┊➹ Capitulo 46 ❦

“Ayuda”

Y finalmente, _____ eligió a Megumi.

En el manto oscuro de una noche, el atardecer asomándose por las montañas en Tokio, el aire estaba cargado de tensión.

Sukuna, el temido Rey de las Maldiciones, había encontrado una oportunidad única para separarse del cuerpo de Yuuji en otro cuerpo.

Después de una feroz batalla, Sukuna logró separarse del cuerpo de Yuuji Itadori, el joven hechicero que había sido su recipiente durante tanto tiempo.

Con un poderoso hechizo, Sukuna se liberó, dejando a Yuuji inconsciente y a merced de sus enemigos, mientras él tomaba una forma física propia, con una presencia aún más intimidante.

— ¡Al fin! ¡Soy libre!

El campo de batalla se había trasladado a un antiguo complejo industrial, ahora envuelto en una densa niebla que parecía amplificar el terror de lo que estaba por suceder.

Kamo, Inumaki, Mechamura y Todou, un grupo de hechiceros de élite, estaban preparados para enfrentarse a Sukuna y acabar con su amenaza de una vez por todas.

Conocían la magnitud del desafío que enfrentaban, pero también sabían que la supervivencia de Tokio y el mundo dependía de ellos.

— Una vez acabé con ustedes iré por mi reina.

Sukuna, con su figura imponente y su sonrisa cruel, emergió de la oscuridad como un ser que parecía disfrutar del caos que estaba por desatar.

Y Megumi habia huido de la escena con _____ para protegerla.

La separación de Yuuji había restaurado completamente su poder, y la presencia de Sukuna ahora era una tormenta de pura maldad.

Con un rugido ensordecedor, Sukuna dio inicio al combate, desatando una oleada de energía que hizo temblar los cimientos del complejo.

Kamo, conocido por su habilidad con las técnicas de sangre, fue el primero en atacar. Con un gesto decidido, lanzó una lluvia de flechas de sangre hacia Sukuna.

Cada flecha estaba imbuida con una fuerza letal, pero Sukuna, con un desdén casi despreciativo, las desvió con un movimiento fluido de su mano.

La habilidad de Sukuna para anticipar y contrarrestar los ataques era evidente; se movía con una agilidad que parecía desafiar las leyes de la física.

Inumaki, con su técnica de encantamiento verbal, trató de controlar el flujo de la batalla. Sus palabras, cargadas de poder, intentaron afectar a Sukuna directamente.

— ¡Retrocede! — ordenó Inumaki, pero Sukuna, con una risa que resonaba como un eco malévolo, ignoró el hechizo.

La resistencia de Sukuna a las técnicas de encantamiento era palpable; su aura parecía absorber y neutralizar cualquier intento de control.

Todou, conocido por su fuerza bruta y su habilidad para alterar el espacio, utilizó su técnica para crear distorsiones en el campo de batalla.

Su estrategia era clara: utilizar la confusión para obligar a Sukuna a cometer errores. Con movimientos explosivos, Todou creó múltiples distorsiones que complicaron la visión y la movilidad de Sukuna.

Sin embargo, Sukuna, con su experiencia y su dominio de las técnicas de maldición, navegó por el caos con una destreza inquietante.

Cada ataque de Todou era respondido con una precisión devastadora.

Mechamura, con su habilidad en técnicas de creación, utilizó todos los recursos a su disposición para enfrentar a Sukuna.

Invocó diversas criaturas y estructuras para bloquear y atacar al Rey de las Maldiciones.

Las creaciones de Mechamura eran impresionantes, pero Sukuna, con un solo gesto, destruyó gran parte de ellas.

La batalla se volvió una danza de destrucción y desesperación, con Mechamura luchando por mantener el control.

El combate se volvió cada vez más desesperado. Los hechiceros, a pesar de sus habilidades sobresalientes, estaban siendo sobrepasados por la fuerza implacable de Sukuna.

Las heridas y la fatiga comenzaron a acumularse, y la esperanza parecía desvanecerse con cada minuto que pasaba.

Kamo, con sus reservas de energía casi agotadas, intentó un último esfuerzo para penetrar la defensa de Sukuna.

Lanzó una flecha de sangre con una intensidad que debería haber sido fatal, pero Sukuna, con un rápido movimiento de su mano, la desvió y contraatacó.

El ataque resultó en una herida mortal para Kamo, que cayó al suelo con una expresión de sorpresa y resignación.

Inumaki, intentando apoyar a sus compañeros, se lanzó al frente con un grito desesperado, pero Sukuna lo desarmó con una facilidad abrumadora.

Los comandos verbales de Inumaki eran absorbidos por la fuerza de Sukuna, y el hechicero cayó al suelo, exhausto y herido.

Todou, aunque aún luchaba con determinación, estaba siendo lentamente desgastado por los ataques continuos de Sukuna.

En un último intento de contraataque, Todou creó una distorsión masiva en el campo de batalla, pero Sukuna, con un golpe devastador, rompió el espacio y la técnica de Todou, dejando al hechicero sin fuerzas.

Mechamura, que había estado intentando recuperar el control con sus técnicas de creación, vio cómo sus esfuerzos se desmoronaban.

La lucha era una danza cruel, y a medida que sus creaciones eran destruídas, su esperanza se desvanecía.

Con una última invocación, Mechamura trató de crear una barrera defensiva, pero Sukuna, con un ataque final, rompió la barrera y acabó con la vida de Mechamura.

Con el campo de batalla en ruinas y los cuerpos de los hechiceros esparcidos por el suelo, Sukuna se volvió hacia Yuuji, que seguía inconsciente y vulnerable.

El Rey de las Maldiciones observó la escena con una satisfacción cruel. Su victoria estaba completa, pero el costo había sido alto.

De repente, Yuuji, movido por un instinto de supervivencia, comenzó a despertar. Aunque debilitado y desorientado, su presencia en el campo de batalla era ahora la única señal de vida.

El contraste entre el cuerpo de Yuuji y la devastación a su alrededor era impactante. Con la consciencia regresando lentamente, Yuuji se encontró en medio de la desolación, rodeado por los cuerpos de sus compañeros caídos y el rostro triunfante de Sukuna.

A pesar del caos y la pérdida, Yuuji, con una fuerza de voluntad inquebrantable, se levantó.

— Maldito bastardo — susuro Yuuji

La visión de sus amigos caídos y la desesperación de la situación lo impulsaron a enfrentar a Sukuna con un último esfuerzo.

Sin embargo, el poder del Rey de las Maldiciones era descomunal, y Yuuji sabía que sus posibilidades de éxito eran mínimas.

El enfrentamiento final entre Yuuji y Sukuna estaba cargado de una tensión abrumadora. Yuuji, con cada movimiento, demostraba una resiliencia y una determinación que desafiaban sus limitaciones.

Pero la batalla no duró mucho; Sukuna, con un golpe decisivo, demostró que su poder seguía siendo insuperable.

Con la última resistencia de Yuuji desvaneciéndose, Sukuna, aunque satisfecho con su victoria, dejó un último mensaje en el aire: la lucha entre el bien y el mal estaba lejos de terminar.

Mientras Yuuji caía, Sukuna se preparaba para una nueva fase en su reinado de terror.

El campo de batalla, una vez vibrante con la lucha y la esperanza, quedó en silencio. Los cuerpos de los hechiceros caídos y la desolación de la batalla eran el testimonio de una victoria amarga para Sukuna.

Y en medio de la devastación, Yuuji Itadori, el único sobreviviente, permaneció como un triste recordatorio de los costos de la lucha contra el mal.

La oscuridad había ganado esa noche, y el futuro de Tokio parecía incierto bajo la sombra de Sukuna.

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