Bonus dos

Bonus dos

Capítulo narrado desde la perspectiva de Leah Clearwater.

Estaba acostumbrada a ser observada a través de miradas de reproche o por el contrario, de lástima y estaba harta, cansada. El ser abandonada por tu novio de años era difícil, más en un pueblo de mierda tan pequeño como Forks y más aún en la Reservación de los Quileutes.

Convertirse en un jodido lobo también estaba de pesadilla, todo eso mejoró cuando Denahi también se transformó y tuve compañía entre tantos hombres idiotas escuchando mis pensamientos y sintiéndose superiores a mi.

Mi madre, mi hermanito y mi mejor amiga eran las únicas razones por las cuáles no me había largado de ese pueblo de porquería; por eso cuando Denahi me propuso ir a Seattle con ella, acepté inmediatamente.

Necesitaba un nuevo comienzo.

Mi madre y Seth quedaban en buenas manos. Mamá empezaba a rehacer su vida con nada más ni nada menos que con el padre de la perra loca de Swan, Charlie. Seth seguiría estudiando y si todo salía como lo esperaba, tendría la oportunidad de ir a una buena universidad.

Denahi y yo habíamos encontrado un departamento cerca de su Academia. Vivíamos en un edificio donde vivían decenas de estudiantes, para mi mala suerte. Yo no era buena siendo amigos, mucho menos ser vecina de decenas de adolescentes ebrios.

Por eso, la noche antes del que sería mi primer día de trabajo en la cafetería de la Academia, subí hasta el jodido piso donde se desarrollaba una maldita fiesta, arranqué las bocinas del idiota dueño del departamento y las arrojé por la ventana, despues de eso dormí como un bebe.

Era mi primer día en mi empleo en la cafetería, estaba algo emocionada al igual que Denahi; un nuevo comienzo alejada de Sam, de mi prima Emily, de los adorados chupasangres de Denahi, una infinidad de oportunidades.

Aún no lograba entender cómo Denahi había creado una relación tan profunda y cercana con la sanguijuela telépata.

— ¡Aquí te dejo Leah, voy tarde! ¡La vieja maldita de Fotografía no me dejará pasar, te amo, suerte!— dice Denahi rápidamente.

Suspiro al ver a mi alocada amiga desaparecer y me encamino a la cafetería. Una vez ahí recibo las instrucciones de Martín, un atento señor que me explica rápidamente mis funciones como barista.

Me apresuro a limpiar el mostrador rápidamente para colocar un par de productos; la verdad los chicos que asistían a tomar clases estaban más buenos que el pan, en el poco tiempo que llevaba aquí ya había visto a dos o tres chicos con los que moriría por ir a la cama.

Estaba acomodando un par de panecillos en una caja de cartón cuando escucho la voz de una chica para que le tomara la orden.

— Amm... claro, espera un momento— le respondo mientras termino de acomodar los panecillos y tomo la caja para ir al mostrador.

No levanto la mirada y me concentro en la caja registradora.

— ¿Qué vas a llevar?— pregunto mientras tomo una pequeña libreta para anotar su bebida.

— Una malteada de fresa y un panecillo de plátano por favor— responde una bella voz, la más bonita voz de hecho que yo haya escuchado alguna vez en mi ordinaria vida.

Levanto la mirada para ver a la dueña de la voz y parece explotar una estrella multicolor alrededor de la chica con rasgos asiáticos, quién me mira con el ceño fruncido. De pronto siento como los fuertes y resistentes cables de tensión que me sujetaban al piso se van rompiendo uno a uno; mi madre, mi hermano, mi mejor amiga, todos rotos y uno nuevo con más fuerza e intensidad toma el lugar de los rotos. Luces de colores rojizos la rodean, protegiéndola y brillando para mi. La chica relajó su frente y me dedicó una sonrisa avergonzada, completando el proceso.

Y así, de repente, sentí la imprimación.

Como pude le entregue su pedido, mientras mis piernas temblaban y amenazaban con desplomarme.

— Gracias— la chica me entrega un billete, lo cual causa que nuestros dedos se toquen, enviando una increíble descarga eléctrica en mi cuerpo. Observo a la chica y abre los ojos, para después sonreír dulcemente.

— Me diste toques, adiós— abro mi boca al saber que ella sintió al menos una diminuta parte de lo que yo sentí.

Al terminar mi jodido turno, corrí despavorida a ver a Denahi en el departamento. Ésta se encontraba ya ahí, gracias a dios, cocinando algo para la comida.

— Denahi, sucedió algo, yo...— casi casi grité, asustando a mi amiga.

—¡Carajo Lee! ¡Me asustaste!— jadea de la impresión, pero se recompone y al verme en el estado en el que estoy, me mira con preocupación— ¿Qué sucede?

— Sucedió— fue todo lo que le tuve que decir para que ella entendiera y brincara de felicidad.

Denahi me arrastra a la habitación.

— ¿Quién?— pregunta y yo niego, sentí tanto miedo, Denahi insiste y muerdo mi labio.

— Mi... mi improta es una chica— mis palabras salen atropelladamente mientras Denahi abre sus ojos y la boca de la impresión.

— ¡Oh por el amor de dios! ¡Ahhh!— grita emocionada y sube rápidamente a mi cama, yo la sigo sentándome en la orilla.

— Es una maldita locura, no sé cómo diablos sucedió, me ire a Forks— afirmo levantándome de la cama y caminando de un lado a otro.

— ¡No, no y no! ¡Nada de eso! ¿Estás loca? Te harías daño, ya no puedes separarte de ella.

La boba de Denahi tenía toda la maldita razón, ahora mismo estaba sintiendo los estragos de estar lejos de la chica.

— ¿Acaso no entiendes? Es una chica, no debería ser... yo...— Denahi me interrumpe levantándose también.

— ¡Leah, no mames! ¿Somos jodidas mujeres lobo, sabemos que existen los vampiros y a ti te preocupa que te hayas imprimado de una hermosa chica? ¿Todo bien en casita?— se exaspera Denahi y me golpea la frente.— Por dios, por favor entra en razón, encontraste a tu alma gemela, no la cagues.

— No entiendes, yo no...— Denahi me tapa la boca y ríe feliz de la vida, loca desquiciada.

— La que no entiende nada eres tú, sabes que la imprimación es una cagada para mí, pero esta vez tengo que darle la razón, Leah Clearwater, no huyas de tu destino— Denahi me abraza fuertemente.

Los días subsiguientes me dediqué a vigilar a Anna, ese era su nombre, tan dulce. Diario venía por su café y su panecillo por las mañanas, dedicándome sonrisas amables e inocentes que provocaba en mi cuerpo sensaciones que nunca nadie había ocasionado.

Habían pasado dos semanas de la imprimación y yo estaba volviéndome loca, por lo que decidí hablarle más de lo que lo hacía por las mañanas en la cafetería.

— Buenos días Leah, lo mismo de siempre por favor— pide alegremente y dulcemente Anna, quién ya se había aprendido mi nombre, sacándome una sonrisa cada que lo pronunciaba.

— Buenos días Anna, enseguida te lo traigo— dije alegremente, preparé rápidamente su pedido y se lo entregué, rozando nuestros dedos y sintiendo esa placentera e intensa corriente eléctrica en mi cuerpo.

Era ahora o nunca.

— Anna, me preguntaba si...

— Salgo a las 3— me interumpe, sorprendiéndome y me entrega un papel amarillo con su número de celular,— podemos ir a caminar, me gusta ir al parque los días de buen clima en la ciudad.

— Amm... claro, yo te espero— sonrío como idiota emocionada y ella sonríe dejándome ver sus dientes blancos perfectos.

Maldición, se dió cuenta que le veía la boca.

Pasaron días, semanas y Anna y yo parecíamos siameses al nunca separarnos. Cuando nos besamos la primera vez, tuve que ser yo la que tomara la iniciativa al tomarla del rostro y estampar mis labios con los suyos. Se lo dije todo, lo de los lobos y lo de la imprimación, algo que ella me creyó sin dudarlo, pues para mi buena suerte, ella estaba tan enamorada de mi que si yo le decía que la luna era de queso, ella me creería.

Nos encontrábamos en mi departamento compartido con Denahi, viendo una película horrorosamente ridícula de amor que tanto amaba Anna.

— Leah, quiero que conozcas a mi familia— su declaración me sorprendió, bajé mi rostro para ver el de ella, pues estaba recostada en mi regazo.

— ¿Estás segura?

— Completamente, quiero que sepan quién soy realmente— afirma y se eleva para besarme, gesto al que correspondo gustosa.

— Díganme que están vestidas chicas, necesito pasar por mi computadora— dice de repente Deni, tapándose los ojos con la mano entrando por la entrada de la sala.

— Siempre arruinado el momento Coleman, ¿Para qué diablos quieres tu compu?— pregunto en broma y ella ríe corriendo a la mesa por su laptop.

— Edward se conectará para platicar— dice sonriendo, buscando el cargador de la computadora.

— Aún no entiendo tu cariño por ese idiota— arrugo la frente.

— Ya te dije que tú eres la numero uno, mejor amiga. Las dejo chicas, diviértanse— sale corriendo pero antes me da una sonrisa traviesa.

— No entendí nada— dice Anna divertida.

— Es mejor, créeme— respondo divertida, antes de sumergirme en un nuevo beso que me hace creer, tener fe y esperanza de nuevo.

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