VI. Awumbuk
Disclaimer:
Bungō Stray Dogs|文豪ストレイドッグス
y sus personajes, son propiedad intelectual de Kafka Asagiri, ilustrado por Sango Harukawa.
Géneros:
| Reencarnación | Fluff | AU |
| Escolar | Bromance | Angst |
"Esa sensación de vacío
que experimentamos
cuando una persona que
nos ha visitado se va."
Awumbuk.
Con la ausencia de los muchachos en la casa, el ruido había disminuido exponencialmente. Kyouka y Aya invadieron el segundo piso con la alocada idea de hacer una pijamada en plena semana, recibiendo la tajante negativa de las dos adultas en la casa, por lo que tuvieron que conformarse con algunos minutos para conversar "temas de chicas" en la habitación de la mayor, mientras ambas ayudaban a Chuuya a recoger lo que había quedado del intento de fiesta, que realmente fue del agrado de todos. Sin embargo, aunque fue delegado a comerse un trozo de su pastel para irse luego a descansar, Chuuya seguía despierto mirando por la ventana de su habitación en el segundo piso. El pastel hacia rato se le había terminado, y cuando Aya fue a darle un beso de despedida a su hermano mayor, le hizo el favor de llevarse los trastes sucios.
― ¿Y Chuuya? ―quiso saber Fuku al ver bajar a su pequeña florecita.
― En su habitación. Está un poco ido, creo que tiene sueño.
Pero en realidad seguía pensando, en todo y nada. En su vida actual, en su pasado, en Dazai. Su aliento caliente contra su oreja en ese inocente acto de hablarle al oído por el ruido. Se descubrió a sí mismo con un aspecto penoso en el reflejo leve de la ventana.
― Estúpidas hormonas de adolescente ―murmuró frustrado―, si hay algo que no extrañaba era esta etapa. Tsk.
Chasqueó la lengua, molesto consigo mismo, por ir de aguas calientes solo por unas palabritas cualesquiera al oído. Volvió a fijar su atención en la calle vacía, por donde se habían marchado sus amigos, y la contraria por donde ahora se marchaban su madre y su pequeña y adorada hermana. Sintió un hueco indescriptible en su corazón. No estaba seguro del porqué de ese sentimiento tan confuso de poner en palabras, el sabía que su madre estaba a solo una poca mísera distancia, no podía ser que de pronto extrañara las ruidosas horas de dormir con Aya dando vueltas a su alrededor, pidiendo por un cuento para dormir, o su madre atareada dejando todo listo para la mañana siguiente. Lo siguió meditando, cuando un texto de parte de Atsushi se anunció en su celular.
Sushi:
Ya llegué a mi casa. ¿sabes si los
senpais habrán llegado bien?
Que bueno. No tengo idea,
no tengo sus números.
Sushi:
Oh, espera, le preguntaré a Ango.
Dice que me va a enviar el contacto.
Chuuya dejó un momento de lado el asunto, si lo pensaba a fondo, sentía un sentimiento de que le faltaba algo, sentía un vacío, y si se sinceraba un poco más consigo mismo, debería estar contento de haber encontrado al fin al castaño, no con algo parecido a la melancolía luego de que todos se hubieran marchado a su hogar. Ignoraba el hecho de que la posibilidad de que Dazai se esfumara en cualquier instante era igual de frustrante y cruel.
Sushi:
Chuuya, no puedo hacer esto.
¿Y ahora de qué estás hablando?
Sushi:
Ango ¡me mandó el contacto de
Akutagawa-senpai!
Pues llámale, o mensajéale, no
sé, haz algo. Buena suerte, tigre.
Nakahara se rió de la situación, pensando en el pobre cobarde que era Atsushi algunas veces, que aunque le daba una enorme ternura, tenía que aprender a superar sus miedos, y eso incluía a Akutagawa entre ellos en este momento. La mecha de Cupido que no tenía se le hizo presente en aquel momento, preguntándose si ahora que no había una mafia y una agencia de por medio, ni diferencias palpables, podría hacer que esos dos fuesen amigos. Valdría la pena intentarlo.
Prefirió dejar de pensar demasiado en todo y nada a la vez. Se despegó del alfeizar de la ventana, la cerró y se metió entre las tibias cobijas, pensando en que debía madrugar para ir al Instituto y que podría ver a la ex momia otra vez porque tendría coincidencia en sus clases. Estaba tan ansioso por ello que dudaba de poder dormirse de una vez.
Estaba en un predicamento. ¿Por qué a él? ¿Por qué Chuuya no lo llamaba mejor? Le iba a preguntar, pero luego de aquel último texto, Chuuya le apareció en offline. Pensó que tal vez se había dormido y que sería inoportuno mensajearle de nuevo. Miró la pantalla de su móvil en el chat con Ango, donde el contacto del chico de hebras color ébano lo esperaba expectante. Decía "Ryunosuke A." y Atsushi tuvo que admitir que tenía un nombre bonito, hasta el significado le parecía bastante acorde a él; dragón. Suspiró, seguirlo pensando no lo iba a llevar a ninguna parte y se iba a hacer muy tarde, así que se armó del valor que no tenía y tocando el contacto lo agregó para enviarle un texto, porque ni loco le llamaba.
Hola, ¿han llegado bien a casa?
habla Atsushi.
Ryu-senpai
¿Quién?
Ah, soy el amigo de Chuuya-san.
Estuvimos hoy en su casa.
Ryu-senpai
¿Cómo tienes mi número, Jinko?
¿eres un acosador o algo así?
¿Qué? ¡Nooo! Yo solo quería...
Espera, ¿¿¿Jinko???
Ryu-senpai
... Llegué bien, ahora duérmete.
Lo había llamado Jinko. No estaba seguro de por qué lo comparaban con un gatito, y algunas veces con un tigre bebé, pero estaba seguro de que era algo que se había limitado a sus conocidos más cercanos, por lo que se sintió entre ofendido y contento. Contento de que ese temible senpai no le hubiera amenazado con partirle la cara por conseguir su número sin su permiso, o le hubiera insultado por escribirle a esas horas de la noche.
Si es que lo del "Jinko" no era ya para molestarle.
― Es curioso... ¿No significa eso "chico tigre"? Porque un dragón y un tigre son polos opuestos... ―tan pronto vino la idea, se fue con el hilo de pensamiento. Atsushi no tenía porque estar pensando en ese tipo de cosas, ¿por qué combinar el significado del nombre del moreno y del apodo que este le había dado? Ni que fuera un mensaje implícito.
Agitó la cabeza para dejar ir el pensamiento y se metió a su cama con prisas para dejarse llevar por Morfeo, quería, no, necesitaba dejar de sentir ese cálido ardor en sus mejillas.
Gritos, sangre, lágrimas. Como un ciclo sin final, se repetía la misma escena de recuerdos licuados entre sí. El grito sordo de alguien a su costado, la sangre que tenía que escupir porque sentía que se ahogaba y las lágrimas mezclándose con la lluvia mojando su ropa y lavando el desastre en que se había convertido.
El castaño dio un brinco que lo dejó sentado en la cama, respirando agitado, transpirando. Se llevó una mano al abdomen, en lo alto donde estaba la boca del estómago. La sensación de vacío y ahogamiento seguía allí, innata. Las manos le temblaban y un nudo grueso se amarró a su garganta, resistiendo el llanto que luchaba por liberarse.
Ese jodido sueño se sentía tan real, tan crudo, que por un momento sintió unas inmensas ganas de morir.
Negó con fuerza para sí mismo, el impulso seguía ahí tanteando terreno con su mente influenciada. De pronto algo ardía, dolía como el infierno. Encendió la lámpara de su mesita de noche para ver con disgusto como sus brazos estaban sangrando por los arañazos auto infligidos que se hizo en medio del ataque de ansiedad de recién. Ni siquiera recordaba sentir algo en sus brazos, solo el punzante dolor vacío en su abdomen y el sentimiento de que era el fin.
Tuvo que limpiarse con cuidado y vendarse los brazos, sabiendo que en la mañana tendría mucho que explicar.
Al día siguiente se vistió con su gakuran. Agradeció que la escuela tuviera preferencia con los uniformes tradicionales y se dijo que podía excusarse con quien preguntara por el cambio, diciendo que quería imponer alguna moda. Tuvo la suerte de que ese día su tío Mori decidiera salir temprano gracias a una reunión importante en el hospital y que su tía estuviera tan ocupada con Elise, que no dijera algo respecto a su uniforme.
La escuela no fue problema. El gakuran siempre le había lucido mejor que cualquier uniforme, así que más que levantar sospechas, atrapaba miradas. Su desgracia fue atrapar la mirada cobalto de un pequeño pelirrojo...
Chuuya se le quedó viendo fijamente con el entrecejo fruncido. Se cruzó de brazos y finalmente Shuji se sintió nervioso, lo suficiente para reírse. Una de esas risas fingidas que ocultaba algo de forma evidente, al menos para él. Pudo sentir que el pelirrojo le había descubierto de algún modo, algo que se confirmó cuando le tomó de la muñeca y lo arrastró por el pasillo hasta el cuarto de mantenimiento, donde el conserje almacenaba sus implementos de limpieza.
— Chuuya-kun~ no tenía idea que fueses tan atrevido —canturreó el castaño, decidido a despistar al otro.
— A ti te pasa algo, ¿por qué de pronto usas el gakuran?
— Tú no dejas el uniforme tradicional y yo no te lo tiro en cara.
— Da- Tsushima-senpai, sería más fácil solo decirlo de una vez —Chuuya se corrigió, recobrando el sentido de respeto por su superior, así este no lo mereciera con propiedad.
— No sé de qué hablas, Chuuuuyaa-kuun~
— Oh no, no caeré en eso ni en esta ni en la otra vida —y sin permiso, metió su mano por el cuello ajeno, tanteando el cuello alto y corto del gakuran, sintiendo con la yema de sus dedos la piel tibia y tersa. No había vendas.
Chasqueó la lengua con confusión, pero no se rindió, a lo que optó por jalar una mano del castaño y tirar hacia arriba la ropa entre forcejeos de resistencia. Se mordió los labios frustrado viendo las vendas en los brazos ajenos y al otro se le revolvió la conciencia por ver esa expresión dolida en su rostro.
Podía sentir el lamento desbordar silencioso de la mirada azul cobalto, como si se estuviera culpando por algo. Y odió ese sentimiento, porque no había razón alguna para que Chuuya tuviera esa mirada en sus ojos.
— Se hace tarde para entrar a la clase, Chuuya.
— ¿Te duele? —le preguntó, ignorando que este trataba de cambiarle el tema. Con cuidado pasó sus dedos sobre la blancuzca tela de lienzo.
— No... Pero Chuuya-
— ¿Puedo ver?
La pregunta lo tomó por sorpresa. El timbre que anunciaba el inicio de las clases se hizo presente retumbando por el pequeño cuartito y él supo que ya ninguno iba a llegar a la primera hora de clases. El profesor les reprendería seguramente. Suspiró, asintiendo para darle permiso, a la par que se sacaba el saco del gakuran. Quizás fue mero impulso lo que le llevó a aceptar, pero ya no había marcha atrás, no cuando el pelirrojo soltaba cuidadosamente la tela y la enrollaba a la par, decidido por removerla hasta el final.
Chuuya ahogó una queja, limitado a hacer una mueca con cierto disgusto, mezclado con pena, con pesar. Los arañazos que ya habían comenzado a cicatrizar desde la mañana, recibieron la mirada analítica de Chuuya.
— Bueno... No era lo que esperaba —"pero al menos no fue lo que esperaba", pensó.
— ¿Y qué esperabas? —preguntó, tomando por sorpresa al otro. Sin pensarlo demasiado, añadió—: ¿pensaste que me había cortado las venas acaso?
— Sí —le dijo—, no sería la primera vez, ¿cierto, Dazai?
El castaño sonrió. Chuuya sintió un irrefrenable deseo de aporrear su cabeza con una de las escobas a su alcance, pero acabó por gruñirle molesto; odiaba las sonrisas falsas de Osamu y como trataba de ocultar las cosas con ellas. Era algo que había odiado toda su vida anterior y se descubrió a sí mismo adoptando el sentimiento nuevamente.
No era el único sentimiento latente en él. Culpó otra vez a sus hormonas de adolescente por lo sensible que se hallaba en aquel momento, queriendo abrazar al castaño para decirle que todo iba a estar bien, que no necesitaba volver a lastimarse como en el pasado, que él iba a estar ahí para lo que necesitara... Pero la madurez de antaño no había entrado con él a la habitación de limpieza y la vergüenza no le dejaría simplemente confesarse tan fácil, cual si estuvieran conversando del clima.
En su lugar, volvió a colocar las vendas en su lugar, sin cruzar miradas con el más alto que se limitó a observar curioso cómo lo hacía. Se hizo un silencio incómodo al terminar, uno que al final fue roto por el mismo Shuji.
— Chuuya, me he dado cuenta antes, pero recién lo acabo de confirmar... Nosotros, ¿ya nos conocíamos de antes, verdad?
Chuuya no estaba preparado para lo que tuvo que oír esa mañana. Si bien al comienzo sintió que el castaño también había reencarnado y luego lo descartó a medias, ahora deseaba más que nunca que ese no fuera el caso.
El castaño decidió que aquel cuartito no era el lugar adecuado para tener esa conversación, así que lo llevó de la mano hasta la azotea. Chuuya estuvo tentado a cuestionar cómo obtuvo la llave, pero terminó negando cuando lo vio sacarse un pin del cabello y forzar la cerradura. Hay cosas que nunca cambian.
Luego de cerrar la puerta se sentaron a la sombra que brindaba la edificación y tras largos minutos en silencio, Shuji finalmente habló.
Las crudas narraciones de los sueños que le habían estado atormentando desde que tiene uso de razón, justificaban la confusión del mismo ante su duda de si tenía memorias de otra vida o solo pesadillas muy realistas. Dazai, ahora Shuji, le confesó con un temblor en las manos que, fuera de los vicios que había practicado cuando la ansiedad le atacaba, esta era la primera vez que se había auto lesionado, además de hacerlo inconscientemente.
Le contó que en sus primeros sueños vino a él el nombre de Dazai Osamu. Eran sueños tan constantes recibiendo ese mismo nombre que él asumió que así es como en realidad se llamaba. Que de ahí vino su apego por hacer que los trabajadores en su casa y su actual familia le llamaran de aquel modo. Y que esperaba a ser mayor para oficialmente cambiarse el nombre porque el apellido Tsushima nunca encajó con él y el nombre Shuji era muy blando para alguien con tantos problemas emocionales.
Chuuya se mordió las labios ligeramente, aguantando que un gemido lastimero saliera de su garganta, misma que sentía escocer por las ganas de llorar que le habían dado al oír todo lo que había pasado este hasta ahora.
Inevitablemente acabó por darle el abrazo y el apoyo moral que sabía que no había recibido en su vida. Y se sintió algo culpable por haber deseado que reencarnaran en otra vida, porque quizás Dazai estaría mejor descansando eternamente, que dudando de su propia existencia y temiendo a dormir por revivir otro recuerdo atropellado de una muerte que no recordaba.
Aunque las dudas existenciales ya venían incluidas en el paquete desde antes de nacer, por lo visto.
Y no menos importante... Estaba el detalle de los sentimientos que mantenían su pulso acelerado mientras consolaba al castaño. Intentó fruncir el entrecejo para disimular el calor asentado en sus mejillas y el sentimiento tan bonito que le provocaba tenerlo así de cerca, confiando en él como nunca antes. No era momento para comportarse como una colegiala enamorada, pero no podía evitarlo.
Cuando recordaron que deberían estar en clases, ya era hora de la merienda...
Con este capítulo hemos despejado las dudas sobre si Dazai ha reencarnado o no, o al menos ese fue el propósito, pero si alguno no entendió, les resumo: Dazai reencarnó sin sus memorias; contrario a Chuuya que recordó todo de golpe, Dazai ha ido recobrando la memoria a lapsos a través de sueños, pero con la creencia de que son solo eso, sueños. "Shuji" creía que su imaginación era tan vivida que soñaba con una vida que nunca pasó, pero ahora con la llegada de Chuuya y los sueños siendo más fuertes que nunca, se está dando cuenta de que no eran sueños sino memorias y está en el proceso de asimilarlo. Aclaro que aún no recuerda quién lo mató, solo ha visto recuerdos distorsionados de su muerte. Sé que este capítulo tuvo descripciones angustiantes, pero era necesario comprender cómo se siente Shuji al comenzar a asimilar que ha reencarnado y que sus sueños pasaron en realidad. También era necesario que Chuuya sea con quién se desahogue teniendo eso en común.
¿Cansados de sufrir? Bueno, desde aquí habrán más momentos soft¿ me despido por ahora y nos veremos en el próximo arranque de inspiración. (?)
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