Capítulo 4
Daniel
Siento el cuerpo de Zoe tan cerca de mí que me cuesta respirar. Acaba de quedarse dormida mientras me hablaba de su hermano Dylan. Al parecer el chico es un estúpido y la ha molestado a lo grande; después de que se desahogó y soltó todo lo que debía se ha quedado dormida a mi lado como un tronco.
Tengo miedo de tocarla. Tengo miedo de intentar sentir algo, porque eso es lo que simplemente hago siempre, sentir. Siento las cosas, los momentos, las miradas, ya que no puedo hacer mucho más.
Como decía, tengo miedo de sentir algo que me guste y que después no pueda tener. O sea, ¿quién quisiera estar con un ciego? Obviamente nadie, y es un poco estúpido que esté pensando en estar con alguien que no conozco pero que en estos momentos tengo a mi lado y en mi cama.
Me acomodo cuidadosamente a su lado intentando no tocarla sin querer y hacer que eso se pueda convertir en una pequeña pelea nocturna. Nunca pensé que llegara a leer mi mensaje. Es algo impresionante ya que, no es que el braille sea difícil, sino que pensé que no haría caso al mensaje y lo botaría. Pero no, Zoe Henry no es así. Ella buscó, investigó y logró decifrarlo con habilidad. Quizás quiera seguir preguntando, y así saber algo más sobre mí.
Siento que poco a poco el sueño me vence mientras escucho las respiraciones y los pequeños ronquidos de Zoe.
Al despertarme al día siguiente, como si lo hubiera soñado, ella no está. Busco por todo el cuarto, tocando todo a mi alrededor intentando encontrar algún indicio de que en realidad no me lo haya imaginado.
¿Será que verdaderamente me lo imaginé? No puede ser.
Caigo frustrado a mi cama mientras tengo la cabeza gacha. Me he imaginado que ella estaba durmiendo a mi lado, ¿puedo estar peor? Ahora sí creo que he terminado loco. Tomo algo de la ropa que hay en mi armario, me la pongo como puedo y salgo cuidadosamente de mi cuarto.
Toda mi casa tiene una especie de mecanismo para que pueda trasladarme de un lugar a otro. Hay una serie de tubos aguantados a las paredes de los que a veces me sujeto para ir de un lugar a otro; ya que llevo unos tres años aquí, casi me aprendo la casa de memoria, pero aún así me ayudan bastante a guiarme. Entro en la cocina, y escucho el sonido y el olor, de las papas en el aceite mientras se frien. ¿Papas fritas en el desayuno? ¿Qué sucede?
—¿Mamá? —pregunto curioso y camino un poco más hasta que siento una mano posarse en la mía y rápidamente la retiro. No es la de mi mamá.
—¡Hola, Daniel! —Es ella, entonces, no fue un sueño. Ella verdaderamente durmió conmigo anoche.
—¿Zoe? ¿Eres tú? —coloco las manos hacia delante y de repente recuerdo que no tengo las gafas puestas, me tapo rápidamente los ojos. Siento como la chica retira mis manos poco a poco y su risa tímida hace que me relaje un poco.
—Sí, soy yo. Tenía hambre y vi que tu madre no estaba, así que bajé a comer algo. ¿Quieres?
— ¿Tienes algo que no esté frito? — digo entre risas y escucho como bufa. Me acerco rápidamente con su ayuda a la encimera para treparme en uno de los asientos.
— Entonces, "Señor Nocomocosas Fritas", ¿desea café con leche?
—Eso no suena mal, y unas tostadas también si puede, con mantequilla. — No responde nada más y escucho como empieza a sacar algunos cubiertos para preparar el desayuno —. ¿Tu mamá no se preocupará porque no estás en casa?
—Mi mamá — hace una pausa mientras escucho como una tostada cruje en su boca y luego me pone el plato enfrente—, salió desde temprano a trabajar. Tenía que abrir la tienda así que dudo mucho que se imagine que estoy aquí.
— ¿Y tu hermano?
—El estúpido de Dylan no me interesa, ese aún debe estar durmiendo. No te preocupes, me iré antes de que alguien se de cuenta.
Asiento con la cabeza y le doy una mordida a mi tostada. Escucho como continúa trasteando en la cocina y un sentimiento extraño se apodera de mí.
¿Cómo se sentirían si una extraña o extraño se metiera en su cuarto tarde en la noche , durmiera con ustedes, se desapareciera y ahora les estuviera haciendo el desayuno mientras les canta una copla vieja?
Pues así me siento yo.
Río para mis adentros por lo extraño de la situación y continúo comiendo.
Luego de unos minutos Zoe decide irse a su casa. Le comento que está bien y que cuando quiera puede volver a venir, me responde con un "Sí " corto y escucho la puerta cerrarse. Termino de resguardarme pasando llave a la puerta, camino hacia la mesa, cojo mi beeper y selecciono el botón para solicitar el servicio de voz.
— Buenos días, ha seleccionado el servicio de voz. ¿En qué podemos ayudarle? —escucho la voz de la recepcionista saliendo a flote y me siento en el sofá de la sala.
— Por favor, enviar un mensaje al contacto de "Mamá" diciendo: Acabo de levantarme, todo está bien. Te quiero.
—Comprendido. ¿Algo más?
—No, eso es todo. Gracias. —cuelgo y me dirijo cuidadoso a mi cuarto.
Dentro de este voy a la estantería donde guardo muchos de los libros escritos en braille que mi madre me regaló hace ya algún tiempo. Toco con cuidado sus lomos, sintiendo las letras que ahí aparecen según mis manos pasan por ellos. Al final escojo el mismo de siempre, me siento en mi buró y comienzo a introducirme una vez más en la lectura.
~~°~~
Ya han pasado algunas horas desde la última vez que hablé con mi madre, me dijo que estaba en el centro comercial y que regresaba pronto a la casa pero seguramente el tráfico empeoró.
Camino hacia la sala de estar y enciendo el televisor para poder escuchar algo de las noticias del día. Paso al rededor de una hora sentado escuchando todo tipo de noticias cuando escucho la puerta abrirse y la risa de mi mamá inundando la casa.
—Al fin llegaste, pensé que te quedarías a dormir en el trabajo — comento entre risas y mi madre bufa con mi bienvenida.
—El tráfico es un auténtico desastre en esta ciudad. No sabes a qué hora se va a complicar, si llegarás en una hora... En fin, todo es un problema.
Asiento con la cabeza y me levanto para darle un fuerte abrazo. Los brazos de mi madre me rodean al igual que la primera vez que lo hizo, con amor, con ternura, con ese calor maternal que nunca se separa de ella. Siento como apoya una mano en mí mejilla y le sonrío con calidez mientras siento como se aleja hacia la cocina dejándome solo. Mi beeper comienza a vibrar, lo saco del bolsillo, le doy al botón del servicio de voz y escucho con atención el mensaje.
—Mensaje proveniente de un número desconocido, texto del mensaje: "Este es mi número. Guárdalo, Zoe." Fin del mensaje.
¿Ha conseguido mi número?
Me quedo estático en el medio de la sala, apretando fuertemente mi beeper e intentando no ponerme nervioso. Me siento en el sofá y subo las manos hacia la cabeza. Me he puesto nervioso por un mensaje de una niña de trece años, esto es patético.
—¿¡Daniel!? —la voz de mi madre me sorprende e intento volver a poner los pies en la tierra.
—¿Si?
— ¡Ven! Vamos a cenar.
—¡Ya voy!— le grito en respuesta y vuelvo a levantarme del sofá. Agarro fuertemente el beeper, pongo el servicio de voz y me comunico rápidamente—. Del último mensaje entrante por favor guardar el número con el nombre de Zoe. Gracias.
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