Cap. VIII
Al día siguiente, Kokushibou se levantó temprano. Mientras se vestía, notó la marca en su cuello, una que Yoriichi había dejado durante su encuentro. Su rostro se tiñó de preocupación y miedo al imaginar que Muzan pudiera verlo.
-¿Qué voy a hacer?- pensó, revisándose frente al espejo.
Agradeció que el clima fuera fresco y eligió una camisa de manga larga para cubrirlo. Se aseguró de abotonarla hasta arriba, intentando ocultar cualquier rastro. Respiró profundo y salió de su habitación.
Al bajar las escaleras, la escena lo descolocó. Allí estaba Yoriichi, en la cocina, moviéndose con calma mientras preparaba el desayuno. Parecía completamente ajeno a lo ocurrido la noche anterior, como si nada hubiera pasado.
-Buenos días, Michikatsu -saludó Yoriichi con su voz serena y amable, sin apartar la vista de los utensilios.
Kokushibou sintió un escalofrío al escucharlo. Intentó responder, pero las palabras se le atoraron en la garganta. Se sentó a la mesa, observando a su hermano con cautela, su mente llena de dudas y emociones encontradas.
Yoriichi se giró para dejarle un plato frente a él, con la misma expresión tranquila de siempre.
-Espero que tengas un buen día en la escuela -añadió antes de volver a su tarea.
Kokushibou asintió en silencio, esforzándose por mantener la compostura. Pero la inquietud seguía ahí, latente, mientras pensaba en cómo evitar que Muzan descubriera lo que había ocurrido.
Kokushibou caminaba hacia la escuela con los pensamientos revueltos. La paranoia lo estaba consumiendo; sentía cosquilleos en el cuello, como si la marca que Yoriichi había dejado ardiera y delatara todo lo ocurrido.
Se convenció de que debía ser cauteloso. No quería encontrarse con ninguno de sus amigos, y mucho menos con su profesor, Muzan. Su plan era sencillo: llegar, guardar sus cosas y mantenerse alejado de las miradas inquisitivas.
Al entrar al edificio, se dirigió directamente a su casillero. Miró rápidamente a su alrededor para asegurarse de que nadie estuviera cerca. Mientras guardaba sus libros, el aire se tornó pesado, y una sensación de inquietud lo invadió.
Al cerrar la puerta del casillero, lo vio. Muzan estaba ahí, a unos metros, observándolo con una expresión que Kokushibou no pudo descifrar del todo.
-Buenos días, Koku -saludó Muzan, su voz próspera y ligeramente burlona.
Kokushibou tragó saliva y esbozó una sonrisa nerviosa, intentando mantener la compostura.
-B-Buenos días, profesor -respondió, evitando mirarlo directamente a los ojos.
Muzan se acercó con pasos seguros, como un depredador que había detectado a su presa. Su sonrisa se amplió ligeramente, haciendo que Kokushibou sintiera un nudo en el estómago.
-Te ves algo tenso hoy, ¿ocurre algo? -preguntó Muzan con un tono aparentemente amable, aunque sus ojos destilaban curiosidad y malicia.
-No, todo está bien -mintió Kokushibou, apretando los puños dentro de los bolsillos de su chaqueta.
Muzan lo estudió por unos segundos que se sintieron eternos, su mirada fija en el cuello del joven. Aunque estaba cubierto por la camisa de manga larga, parecía que el profesor podía ver a través de la tela, lo que solo aumentaba la paranoia de Kokushibou.
-Espero que así sea, Koku -dijo finalmente, con una sonrisa enigmática. Luego, sin decir más, se dio media vuelta y comenzó a caminar por el pasillo.
Kokushibou dejó escapar un suspiro tembloroso cuando Muzan desapareció de su vista. Su corazón latía con fuerza, y sus piernas casi no le respondían. Sabía que no podría evitarlo para siempre, pero por ahora, debía mantenerse lo más lejos posible de él.
Mientras avanzaba hacia su primera clase, la paranoia lo acompañaba. Cada mirada que recibía, cada paso que escuchaba, lo hacía sentir como si todos supieran su secreto. Como si Muzan estuviera acechándolo, esperando el momento perfecto para confrontarlo.
Kokushibou llegó al aula sintiéndose vulnerable, como si llevara un letrero invisible en la frente que delataba todo lo que estaba intentando ocultar. Apenas se sentó en su lugar, pegado a la ventana, bajó la cabeza fingiendo revisar sus apuntes, aunque su mente estaba muy lejos de lo que tenía escrito.
"¿Por qué estaba ahí? ¿Me estaba esperando? No, no tiene sentido...", pensaba, mientras apretaba los bordes de su cuaderno. La voz de Muzan, tranquila y ligeramente burlona, resonaba en su mente.
El timbre sonó, y los alumnos comenzaron a entrar. Kokushibou intentó relajarse, pero su paranoia no lo dejaba en paz. Sus amigos no tardaron en llegar. Akaza fue el primero en notarlo.
-Hey, ¿qué pasa contigo? Pareces... extraño.
-¿Extraño? No, estoy bien -mintió rápidamente, levantando la vista con una sonrisa forzada.
Douma, que se sentó justo detrás de él, ladeó la cabeza con su típica sonrisa juguetona.
-Koku, eres terrible mintiendo. ¿Qué estás ocultando?
Kokushibou se tensó al instante, pero antes de que pudiera responder, la puerta del aula se cerró. El murmullo de los estudiantes cesó de golpe. Muzan había llegado.
-Buenos días a todos -saludó el profesor con su voz usualmente elegante, aunque sus ojos se desviaron rápidamente hacia Kokushibou, quien se sintió perforado por aquella mirada.
El resto de la clase no pareció notar nada, pero Kokushibou podía sentirlo. Era como si Muzan estuviera hablándole solo a él con aquel contacto visual fugaz.
Las horas pasaron lentamente. Kokushibou intentaba concentrarse, pero cada vez que levantaba la mirada, sentía los ojos de Muzan sobre él. Cuando finalmente sonó el timbre del almuerzo, Kokushibou aprovechó la oportunidad para escapar.
-¿No vas a comer con nosotros? -preguntó Akaza, mientras Douma alzaba una ceja, claramente intrigado.
-Tengo cosas que hacer -respondió rápidamente, recogiendo sus cosas antes de salir casi corriendo.
Encontró refugio en un rincón del patio trasero de la escuela, donde no había casi nadie. Apoyó la espalda contra una pared y respiró profundamente, intentando calmarse.
"Esto no puede seguir así. Me estoy volviendo loco", pensó, llevándose una mano al cuello donde la marca seguía quemando como un recordatorio constante de lo que había pasado la noche anterior.
Pero no estaba solo.
-Escapando de nuevo, veo.
La voz suave, pero con un tono cargado de intención, lo congeló en su lugar. Lentamente giró la cabeza, y ahí estaba Muzan, apoyado contra un árbol cercano, observándolo con una sonrisa que no auguraba nada bueno.
-¿Creías que podrías evitarme todo el día, Kokushibou? -preguntó, dando un paso hacia él.
El corazón de Kokushibou empezó a latir con fuerza, y por un momento, pensó en correr. Pero sus piernas no respondían. La presencia de Muzan lo tenía atrapado.
-¿D-Debo ayudarle en algo, profesor? -preguntó, intentando sonar natural, aunque su voz temblaba.
Muzan negó con la cabeza, su sonrisa ampliándose.
-Solo quería recordarte algo: no importa cuánto lo intentes, no puedes esconderte de mí.
Kokushibou sintió un escalofrío recorrerle el cuerpo. Muzan se dio la vuelta y comenzó a alejarse, pero antes de desaparecer por completo, añadió:
-Nos vemos en la próxima clase.
Cuando finalmente quedó solo, Kokushibou sintió que le faltaba el aire. Apretó los puños con fuerza, odiándose a sí mismo por no haber podido decir nada, por haber quedado paralizado una vez más.
La marca en su cuello pareció arder más intensamente, como si estuviera reaccionando a las palabras de Muzan. No podía seguir así. Pero, ¿qué podía hacer?
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Kokushibou permaneció en el rincón del patio, tratando de recobrar la compostura. Las palabras de Muzan seguían resonando en su cabeza, como un eco que se negaba a apagarse. Sentía la marca en su cuello ardiendo como si fuera una amenaza viva.
"No puedo seguir así", pensó, llevando una mano a su pecho mientras intentaba calmar su respiración. A pesar de sus esfuerzos por mantenerse bajo control, las lágrimas comenzaron a acumularse en sus ojos. Se las secó rápidamente, furioso consigo mismo. No podía permitirse ser débil, no ahora.
Decidió que necesitaba salir de ahí, alejarse de todo por un momento. Caminó hacia los baños, buscando un lugar donde pudiera esconderse de la mirada invasiva de Muzan. Cerró la puerta de un cubículo y se sentó en el inodoro, abrazándose las rodillas mientras trataba de procesar lo que estaba pasando.
Los minutos pasaron, y cuando finalmente sintió que podía enfrentarse al mundo de nuevo, salió del baño con pasos lentos, decidido a terminar el día lo más desapercibido posible. Sin embargo, al doblar una esquina en el pasillo, casi chocó con Nakime, quien lo miró con una mezcla de preocupación y sorpresa.
-Kokushibou, ¿estás bien? Te ves... agotado.
-Estoy bien -mintió rápidamente, intentando evitar su mirada.
Nakime no parecía convencida. Se cruzó de brazos, bloqueándole el paso.
-No, no estás bien. ¿Qué está pasando?
Kokushibou tragó saliva, sus pensamientos enredándose mientras intentaba buscar una respuesta. No podía decirle la verdad.
-Solo... tengo muchas cosas en la cabeza. Nada de qué preocuparse.
-Si tú lo dices... -respondió Nakime, aunque en su mirada persistía la preocupación. Decidió no presionarlo más, pero aún así caminó junto a él, como si quisiera asegurarse de que estuviera bien.
Cuando finalmente llegaron al aula para su siguiente clase, Kokushibou suspiró aliviado al ver que Muzan no estaba ahí todavía. Se sentó rápidamente en su lugar, sacando sus libros para fingir que estaba ocupado. Nakime tomó asiento cerca de él, mirándolo de reojo de vez en cuando.
No pasó mucho tiempo antes de que Muzan entrara al aula. Su presencia llenó el espacio de inmediato, como siempre, pero esta vez Kokushibou sintió un escalofrío al verlo. Sus ojos se encontraron por un breve segundo, y Muzan le dedicó una sonrisa que lo hizo bajar la mirada rápidamente.
La clase transcurrió lentamente, cada segundo sintiéndose eterno para Kokushibou. Cuando finalmente la campana sonó, recogió sus cosas con rapidez, esperando salir antes de que Muzan pudiera detenerlo.
Sin embargo, justo cuando estaba a punto de cruzar la puerta, sintió una mano en su hombro. Se congeló al instante.
-Kokushibou, ¿puedes quedarte un momento? -dijo Muzan con una sonrisa que no llegaba a sus ojos.
Nakime lo miró con curiosidad desde su asiento.
-¿Todo bien? -preguntó, antes de levantarse.
-Sí, no te preocupes. Saldré en un momento -respondió Kokushibou, forzando una sonrisa para tranquilizarla.
Nakime asintió, aunque parecía dudar. Finalmente salió del aula, dejándolo solo con Muzan.
El profesor cerró la puerta detrás de ella y se acercó a Kokushibou lentamente, su mirada fija en él.
-Estás más tenso de lo habitual hoy. ¿Algo te molesta?
-No, profesor. Estoy bien -respondió Kokushibou rápidamente, evitando su mirada.
Muzan soltó una risa baja.
-¿Seguro? -preguntó, inclinándose hacia él. Antes de que Kokushibou pudiera reaccionar, Muzan apartó con suavidad el cuello de su camisa, exponiendo parte de la piel que había estado ocultando-. Sabes que no tienes que ocultar esto conmigo.
El corazón de Kokushibou se aceleró.
-¡No haga eso! -dijo, apartándose rápidamente.
La sonrisa de Muzan se desvaneció por un momento, reemplazada por una mirada de ligera irritación.
-No seas tan dramático, Koku. Solo quiero demostrarte mi aprecio.
Kokushibou retrocedió un paso más, pero Muzan lo siguió, inclinándose hacia él como si fuera a besar su cuello.
-No... -susurró Kokushibou, levantando una mano para detenerlo.
Finalmente, lo empujó con fuerza, logrando poner algo de distancia entre ambos.
-¡Le dije que no me toque! -gritó, su voz temblando pero firme.
Muzan lo observó en silencio por un momento, su expresión volviéndose más fría. Luego, sonrió con esa misma oscuridad que lo hacía estremecer.
-Muy bien, como quieras. Pero recuerda, Kokushibou... yo siempre consigo lo que quiero.
Con eso, Muzan dio media vuelta y salió del aula, dejando a Kokushibou solo, con el corazón latiendo con fuerza y la respiración agitada.
Cuando Nakime lo vio minutos después en el pasillo, lo llamó con suavidad.
-¿Seguro que estás bien? -preguntó nuevamente, pero Kokushibou solo asintió, forzando una sonrisa que no llegaba a sus ojos.
Nakime lo siguió de cerca mientras caminaban por el pasillo. Podía notar que Kokushibou estaba más inquieto de lo habitual. Su silencio era pesado, casi opresivo, y eso solo incrementaba su preocupación.
-Koku, por favor, si algo te está pasando, puedes decírmelo -dijo en voz baja, tratando de no incomodarlo frente a los demás estudiantes que iban y venían.
Kokushibou apretó los libros contra su pecho, evitando su mirada.
-Ya te dije que estoy bien, Nakime. Solo... necesito estar solo un rato, ¿de acuerdo?
Nakime frunció el ceño. Nunca lo había visto tan distante, tan desesperado por evitar cualquier conversación. Decidió no insistir, pero eso no significaba que dejaría de observarlo de cerca.
A lo largo del día, Kokushibou evitó a todos, incluyendo a sus amigos. No quería correr el riesgo de que alguien notara la marca o que Muzan volviera a buscarlo. Se refugiaba en los pasillos menos concurridos o en los baños, cualquier lugar donde pudiera mantenerse fuera de vista.
Nakime, por su parte, había decidido investigar por su cuenta. Sabía que Kokushibou estaba ocultando algo, y estaba decidida a descubrir qué era. Durante el receso, fue al aula de los profesores, fingiendo que buscaba algo. Su mirada se posó en Muzan, quien estaba sentado en su escritorio, revisando unos papeles. Su semblante era tan tranquilo y controlado como siempre, pero algo en su expresión la inquietó.
"¿Él tendrá algo que ver con esto?" pensó, observándolo detenidamente desde la puerta. Muzan levantó la mirada y sus ojos se encontraron con los de Nakime. Una sonrisa leve y calculadora apareció en su rostro, como si supiera exactamente lo que ella estaba pensando.
-¿Necesitas algo, Nakime? -preguntó con esa voz suave y peligrosa.
Nakime se tensó, pero mantuvo la compostura.
-No, solo estaba buscando al profesor Himejima.
-Ah, Gyomei. Está en la sala de reuniones, creo. Pero si necesitas algo más, estoy aquí para ayudarte. Siempre lo estoy para mis alumnos.
La forma en que lo dijo hizo que un escalofrío recorriera su espalda.
-Gracias, profesor Kibutsuji -respondió antes de salir rápidamente del aula.
Muzan la observó alejarse, sus ojos brillando con una mezcla de diversión y advertencia.
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Mientras tanto, Kokushibou se había refugiado en la azotea de la escuela, donde esperaba que nadie lo encontrara. Estaba sentado contra la pared, con la cabeza entre las rodillas, tratando de ordenar sus pensamientos.
"Esto no puede seguir así", pensó. "Tengo que encontrar una forma de librarme de él".
Pero ¿cómo? Muzan tenía un control absoluto sobre todo. Si intentaba enfrentarlo, las consecuencias serían terribles, no solo para él, sino posiblemente también para Nakime y los demás.
Sus pensamientos fueron interrumpidos por el sonido de pasos acercándose. Levantó la cabeza rápidamente, alarmado, y vio a Nakime parada frente a él.
-¿Cómo me encontraste? -preguntó, su voz llena de cansancio.
-Te conozco mejor de lo que crees, Koku -respondió, sentándose a su lado. Lo miró con seriedad-. ¿Es Muzan el problema?
Kokushibou apartó la mirada, su silencio confirmando lo que Nakime ya sospechaba.
-Lo sabía -murmuró ella-. Koku, tienes que decirme qué está pasando. No puedo ayudarte si no me dejas entrar.
Kokushibou apretó los puños, luchando consigo mismo. Parte de él quería contarle todo, descargar el peso que llevaba. Pero otra parte, la más fuerte, tenía miedo.
-Nakime, no hagas falsas acusaciones. Muzan nunca me ha hecho nada malo. Simplemente deja de inventar
-Por favor, confía en mí..
Kokushibou finalmente la miró, sus ojos llenos de dolor y desesperación.
-Nakime por favor.
Nakime entrecerró los ojos, decidida.
El silencio entre ellos se alargó, pero antes de que Kokushibou pudiera responder, el sonido de la campana interrumpió la conversación.
Nakime suspiró, sabiendo que no podía forzarlo a hablar.
-Está bien, pero recuerda que siempre te apoyaré
Kokushibou asintió lentamente, sintiéndose ligeramente aliviado por sus palabras. Pero sabía que aún tenía un largo camino por recorrer antes de poder liberarse de Muzan.
La campana final marcó el término del día escolar, y Kokushibou sintió un alivio abrumador al pensar que finalmente podría irse a casa. Había logrado evitar a Muzan durante la mayor parte del día, aunque las miradas y comentarios de Nakime lo tenían intranquilo. Ahora, solo quería desaparecer, encerrarse en su cuarto y tratar de olvidar todo lo que estaba ocurriendo.
Con pasos rápidos, se dirigió hacia la salida principal. Estaba tan concentrado en escapar que no notó la figura que lo observaba desde el final del pasillo. Justo cuando estaba a punto de cruzar la puerta, una mano fuerte lo agarró del brazo, tirando de él con fuerza.
-¿Qué haces con tanta prisa? -susurró Muzan, su tono suave, pero cargado de amenaza.
Kokushibou giró la cabeza con el corazón en la garganta.
-P-Profesor... tengo que irme -dijo, intentando soltarse, pero Muzan lo sostuvo con firmeza.
-Oh, no tan rápido, Koku. Creo que necesitamos hablar.
Antes de que pudiera protestar, Muzan lo arrastró por el pasillo hasta un aula vacía. Cerró la puerta detrás de ellos y se quedó parado frente a Kokushibou, bloqueando la salida.
-¿Qué le pasa a mi alumno favorito hoy? -preguntó con una sonrisa que no llegaba a sus ojos-. Has estado evitándome todo el día.
Kokushibou retrocedió un paso, sintiendo que el aire en el aula se volvía más pesado.
-No es nada... solo estoy cansado -mintió, mirando hacia cualquier lado menos a Muzan.
El profesor cruzó los brazos, inclinándose ligeramente hacia él.
-¿Cansado? No me mientas, Koku. Algo te pasa, y quiero saber qué es.
Kokushibou tragó saliva, sus manos temblaban mientras apretaba sus libros contra su pecho.
-Le dije que no es nada... Déjeme irme, por favor.
Muzan sonrió, pero sus ojos destilaban impaciencia.
-No hasta que me digas la verdad. ¿Por qué me estás evitando?
El joven intentó pasar a la fuerza, empujando a Muzan para salir, pero el mayor lo sujetó de los hombros y lo empujó contra la pared. Kokushibou soltó un jadeo de sorpresa, incapaz de moverse mientras Muzan lo mantenía atrapado.
-¿Qué te pasa? -preguntó Muzan, esta vez en un tono bajo y amenazante, su rostro peligrosamente cerca del de Kokushibou-. ¿Es por la marca? ¿Es eso lo que te incomoda?
Kokushibou apartó la mirada, respirando rápidamente.
-Déjeme irme... por favor -murmuró, sintiéndose cada vez más atrapado.
Muzan levantó una mano, tocando suavemente el cuello de Kokushibou donde la marca estaba oculta bajo su camisa.
-No entiendo por qué actúas así
Kokushibou se apartó bruscamente, logrando zafarse de su agarre.
-¡Simplemente no quiero verte!-
Muzan se quedó en silencio por un momento, mirándolo con frialdad. Luego dio un paso hacia él, y aunque no levantó la voz, su tono fue suficiente para hacer que Kokushibou sintiera un escalofrío recorrer su espalda.
-Esa es una actitud muy ingrata, Koku. Olvidas quién soy y lo que puedo hacer.
El corazón de Kokushibou latía con fuerza mientras retrocedía hacia la puerta, pero antes de que pudiera alcanzarla, Muzan lo tomó del brazo de nuevo, esta vez con más fuerza.
-Escúchame bien -susurró Muzan, acercándose peligrosamente-. No tienes idea de lo que podría pasarte si sigues actuando así.
Kokushibou intentó apartarse de nuevo, pero sus fuerzas parecían haberse evaporado.
-¿Por qué me está haciendo esto? -preguntó en voz baja, sus ojos llenos de desesperación.
Muzan inclinó la cabeza, como si estuviera analizando cada palabra, cada movimiento.
-Porque puedo, Kokushibou. Porque eres mío, y no dejaré que nadie se interponga entre nosotros.
Kokushibou sintió que sus piernas flaqueaban, pero logró mantener la compostura.
-Déjeme ir... por favor -repitió, esta vez con una voz quebrada.
Muzan lo observó por unos segundos.
Kokushibou apenas había terminado de suplicar que lo dejara ir cuando Muzan, con una sonrisa retorcida, lo tomó del rostro y lo besó con fuerza. Sus manos eran firmes, inmovilizándolo mientras el menor luchaba inútilmente, tratando de apartarse.
-¡Por favor, Muzan, déjeme! -gritó Kokushibou entre jadeos, tratando de zafarse. Su voz estaba cargada de desesperación, pero Muzan no parecía dispuesto a ceder.
Con un movimiento brusco, Muzan lo empujó hacia uno de los pupitres. Kokushibou cayó sentado con un golpe, y antes de que pudiera levantarse, el mayor lo sujetó de los hombros, inclinándose sobre él.
-¿Por qué me estás evitando, Kokushibou? -preguntó con una voz peligrosa, que ocultaba apenas su creciente molestia.
Kokushibou abrió la boca para responder, pero sus palabras murieron en su garganta cuando Muzan tiró de la manga larga de su uniforme, dejando al descubierto su cuello. Fue entonces cuando lo vio.
Una marca, tenue pero inconfundible, adornaba la piel de Kokushibou. Muzan entrecerró los ojos, observándola con una expresión que se oscurecía con cada segundo que pasaba.
-¿Qué... es esto? -preguntó, su voz baja y cargada de peligro.
Kokushibou se quedó helado, incapaz de moverse mientras sentía cómo la furia de Muzan crecía.
-¡¿QUIÉN TE HIZO ESTO?! -gritó de repente, golpeando la mesa junto al rostro de Kokushibou con tal fuerza que hizo que el menor se estremeciera.
-¡N-Nadie! ¡Le juro que no es lo que parece! -dijo Kokushibou, tratando de calmarlo, aunque su propio tono traicionaba su miedo.
Pero Muzan no estaba dispuesto a escuchar razones. Lo sujetó del uniforme y, con manos hábiles, empezó a desvestirlo, arrancándole la camisa para dejar su torso al descubierto. Kokushibou trató de detenerlo, pero la fuerza de Muzan era demasiado.
Cuando el mayor vio su cuerpo, su rostro se contrajo de furia. Las marcas que recorrían la piel de Kokushibou eran claras, como cicatrices de un pasado que él no entendía pero que lo llenaban de rabia.
-¡¿Con quién estuviste?! ¡Dímelo ahora! -exigió Muzan, sujetándolo por la mandíbula, obligándolo a mirarlo.
-¡N-No, Muzan! ¡Yo nunca te engañaría, créeme! -respondió Kokushibou, su voz temblorosa mientras sus ojos se llenaban de lágrimas.
Muzan soltó una carcajada seca, llena de desdén.
-No pienso creerte nada. Esas marcas dicen todo lo contrario.
-¡Muzan, por favor! -rogó Kokushibou, aferrándose desesperadamente al brazo del mayor cuando este comenzó a alejarse. Las lágrimas caían libremente por su rostro, su miedo palpable en cada palabra-. ¡No te vayas, por favor!
Pero Muzan lo apartó con un movimiento brusco, zafándose de su agarre como si fuera algo insignificante.
-No quiero escuchar más excusas, Kokushibou. Ya estoy harto.
Kokushibou se quedó paralizado en su lugar, observando cómo Muzan se dirigía a la puerta con una mirada cargada de desprecio. La desesperación lo consumía mientras intentaba procesar lo que acababa de suceder.
Cuando Muzan finalmente salió, el aula quedó en un silencio sepulcral. Kokushibou cayó al suelo de rodillas, su cuerpo temblando mientras las lágrimas seguían cayendo.
Había perdido todo control, y el reflejo de Muzan lo atormentaba con el peso del pasado que intentaba olvidar. En su mente, los recuerdos de Yoriichi se mezclaban con la furia y el dolor que acababa de experimentar.
El trauma y el miedo lo envolvieron como una sombra, dejándolo vacío, roto y aterrorizado de lo que podría venir después.
Kokushibou se quedó inmóvil por unos minutos después de que Muzan se fue, sus manos temblorosas apretando los bordes de su camisa desordenada. Sentía que su pecho iba a explotar; cada respiración le dolía como si el aire se negara a entrar en sus pulmones. Las marcas en su cuerpo, las palabras de Muzan, la impotencia... todo lo aplastaba como una tormenta incesante.
Con las piernas débiles, se puso de pie lentamente. Se miró en el reflejo de una de las ventanas del aula: su cabello despeinado, sus ojos rojos por las lágrimas, y su camisa abierta, dejando al descubierto las marcas que tanto lo atormentaban. No podía quedarse más tiempo en ese lugar.
Tomó su camisa y, entre lágrimas, trató de abotonarla con manos temblorosas. Su visión borrosa no le permitía hacerlo correctamente, pero no le importaba. Solo quería salir de ahí, alejarse de la escuela, de Muzan, de todo.
Cuando finalmente logró arreglar su uniforme lo suficiente para cubrirse, salió del aula con pasos rápidos pero inseguros. Mantenía la cabeza baja, evitando encontrarse con alguien en el pasillo. Su respiración seguía acelerada, y sus lágrimas no dejaban de caer, pero se las limpiaba con brusquedad, como si quisiera borrar el dolor que sentía en su interior.
El sonido de las risas y conversaciones de otros estudiantes resonaba en los pasillos, pero todo le parecía lejano, como si estuviera atrapado en una burbuja que lo aislaba del mundo. Se apresuró a salir del edificio, ignorando las miradas curiosas de algunos compañeros que notaban su aspecto desaliñado y su rostro angustiado.
Cuando finalmente estuvo fuera, el aire fresco golpeó su rostro, pero no le trajo alivio. Su cuerpo seguía temblando, y las lágrimas seguían fluyendo. Apresuró el paso hacia la salida de la escuela, cruzando las puertas sin mirar atrás.
El camino a casa se sintió eterno. Con cada paso, los recuerdos de lo que había ocurrido se repetían en su mente como una película de terror. Las manos de Muzan, su voz cargada de ira, las marcas en su cuerpo que lo traicionaban... todo lo hacía sentirse sucio, vulnerable, y sobre todo, roto.
-¿Por qué...? -murmuró entre sollozos, llevándose las manos al rostro mientras caminaba. No podía entender por qué todo se estaba desmoronando tan rápido.
Al llegar a su casa, apenas tuvo fuerzas para abrir la puerta. Cerró con un movimiento brusco, apoyándose contra la madera mientras su cuerpo se deslizaba hacia el suelo. Se abrazó las rodillas y dejó que las lágrimas fluyeran libremente.
No sabía cuánto tiempo estuvo ahí, en el suelo frío de la entrada, llorando en silencio. La casa estaba vacía, y el silencio solo hacía eco de su tormento. Eventualmente, con movimientos lentos y pesados, se levantó y se dirigió a su habitación.
Se quitó el uniforme con desgano, evitando mirarse al espejo. Cada vez que su mirada se cruzaba con su reflejo, veía no solo las marcas de Yoriichi, sino también el desprecio en los ojos de Muzan, la sensación de haber fallado y la desesperación de no poder escapar de su control.
Se puso una camiseta larga y se tumbó en su cama, abrazando una almohada mientras su cuerpo se sacudía con pequeños sollozos. Sentía que estaba al borde de un abismo, incapaz de encontrar una salida.
"¿Por qué me pasa esto?", pensó, sus ojos cerrándose lentamente por el agotamiento. Aunque quería respuestas, sabía que no llegarían pronto.
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Toca actualizar más seguido JAKAJAJA
BYEES MIS LECTORESS 💗
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