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Sanji entró a la cocina rato después e intercambió una breve mirada con Zoro antes de volver a sus cosas.

A Zoro le dolió sentirle tan distante y no poder hablar con él.

Toda la tripulación entró después en la cocina para comer, el guion aún continuaba. Ese día estaba siendo especialmente terrible para los dos, no veían el momento de que todo terminase para poder reunirse.

Sanji sirvió al cabo de un rato y comieron todos animados como de costumbre, sin notar las expresiones tristes del cocinero y el espadachín, porque las mantuvieron bien disimuladas.

Zoro, por el rabillo del ojo, miró a Sanji un par de veces y él lo hizo también en alguna ocasión, pero en ningún momento sus miradas se cruzaron. Algo se le rompió por dentro al verle así, más aún después de lo que le había dicho.

Mirarle no hacía más que empeorar las cosas, pues tenía más deseos de aclararlo todo allí mismo, de hablar con él y estrecharle entre sus brazos. Pero no podía.

El espadachín, triste, optó por no mirarle más. Y entre pensamientos, se dio cuenta poco después de que se había terminado su ración.

Un día duro... Pensó Sanji mientras se dejaba caer en el respaldo de uno de los sillones de la cocina.

Se había encendido un cigarrillo con las luces apagadas. Se sentía desanimado, muy desanimado.

Exhaló humo, pensando por milésima vez en la discusión con Zoro de ese día. Sabía que él no había querido decir eso, al igual que él tampoco había querido hacerlo, pero aún así... Le había dolido oírlo.

Cerró los ojos, tratando de tranquilizarse, pero la tranquilidad duró poco.

Zoro abrió la puerta de la cocina, dejando que entrase un poco de luz de la luna.

—Sanji... —dijo, al tiempo que el rubio abrió los ojos para mirarle.

El espadachín no perdió el tiempo. Se dirigió hacia él una vez cerró la puerta y Sanji se puso en pie casi inconscientemente, pero se quedaron quietos a una ligera distancia. El cocinero, no supo porqué, no sabía qué hacer.

—Sanji... Lo siento... —musitó Zoro.

La expresión de Sanji se relajó un tanto en la tenue luz de la cocina, pero seguía algo triste.

—Zoro... No... No tienes que disculparte cada vez que discutamos así... —dijo Sanji tratando de restarle importancia, apagando el cigarrillo.

—No... Sí que tengo que hacerlo —dijo el peliverde acercándose a él—. Y lo haré las veces que sean necesarias.

El espadachín no dudó. Cogió a Sanji del brazo y lo atrajo hasta él, fundiéndose en un fuerte y cálido abrazo que ahora al rubio le venía de lujo. Correspondió rodeando la cintura del peliverde con sus brazos despacio, bebiendo de ese contacto que tanto había echado de menos ese día.

—Zoro... Yo también lo siento —susurró Sanji mientras le estrechaba con más fuerza—, lo siento muchísimo.

—Tranquilo —contestó Zoro, acariciándole el pelo—. Yo he sido hoy el que se ha pasado de verdad. No entiendo aún por qué. Siento cada palabra que te dije. Cada una de ellas.

Los dos se quedaron en silencio unos momentos, balanceándose despacio mientras seguían abrazados.

—Sí que te estaba mirando —dejó escapar Sanji, entre pequeñas risas débiles—. Serías la primera persona a la que miraría en el mundo, estúpido marimo.

Al fin pudo rectificar esa frase, qué alivio.

Zoro se rió un poco.

—Sé que me mirabas, me gusta que lo hagas —respondió Zoro—. Consigues compenetrar muy bien echarme miraditas con defender el Sunny.

Los dos rieron un poco más fuerte. Zoro bajó y acarició la espalda de Sanji con cariño y después enterró la cara en su pelo dorado para darle un beso.

—Jamás querría que te marcharas del barco —dijo Zoro, bajito.

—No lo haré, nunca —respondió él—. Tampoco yo querría que lo hicieras tú.

Zoro rió un poco.

—Nunca lo haría —contestó el peliverde.

El espadachín levantó el brazo y lo llevó al fino rostro del cocinero para cogerle de la barbilla, obligándole a levantar la cabeza.

Zoro tardó segundos en fundirse en un beso con él. No se hacía a la idea de lo que Sanji había esperado eso también.

Le correspondió con cariño, yendo hacia el sillón los dos juntos.

Se sentaron entre besos cargados de amor, contentos al fin de haber podido aclarar las cosas.

Y así estuvieron durante un buen rato, solos, Zoro sentado y las piernas del rubio entrelazadas con su cuerpo, besándose despacio, entre caricias.

Dibujo del encabezado hecho por Setuko (On the kitchen counter): https://www.deviantart.com/setuko/art/On-the-kitchen-counter-398629332

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