𝟐𝟒 - 𝐈𝐦𝐩𝐞𝐫𝐟𝐞𝐜𝐭𝐨

━━━━━━ •S. XVIII• ━━━━━━

Lo primero que Alexander ve al abrir los ojos es una habitación a la que no está acostumbrado. Siente una respiración en su nuca y unos brazos abrazándolo desde atrás, reconoce algunas heridas en esos brazos y se da cuenta que son los de John.

"Debe ser un sueño"

Se dice a sí mismo. Bueno, si es un sueño debe aprovecharlo bien. Se voltea y se acurruca contra el pecho de John. Se siente tan real... su aroma, su tacto, el sonido de su calmada respiración. Alexander incluso puede sentir, en su propio pecho, esa sensación de estar completo, de estar junto a ese trocito de "él" que el rubio posee.

Pero claro, no puede ser cierto, después de todo Laurens está prisionero en Filadelfia y Alexander está...

De repente el caribeño recuerda los sucesos de la noche anterior. Su llegada a Filadelfia, ese molesto muchacho inglés, su reencuentro con John, cómo hicieron el amor una y otra vez hasta que se durmieron juntos, abrazados.

"Eso explica el dolor en mi espalda baja"

Rie de pura felicidad mientras lleva su mano hacia el rostro de su amante, corre algunos cabellos para contemplarlo mejor. Esperaba ver una expresión de serenidad y relajación pero Laurens tiene el ceño levemente fruncido, como si estuviera atormentado por alguna cosa... o varias cosas. Ni siquiera cuando está dormido John puede dejar de sentirse culpable.

Alexander acaricia los labios de su amado con las yemas de sus dedos. Si sólo John se abriera con él...

Recuerda una conversación que tuvo con Lafayette poco antes de partir hacia Filadelfia.

━━━━━━ •Flashback• ━━━━━━

Para el francés es obvio que el ánimo de Hamilton estaba por los suelos. Uno pensaría que se encontraría feliz por su próxima boda pero parece no ser así para él caribeño. No sabe si es por la reciente muerte de André o porque hace mucho que no ve a Laurens, sea cual sea el caso Alexander no se encuentra en su mejor momento.

Al entrar en la oficina del general, el francés se encuentra con Alexander recostado en el escritorio de Washington, sus brazos los usa para apoyar su cabeza en una superficie más suave que la madera del escritorio, se ve cómo un niño cuyo libro favorito ha acabado de forma decepcionante.

— ¿Estás bien?

Pregunta el francés, atrayendo la atención del más bajo. Este asiente mientras se endereza.

— No debería recostarme así en el escritorio del general. — Dice Alexander mientras esboza una sonrisa. — De seguro me regañanaría.

— Lo dudo. De seguro te habría arropado si te hubiera visto.

Alexander emite una suave risita, no muy animada. La puerta se abre nuevamente pero esta vez es Washington quien ingresa, se lo ve muy animado, como si fuera a decir algo muy bueno.

— Hijo. — Llama a Alexander con ese característico apodo que tanto irrita al pequeño. — Traigo noticias

— ¿Si?

Tanto al francés cómo a Washington les sorprende cómo Alexander no reaccionó en lo más mínimo al general llamándole hijo, de verdad que no es el de siempre. Washington vuelve a sonreír, confiado en que sus palabras pintarían una sonrisa en el rostro de Hamilton.

— Es sobre John Lau-

— ¿¡Intentó dejar Filadelfia y los británicos van a tomar represalias?!

Fue oír el nombre del rubio y el peor escenario posible llegó a la mente del pequeño.

— No, no tranquilo.

Lo tranquiliza, causándole gracia la reacción del joven. Alexander suspira aliviado

— Aunque es raro que no lo haya intentado aún.

Murmura Lafayette.

— Lo que quería decirte son buenas noticias.

Informa el general. Los ojos del caribeño se iluminan mientras se le ocurra una posibilidad.

— ¿¡Lo liberaron?!

Pregunta con una sonrisa esperanzada y un brillo en sus ojos que hace mucho no se ve.

— Ehm...no, no son tan buenas noticias.

Niega algo apenado de romper las ilusiones del caribeño.

— Oh...

Alexander es incapaz de ocultar su decepción, aunque se esperaba esa respuesta.

Ha habido casos de ayudantes de campo que han pasado hasta tres años cómo prisioneros de guerra

Las palabras de Lee se repiten en su mente, comienzan a enraizarse en esta, aunque odie admitirlo. ¿Cuánto estaría su amado lejos de él?

Washington le había comentado que, muy probablemente, Laurens sería elegido cómo Ministro de Francia, ergo, de seguro no tendría tiempo para estar con él luego de su liberación.

— Tal vez no John no esté libre, aún, pero eso no significa que no puedas verlo.

Esas simples palabras encienden una luz en el caribeño, a la vez que atrae la atención del francés.

— ¿Qué?

— ¿Recuerdas lo mucho que insistías en ir a verlo? — Alexander asiente con una sonrisa incrédula. — Pues, luego de arreglar unos asuntos puedo permitírtelo.

La vista de Lafayette se dirige hacia Hamilton, quien luce cómo si acabaran de ganar la jodida guerra. Un ligero rubor cubre sus mejillas y sus labios portan una gran sonrisa, no hay rastro del Alexander sombrío de hace unos minutos. Lafayette muerde el interior de su mejilla.

— ¿L-lo dice en serio?

Pregunta el más bajito aún incrédulo. La idea de estar de nuevo junto al americano llena cada milímetro de su cuerpo de gozo, de volver a besarlo, abrazarlo y oír su voz de nuevo...

— ¿Crees que bromearía con algo así? — Responde el general con otra pregunta. — Lamento haber tardado tanto en haber arreglado todo per-

El general se ve interrumpido por un efusivo abrazo por parte de Hamilton, gesto que sorprende incluso a Lafayette.

— ¡Muchas gracias mi General!

Exclama Alexander sonriente para luego salir de la oficina, presumiblemente a alistarse para su visita a John. Los dos aun presentes en la oficina intercambian una incrédula mirada, producto de lo que acababa de suceder.

— Parece que la noticia le alegró.

Eso es todo lo que el general dice, aún asimilando la situación, para luego dirigirse hacia su escritorio. Lafayette observa la puerta por la que Alexander había salido, antes estaba de lo más deprimido pero la sola noticia de ver a John le había alegrado la vida.

Por los próximos días Alexander estuvo preparándose para su partida, ansía ver a John, ver su reacción por su reencuentro, ver sus hermosos ojos de nuevo y sobre todo ver la reacción por su próxima boda.

"Podrás disimular lo que sientes por cartas pero veremos si puedes cara a cara"

Piensa el pelirrojo mientras mira el dibujo de su prometida, Elizabeth Schuyler. John de seguro no se quedará indiferente a eso. Unos toques en la puerta de su habitación llaman su atención, guarda el dibujo en un sobre, el cual deja en una mesa y se dirige a atender.

— Hola Laff.

— No me llames así Hamilton. — Pide Lafayette algo molesto. — ¿Puedo pasar?

El más bajito asiente, sin borrar su sonrisa. Lafayette se encuentra con un montón de ropa esparcida por toda la habitación al entrar.

— ¿Vas a llevar todo esto?

Pregunta el francés mientras Alexander cierra la puerta, viéndose radiante de la felicidad.

— Sólo busco lo mejor para ponerme.

Responde con simpleza el caribeño. Lafayette sólo asiente con una expresión pensativa, dejando en evidencia a Hamilton de que está aquí para hablar de algo serio.

— Alexander... ¿Cuánto tiempo piensas seguir esto?

Alexander enarca una ceja ¿Lafayette acaba de preguntar si piensa romper con John?

— ¿Seguir con qué exactamente?

El francés suspira, esto no será fácil...

— Seguir con esa relación... tóxica.

Los ojos del caribeño se ensanchan por la sorpresa ¿Tóxica? ¿Su relación con Laurens?

— ¡No llames así mi relación con John! ¡No es tóxica!

Exclama, con los brazos a cada lado de su cuerpo, apretando los puños, bastante indignado. Lafayette se cruza de brazos, se esperaba esa reacción.

— ¿Y qué es entonces?

— Es... — Mira al suelo, buscando una palabra adecuada. — Complicada.

Esa respuesta le es insuficiente a Lafayette, fija su vista en el sobre en la mesa y se acerca a este con pasos firmes.

— ¡N-no mires eso!

Alexander trata de detenerlo pero ya es tarde. Lafayette ya tiene el sobre entre sus manos, lo abre y al ver el contenido su expresión se torna decepcionada. Mira al más bajo, buscando una explicación, y este sólo le desvía mirada, sin saber que decir, avergonzado.

— ¿Esto es "complicado" para ti Hamilton? — Pregunta algo molesto, agitando el dibujo. — Pensabas mostrarle esto a John ¿Verdad? "Mira John, está es mi prometida"

— ¡Suelta eso! — Alexander, irritado, le arrebata el dibujo. — Sólo quería...

— ¡Le dices lo de tu boda y lo invitas a esta como si no fueran más que amigos! ¡Le cuentas lo fascinado que André te tenía! ¡Y ahora que irás a verlo piensas enseñarle eso!

— ¡Bueno! ¡Él tampoco es ningún santo! — Exclama Alexander, arrepintiéndose de haber dejado a Lafayette leer sus cartas hacia John. — ¡Me ocultó lo de su matrimonio! ¡Apenas me escribe! ¡Ignora mis súplicas porque dejé de ser tan suicida! Y...

— ¡Exacto! — Señala Lafayette. — ¡Precisamente a eso me refiero! ¡No hacen más que lastimarse el uno al otro! ¿Cómo llamas a una relación así?

— ...

Alexander se mantiene en silencio, busca otro sobre para guardar el dibujo, sintiendo la firme mirada de su amigo sobre él a cada segundo.

— Estás siendo inmaduro, tienes que empezar a pensar claramente, pronto tendrás responsabilidades más grandes y-

— ¡Deja de tratarme cómo un niño!

Exige el caribeño, dejando el dibujo en la mesa, acercándose a Lafayette de manera desafiante.

— ¡Pues deja de actuar como uno, Hamilton! — Vocifera el más alto. — ¡Estas a nada de contraer matrimonio y sigues aferrándote a John cómo un niño que no quiere soltar su juguete!

Alexander, disgustado por esa comparación, intenta protestar.

— John no es m-

— ¿Cómo crees que Elisabeth se sentiría al saber que tu aseguras "que tu corazón aún le pertenece a Laurens"? — Hunde su dedo índice en el pecho de Hamilton, haciendo a este retroceder aunque mantiene su expresión molesta. — ¿Cómo crees que John se siente con toda esta mierda tuya? ¿Y aún así dices amarlo con todo lo que le haces pasar?

— ¿¡Y tu desde cuando estás de su lado?!

Pregunta Alexander bastante molesto, apartando la mano del francés, quien resolla levemente sorprendido por esa pregunta. Se cruza de brazos.

— ¿Sabes? Pese a todo él también es mi amigo y le tengo una gran estima. — Admite, bajando la voz y suavizando sus facciones pero de inmediato estas vuelven a endurecerse y su voz se vuelve firme nuevamente. — ¡Pero no es cuestión de estar del lado del ninguno! ¡Es cuestión de que ustedes dos parecen competir por quien puede dañar más al otro!

— ...

La expresión de Alexander se torna algo culpable. Lafayette, notando esto, baja su tono de voz a uno más amable.

— Si de verdad amaras a John creo que sería más humano romper con él antes d-

— No puedo. — Lo corta el menor, mirando al suelo. — No puedo dejarlo ir... lo amo demasiado como para hacer eso.

— Pero no lo suficiente como para, mínimo, disimular lo de André o tratar de suavizar lo de tu boda ¿Eh?

— ¡Por lo menos soy sincero! — Se excusa Hamilton, esta vez mirando al francés. — ¡Cosa que es más de lo que puedo decir de él!

Lafayette se frota sus ojos con su índice y pulgar, dando la espalda al contrario, está harto de la actitud infantil tanto de Laurens cómo de Hamilton, son cómo dos niños que no saben lo que quieren.

— ¿Cuál es tu punto con todo esto? — Inquiere Hamilton cruzado de brazos. — Conozco lo suficiente mi relación con John, mucho mejor que tú, te lo aseguro.

"Pues pareces no conocer lo suficiente sobre empatía"

Piensa Lafayette, pero elige no decir nada, podría estar discutiendo con Hamilton por horas y a la única conclusión que llegaría es "John Laurens y Alexander Hamilton solo saben hacerte daño" y eso, no sólo no es nada nuevo, sino que es prueba de que son el uno para el otro, aunque no en un muy buen sentido...

— No lo sé. — Admite el francés, mirando al contrario. — Yo sólo quería desahogarme supongo. Créeme que si John estuviera aquí le diría mucho más. Yo sólo hablo sobre lo que veo, Alex, y lo que veo son dos personas que parecen no saber amarse, qué sólo se hacen daño.

— ...

Más silencio por parte de Alexander.

— Eres un hombre inteligente, Hamilton. Haz lo que creas correcto.

Con eso dicho, y con el pecho mucho más ligero, Lafayette abre la puerta de la habitación y se marcha, dejando sólo y pensativo a su amigo.

━━━━━━ •Flashforward• ━━━━━━

Alexander acaricia el rostro de su amado mientras repasa esa discusión en su mente una y otra vez. No está nada de acuerdo con el calificativo que Lafayette le dio a su relación con John.

"Lo que crea correcto..."

De repente los ojos de Laurens se abren, tomando de sorpresa el pelirrojo, y una sonrisa aparece en su rostro.

— Así que no fue un sueño... — Murmura apartando unos mechones del rojizo cabello de Alexander de su rostro para admirarlo mejor. — Buen día.

— Buen día. — Alexander toma la mano de John, disfrutando su tacto y cómo este acaricia su rostro. — Y créeme que no fue ningún sueño, tengo un dolor en el trasero que lo comprueba, literalmente.

John emite una breve risa, se incorpora abrazando a Alexander, quedando sobre este. El menor corresponde pasando ambos brazos tras la nuca del rubio, rodeando su cuello.

— ¿Y sólo es mi culpa? Tú eras el que no dejaba de insistir. — Le recuerda John. Luego procede a hablar con una voz particularmente aguda. — "Una vez más John" "¿Acaso no me extrañaste?" "Esta es la última, lo juro" "Un poco más Laurens"

Alexander inevitablemente se sonroja en una mezcla de enojo y vergüenza.

— ¡Yo no sueno así!

Exclama para luego inflar ligeramente las mejillas en un puchero infantil que encanta totalmente a Laurens. Lo mira más que enternecido con esa vista que Alexander le regala, extrañaba hacerlo enojar así.

— Esa sonrisita no te salvará de esta, John.

Dice Alexander, aún molesto. John vuelve a reír para acercarse a él y proceder a dejar besitos por todo su adorable rostro. Su frente, sus mejillas, sus pómulos, su nariz, sus labios, su barbilla...

— Eso tal vez sí.

Dice Alexander en medio de breves risitas, las risas aumentan cuando John pasa a su cuello, pues el rubio lo hace con la clara intención de hacerle cosquillas y lo está logrando. Ese es un lugar muy sensible para Alexander y eso sumado a la barba que ahora John posee, que aunque no es muy espesa -Se nota que Laurens la mantiene a raya- aún así logra provocar esa particular sensación en Hamilton.

— ¡Co-cosquillas! — Exclama Alexander intentando controlar su risa, aunque no es muy útil. — ¡Me haces cosquillas John!

— ¿En serio? — Inquiere Laurens, acercando su rostro al del menor. — No me di cuenta...

Alexander le saca la lengua antes de atraerlo para darle un dulce beso, enrieda sus dígitos en las doradas hebras del rubio, mientras que su mano libre acaricia su espalda. No hay duda alguna, está en su hogar. Rompen el beso lentamente, ambos con miradas llenas de amor.

— ¿Podemos quedarnos aquí todo el día?

Pregunta el más bajo con toda la ternura de su ser reunida en su voz.

— De "poder" podemos, Alexander, pero ¿Deberíamos? — Alexander rueda los ojos. — Además, si alguien te ve salir de mi habitación sería sospechoso ¿Eh?

— Tienes razón. — Suspira algo decepcionado. — Bien, vamos, que inicie un nuevo día.

Dice con una emoción falsa. John se pone incorpora para ponerse de pie, recoge su ropa la cual se encuentra esparcida por el suelo. Alexander se maravilla con esa vista, pese a que en la noche había disfrutado de primera mano del cuerpo de John Laurens pero nunca se casaría de verlo.

Sintiendo la mirada de Alexander sobre él a cada segundo, John procede a juntar su ropa y doblarla, luego la lavaría. Luego se dirige a un cajón y saca algo de ropa limpia, opta por una camisa blanca, un chaleco color negro y unos pantalones del mismo color.

— Imagino que tú trajiste ropa ¿No?

— Si pero la dejé en mi habitación. — Dice Alexander mientras se pone de pie. Una idea se le ocurre de inmediato. — ¡Préstame ropa tuya!

— ¿Mía?

Alexander asiente sonriente. La parte lógica de Laurens dice que su ropa le quedará demasiado grande a Hamilton pero es precisamente por eso que termina cediendo. Toma una camisa blanca, un pantalón color beige y se la entrega al menor.

— Voltéate.

Pide Alexander cuando John le entrega la ropa, el mayor enarca una ceja.

— ¿Disculpa?

— Date la vuelta. — Repite Alexander algo apenado. — Me... me avergüenza de que me veas cambiarme.

John lo mira incrédulo ¿En serio al mismo hombre que le rogaba sin pudor que lo penetrara le avergüenza que lo vean cambiarse? Sin embargo decide darle el gusto por ser Alexander.

— No espíes.

Pide Alexander con tono de voz serio cuando el rubio se voltea. John rie.

— Para verte desnudo no necesito espiarte, Hamilton.

El aludido resopla algo molesto, luego procede a vestirse, no negará que la idea de vestirse con la ropa de Laurens le alegra. John espera pacientemente a que Alexander de la señal de que puede voltearse, juega con su propia lengua en el interior de su boca para entretenerse de algún modo.

— ¿Ya?

Pregunta luego de un minuto, ladeando levemente el rostro.

— ¡Te dije que no voltees!

John se apresura en volver la vista al frente luego de esa reprimenda por parte del menor. Joder, es ponerse un jodido pantalón y una jodida camisa ¿Qué tanto puede tardar?

— ¡Ya!

"Al fin"

Piensa John mientras voltea.

— ¿Y? ¿Cómo me veo?

Pregunta Alexander mientras extiende los brazos hacia arriba. La ropa de Laurens le queda demasiado grande, sus brazos apenas llegan a los a las muñecas de la camisa y una parte del pantalón la está arrastrando por el suelo.

Laurens se toma unos segundos para observarlo bien antes de echarse a reír. Alexander enrojece al instante por esa reacción ¿Acaba de pedir una opinión a John y su respuesta es una risa?

— Lo... lo siento. — Se disculpa John entre risas mientras se acerca al menor. — E-es que te ves muy tierno.

Se explica a la par que acaricia los cabellos de Hamilton. Alexander cruza sus brazos y evita su mirada.

Luego de que Laurens remangara la camisa y pantalón que el menor trae puesta salen de la habitación para dirigirse al comedor, es bastante temprano por lo que no hay nadie más que ellos en los pasillos de la posada, o eso creen.

— ¡Buenos días!

Alexander no puede evitar sentirse algo molesto al toparse con ese muchacho inglés en la mesa. William no puede evitar sentirse ligeramente feliz al sentir la mirada molesta de Hamilton, algo en tener de molestarle es bastante divertido.

— Buen día William.

Laurens saluda con la misma amabilidad, lo que hace que Hamilton se sienta algo tonto, si él se muestra simpático con William pues debe ser buena persona pero algo en el joven de acento inglés no le acaba de agradar a Alexander.

— Estaba a punto de ir a despertarte, John. — Informa mientas lleva unos platos con huevos revueltos y tostadas a la mesa. — Hice el desayuno.

John agradece que esa situación no se haya presentado, habría sido de lo más vergonzoso. De pronto se percata de la situación, dos de sus amantes se encuentran juntos, sin embargo en la mirada del pelinegro logra encontrar algo de confianza. William no es Alexander, lo suyo es sexo y ya, aparte de ser buenos amigos claro, no tiene porque armar una escena de celos.

Se sientan en la mesa y comienzan a desayunar, William había sido lo suficientemente considerado como para prepararle el desayuno a Alexander también. No pasa desapercibido para William que la ropa que el pelirrojo trae puesta no es de su talla, lo más probable es que sea de Laurens, aunque se las había ingeniado para ocultarlo. Ahora entiende porque Laurens definía a Hamilton cómo "adorable"

— Oh, John, lo olvidaba debía decirte algo. — Dice William. — Sobre tu cuaderno de dibujos.

— ¿Mi cuaderno? — Cuestiona John algo confundido. — Pero ya lo tengo de vuelta, un día simplemente apareció en mi habitación.

— ¿Cómo crees que sucedió eso?

Alexander saca la vista de su plato para dirigirla a William, quien no sólo luce una sonrisa orgullosa sino que porta una llave. A John no le toma mucho conectar los puntos de los eventos pasados.

— ¡¿Fuiste tú?!

Pregunta bastante sorprendido. William rie.

— Pues ¿Qué creíste que había sucedido? ¿Qué llegó hasta tu habitación por magia?

— N-no lo sé... — Hamilton mira a John incrédulo ¿Eso fue un tartamudeo? — Creí que los británicos habían terminado con él y me lo habían devuelto.

— ¡Ja! — Exclama Jackson en una risa sarcástica. — Cómo si esas cosas pasaran.

— Bueno... ¡Lo creí más probable a que tú lo hayas hurtado! — Se defiende John. — ¿Cómo demonios conseguiste la llave?

William se encoge de hombros y le regala a Laurens un guiño misterioso.

— Un mago nunca revela sus secretos.

John lo observa durante unos segundos, luego suspira.

— Oye... gracias. — Dice como si estuviera admitiendo algo. — De seguro sin tu nunca me lo habrían devuelto.

— Pero eso no es excusa para robar una llave a un General.

Comenta Hamilton con claro disgusto.

— Por favor, Alexander... — Dice John. — Tú has hecho peores cosas.

"Ti his hichi piiris cisis"

— De cualquier forma, deberías devolver la llave. — John se vuelve hacia William. — No querrás meterte en problemas.

— Laurens, por ti me metería en cualquier problema.

Los ojos del rubio se ensanchan de forma anormal, al igual que los de Alexander.

— Gr-gracias... supongo.

Algo en lograr que Laurens se ponga así de nervioso llena de orgullo a William.

"Pir ti mi mitirii in cilqir priblimi"

Alexander imita la molesta voz de William en su mente. ¿Acaso él y John estuvieron juntos estos últimos meses? Pues eso no lo vuelve automáticamente alguien cercano a John.

— Por cierto, Alex. — John lo saca de sus pensamientos. — ¿Cuánto tiempo vas a quedarte?

— Pues... Washington dijo que no fuera más que un par de días

— Mmmm... osea que te quedarás una semana entera ¿Eh?

Alexander asiente con una sonrisa modesta, ese lazo que tiene con Laurens no se ha debilitado ni un poco.

— Si que me conoces, John.

"¿Viste esto, William? Esto se llama una conexión profunda con Laurens, algo que tú nunca tendrás"

Aunque conoce de poco a Hamilton, a William ya le ha quedado claro lo cercanos que él y Laurens son. Decide levantarse de la mesa, ya no tiene nada que hacer ahí, dejará a esos dos disfrutar de su tiempo juntos.

— Bien, iré a devolver la llave. — Dice mientras se pone de pie. — No me extrañen.

"Créeme, no lo haremos"

Piensa Hamilton siguiendo con la mirada al joven inglés. John y él continúan comiendo, poniéndose al día sobre lo que cada uno ha hecho, aunque eligen omitir ciertos temas. Alexander elige no mencionar nada sobre su boda ni su prometida, quiere disfrutar de su tiempo junto a Laurens, piensa sacar máximo provecho a esta semana.

— ¿Sabes? Oí que luego de liberarte piensan enviarte a Francia, cómo Ministro.

— ¿Yo? — Cuestiona John sorprendido. — Pffft, no lo creo.

— ¿Por qué no? — Pregunta Alexander — Hablas francés muy bien.

— Ce n'est pas la seule chose que je fais bien avec mes lèvres... mon cher Hamilton. (No es lo único que hago bien con mis labios... mi querido Hamilton.)

Se acerca al menor, abrazándolo por los hombros mientras le da un beso en la mejilla. Alexander rie encantado por la situación, ama escuchar a John hablar en francés, el rubio imita ese acento muy bien.

— Aún así, no creo que sea una buena idea. Deberías ir tú.

— ¿Yo? — Cuestiona Alexander. — ¿Por qué yo?

— Yo no soy muy... diplomático. — Laurens elige usar la palabra más suave que puede encontrar en su vocabulario. Está seguro de que podría amenazar al rey para que les de los fondos necesarios. — No creo que pueda hacer un buen trabajo ahí, tú serías mejor, eres más... delicado y tú también hablas muy bien francés.

— Tu manques de confiance, mes Laurens (Te falta confianza, Mi Laurens)

— Je suis juste réaliste, Hamilton (Sólo soy realista, Hamilton)

Ambos ríen, seguros de que Lafayette diría algo como que están desprestigiado su idioma natal. Terminan el desayuno y optan por dar un paseo en las por los alrededores.

— Así que esta es tu "prisión" ¿Eh? En tus cartas lo hacías ver mucho peor. Parece que estas aquí de vacaciones.

— No te creas, ser prisionero de los británicos no es exactamente un paraíso.

El menor nota la molestia en la voz de John al oír eso, conociendo a John debió de haberse estado martirizaría todo este tiempo por "haberse dejado capturar"

— Bueno... sobreviviste. Creo que eso tiene su mérito.

Lo alienta en tono reconfortante, a lo que John sonríe y se inclina para tomar una pequeña roca del suelo.

— Ya... tienes razón.

Elige no pensar en eso y arroja la roca al lago, hace una mueca al ver que se hunde sin más, nunca puede conseguir que rebote sobre el agua, siempre terminan hundiéndose en lo más profundo del lago. Se sorprende al ver una roca rebotando sobre el agua, vuelve la vista a su lado y comprueba que fue Alexander quien la lanzó.

— Tienes que lanzarla en línea recta. — Explica mientras toma otra roca del suelo. — Sujeta los lados planos de la roca con el dedo pulgar de un lado y con tu dedo medio en el otro.

Vuelve a hacer un lanzamiento y la roca vuelve a rebotar. John observa como la piedrita que Alexander lanzó se aleja de su vista, rebota y rebota, dejando atrás su roca que ya ha quedado hundida, sigue su camino, alejándose...

Sacude su cabeza, joder está pensando demasiado unas míseras piedras. Vuelve la vista hacia Alexander y suelta una risita.

— ¿Qué pasa?

— ¿Soy sólo yo o has crecido?

Pregunta con cierto sarcasmo mientras coloca una mano sobre Alexander y luego sobre él mismo, comparando así sus alturas. En realidad Alexander no ha crecido ni un milímetro.

— ¡No te burles! — Exclama Alexander notando el tono socarrón en la voz de John. — Además prefiero tener esta altura a golpearme con el techo cuando me levanto de la cama.

John rie al recordar las veces que se ha llevado el techo por delante al levantarse de su cama en el campamento militar.

— Como digas, enano.

Alexander gruñe en voz baja antes de proceder a insultar a John por su altura también.

— Escalera.

— Pulga.

— Secuestra nubes.

— Duende.

— Jirafa.

— Microbio.

— ¡Kilómetro parado!

Exclama Alexander para cruzar los brazos y correr la mirada, poniendo fin a la infantil discusión. John sólo rueda los ojos.

— Por cierto, hay un lugar que me gustaría mostrarte.

— ¿Qué es?

— Sígueme y verás. — Responde con cierto misterio mientras empieza a caminar. — ¿O no confías en mi?

Alexander sonríe con la simple pregunta ¿Confiar en él? Lo seguiría hasta el mismísimo fin del mundo.

Sigue a John a través de hacia un bosque, si fuera cualquier otra persona tal vez se hubiera preocupado un poco pero él tiene a Laurens cómo una excepción en muchas cosas y si por culpa del rubio termina pedidos en el bosque pues lo valdrá.

Mientras caminan no puede evitar pensar en las palabras de Lafayette.

"Una relación tóxica"

No se siente nada cómodo definiendo su relación con John así, si, tienen sus... problemas pero todas las parejas los tienen.

¿Acaso está lastimado a John con su comportamiento? Es difícil decirlo, el americano es muy poco expresivo.

Haz lo que creas correcto

¿Qué sería lo correcto exactamente? La razón le dice que debería terminar con Laurens pero esa opción está automáticamente tachada de la lista, él ama demasiado a su tonto rubio como para hacer eso.

¿Qué sucedería luego de aquella semana junto a él? John iría a Francia muy probablemente, él se casaría...

"¿Y si es lo mejor para él?"

Ese pensamiento le hace entrar en pánico porque cabe la posibilidad de que así sea. Una relación en la que ambos son hombres... ¿Qué futuro tiene eso? ¿Y si se interpone en su lucha contra la esclavitud? Joder, nunca se lo perdonaría.

Si Lafayette tiene razón y está lastimando a John... ¿Debería dejarlo ir? Después de todo su boda será en un par de meses ¿Debería dejar a John encontrar a alguien más?

Alexander sabe que no es perfecto, y no pretende serlo, ni él ni su forma de amar. De repente se siente mal con esa idea. ¿Y si hay alguien ahí fuera que puede amar de mejor forma a Laurens? Ese pensamiento le hace sentir el ligero deseo de llorar. Pensar que tal vez alguien podría hacer a John más feliz, alguien podría darle a su frágil corazón el trato que se merece y que ese alguien no es él... Imaginarse a John viviendo una vida feliz junto a alguien más le llena de tristeza, rabia e impotencia. Rabia e impotencia contra sí mismo por no poder ser él la persona indicada para Laurens.

De repente se odia por esa carta sobre André y por cómo ha estado tratando el tema de su boda. Tal vez debería darle a John esa oportunidad, la oportunidad de conocer a alguien que pueda amarlo correctamente, alguien que no esté pronto a casarse, alguien que no le cuente sobre sus otros amantes... tal vez alguien que no tenga otros amantes. Tal vez él no sabe amar a John cómo se lo merece.

— ¡Llegamos! — La voz de John le interrumpe en su martirio. Se topa con un pequeño lago frente a él, con su cristalina agua prácticamente inmóvil. — Este lugar tiene sus cosas buenas.

Alexander se esfuerza en sonreír, aunque no se ve tan animado como querría y su sonrisa se ve algo falsa. John nota eso y se acerca.

— Oye ¿Estás bien?

— S-si. — Corre la mirada, sintiendo que pequeñas lágrimas amenazan con salir de sus ojos. — Es... un lindo lugar.

— Ajá... — John sigue sin creerle. — Deberías ver el lago más de cerca.

Alexander acata la orden cuál robot, tallando su ojo derecho para disimular las lágrimas en este. Finge mirar el lago cuando en realidad está inundado en su dilema interno.

"John... ¿De verdad sería lo mejor para nosotros romper?" "¿Sólo nos lastimamos?" "Yo te amo, eso es lo importante ¿No? Y tú me amas... ¿No?"

Un empujón tras de sí le saca de sus pensamientos, de repente cae al lago que por suerte no es tan profundo. Se apresura en salir a la superficie para tomar aire, tose mientras intenta regular su respiración y logra identificar a John con una sonrisa de satisfacción.

— Creí que necesitabas refrescarte.

Esa es la explicación que John da pero se arrepiente de inmediato de su acción, pues Alexander porta una expresión disgustada y molesta.

"Mierda, la cagué"

Creía que aquello animaría a Alexander pero parece ser que sólo lo había molestado aún más.

— Alex, lo sien-

— Sólo ayúdame a salir de aquí Laurens.

Exige el empapado pelirrojo con tono serio que intimida a John, quien se limita a extenderle la mano para sacarlo de ahí. Cuando Laurens logra ver, por una fracción de segundo, la maliciosa sonrisa en el rostro de Alexander ya es tarde, el caribeño había tirado de él para acabar juntos en ese lago.

— ¡Hamilton!

Reclama Laurens una vez ha vuelto a la superficie.

— Ahora estamos a mano.

Explica Alexander con una gran sonrisa, de repente John lo toma de las caderas para atraerlo a él. El caribeño se toma un minuto para admirarlo, sus cabellos rubios resbalando por su frente, su camisa pegada a su cuerpo a causa del agua, sus hermosos ojos, sus facciones tan masculinas y bien definidas... ¡Joder si es que es que parece un Dios griego! ¿Cómo alguien tan hermoso y atrayente puede ser real? John es hermoso, de eso no hay duda, es alto, rubio con ojos azules y está en gran forma gracias al ejército y Alexander está seguro que no es el único que lo ha notado...

Si John Laurens logró conquistar a Alexander Hamilton ¡Puede conquistar a quien sea! No tendría problemas en encontrar el amor si Alexander decidiera dejarlo ir... tal vez Lafayette tiene razón... tal vez lo mejor sería eso.

— Te quiero, Alex.

Una repentina afirmación sacude por completo el mundo del pelirrojo y todo lo que creía conocer.

— T-tu... ¿Qué?

Esa reacción causa algo de gracia a John a la vez que lo lastima un poco. Joder ¿Tan raro es que se exprese?

— Te quiero. — Repite. — Lo siento... se que está mal y no debería hacerlo pero no puedo evitarlo.

Se lamenta con voz apenada, odiándose un poco por no poder reprimir su enfermedad y por no poder alejarse de Alexander, sabe que sólo lo acabará lastimando pero... necesitaba decirlo, necesitaba sacarlo de su pecho, estuvo a punto de decir un "Te amo", dejar en evidencia lo que sentía sin el menor rastro de dudas pero logró controlarse en el último segundo.

Alexander parpadea perplejo ¿Acaso John lee su mente? Justo cuando piensa en dejarlo ir, él dice eso. Vamos, no es un "Te amo" pero viniendo de Laurens...

Un latido.

Un latido contra su pecho que hace vibrar todo su ser de felicidad, pinta sus mejillas de rojo, eriza sus cabellos, saca un brillo a sus ojos y logra entre-abrir sus labios,

Un latido que lo deja indefenso.

John, notando el silencio de Alexander cree que ha hecho mal. Claro, Alexander está a punto de casarse y ese asunto de André... si vino a verlo debió ser por obligaciones.

— Lo siento, no debí decir e-

Alexander lo calla con un beso desesperado, aunque no es lujurioso. Lo besa con tanta intensidad que le obliga a retroceder sobre sus propios pasos, aunque John, encantado, corresponde el beso mientras acaricia el mojado cabello de su amado. Por un mal paso John termina tropezando y cayendo aunque sin separarse de Alexander.

Por unos breves segundos comparten un beso que sólo puede ser descrito como mágico. Ambos bajo el agua, sus cabellos de tonos amarillo y rojo enredándose, bailando juntos, flotando, dando la ilusión de un color naranja. John sosteniendo firmemente al hombre sobre él, sin soltar sus caderas. Alexander acariciando el rostro del rubio al que tanto ama y ladeando el rostro levemente para intensificar el dulce contacto de sus labios. Ambos con expresiones tranquilas en sus rostros, expresiones que reflejan todo el amor que sienten. Por supuesto sus labios unidos, fundiéndose en un amoroso beso. Por esos breves segundos ambos sienten como si estuvieran volando. Ese beso se convirtió en su definición de "magia"

Pero ese mágico momento acaba cuando el aire los abandona, rompen el beso de prisa y salen del agua para buscar aire.

— A-Alexander, a mi tam-también me encanta que me beses pero apreciaría que lo hicieras en lugares donde pueda respirar.

Alexander asiente mientras sonríe, sin dejar de toser.

— S-si no hubieras tropezado.

Dice con su sonrisa más radiante, cada duda en él quedó extinta con esas dos simples palabras, ese mágico beso y ese particular latido de su corazón. Mierda, él ama a John Laurens con cada fibra de su pequeño e imperfecto ser. ¿Qué hay miles de personas ahí fuera mejor que él para John? ¡Pues claro, no va a negarlo! Pero eso le da igual, él ama a John y se rehúsa a soltarlo. Él quiere continuar amándolo a su imperfecto, pero real, modo.

¿Qué está a unos meses de contar matrimonio? ¿Qué Eliza es maravillosa? ¿Qué John está casado? ¿Qué su relación es ilegal? ¿Qué Laurens tiene un comportamiento suicida? ¿Qué no sabe qué sucederá al final de esta semana? ¿Qué hay mil obstáculos más? Todo eso es cierto pero Alexander tiene un argumento que derrumba todos esos obstáculos: Él ama a John Laurens cómo nunca creyó poder amar a nadie y ese argumento es más que suficiente para él ¿Eso es ser egoísta? No lo sabe pero, aunque lo sea, no le importa. Sus sentimientos por el rubio le parecen mucho más importantes.


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