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97, 98, 99... 100.

Sentadillas terminadas. Decidió dejar las pesas en el suelo y descansar aunque fuera unos pocos minutos. Llevaba ya bastante rato entrenando ese día, y por tomar un pequeño descanso más no iba a pasar nada.

Cuando dejó las pesas en el suelo, se percató de que había alguien más con él en el observatorio. No pudo evitar reírse cuando lo vio.

Sanji estaba allí de pie y por su expresión y su actitud imaginó que debía de llevar un rato mirándole.

El cocinero llevaba un botellín de cerveza en una mano y la que le quedaba libre la tenía con el dorso puesto bajo la nariz.

Zoro sonrió de forma ladina al captar lo que eso significaba. A Sanji no pareció hacerle la misma gracia.

—Vaya... —dijo Zoro, divertido—. No sabía que yo también podía provocarlo...

Sanji no dijo nada y le lanzó el botellín desde lejos. Zoro lo cogió al vuelo y volvió a mirarle, allí seguía con la mano en la nariz.

—¿Provocar el qué? —atinó a decir Sanji—. No es nada.

¿Por qué le daba vergüenza admitirlo? No lo sabía, pero se sentía incómodo. Era la primera vez que le pasaba con otro hombre.

—¿Ah no? ¿No estás sangrando...? —preguntó el peliverde abriendo la cerveza.

—Ya te he dicho que no es nada —cortó Sanji.

Para colmo, sintió que se estaba sonrojando otra vez. ¿Qué demonios le pasaba...?

—Demuéstrame entonces que me equivoco —dijo Zoro antes de dar un trago a la cerveza.

Maldito marimo.

—¿Por qué tienes tanto interés en saber si estoy sangrando o no...? —preguntó Sanji, evidentemente molesto.

Zoro no dijo nada durante un momento y se acercó hasta el cocinero de una forma sugerente, sin dejar de mirarle. Sanji aún no se había apartado la mano.

—Porque quiero saber si yo también provoco las mismas cosas en ti... que tú provocas en mí —dijo Zoro casi en un susurro.

Antes de que Sanji pudiese reaccionar, Zoro tiro de él hacia sí y pegó su cuerpo con el suyo. El cocinero no tardó en saber a qué se refería el espadachín. Mejor dicho, no tardó en sentirlo.

—Notas eso, ¿verdad? —dijo Zoro acercándose más a él—. ¿Crees que está bien que yo tenga que estar así cada vez que a ti te plazca?

Oh... Por todos los Reyes del mar. Maldito cabeza de alga. Sanji encima estaba en un momento especialmente vulnerable. Aún con él tapándose la nariz, el marimo hizo un último movimiento para noquearle completamente. La mano que el cocinero tenía libre, la llevó sin ningún reparo hacia sus pantalones. Los cristalinos ojos de Sanji se abrieron de par en par.

Oh... Por todos los Reyes del mar otra vez. De las espadas que tenía Zoro, esa era su favorita. Espera, ¿qué?

No pudo articular palabra. La mano que tenía puesta sobre la nariz dejó de servir.

Joder, maldita debilidad.

Sanji había empezado a sangrar más aún por la nariz y Zoro rió a carcajadas cuando lo vio.

El cocinero lo apartó de su lado bruscamente. No sabía por qué, pero sangrar por la nariz delante de él siendo en esa ocasión él mismo el motivo, le estaba abochornando.

Se esforzó por taparse la nariz más fuerte mientras Zoro se seguía riendo.

—¿Ya estás contento, idiota? —preguntó Sanji, rojo y lleno de vergüenza.

Zoro se rió de nuevo sin poder contenerse. Incluso empezó a hipar.

—Pues sí que lo estoy —dijo Zoro entre risas.

—Estúpido —dijo Sanji entre dientes.

Zoro se seguía riendo con el espectáculo y Sanji se volvió para fulminarle con la mirada.

—¡Deja de reírte! ¡No tiene gracia! —exclamó el rubio.

—Tendrías que verte desde mi punto de vista —contestó Zoro.

La mirada de enfado de Sanji no se suavizó lo más mínimo. Y lo rojo que se había puesto al ver al marimo reírse tampoco. Eso sirvió para que Zoro se riese más.

—¡Te vas a llevar una patada, idiota! —gritó Sanji.

La voz ahogada de Sanji con su propia mano le hacía todavía más gracia al espadachín. Quería dejar de reírse, pero no lo podía evitar. Sanji se cabreaba más y más por momentos.

Juraría que ese podría ser uno de los momentos más vergonzosos de su vida.

—Vas a llevar la huella de mi zapato grabada en el culo durante una semana —advirtió Sanji.

A Zoro la situación siguió pareciéndole divertida.

Y a Sanji seguía sin parecérselo.

—Zoro... —dijo el cocinero ya derrotado.

Zoro se ablandó al escucharle decir su nombre así y vio que ya era el momento de parar. Inclinó la cabeza a un lado con ternura mientras le miraba y estiró el brazo. Le atrajo para sí de nuevo, dejando de reírse durante un momento. Aquella vez lo hizo con mucha más delicadeza, lo que impresionó a Sanji, que no dejaba de sujetarse la nariz con la mano.

Zoro había visto algo que Sanji no, y es que hacerle enfadar tanto había hecho que se le olvidara todo lo anterior y detener la hemorragia.

—Anda, déjame —dijo Zoro tratando de quitarle la mano de la nariz.

Sanji no opuso resistencia. Se dio cuenta de que ya no sangraba, pero quedaba todo el rastro.

—No tengo papel ni toallas ahora aquí, así que tendrá que ser con esto —dijo levantándose un poco la camiseta por encima del haramaki.

—No irás a... —dijo Sanji.

—¿Prefieres llegar así abajo? —interrumpió el peliverde.

Sanji fue a replicar, pero al final se calló. Zoro utilizó una parte de la camiseta para empezar a limpiarle la cara como podía.

Al cocinero no le hizo falta un espejo para saber que estaba quedando hecho un cuadro. Zoro se lo estaba demostrando mientras se seguía riendo.

Pero algo les interrumpió en la peor de las situaciones. Desde abajo escucharon vociferar al capitán, que no era muy conocido por tener paciencia.

Ambos dieron un respingo, Zoro se remetió la camiseta por debajo del haramaki a toda prisa y Sanji trató de limpiarse con la mano.

Luffy estiró los brazos hasta arriba de la escalera aun cuando ambos estaban recomponiéndose y tratando de disimular. Cuando Luffy llegó arriba, se encontró una situación extraña. Zoro sentado con la ropa mal puesta y Sanji allí de pie mirando a la nada, tapándose la nariz.

—Oi, Zoro... ¿eh? ¿Sanji? No sabía que estabas aquí —se interrumpió Luffy.

—Ah... Em... Sí, pero... Ya bajaba —dijo Sanji, bajando la cabeza—. Os dejo a solas.

Sanji fue a bajar por las escaleras cuando se volvió un momento para dirigirle una breve y discreta mirada a Zoro antes de desaparecer por ellas.

Pero el espadachín se estremeció al ver que Luffy miró también a Sanji... ¿Se figuraría algo?

—Me alegra que no estuvierais peleándoos —dijo el capitán de pronto, con gesto inocente.

Zoro le miró, pero no dijo nada. Sanji lo escuchó también mientras bajaba. No creyeron que se figurase nada por su tono de voz, al fin y al cabo... Era Luffy.

Cuando Sanji bajó a la cubierta, fue a paso rápido hacia la cocina y estiró el brazo para abrir la puerta. Se lavaría la cara aunque fuera en el fregadero.

Sin embargo, algo obstaculizó sus planes. Chopper, que estaba sentado con Nami, Usopp y Robin más allá, llamó su atención al verle.

—Oi, Sanji, ¿has vuelto a sangrar? —dijo el reno.

Maldita sea, no les había visto. Desde lo que sucedió en la Isla Gyojin, Chopper había vigilado a Sanji por sus hemorragias y temía que le volviera a suceder lo mismo.

Nami, Robin y Usopp se volvieron para mirarle y vieron que en efecto, estaba ligeramente manchado de sangre. La primera intención de Sanji fue cubrirse de nuevo, pero ya era demasiado tarde.

—Em... Eh... Sí —dijo Sanji—. Pero no es nada, ya se me cortó.

—¿Vamos al consultorio por si acaso...? —preguntó Chopper.

—No, no tranquilo Chopper, de veras, no pasa nada —se excusó el rubio entrando a la cocina atropelladamente.

Cuando Sanji entró a la cocina y cerró la puerta, fue directo al fregadero. Necesitaba limpiarse de una vez.

Fuera, Usopp, Robin y Nami se miraron confusos.

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