48

Lee Kwan. A sus cinco años, se encontraba vagando por los amplios pasillos de aquél orfanato con una paleta en su boca. La pregunta del porqué había terminado ahí y sobre la existencia de sus padres biológicos, nunca fue una verdadera preocupación para él, de hecho, aquello le parecía en vano, pues a su edad los sentimientos tan comunes no latían en su corazón.

Para cuando cumplió diez, no era de extrañar que aquel muchacho delgaducho no tuviera amigos; puesto que a todos les parecía alguien extraño pero no de una manera en la que puedan tomarlo de burla o admiración, sino que aquel niño, con una sola mirada, intimidaba hasta el mismísimo equipo de dirección. Sin embargo, y para la suerte de quienes se suponían que cuidaban de él, algo sorprendente ocurría: una familia estaba interesada en él.

No fue felicidad, ni siquiera emoción lo que sintió, fue más bien angustia, pues lo estaban sacando de su zona de confort donde por diez años había sido su lugar seguro. No obstante, ahí estaba, tomando sus escasas pertenencias listo para empezar una vida al lado de una pareja felizmente casada. En ese entonces, Kwan, nunca se le había cruzado por la cabeza lastimar a alguien, ni le había llamado la atención hacerlo. Los sentimientos de los que tanto leía en los libros infantiles, no le eran familiares y fue así que, a los nueve, comenzó a escabullirse a la biblioteca y tomar de la gran pila de libros novelas juveniles. Sin embargo, aquello le parecía absurdo, el cómo los personajes se arriesgaban tanto por algo tan vulgar como el amor.

Finalmente encontró su literatura favorita y fueron extensos textos sobre asesinos seriales. Por supuesto que algo dentro de él se rehusaba a intentar hacer algo por el estilo, pues era consciente que aquello lo consideraban mal en la sociedad, aunque para él era un auténtico acto de hipocresía, pues, en su perspectiva, los humanos se la pasan destruyendo todo a su alrededor, matando animales con la simple excusa de alimentarse, los torturan, los usan de experimento y una lista interminable de cosas que, en su opinión, no hay demasiada diferencia con matar a otro ser humano, de hecho lo consideraba un acto justo en nombre de todas las especies que han extinto por culpa del hombre.

Sin embargo, hay algo que le fascina mucho más que aquellos animales, y es el matarse entre ellos. Cuando hay una guerra, se le considera héroe a alguien que ha aniquilado al enemigo, sin importar su familia, sin importar si en realidad lo merecía, pero cuando alguien lo hace solo por diversión, es mal visto. Lo tachan de asesino, loco, demente y más apodos de los que tal vez no es digno, pues para Kwan, todos somos asesinos solo por existir.

De cualquier manera, ahí estaba, camino a su nueva casa con sus libros favoritos sobre su maleta. Al principio, todo marchaba de forma normal, él sonreía y agradecía estar con ellos, aunque sabía que no debía, pues ellos lo tomaron bajo su cuidado por lo que es su responsabilidad cuidarlo y alimentarlo; de cualquier forma, parecía correcto agradecer las migajas que esa pareja solía brindarle.

Comenzó a ir a una escuela con un aburrido y tonto uniforme que, al igual que en el orfanato, no tuvo un gran comienzo. Parecía tener un cartel invisible sobre su cabeza permitiendo que todos se le alejen con solo verle. Y aunque a cualquier otro le hubiese causado tristeza, Kwan se sentía cómodo con aquello. Pues gracias a sus padres y la interminable lista de invitados que los alagaban por acoger a un huérfano entre sus manos, aprendió a imitar las más ordinarias y comunes expresiones y sentimientos. Fue así, como en vez de adquirir amigos de su edad, comenzó a ser parte del grupo de maestros, que debieron poner un límite, pero no fue así.

Incluso, fue aquello lo que lo llevó a sus catorce años, acostarse con su profesora de matemáticas en la sala de música. Y precisamente, aquellas emociones que intentaba aprender a oscuras en su habitación, fue lo que le llevó a llorar y fingir que aquella profesora había abusado de él.

Kwan no era iluso, sabía que aquello en realidad fue un abuso, aunque tuviera su consentimiento, pues él era un menor de edad y ella estaba más cerca de jubilarse que de ser una mujer de cuarenta y tantos en buen estado. Sin embargo, no le importó, debía ser la víctima de todo aquello, o al menos, eso fue lo que su padre le enseñó.

El hombre devoto por a la religión le había dado clases privadas de cómo debía comportarse, de lo que estaba bien y mal, y a pesar de que Kwan fingía escuchar atento lo que decía, no era aquello lo que le llamaba la atención precisamente, sino ver como al ser hombre debía controlar a la mujer que tenía a su lado; que no era de extrañar, marcar a la mujer como impura y vulgar si no se mantenía virgen hasta el casamiento.

Fue así que cuando cumplió los quince años, descubrió que su madre le había sido infiel a su padre. Ni siquiera lo dudó, solo tomó su cuchillo y lo enterró en el cuello de la mujer, y a pesar de ser consciente de lo que estaba haciendo no fue tan satisfactorio como creyó.

Para cuando llegó su padre, tuvo un ataque de pánico e histeria. Le llamó a un viejo amigo que recogió a Kwan a altas horas de la noche y luego desapareció. Supo más tarde que su padre se había culpado por el asesinato de su esposa, y más tarde había terminado con su vida. Para Kwan aquello fue lo único que necesitó para odiar profundamente a las mujeres.

El señor Yeon tenía un hijo que en poco tiempo se había vuelto aquel hermano que tanto deseo de pequeño, o más bien, aquél amigo del que siempre careció. Yeon Hyun con unos cuantos años más que él, se había vuelto uno de los hombres a seguir que tanto deseaba y poco a poco, aprendió de su entorno.

Para toda la comunidad, el señor Yeon, era un vecino amable, lleno de cariño y amor para dar a su comunidad, pues su esposa había fallecido al dar a luz a Hyun, y desde entonces comenzó a ir a misa cada semana, donaba y hacía servicio comunitario. Pero todo aquello era una máscara que lo mantuvo en el poder durante mucho años. Detrás de todo, de aquella cortina y show que armaba para todos, había armas, mujeres y droga. La muerte tocaba cada dos segundos la puerta de su casa, y casi siempre, el señor Yeon salía ileso.

Al comienzo le habían prohibido la entrada a aquellas fiestas interminables, donde todos consumían diferentes tipos de drogas, pero en cuanto el señor Yeon enfermó, Hyun tomó el mando, y así fue que Kwan ingresó a aquel mundo vicioso para aprender sobre el oficio de la familia.

Al principio le costó entender sobre la necesidad de querer acostarse con aquellas mujeres que una y otra vez buscaban consuelo en hombres diferentes. Sin embargo, le gustaba sentir aquella excitación de tener un arma en su poder.

Hyun lo sabía, él no había superado la muerte de su madre, porque en cuanto debía tomar un arma en entre sus manos, estas temblaban de forma incontrolable. Su hermano no le presionaba, no estaba de acuerdo con que estuviera dentro de aquel mundo, y al mismo tiempo temía porque fueras a hacerle algo quienes ya sabían que formaba parte del imperio Yeon. Hyun acudió a la única idea que se le ocurrió ene l momento, mantenerlo a su lado y escondido. Así fue como conoció a su protegida.

La primera pregunta de Kwan, fue si ella era virgen; una chica un año mayor que él, y sí, en definitiva, se había entregado pura a Hyun, era por eso que le agradaba a pesar de no tener tanto contacto con ella. Puesto que su hermano, no dejaba que nadie se le acercara, la pelinegra era menuda y delgada, pero su piel blanca irradiaba desde que entraba, llevándose varias miradas de todos los presentes. Incluso sus ojos color negro que no eran demasiados grandes, ni pequeño llamaban la atención, sus pestañas le ayudaban a que estos fueran resaltados. Su nariz respingada y su boca extraña, pues tenía el labio inferior grueso, sin embargo, el labio superior era tan fino como para perderse.

Ella caminaba como dueña del lugar porque era consciente que tenía al rey a su lado, que le protegía, por eso, elegía la mesa que deseaba aún si estaba ocupada, y por miedo, aquellas personas le cedían el lugar. Pero no era vanidosa, ni mucho menos arrogante. Kwan, le había escuchado un par de veces hablar con la única persona que podía acercarse, el mismísimo Hyun, y era bastante amigable, hasta incluso podría decir que no parecía ni de cerca la persona que aparentaba. Las malas palabras no estaban incluidos en su vocabulario, era torpe y temerosa. Yeonsoo se había vuelto la dama de la muerte siento tan solo un frágil diamante, y era todo un espectáculo verlo.

Kwan comenzó a envidiar aquella menuda hasta que un día lo vio. La realidad, era que ella era sometida por aquel hombre que decía ser su hermano; Yeonsoo era brutalmente golpeada, por alguna excusa idiota que Hyun había tomado para descargar su ira, pero aquello no fue lo que le llamó la atención esa noche terrorífica, sino el hombre que custodiaba aquella puerta; que en cuanto escuchó los gritos de ayuda de ella, simplemente se fue, dejando a la suerte la vida que podría salvar.

El famoso y temido Isilo, le había dado la espalda a una menuda mujer que en ocasiones él custodiaba. Kwan primero interrumpió aquella golpiza infernal, y luego cuando su hermano volvió al bar dejando una semi inconsciente Yeonsoo en el suelo, corrió tras Isilo pero el hombre ya estaba con su lengua en alguna mujer impura y sucia.

Después de esa noche, Kwan le rogó al menos una semana a Hyun para que lo deje entrar de forma oficial, sin embargo no quería que todos supieran que eran familia, quería ganarse el lugar a su lado, como lo era Isilo. Así que después de una larga charla, terminó ascendiendo, fue así que junto a su grupo de chicos, el doble de alto que él, el doble de fuerte y habilidosos, comenzaron un extenso entrenamiento con el mismísimo Isilo.

Al principio no parecía ser algo fuera de lo normal, les entrenaba como cualquiera lo haría, sin embargo, cuando comenzaron las clases con armas fue la peor parte para él. Se había acostumbrado tanto a imitar las emociones que llegó al punto de creer que las sentía, y fue aquello lo que jugó en su contra, pues se sentía nervioso ante la idea de cometer el mismo error que hace años atrás.

Kwan admiraba a Isilo, pues Hyun tenía sus contactos, tenía arma y poder, pero nadie temblaba ante su presencia como lo hacía con el mismísimo Isilo; él imponía respeto. Nadie hablaba antes que él, nadie se acercaba y si alguien se atrevía a tocarle, incluso por accidente, se golpeaban así mismo por miedo a que él los tocase.

Fue aquello mismo, lo que le llevó a odiarlo. Fue una tarde en la que por enésima vez Isilo le miraba con desprecio después de fallar por quinta vez un tiro, desperdiciando una bala. Él ni siquiera se digno a acercarse, lo había humillado frente a todos, diciendo que jamás podría ser uno de ellos, que era torpe e inútil. Fue la primera vez en años, incluso desde que nació, que experimento lo que era llorar.

Hyun se sintió tan avergonzado de él, tan humillado ante la idea que alguien tan mediocre se haga llamar su hermano que no pudo verle al rostro más tiempo, y así le pidió que se encargara de unos asuntos en Busan, lejos de todos.

Kwan sintió que tantos años sin tener sentimientos se habían acumulado en su cuerpo formando una masa de ira, rencor y furia hacia una sola persona en particular. En cuanto puso un pie en Busan decidió no ser la burla de nadie más y comenzó a entrenar. Cada vez que alguien debía dinero, era él mismo quien lo enfrentaba y aunque le pagara, los terminaba por asesinar. Se volvió ágil y meticuloso, su apariencia de un niño no levantaba sospechas y le daba una gran ventaja ante los demás. Así fue que combinó su facilidad para generar empatía, su inteligencia y maldad en una sola persona, aparentando ser solo un universitario, cuando la realidad era que no estaba ni cerca de ser el ejemplo de nadie.

Los años pasaron y los rumores corrían, cada vez era más temible su presencia, pero nadie le conocía, nadie podía señalarlo, pues todos los que tuvieron la dicha de verle se encuentran en estado de descomposición.

Un día mientras implementaba técnicas de torturas, frente a un hombre de edad mayor, escuchó un extraño rumor. Algo sobre que Yeonsoo había dejado a Hyun, sin embargo aquello no le sorprendía, pues se alegraba de hecho. Lo que le hizo detenerse fue saber que estaba con Isilo, e iban por la cabeza de su hermano.

Al principio no le creyó, Isilo era la mano derecha de Hyun y no podía solo dejarle por alguien tan sucia como Yeonsoo, pero era cierto. Así que dejó todo y volvió a su cuidad para ver con sus propios ojos lo que sucedía. En aquel momento siguió a Yeonsoo por todo un mes para verificar que en realidad sí estaba con Isilo.

Incluso volvió a la vida de Hyun quién no era ni la mitad del hombre que conocía. En ese entonces, se veía asustado, las personas ya no le temían, y el imperio que el señor Yeon había construido se fue en picada, solo y únicamente por la menuda que le sonreía a Isilo. Él lo sabía, habían destruido la vida de su hermano y no le perdonaría. Pero por supuesto que no podía simplemente llegar a ella y torturarla, aún le temía a Isilo.

Por eso comenzó a proyectar un detallado y meticuloso plan, donde al final, quería la cabeza de quién le había humillado y de la mujer que había destruido la vida de su hermano. Por supuesto, que ni siquiera logró terminar de efectuar todo, pues aquél día, su hermano había muerto gracias a ella.

Ni siquiera le permitieron hacer un funeral, solo fue cremado y tirado a la basura como si no fuese nada. La furia de Kwan comenzó a crecer de sobremanera, y a pesar de que quería volar la cabeza de Isilo, no pudo. Tenía informante por todos lados y así fue que supo sobre que Yeonsoo seguía con vida.

Kwan río mucho. No esperaba que aquella pareja fuera tan poética y burda. Así fue que comenzó a espiar a ambos chicos para estudiarlos más que otra cosa. Quería saber que era aquello que impulsaba tanto a Yeonsoo para seguir con su mentira. Aún le costaba mucho entender a Isilo fue entonces que la oportunidad de su vida llegó. Él abrió un bar.

Kwan pulió su empatía, carisma y diversión. Ni siquiera dudaron en él al contratarlo, así que no solo vigilaba a Yeonsoo algunas noches, sino que se había metido en la vida de Yoongi. Aunque no puede obviar el hecho de que le generó aún más odio el que no le reconociese. Pues había hecho de sus primeros años un martirio para él, tanto para soñarlo noche tras noche. Pero Isilo no parecía recordarle, ni siquiera era el sujeto que había conocido.

Luego de casi un año conviviendo con el sujeto, se dio cuenta que no era tan temeroso como creía, aquella aura se había esfumado. Había cambiado la droga, las armas y las mujeres, por comida, una cocina y estabilidad emocional. Tan ordinario.

Cuando Kwan se cansó de esperar, recibió aquella llamada que haría su vida más fácil. Yeonsoo se estaba rindiendo, y la necesitaba en su juego de forma activa para comenzar aquél tortuoso plan, por eso, volvió a los bares donde Hyun e Isilo frecuentaban y tomo a la chica con la que Yoongi solía revolcarse. Fue divertido, después de un tiempo de permanecer sereno, el torturar y matar a alguien. Escribió una carta y se fue abandonando el cuerpo en un descampado a la vista de todos.

No tardó tanto en aparecer la menuda en la vida de Yoongi otra vez, fue todo una poesía ver la reacción de él pero, sobre todo, el luchar uno contra otro, fingir que no se quieren, o tal vez, obligarse a amarse por algún retorcido recuerdo. De cualquier forma, el juego había comenzado y nada podría pararlo.

Fue fácil ingresar a la vida de Jimin que, al principio, creyó que lo mejor sería no tocarlo, pues parecía alguien temeroso con aquellas cicatrices. Al final fue el más débil y en un abrir y cerrar de ojos ya lo tenía en su poder. Quién más le costó fue Hunter, la rubia tenía talento y un par de veces, la vio leyendo su falso expediente. Ella sospechaba pero, había generado tanta empatía en Namjoon, que le ayudo a que la rubia lo olvidara. Por eso se divirtió y se aseguró de dejar secuelas permanentes en Hunter.

Finalmente, cuando la habilidad de Yoongi y Yeonsoo despertaron, las cosas comenzaron a complicarse. La idea principal era mandar a todos a la morgue, uno por uno. Sin embargo no podía, aquellos chicos, unieron fuerzas para ir contra él. Fue aquello mismo lo que le forzó a matar a Eungi.

La pobre pelirroja le había conocido en el orfanato y, años más tarde, le encontró en la universidad, era la mejor de su clase. Pero se había encontrado con Kwan y era lo único que necesitó para convertirla en una adicta. Al ingresarla al mismo centro que Jimin, pudo manipular al castaño.

De cualquier forma, le había matado para salvar su cuello. Porque cuando fue a ver a Hunter en aquella ocasión al hospital, vio más personas. De las que no estaba enterado al cien por ciento. Y le entró el pánico porque aquel sujeto de rulos y castaño, comenzó a mirarlo extraño, como sospechando sobre sus verdaderas intenciones.

No fue difícil hacerse pasar por enfermero y cambiar algunas muestras de ADN en el hospital para que le dieran por muerto. Aunque Kwan no era idiota, sabía que al final se darían cuenta que aquél cuerpo era de una mujer, lo que esperaba para entonces, haber matado a Isilo y Yeonsoo, y así desaparecer.

Pero nada salió a la perfección, y eso le enfureció aún más. Alguien había llegado hasta la trampa de Yeonsoo y había matado a todos dejándole en libertad junto a la enfermera, a quién deseaba matar con lentitud.

Por otro lado, vio el momento exacto en el que las personas comenzaban a salir de sus casas al ver el fuego, lo que le permitió ver a Jungkook salir con Isilo totalmente ileso. Al menos, tuvo la satisfacción de ver el rostro destruido de Yeonsoo al creer que Yoongi había muerto.

Pero no ha terminado, ambos están a salvo y ahora van detrás de él.

Kwan está solo, ya que ha eliminado todos los hombres que le seguían para que no haya testigos. Así que, sin más preámbulo, corre hasta su apartamento y se equipa con armas. Sale de aquel lugar y se dirige a dónde todo comenzó, porque sabe que Yoongi va detrás de él, y tiene sed de venganza.

—Atrápame si puedes, Isilo.

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