Capítulo 65 | 𝐋𝐀 𝐄𝐒𝐏𝐀𝐃𝐀 𝐃𝐄𝐑𝐄𝐂𝐇𝐀

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Venus detuvo su lanza de repente, había sentido las vibraciones de un shinsu fuerte en la zona consiguiente a ellos. Arrugó su entre cejo y le hizo unas señas a sus compañeros para que bajaran del arma y se pusieran alerta.

— Creo que están peleando por acá. —dieron varios pasos al frente, y una luz volcánica opacó sus miradas del escenario. En el aire luchaban Yihwa con ayuda de un pájaro enorme, y Bero daba saltos por doquier debido a las paredes. A unos metros de ellos, alguien dio media vuelta.

— Baam... —la expresión de Venus cambió a una seria al ver al encapuchado verlos directamente.

— Tranquila, señorita Venus. —él también examinó al regular.

— Cuánta suerte tengo de haber encontrado al jefe del enemigo. Debí haberlo adivinado cuando me dieron los diez Dálares... —mostró su arma con forma de cono, y en ese preciso momento, un as de luz dorada atravesó la gran habitación, llamando la atención de todos los presentes.

— ¡¿Yihwa?! —gritó Venus en su dirección, vio que se resistía al shinsu de la chica llamada Ángel.

— ¡Señorita Yihwa! —Baam se impresionó de igual manera.

— Bueno... Parece que esa señorita está en peligro. Quizá no puedan hallar su cuerpo... Ni sus Dálares... —sonrió de lado, ladeando la cabeza a los cuatro regulares.

“¿Cómo se atreve...?” Venus apretó los puños.

Yuri seguía siendo espectadora de los sucesos en aquella zona de las tuberías. No sabía si seguir confiando en las capacidades de Venus, después de todo, perdió en cuestión de segundos en la pelea que tuvo con Aurora.

— ¿Crees que estarán bien? —se preocupó por su hermana y por el irregular.

—... No lo sé, princesa. —Evan tenía la misma duda.

“Venus es demasiado inexperta con el poder de padre... ¿Será por que se convirtió en una princesa en tan solo seis años? Es extraño que haya perdido contra Aurora siendo una princesa.” Evan no tenía ni la menor idea de que Aurora ya había subido la torre, y que es una rango.

— Hey, sigues hablando como si yo no estuviese aquí. —Moontari tomó la palabra con su tono de voz arrogante, Baam y Venus lo miraron.

— Ah... ¿Tú también viniste, sapo?

— Maldito carbón arrogante... ¿Tantas ganas tienes de morir? —una vena de molestia se formó en la sien de Moontari.

— Morir no estaría tan mal... Solo si pudieses concederme ese deseo... —sonrió.

— ¿Dices que morir no estaría mal? —el chico de piel azul oscura se acercó al encapuchado con su báculo desplegandose—. Que arrogante. Está bien, voy a matarte entonces. Quédense todos atrás. ¡Voy a darle una lección a este desgraciado!

— Ah, sí... ¡Inténtalo! —el otro también había llegado hasta él, así impactando un arma contra la otra y creando ondas de shinsu que se dispararon de inmediato.

— ¡Señor Moontari! ¡Voy a ayudar...! —Baam fue el primero en querer apoyarlo, pero Moontari lo detuvo.

— ¡Quédate quiero, novato! ¡Tú y la princesa tienen que ahorrar energías! ¡Deben pelear con Hoaquín y Aurora más tarde!

— ¡Pero...!

Venus abrazó su lanza, y miró entristecida al chico. Ella también estaría disponible para ayudarle si se lo permitiese.

— Novato, entrenaste sin descanso durante todo un mes, no puedo permitir que luches también con estos debiluchos. Tan solo descansa un rato. —se alejó más—. Sus trabajos son pelear con Hoaquín y vencerlo, es el que más importa. Ustedes son los que van a vengarse en nombre del Señor Aka y sus amigos... ¿Con qué cara voy a ver después al señor Aka si te obligo a usar tu energía desde un principio? No se preocupen, estoy seguro de que ni la señorita de las once familias ni yo somos tan débiles como para morir si no nos ayudan. ¿De acuerdo?

“Él es... Asombroso.” Venus asintió, ella nunca dudaba la fuerza que tienen sus compañeros, menos en situaciones así.

— Estoy segura de que lo conseguirá. —dijo Venus para Baam sin despegar su atención del centro de la batalla. El castaño la miró y trató de no preocuparse mucho.

— Yo también...

Venus visualizó encima de ella la otra pelea que se llevaba a cabo en el aire. También se fiaba de las capacidades de su prima y el fuego de la familia Yeon que tanto abunda en su interior.

Recuerda lo que te dije hace unos años, Yihwa... Sé que puedes manejar tu fuego.” sonrió.

Pero, muy a su pesar, su sonrisa se desvaneció en unos segundos al ver que unas llamaradas intensas rodeaban a su prima Yihwa.

— ¡¿Su fuego se salió de control?! —Baam también había reaccionado.

— Sí... —cerró los ojos y suspiró—. Tengo que ir a detenerla. Yo puedo... Ayudarla.

— ¡Iré con usted! —le aseguró, y extendió su mano para ir junto a él. Venus lo miró y actuó rápido.

“Lo siento, señor Moontari...” se dijo mentalmente Baam cuando ya iba a máxima velocidad en las paredes con ayuda de su querida Venus.

La fémina dio una mirada hacia atrás de ellos para dar un vistazo a la pelea del azulado y el encapuchado, pero justo en ese momento, fue cortado a la mitad por el arma del regular del equipo de FUG.

— ¡No! —gritó con un revoltijo de emociones.

— ¡¡¡Señor Moontari!!! —Baam vociferó con las mismas sensaciones y paró de correr, Venus en cambio, no podía dejar de mirar sin dejar de andar.

“No...” negó con la cabeza “Baam, te dejo a cargo.”

— ¡¡Yihwa!! —la rubia alzó la voz a mitad del camino, y a mediados de que seguía corriendo, un intenso fuego comenzó a rodear y fortalecer su cuerpo, su lanza que ahora se podtraba detrás de su espalda también volvía a retomar aquel color carmín hipnotizante que le ayudaba a ser veloz.

Dio un enorme salto en el aire, su prima ya iba cayendo abrazada a Bero, quien le ayudó a volver a la razón. Tomó a Yihwa en brazos, y justo apareció Baam, creando una plataforma en la que apoyó el cuerpo de su otra compañera.

— ¿Estás bien...? —preguntó con voz suave mientras Baam se acercaba a cerciorarse.

— Sí... —asimiló lo que sucedía.

Bajaron y Venus dejó que su prima se pusiera de pie, estaba algo sonrojada y con los brazos cruzados. Hanwool llegó a ellos y los recibió mientras tanto.

— ¿Cómo estás, Baam? —la de ojos dorados puso ambas manos en los hombros del morocho, el cual sonrió de manera débil, mirando de reojo que el cuerpo de Moontari descansaba más alejado de ellos.

— Bien... —no lo soportó más y se echó a los brazos de Venus, ella lo recibió sin quejas y acarició a su vez los cabellos cortos y alborotados de la persona que le gusta.

Descansó su mejilla izquierda en la cabeza de Baam sin apartarlo, él mantenía sus manos firmes en la espalda y cintura de la joven.

Aunque una risa detrás de ellos resonó, se voltearon y vieron el cuerpo del encapuchado recostado en el suelo malherido. Baam lo había dejado así.

— Eso fue fantástico, Jue Viole Grace. Que poder increíble... Ese último ataque, ¿cómo lo hiciste? Todavía no lo entiendo. Pero... Es una pena, tu open en es mucho más fuerte. Hoaquín... Si logra fusionarse con los demás, no podrás detenerlo. —volvió a reír débilmente—. Como ganaste, voy a decirte quién es realmente Hoaquín.

HACE MENOS DE 600 AÑOS

Miró la filosa espada pequeña que se le había entregado, esa sería su arma que utilizaría todos los días para entrenar y combatir contra sus propios hermanos.

— ¡Lo hiciste genial con los palos de la escoba, Asteria! ¡¿crees que padre te cite si se llega a enterar de que eres una espadachina única de esta generación?! —su otra hermana se sostuvo de la hermosa madera refinada del gran aula, un destello de felicidad se reflejó en su mirada al hablar de Arie Hon.

La mencionada solo observó su espada y la tomó entre manos. Sonrió un poco con la nueva sensación del metal en su piel pálida, y le hizo una seña a su hermana para que la viera.

— Eso me gustaría, pero aún debo esperar años para que eso pase. —con las yemas de sus dedos le dio una caricia al metal que mostraba sus reflejos.

Cuando ella mencionó eso, las puertas del salón fueron abiertas, mostrando a varios de sus hermanos entrando y dando brincos de alegría.

— ¡Padre está aquí!

Abrió sus ojos de par en par y sintió que su corazón dio un vuelco de extasis. Su hermana y ella se miraron mutuamente con una gran sonrisa antes de dar un salto y salir corriendo de ahí.

Llegaron a los pasillos, solo podían toparse con varios guardias que acompañaban a Arie Hon, pero la presencia de este era nula. Asteria no se rindió, y jaló del traje a su hermana.

— ¿D-Dónde crees que está?

— No muy lejos. Aquí están los guaridas.

Asomaron ambas cabezas sobre el pilar del pasillo, ahí Arie Hon caminaba a paso lento y seguro, dejando como rastro su hermosa luz blanca.

— ¿Crees que nos hable mal? Los rumores de nuestros otros hermanos son recientes... —murmuró la pequeña a Asteria, quien no dejaba de observar con fascinación a su figura paterna. Mientras su hermana hablaba, ella se imaginaba cientos de escenarios en los que era un apoyo para el cabecilla, deseaba que su padre la tuviera en cuenta, y no ser un hijo más de la familia del que su mayor no tuviese ni la menor idea de su existencia.

— Quiero ser una princesa de Zahard para hacerlo sentir orgulloso. —finalmente habló, hipnotizada con su padre—. Tal vez así pueda no ser una simple Arie, sino que también su mano derecha.

La menor la miró confundida, pensaba que sólo quería tener una conversación con Hon.

— Nuestra hermana mayor es una princesa de Zahard, y nunca la veo pasar por aquí. No creo que nos volvamos a ver si eso llega a pasar. —entristeció—. Eres demasiado buena con la espada y eres inteligente. Lo vas a conseguir antes de comenzar a subir la Torre.

Le dio un vistazo, — Claro que lo conseguiré. No me interesa nada más que eso. Lo siento, Dahari. Tú eres una niña pequeña aún, no puedes entrometerte en cosas así.

Se olvidó de su hermana menor y Caminó rápidamente en dirección a su padre, quien iba solo con un guardia en compañía.

— Padre. —su voz tembló con ligereza.

El mayor se quedó quieto, y por alguna razón, el timbre de su voz le recordó a una en específico, pero no podía descifrar con exactitud cuál, pues no era de esas personas que le tomaba importancia a cosas insignificantes.

Dio media vuelta y le ofreció una cálida sonrisa a su hija, la cual se la devolvió y dio pasos más adelante.

— ¿Cómo te llamas? —se inclinó ligeramente para verla mejor.

— Asteria... —observó su piel azul tenue, y sus cabellos blanquecino algo alborotado que le tapaban los ojos—. La mejor de la clase hasta el momento.

— ¿Ah, sí? Pero si acaban de empezar, Asteria. —siguió sonriente y con voz relajada.

— Pero me dicen que soy la mejor, y la verdad es que yo también lo creo. —hablaba con arrogancia, y también se apretaba las esquinas de su traje femenino—. Padre...

— Dime, hija mía. —le pareció tierna la manera en que alegaba ser la mejor. Él ya deseaba decirle que aunque fuese la mejor, jamás le pisaría ni los talones.

— No pretendo ser más fuerte que usted, pero por favor, deme la oportunidad de convertirme en su mano derecha. Si usted deseara tener un nuevo arma... Yo me ofrecería como tributo... —lo tomó de la manga de su elegante ropa.

Había de admitir que se llegó a sorprender con sus palabras. Esperaba que le dijese algo referente a que haría lo posible para alcanzarlo, pero esta vez fue todo lo contrario. La tomó de los hombros y la atrajo a él, antes de proseguir a caminar.

— Asteria... Por esa razón es que mis hijos entrenan desde que son niños. —salieron por la puerta, frente a ellos había una enorme fuente—. Yo los utilizaría si tuviera la necesidad, pero soy demasiado fuerte como para tener una espada compuesta de niños débiles como tú.

La menor miró el paisaje, y siguiendo las palabras de su padre, no podía objetar bastante.

— Aún así... Haría lo que sea para que me tomara en cuenta.

El hombre se quedó en silencio.

— Eres afortunada de poder ser mi hija y que yo te permita hablarme así. —volvió a sonreír, pero sin despegar sus labios—. Asteria, eres especial, así que te puedo ofrecer mi reconocimiento.

— ¡¿De verdad?! —de repente se entusiasmó.

— Sí. —la abrazó—. Pero recuerda... Nunca me podrás superar.

Asteria bostezó y les dio la espalda a sus nuevos compañeros que veían aterrorizados a la tubería que era cubierta por un montón de cuchillas filosas.

— Así que “Blanco”... —pensó—. Que nombre más aburrido. Mis hermanos son unos idiotas antiguos.

— Asteria, no creo que sea correcto llamarle “antiguo”, eres igual de vieja, o un poco más joven que él. —dijo Boro burlándose de la chica que seguía sin querer ayudarlos.

— No soy vieja. —bufó y se cruzó de brazos—. Mejor demos vuelta y busquemos otra tubería, no quiero usar mi katana para romper cuchillas. Solo le gusta rasgar las carnes de regulares.

Tanto Aka como Sachi se quedaron quietos con el sudor frío y cómico resbalando por sus sienes. Asteria les parecía adorable, pero muy sádica a la vez.

Una risa malévola se escuchó en un piso superior a ellos, por lo que instantáneamente dirigieron su atención hacia allá.

— Con que aquí estaban... No esperaba que ustedes fuesen los primeros que encontráramos dentro de estas tuberías. ¿Será el destino...? —sonrió macabramente—. ¡Boro!

Asteria notó en la oscuridad de la plataforma a la pequeña figura de Hoaquín sosteniendo a su hermana menor. A cada lado estaba Daniel, y en el otro Aurora.

— ¡Hoaquín! —pronunció con sorpresa el de cabellos cenizos.

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