Extra II
Llevaba un rato largo de insomnio. Uno de los que ya había olvidado por tanto ajetreo en su cabeza, desde que empezó su trabajo como guía del infierno parecía ser una ironía ¿cómo mejorar un lugar donde se supone que las cosas están jodidas? Era prácticamente imposible. Pero aun así, abrió los ojos cuando el movimiento en la cama que compartía con su marido continúo. Esos quejidos los conocía perfectamente. —¿Cariño...? —tiene lagañas en los ojos, busca tocar a Gon entre toda la penumbra que los rodea. En eso escucha el llanto de un bebé. —Doble perfecto.
Para Gon las cosas tampoco fueron de color de rosa, no vive precisamente en un trabajo tan consumidor, pero si es el apoyo de Killua en todo lo que éste necesite, sea consejo o sean explicaciones detalladas sobre el funcionamiento de la ciudad de tierra rojiza. Amaba su vida, pero era un poco estresante, a la única que le permitían estresarlos y con gusto, era a su pequeña Lukia, que como cada noche, llora desconsoladamente por comida. Ya hasta parecía tener un horario que el íncubo respetaba al pie de la letra. —Voy a ver a Lukia, tú sigue descansando. —es un ser que poco necesita descansar en realidad, pero todos los cambios que sufrió su cuerpo los siente demasiado, más ahora que sus alas están adoloridas de tanto moverse con ellas. Aún con lo pedido, Killua se levanta junto a él, directo a la cocina a preparar el biberón tibio para la pequeña de ojos dorados.
—Buenos días chiquita, tranquila, ya estoy aquí, no llores. —al cargarla la bebé se queda prendada a él, sigue llorando, pero menos fuerte y lastimero, Gon sabe que llorar es la única forma de que un ser tan indefenso como lo es un bebé pueda comunicarse, así que no se enoja con ella, ni un poco. —Papi ya debe estar abajo con tu comida Luli. —se va inventando apodos mientras la cubre con su mantita de estrellas.
Killua parecía un borracho, de verdad que tenía el sueño más ligero del mundo y lo odiaba a veces. Se le había creado esa condición en la época donde aún era un humano y Gon se movía en las noches como un cazador cerca de su cuerpo, resultaba una alarma eficaz para algunas ocasiones. Al menos servía ahora que tenían una hija y debía reaccionar rápido... O bueno.
—¡Ah, maldita sea, dejé caer la leche! —se queja al ver que pensando tanto hizo un desastre en la cocina, ese tipo de alimento era imposible de conseguir. Debían irlo a buscar directamente al mundo humano.
No iba a recogerla, estaba seguramente con miles de bacterias a ese punto así que solo volvió a empezar. Malhumorado consiguió su objetivo dejando que se calentara un poquito simulando ser un encendedor con su pulgar hasta que quedó tibia, estar rodeado de demonios siempre le dio curiosidad sobre sus propias habilidades, había aprendido varios trucos útiles. Caminó con pesadez hasta la habitación y por no agacharse se dio en la cara con la parte arriba del marco de la puerta, cosa que hizo reír a su hija.
—Apoya la violencia, ya es demonio hecho y derecho. —mientras Killua se soba la frente, le entrega a Gon el biberón tibio, la niña desesperada se deja acomodar y con ambas manitas agarra el plástico antes de empezar a succionar con fuerza. —Tranquila cariño, nadie va a quitarte el biberón. —iba a ser un demonio muy fuerte, si casi le parte un dedo a Killua cuando solo tenía dos meses y se emocionó de jugar con él, ahora debían tener mucho cuidado de no darle objetos que pueda hacer añicos entre sus dedos. Evitar que se haga daño por sí misma.
Apoyó la espalda en el pecho de Killua y éste dejo que su mentón descansará en la cabeza del más bajo, cuidándose de los cuernos del mayor. Lukia cierra y abre los ojos, el sueño nunca dejó de consumirla y tampoco a sus ajetreados padres, que intentan no descuidarla ni un minuto.—Preciosa. —de verdad amaba a su bebé, lo mucho que había peleado por ella. Lo mucho que había sacrificado. —Luli, ¿no es cierto que papi debería irse a dormir? —al mecer a la bebé parece que está asintiendo a su pregunta. —Mira, hasta ella se da cuenta Killua. —esperaba ansioso las primeras palabras de Lukia.
—A... a... dol... —balbucea después de quitarse el biberón de la boca, parece que iba a decir algo más al ver ambos que achina los ojos pero solo era un eructo. La demonio ríe otra vez con los ojos cerrados, parece que fue suficiente ya que lentamente se queda quieta y busca acurrucarse con sus alas y pequeña cola incluida. —Hasta sacó tus modales, es increíble. —bromea Killua que recibe un golpecito en la frente. Se le sale un bostezo. —Va a dominar el mundo a este paso, solo mírala. Tiene el cerebro de Albert Einstein, no tendré que hacer nada. Me olvidaré del trabajo ya que ella nos supera en coeficiente intelectual. —suspira orgulloso ayudando a dejarla de nuevo en su cama, roncando tranquilamente.
—Sabiendo que probablemente ese hombre es ahora uno de los muchos demonios que te hacen la contra en las reuniones. —sus energías se ven aumentadas al verla cómodamente acostada y dormida, su manita agarra uno de sus peluches, un conejo violeta, obsequio de Leorio. —Shh... —pone los dedos en sus labios cerrados y en un rápido movimiento termina cargando a Killua al viejo estilo nupcial. —Ya es hora de que el rey de las tinieblas se vaya a dormir también. —se lo lleva fuera de la habitación de la bebé, cerrando con el pie la puerta para no molestarla.
Killua estaba a punto de dormir en sus brazos, simulando ser otro bebé más. Cuando toca la suavidad de la cama busca abrazar al moreno que tenía las piernas enredadas en las propias, la cola también le rodea la cintura y hace lo mismo con la suya. Da un quejido gracioso. —Tengo que trabajar mañana... El infierno no puede estar peor si solo evito el compromiso... ¿no? —habla entre el sueño y estar despierto, el olor de Gon le termina relajando tanto que no sabe si le habló o no, solo cae profundamente dormido.
Gon solo se levanta para acomodar el cuerpo más grande mejor en la cama, trayéndose con él las sábanas que estaban tiradas por ahí. —"Lo has estado haciendo muy bien, no importa que tanto se quejen los viejos cascarrabias de aquí"— Un reino acostumbrado a la miseria y al dolor, temerosos de los cambios, violentos hacia las nuevas leyes.
—"Y sé que tenías mucho miedo de repetir todas aquellas cosas que tus padres hicieron contigo, pero lo estás haciendo increíble"— Le va dejando besos en la frente y cuernos, arropándolo con sus brazos y alas, al mirarse, suspira, su cuerpo había cambiado, Lukia es una bebé muy grande, demandó mucho más alimento y fuerza de la que creyó. Nunca había tenido grasa innecesaria en el estómago y ahora, cada vez que hace un movimiento o se agacha se le marca algún que otro rollo.
—"Lo estamos haciendo bien"— Un hombre con una infancia y juventud desastrosas y un ser que jamás contó con ninguna figura parental según los estándares humanos. Parecía un mal chiste. Acostándose mejor se dejó envolver por el calor hogareño, por el silencio. Fue un buen sueño, un buen descanso.
A la mañana siguiente pensó que la rutina se repetiría, pero Killua se le había adelantado, tomando a Lukia para cambiarle el pañal, cambiarle la ropita y darle de comer mientras le cantaba canciones infantiles humanas. Gon solo veía todo aquello desde los últimos escalones de la escalera, enamorado del hombre que se pasea por el comedor con la bebé que tanto ama en brazos.
El albino apenas se pudo despedir bien esa mañana, lo sacaron a patadas de su tranquilo hogar por los pedidos de los civiles. Killua apenas le dio la mordida a lo primero que encontró a pesar de que Gon estaba despierto con una Lukia bastante despierta y con ganas de usar sus alas al ver a su otro padre. —Bruum... —simuló sonidos de los autos al arrancar en un momento que Gon se volteó a despedirse de Killua, las alitas se batieron buscando acercarse pero no duró mucho su esfuerzo al ver que caía de nuevo a los brazos bronceados sin lastimarse por suerte. Muchas películas de acción hacían sus efectos. Fue acariciada en la cabeza junto a un beso en la frente del más alto. —Pa-pa... —se metió la mano en la boca.
Ambos adultos se quedaron mirando a la niña, deteniendo sus mundos solo para observar como parecía querer comerse su propio puño mientras movía los piecitos en el aire, definitivamente esa pequeña les había cambiado el panorama de demasiadas cosas. Al final, Killua se marchó y para sorpresa de Gon la bebé se puso a llorar por su aparente pérdida.
—Lukia, tranquila, en un rato volverá. —intenta calmarla al dar pequeños paseos por el comedor, meciéndola y dándole palmaditas en la espalda para que no se ahogue con su propia saliva. Pero no cesaba, ni cantándole, ni hablándole y ofreciéndole comida, nada de nada, quería a su papi y Gon, que por naturaleza no tiene mucha paciencia, tuvo que dejarla en su cuna un rato para poder calmarse, no iba a gritarle, no iba a hacer un berrinche y tampoco quería llamar por ayuda.
Es su bebé, él debe hacerse cargo. Cuando se vio más sereno volvió con su bebé, que seguía llorando. Tuvo que ingeniárselas para calmarla, cubriéndola con mantas para que no tenga frío empezó a volar cada vez más alto, girando suavemente en el aire mientras le cantaba alguna de esas canciones que Killua le había enseñado, ya que él jamás había escuchado una nana antes. Unas risitas cortas, el pequeño aleteo de las alas negras que querían acompañar el de su padre, solo 9 meses de vida y ya quería aprender a volar en vez de caminar, aunque aún le quedaba bastante camino que recorrer. Al mediodía se llevó a su bebé hasta la terraza de la casa y comió junto a ella, biberón en la mano derecha y el tenedor en la izquierda. Se encargó de ella todo el día, tal y como en días anteriores Killua lo había hecho, eran un equipo y cuando el albino era incapaz, Gon era capaz por él.
Parecía que perdió por completo la noción por la cual estaba llorando, distrayéndose con las cosas de las que a veces Gon hablaba. Tenía los ojos bien abiertos, parecidos a los suyos y siendo algo rasgados como su otro progenitor. No volvió a querer volar de nuevo el resto del día, hasta que finalmente Killua llegó completamente derrotado al final de la tarde. Aún algo somnolienta se quedó un buen rato en el hombro del pálido que le dejó un beso en los labios a su esposo. —¿Cómo están? Debió darte mucho trabajo, pensé que iba a regresar antes pero no me querían soltar. —sonríe igual, cansado y con ganas de comerse dos neveras enteras. —Voy a cocinar algo, ¿qué es lo que quieres?
El trabajo de cuidar de un bebé y la casa es cansino, estaba desparramado en el sillón. —Te extrañó mucho, no paraba de llorar. —ríe de la situación, de cómo su hija tenía un favoritismo parental por el albino a pesar de que él la había parido. Un poco de celos que rápido se desvanecen. —Necesito comer algo de carne, llevo unos días sin alimentarme bien. -ambos adultos saben a lo que se refiere, pero ya no hay sonrojos imprevistos, es su realidad, es un problema. —Descuida, aún tengo fuerzas para varios días más, encárgate de liberarte un poco del trabajo.
—Está bien, puedo hacer algo rápido. Tú descansa. —insiste y Gon solo deja caer su cuerpo con pesadez como si se lo estuviera agradeciendo. Luli se sube con su ayuda usando sus cuernos como apoyo quedándose encima de su cabeza. —Pa-pa... can-e... —dice de repente, mirando todo, como su padre favorito cocinaba una carne bastante grande. El olor a comida empezó a inundar la sala donde la pequeña familia se encontraba con rapidez, mientras el pálido se movía de un lado a otro por la cocina con cuidado mientras la pequeña se balanceaba. Tenía una buena vista de todo y tiraba de los cabellos blancos, imaginando que controlaba a su papi en la preparación.
Fue al paso de una hora que Gon fue despertado por las manos de su pequeña, que tiraba de su cabello mientras Killua ponía la mesa, se había acostado tan desarreglado, que la cabeza le colgaba del asiento. —Wahhh huele delicioso. —un impulso de sus alas y sus manos tomando a la bebé para alzarla junto a él, su esposo había preparado varios tipos de carne asada y al horno para él, era el único tipo de alimento que podría conseguir esa ajetreada semana. Se sentaron a degustar la comida en familia, la bebé comiendo su papilla de la mano de Killua.
—Hubiera sido genial verte amamantando, pero creo que eso era mucho pedir. —Lukia observa desde una pequeña silla, había comido desde hace rato. Killua le imita viendo al moreno hincharse de la comida como nunca, manchándose las mejillas, eso le alegraba mucho. Seguramente iba a darse cuenta de eso por la marca que compartían para siempre. —Todavía hay mucho por hacer, pero creo que esta semana podré estar libre por fin. No sabía que la gente discutía tanto desde que vivía con mis padres, jamás pensé que podían superarlos.
—Aquí abajo no están acostumbrados al orden, menos a que alguien intenta cambiar la mugre. —huesos quedaban en el plato, Lukia daba palmadas a la mesa al intentar alcanzarlos, Gon se los mostraba, ella quería comérselos y Killua aprovechaba que abría la boca para darle más papilla. —Aunque me alegra que puedas mantener todo en orden, eres increíble Killua.
Tiene que toser por el cumplido que le sonroja y hace reír por los nervios como si fuera la primera vez que le dice algo así. —Tú también lo eres, ¿no quieres seguir durmiendo? —se acerca a dejarle un beso en la mejilla, vigilando a la bebé que parecía ya querer irse a acostar. —Oh no, si duerme tan temprano va a estar bastante despierta antes del amanecer. Voy a dejarla en su cuarto.
Gon asiente feliz de verlo algo nervioso, era un grandote con corazón de azúcar, amaba eso. Se fija en la mesa y rápidamente, oh bueno, lo más rápido que puede, lleva todo lo usado hasta el lavadero y mientras escucha a Killua jugar con Luli a la par que le cambia el pañal él lava todos los platos, luego la mesa y recoge los juguetes que la bebé fue dejando por el comedor y el living. Quería darse un baño, al ver a su esposo salir del cuarto de Lukia le toma de la mano. —¿Nos damos un pequeño baño?, luego a dormir que tienes unas ojeras muy feas. —era raro ver a un demonio demacrado, pero al verse él mismo en el espejo otra veces, supo que Killua no era el único con ese aspecto.
—Sí, sería genial. —con agua tibia sería ideal, cosa que no tuvo ni que decir cuando el moreno se le adelantó y dejó que tomara temperatura en la bañera mientras se aseaban de manera bastante calmada. La cola larga que poseía se movía de aquí para allá, ayudando a traer algunos productos. Se estaba relajando demasiado cuando comenzó a dejar el sudor y mugre atrás, como un ritual. A veces ayudaba a Gon con sus alas y espalda al momento de darse la vuelta, sin intenciones de por medio. —Gon, no lo tomes a mal pero... mira los rollitos por aquí.
Ahora estaban sentados juntos en la bañera, llevaban muchos meses sin hacerlo, Lukia no permitía descansos o tiempos muertos. La mano de Killua aprieta ese rollito en su estómago y Gon hace muecas de desagrado por ello. No por el toque, sino más bien, por lo que su cuerpo había cambiado.
—Lukia es muy grande y fuerte, así que me alimenté mucho para mantenerla sana, luego del embarazo, quedaron algunas secuelas. —sus normalmente tonificada piernas habían perdido esa rigidez, al igual que sus brazos. Está bien, no había subido tanto de peso, pero esa imagen que ve en el espejo cada día no es la que él recuerda. —No quiero seguir teniéndolos, pero tampoco me enoja o entristece, la última vez que me habían salido estrías fue cuando empezaron a crecerme las alas y ahora... —hay algunas por aquí y por allá. Un íncubo o súcubo nace y crece siendo hermoso, aunque al final, cada uno cambia su cuerpo para adaptarse a su estilo de vida y gusto de sus presas más habituales. Miles de años de evolución. —¿Qué pasa?, ¿Te desagrado? —no pregunta con pena o timidez, es casi con enojo o miedo de que su pareja en el fondo sea ESE tipo de hombre.
—¿Qué...? -queda anonadado. —por supuesto que no, sigo adorando tu cuerpo tal y como es. —le da besos en la cabeza. —No me gusta que pienses eso, nunca lo haría... —espera que sus palabras ayuden de algo, dándole un abrazo reconfortante. Se quedan así en silencio unos minutos. —¿Tú te sientes bien así? Creo que es lo más importante, aunque... Para cambiarlo creo que sería algo difícil, estamos siempre ocupados. Ni siquiera hemos tenido nuestro tiempo a solas. —acaricia sus estrías, sigue la forma con sus dedos.
—No me siento ni bien ni mal, supongo que Lukia hace que olvide todo lo que respecta a mí. —las manos que juegan con las marcas de su piel le dan pequeños escalofríos, las alas blancas lo rodean en el abrazo y tiene que mover un poco la cabeza para cuando Killua se apoya en ella. —Un bebé es mucho más exigente de lo que pensé, a veces cuando se pone a llorar necesito dejarla sola y respirar, aunque tampoco quiero que crezca, es raro. —llevaban tanto tiempo sin una charla en silencio solo siendo ellos dos, —Aun me queda conciencia completa por al menos estos días, tal vez antes del fin de semana, así que, haz lo que tengas que hacer en el trabajo.
—Está bien, ahora nuestra vida gira en torno de nuestra hija. —ya faltaba poco, así que disfrutaron el momento juntos antes de que volvieran a la realidad. Aunque Killua notaba a Gon un poco ido y sabía las razones, necesitaba un día más para finalmente ser libre del trabajo así que transcurrió bastante rápido. Lukia seguía a veces haciendo sus travesuras, aunque últimamente quería volar hasta los brazos de Gon cuando entraba a su habitación o la dejaba en algún sitio. Sentía que estaba diferente.
En la noche la bebé estaba sentada en las piernas de su padre íncubo, mirando como la cola en forma de corazón se movía de lado a lado sin parar.
La pequeña intentaba entre quejas atraparla, la veía moverse con esos ojitos brillantes. Gon estaba más concentrado en cómo su estómago pedía comida mucho más seguido, en cómo su pecho se vuelve tibio, todo sin soltar el cuerpecito en sus manos, manteniéndola recta hasta que se cansó de estar sentado. Se acomoda en la cama y se acuesta bocarriba dejándola a la bebé en el mismo lugar riéndose del repentino movimiento y queriendo salirse de las manos que la sostienen. —Hace mucho calor. —al igual que su bebé, tenía solo la ropa necesaria, aunque ella solo tenía puesto el pañal, dando patadas al aire de emoción al capturar la cola de su padre y apretarla.
Iba a metérsela en la boca y Gon lo impidió, —Creo que deberíamos comprarte un chupete nuevo. —el último lo había destruido de tantos jalones con sus dientitos apenas saliendo. Para la buena suerte de los dos demonios adultos, la pequeña no había dormido siesta ese día, estuvo muy activa, pero ahora, luego de unas horitas de jugar con su padre ya se mostraba somnolienta, estirándose o directamente cerrando los ojitos con pereza. —¿Ya estás cansada?, Estuviste despierta mucho tiempo. —le toma las manitas pero no la mueve, ambos panza arriba y con las piernas separadas. Sino fuese por los cabellos esponjosos de la pequeña, parecería una pequeña copia del íncubo mayor. Justo cuando Killua entra al cuarto, es cuando Lukia termina cayendo dormida en el torso de su padre.
El albino hace un gesto de ternura, pero los ojos apagados de Gon le hacen reaccionar para tomar a su hija y llevársela a su cama, cargando a su marido cuando apagó las luces y cerró la puerta con lentitud. Prácticamente podía llevarlo de un brazo sin problemas. —Ya estoy libre. —dice con orgullo, era un nuevo récord desocuparse a esa hora. Pero primero tomaría un buen baño.
Su estado no era bueno en los últimos días, Gon se cansa con facilidad no solo por los cuidados exhaustivos que ambos demonios dejan en la pequeña, sino que también puede señalar su problema natural, ser un incubo que para colmo algo tiene esos días del mes marcados en un calendario. Lo había revisado, no faltaban más de tres o cuatro días para que le llegará y si de normal necesita de su alimento primordial al menos una vez al día, pues, ahora con ese pequeño problema sus ansias se multiplican. —Neh Killua. —habla un poco fuerte, para que su esposo lo escuché desde el baño, éste le indica que lo escucha, —Sé que nunca hemos intentado algo como eso y si te incomoda, solo dilo. —Gon sigue recostado en la cama, las mejillas acaloradas, —Yo... nosotros, ¿podrías hacerlo mientras yo estoy durmiendo? —tienta la posibilidad.
Killua si hubiera estado frente a un jabón se resbalaba y caía al suelo. Pero solamente se quedó quieto, rojo hasta los hombros sin saber que responder. —Qui-quieres dormirte primero... ¿Y que lo haga...? —el shampoo casi le cae a la cara sino fuera porque reaccionó y volvió a abrir la regadera. De verdad que tener relaciones mientras Gon está a punto o mientras en esos días es otra cosa, se pone bastante ansioso y meloso pero luego puede dejarlo tranquilo como si su parte intima odiara la posibilidad de tener un bebé por instinto.
Debido a su nueva condición, su cuerpo es capaz de gestar, pues alimentarse como normalmente lo haría era un problema, su cuerpo aún estaba recuperándose del golpe que había sido tener a Lukia, así que no podía volver a operarse para vivir como un incubo normal hasta que su médico, Leorio, se lo permitiera. Aunque tanto el médico, cómo su nuevo practicante, su mejor amigo Kurapika, le habían dejado muy claro que podía seguir teniendo su vida de incubo normal si usaba otros métodos, los de siempre, su boca y su trasero. Ese día salió feliz de la consulta, fue con los meses que se dio cuenta de que era bastante raro que algún demonio utilizara condones. Ríe sin ningún tipo de vergüenza al recordar cómo Killua tuvo que comprarse algunos en el mundo humano para poder usarlos. —Sí, yo confío en ti, no te preocupes, estoy bastante cansado y no quiero hacer escándalo por bueno... Lukia. —si normalmente era ruidoso ahora con una bebé en casa se había vuelto casi mudo. Casi que solo tenían sexo por la necesidad de Gon en vez de hacerlo por simples ganas.
Killua sale del baño, aún hay algo de vapor que se termina de ir por la brisa. —De acuerdo, descansa. Yo me haré cargo. —desnudo camina al borde de la cama para acomodarlo, parecía una estrella de mar, solo se coloca ropa interior y enciende el aire, no podía con tantísimo calor, acaricia su cabello estando acostado a su lado para tomar su mano y besarla.
Es tras largos minutos que por la respiración pausada puede notar que Gon ya cayó dormido. —Solo un rato para dormir. —su hija seguramente no despertaría así que se durmió bastante rápido y se levantó horas después, tal vez podría decirse que tiene una especie de alarma interna. En el reloj de la mesita de luz muestra que era apenas entrada la madrugada. —"Me pide hacerle algo que era constante entre los dos cuando nos conocimos, se invirtieron los papeles..." — Todavía un poco dormido buscó acostarse encima de Gon que ni se había movido mucho de cómo estaba, de solo verlo le puso rojo las orejas. —"Maldición, estoy nervioso y ni está despierto"— acaricia sus piernas separadas por encima de la fina sábana, estás reaccionan por su toque estirándose hacia él.
El sol abrasador aún no se muestra, solo la oscuridad de la madrugada, están lejos de la ciudad, se escucha el silencio. El cuerpo de Gon solo es tenuemente iluminado por esos tonos rojizos de una luna vieja. Se veía hermoso, cómo siempre en realidad, solo va quitando las sábanas lentamente de su cuerpo para poder apreciarlo, esos cambios tanto sutiles cómo notorios. Las manos pálidas viajan desde los tobillos hasta el vientre un poco hinchado, quiere pellizcar, pero se aguanta para no molestar el sueño de su esposo.
Él tampoco estaba igual que antes, ojeras más marcadas y el cabello blanco lo suficientemente largo como para necesitar atarlo en una coleta alta, su piel estaba pintada de tonos rojizos, era raro ser tan pálido en el infierno. Y su cuerpo, no había pasado por un embarazo, claramente, pero el pánico de que algo pueda pasarle a su bebé o a su esposo le obligó a no perder su fuerza, su músculo, siendo el rey, necesitaba demostrar que no podrían pasar por encima de él con tanta facilidad. Tiene una familia que proteger.
Con cariño va dejando besos suaves por el torso bronceado, desde las clavículas hasta el vientre, un poco de vello púbico mal oculto en el pequeño bóxer de su esposo. Aún sigue enamorado de ese íncubo y quiere demostrarlo, besando con devoción esas marcas en el vientre, en las caderas. La lengua viaja hasta el abultado pecho, besando la pequeña hendidura y metiendo el pezón derecho en su boca para poder descubrir la punta.
Apenas puede darse cuenta de los movimientos leves que hace el cuerpo de Gon, bastante positivos. Le sorprende lo rápido que se pone dura la protuberancia apenas al encontrarla. Se separa un momento para verla, brillosa por la saliva. Killua pensó de qué se trataba de sus días antes del periodo, siempre se ponía sensible en las zonas erógenas. No pierde el tiempo y continúa, extrañaba tanto poder atenderlo que disfrutaba cada segundo dónde chupaba y succionaba, mordía con cuidado alrededor olvidándose por un instante que su marido debía seguir dormido o al menos reaccionando un poco a ese punto. Pero en eso una sonrisa maliciosa apareció que hizo que se alejara para bajar a su entrepierna, pasando la palma de arriba abajo sintiendo como el clítoris sobresalía. —"Sí, está a punto de bajarle" — Presionó más en la entrada de la vagina mientras dejaba besos en su miembro por encima de la ropa interior.
Algunos pequeños movimientos del incubo, pero no sé despierta, tiene un sueño muy pesado, más desde que tuvo a Lukia. Killua termina pasando las manos por debajo de la cintura de su esposo para quitarle la única prenda de ropa que lo cubre, deslizando el bóxer por las largas piernas mientras deja besos suaves por las mismas.
Vuelve a separarlas, levantándolas un poco para observar como un cazador todo lo que se le presenta. La intimidad particular, el clítoris hinchado y sobresaliendo de entre los labios mayores, al igual que el miembro de Gon, que se levantó feliz por las atenciones. Por debajo, agarrando ambas piernas con una mano y separando la nalga con la otra expone un poco la entrada anal. El cuerpo del incubo pulsa, su vientre, la marca que lo adorna. Por comodidad se mueve hacia un lado, pero Killua evita que sus piernas se vuelvan a cerrar, ahora separando los labios mayores para solo seguir observando con quietud todo lo que le muestra, bajando también la piel del miembro para descubrir el glande.
Rezaría para agradecer el alimento, pero eso solo le causaría náuseas
Sin pensarlo mucho abre la boca para atrapar con facilidad los labios de la vagina y pasar la lengua por toda la superficie. Ahí es cuando siente que el cuerpo contrario se tensa por completo y deja salir un suspiro mezclando con un sollozo, repite lo mismo con ganas. Comiendo de lo que se le da con fascinación y deseo, chupa el clítoris, succionando una y otra vez buscando estimular el glande y parte del tronco del miembro que también le urge ser atendido. De solo mover la mano un poco recibe el líquido pre-seminal.
Las sensaciones son muy fuertes y Gon poco a poco comienza a ganar conciencia, despertando del sueño tan placentero que estaba teniendo solo para ser recibido por la lengua de su pareja que se pasea entre sus labios menores, acariciando luego con la parte plana de la misma su clítoris hinchado. Lleva sus manos aún un poco adormecidas a su propia boca para mantenerse callado mientras la lengua pasa a su otra intimidad, el duro miembro erguido y húmedo por su propio líquido preseminal. —Ki-Killua ~... —murmura por lo bajo, llevando una mano hasta las mejillas pálidas para mimarlas por su buen trabajo.
—No estás soñando, cariño. —le observa con intensidad, manchando su barbilla y boca a su paso por el oral. Vuelve a su tarea, gracias a su práctica podía meter todo el grosor sin problemas. No había náuseas, solamente el sonido que provocaba cuando el glande era succionado al momento de subir su cabeza. La mano continúa frotando ese botoncito erecto de manera circular, buscando meter los dedos de a poco gracias a lo húmeda que estaba su entrada.
Gon es elástico, puede colocar las piernas como quiera, así que las eleva y las separa hasta dejarlas acostadas sobre la cama, sus entradas son fácilmente visibles ahora, dejando paso a los dedos pálidas que arremeten en su vagina lentamente. Mientras tanto, la boca de su esposo sigue trabajando en su miembro, enrollando la lengua mientras sube y baja por toda la extensión. Extrañaba aquello, de verdad lo hacía, al mirar hacia abajo se encuentra con la mirada concentrada de Killua, con los dedos pálidos moviéndose en su interior. La alargada cola se aprieta con la propia y ante las fuertes sensaciones las alas negras se estiran y tiemblan un poco.
Killua toma un ritmo constante cuando tres dedos logran entrar por completo hasta lo más profundo que puede. Le causa cosquillas el hecho de que sus colas se aprieten una con la otra, provocadas por las sensaciones que él mismo le produce a Gon. Lleva la mirada hacia arriba, le da una punzada en su propia erección por el gesto de su amado, con la boca abierta y entre cerrando los ojos cuando su boca choca con su pelvis al bajar.
Gon quiere gritar, deshacerse en esa boca húmeda y caliente que vuelve a atacar su vagina, siendo más insistente en su clítoris, pero no puede, se guarda todos los lloriqueos y jadeos, los gemidos que a veces se le escapan lo hacen sentir un poco culpable, así que se aprieta las regordetas mejillas con los dedos.
Cuatro dedos que arremeten, mojados por él mismo y deslizando el transparente líquido hasta sus nalgas, poco a poco los ojos se le van hacia arriba, los temblores en su cuerpo son fuertes y algunas lágrimas se le escapan directamente a la almohada bajo su cabeza. -A-amor... -lo llama casi susurrando, tirando un poco del cabello blanco mientras evita los cuernos pálidos, —Ya ca-casi... —lloriquea entre sus manos, cuando todo se vuelve más violento, Killua deja su boca abierta reposar sobre su intimidad cuando el sonido de su vagina siendo invadida por los cuatro dedos se vuelve más húmedo. —¡¡Ummm~!!... —mordiendo sus propios dedos deja que su esencia se libere, tanto de su miembro como de su vagina, Killua desaloja su interior, bajando la lengua hasta su sensible entrada lubricada por sus propios líquidos. Le da unos golpecitos en la cabeza, ya le cuesta mantenerse callado.
—Sigue hinchado... —dice el menor sin vergüenza cuando pasa los dedos por su clítoris, entre sus piernas como si se tratara de su mejor escondite y así era. —Extrañaba tanto hacerte correr con mi boca y que dijeras mi nombre de esa manera... —le sonríe para apoyar las manos en la cama y acercarse a su boca, un beso suave y necesitado que comienza pero el propio Killua rompe pronto.
—Ahora estoy más agotado que antes... Hazte cargo de esto. —no miente, se le cierran los ojos, no sabe si por la inconsciencia o si es por el sueño. Aunque no lo dice como regaño, es más bien una invitación, estirando su cuerpo hasta la mesita de luz agarra un condón del cajón. —Cuando estés cerca déjame tenerlo en mi boca al menos. —pide con los ojos lagrimosos. Pero Killua aparta el condón de su vista, dejándole otra vez bocarriba y con las piernas separadas, alzadas para mostrar su entrada anal. Gon pestañea varias veces antes de sonreír con lujuria. —O también puedes llenarme aquí. —pasa las manos hasta sus nalgas para separarlas. Nunca dejaron de susurrar.
Casi se le escapa la saliva de la boca. Observando la entrada apenas dilatada entre los dedos de su esposo. —¿No quieres que te atienda primero aquí? —acaricia la rugosidad entre sus dedos apretando un poco, Gon sollozando entrecortado es música para sus oídos. —Siempre quieres que lo meta de una vez, cariño.
El íncubo cierra los ojos entre pucheros y quejas bajas, apoyó las manos en su propio pecho ante las ansias de Killua de comérselo entero, extrañaba esos ojos hambrientos, cómo el brillo regresaba a esas celestes gemas en espera de su aprobación, porque su esposo ama que le diga lo que quiere. —Está bien, puedes hacer lo que quieras. —sonríe, su estómago contorsionado genera algunos rollitos en su piel. —Pero vas a tener que hacerlo tan duro como puedas como compensación. -le acaricia el rostro.
Killua reacciona inmediatamente, tomando entre sus grandes manos parte de los muslos pero sobre todo el trasero bronceado acercando su boca con apuro como si estuviera a punto de probar un manjar y era lo que iba a hacer. Su lengua era mucho más larga que la común de los demonios, aunque no demasiado. Pero la punta tan fina la podía usar a su favor, lamiendo de manera circular hasta lubricar lo suficiente. Ahí es cuando busca meterla mientras sus dedos siguen apretando la piel con fuerza y estirándola a su favor, hasta que pierde el control y da lamidas por toda la entrada, lentas pero seguidas. Solo deteniéndose cuando Gon echa la cabeza hacia la cama, se retuerce o deja salir sonidos exquisitos.
La saliva le llena la piel, hay pequeños mordiscos que son dejados en sus muslos cuando la lengua necesita un pequeño descanso. La espalda se le arquea al volver a tener la alargada lengua en su interior, chocando contra sus paredes interiores. —Ya... Hazlo ya... —se desespera completamente, agarra con las manos los hombros pálidos y al sentir que no quería parar las garras terminan arañándolo. Guarda su voz al morder sus labios, lastimándolos con sus afilados colmillos.
El albino se aleja, apoya las rodillas en la cama cuando ya retira su ropa interior sumamente incómoda en ese punto a un lugar aleatorio. El glande roza con el agujerito hasta adentrarse de a poco. —G-Gon... —suspira con fuerza, tratando de no maldecir cuando ya iba por la mitad. Observa como en los ojos mieles se muestran corazones.
La boquita en forma de "O" y las manos desesperadas por agarrarse de algo, de las sábanas, la almohada o si es posible, de Killua, quien poco a poco se va enterrando en su interior hasta dejarlo lleno.
Ahora tiene los brazos pálidos estirados a cada lado de su cabeza, se estaba tomando un respiro por lo aparentemente bien que se sentía volver a estar dentro de Gon luego de unas semanas sin esa lascivia. —Killua... —estira los brazos y lo envuelve en un abrazo, besándolo por fin luego de varios minutos, sus pieles chocan y el albino prefiere no moverse para disfrutar de la dulce boca de su esposo, de la alargada lengua que se enreda con la propia al encontrarse. Killua aleja la cadera y vuelve a meterse con cuidado, siempre mirándolo a la cara, absorbe esas facetas, la felicidad en las reacciones del mayor. Gon suspira. —Se siente increíble~... —acaricia su propio vientre, las secuelas de la marca son eternas.
—Diría "Satanás" pero ese soy yo. —le sonríe cínico, haciendo a propósito las embestidas cada vez más rápidas y rudas haciendo que el sonido de sus pieles sea morboso y sucio. Su miembro se siente tan bien cuando vuelve a remeter que tiene que apretar los firmes muslos bronceados. A veces vuelve en sí, sabiendo que debe mantener el control pero siente que le es imposible. —Tan bueno~... No sé cómo es posible que no lo hiciéramos antes...
Regular su voz le es imposible, se le escapan algunos grititos o sollozos ante los fuertes golpes tan certeros que le revuelven el estómago, escuchar a su esposo extasiado por lo apretado de su interior, añorando las sensaciones, le generan ganas de llorar de la felicidad. -
—Más... n-no pares, amor. —debe susurrar en el oído del menor, porque en realidad quiere gritar su nombre hasta que simplemente no sea capaz de pronunciarlo. Es a los pocos intentos que Killua logra dar en ese punto dulce que le hace abrir grande los ojos, mojado de su reciente corrida nuevamente el líquido pre-seminal le mancha el estómago a él y a Killua.
—¿Es aquí? —apenas pronuncia cuando vuelve a empujar con ansias, su pene está tan apretado que siente que podría correrse en cualquier momento. Toma el miembro de su marido para masturbarlo cuando siente que no puede más, moviéndose cada vez más lento hasta que sin poder evitarlo se corre abundante en su interior hasta dejarlo lleno. Queda sudoroso, agitado, sin detener su mano.
Gon lo detiene, haciendo que la mano de Killua baje hasta su vagina, es algo incómodo hacerlo, pero lleva uno de los dedos pálidos hasta su entrada y ruega, —Un poco más... —había un pequeño diablillo en su cabeza que le hacía extrañar aquella noche de bodas dónde dos Killuas se hacían cargo de él.
Poco a poco los dedos fueron entrando ante la mirada ilusionada y brillante del albino. Dos, tres hasta que más o menos los temblores del orgasmo del menor se detuvieron y alzando un poco la cadera de Gon con su cola arremetió nuevamente contra ese agujerito que lo succionaba, moviendo a la vez los dedos en lo profundo de la vagina del íncubo que debía tapar con sus dos manos su boca.
Corazones en sus ojos, la lengua manchando de saliva sus dedos, espasmos fuertes que solo se vuelven más violentos. —Ki-Killu~... —lo atrae hacia él para besarlo, liberándose por fin, el estómago se le mancha de su propia corrida mientras los dedos pálidos se llenan del líquido transparente. No lo suelta hasta que los temblores empezaron a cesar. Las alas blancas revolotean, mientras lentamente iba saliendo del interior de Gon.
La cara con lágrimas es besada con cariño, olvidando la rudeza de hace pocos minutos atrás. Entonces queda como un tonto mirando su propia mano, no era una corrida normal. —Oh... —hace una mueca mientras la respiración de Gon le choca a la cara, lo besa con ganas y por un momento se queda quieto. No escucha ningún llanto provenir de su hija, solo el silencio tranquilo y los pedidos de Gon de que lo mime. —Menos mal lo hicimos rápido. —le muestra su mejor sonrisa.
Gon se enreda en Killua, subiéndose a él para abrazarlo con los brazos y las piernas, su desnudez no se cubre, iba a tener que bañarse en algún momento, aunque no sería la primera vez que duermen de esa forma, bueno, antes de tener a Luli.
Empezó a mimarse contra la cara de Killua, acariciando sus hombros, pecho y orejas. Lo rodea con su cola y alas, no quería despegarse. —Abrázame y durmamos... Antes de que Luli despierte. —cierra los ojos, amaba el aroma de su esposo.
—Hmm... No me lo recuerdes. —con el calorcito ajeno y la calma que lo provoca Killua se relaja por completo cerrando los ojos al instante.
Cómo esperaban, al pasar pocas horas el llanto de la bebé los despertó pero Killua fue quien se levantó, ya que Gon seguía roncando. Todavía debían darse un merecido baño, pero lo primero es lo primero. Se vistió lo más rápido que pudo, casi cayéndose de cara al piso al ponerse unos pantalones cortos. Fue hasta el cuarto de la más pequeña, que retorcía su cuerpo de un lado a otro, incluso cuando fue cargada el llanto no cedió. El albino vio en la cama el pequeño peluche que Leorio le había regalado a Lukia, destruido.
Gon apareció poco después, con un biberón en la mano derecha y una toalla colgando en su hombro izquierdo, fue cuando ambos se quisieron acercar a la pequeña que notaron la razón del llanto, era un poco obvio, los dientitos estaban comenzando a salir otra vez, el dolor de la pobre bebé lo sintieron ambos adultos en lo más profundo de sus almas. Sería una larga semana.
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