Capítulo 2: Caos en Japón.

Izanami se acercó a la ventana de su habitación. Hace unos pocos segundos había despedido a sus hijos ya que necesitaba un momento de soledad para calmar su mente y aclarar sus ideas.
Arrugó el papel que sostenía en sus manos y lo lanzó fuertemente hacia el suelo para posteriormente soltar un fuerte suspiro.

Se trataba de la invitación a la siguiente reunión del Consejo de Dioses con cede en el Olimpo.

Ya habían pasado mil años desde aquel evento. Ese estúpido e innecesario evento en el cuál había perdido a uno de sus hijos en una pelea contra un humano el cuál ahora campaba libremente a sus anchas por el Valhalla, mientras ella aún lloraba la memoria de su amado hijo.
No debió aceptar la invitación a participar, pero de cierta manera también sabía que eso no lo habría detenido de inmiscuirse en esa competición.

Susanoo siempre fué un empedernido de la lucha, lo había demostrado aquel día en que fué desterrado. Tremendo desastre había sido ese. Pero pese a eso, seguía siendo un recuerdo más grato que la mayoría de los que sobrevivieron después.

Estaba harta de tantas perdidas cercanas, hace cientos de millones de años había perdido a varios amigos, tiempo después perdió a uno de los más importantes y conforme avanzaban los años, más se le iban uniendo.
Habría dado lo que fuera por tenerlos con ella nuevamente en ese momento de debilidad, sin embargo todo esto era lejano e imposible.

Izanami era una diosa alta, la más alta del panteón seguida de su hijo y su hija. Su cabello era oscuro como el cielo nocturno pero estaba lleno de marcas y manchas blancas, tenía una mejillas naturalmente rosadas y pequeños labios rojizos también.

Su cara redonda estaba llena de lágrimas y algunas gotas de sudor y sus pulcros ropajes blancos ondeaban con el aire de la noche que entraba en su habitación.
Era la más hermosa de su reino, seguida de su hija y una de las más hermosas de todas las Diosas primordiales, siempre solía pavonearse y alardear de su belleza enfrente de ellas lo cuál ocasionaba muchas discusiones y debates entre sus compañeros.

— Tantos recuerdos lejanos, memorias que desearía olvidar o volver a vivir.— Susurró, mientras que las lágrimas surcaban nuevamente sus mejillas.

No quería ponerse a llorar nuevamente, ya se sentía ahogada por hacerlo todo el tiempo. Se sentía patética, y seguramente estaba dando una imagen realmente ridícula. Se alejó de la ventana y dió unos cuantos pasos hacia su cama, quería dormir un poco antes de ponerse a preparar todo para su asistencia al Consejo de los Dioses.

Una ráfaga de aire la tomó por sorpresa. Rápidamente se dió la vuelta para ver hacia la ventana, pero no habia nadie. Sin embargo, el ambiente había cambiado drásticamente, un aura pesada y una sensación de riesgo y peligro llegó a ella. Algo andaba mal, su sensor de peligro estaba en su máximo pico.
A los pocos segundos, una explosión tuvo lugar en una de las torres del Palacio Imperial. Un torrente de fuego se alzó hacia el cielo y las llamas comenzaron a devorar la edificación.

Tomó su lanza celestial y comenzó a buscar por toda la habitación, tratando de encontrar a alguien en una habitación aparentemente vacía. Pero ella podía sentir la presencia de alguien más, un posible intruso en su habitación.

— ¿¡Quién anda ahí!? ¡Muestrate! — Exclamó ella, buscando por toda la habitación al intruso.

Una risa ronca resonó por toda la habitación, pero no venía de un solo lugar, sinó de toda la habitación en conjunto.

La poderosa Emperatriz Izanami, protagonista de la creación de los tres reinos.— Una voz ronca, oscura y psicópata hizo presencia en toda la habitación, creando eco pese a ser una habitación abierta.—

— ¿¡Quién eres!? ¿¡Como llegaste hasta aqui!? — Demandó saber ella.

La voz oculta soltó una fuerte risa macabra, la verdadera risa de un psicópata.— No se preocupe por eso, Emperatriz. Mejor debería concentrarse en elegir cuidadosamente sus últimas palabras.

De las sombras emergio una figura que se lanzo contra Izanami, quien por su parte evadio el ataque y lanzo una larga acuchillada con el filo de su lanza, pero este ataque no logro conectar.
Enfrente de ella apareció lo que parecía ser un hombre, por supuesto más alto que ella, ataviado en ropas negras que le valían para esconderse en la oscuridad.

Un nuevo ataque, el hombre movió su mano a gran velocidad y el filo de varias cuchillas corto la ropa de la Diosa, creando una herida muy profunda en forma de rasguño que iba desde su hombro, pasando por la clavícula hasta su pecho. Ella lanzó un gemido de dolor cuando sintió su piel siendo rasgada y la sangre saltando sobre el suelo.
La herida abierta comenzó expulsar una cantidad considerable de sangre, lo cuál la dejó visiblemente sorprendida.

Su primera herida después de tantos años.

Nuevamente, la figura hizo un movimiento, pero Izanami uso el poder de su magia para inmovilizar a su atacante y lanzarlo contra una pared. El impacto hizo temblar la torre completa y una gruesa capa de polvo y tierra se alzo, aunque Izanami pudo facilmente despejarla, pero se llevo una sorpresa cuando vio que su atacante habia desaparecido de sus ojos.

Concentro su magia para crear de la punta de su lanza una estrella que le permitiera dispersar la oscuridad que le impedia la vista.
Otro ataque, está vez la figura lanzó una nueva acuchillada con sus garras la cuál fué bloqueada por la Diosa quién respondió con un golpe con el mango de su lanza, el cuál dejó sin aire a su oponente y acto seguido ella lanzó un ataque errático que se clavó en su hombro.

— ¿Mis últimas palabras? Parece que el perdedor es otro.— Exclamó ella, retirando su lanza y alzandola, lista para dar el último golpe.

Sin embargo, sintió una repentina punzada de dolor que en pocos segundos se convirtio en un fuerte ardor que recorría su sangre y su carne, quiso atacar pero sus piernas temblaron y cayo al suelo al sentirse debil. Dió unos pasos hacia atrás y descubrió la herida del hombro, pudo ver cómo la carne y la sangre estaban siendo comidas por lo que parecía ser una extraña sustancia.
Durante todo este tiempo de combate, la herida comenzó a ponerse peor de lo que fué al momento de recibirla.

— ¡Jajajajaja! — La figura soltó una risa macabra al ver que su plan había tenido efecto.— Parece que alguien puso un poco de veneno en su cuerpo.

Sus ojos comenzaron a perder enfoque, estaba sintiendo un fuerte mareo y unas enormes ganas de vomitar. Agarró su lanza y se puso de pie, logró lanzar una nueva acuchillada que fué evitada por su ataque, quién logró hacer una nueva herida en el cuerpo de la Diosa, está vez desde su estómago hasta sus costillas.
La Diosa trastabilló y se paró enfrente de su atacante quién la veía fijamente.

— ¿Q-Que demonios m-me hiciste...? ¡C-Cobarde! ¡Dependes de un veneno para poder enfrentarme! — Gruñó ella.

— Oh, pobre diosa.— Musito el atacante, tenia una voz gruesa y rasposa, la voz de un ser consumido por la oscuridad.— Tiene razón, jamás habría podido ganar si no fuese con una pequeña ayuda, pero todo es válido en el amor y en la guerra.

— ¡T-Tu... Bastardo! — Pero antes de poder hacer algo, el atacante clavó sus garras en el pecho de la Diosa. Quién escupió sangre y finalmente perdió la fuerza de sus piernas, cayendo de rodillas al suelo. La figura sacó sus garras y le dió una patada para tirarla al piso, en el cuál se creó un gran charco de sangre.

Los ojos de Izanami se llenaron de lágrimas, sintió un nudo en la garganta mientras asimilaba el hecho de que estaba a punto de morir. Los recuerdos de su vida vinieron a ella, cada momento bueno y malo; Sus amigos del pasado, sus hijos, su reino... Todos ellos al mismo tiempo. No quería morir, se rehusaba a morir de esa forma.

— N-No... N-No quiero morir... N-No voy a morir aquí. Mis hijos, mi reino... M-Me niego...— Susurró con pesar, sintiendo como sus dolencias aumentaban tras cada palabra que ella decía.

Pero... Si ella moría, todo su sufrimiento y dolor emocional se acabaría, lo que ella tanto ansiaba. Con sus ojos vidriosos y desenfocados, miró a su ataque quién solamente se limitó a murmurar:

— No te preocupes, ya todo terminó.— Y esto fué lo último que ella llegó a oír.

(...)

Amaterasu se mantuvo unos segundos parada afuera de la habitacion de su madre, pocas la habia visto tan alterada, sin duda la muerte de Susanoo habia sido un duro golpe para ela, mas que a cualquier otro dios del panteon. Quiso entrar y consolarla, estar para ella en estos duros momentos, pero tambien entendio que debia respetar la privacidad de su madre.
Su hermano, el dios Kagutsuchi, le puso una mano en el hombro para transmitirle inutilmente un poco de confort. Ella tambien estaba dolida, pero parecia a su propia madre no le importaba ella, solamente su sentimiento por su hijo muerto.

— Vamonos de aqui.— Dijo el Dios a lo que ella respondio asintiendo.

El viaje por los pasillos del Palacio Imperial era silencioso, a estas horas de la noche no habia nadie despierto. Amaterasu miro a su hermano, siempre estoico y sereno.

Kagutsuchi era un Dios alto, su piel estaba hecha de fuego y siempre vestía su armadura de combate y un enorme casco con dos cuernos. De cuerpo musculoso y amplio, brazos grandes y fornidos, además de una imponente presencia. Lo más sorprendente de Kagutsuchi era el hecho de tener un cuerpo de fuego, como el de un demonio.

Tanto su armadura, su piel y cabellos estaban hechos de fuego ardiente.

Ella se sentía algo pequeña a su lado, a pesar de que ella fuese tres veces más alta que Kagutsuchi.

Amaterasu era una Diosa increíblemente alta, sobrepasando los dos metros de altura sin la necesidad de usar zapatos o tacones. Siempre resaltó por ser la más alta de todos sus hermanos y la Diosa más alta de todo su reino.
Pese a su enorme estatura, era una Diosa muy pasiva y sumisa de vez en cuando. No suele hablar mucho en voz alta, mayormente prefiere estar en silencio y hablar solamente lo justo y necesario cuando la situación lo amerite.

Su cabello era negro como la noche, largo y sedoso, el cuál llegaba hasta un poco más abajo de sus caderas. Ante el resplandor de la luz, un brillo rubio podía notarse, esto debido a su naturaleza como Diosa del Sol. Esa noche lo llevaba suelto, como a su madre siempre le gustaba verla.

Sus ojos rasgados era pequeños, tenía largas pestañas y párpados levemente caídos. Sus ojos eran de color ámbar, tan brillantes como el resplandor del sol del mediodía. Tenía ojos cansados, pero su mirada siempre fué atractiva y misterioso para sus iguales y sus súbditos.
Su rostro era redondo, con mejillas pronunciadas y una estructura osea marcada. Tenía labios levemente gruesos, naturalmente rosas y siempre perfectamente hidratados, una nariz perfecta, orejas pequeñas y estéticas para su cabeza.

Su cuerpo era esbelto, piernas largas y una distribución de grasa corporal perfecta.

Kagutsuchi vió a su hermana, quiso decirle algo que pudiera levantarle el ánimo, aunque sea un poco. Tuvo una idea, a su hermana le encantan los Mochis y estaba seguro que algunos le subirían los ánimos.

— Oye, Amaterasu, ¿Que te parece si vamos a comernos unos Mochis? — Propuso, rápidamente se dió cuenta de lo vergonzosa y tonta que fué su propuesta.

— ¿Mochis? ¿De verdad? — Ella sintió un pizca de curiosidad.

— Si, vamos y--

Un temblor repentino hizo que tanto Amaterasu y Kagutsuchi se detuvieran, ella giro hacia uno de los ventanales y vio una estela de fuego que surgio de una de las torres de vigilancia, seguido de una explosion que hizo iluminar el cielo nocturno. Antes de poder hacer algo, una segunda torre exploto y el ajetreo aumento considerablemente, los soldados del palacio comenzaron a moverse en diferentes direcciones; unos yendo a detener el incendio y otros asegurando el palacio desde diferentes direcciones al emitirse la alerta de un ataque.

Amaterasu estaba fria, no podia moverse, solamente temblaba por el panico que comenzo a sentir mientras que su hermano de igual manera permanecia en silencio. Cuando finalmente volvio en si, Kagutsuchi intercepto a un grupo de soldados que venian corriendo por el pasillo opuesto.

- ¡Señor, tiene que venir con nosotros de inmediato! - Exclamo el soldad.

- Que esta ocurriendo, las torres explotaron de la nada, ¿se trata de un ataque?

- No sabemos que pudo haber causado las explosiones, sin embargo, estamos preparando a nuestras tropas para un posible ataque.-

- Envíen tropas de ciento cincuenta soldados a cada una de las entradas de la ciudad, rodeen las entradas y salidas del palacio y prohiban la entrada y la salida de quien sea.- Ordenó, a lo cual los soldados obedecieron.

El templo se sacudió con fuerza, lo cual hizo chillar de miedo a la diosa Amaterasu quien esquivo un pedazo de escombro que amenazo con caerle encima. Ambos hermanos se vieron a los ojos, el temblor habia venido desde la cima de la torre, lo cual solamente significaba una cosa.

- ¡Madre! -

- ¡La Emperatriz esta en peligro! -

- ¡Tu, llevate a mi hermana de aqui y encierrala en su habitacion! - Ordeno Kagutsuchi a uno de los soldados quien asintio.

El Dios subio escaleras arriba hacia la habitacion de Izanami mientras que Amaterasu fue jalada contra su voluntad hacia otra direccion.

El ruido de los soldados rodeando la ciudad y el brillo de la torres encendidas la mantuvieron aturdida por el suficiente tiempo como para poder se llevada a rastras por un largo corredor y escaleras en descenso, sus pies tropezaban pero era fuertemente jalada por su protector.

Kagutsuchi corrió escaleras arriba hacia el último piso, su mente viajaba a toda velocidad en ese momento, buscaba mantenerse tranquilo a pesar de la creciente ansiedad en su pecho.
Él, como uno de los hijos de Izanami, sostenía sobre sus hombros el peso de cuidar y defender el reino de su madre. En un pasado habría sido el primero en salir corriendo al frente de batalla, pero ahora solamente podía pensar en su madre.
Llegó hasta la habitación de su madre y encontró la enorme puerta cerrada. Todo estaba misteriosamente callado, no se podía oír ningún ruido desde el otro lado. Los soldados comenzaron a forcejear la puerta sin poder siquiera moverla, como si hubiese alguna traba desde el otro lado.

— ¡Emperatriz, por favor abra la puerta.— Gritaron los soldados.

— ¡No hay tiempo, tendremos que destruir la puerta! — Gruñó Kagutsuchi.

Llevó sus manos hasta el mango de su espada y la sacó de la funda. Con un movimiento rápido y poderoso, rompió la puerta, derrumbandolas con fuerza. La luz de la luna iluminó su habitación, dejando en evidencia la grotesca y sangrienta escena del crimen.
El cadáver de Izanami estaba tirado en medio de la habitación, sobre un gran charco de sangre.

En el centro de la habitación estaba el atacante quién sacudió sus garras para hacer salpicar la sangre.

¿Un humano?

— ¡La ha matado! — Gritó uno de los soldados. Mientras tanto, otro de los soldados se lanzó contra el atacante con su espada en alto, pero su ataque nunca llegó, el atacante lo degolló con un rápido movimiento de sus manos de cuchillas.

Kagutsuchi apretó los dientes y gruñó con fuerza.— ¡Maldito bastardo! — Movió su espada encendida en fuego y atacó, pero su ataque fué bloqueado y desviado. El atacante se alejó del Dios quién nuevamente respondió con un movimiento de su espada encendida en fuego el cuál nuevamente fué esquivado.

— ¡Deja de huir, maldito gusano cobarde! — Gritó Kagutsuchi.

— Muy lento.— Murmuró el atacante.

El atacante se dió la vuelta y corrió hacía el balcón y se subió sobre el barandal, detrás de él venía Kagutsuchi quién nuevamente atacó con una violenta ráfaga de fuego. Finalmente, el atacante se lanzó del barandal al vacío.
Cuando Kagutsuchi y el otro soldado llegaron al balcón, vieron el cuerpo del atacante caer al vacío pero a mitad de caída el traje del sujeto se abrió, formando una especie de alas usando la tela de su capa la cuál le sirvió para planear.

— ¡Asquerosos, el invasor esta huyendo por aire! ¡Derribenlo! — Gritó Kagutsuchi.

Los arqueros abrieron fuego al cuerpo del atacante, sin embargo no pudieron derribarlo. El atacante desapareció en la lejanía, volando entre los árboles.

Amaterasu soltaba pequeños gritos de miedo y susto cada que oía los gritos o disparos de los soldados. Era un escándalo que ella odiaba, desde siempre lo odió.
Pese a que Amaterasu era mas alta y mas gruesa que el soldado, ella no era mas que un muñeco de trapo que apenas ponía resistencia.

A la mitad del camino, ella se detuvo y se solto del agarre del soldado empleando algo de fuerza. Intento girarse y correr hacia el otro lado, pero fue detenida.

- Señorita, no puede ir a ese lugar, es peligroso para usted.- El soldado intentó razonar, pero la cabeza de Amaterasu era un remolino de emociones fuertes.

- Es mi madre. Tengo que ir con mi madre.- Murmuro, pero el soldado le agarro por las caderas y con algo de esfuerzo la alzo por los aires. Ella comenzo a moverse, buscaba escapar pero el soldado la tenia bien agarrada.

- Disculpeme, pero su hermano me dio la orden, odieme si quiere, pero no la dejare ir.- Y ante el forcejeo de ella, encamino nuevamente su rompo.

La Diosa penso en algo de lo que claramente iba a lamentarse, pero le dio un fuerte golpe con el codo en el hombro al contrario y este cayo al suelo, soltandola. Ella se puso de pie pero se cayo de estomago en el momento en que el soldado le agarro de los tobillos y la atrapo de nuevo.

— S-Señorita... P-Por favor yo--

Amaterasu respondio dandole una patada con el talon en la nariz, rompiendosela y haciendolo quejarse y gemir de dolor. Ella entro en panico al verlo sangrar, sus ojos se llenaron de lagrimas y a duras penas pudo susurrar un pequeño; "lo siento" y acto seguido salio corriendo.

Las personas habian sido llevadas a lugares seguros mientras que los soldados tomaban el palacio y comenzaban a cubrir las entradas y las salidas. Amaterasu se abrio paso entre los soldados que buscaban resguardarla. Algunos intentaron atraparla pero ella uso toda su fuerza fisica para impedirlo y seguir su viaje hasta los ultimos pisos. Se sentia mareada, estaba muy aturdida como para seguir adelante, sin embargo ella no dejo de correr, evadiendo sorteando los obstaculos que se le ponían en medio.

Alcanzo las escaleras que la llevaron hasta la habitacion de su madre, a los lejos vislumbro la puerta abierta y a su hermano quien estaba parado enfrente de la enorme ventana. A su lado habían varios soldados Que se movían por toda la habitación, incluso algunos hablaban con su hermano, como si quisieran calmarlo.

Al llegar comenzo a respirar y eso ocasiono que su hermano y los soldados se percataran de su presencia en el lugar.
En el suelo habia una manta ocultando lo que parecia ser un cuerpo. Amaterasu y Kagutsuchi se vieron fijamente por unos segundos.

- ¡Amaterasu, no! - Gritó él.

Ella se lanzo hacia el suelo y quito la manta. El cuerpo muerto de su madre fue lo ultimo que vio antes de caer desmayada al suelo. Kagutsuchi se acercó a ella y la cargó para intentar despertarla.
Su hermana estaba inconsciente, se había desmayado por la sorpresa, por ver el cadáver de su madre.

— ¡Amaterasu, despierta! ¡Alguien llame a un doctor! — Demandó él.

Esa noche en el Panteon Imperial Sintoista se llevo a cabo una gran tragedia. Un invasor había ingresado al palacio imperial y había asesinado a sangre fría a la Emperatriz del Panteón Sintoista.

[...]

Después de un par de horas planeando por el aire, usando los árboles y las ramas para esconderse de los soldados del panteón. Descendió al suelo y dió un giro en el aire antes de caer al suelo.
Alzó su vista al cielo y vió las nubes que estaban apareciendo en el cielo, esto le hizo sonreír. Con suerte, la lluvia borraría las huellas de sus botas.

Soltó un suspiro y metió su mano en el bolso para sacar un dispositivo celular. Lo llevo a su oído hasta que alguien le contestó.

“Primera Plaga; Plaga de la Sangre.” — Musitó, ganándose una respuesta desde el otro lado.— Misión cumplida.

SNVLOR.

Publicado el 22/04/2025.

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