreo con la banshee.

—Bueno, tener invitados no va a ayudar a reducir el estrés de mi madre.—masculló Ron.

—Lo que debemos decidir.—apostilló Ginny mientras desechaba el envoltorio de una chocolatina y se lo metía en la boca,— es adónde vamos a ir cuando salgamos de aquí. Ya sé que dijiste que primero querías visitar Godric's Hollow, James, y lo entiendo, pero... no sé... ¿no deberíamos dar prioridad a los Horrocruxes?

—Si supiéramos dónde están los Horrocruxes te daría la razón.—repuso Harry, pero se arrepintió al instante al ver el ceño fruncido de su mejor amiga, —Digo, aunque en parte la tienes, claro.

Pero el azabache no creía que Ginny comprendiera de verdad su deseo de ir a Godric's Hollow. No obstante, la tumba de sus padres no era lo único que lo atraía, pues tenía el claro aunque inexplicable presentimiento de que ese lugar le depararía algunas respuestas. Quizá fuera sencillamente porque era allí donde él había sobrevivido a la maldición asesina de Voldemort, pero, ahora sentía que se enfrentaba al reto de repetir esa hazaña, atraído por el lugar donde había sucedido, con la esperanza de entenderlo mejor.

—¿No crees que cabe la posibilidad de que Voldemort esté vigilando Godric's Hollow?—preguntó Hermione—. Quizá sospeche que irás a visitar la tumba de tus padres cuando tengas libertad de movimientos, ¿no?

Eso no se le había ocurrido a Harry. Mientras buscaba una respuesta convincente, Ron intervino siguiendo el hilo de sus propias ideas.

—Ese tal «R.A.B.»... ya saben, el que robó el guardapelo auténtico.

—Ya...En la nota ponía que iba a destruirlo, ¿no?—observó Hermione.Harry se acercó la mochila y sacó el falso Horrocrux que todavía contenía la nota firmada por «R.A.B.».

—«He robado el Horrocrux auténtico y lo destruiré en cuanto pueda» —leyó.

—¿Y si es verdad que ese hombre lo destruyó?—aventuró Ron.

—O esa mujer.—puntualizó Hermione.

—Lo que sea, hombre o mujer. ¡Así tendríamos uno menos que buscar!

—Sí, pero de cualquier forma tendremos que encontrar el guardapelo auténtico,¿no?—observó Ginny—. Para saber si lo destruyó o no.

—Y una vez que has hallado un Horrocrux, ¿cómo lo destruyes?—preguntó Ron.

—Bueno.—dijo Hermione—, he estado investigando.

—¿Cómo?—preguntó Harry—. Creía que en la biblioteca no había ningún libro sobre Horrocruxes.

—No, no los había.—admitió Hermione sonrojándose—. Dumbledore se los llevó todos de allí, pero...no los destruyó.

Ginny se enderezó y enarcó las cejas.—¡Por los calzones de Merlín! ¿Cómo has conseguido echarles el guante a esos libros sobre Horrocruxes? ¡Se los robaste a Dumbledore!—se sorprendió.

—¡No los he robado!—se defendió Hermione mirando a sus amigos con cierta aprensión—. Esos libros todavía pertenecían a la biblioteca, aunque Dumbledore los hubiera retirado de los estantes. Además, si de verdad no hubiera querido que nadie los encontrara, estoy segura de que habría hecho que fuera mucho más difícil...

—¡Ve al grano!—exigió Ron.

—Fue muy sencillo.—repuso Hermione con un hilo de voz—. Sólo tuve que hacer un encantamiento convocador. Ya saben: «¡Accio!» Salieron volando por la ventana del despacho de Dumbledore y...fueron derecho al dormitorio de las chicas.

—Pero ¿cuándo hiciste eso?—preguntó Harry mirándola con una mezcla de admiración e incredulidad.

—Tuvo que ser mientras dormía.—se indignó la castaña-rojiza.

—Justo después del...del funeral de Dumbledore.—confesó ella con voz aún más débil—. Precisamente después de que acordamos no volver al colegio e ir en busca de los Horrocruxes. Cuando subí a buscar mis cosas, se me ocurrió que cuanto más supiera sobre ellos, mejor. Y como estaba sola, lo probé..y dio resultado. Entraron volando por la ventana y...los metí en mi baúl.—Tragó saliva y añadió—:No creo que Dumbledore se hubiera enfadado, porque nosotros no vamos a utilizar esa información para hacer un Horrocrux, ¿no?

—¿Acaso has oído que nos quejáramos?—inquirió Ron—. Pero, oye, ¿donde están esos libros?

Hermione rebuscó un momento y sacó del montón un grueso tomo encuadernado en piel negra y gastada. Lo miró con cara de repulsión y lo sujetó con la punta de los dedos, como si fuera un bicho muerto.

—Éste es el que da instrucciones explícitas de cómo hacer un Horrocrux: Los secretos de las artes más oscuras. Es un libro horrible, espantoso, lleno de magia maligna. Me gustaría saber cuándo lo retiró Dumbledore de la biblioteca. Si no lo hizo hasta que lo nombraron director del colegio, supongo que Voldemort sacó de aquí toda la información que necesitaba.

—Pero si ya había leído el libro, ¿por qué tuvo que preguntarle a Slughorn cómo se hacía un Horrocrux?—se extrañó Ginny.

—Voldemort sólo acudió a Slughorn para averiguar qué podía pasar si dividía su alma en siete partes.—aclaró Harry—. Dumbledore estaba convencido de que Ryddle ya sabía cómo hacer un Horrocrux cuando habló con Slughorn sobre ellos. Me parece que tienes razón, Hermione: es muy probable que haya sacado de ahí la información.

—Y cuanto más leo sobre ellos.—prosiguió la muchacha—, más horribles me parecen y más me cuesta creer que Voldemort hiciera seis. En este libro te advierten de lo poco sólido que queda el resto del alma cuando se divide, y eso creando sólo un Horrocrux...

Harry recordó que en una ocasión Dumbledore le había dicho que la maldad de Voldemort no conocía límites.

—¿Y no hay ninguna forma de volver a juntar las partes?—preguntó Ron.

—Sí.—afirmó Hermione con una sonrisa forzada—, pero eso resultaría terriblemente doloroso.

—¿Por qué? ¿Cómo se hace?—preguntó Ginny.

—Arrepintiéndote.—respondió Hermione—. Tienes que arrepentirte de verdad de lo que has hecho. Hay una nota a pie de página, ¿saben? Por lo visto, el dolor que sientes al hacerlo podría destruirte. Pero, no sé por qué, no me imagino a Voldemort intentándolo. ¿Y ustedes?

—No, yo tampoco.—opinó Ginny antes que nadie—. De hecho creo que hasta saldría corriendo con tan solo escuchar la palabra "arrepentirse"

Los tres restantes soltaron una pequeña risa antes de que Ron hablase.

—Entonces, ¿en ese libro se explica qué hay que hacer para destruir un Horrocrux?

—Sí, en efecto.—respondió Hermione, y pasó las frágiles páginas como si examinara entrañas podridas—, porque hace hincapié en lo potentes que han de serlos sortilegios que les hagan los magos tenebrosos. Por lo que he leído, deduzco que lo que Harry le hizo al diario de Ryddle es una de las pocas maneras verdaderamente infalibles de destruir un Horrocrux.

—¿Ah, sí? ¿Clavarle un colmillo de basilisco?—preguntó Harry.

—Pues menos mal que tenemos una gran provisión de colmillos de basilisco,¿no?—dijo Ron con sarcasmo—. Me preguntaba qué íbamos a hacer con ellos.

—No tiene que ser necesariamente un colmillo de basilisco.—explicó Hermione sin impacientarse—, pero sí algo tan destructivo que el Horrocrux no pueda repararse por sí mismo. El veneno de basilisco sólo tiene un antídoto, y es increíblemente escaso...

—Lágrimas de fénix.—musitó Harry asintiendo.

—Exacto.—confirmó Ginny entendiendo—. Nuestro problema es que hay muy pocas sustancias tan destructivas como el veneno de basilisco, y además resulta muy peligroso manejarlas y transportarlas. Ésa es una dificultad que tendremos que resolver, porque no basta con partir, aplastar ni machacar un Horrocrux, sino que debe quedar tan destrozado que no pueda repararse ni mediante magia.

—Pero, aunque destrocemos el objeto en que vive, ¿por qué no puede el fragmento de alma alojarse en otro objeto?—cuestionó Ron.

—Porque un Horrocrux es todo lo contrario de un ser humano.—Al ver que Harry y Ron se quedaban desconcertados, se apresuró a añadir—: Mira, si ahora mismo cogiera una espada, Ron, y te atravesara con ella, no le haría ningún daño a tu alma.

—Y seguro que eso sería un gran consuelo para mí.—ironizó Ron.Harry rió.

—Pues debería serlo.—habló Hermione, —Pero lo que Ginny quiere decir, es que le hagas lo que le hagas a tu cuerpo, tu alma sobrevivirá intacta. En cambio, con un Horrocrux pasa todo lo contrario: para sobrevivir, el fragmento de alma que alberga depende de su continente, de su cuerpo encantado. Sin él no puede existir.

—Podría decirse que ese diario murió cuando le clavé el colmillo.—reflexionó Harry recordando la tinta que manaba como sangre de sus perforadas hojas, y los gritos del fragmento de alma de Voldemort al esfumarse.

—Eso es. Y una vez destruido el diario, al fragmento de alma que se escondía en él ya no le fue posible seguir existiendo.—la castaña-rojiza retomó la palabra, —Yo intenté deshacerme del diario antes que tú, tirándolo por el retrete; pero el diario, como es lógico, no sufrió ningún daño.

—Espera un momento.—intervino Ron frunciendo el entrecejo—. El fragmentode alma que había en ese diario te poseyó, pelirroja, ¿no es así? No lo entiendo. ¿Cómo funciona eso?

—Verás, mientras el continente mágico sigue intacto, el fragmento de alma que hay dentro puede entrar y salir con facilidad de alguien que se haya acercado demasiado al objeto. No, no me refiero a cogerlo; no tiene nada que ver con el hecho de tocarlo.—añadió la chica antes de que su hermano la interrumpiera—. Me refiero a acercarse emocionalmente. Yo vertí mi corazón en ese diario, y eso me convirtió en un ser supervulnerable. Es decir, te pones en peligro si le tomas demasiado cariño al Horrocrux, o si estableces una fuerte dependencia de él

—Me intriga saber qué hizo Dumbledore para destruir el anillo.—comentó Harry—. ¿Por qué no se lo pregunté? La verdad es que nunca...

No terminó la frase; estaba pensando en todas las cosas que debería haberle preguntado y en la impresión que tenía, desde la muerte del director de Hogwarts, de haber desaprovechado muchas oportunidades de averiguar más cosas, de averiguarlo todo...

El silencio fue interrumpido por la puerta del dormitorio al abrirse con gran estrépito. Hermione dio un chillido y soltó Los secretos de las artes más oscuras; Brookshanks y Crookshanks se metieron debajo de la cama, bufando indignados; Ron se levantó de un brinco de la cama, resbaló con un envoltorio de rana de chocolate que había en el suelo y se golpeó la cabeza contra la pared, Ginny casi se va de espaldas tirando una caja con ella, y Harry buscó instintivamente su varita mágica antes de darse cuenta de que tenía delante a la señora Weasley, con el pelo alborotado y un humor de perros.

—Lamento mucho interrumpir esta agradable tertulia.—dijo con voz temblorosa —. Ya sé que todos necesitan descansar, pero en mi habitación hay un montón de regalos de boda que deben clasificarse, y se me ha ocurrido que a lo mejor querrían ayudarme.

—Sí, claro.—repuso Hermione con cara de susto, y al ponerse en pie dispersó los libros en todas direcciones—. Vamos enseguida, lo sentimos mucho....

Angustiada, agarró de la mano a Ginny, jalándola fuera de la habitación no sin antes mirar a sus amigos, e ir detrás de la señora Weasley.

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