club náutico

































❪ capítulo dos ❫

❛ my reputation precedes me,
is the good girl face not convincingenough for you? ❜


















































En cuanto Merilia llegó a su habitación no demoró en tomarse un baño y aunque le hubiera gustado llenarse la bañera de agua caliente y fragancias como coco, menta o vainilla, la realidad es que no tenía tanto tiempo. Ya haría eso otro día. Cuando salió de la ducha se envolvió en una bata y quiso correr de puntitas al vestidor; luego del tercer paso se acordó de que había una alfombra y que sus pies no iban a enfriarse contra el suelo, así que caminó con normalidad. Comenzó a rebuscar en su maleta uno de sus vestidos viejos que se habían conservado bien gracias al buen trato que les daba, antes no podía permitirse arruinar esas bellas telas sólo porque así. Ahora que podía tampoco lo haría; sería un crimen contra la moda.

   Debía buscar un vestido que estuviera a la altura de la ocasión, uno que demostrara lo madura y elegante que era, pero sobretodo uno que no gritara ‹‹¡Hey, soy rica de repente!›› No sabía cómo iban vestidas las mujeres a ese club, así que se decidió por algo clásico: un vestido de satén negro con diseño cruzado, con escote en v y mangas voluminosas. Deslizó sus pies dentro de un par de tacones negros. Para su desgracia, sólo alcanzó a ponerse rímel en las pestañas y a colorear sus labios con una base mate cuando se percató de la hora.

   Respiró hondo y roseó perfume en la parte donde terminaba su cuello y empezaba su oreja; un pequeño tip que había aprendido para que la fragancia durara más tiempo. Metió su celular, labial y unas mentas en una cartera de mano y salió de la habitación rumbo a la sala, donde seguro ya su madre estaba esperándola.

   Al bajar la escalera sintió tres pares de ojos posarse en ella, como esperaba, su madre y Will ya estaban abajo, al igual que Nick.

   Cuando los tacones de Merilia llegaron al suelo se percató de que su hermanastro no apartaba sus ojos de ella. Cuando sus miradas se cruzaron, él sonrió por algún motivo que la pelinegra no comprendió y volvió a recorrerle el cuerpo y el rostro con la mirada. Al hacerlo, sus ojos brillaron con alguna especie de emoción oscura e indescifrable.

   Merilia volteó a mirar a su madre.
—Y ¿cómo me veo? ―preguntó, y dio una vuelta sobre su propio eje.

   ―Como toda una princesa, cariño ―le respondió con una gran sonrisa.

   ―Sí, pero antes del hechizo del hada madrina ―comentó Nick. Se ganó una mirada de reproche de su padre y un suspiro de cansancio de la pelinegra.

   ―Te veías más lindo con la boquita cerrada.

   ―Por lo general, las chicas la prefieren abierta.

   ―Cerdo.

   ―Ridícula.

   ―Gilipollas.

   ―¡Bueno ya! ―intervino William ―. Es nuestra primera cena familiar, conviene que se comporten.

   ―Y la quinta integrante de esta familia, ¿dónde está?

   ―No sabrá que vestido ponerse ―la excusó su madre con una sonrisa amable ―. Es que nos hemos venido un poquito arriba en la boutique.

   Los adultos se pusieron a tontear y ambos adolecentes no pudieron evitar poner cara de asco. Unos tacones retumbaron en las escaleras y los cuatro se giraron al ver bajar a Noah, que se quedó cinco escalone arriba y puso una cara que demostraba lo en contra que estaba de tener que ir al club.

   ―¿Te has vestido con la luz apagada? ―le preguntó su hermana al ver cómo iba vestida. Noah la fulminó con la mirada.

   ―Estás guapísima, cielo ―le dijo Will. A Nicholas se le revolvió algo en el estómago al escuchar a su padre usar un apodo tan cariñoso ¡por favor! Si apenas la conocía ―. ¿Vamos?

   Ya afuera, el aire era cálido y refrescante, y se podían oír las olas rompiendo contra la orilla a lo lejos.

   ―¿Quieres venir en nuestro coche, Nick? ―le preguntó William a su hijo.

   Pero este ya les había dado la espalda y caminaba hacia donde había un 4x4 impresionante. Era negro y muy alto. Estaba reluciente y parecía recién salido del concesionario. Noah no pudo evitar poner los ojos en blanco, ¿acaso su hermanastro no podía ser más típico?

   ―Iré en el mío ―le contestó él volviéndose a mirarlos al llegar a la puerta ―. Después de cenar he quedado con Miles; vamos a terminar el informe del caso Refford.

   ―Muy bien ―convino su padre ―. ¿Quieren ir con él hasta el club, chicas? ―agregó instantes después volviéndose hacia las hijas de su mujer ―. Así os iréis conociendo mejor ―les dijo William, sonriendo, como si se le acabara de ocurrir la mejor idea del mundo.

   ―No me gusta subirme al coche de una persona que no sé cómo conduce ―confesó Noah al hombre, deseando que sus palabras tocaran aquel punto sensible que los chicos tenían cuando se ponía en duda su capacidad de conducción. Le dio la espalda al 4x4 y se montó en el Mercedes negro de Will.

   Nicholas alzó las cejas observando a Merilia a la espera de su respuesta. Esta miró indecisa la 4x4; no se sentía cómoda en el auto de alguien que no conocía, pero el camino hasta el club seguro era de al menos treinta minutos y no sabía si iba a aguantar todo ese tiempo escuchando a su madre y a Will hablándose con voz de ardilla enamorada.

   Soltando un suspiro se encaminó a la 4x4 y se subió en el asiento del copiloto. Ni siquiera miró a Nick cuando este se subió al coche, a su hermanastro se le dio por esperar a que su padre se marchara primero y Merilia entendió por qué cuando lo vio sacar un paquete de cigarros y encender uno. Negó cuando le ofreció uno y sólo bajó la ventanilla para que el olor a mar la distrajera.

   ―Así que no fumas ―comenzó Nick.

   ―No.

   ―¿Y tampoco bebes?

   ―No.

   ―¿Fiestas?

   ―No tengo tiempo.

   ―¡Venga ya! Y yo que pensaba que no eras tan mosquita muerta como te había pintado tu madre.

   ―Lamento decepcionarte ―dijo sin apartar la vista del paisaje y sin sonar arrepentida en lo absoluto.

   ―Tiene que haber algo, no puedes ser tan... perfecta.

   Merilia soltó una risa irónica.
―Me sorprende que tú tengas tiempo de ir a fiestas y emborracharte siendo estudiante de derecho.

   Nick alzó una ceja y la miró con más curiosidad que antes.
―Así que sabes sobre mí...

   ―Por favor ―suspiró ―, si mi madre no para de hablar del increíble hijo que eres: estudiante de derecho, surfista y activista por la vida de las tortugas ―se rio de lo ridículo que sonaba aquello último.

   ―Pues lamento decirte que no he salvado ninguna tortuga.

   ―Entonces parece que papi adornó de más tu currículum ―se burló.

   Nicholas rio y expulsó el aire del cigarrillo en dirección de Merilia, quien antes esto puso una mueca de asco y agitó su mano para apartar el humo de su cara.

   ―No hagas eso, se me va a impregnar el olor en el vestido ―se quejó.

   Nicholas rodó los ojos, pero bajó su ventanilla con la intención de tirar la colilla de cigarro, sólo que al voltear se encontró con la mirada de su otra hermanastra, que perecía muy aburrida en el asiento trasero del Mercedes. El pelinegro le guiñó un ojo para molestarla y tiró la colilla a la calle, dejándola atrás rápidamente.

   Unos diez minutos después llegaron a una parte apartada rodeada de grandes campos muy bien cuidados. A pesar de que ya era de noche, un gran camino iluminado te daba la bienvenida al Club Náutico Mary Read. Antes de dejarlos pasar, un hombre que hacía guardia en una elegante cabina junto a la barrera se asomó para poder ver quiénes iban en el coche. Un evidente signo de reconocimiento apareció en su rostro al ver quién conducía.

   ―Señor Leister, buenas noches, señor, señorita... ―agregó al ver a Merilia.

   Esta contuvo la mueca de desagrado que amagó en formarse al percatarse de que la había confundido con la novia de Nick, aunque ahora que lo pensaba, no sabía si él tenía novia. Tampoco le interesaba, pero no quería ser la causante de la histeria de alguna chica pija que no conocía.

   Entraron al club.

   Nicholas detuvo el coche en la entrada.

   ―No te muevas ―le dijo a Merilia. Salió de la 4x4 la rodeó para llegar a la puerta del copiloto y abrirle la puerta, la ayudó a bajar y en seguida uno de los empleados del lugar vino para llevárselo ―. No te creas que lo hago por ti, son...

   ―Reglas de etiqueta, lo sé. No hace falta que me lo aclares ―lo interrumpió, dibujando la mejor sonrisa que pudo en ese momento.

   Ni cinco minutos después llegaron sus padres junto a Noah y todos entraron.

   ―Chicas, sus tarjetas de socia llegarán la semana que viene ―les dijo William ―. Pero si gustan mientras puedes utilizar mi apellido.

   ―¿Eso no podría generar un poco de confusión? ―preguntó Noah con aparente inocencia.

   ―¿Confusión por qué?

   Un camarero apareció frente a ellos.
―Bienvenido, señor Leister.

   ―Hola, soy la señora Leister ―saludó Noah. Merilia apretó los labios para contener una sonrisa, por suerte su madre estaba detrás charlando con Nicholas.

   ―En hora buena, señor Leister, algo había oído ―respondió el camarero con evidente incomodidad.

   William se apresuró a negar.
―No soy de ese tipo ―acaró alzando las manos ―. La señora Leister es ella ―dijo, pasando un brazo por la cintura de su mujer.

   ―Cuanto lo siento, es bochornoso ―se disculpó el camarero.

   ―No, tranquilo. No es culpa tuya.

   William le indicó a la madre de las chicas dónde quedaba la mesa, y ella lo siguió fascinada con todo en el lugar. Noah y Merilia por fin pudieron soltar una pequeña risa. Nick hizo un gesto con la mano para que fueran delante y Noah imitó el gesto, pero cuando el chico quiso adelantarse un brazo se interpuso en su camino y la menor de las hermanas siguió el camino que había dejado su madre.

   Nick carraspeó y repitió el gesto.
―Por favor.

   Merilia inclinó la cabeza hacia abajo conteniendo una risa y siguió a su hermana hacia la mesa que tenían reservada, con su hermanastro detrás de ella.

   Tomaron asiento y, de inmediato, el matrimonio comenzó a hablar embelesado y a sonreírse tontamente. Ambas hermanas, mientras, no pudieron evitar fijarse en la mirada de asombro e incredulidad que la camarera le dirigió a Nick.

   Este parecía no haberse dado cuenta, ya que se puso a girar el minisalero entre sus dedos. Los ojos de Merilia subieron de su mano por su brazo hasta llegar a su rostro y después a sus ojos, que la observaban con interés.

   ―¿Qué vais a pedir? ―preguntó la madre de las chicas, haciendo que sus hijas levantaran la mirada hacia ella.

   ―Lo que decidáis estará bien ―contestó Merilia.

   Noah asintió estando de acuerdo, al fin y al cabo, no conocía el nombre de la mitad de los platos del menú. Mientras esperaban a que les trajeran la comida, Willian intentó involucrar a las hermanas y a su hijo en la conversación que estaba teniendo con Raffaella.

   ―En el camino le estaba diciendo a Noah la de deportes que pueden practicar aquí en el club, Meri... ¿puedo llamarte así? ―Ella asintió sonriente y Will siguió hablando ―. Nicholas juega al baloncesto, y es un surfista estupendo ―apuntó, ignorando el rostro aburrido de Nick fijo en ambas.

   Noah no pudo evitar poner los ojos en blanco. Para su mala suerte Nicholas la estaba observando, centrando su mirada en ella se inclinó sobre la mesa, apoyando ambos antebrazos sobre ella y Noah fue objeto de un intenso escrutinio.

   ―¿Hay algo que te divierta, Noah? ―soltó, haciendo lo posible por usar tu tono más amigable, pero se notó que en el fondo le había molestado el gesto ―. ¿Consideras que el surf es un deporte estúpido?

   Antes de que la madre de las chicas contestara ―y ya se veían venir que lo haría― Noah se apresuró a decir:

   ―Tú lo has dicho, no yo. ―Y puso su mejor cara de inocencia.

   ―¿Y qué clase de deportes tu gustan entonces, hermanita?

   ―Pues los de equipo, con estrategia. Ya sabes, que requieran un poco de cerebro.

   Raffaella miró con ojos suplicantes a su hija mayor para que interviniera.

   ―Pues en esta estoy con Nick; los deportes individuales son mejores. ―Sabía que no era exacto de lo que estaban hablando, pero mientras le sirviera para cambiar el rumbo de la conversación le valía ―. No dependes de que otra persona deba hacer nada; si triunfas es gracias a tus méritos, y si fallas será tu culpa. Así de fácil. ―Su hermana la miró como si la hubiera traicionado, Merilia se encogió de hombros ―. El surf es un deporte como cualquier otro, Noah, requiere disciplina, constancia y pasión. Al igual que el vóley.

   Antes de que cualquiera pudiera agregar algo más, la camarera llegó y Nick no pudo evitar desviar sus ojos hacia ella.

   Los adultos comenzaron a hablar animadamente cuando una pareja de amigos se paró para saludarlos.

   La camarera, una mujer joven de pelo castaño oscuro ataviada con un delantal negro, se afanó en dejar los platos encima de la mesa y al hacerlo golpeó sin querer a Nicholas en el hombro.

   ―Lo siento, Nick ―se disculpó y entonces, sobresaltada, se volvió hacia Merilia, como si hubiera cometido un error garrafal.

   Nicholas también la miró, posiblemente por inercia o reflejo, pero la pelinegra no les prestó atención.

   ―¿La conoces? ―le preguntó Noah mientras él se servía más agua con gas en su copa de cristal.

   ―¿A quién? ―le contestó haciéndose el tonto.

   ―A la camarera ―respondió observando su rostro con interés.

   ―¿Eres así de metida en la vida de todos?

   ―Si ―respondió esta vez Merilia, ganándose una mirada molesta de su hermana cuando Nicholas sonrió ladinamente.

   ―Ah y, respondiendo tu pregunta, Noah, sí, me ha atendido más de una vez ―dijo refiriéndose a la camarera. Dio el tema por zanjado y bebió de su copa.

   Noah sabía que debía dejar el tema ahí, pero no pudo no responderle.
―Sí, seguro que te ha atendido muchas veces ―declaró.

   Merilia hizo una mueca, ¿qué necesidad había de hablar de eso mientras estaban comiendo?

   ―¿Qué estás insinuando, hermanita? ―La sonrisa de Noah se borró cuando escuchó aquel adjetivo.

   ―En que toda la gente como tú sois iguales; os creéis que por tener dinero sois los dioses del mundo. Esa chica no ha dejado de mirarte desde que has cruzado esa puerta, es obvio que os conocéis ―expuso mirándole enfadada por algún motivo inexplicable ―. Y tú ni siquiera te has dignado a devolverle la mirada... es asqueroso.

   Nicholas la observó fijamente antes de contestarle.

   ―Tienes una teoría muy interesante y veo que la ‹‹gente rica››, como la llamas tú, te disgusta muchísimo... claro que tu madre, tu hermana y tú estáis viviendo ahora bajo nuestro techo y disfrutando de todas las comodidades que el dinero puede ofrecer; si tan despreciables te parecemos, ¿qué haces sentada en esta mesa? ―le preguntó mirándola de arriba abajo con desprecio ―. A mi parecer, sois peores que la camarera ―confesó inclinándose sobre la mesa ―: fingís ser algo que no sois cuando las tres os habéis vendido por dinero...

   Esa fue la gota que colmó el vaso. Merilia, que había decidido no meterse en la discusión hasta ese momento, tomó su tenedor con fuerza y por debajo de la mesa dejó los dientes del cubierto contra la tela del pantalón de Nicholas, sin llegar a lastimarlo, pero lo suficiente como para él lo sintiera.

   ―Como vuelvas a insinuar algo así de nosotras, te quedas sin testículos ―amenazó en un tono que únicamente escuchó él. Su rostro no delataba ninguna señal de enfado, todo lo contrario, en sus labios bailaba una tenue sonrisa que enmascaraba un odio puro que había surgido desde lo más profundo de su ser ―. ¿Entendiste, hermanito?

   Nicholas la miró de la peor manera posible. Sus ojos se habían oscurecido. Tensó tanto su mandíbula que creyó que iba a romperse, y casi pudo escucharse el rechinido de sus dientes.

   ―Chicos, ¿todo bien?

   Ambos rompieron el contacto visual y voltearon a mirar a William, pero el ambiente de tensión no se disipó ni un poco. Nicholas hizo un esfuerzo por poner mejor cara, pero solo llevó su vista a su plato. Merilia, en cambio, expandió su sonrisa y le aseguró que todo estaba bien, tomó la mano de su hermana y le dio un apretón reconfortante.

   ―¿Cierto, Nick?

   El pelinegro alzó las cejas y bebió de su copa antes de responder, con una sonrisa irónica y los ojos algo achinados.

   ―Todo perfecto.





















































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