𝗖𝗮𝗽𝗶𝘁𝘂𝗹𝗼 𝗱𝗶𝗲𝗰𝗶𝘀𝗶𝗲𝘁𝗲 - 𝗫𝗩𝗜𝗜
—El azotamentes ha creado un monstruo en Hawkins para detener a Ce, matarla, y abrirse camino en nuestro —comenzó Mike.
—Y casi lo consigue. Eso solo era un pedacito —continuó la pelirroja abrazándose a si misma.
—¿Qué tamaño tiene esa cosa? —el oficial se mantuvo muy serio y con sus brazos cruzados sobre su pecho.
—Enorme —contestó el mayor de los Byers—. Nueve metros por lo menos.
—Sí, me temo que ha destrozado su cabaña —Lucas mostró una mueca mientras miraba a Jim—. Lo siento —susurró.
—Vale, para que quede claro. ¿Esa araña gigante que ha herido a Ce es una especie de arma gigante? —preguntó Harrington.
—Sí —confirmó Nancy.
—Pero en lugar de tornillos y metal, el azotamentes a fabricado un arma fundiendo personas.
—Sí, exacto.
Robin alzó las cejas aún completamente confundida, sin embargo, no abrió la boca para discutir nada. Ya había visto lo suficiente como para creerles
—Vale, era para asegurarme.
—¿Y seguro que esa cosa sigue suelta?, ¿Sigue con vida? —preguntó Joyce, quien abrazaba a Lia.
—Ce y Lia le han dado una paliza, pero sí, sigue con vida.
—Pero si volvemos a cerrar el portal... —dijo Will comenzando una teoría.
—Separamos el cuerpo de la mente.
—Y lo matamos —concluyó Lucas—. Teóricamente.
—¡Yuju! —Murray Bauman se acercó a ellos a paso ligero con unos papeles amarillos en sus manos. Tenían un plan.
[...]
—La palmarán, todos la palmarán —asumió Erika acercándose a su hermano y a sus amigos.
—Sí, seguramente —dijo Dustin igual de convencido.
—Vosotras salisteis —dijo Lia con algo de esperanza.
—Sí, por los pelos. Nos habría venido bien la ayuda.
—A nosotros también la vuestra —admitió Mike con una sonrisa.
—Sí, tío, te hemos echado de menos —dijo Lucas, provocando una mueca de disgusto total en la cara de su hermana.
—Sí, mucho —Will.
—No es lo mismo sin ti —dijo Lia.
—Yo también os he echado de menos —Dustin abrazó a sus amigos—. Mucho.
—No os echéis a llorar, pardillos.
—¡Erika!
—Sigue repitiendo mi nombre, a ver que pasa.
—¡Eh, cógelo! —Hopper le lanzó el Walkie-talkie al rizado— Podéis guiarnos, pero desde un lugar seguro.
—No es tan sencillo.
—La señal no alcanza.
—Con esto no —dijo mirando el aparato —. Falta algo con una banda frecuencia de radio que conecte con la torre de radio rusa. Y falta alguien que haya visto la sala de comunicaciones y tenga acceso a una torre de radio casera súper potente, que a poder ser ya esté situada en el punto más alto de Hawkins —para este punto Jim ya se había cansado de escuchar al rizado—. Espera, soy yo. Si queréis que os guiemos, de acuerdo. Pero necesitamos ventaja —el jefe de policías levanto las cejas en forma de asentimiento—. Y un coche.
Mientras que el grupo que antes había estado en la base rusa se iba a por el coche, Murray les enseñó a la pareja mayor qué llave era para qué cosa, pues iban a refugiarse en su casa. Y Joyce no perdió más tiempo y fue a hablar con sus dos hijos menores.
—Escuchadme, tengo que acabar con esto. Pero habré vuelto antes de que os deis cuenta.
—No sé, mama... —discutió Will.
—No, escúchame. Allí estaréis a salvo. Está lejos de todo. Vosotros no os alejéis de vuestro hermano, y haced caso pase lo que pase.
—No estamos preocupados por nosotros, si no por ti, mamá —dijo Lia esta vez.
—Chicos, no me pasará nada —prometió—. ¿Vale?
—Vale mamá —aceptó Will cuando los abrazó—. Vale, mamá.
—Volveré pronto.
—Mamá, me estás ahogando —Dahlia no pudo evitar reír ante el comentario de su hermano, incluso en la situación en la que se encontraban Lia no parecía querer dejar de ser ella.
Unos pocos minutos después los chicos y Nancy y Jonathan se encontraban en el coche, listos para ir a la casa de Murray, pero los planes estaban a punto de cambiar.
A pesar de intentarlo varias veces, el coche de Nancy no arrancaba. Cuando fueron a revisar el capó se dieron cuenta de la falta del cable de inicio, el cual era necesario. No tuvieron mucho tiempo para pensar en algo, ya que un motor conocido llamó la atención de todos. Era Billy, otra vez.
Tuvieron que volver a toda prisa al centro comercial, cancelando el plan de ir a un lugar seguro. Mike intentó contactar con el grupo de los heladeros, pero parecía que aún no habían llegado porque no contestaban. Mientras tanto Nancy preparaba un arma, por si se encontraba en apuros.
—Vais a matarlo, ¿Verdad? —preguntó Max con disgusto.
—Esto es solo por precaución.
—Y no es solo contra Billy —habló Will—. Si sabe que estamos aquí, vendrá el azotamentes.
—Heladeros, repito, necesitamos transporte urgente, ¿Me recibís? —preguntó Mike por enésima vez.
—¿Esa cosa no arrancaría, no? —bromeó Nancy mirando el coche que Once había estrellado anteriormente.
—No hace falta arrancarlo—dijo Jonathan con una idea en la mente—. Solo el cable de inición.
Intentaron mover el coche para sacar el cable, pero este era muy pesado y claramente no iba a ceder ante los intentos de los chicos, así que Once se ofreció a hacerlo.
—Déjame intentarlo.
—Ce —intentó disuadirla Mike.
—Puedo hacerlo.
Tras unos inútiles intentos se dio por vencida, no podía mover ese coche. Era como si sus poderes se hubiesen desvanecido.
—Podría hacerlo yo —sugirió Lia—. Pero me vendría bien algo de ayuda.
Jonathan, Nancy y Mike cogieron las varas de metal que tenían los taburetes y los usaron para empujar el coche, y con la ayuda de Lia lo pudieron mover. De todas formas, el azabache no se privó de llevarse el crédito.
—Os lo he dicho, física.
Jonathan y Nancy se pusieron manos a la obra para sacar el cable mientras el resto simplemente miraba.
—¿Qué hace? —preguntó Max mientras miraba a Once, quien estaba rebuscando en la basura.
Los tres se acercaron a la castaña, preocupados de que algo malo estuviese pasando. La chica había cogido una lata de cola y estaba intentando doblarla con sus poderes, cosa que no conseguía.
—Ce —la llamó Lia—. ¿Estás bien?
Ella solo les dio una mirada preocupada. No podía haber perdido sus poderes, ¿Verdad?
—Mike— llamó de pronto Mayfield, mirando al techo.
El azotamentes estaba sobre el StarCourt.
El azabache advirtió a su hermana para que se escondiera, y cogió a su novia de la mano. Max, totalmente aterrorizada también llevó a Lia de la mano, y corrieron hasta el puesto de comida más cercano, deseando que todos se hubiesen puesto a salvo a tiempo.
El monstruo cayó, y empezó a inspeccionar por todos lados. No se había escuchado ningún grito, así que parecía que de momento todos estaban a salvo, si es que eso era posible en una situación como esa.
Los problemas llegaron cuando Dustin empezó a hablar por el Walkie talkie, llamando la atención del azotamentes en consecuencia. Lia quiso matarlo en ese momento.
—Ha dado la vuelta —susurró Mike—. Si subimos arriba ahora lo conseguiremos.
—¿Qué? Ni hablar, no con Ce así —dijo Max.
—Hay que intentarlo, además, Lia puede hacernos invisibles.
—No sé si-
—Hay otro camino para salir—interrumpió Once— por Gap.
Los tres asintieron y empezaron a correr hacia la tienda de ropa. Lia ni si quiera comprendía como sus piernas podían funcionar, teniendo en cuenta como temblaban. Pero cuando entraron tiraron todo a su paso. Eso evidentemente atrajo a la criatura.
Uno de sus tentáculos entró a la tienda justo cuando los cuatro se escondieron. Aguantaron el silencio incluso cuando vieron como un maniquí con la misma camiseta que Once acabó en sus pies. Estaban totalmente aterrorizados. La rubia sentía que el latido de su corazón la delataría, y estaba convencida de que no sería capaz de enfrentarse sola al azotamentes.
A los pocos segundos un tentáculo había llegado hasta la cara de Mike, solo que aún no lo había visto.
Y como si fuese un milagro, alguien creó la distracción perfecta para que el azotamentes se fuera, y así permitiendo a los chicos salir del centro comercial.
Desgraciadamente no pudieron ir con el resto. Para cuando salieron, el grupo estaba siendo perseguido por la criatura y Billy estaba fuera del coche. Dieron la vuelta sin pensarlo, y que Max cerrara la puerta no fue un impedimento para que su hermanastro los siguiese.
Corrían mientras cargaban con Once, lo cual complicaba las cosas mil veces más. Las luces a su alrededor no paraban de parpadear y realmente parecía que no había salida para ellos esta vez. Llegaron hasta un pasillo sin salida, y Billy estaba justo detrás de ellos.
—Billy —lo llamó Max mientras este se acercaba—. Billy, no tienes por qué hacerlo. Billy, eres Billy, Billy Hargrove —insistió, creyendo que de alguna forma eso traería de vuelta a su hermanastro—. Vives en el 4819 de Cherrylo. Créeme soy Max.
No le dejó decir nada más, la apartó del camino de un manotazo y siguió con su objetivo. Hizo lo mismo con Mike, dejándolo inconsciente también. A pesar del intento de Once de usar sus poderes él la cogió y la cargó como un saco de patatas.
Lia estaba asustada hasta la médula, pero no iba a permitir que ese idiota dañase a su hermana. Usó sus poderes para tirarlo contra una pared. Cuando se levantó la agarró del cuello, tal y como lo hizo anteriormente, solo que esta vez fue mucho más doloroso por los moratones que aún tenía. Lo último que Dahlia vio antes de desmayarse fueron los llorosos ojos de Billy, que pedían perdón sin decir palabra.
Cuando abrió los ojos se encontró a si misma atada con cinta adhesiva contra una columna, pero todo su alrededor era una terrible catástrofe. El terrorífico monstruo rugiendo de molestia por los fuegos artificiales en su espalda. Once huyendo de Billy sin ningún éxito. Eso último no era nada bueno
—¡Ce! —gritó con todas sus fuerzas, pero su voz apenas salió.
La castaña empezó a forcejear con Billy, pero ambos pararon cuando ella empezó a hablar. No pudo escuchar lo que decía, pero pareció ser suficiente para traer al chico de vuelta. Se levantó de encima de Ce, sin una expresión clara en su rostro. El monstruo a su vez lanzó un agudo rugido ensordecedor. Un enorme tentáculo fue directo a por Once. Al menos eso es lo que hubiese ocurrido si no hubiese sido por Hargrove, que lo detuvo con sus propias manos.
Lia no despegaba los ojos del chico, sabía perfectamente lo que iba a pasar. Sus ojos se aguaron al imaginar la reacción de Max. Comenzó a quitarse la cinta de su cuerpo, que se despegaba dolorosamente de ella.
Varios tentáculos se asestaron contra el musculoso cuerpo del chico. Max, horrorizada, gritó el nombre de su hermanastro. Ya era demasiado tarde. Hasta ese momento Lia no se había dado cuenta de que su novia había llegado, se giró para verla, pero los ojos de ella no iban a despegarse de la escena.
Billy gritó fuertemente, celebrando en su lecho de muerte que a pesar de que sería él quien iba a perder en batalla, los demás no lo harían. Eso llenó de vida por unos pocos segundos a Billy. Estaba feliz. Había hecho algo bueno de lo que podía estar orgulloso durante todo lo poco que le quedaba.
Finalmente, el golpe más doloroso para todos. Ese que sería el culpable de arrebatarle la vida al joven Hargrove.
Billy se ahogó con su propia sangre, ahora negra, que desbordaba por su boca. Bajó los brazos lentamente y el azotamentes lo soltó como si no valiese nada, un esclavo más para él.
Lia, por fin liberada, se levantó se agachó donde estaba Once, arrastrándola lejos del monstruo. Este se tambaleó y finalmente cayó al suelo. Esta vez, realmente muerto. La pesadilla había terminado, solo que no para todos.
Mientras que Mike corrió hacia Once, Max caminó hasta Billy, seguida por Lia. El luchaba por su vida, por poder respirar unos segundos más.
—¿Billy? —llamó la pelirroja afligida mientras se arrodillaba a su lado—. Billy. Billy despierta. Levanta —lo sacudía suavemente mientras repetía las mismas palabras. Su voz estaba rota en pedazos.
—Lo siento —fue el último aliento que dio Billy Hargrove.
Lia se sentó a su lado, quedando al lado de una devastada Maxine que aún no aceptaba la muerte de su hermano. Era comprensible. La rubia no dijo absolutamente nada. No era necesario.
No fue hasta que dejó de llamarlo que se dio cuenta de que él ya no estaba. Su cuerpo calló involuntariamente hacia atrás y Lia se encargó de sujetarlo. No iba a dejarla sola.
—Tranquila —le susurró mientras la abrazaba, pero los sollozos de Max no parecían querer irse, y ese recuerdo no se iría en mucho tiempo.
Después de un rato las ambulancias llegaron, y se encargaron de ayudar a todos los heridos y de proteger a los que habían sobrevivido.
En medio de todo el caos Joyce Byers buscaba desesperadamente a sus tres hijos. Esa mujer con el uniforme de los rusos, perdida y muy asustada con lo que acababa de pasar. Solo podía pensar en ver a sus hijos.
Will y Lia estaban sentados juntos en la misma furgoneta. Al ver a su madre ambos se quitaron la manta que les habían dado y saltaron en los brazos de su madre.
Los tres lloraron como niños pequeños, felices de saber que habían sobrevivido. Pero había alguien que no lo había hecho.
Mientras el corazón de Dahlia se recompuso en ese abrazo, el de Once se rompió en pedazos.
[...]
—Turn around, Look at What yo see. In her face, the mirror of your dreams. Rhymes that keep their secrets. Will unfold behind de clouds —Los cánticos de Dahlia y Maxine que atormentaban a Dustin desde el incidente, dieron una pequeña pausa antes de continuar.
—Espera, ¿Este verso está bien?, ¿Es "unfold behind the clouds"?
—Sí. Pero la estáis masacrando. ¿Podríais parar?
—Pues canta con nosotros Dusty-bun —dijo la rubia mientras le lanzaba un beso.
—Sí, vamos Dusty-bun, ¿Por qué no cantas? —añadió la pelirroja con una sonrisa pícara
—Sois muy graciosas, deberíais salir en Carson.
—¿Podemos oír tu versión? —pidió Mayfield.
—No.
—Por favor, solo un verso —insistió Byers.
—No, ni hablar. Está reservada para Suzie y solo para Suzie.
Ambas chicas compartieron una mirada cómplice y empezaron a cantar la canción nuevamente. Dustin solo les sacó el dedo del medio y se fue mientras los insultaba. Lia y Max no pudieron evitar estallar en carcajadas. Ambas se levantaron para mover la caja después de eso
—Ojalá pudiese quedarme, le cantaría todas las mañanas —bromeó Lia.
—Por mi no hay problema, te puedo esconder en mi armario como hacías con Will —contesto la pelirroja hablando más en serio, soltando la caja.
—Sabes que me encantaría, Maxie, pero la nueva casa, y mi propia habitación me esperan —dijo con una sonrisa, a pesar de en el fondo de ella no querer irse para nada.
—Te voy a echar de menos —admitió, rodeando la cintura de su novia con sus brazos.
Una sonrisa iluminó el rostro de la rubia. No podía evitarlo, ver a Max en su lado más cariñoso la derretía por dentro. Y eso le recordaba a un asunto no resuelto.
—Max, ¿Te puedo hacer una pregunta? —dijo con cierta seriedad.
—Sí, fui yo la que rasgo una página de tu cómic de Wonder Woman. Lo siento —dijo inocente.
—No me refería a eso —entrecerró los ojos con una sonrisa— Ya hablaremos de eso, no te salvarás.
—Ugh... —carcajeó suavemente— Dime.
—Aquel día, en la cabaña... ¿Lo dijiste de verdad?
Max, confusa, preguntó —¿De qué hablas?
Lia se sonrojó levemente, pero se mantuvo firme. Tenía demasiada urgencia por hablarlo, no quería hacerlo por teléfono.
—La... Esa discusión con Mike. Sobre mí y Ce —dijo suavemente, causando que Mayfield abriese un poco sus ojos.
—Oh.. Eso... No sabía que estabas escuchando
La rubia llevó sus manos hacia el cuello de la camisa de Max para jugar con él, nerviosa y tímida. Maxine no había quitado sus manos de la cintura de la mayor
—No quería incomodarte. Pero... Es verdad lo que siento, Lia. Todo lo que dije era verdad —susurró mirando a todos lados menos a los ojos de Lia—. Lo siento. Entiendo que te sientas incómoda, es algo incómodo para dos chicas de catorce y casi quince, solo... No pude evitarlo.
—Max —interrumpió acariciando la mandíbula de la pelirroja con las yemas de sus dedos—. No me siento incómoda —dijo mostrando una pequeña sonrisa—. No puedo quejarme, después de todo, yo también te amo.
Aquello hizo a Max saltar un poco. Miró a Lia directamente en sus ojos azules, buscando algún rastro de mentira en ellos.
—¿Qué?
—¿Por qué tan sorprendida?, ¿Eres la última en enterarse? —contestó la rubia ocultando su timidez.
—¿Me amas?
—Sí, Maxie. Te amo.
Mayfield respiró hondo, sintiendo como sus ojos se aguaban lentamente. Era difícil procesar esa frase, pero se sentía tan jodidamente bien escuchar esas dos simples palabras.
—¿Puedes... Puedes decirlo de nuevo? —pidió en un susurró y con su corazón a punto de salir de su pecho.
Dahlia sonrió con ternura y abrazó el cuello de su novia. Después de besar suavemente su mejilla se acercó a su oído.
—Te amo —susurró.
Se separó de ella despacio. Con pocos centímetros de distancia entre sus rostros. Max no resistió más, finalmente acabó con esa distancia y acarició los labios de Lia como se merecía.
No se sentían igual que siempre. Y no es que los besos de Lia se hubiesen sentido mal o raros antes. Era que Max se había dado cuenta de que los besos de amor recíproco realmente te hacían sentir incluso más lleno y pleno. Sentía que podía con todo y mucho más.
Ambas se separaron despacio, aún con sus ojos cerrados.
Ahora todo tenía sentido.
[...]
Todo había acabado, o al menos es como Lía lo sintió. Nunca pensó que la promesa del grupo de mantenerse unido se rompería. Tal vez había sido demasiado inocente, o ingenua.
Despedirse de Max fue mucho más difícil de lo que esperaba. Su pecho pesaba demasiado cuando le dio aquel fuerte y estrecho abrazó. Se sentía como una despedida permanente. Maxine le pidió que no llorase, que seguirían juntas a pesar de todo. Pero Dahlia no lo sentía así. Algo le decía que las cosas no iban a ir bien.
—No quiero alejarme de ti —susurró la rubia entre lágrimas, abrazando por última vez a su novia.
—Me aseguraré de llamarte todos los días, lo prometo —dijo Max negándose a llorar.
La despedida con Dustin fue casi tan lagrimógena como la de Mayfield. Separarse del primer amigo que la había aceptado tal y como era era difícil. No es como si decirle adiós a Lucas y a Mike fuera fácil, pero la presión en su pecho no era tan intensa.
Will en cambio no se libró de ese sentimiento en ninguno de los abrazos. Lia pensó que ella era la más sensible, pero ver a Will la hizo cambiar de opinión.
La familia Byers se subió en la furgoneta, mirando a sus amigos hasta el último segundo.
Este era el comienzo de una nueva vida.
Una nueva etapa.
O tal vez solo el comienzo de otra pesadilla.
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