ೃ✭ Capítulo 6 ೃ✭
Como si acabase de sufrir un accidente, YoonGi se sentó en la cama deshecho. Parpadeó y entonces se dio cuenta de lo que acababa de ocurrir, y se odió tanto que le dolió. Sorprendido, intentó enfrentarse a su propia traición. Seok Jin ya no le iba a creer cuando le dijese que quería que lo dejase en paz.
¿Cómo podía haber hecho aquello? Solo podía pensar en Jeongguk. ¿Cómo había podido respetarse tan poco? ¿Tanto había echado de menos el sexo? Se puso los bóxer con manos temblorosas. La puerta del cuarto de baño se abrió y el se quedó inmóvil un instante, para después recoger su ropa, avergonzado.
—No tenía nada de esto planeado —le dijo Seok Jin.
El se entretuvo poniéndose los pantalones para evitar mirarlo. Le sorprendió que no hubiese en su rostro una sonrisa triunfante porque había ganado, y a Seok Jin le gustaba ganar mucho más que a la mayoría de las personas.
—No me lo creo —le contestó mientras buscaba sus medias.
Sabía lo manipulador y retorcido que podía llegar a ser.
—Deja que te ayude... —le dijo él, para acomodarle y bajarle el suéter.
El deseó darle un manotazo, pero pensó que eso solo conseguiría humillarlo más.
—No lo tenía planeado —repitió Seok Jin.
—De acuerdo, no lo tenías planeado —repitió YoonGi como un loro, poniéndose los zapatos.
Quería darse una ducha, pero estaba desesperado por desaparecer de su presencia y llegar a casa, con su hijo.
—La semana que viene cumples veinticinco años —comentó él.
—Veintitrés —lo corrigió el.
Seok Jin lo miró sorprendido.
—Veinticinco...
—Te mentí cuando nos conocimos —admitió YoonGi—. Me dijiste que no salías con adolescentes y yo tenía diecinueve años, así que me puse dos años.
Él lo miró fijamente, con incredulidad.
—¿Me mentiste? ¿Solo tenías diecinueve años?
YoonGi asintió y se encogió de hombros.
—¿Qué más da eso ahora?
Él contuvo una mala contestación y apretó los labios. Había confiado ciegamente en el y su sinceridad lo desarmó. Además, no le gustaba nada haberse acostado con un adolescente y no haberse dado cuenta. Por aquel entonces, él había tenido veintiséis años y había sido mucho más experto en la cama que el.
—Llámame un taxi —le pidió—. Quiero irme a casa.
—Todavía no hemos llegado a un acuerdo...
—Y no vamos a hacerlo —lo interrumpió YoonGi—. Lo que acaba de ocurrir ha sido un accidente, un error... como quieras llamarlo, pero eso no significa que las cosas vayan a cambiar.
YoonGi pensó que Seok Jin iba a protestar, pero él se quedó en silencio. A el le dolió ver la rapidez con la que había pasado de perseguirlo a mostrarse indiferente. Aunque no tenía que haberle sorprendido. Al fin y al cabo, YoonGi nunca había entendido que se sintiese interesado por el.
—Volverás en la limusina —le dijo él—. Yo tengo que trabajar para recuperar el tiempo perdido. Tengo un equipo que va a venir a trabajar conmigo dentro de una hora. Te llamaré mañana.
YoonGi negó con la cabeza.
—No tiene sentido. Déjame en paz. Tú vete por tu lado y yo, por el mío. Es la única opción sensata, después de tanto tiempo.
Jin se sintió furioso al ver a YoonGi tan frío.
—Estás empezando a ofenderme —admitió con aquella desconcertante sinceridad que utilizaba en ocasiones para desestabilizar a su adversario.
Sacó su teléfono y habló.
—Lo mejor será que te marches ahora y pienses bien lo que vas a hacer.
YoonGi se ruborizó.
—Ya lo he pensado...
—Si me marcho, no volveré jamás —le advirtió Seok Jin—. Piénsalo bien antes de decirme lo que quieres.
El se sintió consternado. Quería que se marchara y lo dejara en paz, por supuesto que sí. No tenía la menor duda. Tenía que proteger a Jeongguk, porque Seok Jin se pondría furioso si se enteraba de su existencia. Su familia era muy tradicional y conservadora, y no le gustaban los niños nacidos fuera del matrimonio. YoonGi sabía que el padre del mayor había tenido un hijo ilegítimo con su amante, la hermanastra de Jin, a la que la familia de este no reconocía ni aceptaba en su selecto círculo.
Se dio cuenta de que el pelinegro estaba empezando a entrar en razón e intentó sentirse aliviado, pero entonces este lo acompañó hasta el ascensor y se dio la vuelta sin mirar atrás, y el no pudo sentirse bien con lo que acababa de ocurrir.
Estaba hecho un lío, por dentro y por fuera, ni siquiera se había peinado. En el espejo del ascensor vio a una hombre con los labios hinchados, desarreglado y con mirada de culpa. ¿Podía echarle la culpa al vino? ¿A la falta de sexo? ¿A los recuerdos? ¿O tenía una debilidad llamada Kim Seok Jin? Y, sin querer, se puso a recordar la primera vez que lo había visto.
El abuelo de YoonGi había fallecido cuando el tenía once años. Siete años después, había muerto su abuela después de una larga enfermedad. Esta había dejado su casa en herencia a una organización benéfica y, así, había dejado a YoonGi en la calle. Había viajado a Londres con otra chica, se habían instalado en un hostal y encontraron trabajo limpiando en un edificio de apartamentos de lujo. El había limpiado el de Seok Jin durante varios meses antes de conocerlo.
Antes de entrar en el apartamento, siempre había llamado al timbre para asegurarse de que no había nadie en casa y aquel día no había respondido nadie.
Así que había estado quitándole el polvo a las estanterías cuando un ruido lo había asustado. Se había dado la vuelta y entonces se había dado cuenta de que había un hombre tumbado en uno de los sofás. Por un instante, había pensado que dormía, pero lo había visto abrir los ojos e intentar sentarse con movimientos
torpes, descoordinados, pero en vez de sentarse había rodado por el suelo.
—¿Está bien? —le había preguntado, pensando que estaba bebido.
Aunque, como había crecido con un abuelo y unos amigos a los que les gustaba pasarse con el alcohol, pronto se había dado cuenta de que no era eso lo que le ocurría, y se había acercado para comprobar que solo estaba enfermo.
—Fiebre... —había balbuceado él, mirándolo fijamente.
YoonGi había apoyado la mano en su frente y se había dado cuenta de que estaba muy caliente.
—Yo diría que necesita una ambulancia —le había susurrado.
—No... llama... un médico —había dicho él, intentando sacarse el teléfono del bolsillo.
Lo había ayudado, pero no había sido capaz de encontrar el número de teléfono acertado porque todo estaba escrito en un idioma extraño, así que había tenido que buscarlo él. Por suerte, sí había podido comunicarse con el médico, que se había mostrado preocupado por aquel hombre, al que había llamado Seok Jin, y le había prometido que estaría allí en veinte minutos.
YoonGi había seguido limpiando, un tanto incómodo, mientras esperaba la llegada del médico. Había tenido que dejar al hombre en el suelo porque no había tenido fuerza suficiente para ayudarlo a tumbarse en el sofá.
El médico, un hombre joven, se había sorprendido al ver a Seok Jin en el suelo y lo había levantado inmediatamente para llevarlo a la primera habitación que había en el pasillo. Diez minutos después, había ido a buscarlo a la cocina.
—Es adicto al trabajo y está agotado, y supongo que ese es el motivo por el que tiene fiebre. Haré una receta y conseguiré una enfermera, pero... mientras tanto, ¿podría quedarse usted con él?
—Yo solo he venido a limpiar y ya tenía que haberme marchado —le explico—. Tendría que estar ya en el apartamento de al lado...
—Seok Jin es el dueño del edificio. Así que supongo que es quien le paga a final de mes. Yo no me preocuparía por el apartamento de al lado —le había dicho el médico—. Me ha pedido que entre a verlo...
—¿Por qué?
El médico se encogió de hombros mientras salía por la puerta.
—Tal vez para darle las gracias por ser tan buen samaritano. Podía haberse marchado y haberlo dejado ahí tirado.
Había llamado a la puerta y, al no obtener respuesta, asomo la cabeza y había visto a Seok Jin tumbado en la cama, solo con unos pantalones de pijama negros. Aun enfermo, le había parecido el hombre más bello que había conocido.
YoonGi había limpiado los baños, había esperado una hora y después había vuelto a la habitación, donde se lo había encontrado despierto.
—¿Necesita algo?
—Me vendría bien un poco de agua... ¿Cómo te llamas?
—YoonGi. ¿Quiere que le coloque las almohadas?
Le coloco bien las almohadas, había estirado las sábanas y le llevo un vaso de agua. Y al pelinegro le había sorprendido enterarse de que YoonGi limpiaba su casa y que nunca se habían visto.
—No suele haber mucho que hacer —había admitido el—. Al parecer, no utiliza la cocina.
—Viajo mucho, y como fuera o pido comida preparada cuando estoy aquí.
En ese momento había sonado el timbre.
—Debe de ser la enfermera de la que ha hablado el médico.
—No necesito una enfermera.
—Esta demasiado débil para quedarse solo —le explico YoonGi.
—Tenía la esperanza de que te quedaras tú...
—Yo tengo que limpiar otros apartamentos, así que hoy me va a tocar quedarme hasta muy tarde —le contesto el antes de ir a abrir la puerta a una bella enfermera de uniforme.
A la mañana siguiente, al llegar al trabajo, su jefe había salido del despacho para decirle:
—Hasta nuevo aviso, te hemos asignado el apartamento del señor Kim a jornada completa.
—Pero... ¿por qué? —había preguntado, sorprendido.
—La orden viene de arriba. Tal vez el tipo haya dado una fiesta anoche y necesite que le limpien toda la casa —había murmurado el jefe con desinterés—. No es nuestro problema.
Llamo al timbre al llegar, pero nadie había respondido, así que entro en silencio y fue directo al dormitorio, donde llamo a la puerta.
—¿Dónde está la enfermera? —le había preguntado nada más abrir la puerta.
Seok Jin, que estaba todavía más desaliñado que el día anterior, y todavía tirado en la cama, había respondido en tono irónico:
—Ha querido meterse en la cama conmigo y la he tenido que echar.
Desconcertado por aquella admisión, YoonGi lo había mirado fijamente y fue consciente de lo mucho que esté le atraía. Era muy guapo. Y le hacía sentir mariposas en el estómago con solo mirarlo.
—Por eso espero que no te importe que haya pedido que te ocupes tú de mí, dado que no has demostrado ningún deseo de meterte en la cama conmigo...
YoonGi se había puesto colorado como un tomate.
—Por supuesto que no... ¿Y qué ha pedido?
—¿Perdón?
—¿En qué va a consistir mí trabajo? —había preguntado—. Yo no soy enfermera...
—No he comido nada desde ayer a la hora del desayuno —informó —. Me vendría bien algo de comida.
Había sentido pena e incluso se sentio culpable por no haberle ofrecido nada de comer el día anterior. Al fin y al cabo, cuidar de una enferma era lo que había hecho desde los once años y hasta que su abuela había fallecido.
Por eso durante los tres siguientes días, YoonGi había hecho lo que le salió de manera natural. Había cuidado de Jin, le había hecho la compra, había cocinado, cambiado las sábanas, le dio la medicación y lo regaño cada vez que había querido salir de la cama, ya que seguía estando demasiado cansado. De hecho, pronto establecio con él una camaradería de igual a igual, y se había echado a reír al oírle anunciar que lo invitaría a cenar para demostrarle su agradecimiento cuando estuviese mejor.
—¿Qué edad tienes? —pregunto él derepente—. Nunca salgo con adolescentes.
Y le mintio sin dudarlo porque quería cumplir con los requisitos necesarios para salir con un hombre como aquel.
Dejó de pensar en el pasado y tragó saliva, afectado por los recuerdos y por su propia inocencia, porque, por aquel entonces, había visto a Seok Jin como a un príncipe azul. Le pareció el hombre perfecto, considerado y atento. Y en esos momentos, por mucho que le doliese, tenía que admitir que se había equivocado. Era capaz de hacer los comentarios más atroces en tono educado, sin tan siquiera levantar la voz. Podía abrir con elegancia la puerta y decir algo que le pusiese la piel de gallina o le rompiese el corazón.
Sus exquisitos modales y su capacidad para controlarse solo habían aumentado el dolor al final del juego, porque el pelinegro era lo suficientemente inteligente para expresar expectativas intolerables de manera aceptable y aparentemente civilizada.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top