Capítulo 13
Alza las cejas sorprendido por mi pregunta. Coloca poco a poco las manos hacia atrás de él tanteando el espacio que tiene para así acostarse sobre el césped. Observo como realiza todo con minuciosidad y cuando lo logra una sonrisa de medio lado se pone en sus labios junto a un bufido.
—Hace tanto tiempo que no había pensado en esa palabra que ya ni recordaba lo que se sentía pensarla.—abro los ojos sorprendida y una sensación de tristeza llega a mí en el momento que toma mi mano nuevamente—. No te sientas mal, ya no lo extraño.
—¿Él está…?
—¿Muerto?—me arrebata la palabra de la boca para después reír en mi cara como si acabara de nombrar un chiste—. ¿Alguna vez te he dicho por qué soy ciego?
Recuerdo hace años el momento en que sin querer se me escapó aquella pregunta que tanto ansiaba saber. Aquella Zoe tan curiosa no podía pensar en otra manera de enterarse de aquello que no fuera preguntarle a él mismo. Para mi sorpresa no fue la respuesta que esperaba.
—Recuerdo que me dijiste que había sido por un accidente.
—Sí, fue por eso pero no exactamente uno de carretera. —un escalofrío recorre mi cuerpo y aprieto un poco el agarre que tenemos en la mano haciendo que se reponga y se siente otra vez en frente de mí.
—¿Y entonces?
—Mi padre siempre fue un padre complicado.—comienza a decir y frunzo el ceño curiosa. ¿Su padre? —. Nunca estaba en casa. Recuerdo a mamá llorando cada noche porque su esposo nunca dormía con ella. Estoy seguro que quizás pensaba que la estaba engañando como casi toda mi familia suponía.
—Es lo más obvio—admito honesta y él vuelve a posar una sonrisa un tanto afligida.
—¿Sabes qué es el metanol, Zoe?—pregunta saliéndose del tema y lo miro extrañada.
—¿Metanol?
—Es un compuesto químico, altamente inflamable y peligroso. Es, en otras palabras, alcohol.—asiento y aunque seguramente no lo ha notado continúa hablando—. Mi padre trabajaba con eso todo el tiempo. Se encerraba en el sótano cada vez que podía para así hacer todo tipo de mezclas químicas y demás.
—¿Tu papá trabajaba en un laboratorio?—pregunto para intentar entenderlo pero vuelve a negar con la cabeza.
—En nuestra casa nunca faltaba nada, lo admito. Teníamos dinero y comida suficiente como para vivir todo un año sin la necesidad de trabajar pero hubo un tiempo que poco a poco el dinero se iba perdiendo al igual que el matrimonio de mis padres.—toma un respiro y aprieta mi mano fuertemente—. Mi mamá me había comprado una pelota. Era una pelota preciosa, roja como la mismísima sangre y para un niño de ocho años es el color perfecto para que lo envidiaran.
Suelto una risita nerviosa y me fijo por primera vez en el cielo de esta noche. Las estrellas nos observan desde allá arriba como si también quisieran saber más sobre esta historia que cada vez para mí va siendo más extraña.
—Esa tarde mi padre llegó temprano. Recuerdo que casi siempre me saludaba pero ese día entró como una fiera hacia la casa. Lo seguí, quería las buenas tardes de mi papá o un “Hola, hijo. ¿Cómo ha estado la escuela?”, así que llegué junto a él hacia la puerta del sótano.
''—Papá, papá. Me han comprado una “pedlota”. —le sonrío a papá con emoción mientras le muestro la pelota que me acaba de dar mamá.
Papá le grita a mi madre muy feo y después se fija en mí con muy mala cara.
—¡Joder,Daniel! Que no tengo tiempo para ti. Sal de ahí. — papá me empuja con su mano para que me quite de delante de la puerta que va hacia “Lugar Prohibido”.
—¡Pero papá! ¡Mira mi “pedlota”! ¿A que está mona? — le tiendo la pelota a papá que vuelve a gritarle a mami y se vira hacia mí arrebatándome mi pelota roja.
—¿¡Es que no has entendido!? ¡Quítate! —papá se lleva mi pelota con él hacia “Lugar Prohibido” y no me ha dejado enseñársela. ¿Qué hago? ¿Con qué juego? ”
—Oh, vaya—contesto tras escuchar a Daniel y este me sonríe sincero.
—Después de eso solamente esperé a que mi padre saliera de ese lugar. Entré a aquel “Lugar Prohibido” del que tanto él me había advertido que no entrara. Si te soy sincero no recuerdo mucho de qué es lo que guardaba pero sí estoy consciente del olor tan fuerte que había. —hace una pausa y vuelve retomar una posición relajada—. Busqué esa pelota por todos lados hasta que la vi en una estantería muy grande que había en ese lugar. Trepé sobre algunas cajas para alcanzarla pero solamente sentí que algo se estrellaba en mi cara.
Ahogo un gritito y las lágrimas comienzan a salir sin ningún tipo de control haciendo que comenzara a sentir de verdad lo que ha sufrido este chico.
—Lo que recuerdo después fue un ardor muy grande para después escuchar los gritos de mi padre. Me enteré mucho después de que el metanol me había caído encima haciendo que mi nervio óptico se deñara y provocando una pérdida visual completa.
—¿Y por qué tenía tu padre el metanol en casa? —indago como puedo mientras siento que la mucosa me obstruye los orificios de la nariz haciendo que Daniel note que he estado llorando.
—Zoe, mi papá está preso.—abro los ojos sorprendida y antes de poder decir algo más él vuelve a hablar—. No, no fue por mi accidente. Mi padre robaba todo lo que podía, usaba el metanol para crear bombas pequeñas para así formar disturbios o explotar cristales. Nunca pensó que yo podría tener contacto con la sustancia y pues… No sé sobre él desde hace diez años.
No tengo palabras. Ni para describir cómo me siento ni para contestarle algo coherente a mi chico. Ha pasado por tanto, Zara ha pasado por tanto. Enterarse de todo eso, criar a un hijo sola y tener en mente que antes tenía un hijo sano para después verlo tropezarse de un lado a otro porque no sabe ni qué tiene bajo sus pies.
—Fue muy duro tener conciencia de que no vería nunca más. Todo el tiempo después del accidente donde aún mi padre estaba libre fue duro, bastante. Me maltrataba y ya no solo le gritaba a mi madre , sino que aparecía borracho en la casa sin ni siquiera saber si habíamos cenado o si teníamos papel higiénico para limpiarnos el trasero.— ríe por su propia grosería y suelta un suspiro para tomar mis dos manos y darles un casto beso a cada una—. Mi madre se enteró mucho después de todo. Llamó a la policía y lo denunció cansada ya del daño que le había hecho a nuestra familia. Tomó la decisión de que con el dinero que ya teníamos nos mudáramos a un lugar apartado de todo. Y pues llegamos aquí.
Lo abrazo. Con todas mis fuerzas me he tirado sobre él haciendo que caigamos ambos sobre el suelo. Las lágrimas solo salen sin cesar pensando por primera vez en todo lo que ha pasado con este chico, en todo lo que ha tenido que sufrir estando completamente ciego y viviendo solamente con su madre. Aquel niño que se había mudado al lado de mi casa había sufrido por tanto tiempo, había sentido cómo era perder tantas cosas a la vez que me impresiona que aun así no se haya rendido.
—Ya, para ya que no es para tanto—dice divertido y me empuja poco a poco hacia atrás para volver a sentarnos uno frente al otro. Pasa su mano por mis mejillas una y otra vez haciendo que mis lágrimas se sequen al completo.
—Eres fabuloso—admito, lo agarro de su camiseta y presiono mis labios contra los suyos intentando que no se escape nunca más de mí.
—Tú eres la que es fabulosa.—me da un pequeño beso en la nariz y apoya su frente junto a la mía—. Gracias.
—¿Por qué?— pregunto confusa y él sonríe antes de darme un beso en la frente.
—Por todo.
—Daniel, es hora de irnos ya. —la voz de Zara hace que nos separemos rápido y me fijo en ella.
Una sonrisa de medio lado bastante divertida adorna su rostro cansado de trabajar. Me levanto rápido y corro hacia ella para darle un abrazo. Su cuerpo se tensa al sentir el mío abrazando sus hombros y poco a poco junta las manos para que sea correspondido.
—Felicidades—comento en un susurro y ella me frunce el ceño confundida—. Eres la mejor.
Sus ojos se humedecen y me miran expectantes antes de que Daniel llegue junto a nosotras. Ambos se despiden y mi madre y yo nos quedamos en la puerta esperando a que entren a sus casas. Sonreímos al verlos entrar y hacemos lo mismo. Me cercioro de dejar la puerta cerrada y escucho a mi madre decir a viva voz desde la cocina.
—Espero que no estuvieran haciendo indecencias en el jardín. —mis mejillas empiezan a arder y me giro hacia mi madre.
—¡Por supuesto que no! ¿Por quién me tomas? —la risa estruendosa de mi padre me hace poner los ojos en blanco y subo hacia mi cuarto para irme a dormir ya mismo porque mañana empieza la pesadilla otra vez.
—¿Ya te contó? —la voz de Dylan hace que pegue un brinco por el susto que me ha dado. Me llevo la mano al pecho y me giro para encararlo—. Pensé que ustedes se contaban todo.
—Y así es, Dylan. Es mejor que te mantengas alejado de nosotros. ¿Quieres? —Mi hermano camina hacia mí y me tiende un pequeño pedazo de papel—. ¿Y esto?
—Llama a ese número, puede que te impresiones.—Dylan vuelve a dirigirse a su cuarto y antes de entrar intento saber algo más.
—¿De dónde lo has sacado?
—Hay algo que se llama Buscador de Google. Hazme caso, hermana. Llama.
Cierra la puerta mientras yo me quedo con este papel en mi mano sin saber qué hacer. Entro en mi cuarto, cierro la puerta y me dirijo hacia el teléfono. Coloco el auricular en mi oreja mientras marco el número que me ha dado Dylan junto a un nombre que dice “Lorena”.
—¿Si?—una voz responde desde el otro extremo y llego a la conclusión de que no sé qué decir ahora. ¿Qué se supone que diga?
—Sí, buenas noches. He encontrado su número en Google esta tarde y he decidido llamarle. ¿Es usted, Lorena?
—¡Oh, vaya! Sí, soy yo. ¿Desea que le agende entonces una cita?
—¿Cita? —inquiero extrañada.
—Sí, querida. Una cita de visitante a la prisión.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top