4. Capítulo

De milagro desperté temprano, al menos temprano para mí, a las once de la mañana ya estaba tomando desayuno con Mati, mi padre ya se había ido al trabajo y a mi madre no le habíamos visto en todo el día. Me preguntaba si Nathan estaría ya en la clínica, después de todo hoy era la apertura. Tenía que pensar bien cómo hablar con él, lo quería conocer claro, pero si mi madre llegaba a ver un pequeño interés de mi parte estaría con ojo de aguja cada vez que hubiese alguna interacción.

Sentí algo pequeño golpear mi frente, ese algo rebotó en la mesa, era un cereal. Le di a Mati mi peor mirada, odiaba cuando me molestaba.

—En qué piensas tanto que estás tan callada —habló él.

—En que eres muy entrometido a veces —me levanté, llevé mi plato y taza a la cocina para dejarlos lavados.

—Yo estuve pensando en la piscina, deberíamos restaurarla, limpiar un poco y luego pedir que vean el drenaje y todo eso —habló desde la mesa. Me gustaba la idea, pero podíamos encontrar habitantes no deseados, como arañas, ratones... me imaginaba otros seres como las serpientes, pero no tenía ni idea si había en la zona.

—Es una buena idea —además iba a servir más ahora que comenzaba a hacer mucho más calor.

Escuchamos la puerta abrirse, me asomé para ver, era mi madre.

—Qué lindos se ven ya levantados —habló. Con paso apresurado entró a la cocina, parecía que buscaba algo —. Estoy conociendo un poco más a los chicos, si se arreglan un poco, vayan a la clínica y se los presento.

Mati y yo nos dimos una mirada escrutadora de arriba hacia abajo, no estábamos tan mal, solo que, sin bañarnos, en pijama y con todo el pelo revuelto. La verdad es que si estábamos bastante impresentables.

—Quizás en otra ocasión —respondió Mati con poco interés ahora observando desde el marco de la puerta.

—Me daré una ducha e iré —le aseguré a mi madre.

—Así me gusta. Por cierto, quería preguntarles si escucharon algo en la madrugada, su padre dijo haber escuchado algo, como unos gritos, yo le dije que debía de haber sido un sueño.

—No, nada —respondimos al mismo tiempo. Claramente lo que vimos era algún animal del bosque, al menos eso quería pensar.

—Bien, sólo venía por más café, Sam nos vemos luego en la clínica —asentí. Subí corriendo las escaleras, lo vería otra vez, y probablemente muchas veces más. Tenía que jugar mis cartas sabiamente para acercarme.

Me metí a la ducha. Al salir vi mi celular sonando, era Paula, envuelta en la toalla me senté y contesté.

—Diga.

—No me lo vas a creer —se le escuchó emocionada.

—¿Qué? —contesté intrigada.

—Seba habló con su jefe y quiere que te presentes hoy mismo —sentí la felicidad recorrer mi cuerpo. Tenía la oportunidad de trabajar.

—¿Enserio? —me levanté de la emoción.

—Que sí, pásate en cuanto quieras, pero que sea hoy.

—Si, si. Paula muchas gracias, agradécele a Seba de mi parte también.

—Hazlo tú que de todas formas lo verás, suerte y nos veremos por ahí si quedas en el trabajo.

—Esperemos que sí, adiós y otra vez gracias —colgué.

Di un brinco de emoción y tiré el teléfono en la cama. Me vestí rápido, probablemente me entrevistarían. Ahora tenía que pensar en cómo me iría a la ciudad.

Terminé de arreglarme, entré a la habitación de Mati buscando una opinión.

—¿Cómo me veo? —pregunté. Me observó un poco.

—Bien —respondió volviendo a centrarse en su computador.

—¿Sólo eso? —hablé dolida. Necesitaba un poco más de reconocimiento para lo que significaba el día.

—¿Qué más quieres que te diga? —preguntó. Me quedé en silencio, me dirigía a la puerta cuando volvió a hablar —, Sam siempre te ves bien. No seas llorona —agregó. No era lo que esperaba, pero me servía.

—Graciaas —agradecí antes de salir. Ya tenía toda la confianza puesta en mí una vez más.

Tomé mis cosas y me acerqué a mirar por la ventana, debían de estar dentro de la clínica porque no veía a nadie.

Salí de la casa con una mezcla de nervios y emoción en el estómago. Cada vez estaba más cerca de la clínica. Me paré en frente, las puertas estaban abiertas de par en par, respiré hondo y entré. Estaban los tres sentados en los sillones de la sala de espera conversando alegremente. Alejandro; el otro trabajador tenía el cabello bastante corto, y oscuro. Por otro lado, se veía bastante amigable con la tierna sonrisa que lo acompañaba.

—Hola —saludé llamando la atención de los presentes. Le di una mirada rápida a todos, a Nathan se le veía totalmente confundido, pero no dijo nada. Mi madre se puso de pie y pasó su mano en mi hombro.

—Ella es mi hija Sammy, pero todos le decimos Sam.

—Un gusto —actué rápido dándole la mano a ambos. Con esa señal asumí que entendería que esto debía parecer la primera vez que nos veíamos.

—Soy Alejandro, por cierto, prefiero que me digan Ale —asentí. Miré a Nathan esperando que se presentase una segunda vez.

—Soy Nathan —habló con un tono algo distante.

Sonó el timbre.

—Debe de ser nuestro primer paciente, iré a ver —habló rápidamente mi madre, vi la emoción en su mirada.

—Te acompaño —se apresuró Ale siguiéndola.

Los vi irse y volví a verlo, ahora estaba sonriendo. Estábamos solos y definitivamente estaba sintiendo la misma adrenalina del otro día, y esta vez completamente sobria.

—Asumiré que esto de hacer como que no nos habíamos visto es por tu madre —arqueó una ceja.

—Sí, por eso es mejor que no sepa en qué condiciones te conocí —hablé. Tenía la impresión que me había temblado algo la voz, me habría venido bien un mojito en momentos así.

—Entiendo, no lo sabrá, muchas gracias por esto, no pensé que lograría entrar a trabajar tan rápido.

—Bueno, fue una gran coincidencia —me fijé una vez más a detalle en él, su pelo no era tan oscuro como lo recordaba, era más bien castaño.

—Ya lo creo. Por otro lado, pensé que al haberme pedido mi número me llamarías o me enviarías algún mensaje —dio un par de pasos hacia adelante cruzando los brazos.

—Si, bueno —tragué saliva—, no sabía si te molestaría, tampoco sabía que decirte.

—Ya, no creo que te lo hubiese dado si me fuera a molestar. ¿Puedo? —apuntó al teléfono en mi mano extendió la mano. Lo desbloqueé y se lo entregué.

Hizo algunos movimientos en él y me lo devolvió.

—¿Qué hiciste? —pregunté volviéndolo a guardar.

—La primera parte. Sabes, sabía que te volvería ver, pero no en esta situación —si me seguía mirando así me iba a derretir. Escuchamos pasos aproximándose y rápidamente Nathan dio dos pasos hacia atrás y volvió a su cara inexpresiva de antes. Él ya había entendido algo, y no estaba segura de qué.

—Miren a quien traigo aquí —habló mi madre mientras entraba. Cargaba un pequeño gatito.

—Creí que sería un animal más silvestre o de granja —me acerqué para acariciarlo. Tenía unos grandes ojos curiosos que observaban todo a su alrededor.

—Bueno, en casi todos lados las mascotas más comunes son los perros y gatos —me replicó mi madre —, vino por sus primeras vacunas.

—Mati estaría fascinado —era un cachorrito muy lindo.

—Le pasa por no venir —soltó entre dientes sin abandonar su sonrisa.

Entró una pareja, debían ser sus dueños. Mi madre los dirigió a una sala y los tres entraron allí, Nathan seguía a mi lado inmóvil.

Una vez más no podía dejar de mirarlo, su mandíbula cuadrada se me hacía tan perfecta, al igual que su nariz, la cual llamarían "romana". Le vi reír cuando devolvió su mirada a mí.

—Nos vemos —dijo antes de desaparecer por la sala contigua a la que entró mi madre.

Ale ya se encontraba sentado en la mesa de recepción viendo algo en el computador. Silenciosamente salí de la clínica, no había tenido oportunidad de decirle a mi madre sobre lo del trabajo. Volvería a casa y llamaría a mi padre para preguntarle si podía pasar por mí, era una gran desventaja vivir así de alejados de la ciudad.

—¡Sam! —escuché desde la entrada a la parcela. Me giré, ahí estaba Liam al lado de una moto y dos cascos. Entró a pie por el portón para la entrada de clientes—. No tuve noticias de ti el día de hoy, así que decidí venir por mi propia cuenta a buscarte ¿Vamos a comer algo a la ciudad?

—¡Perdón! Lo olvidé —con tanto pasando en mi mente no recordaba eso—. Claro, eso sí tengo que pasar por un lado antes —al menos ya no necesitaría llamar a mi papá.

—No hay problema, yo te llevo ¿Has andado en moto antes? —inquirió estirándome un casco.

—Un par de veces en mi adolescencia —pensando en retrospectiva, tenía suerte de que nunca me hubiese pasado nada, considerando lo arriesgada que era.

—Bien, entonces vamos, ¿A dónde tienes que ir? —comenzamos a caminar a hacia su moto.

—Al bar de ayer.

—¿Puedo preguntar a qué? —se le veía intrigado.

—Ya verás —sonreí. Si me iba mal probablemente no le diría a nadie sobre la entrevista.

Tomé mi teléfono y le escribí a mi madre rápidamente que saldría con Liam así no se preocupaba.

Si había algo que no me gustaba de los viajes en moto era que no podía hablar durante el viaje, a menos que quisiera estar gritando con el casco en cada parada o los cascos tuviesen uno de esos intercomunicadores. En este caso no lo tenía y no había muchas paradas para hablar, aunque una que otra vez cuando estábamos detenido le pegaba en el hombro para mostrarle alguna cosa, como un perro en la ventanilla de un auto. Llegamos al bar, bajé primero y me quité el casco.

—Te espero aquí —habló aún desde la moto. Asentí y caminé hacia la entrada.

De día era realmente un espacio muy diferente, un ambiente mucho más familiar, todos sentados comiendo, la barra también estaba ocupada con gente comiendo, solo un par tomando alguna cosa. Un poco más cerca de la barra noté que Seba no estaba, se suponía que lo vería aquí. Me acerqué hacía el muchacho que estaba en su lugar.

—Disculpa, ¿sabes donde puedo encontrar a Seba?

—¿Para qué lo necesitas? —respondió

—Se supone que debía verlo aquí hoy

—Ahh, algo me comentó, le avisaré que estás aquí —habló antes de desaparecer por las escaleras del segundo piso.

Esperé un poco y a los pocos minutos volvió.

—Te espera arriba —sonrió.

—Gracias.

Avancé por las escaleras, ahí estaba en sofá en el que me dejaron tirada, ahora con la luz noté que había dos puertas algo escondidas al final del lugar, una estaba abierta, Seba debía estar ahí.

—Hola Sam —saludó Seba desde un escritorio. Tenía un revoltijo de papeles esparcidos en el escritorio—, si, disculpa el desastre —se apresuró a decir.

—Hola, muchas gracias por esto

—No es nada —comenzó a buscar al entre los papeles.

—Pensé que sólo tenías turno de noche —hablé

—Los tengo solo de noche, algunos días vengo aquí a avanzar con el tema administrativo y esas cosas... —se detuvo—, ¿Dónde lo dejé? —susurró para él.

—¿Diriges este lugar? —pregunté con asombro. Tenía sentido, estaba metido en la administración.

—No no no, solo ayudo a mi amigo, él lo es —pareció iluminarse, abrió un cajón sacando un sobre—. Tengo esto para ti —me estiró el sobre, lo abrí cuidadosamente para luego leer su contenido.

Gracias por el contacto, me aceptaron, supe que también buscabas trabajo, eres completamente bienvenida aquí, puedes elegir el horario que te acomodé más, solo avísale a Seba, puede ser el turno de día o el de la noche como te acomode más, otra vez muchas gracias, nos vemos. -N

Me la guardé en el bolsillo, Dios mío santo, ¿Nathan era el dueño? ¿Qué hacía de veterinario entonces?

Miré a Seba confundida, ahora tenía muchas dudas.

—¿Nathan es el dueño? —seguía impresionada.

—Si —pareció entender—, el tipo con el que te dejamos es el dueño. ¿Y qué decía? Cuando le comenté que tú eras la que buscaba trabajo estuvo bastante inexpresivo hasta que una hora después me pasó eso.

—Que tengo que elegir el turno y coordinar contigo para empezar a trabajar.

—Excelente, ¿y que decidirás? En la noche compartiríamos turno —me animó—, o al menos me aseguraría de eso.

Era una buena pregunta, me gustaba más el horario de noche, pero sería algo arriesgado para volver a casa, podría chismear con Seba y quizás ver alguno que otro espectáculo de los clientes. Por otro el horario de día era mucho más conveniente pero bastante aburrido, levantarme temprano, un ambiente más tranquilo, además que me perdería de todo lo que pasara en casa, pero no tenía otra opción.

—Me encantaría el turno de noche, pero mi casa como Paula te puede haber comentado queda algo alejada, y salir a esas horas reduce a 0 mis posibilidades de volver a casa sola.

—Yo te llevo, para Paula eres como una hermana, no tengo problema —respondió.

—Creo que aceptar eso sería mucho, es un gran compromiso. Mejor me quedo con el turno de día.

—No es nada, de verdad. Además, son unos imbéciles los que están en mi turno, me harías un favor —me lo pensé un poco, había algo que podía llegar a ser justo.

—Acepto, pero si me dejas pagarte por los viajes —era algo, cuando trabajaba y salía de mis turnos lo único que quería era irme a casa a descansar; aunque muchas veces terminaba yéndome a alguna fiesta.

—Mira, esa opción no me viene nada mal, la gasolina está algo cara estos días, acepto aportes para ésta. ¿Tenemos un trato?

—Trato, me quedo con el horario de noche y acepto que me lleves a casa.

—Excelente entonces colega. ¿Puedes de martes a sábado?

—Claro —no es como que tuviese responsabilidades por ahora.

—Eso sería, felicidades.

—Muchas gracias por todo, nos vemos —me despedí.

Volví hasta donde estaba Liam, sentado en la moto ahora sin el casco viendo algo en su teléfono. Me paré en frente y me preparé para dar la noticia.

—Oficialmente estoy trabajando —solté con emoción. Mi primera meta estaba cumplida, la segunda; que era entrar a la uni aún tenía que esperar a que abrieran.

—¿Aquí? Felicidades, tengo entendido que no aceptan a cualquiera, y menos tan rápido, como tienen tan buenas reseñas de la atención buscan mantenerla.

—No tenía ni idea, ahora estoy libre, ¿A dónde iremos?

—Caminemos un poco ¿tienes algún antojo?

—Me vendría bien cualquier cosa ahora mismo, decide tu

—Bien, te llevaré a un lugar que te encantará. ¿Qué días tendrás que trabajar? —lo pensé un poco, no había retenido esa información.

—Ya no lo recuerdo... pero tengo turno de noche —sonreí. Luego le preguntaría a Seba lo del turno.

—¿De noche? ¿No había de día?

—Si, pero me gustaba más el de noche, más acción ¿no?

—Sam... pero no es tan seguro que salgas a esas altas horas de la noche tú sola —habló con un tono más serio.

—No saldré sola, Seba me llevará a casa, hicimos un trato —me dio un gesto de desaprobación.

—Para eso mejor te vengo a buscar yo, no tengo problema.

—Ajá, me vas a venir a recoger casi todos los días, no. Seba tiene el mismo turno, le pagaré por lo que gaste en combustible y listo, se acabó el tema.

—Bueno, al menos sabré donde encontrarte si te quiero ver —me codeó

—Como si no me fueses a poder ver fuera —reí.

—Es cierto.

Doblamos en un pasaje bastante lleno, había pequeñas tienditas de comida, todas las mesas estaban fuera de los locales y en el centro de todo había un montón de bancas, era como una mini plaza.

—Te presento el paraíso de la comida, aquí puedes encontrar de casi todo lo que se te antoje, desde tacos a tu derecha, comida thai, esa personalmente no me gusta, hamburguesas y completos a tu izquierda, y más allá dulcerías, pastelerías y otros tipos de comidas rápidas. ¿Qué quieres comer?

—Mira yo me iría por tacos, hace demasiado que no como uno de esos.

—Vamos entonces.

Nos paramos en la fila, cuando tuviésemos la comida era mi momento perfecto para hablar con él sobre lo que Paula me había contado, no podía esperar más. Pedimos y esperamos sentados a que nos llamaran.

—Liam, hay algo que necesito preguntarte —comencé. Vi en su cara algo de nerviosismo.

—Pregúntame —respondió evitando mirarme. Se le veía algo tenso.

—¿Qué pasó entre tú y Paula? —se acomodó en el asiento incómodo. Preferí ir directo al grano como solía hacerlo.

—No fue nada, sólo una pequeña confusión —respondió. ¿QUÉ? Que me quería decir con eso, ¿Cuánto había omitido Paula? ¿Estaba interpretando bien sus palabras?

—¿Cómo? —hablé aún desconcertada ¿había pasado algo? Estaba haciendo muchas suposiciones—, agradecería que me cuentes todo desde un principio, eran amigos y qué pasó.

—Bueno, mas o menos un año después que te fuiste Paula y yo nos hicimos más cercanos, yo no había estado mucho para ella antes de eso —suspiró—. Comenzamos a hacer muchas cosas juntos, más aún en la universidad, luego comenzamos a ir a fiestas, me di cuenta que era muy bueno coqueteando, las mujeres se me acercaban mucho y eso me gustó, pero Paula había comenzado a ponerse rara con eso, yo desde eso siempre estaba bebiendo, no pensaba, la pasaba bien. No quería perder mi amistad con ella, pero al pasar tanto tiempo juntos al parecer desarrolló sentimientos por mí, una vez cuando volvimos de una fiesta, ambos ebrios confundimos las cosas y bueno... pasaron cosas —hizo una pausa—. La verdad es que por un momento pensé en tener algo más, pero simplemente no podía, estaba frustrado con la situación, no sabía como decirle que no quería eso, con las acciones no entendía y con las palabras no me salía, no la quería dañar, pero sin querer lo hice igual, le dije un par de cosas que no debía —terminó.

—¿Qué le dijiste? —pregunté inmediatamente.

—Algún día te diré. Mira, nos están llamando —señaló. Se levanto y trajo una bandeja con nuestra comida—. Qué buena pinta tiene esto —comentó.

Estaba claro que él tampoco me quería decir que le dijo ¿Qué podía ser tan terrible? Por otro lado, ahora me calzaba un poco más la situación, aunque tampoco me la esperaba, pero si es cierto que cuando salíamos los tres sentía que tenían mucha química, varias veces me los imaginé en un futuro juntos.

—¿Te ha gustado? —habló rompiendo el silencio.

—Si, sí. Está muy bueno —ya llevaba la mitad, tenía mucha hambre y al parecer él también.

—Me alegro. Oye, de verdad que lo de Paula, fueron sólo errores ya está en el pasado, nada cambiará eso.

—Si, lo sé. Aún tengo curiosidad sobre lo que le dijiste, pero entiendo que no lo quieras decir.

—Sólo ahora no puedo, pero lo sabrás.

Luego de comer nos sentamos unos minutos en una plaza más cercana a su moto. Hacía calor, pero había un viento refrescante que creaba un ambiente muy cómodo, además que teníamos arboles dándonos sombra.

—Sam —dijo con un tono serio—, no te quiero asustar, pero es mejor que nos vayamos —sólo consiguió asustarme.

—¿Por qué lo dices? —pregunté lentamente.

—No mires, pero hay una persona parada un poco más a tu izquierda que lleva mirándote fijamente desde que lo noté —se levantó—, vamos te llevaré a tu casa.

Sin decir nada me levanté al igual que él y caminamos algo apresurados hasta su moto. Al igual que el anterior viaje no hablamos nada, pero la sensación de miedo, o quizás incomodidad en mi pecho no se fue en ningún momento. Era una sensación muy fea y extraña.

Llegamos hasta la entrada, el portón ya estaba cerrado, aunque aún no era tan tarde, suerte que ya tenía llaves.

—Gracias por todo Liam, ojalá nos vernos pronto —hablé al bajarme.

—Gracias a ti, y perdón por que tuvieras que pasar esa situación tan incomoda, no es común por aquí ver gente así —hizo una mueca.

—No te preocupes, no estaba en nuestro poder, cuídate —me despedí.

A penas entré Liam se fue. Las luces de la clínica seguían encendidas, pero no se veía a nadie allí. Aún así me acerqué para mirar. Abrí la puerta, esperando ver a Nathan, pero estaba mi madre.

—¡Sam! ¿Cómo te fue con Liam? —habló con entusiasmo.

—Súper, fue entretenido. Encontré trabajo —solté.

—¡Qué buena noticia! —me abrazó—, ¿y dónde? —quiso saber.

—En un club de strippers —bromeé. Se le borró la sonrisa—, que es broma, en un restaurante, en el mismo que trabaja el novio de Paula.

—Ah bien, me asustaste, serás libre de hacer lo que sea pero que bien que no es cierto.

—Lo de los días no recuerdo así que luego te comento. ¿Y por que cerraste tan temprano?

—Ya entendimos todos los pacientes que iban a venir, aunque aparecieron dos más también por vacunas y desparasitación, por ahora nada exótico ni silvestre. Les dije a los chicos que fueran a casa y que cualquier emergencia la atendía yo.

—Ahh que bien, bueno, ya aparecerán esos pacientes —ella apagó las luces y cerró la clínica, avanzamos a la casa.

—Pensaba para hacerlo más justo dividir horarios de días para Ale y Nathan ¿Qué opinas? A menos que un día haya mucho trabajo claro —escuchar ese nombre cada vez me aceleraba más, definitivamente tenia un crush en él.

—Es una buena idea —y era más probable encontrármelo solo.

—Bien, es probable que lo haga.

Entramos a la casa, mi padre llegaría en unas horas y Mati probablemente estaría en su pieza. Subí y abrí su puerta. Estaba dormido, tomaba siesta cada seis horas, era un perezoso.

Una vez en mi cuarto le pedí el número de Seba a Paula para que me recordara mi horario. Esperando me llegó un mensaje tras otro. El primero era de Seba avisándome que empezaba mañana a las nueve de la noche y el segundo...

Nathan (el que te cuidó): Hola.

Lo primero que hice fue cambiarle el nombre que se puso a: Nathan <3

Yo: Hola jefe ¿qué se le ofrece?

Nathan <3: Jaja, no me digas así nunca más por favor, dejemos a Seba como tu jefe.

Yo: Pero el me ha dicho que usted es el dueño :o

Quería vacilarlo un poco.

Nathan <3: Esperemos que no por mucho. Qué te vaya bien mañana. Nos vemos.

La cagué.

Yo: Gracias igual.

No escribió más. Bueno, al menos hablamos algo.

Mi padre llegó una hora después, le conté lo del trabajo y sobre si me podía llevar, aceptó sin problemas, decidí no contarles sobre la experiencia incomoda en la plaza para no preocuparles, pero mi incomodidad siguió hasta cuando me fui a dormir. 

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