OOO. prologue
Los de la inferiores del Club Atlético Vélez Sarsfield estaban en su hora de entrenamiento, los chicos se emocionaban con tan solo pisar una cancha de entrenamiento y siempre soñaban con jugar junto al plantel profesional.
Faltaba poco para que el horario de entrenamientos finalizará, por lo que el nene con más entusiasmo, Máximo Perrone, trataba de practicar todo lo posible ahí para no romperle las plantas y su mamá, del cual le debe tres. Al finalizar el entrenamiento, los chicos tomaron sus cosas y salieron del campo con una alegría enorme, en pocos días comenzarían con los partidos y sería algo grande para ellos.
Máximo salió último de la cancha tomando de su botella con agua, dió un vistazo largo a la calle para buscar con la mirada el auto de papá, pero no lo encontró por ningún lado, así que hoy le tocó esperar. Se sentó un rato y soltó un largo suspiro, veía como el siguiente grupo de su edad entrataba a la cancha y los saludaba sin saber quienes eran.
—¡Ay, la pu...! — se escuchó desde los grandes arbustos al lado de la entrada a la canchita.
Maxi se alertó y se paró rápidamente, tuvo la intención de acercarse, pero cuando ya se dió cuenta, la persona que estaba ahí salió sacudiendo su largo y hermoso pelo.
—¡Nooo, me bañé hoy! — una chica de pelo castaño salió de entre medio de las plantas, con pequeñas hojas pegadas a su pelo.
Máximo miro hacía su alrededor, tal vez buscando ayuda, pero al parecer esa chica parecía ser inocente.
—Che, no puede ser... — ella dejó su pelo lleno de hojas y miró a Maxi —... wow — dijo cuando se dió cuenta de la presencia de él —. Hola, lindo. ¿Cómo te llamás? — habló con cara pícara.
Máximo la saludó agitando su mano con una sonrisa inocente. Ella, quien es todo lo contrario a tímida, se acercó con toda la confianza del mundo y lo saludo con un beso que lo dejó sumamente nervioso.
—Estoy jugando, no ma'. No te asustes — ella le sonrió —. Te vi entrenar. ¿Tene' edad para entrar al plantel profesional?
Maxi solo pudo negar con la cabeza, no sabía si gritar por ayuda o salir corriendo hasta encontrar el auto de su papá.
—Che, ¿sos mudo? — se quejó ella y él volvió a negar —. Bueno, decime tu nombre — se cruzó de brazos.
—Máximo... Máximo Perrone — habló él por fin, lo que hizo sonreír a la castaña.
—Yo soy Maia Greco — se señaló a si misma —. Eu, jugas re bien. Te digo que si fuera por mi, te paso directamente con los profesionales.
Él la miraba con duda, nunca conoció a alguien con tanta confianza, pero ella ya le daba miedo.
—Gracias — sonrió —. Estoy tratando de hacer lo mejor para estar ahí.
—Bueno, te felicito, vas por buen camino, Maxi — le sonrió.
Máximo miró hacía las plantas, comenzó a sentir curiosidad y no se resistió a preguntar.
—¿Por qué estabas escondida ahí? — señaló al lado de la entrada.
Maia se giró para ver a dónde señalaba Maxi.
—Yo vivo ahí — habló cabizbaja.
La cara del jugador cambió por completo. Se sentía mal por haber preguntado, sentía mucha vergüenza, hasta se puso rojo de los nervios. Miraba a Maia fijamente, hasta que ella le sonrió burlona.
—Es un chiste, no vivo ahí — comenzó a reír —. Vivo con mis abuelos cerca del club — Maxi la miró nervioso.
—¿Y por qué estabas ahí?
—Los estaba viendo entrenar. Siempre vengo, pero nunca se dieron cuenta, hasta ahora — suspiró mirando a la calle —. Voy a tener que buscar otro lugar para esconderme.
—No hace falta... — habló él sin pensar —Yo no digo nada.
Maia lo miro y sonrió ampliamente, así que no dudo en lanzarse para abrazarlo.
—Gracias, nene — besó otra vez su cachete —. Me salvaste la vida.
Maxi asintió un poco mareado por el sacudón que ella le dió y nervioso por el segundo beso.
—¿Fuiste al estadio alguna vez? — preguntó él cambiando el tema.
—No, solo veo los partidos por la tele y muy pocas veces mi abuelo me lleva afuera del estadio y nos sentamos en la vereda del frente para escuchar — sonrió —. Estuve ahorrando desde hace como dos años para ir a Vélez jugar, pero como ahora no puedo, me rateo de la escuela para venir a verlos entrar.
—¿Solo a los de las inferiores?
—Si, porque no llego y tampoco puedo ver al plantel — alzó sus hombros, restándole importancia. Miro la hora en el reloj de su muñeca y abrió los ojos asustada —. ¡Noo, se me hizo re tarde! Me tengo que ir, Maxi — se acercó otra vez a saludarlo con un beso —. Un gusto conocerte y suerte con tu futuro.
—El gusto es mío, Maia. Y gracias — él le sonrió ampliamente.
Maia le regaló una última sonrisa y comenzó a caminar al lado contrario de él. Maxi no dejaba mirar a la castaña, le había caído bien, la verdad es que le agradó conocerla.
—¡Maia! — gritó Máximo y ella se giró hacía su dirección —. ¿Venís mañana?
—Si, no me voy perder verte entrenar — habló ella con una sonrisa que hizo que el corazón de Maxi latiera sumamente rápido.
El papá de Maxi llegó al establecimiento y él subió al auto con esa sonrisa que no podía quitarse de su cara, se encontró con algunas preguntas de su padre con respecto a su sonrisa, pero trató de evitarlas y le contó su día en el entrenamiento.
Maxi no dejó de pensar en ella en todo el camino hacía su casa, tenía ganas de que ir al siguiente entrenamiento para solo verla. Le había alegrado él día y le encantó su forma de ser, ella es alguien que estuvo necesitando en su vida.
Máximo estuvo semanas cuestionando si lo que estaba haciendo estaba bien, si el fútbol en verdad era su futuro, pero Maia le hizo ver que esta bien y que es bueno en eso.
Las siguientes semanas, Maxi y Maia se volvieron mucho mas unidos. Maia aparecía escondida en los árboles y esperaba a Maxi para hablar un rato antes de que él se vaya a su casa, pasaron unos cuantos meses y Maxi comenzó a invitar a su amiga a su casa para que conozca a su familia, Maia hacia lo mismo para que él conociera a sus abuelos. Y así se fue formando una linda amistad.
Una de las amistades que ellos dos están muy agradecidos.
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