──prólogo

Recuerdo la entrevista como si fuera ayer. Franco Colapinto, el piloto de Fórmula Uno argentino, sonreía con su característico acento porteño mientras respondía a mis preguntas.

─ Franco, gracias por tomar el tiempo para hablar conmigo hoy.

─ De nada. Es un placer.

─¿Cómo te sientes después de tu victoria en la Fórmula uno?

─Estoy emocionado, che. Fue una carrera difícil, pero aquí estoy. La estrategia de williams es perfecta y el coche funciona a la perfección.

─¿Qué te motiva a seguir adelante con tu carrera?

Recuerdo perfectamente aquella mirada intensa mientras pensaba en las palabras correctas.

─La pasión por la velocidad, por la competencia. Me encanta el reto de superar a los demás y de mejorar cada día. Y ahora... también hay alguien especial que me hace sentir vivo.

El color carmesí lentamente inundó mi rostro mientras intente mantener la calma para seguir con las preguntas.

─¿Alguien especial?

─Sí. ─ sonrió. ─ Alguien que me hace olvidar la presión y el estrés de la carrera.

─ Franco, creo que eso es información personal. ─ lo interrumpo mientras el me guiño un ojo.

─ No hay problema. La gente quiere saber sobre la vida de los pilotos, ¿no? ─ respondió causando una sonrisa en mi.

─Bueno, supongo que sí.

─Pero en serio, Cristal. La gente siempre ve la parte glamorosa de la Fórmula Uno, pero no ven el trabajo duro y los sacrificios que hacemos. ¿Sabes qué es lo más difícil para mí?

─No, ¿qué es?

─La soledad. Estar siempre en la carretera, sin tener tiempo para la familia y los amigos. Pero cuando encuentras a alguien que entiende eso...  es como encontrar un oasis en el desierto.

─Entiendo. ─ respondí mientras le sonreí a causa de intensidad de sus palabras me había conmovido.

─Creo que vos entendes más de lo que crees, Cristal.

Después de la entrevista, Franco me invitó a cenar. Y esa cena se convirtió en una noche que cambió mi vida para siempre.

Pero ahora, mientras estoy sentada en este oscuro y silencioso lugar, no puedo evitar preguntarme...

¿Cómo terminé aquí? ¿Cómo pasé de ser una periodista deportiva a estar enamorada de un piloto de Fórmula Uno? ¿Cómo permití que mi corazón se entrelazara con el de alguien que vivía en un mundo de velocidad y riesgo?

Las lágrimas caen por mi rostro mientras recuerdo la sonrisa de Franco, su mirada intensa, su voz suave con acento argentino.

─¿Qué pasó, Franco?. ─susurro, llorando. ─¿Qué pasó con nosotros?

La oscuridad me rodea, y solo puedo escuchar el eco de mi propia pregunta.

¿Cómo terminé aquí?

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